viernes, 5 de junio de 2020

Schrieben

Qué delicia los escritos de Danuta Wolinska:
'Un día salí de una entrevista con un personaje que me puso muy nerviosa y necesitaba que me diera el aire. Aunque fuera hacía un frío helador, necesitaba caminar. El entrevistado, no diré el nombre, era un infecto profesor universitario que se tenía por filósofo y que se dedicó a darle la vuelta a todo nuestro sistema de valores para convertir el mundo en el que vivíamos en una suerte de conjunto de imbéciles al servicio de algo que él se empeñaba en considerar eliminable y que quizás era lo más sano que yo conocía de la sociedad. No sé porqué, aborrecí el mundo. Aborrecí Berlín. Aborrecí nuestra vida que posibilitaba a imbéciles como aquel pontificar y sembrar la semilla de la idiocia entre la gente. Callejeando sin sentido, aterida pero rabiosa, encontré una especie de local, bar, pub, no sé definirlo. Un local. El local se llamaba Nostalgia. Tuve que entrar. El bar era un bar de nostálgicos. No de un solo tipo de nostálgicos. No de nostálgicos de algo en concreto. No había simbología rancia, ni parafernalia de tal o cual signo. Había ido a bares o locales que remedaban la antigua Berlín Oriental y otros de dudosísimo gusto que 'denunciaban' los años más oscuros de Berlín rayando las prohibiciones legales germanas. Aquel bar era otra cosa. La música no era música. Era algo indefinible que te llamaba a sentarte en algún sitio y dejar la mirada perdida.
Allí te conocí.
Me senté en una butaca al lado de la pared, junto a una pequeña mesita alta y pedí un schnapps. El schapps, el tercer schnapps me hizo evocar un partido de balonmano en Lodz contra el equipo de las enfermeras del hospital, cuando yo tenía 16 años. Marqué tres goles. Jugaba de extremo. Me encantaba la sensación de saltar y caer desde la punta del terreno de juego y estrellarme contra el suelo. Recordé la sensación de jugar un partido importante, que perdimos, porque las enfermeras eran mayores. Tenían a una enfermera soviética, Olenka, jugaba de pivote, nos sacaba la cabeza a todas y no éramos bajitas precisamente. Olenka parecía venir de Uzbekistán, o Kazajstán o... Nos pulverizó. Al final del partido nos saludamos todas y ella nos dijo algo en algún idioma que no era ruso.
Nunca lo había vuelto a escuchar hasta que te conocí.'

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