Valorando de una manera muy personal la obra de Olle Hamm se me ocurrió que sería una buena idea, por limar asperezas, hace una loa de su obra y del recorrido que había tenido como intelectual, aunque él jamás había mostrado el más mínimo interés ni por nuestra publicación ni por la tarea ingente que veníamos desarrollando desde hacía tanto tiempo de manera solitaria y sin el más mínimo reconocimiento por su parte. Sin embargo, haciendo gala nuevamente de una amplitud de miras que creo que me honra a mí y a los que conmigo comparten camino, quise escribir algo sobre quien había estado tanto tiempo porfiando por la cultura. Fueron muchos los que pensaron que quizás no era una idea excesivamente generosa. Olle Hamm siempre se había estado bien relacionado con quien tenía que estarlo y, pese a su aura de malditismo, nunca había sido un marginado de la escena, que digamos. Daba igual, pensé que, como fuese, en el bando que estuviese, me debía a la difusión y a la cultura y el artículo salió adelante. Que Olle Hamm no respondiera de ninguna manera al artículo, que mostrase el más mínimo interés por mis palabras, por mi aliento, no me sorprendió. Olle Hamm siempre fue muy suyo. No esperaba nada, de verdad. Quizás, muy dentro de mí, esperaba que Olle Hamm, alguna vez, tuviese a bien, no sé. Algo. Pero jamás pasó. Una vez que te acostumbras a estar al lado de quien debes estar... y mira que me lo dijeron.
Nuestro primer disco fue un éxito, así que decidí hacer algo en solitario. Luego, como en solitario también tuve bastante éxito, quise probar otros caminos. Decidí escribir poesía. Si escribía las letras de las canciones de mi banda, las mías en solitario, porqué no iba a probar con letras sin musicar. Y así lo hice. Publiqué un volumen de poemas que me resultó de confección sencilla al no tener que cuadrar con músicas ni nada y la gente acogió muy bien mi trabajo. Me creía tocado por la varita de la musa. Entonces quise ilustrar mis poemas con mis dibujos. Quise editar un nuevo volumen de poemas pero esta vez introduciendo en cada página un dibujo explicativo de mi propia factura, ya que siempre me gustó eso de dibujar y aunque de manera autodidacta, creo que tengo un estilo propio, personal y a la gente que ha visto mi obra le gusta. El libro fue muy bien acogido también. Como estaba lanzado, probé con exponer mis dibujos y alguna pintura. Estaba comenzando a probar y me apetecía saber qué opinaba la gente sobre mis experimentos. Y la verdad es que fue muy bien, vendí toda la obra y las críticas dijeron que mi estilo personal abría quizás un camino inexplorado que habría que esperar en qué podía desembocar. Como hacía tiempo que no tocaba, llamé a mis compañeros de la banda para volver a tocar y preparar un nuevo trabajo. Éramos un cuarteto. Los otros tres me dijeron que me fuera a la mierda.
Una vez superada la ruptura con Francisca Fernanda, me puse a escribir nuevamente para reconciliarme un poco con la vida y con la literatura. Mi obra, a juicio de algunos críticos y de muchos amigos, estaba demasiado marcada por mi tormentosa relación y quise pasar página, hacer algo nuevo. Se me ocurrió novelar una aventura en el trópico, una clásica historia de fuga hacia lo desconocido, el típico viaje en el que el protagonista huye de la vida convencional para encontrarse consigo mismo en un ambiente salvaje y puro. Fromington en el viaje, se llamaba la novela. Dediqué a ella casi un año. Me enfrasqué de tal manera que mis amigos me dijeron que me estaba viniendo de narices, que qué bien que volviera a ser yo mismo. Los meses pasaban y tenía olvidada a Francisca Fernanda. Terminé el libro y esperé a que algunos amigos a los que les había pasado las galeradas, colegas muchos de ellos de profesión, dieran su opinión. De manera conjunta, me volvieron a pasar el número de teléfono de Francisca Fernanda, que al parecer se había mudado, por si no lo tenía o lo había extraviado.
Antanas Ovicius hacía gala siempre que podía de una absoluta falta de formación. Presumía de no haber leído ninguna obra de referencia, ni tan solo durante el periodo escolar, de no conocer nada de los ambientes literarios ni actuales ni pasados. Fardaba de desconocer nada de la obra de los románticos, de los naturalistas, de desconocer quién era Shakespeare, Cervantes, Jorge Luis Borges, Mujica Lainez, Pérez Andújar, Rodolfo del Hoyo, Luis de Góngora y Argote, Lenin, Bolaño, Arturo Pérez Reverte, Javier Reverte, Nikolai Gogol, Pemán, Marius Sampere, Cortázar, Jorge Bucay, Francisco Casavella, Vázquez Montalbán, Juan Marsé, Marx, Freud, Jorge Valdano, Picco della Mirandola, Pedro Cano, Lorenzo Silva, Mao, Ana Rosa... y sin embargo, su obra literaria, de fuerte carácter, personal e intransferible, no podía huir de un tufillo a catálogo de casa de muebles buena, de las de las fotos grandes, de las de nombres ininteligibles pero de gran atractivo sonoro, que no podías más que ponerte a pensar en ambientes fríos y en ciudades repetidas en serie que no dejan de dibujarse una detrás de otra en la mente de tantos y tantos. Como en la mente de Antanas Ovicius.
En el cielo, en el cielo es donde debe estar Obecio Kastropol. En el cielo, rodeado de arcángeles y de monjitas buenas que le cuiden y le tengan siempre bien, tranquilo y cómodo, bondadosamente tratado. En el cielo, allí es donde debe estar el autor de monumentos literarios como 'Cristo y yo', 'Diálogos con Dios', 'Obras cristianas para niños con hambre', 'Catálogo de santos y santas para el hombre contemporáneo', 'Mis problemas con la Fé', 'Guerra para los corazones hambrientos de amor', 'Santa Catalina al alcance de todos'... Ahí es donde debe estar. Ahí es donde le queremos los que hemos bebido de su obra y quienes hemos seguido sus pasos hasta el mismo lugar en el que Kastropol ubicó el nacimiento de Santa Catalina sin ser aquel el lugar de nacimiento de Santa Catalina, lo que nos movió a todos a hacer una lectura crítica de la obra de Kastropol y descubrir que, tras aquella obra beata y santa, se escondía nada más que un pasatiempo y que Kastropol no es más que el seudónimo de un ciudadano chino que, aficionado a la imaginería religiosa, inventó todo un mundo. Que él esté en el infierno y que Kastropol viva en la gloria.
Mi padre me ha recomendado un libro. Un libro que a su vez le han recomendado unos amigos. Se ve que es de un escritor que al parecer es de la misma ciudad que nosotros. Es decir, es vecino. Y me dicen que es muy bueno. Que es un chaval que dicen que me conoce y que ha empezado a escribir y que ha trabajado en una radio y en una televisión local. Se ve que ha estado trabajando fuera mucho tiempo y ahora ha vuelto a la ciudad y que ha escrito un libro sobre lo que ha visto aquí y la gente que ha conocido y eso. En plan novela. Y dicen que está muy bien. Mi padre dice que me gustará porque se parece un poco a lo que escribo yo y que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que seguro que me gusta. Que dice que me conoce.
Qué odiosa la gente que hace esto y lo otro, y esto y lo otro, y parece que todo les sale bien y tienen un ego bien inflado, ja,jaja.
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