En su tratado biográfico sobre la figura de Aldebarán Gozálvez, hemos descubierto este pasaje muy ilustrativo de. Cuando quiere, Eloisa Almendros, tiene sus puntos.
'Y ocurrió que concluyendo su novela dedicada a la saga familiar de los Gorriti, un trasunto de la historia de su propia familia, el gran Aldebarán quiso ponerle un título que recogiese toda esa fuerza de una familia arraigada en la tierra de una tierra que no se entendería sin la huella singular de unas gentes que todo se lo deben a la tierra y que en la tierra dejan su profundo sello. Y siendo así, de esos literatos y genios que ponen el título al final de su obra, procedió a inspirarse en un árbol que en el camino de entrada de su fabulosa casa se encontraba. Y quiso llamarle El árbol del... y se quedó sin palabras.
Porque comprendió en ese instante que no sabía nada de árboles, de naturaleza, que había escrito aquel novelón simplemente en base a las relaciones entre los seres humanos, a sus andanzas heroicas, a su pasión por el amor y la muerte, a cómo se amasan las riquezas más fantásticas y en cómo se pierden por el simple designio de otros, a lo que hacen los humanos, a cómo lo hacen los humanos, a qué son los humanos, pero había ignorado por completo que en torno a los seres humanos hay otras cosas, hay otros seres, hay otra realidad. Y se sumió en una frustración que no había conocido. Y no supo qué hacer.
Y en no sabiendo que hacer, comenzó un proceso de inmersión en la naturaleza, conociendo y reconociendo primero el frondoso vergel que tenía ante sus ojos, a la vista en su casa, ilustrándose y hablando con unos y otros, con los mayores expertos, sabios, profesores, personas de mundo que llegaban a su casa y le deleitaban con las maravillas que habían visto. O leído. Que de leer también se viaja, decía el sabio Pleitaridis. Y así fue como adquirió los conocimientos que le faltaban.
Y se sentó un nuboso día de marzo a replantearse el título de su novela. Y cayó en la cuenta de que no tenía ni idea de qué era lo que realmente le importaba a él del árbol. Y no sabiéndolo se propuso renovar toda su novela. No le encontró defecto. Ni siquiera quiso incluir algún paseo campestre. O un animal que hiciera compañía. Nada.
Era el título. Y se aburrió de pensar en el título. Y pensó que quizás le convenía divertirse. Y dejó el título a medias.
Y la gente se ríe de nosotros y nosotros de la gente y vamos avanzando. Vamos.'
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