¿Estamos locos? No sé. Yo no. Vamos, estoy prácticamente seguro de que no. En el Teatre La Colmena hemos tenido la oportunidad de ver este fin de semana la representación de la obra Paraules encadenades, con Mireia García y Marcos Moreno en los papeles principales. Una obra que volveremos a ver dentro de una semana también de viernes a domingo. Lo que se podría llamar una pequeña temporada en cartel.
¿Estamos locos? La obra va de lo siguiente. Ramón tiene una tablet en la mano y ahí se reproduce el relato de alguien que es él mismo contando que ha matado a una señora mayor. Que estudiaba en la universidad y que se enamoró de una chica y se casaron y que de repente se divorciaron y que no sabe porqué y que bueno, que ha matado a alguien. Vemos que hay una chica atada a una cadena, amordazada, sollozando desde hace un rato. Empieza la acción.
¿Estamos locos? Yo no, creo que no, vamos. Una ruptura, un desamor, una mala racha, no entender de qué va todo esto, culpar a otra persona de lo que te pasa, culpar al sistema de lo que te pasa, vengarte de todo y de todos porque todos han hecho que tu vida sea una mierda y que tú, una persona normal, acabe cometiendo los delitos más abyectos. O no. O sí. Ahí estamos, con el tobogán argumental. Con la clásica tensión por la cual el espectador no sabe si lo que va a pasar va a pasar, si lo que está pasando es real y si lo que pasa es producto de la imaginación de uno. O de la otra.
Para que esto vaya adelante se necesita que los dos actores sean creíbles. O que no lo sean. Se necesita que el actor con cara de buen chico nos gane el corazón como una víctima de un mundo que no le entiende, de una mujer mala que un día le quiso y que otro día le dice que le da asco, de una madre manipuladora, que tenga arrebatos de violencia extrema que nos pongan el alma en vilo para después volvernos a soltar y poner esa cara de buen chaval que tiene Marcos para un minuto después volver a sembrarnos la duda. ¿Lo ha hecho? ¿Estamos locos?
Puede que estemos locos. Ella, la víctima, la pobre chica a la que descubrimos como piedra angular de toda la obra, que llora, que solloza, que pide por favor que no le hagan daño, se destapa como una mujer que no se arredra, que no se calla, que sí que es cierto que bajo una situación de terror llora y se acojona pero… no menos que yo, no menos que usted. Una batalla reproches, de llevar al límite al otro, de sembrar la sospecha en el espectador. ¿Es ella la mala? ¿Es él una víctima? Durante la obra vemos como ella, Mireia, endurece el gesto, va acoquinando a Marcos, va ganando terreno, dominando cada vez más la escena aunque haya momentos en los que volvamos al punto de partida: él la va a matar.
Un trabajo excelente por parte dos actores que se la juegan ahí delante de usted. Que provocan en el espectador colomense el ay, el madre mía, el qué dices, el no puede ser, el otra vez. Y de eso se trata. No importa el final. Lo que importa es que durante algo menos de hora y media nos hemos enfrentado a un dilema. ¿Estamos locos?
Ahora en serio ¿Estamos locos? ¿Puede ser que por amor, por despecho, que ya vengamos de serie con la pedrada, armemos una bien grande pensando que no va a tener consecuencias? ¿Matar a alguien? ¿Es que no vemos la tele? ¿Es que estamos locos?
Vayan a La Colmena el fin de semana que viene y miren a ver.
Pues a mí de momento me va a resultar difícil. A ver si me la acercan un poquito más.
ResponderEliminarFeliz comienzo de semana.
Bisous