domingo, 24 de marzo de 2019

Kerabán el Testarudo - Julio Verne


No hay nada más repelente que comenzar escribiendo algo con una cita. Decía Borges, Jorge Luis Borges (y no hay nada más repelente que decir el apellido y luego y el nombre y el apellido para dar a entender que si alguien no sabe de quién estamos hablando solo con el apellido ya le hago el favor de decirlo todo) que no otros se enorgullecieran de las páginas que habían escrito, él lo hacía de las que había leído.
Este libro, Kerabán el Testarudo estaba en casa de mi abuela Benicia. Cuando mi tío vivía todavía allí, mi tito Antonio, compraba muchos libros, muchos. Y yo pasaba las siestas leyendo, porque todavía no había adquirido ese hábito y prefería leer a dormir. Qué niño tan repelente. Mi tío Antonio tenía unos cuantos libros de Julio Verne en una edición especial, unos libros ilustrados que creo que me traje a Santa Coloma cuando mi tío se fue a vivir a Linares y se dejó unos pocos libros en casa. El caso es que entre esos dos libros recuerdo dos, uno era La esfinge de los hielos y el otro Kerabán el Testarudo. La esfinge de los hielos era un libro curioso que leí tiempo después, muchos años después. Era la continuación de un libro de Edgar Allan Poe llamado Narración de Arthur Gordon Pym. Este libro, el de Poe, me lo regalaron para mi comunión. Junto con otros libros, uno que se llamaba Cartas desde mi Molino de Alphonse Daudet y no recuerdo otro. Este de Cartas desde mi Molino me gustó mucho. Luego descubrí que Daudet era un ultra de de derechas. El libro de Arthur Gordon Pym nunca conseguía leerlo. Nunca, siempre me quedaba en la tercera o cuarta página, porque utilizaba muchas palabras marineras y me perdía. La esfinge de los hielos se supone que comenzaba la historia como si la historia de Poe fuera verdadera. Así me leí primero La esfinge de los hielos y luego años después el otro libro. 
Kerabán el Testarudo me lo leí siendo un chaval, pero no sé situar la edad que tendría. Puede que 11 o 12 o 13 o... no lo sé. Pero supongo que leyendo historias como esta de Julio Verne a uno le pica la curiosidad y si tienes un poco de imaginación y las herramientas para poder escribir y difundir luego lo que escribes, nunca te alejarás demasiado del influjo de este tipo de literatura. 
Al parecer Kerabán el Testarudo está escrito diez años después de La vuelta al mundo en 80 días. Y el argumento es similar. Un rico turco que vive Constantinopla tenía la casa en la parte asiática y el negocio en la parte europea. Para volver a su casa debía cruzar el estrecho del Bósforo cada día, pero un día suben el impuesto para pasar y él se niega a pagarlo. Protesta y se queja y al final decide darle la vuelta al Mar Negro para llegar a la otra orilla sin pagar. Lo acompañará un amigo holandés y los sirvientes de ambos. 
A partir de ahí, una aventura en la que se van atravesando pueblos, conociendo gentes y visitando la diversidad del Imperio Otomano cuando este todavía dominaba buena parte de las dos orillas. Personajes pintorescos, romances, peleas, no sé. Historias que te hacen viajar sin viajar. Al final, un desenlace inesperado que te hace ver que si ridículo era el planteamiento inicial, el desenlace final lo es más y que la cabezonería es... bah, a quién le importa.
Lo importante era leer cosas curiosas, aventuras, la frontera rusa, el Cáucaso, los Kurdos, la ciudad de Trebisonda, los turcos, Constantinopla... esas cosas. 11 o 12 años, matar la siesta. 
Hoy es uno de esos centenarios, aniversarios, efemérides, del fallecimiento de Julio Verne. Y me he acordado de esto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario