Yo en aquel tiempo ya estaba un poco fuera de juego y casi no me enteraba de lo que iban las cosas, así que cuando me dijeron que tenía que ir a Tayikistán a buscar el Triliangsun no me lo pensé dos veces y partí hacia allá. Entonces yo estaba acostumbrado a una serie de facilidades a la hora de viajar y no me imaginé que mis patrocinadores iban a tratarme como a uno más. Pero ya digo que entonces, en aquel tiempo, yo ya estaba un poco gastado.
Tuve pues un viaje bastante problemático, un viaje plagado de vicisitudes extrañas que, cuando por fin llegué al país al que viajaba, estaba francamente cansado y desilusionado. Y preocupado.
No sabía lo que era el Triliangsun.
Pero no mostré el menos síntoma de duda. Pregunté por nuestra embajada y no me supieron dar razón. Pregunté por el Cónsul y nadie sabía nada del Cónsul. Pregunté por el Triliangsun e inmediatamente me dirigieron a una gran explanada a las afueras de la capital donde se celebraba una gran fiesta.
Habían llegado tayikos de todas las partes del país y algunos también de otros países. Caballos, jinetes, música, ceremonias, se sucedían junto con más música, más caballo, más ceremonias y un color vibrante en todos y cada uno de los elementos que se agolpaban ante mis ojos. Desconocía el idioma local y me dirigía a los lugareños en mi perfecto inglés, pero allí, en aquella fiesta, no había nadie que me entendiera.
Bebí lo que me ofrecieron y comí lo que me dieron de comer. Bailé, canté, y me sentí uno más.
Creí entender lo que era el Triliangsun.
Era una sensación.
La sensación de llegar a un lugar y dejarte atrapar por todo aquello que hay de bueno y puro en la gente. En la gente común, en la gente sana y noble que baila, que come, que baila, que come, que danza, que ríe, que te abraza, que te da lo que tiene, que se desvive por conocerte, por que le conozcas, por entablar relaciones. Una sensación de hermandad entre la gente. Aquella fiesta de los tayikos significaba eso, un encuentro, una manera de compartir, de conocerse, de reconocerse de nuevo, de hacer de esa reunión una simbólica celebración del ser humano como algo más que un animal.
Eso era el Triliangsun.
Regresé a casa y expliqué qué es lo que traía.
Y no era eso.
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