sábado, 28 de abril de 2018
Bolaño
Tú ahora imagina que estás leyendo esto a las doce del mediodía, dudando acerca de qué vas a tomar, si una cerveza o un cortado. Y dará igual. Como si lo lees a las dos de la mañana, después de venir de alguna parte. Da igual. Lo importante es que lo estás leyendo. Y que hay alguien que ha tenido que volver a casa para escribirlo. Como si te encontrases con alguien al volver una esquina, ayer se cumplieron 65 años del nacimiento de Roberto Bolaño, y has visto un vídeo de dos minutos y se te han revuelto las cosas. Y hace meses que hablas de Bolaño los miércoles y los viernes, volviendo y yendo por el puente del Potosí y del efecto que provoca. El efecto de considerar tu vida algo que no está yendo por el camino que tendría que ir. El camino de Bolaño no es bueno, es un camino que te llevará a no saber hacer otra cosa que desear llegar a casa a las dos de la mañana para ponerte a escribir, algo, lo que sea. A pasar los días pensando que no has escrito, que mañana deberías contar algo. Ya será bueno, ya será malo, ya será maño. Ya se verá lo que es. Que tienes que ir al local de ensayo porque ir a otra parte es estar muerto. Porque no hay otra cosa que hacer que dedicarse, completamente, sin duda ninguna, a contarlo. Y vuelves a acordarte de la biografía de Bolaño y de cómo todos los días de la vida, la tuya, no son así. Y si son así un escalofrío te recorre de arriba abajo. Si tus días van a ser así, no va a ser una broma. Y puede que te salga bien, que finalmente alguien lo comprenda, comprenda que de esa pulsión, de ese arrebato, de ese goce infinito que se experimenta cuando las teclas de la fila de arriba no se saltan y puedes concluir una frase, de esa pasión se puede obtener un rendimiento. Al final, todo es eso.
Ha empezado a saltarse la letra a. Y la letra a está en la segunda fila de letras. Esto se va a poner impracticable, pero llevo muchas líneas sin que el teclado se me desarme, vamos bien. Bolaño contando las cosas que le gustan, los poemas, la poesía, la importancia de algo que no entiendes hasta que te lo cuenta él y todo es claro y es así. Y estás viendo un concierto y estás pensando en Bolaño tomándose esa misma cerveza que te cuesta tragar. He dicho que no voy a beber más cerveza porque empiezo a notar que junto a la barriga, me produce mucho hipo. Las conversaciones, el regreso a casa, salir de ese sótano y ver de nuevo la calle y que la gente te parezca buena y bien. Y tapar los huecos de los días con múltiples cosas que hacer, con una agenda apretada. Y hay fútbol y hay que leer un libro y hay que pensar en sobrevivir. Y en escribir. En escribir un sábado o un domingo que no es día de labor, que es día de dejarlo, y no lo puedes dejar. Y las teclas no se levantan y no sabrás nunca escribir sobre eso que él escribía, cómo lo contaba, pero sabes que mientras leías esa historia que estaba destinada a morir en un desierto, pautada y reglamentada, te estabas condenando. A probarlo tú también, a escribir, a identificarte con ese escritor chileno que escribía mucho más sobre México que sobre Chile, que te propinó un puñetazo en la boca del estómago con el avión sobrevolando el campamento de presos escribiendo en el aire Chile es muerte, y los nazis, los falsos nazis, los intentos de ser nazi, de ser un buen nazi, o medio nazi, y no conseguirlo, porque ser un buen nazi también tiene su trabajo, y los juegos de guerra y saber de cosas que valen para ser entretenido, ameno, con una interesante charla mientras vas o vienes, pero sin un futuro ni mucho menos un presente. Y a nadie se le ocurre ya, en su sano juicio, contar estas cosas, ni contar nada, porque nadie cuenta nada, hasta que lo cuenta y queremos formar parte de su mundo y crear uno que se parezca. Y vamos dando vueltas en torno a un teclado que no deja de llamarte, de chillar que le des uso, que escribas. Que cuentes algo. Que las tropas del Ejército rojo se acercan y no tienes miedo. Que no deja de morirse gente a paletadas y no sabemos nada. Que quizás ya es tarde para la poesía. Pero había que acordarse de Bolaño y recordar porqué estamos aquí.
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