lunes, 21 de noviembre de 2016

Aurora

El tacto de la puerta de un bar. Frío. La puerta metálica, el cristal sucio, carteles en la puerta. corridas de toros, un torneo de truque, la asociación de caza y pesca presenta sus actividades. Entro porque tengo que entrar. Así está dispuesto. Suena la música en mi cabeza de Así habló Zaratustra. Pero la corto rápido, porque el sonido del bar es mucho más estimulante. Así suena el bar del Frederico. El bar del Frederico acaba de comprar una televisión de 42 pulgadas desde la que se ven documentales sobre la naturaleza en un canal autonómico, que es el canal autonómico de la comunidad autónoma adyacente. Campos, pastos, animales. Algunos comentan que el campo está, que el campo es, que ahora en el campo, que llevan trabajando en el campo y que nunca... me quedo en un rincón de la barra y pido un cortado. Los cortados, como a todo el mundo, no me sientan bien, pero no sé qué pedirme. No es tarde, no es temprano. Me da apuro tomarme una cerveza. Me trae el cortado, está oscuro, muy fuerte y muy caliente. El Frederico no me hace más caso que al resto de parroquianos pese a notarse mucho que no soy de allí. Quizás por eso. Encima de la caja registradora, pegado a la pared, hay una foto del calendario de la asociación de caza y pesca y en la foto se ve al Sagrado Niño Oculto de Getsemaní, en posición de descanso, apoyado en un báculo, mientras a su lado una ovejita de color blanco como la nieve, parece mirar hacia el infinito con los mismos ojos que tiene el propio Sagrado Niño Oculto de Getsemaní, lo que indica que quien ha hecho el dibujo no se ha preocupado en coger otro modelo de ojos para el animal y se hace todo a tajo parejo. El cortado, claro, me sienta como un demonio, pero antes de ir al lavabo, escucho una voz que me dice que me espere. Es una voz de niño. No veo a ningún niño por allí y, por si las moscas, me fijo en la foto. Efectivamente, la foto se ha movido y es el Sagrado Niño Oculto de Getsemaní el que ha cambiado su posición de descanso por una más dinámica, como si fuera a saltar hacia fuera de la foto. Me pide, mirándome a los ojos, que espere un momento, que le saque del papel, que quiere vivir.
Me pide que le ayude, que le saque de allí, que no haga caso de los ojos de la oveja, que prescinda de sentimentalismos, que apuñale a la oveja si en algún momento quiere saltar con él, que no me fije en sus ojos, que es un error mirar a los ojos de la oveja, que alguien le ha encerrado en esa foto con esa oveja que no le deja vivir, que quiere vivir, que quiere sentarse conmigo en la barra del bar y pedir una copa de coñac y que por favor, por el amor de Dios, por el Santísimo Nombre, por lo que valga, que nadie más le llame Sagrado Niño Oculto de Getsemaní, que quiere ser simplemente Jonás, el Sagrado Niño, nunca más oculto, nunca más. Y yo le hago caso. Y desde la barra, le tiendo la mano, que es lo único que se me ocurre que puedo hacer. Y noto que me estoy cagando, porque el cortado es un auténtico matarratas, pero sé que no puedo parar ahora, que tengo que ayudar a esa voz que sale de la foto. El Sagrado Niño Oculto de Getsemaní, que dice llamarse Jonás, va a saltar de la foto. Ha tirado el báculo y se despoja de sus ropas. La oveja le mira con sus mismos ojos, pero con una expresión de pena. El Sagrado Niño Oculto quiere saltar, quiere salir de la foto, y se dispone a saltar. Creo ver que ha sacado una pierna fuera de la imagen, que ha pasado a este plano. Que va a salir. Sale por completo de la foto, a cuerpo real. Es un niño. Entonces habla la oveja.
Y cuando miro a la foto, vuelve a estar dentro el Sagrado Niño Oculto de Getsemaní y la oveja me dice que siempre es lo mismo. Siempre. Todos los días. Siempre hay alguien que ve a Jonás, que le oye, que le hace caso, que se cree que puede salir de la foto y no puede ser. Que es todo una mentira.
En la tele, es la hora de los informativos y alguien habla de la Directiva Bolkenstein y todo el mundo mira fijamente a la pantalla porque el tema tiene tela. Yo creo que me he cagado encima, pero algo me empuja a tomarme otro cortado. Vuelvo a pedir. Frederico me mira como si fuera transparente. Intento saltar dentro de la barra para tocar la foto y veo que Frederico hace ademán de ir por un hacha que tiene debajo de la barra. Me lo pienso. Miro por el cristal de la puerta y veo a mi prima Aurora.
No sé porqué pero ha pasado tanto tiempo que creo que mi prima Aurora ha cambiado y no se parece a mi prima Aurora. Veo que necesito salir y pago. Pienso que sería gracioso que quisiera salir del bar del Frederico y que no pudiera, que me ocurriese lo mismo que al Sagrado Niño Oculto de Getsemaní.
Y le pido al que está escribiendo todo esto que por favor, que no sea tan cabrón.

1 comentario:

  1. Leí hace un tiempo que aproximadamente el 30% de la gente experimenta esos efectos secundarios con el café. No tiene que ser cortado, vale de cualquier manera :D

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