jueves, 19 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


- Pues estás tú para hablar, que te has pasado la vida encerrado en casa, leyendo y vegetando, para ahora venirme a decir que el tiempo es el bien más preciado y que desperdiciarlo de esta manera es un crimen. Tú, precisamente, que me explicabas que el enriquecimiento que te suponía estar aislado del mundo, consumiendo sabiduría en solitario, sin intermediarios, sin necesidad de compartirlo con nadie, únicamente por el placer de conocer. Ahora, tú, me dices que no entiendes qué me pasa. No entiendes qué me pasa y no entiendes nada. He visto una luz y esa luz sólo se encuentra en el interior. Que otros digan que esa luz, como tú anticipaste, se encuentra en el saber de los demás, asimilado y procesado. Yo he encontrado esa luz por mí mismo. Sin necesidad de procesar nada, sin leer, sin escuchar, sin hacer. He visto una luz estando solo, sin estímulos, sin distracciones, únicamente trabajando mi mente y entrando en contacto con algo inmaterial que se encuentra en mí y que se encuentra a mi alrededor. Contactando, entrelazando, conectando. Ahora estoy en otra dimensión y no vas a ser tú quien me diga lo que tengo que hacer, lo que tengo que pensar o cómo puedo aumentar este conocimiento que no se puede explicar. No, no voy a hacerte caso. Sal de mi casa. 

- Pero qué casa, Juan Carlos, qué iluminación, qué dices, de qué me hablas. Yo solo...

- Sí, tú solo. 

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