Bueno, pues el
típico texto que no tiene un propósito concreto. Podría ser un yo ya lo dije, o
podría ser un me aburro. Me aburro y me da miedo. Da miedo en lo que se está
convirtiendo todo esto. Todo esto es todo esto. Me da la impresión de que hace
unos meses que hemos traspasado la línea de lo normal, asumiendo lo anormal,
presumiendo de lo anormal, asumiendo lo anormal, sin hacer nada por remediar lo
anormal. Lo anormal es hablar de cosas que pasan como exilio, encarcelamiento,
enjuiciamiento, desgobierno, desprecio de la política. Desgobierno, cualquiera
que me lea. No hay gobierno, pero hay una forma de gobernar. Una forma de
gobernar que se basa en asumir que da igual si hay gobierno, si no hay
gobierno, el no saber, el imaginar que los demás son gilipollas, que España era
un país de cabras y Paco Martínez Soria, en el que un listo desde Georgetown
podía pontificar sobre lo garrulo que era el estado español y lo inevitable de
las cosas. Y los demás éramos unos traidores. Y somos todavía unos traidores a
los que se nos puede mandar a pastar por mostrar solidaridad con quien hace con
su miedo lo que quiere, fugarse, exiliarse, pirarse, no comerse un talego por
algo que ellos pensaban que era ‘la voluntad de un pueblo’. Y no era la
voluntad de un pueblo. Era la voluntad de un grupo de gente, pero que no tenía
concreción. No digo nada que no digan otros que piensan o mejor dicho, que me
hacen pensar o estar de acuerdo con ellos. Los demás éramos traidores, en el
resto de España todo era franquismo, cobardía, garrulez. El pueblo elegido iba
derechito a la victoria.
Y si hoy meten en
el talego a nosecuantos consellers, si hoy vuelven a haber gente en chirona,
qué pasa. Si no tenemos nunca más Generalitat, qué pasa. Construir República.
Qué República. Con quién. Con qué gente. Qué república. Qué mierda de país nos
está quedando. Gente alegrándose de que peña se largue del país. Gente alegrándose
de que peña vaya al talego. Peña llamando cobarde a quien se fuga. Peña enviando
a pastar a quien muestra solidaridad. Supongo que habrá un montón de pelis en
las que al final ganan los buenos. La rebelión triunfa y el tamboriler del Bruc
ahuyenta al enemigo. Pero no está pasando.
Nos está quedando
un país de mierda. Y en el resto del estado, las soluciones que se apuntan, las
alternativas, parece que van dirigidas a hacer notar que no hay alternativa. Escucho
a un jurista o técnico diciendo que están perplejos porque les están cambiando
las reglas del juego. No por mucho repetirme lo voy a dejar de decir: estamos
viviendo una contrarrevolución. Hay momentos de esperanza, las movilizaciones
del 8 de marzo, lo que intentan hacer los pensionistas, de vez en cuando pasa
algo. Pero todo eso tiene que capitalizarlo alguien. Y me da pavor pensar que
lo puede capitalizar quien sistemáticamente lo traiciona. O lo pervierte. O lo
ignora.
Mira que lo
estábamos diciendo. Pero da igual. No aprendemos nada. Igual que cuando pasó la
crisis inmobiliaria, que parecía que estábamos esperando que la cosa volviera a
rular para volverla a cagar. Pues igual. Estamos esperando cagarla
sistemáticamente. Cometiendo errores, cagándonos unos en los otros, peleando a
escondidas, peleando a cara descubierta, dejándonos llevar por la lírica, por
la épica, cuando no hay nada, detrás no hay nada. No hay nada más que números
raros, movidas extrañas, gente muy pirada con ganas de juerga, carne de cañón,
pérdidas razonables, víctimas colaterales. Lo habíamos dicho. Si vamos detrás
de gente de derechas, acabaremos cagados todos. Estamos cagados todos. El procés
era bla bla bla. Las fotos de rubios y rubias en una arcadia feliz luchando por
la libertad no eran reales. Lo iba a pagar gente. Traidores, cómplices de los
borbones. Estupendo.
No avanzamos. No vamos
hacia delante. No progresamos. No vamos a vivir mejor. Ni siquiera igual. Estamos
creando un monstruo. Viviendo en lo anormal. Y la vida pasa, los contratos se
siguen haciendo, las ambulancias siguen circulando. Los trabajos se siguen
malpagando, los señores siguen tomando café y decidiendo cómo va todo. Y tú,
mientras, con la banderita en la espalda, esperando a que te llamen para que te
partan la cara. No me molesta que digas esto o lo otro. Me molestas tú. Depresión.
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