jueves, 29 de diciembre de 2016
Estupendo, tú.
Entonces vino y me contó que había visto que el BMW i8 era demasiado plateado y que a él no le gustaban los coches así tan plateados. Que era muy partidario del color en el coche y en todas las cosas en general. Que había viajado a la antigua Ceilán, ahora Sri Lanka, y que desde entonces no podía vivir sin el color. Le gusta decir estas cosas. Tal país se llamaba antes así y ahora es así. Que el color era para él una demostración de la alegría del mundo y que en Sri Lanka se había zambullido en un mar de sensaciones tan grande que estaba deseando voler, aunque no sabía si podía volver porque estaba muy liado y que tenía pensado hacer otro viaje a otro lugar, porque ella decía que había que cambiar de destino y de continente cada vez que se emprendía un viaje. Y me contó que estaban pensando en África, que les faltaba África, que habían estado ya en Egipto y en Marruecos. Muchas veces en Marruecos, en Marrakesh sobre todo, que les parecía ya como una segunda África, pero que ellos, ella sobre todo, distingue muy bien entre lo que es el norte de África y los países del Magreb y África. Y que tenían ganas de ir a un sitio como Sudáfrica para empezar por algún lugar que fuera más civilizado, para luego ir descubriendo otros sitios. Que sería después de ir a Estados Unidos, porque habían contratado en un Tour un viaje que recorre los lugares por los que pasó Alvar Núñez Cabeza de Vaca y que iba a ser un viaje maravilloso y muy interesante. Que los niños les habían dicho que no, que les hubiera gustado más ir a Nueva York, pero que en Nueva York creen que se iban a encontrar a mucha gente de España, que siempre se encuentran a mucha gente de España por todas partes. Y volvió a lo del coche, que se lo tenía que cambiar, y que él tenía el capricho del BMW i8 pero que ella le había dicho que más adelante que se comprase un coche para él, pero que ahora quizás tocaba pensar más en un coche para todos. Y que le gustaba desde siempre el Cayenne. Que era su coche de toda la vida. Su sueño. Y me habló de los sueños, de lo que había soñado desde que estábamos en el Instituto los dos y lo que había llegado a conseguir. Y me dijo que él nunca pensó en que todo iba a salir como él proyectó, pero que las cosas pasan y tienes que aprovecharlas. Que toda su vida había sido un poco un sueño y que había que tomarse las cosas así, como un sueño. Que las cosas duelen menos cuando piensas que forman parte de una realidad que no es el mundo gris que nos rodea, sino que se puede cambiar todo en un segundo y que lo que hoy está, mañana puede no estar y que al final, cuando quieres darte cuenta, te pasa algo y se va todo al garete, por lo que es mejor no ponerse de culo con la vida y dejarse llevar, fluir con ella, hacer lo que toca, sin preocuparte de lo que hay realmente en el fondo de las cosas porque, según él, todo es un sueño. Y me dijo que me tenía que ir dejando, porque había dicho que iba a comprar algo de comer, porque hoy ella estaba un poco cansada y no tenía ganas de cocinar y él le había dicho que no se preocupara que iba a ir a Piero que estaba abierto y a ella le encanta. Que le gustaba sobre todo la pasta, pero que él se iba a coger una escalopa a la milanesa, que le pirra. Que se la pide muy poco hecha y que allí la hacen genial. Y me dijo que le gustaba de vez en cuando hacer eso, salir, traer comida, que era un poco como una fiesta todo y a ella se le alegraba la cara y a los críos les hacía siempre mucha ilusión. Y yo le dije, y yo le dije... 'pues estupendo, tú'.
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