jueves, 12 de marzo de 2020

Gastón Sereteli

El relato de viajes da un vuelco cuando ya no se habla tanto del ciclo de aventuras clásicas como de otro género más introspectivo, en el que no se trata de impactar al lector haciéndole ejercitar su mente poniéndole forma a sus sueños y pesadillas, sino que el nuevo viajero es alguien que no va a lo sitios sino que los sitios están en él.
Gastón Sereteli, junto con dos amigos, Julián Quiace y Armando Gos, decidieron abandonar sus rutinarios trabajos como miembros de la General de Importaciones para salir a mar abierto con una chalupa y quedarse precisamente quietos en un lugar cerca de ninguna parte. Y a partir de ahí, vivir y disfrutar, en un sitio que no es, de todo lo que la vida tiene que ofrecernos. Es el momento de decir que este texto no pretende que usted entienda que Gastón Sereteli y sus amigos en realidad jamás surcaron ningún mar y que con la chalupa se desplazaron lo mínimo indispensable para decir que estaban en otra parte. Usted no sabe. Usted no entiende.
Este suele ser el gran problema del autor que se enfrenta a la literatura de viajes y se ha cansado de describir lugares a los que nunca ha viajado. Gastón Sereteli puso rumbo al norte y rápidamente se dio cuenta de que quería ir al sur. Estaba en el sur, el sur vivía en su corazón, en sus ideas, en sus ojos, pero algo le llamó a ir al norte, justo cuando daba la orden se arrepintió y pensó ir al sur. Quiace y Gos cumplían su cometido como fieles acompañantes, leyendo libros interesantes y bebiendo licores fuertes.
Me gusta imaginar a Gastón Sereteli, a Julián Quiace y a Armando Gos en su barco, mirando al horizonte y aburriéndose. Viendo la costa desde su barco y pensando que esa costa es otra costa. Gastón Sereteli se apea en el puerto de Munguía y camina por las calles del pueblo. No entiende el idioma, quiere probar todos los caldos y los platos que se sirven, se ríe con los juegos de los niños, envía señales al barco donde están Quiace y Gos y les dice que no hay peligro. Todos han vivido en Munguía. Es siempre una novedad, todo puede cambiar.
Si tú quieres.
Gastón Sereteli se ha comido una tortilla paisana y tiene sueño. En sueños se imagina en Rusia. En Rusia hace mucho frío y les persigue el infortunio. Son tres amigos que están huyendo porque se han equivocado. Son tres amigos y ninguno es ruso. Entienden el idioma, se despierta sobresaltado porque no van a volver nunca más a Rusia. Sereteli tiende la mano a la esperanza, a quienes le persiguen y les anuncia que un día, todo será mejor.
Gastón Sereteli se levanta de la siesta y vuelve al barco. Quiace y Gos le cuentan sus sueños. A Sereteli le interesa saber qué sueñan los demás. Se imagina en los sueños de otros.
La literatura de viajes me parece que ha llegado a su límite comprensible. No tengo mucho más que aportar.

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