viernes, 27 de marzo de 2020

Confinamiento #11

¿Qué clase de marco mental se ha instalado en nosotros que tengo la casa llena de cebollas? De repente, en un momento, nos dimos cuenta de que todo estaba lleno de cebollas. Cebollas y cebollas. Cebollas para desayunar, para comer y cenar. Cebollas para merendar. Compramos nosequé, esto, lo otro y cebollas. Compramos cebollas, tal y pascual. Compramos pim, cebollas y pam. El arte de cortar cebolla. El arte de ponerle cebolla a todo.
Ayer fue un día de altibajos. De buenos y malos. De aquí y allí. De estar y de volver. De todas las sensaciones así de momento y en un día. Por las noches, muchos preguntan cómo puedes dormir como un ceporro si no nos movemos. El cansancio mental. El estrés mental. Querer hacer cosas y sumarle pensar en doscientas cosas.
Ayer, para darle un puntito de así a la cosa, me sobrevino un dolor de muelas dantesco como a las seis de la tarde. Un dolor de muela que me avisó con un latigazo, como un calambre eléctrico, zas. Y me duró casi exactamente lo que tardé en preparar la masa de pizza. Con el dolor de muelas entré en barrena, la masa de pizza no me salía, los dedos se me pegaban en la masa, no podía pensar, la masa no salía bien y en casa sonaba todo un compendio de música latinoamericana contemporánea que me estaba poniendo más nervioso todavía con sus letras obvias y su mezcla de tono comprometido y cotidiano que me estaba provocando que la muela y los dedos llenos de gacha y todo ello... pum. Al fin la masa cogió forma, me limpié los dedos y me recluí en el sofá a pensar en nada, paracetamol mediante y sin dar más la brasa con la muela.
La pizza quedó bastante bien. Y llevaba cebolla, claro.
Seguimos pues adelante en esta temporada de confinamiento y encierro y surgen los debates sobre el derecho a la información de las masas, el valor del trabajo y la comunicación del trabajo, así como el futuro que nos espera. Me centraré en este último punto, porque creo que es el más importante. El mundo que nos espera no va a molar.
Me da la impresión de que nos acercamos a algo chungo. Y no sabemos cómo afrontarlo. La sucesión de días muy iguales y que me sucede que lo que escribo lo vomito y luego no lo recuerdo (ya me ayudará Salva Tovar) hacen que me repita en mis inquietudes y preocupaciones. Y que me convierta en un brasas que siempre dice lo mismo. Pero digo lo mismo con variaciones siempre, desde hace años. Dicho esto, nos acercamos a un mundo en el que no nos vamos a fiar de nadie, en el que vamos a sobreprotegernos y a proteger a los nuestros de una manera desmedida, incluso agresiva hacia los demás.
Un mundo en el que echaremos cuentas de quién puede salvarse y quién no sale a cuenta que se salve. Un mundo en el que confundiremos propuestas socialistas con cosas que no lo son. Un mundo en el que seguiremos sintiendo la misma sensación de repelús cuando oigamos hablar al Conseller Buch. Un mundo que no tengo ni puta idea de cómo será. Y eso es lo que me da más repelús.
Ayer vimos la Trinchera Infinita. Qué mejor idea que ver esta peli. Una peli que va sobre otro mundo, otra situación, pero en la que se dice una frase que me parece que define toda la peli. Y todo esto también. 'No hay nada más peligroso que un tonto caliente'.
Y no voy a seguir por el momento. A ver cómo avanza esto hoy.

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