El reciente fallecimiento de Milos Forman, director de cine checo, obliga a revisar una de sus grandes películas. Amadeus. ¿Quién no ha visto Amadeus? La vida y muerte de Wolfgang Amadeus Mozart, quizás el mayor genio de la historia de la música y al mismo tiempo, una persona. Porque acostumbramos a pensar que genios como Mozart, Beethoven, Schubert, Satie, vivieron en un pedestal, encerrados entre pianos, notas, partituras... la experiencia de ver en vivo a una persona como Mozart, que jugaba, que era un cafre, que tenía inquietudes, que vivía en la calle, que vivía con la gente, que era bueno, que era malo y que al mismo tiempo era capaz de crear una música perfecta, es algo que nunca podremos agradecer lo suficiente a Milos Forman.
Como tampoco le podremos agradecer habernos acercado también a la figura de Salieri, Antonio Salieri, el compositor italiano al que habría destronado Mozart en el favor tanto del público como en el no menos importante, de las autoridades.
Las autoridades, qué importantes. Vean la foto. Amadeus va a presentar, en una de las escenas de la película, una de sus obras al emperador de Austria. Le asesoran miembros de un gabinete en el que hay también músicos italianos, entre ellos el propio Salieri, que van a juzgar si su obra vale o no vale. Pero él no va a que le juzguen, el va a enseñarles la obra y los demás a aceptarla. El caso es que los italianos hacen fuerza y consideran que su pieza es muy... no la entienden, o no la quieren entender. Los italianos y los miembros del gabinete hacen fuerza y el emperador no se convence.
Esta es la cara que se le queda a Amadeus, Wolfgang, Mozart, cuando le dicen que no ven su obra... cómo decirlo.
Finalmente triunfa, al final fracasa. Finalmente el emperador disfruta, al final el emperador se duerme. Y le vemos consumirse mientras acaba su gran obra, que no la acaba, el Requiem.
Momentos estelares. Salieri pidiéndole a Dios que Mozart fracase. Salieri dándole gracias a Dios cuando Mozart fracasa. Salieri quemando el crucifijo cuando Mozart triunfa.
Vemos una historia de la historia, no la historia real, porque la realidad ni siquiera fue esa, porque Salieri no me lo imagino... o sí. Artistas complotando contra artistas, artistas batallando entre bambalinas para ganar el favor de la autoridad. El favor de la autoridad.
Qué mundo.
¿Cuántas veces pueden dar este peli por la tele? ¿Mil? Pocas parecen. Todas las veces que la pongan. Pelos de punta mientras un Mozart, Wolfgang Amadeus, consumido, intenta acabar el Requiem con al ayuda del propio Salieri. Confutatis. Maledictis. Confutatis. Maledictis. El fuego del infierno. Poropompompom. Poropompompom. Rex..... Rex!. Salieri apabullado por el genio de Mozart, volviéndose loco porque ve que Mozart realmente es lo que sospechaba. El genio.
Las partes en las que Mozart está dirigiendo a la orquesta mientras que la Reina de la Noche canta. O cuando hace de director en una opera popular y está hecho polvo.
Hay otras películas de Milos Forman. Alguien voló sobre el nido del cuco. La he visto pero no sé, no me gustó tanto. Man on the moon no la he visto. Valmont, que es igual que la de Las amistades peligrosas.
Sea como sea, esa foto. La del artista teniendo que pasar el examen tanto de otros artistas que ven amenazada su posición como de una autoridad que también dice saber de arte y que... bueno, qué les vamos a contar.
Y un genio. Un genio que ama, que folla, que se tira pedos, que se bufa de otros artistas, que puede interesarse por otros artistas, que se emborracha, que quiere que le quieran y quiere que todo el mundo sepa que es un genio.
Y la vería otra vez, ahora mismo.
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