Bailar pegados es bailar. Dos señoras ayer en la fiesta del Fondo, bailando una con la otra controlando absolutamente todos los pasos, todos los estilos, todos los ritmos. No hacían la pirula de bailar pasodoble y acoplar el ritmo como pudieran, no. Bailaban lo que sonaba, sabiéndose las canciones, tarareando. Las dos señoras no eran señoras porque sí. Eran dos señoras muy mayores que cuanto más las mirabas, más las admirabas. Bailes y ritmos.
En el Fondo el paisaje humano, mientras no se complete el magnífico plan de gentrificación, es diverso, amplio y saleroso. O no. Porque así como aquellas dos señoras llevaban el ritmo en los pies, en la sangre y en la camisa y falda plisada, había otros que no conseguían dar pie con bola y a duras penas mantenían el barco a flote mientras su compañera de baile se esmeraba por intentar sacar algo de donde no lo hay.
Bailar con la mano muerta, con la mano en otra parte, con la mano colgando como si fuera la mano de otro y en cuanto acaba el baile observar el milagro de la vida y la mano volver a tener ganas de meterse en el bolsillo, que es de donde nunca quiso salir. Bailar machacando el suelo, haciendo ademán de ‘me estoy moviendo, me estoy moviendo’, para que la acompañante esté al menos contenta ese día que se sale a bailar. Bailar con gracia, bailar sin gracia, bailar.
Estoy ahí, viendo bailar. Me gusta observar porque no sé bailar. Me gusta observar los zapatos y los calcetines negros hasta arriba, intentando tapar canillas blancas. Me gusta observar cómo se siguen los pasos del baile country que a mí me parecen siempre indescifrables y que en cambio… me gusta observar cómo el Follow the leader sigue siendo imbatible y no hay baile con o sin cantante que no se anime con el izquierda… derecha… izquierda… derecha…
No bailo. Me gusta ver bailar en la verbena de Can Zam a los revolucionarios. La Yenka, la escoba, el Despacito y lo que se tercie. Y yo miro, no bailo. Bailé antes, bailé una vez, pero no me veo ahora. A veces noto que se me van los pies, pero es inútil. Me veo desde arriba, desde esa plataforma de superioridad que me da… y me veo mal. Qué mal. Vosotros en cambio, bailáis bien.
Me gusta ver bailar a las parejas que en las fiestas del barrio del Cementiri Vell, se agarran y bailan pasodobles y más pasodobles ante la atenta mirada de un público de edad reverencial que parece estar esperando una oportunidad para tirarse a la pista. Me gusta ver bailar mientras el cantante lanza un mensaje carca y mustio. Los viejos antes vivían mejor, sin centros de día ni residencias. Las familias los dejan allí y se olvidan. Antes. Antes todo era mejor. Antes en los pueblos se vivía mejor. El aire puro. Era todo el mundo amigo y se ayudaban. Y toda esa mierda. Pasodobles, aire retro, mensaje antiguo, vota antiguo, vota lo de antes. Supongo que la interventora está contenta. Baila.
Fiestas en los barrios de Santa Coloma. Bailes populares. Bocadillos de morcilla del barrio de la Guinardera que se pelean toda la noche con uno. Bocatas de lomo. Pan bueno, pan de ayer. Cerveza fresquita. I love soda, me gusta el soda. Bailar sin ningún sentido del ritmo. Esperar a que lleguen los y las que saben y bailen la de la bicicleta como dios manda. Verbenas con música punk. Con el papelillo y el cigarrillo, dame la china tron, como si el tiempo no hubiera pasado. Me gusta el soda, saca ya la china tron.
Sigamos observando. Bailan y se saben las letras. Yo me sé la de Bailaré sobre tu tumba sólo con oír al público aplaudir. Las chicas jóvenes del Fondo se saben las letras de la de bailamos hasta las diez desde que suena el primer acorde. Enrique Iglesias y Shakira. Una noche completa con los dos. Si te vas, yo también me voy.
No he dicho nada del zumba. Alguna vez tendrá que parar. Zumba. Con cara de baila zumba. Es una cara especial. Cara de estar, al fin, haciendo algo que nos gusta. Bailar en grupo. Delante, detrás, en primera fila, al lado. Todos uniformados. En cualquier parte. Que no te pase nunca.
Una noche dando vueltas por Santa Coloma, viendo a la gente bailar. Cada fin de semana de junio, viendo a la gente bailar, gente sentada en sillas de plástico, cenando en grupo, no habéis dicho nada y ahora no tenemos sitio. Chicos jóvenes que pasan y se ríen. Chicos jóvenes que discuten y se van a pelear y están los mossos ahí, gilipollas, tirad para casa.
Te tomas dos cervezas y amas a esta ciudad. A este pueblo. Y te dan ganas de bailar y de abrazar a todo el mundo y hacer profesión de fe. Soy de Santa Coloma, este es mi sitio, esta es mi gente. Vuelves a fijarte en el baile del que está martirizando a su pareja a base de pisotones. Al que ha salido a bailar la de la bicicleta y la cumbia aquella que ahora no recuerdo con los dedos apuntando para arriba. Al que se pone en cuclillas. A los chinos con la camisa desabrochada en el bar de enfrente del Alegría. Al del bar Alegría que te da conversa por llevar la camiseta de Mágico. Populismo.
Y ya estamos otra vez. Y te dan ganas de bailar. Y sabes que no.
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