Mientras escribo esto, sin ovarios, una mosca revolotea a mi alrededor. Mientras escribo esto en cinco minutos de reloj, una mosca no deja de recorrer la limpia y pulcra sala de la biblioteca de Singuerlin, como recordando que, después de todo, la realidad está ahí. La realidad está más allá de las ministras, las secretarias de estado, las conselleras, las listas cremallera, la realidad está más allá de la paridad, de la escala salarial y de todo lo que queramos apuntarnos como una victoria que parece total, pero que es momentánea.
La realidad es que después de todas las vueltas, después de todo el marasmo, después de las victorias formales, las ministras y las manifestaciones multitudinaria, llega y se te caga encima. O simplemente zumba a tu alrededor y lo que piensas que es limpio, culto, sano, civilizado, está gobernado por una mosca. Está todo igual que lo dejamos, perdido de moscas que no dejan de zumbar a nuestro alrededor para recordarnos que la mierda continúa apestando. Por mucho que queramos dejarlo todo atrás.
Han pasado unas semanas, apenas un mes y algo o dos, no recuerdo ya. La condena a La Manada echó a la gente a la calle. Descontando algunos debates pírricos sobre el oportunismo y la oportunidad, parecía que no habría vuelta atrás. Candidatas a presidir el PP, ministras por mayoría, mujeres. No tengo ovarios y por lo tanto no puedo escribir con la misma sensibilidad, pero lo intentaré. Me puede mirar la mosca.
Me gana la mosca que zumba alrededor y distrae y consigue que todo lo que pase es simplemente en vano, nimio, sin importancia. Gana la mosca. La mosca de la libertad provisional que pone momentáneamente espero en la calle a los violadores en grupo de una muchacha. Pone en libertad a quien recuerda una vez cometido el delito que tiene una hija o que tiene una pareja, que están sufriendo. Dice.
Y la mosca sigue ahí. Y la ley, la fría y dura ley, nos dice que tenemos que acostumbrarnos a acatar las normas y a una minoría mayoritaria silenciosa que dice que a lo mejor se ha hecho mucho ruido con esto de la manada y que nada es para tanto. Que son cosas que se han hecho toda la vida. Y Leticia Dolera sale en la tele explicando una vez más lo de la teta y poniendo la norma sobre qué es abuso y qué no es abuso, porque no acabamos de enterarnos. No nos acaba de quedar claro y queremos una vez más que nos digan hasta cuándo podemos insistir en el cortejo. No es no. Parece claro. No lo parece, el periodista vuelve a preguntar.
Y ahí estamos, concentrándonos en la mosca. Pero no nos centramos en todo lo que se está ganando, porque parece que todo es poco y nada es suficiente. Y la óptica no será nunca la misma, espero. Aunque la realidad nos viene a ver continuamente, en forma de sentencias que quieren sacar la cara por quien ha sido tratado con una dureza excesiva por haber violado en grupo a una muchacha, haberlo grabado, haberse bufado y haber seguido la parranda porque vamos todos con barbita y flequillito molón.
Y así está la cosa. Pero no está como nos creemos.
Creo que debemos de dejar de mirar a la mosca y seguir apretando. No pensar que nada tiene solución. No pensar que nada es irreformable. Seguir apretando. Sin tener ovarios te lo digo. No había nada ganado y queda mucho por ganar. Tienen mucho que perder.
Lo están perdiendo y patalean.
Y zumban a tu alrededor. Pero con eso no les va a valer.
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