martes, 5 de marzo de 2019

Si me queréis, irse


Llevo leyendo unos días artículos que se publican en algunos espacios que antes uno consideraba de referencia, o al menos, de cierto interés. Leo manifiestos. Leo proclamas. Leo resoluciones. Leo cómo se forman corrientes que se acaban transformando en partidos que serán alas izquierdas o derechas de otras formaciones. Leo Messi.
Leo artículos en espacios de referencia que si antes apostaban por una cosa, ahora dan un montón de vueltas para acabar diciendo otra. Leo cómo mi espacio, el espacio político que me representa y por el que tanto hemos estado esperando muchos, se pone en cuestión. Leo cómo los mismos que eran los que más proclamaban las bonanzas de avanzar hacia un nuevo espacio y por los que, siguiendo sus iniciativas políticas, arriesgamos y nos la jugamos (lo poco que te puedes jugar si eres de Esquerra Unida i Alternativa), ahora consideran que ya no merece la pena y que hay que ir de la mano con quien hasta hace poco era un adversario con el que no compartíamos mayores referencias que algún apellido. Leo cómo los mismos que se mostraban frontales, contrarios y votaron en contra de todas las resoluciones que apostaban por avanzar en el nuevo espacio, se dan golpes en el pecho ahora sintiéndose comunes desde que les dio la primera luz. Leo cómo siendo nosotros un espacio en el que lo nacional o lo identitario no es la primera ni la segunda razón por la que nos ponemos a trabajar, a colgar carteles, o a perder horas en reuniones que nos quitan la vida, leo que las primeras corrientes que se forman tienen que ver precisamente con el tema identitario y no con lo social.
Leo cómo se quejan de institucionalización del espacio común quienes no sueltan un escaño que ya no merecen porque nadie les votó para ello. Leo cómo se quejan de institucionalización del espacio común quienes siempre han optado por la vía institucional como básica para poder ejercer su política. Leo cómo lo que uno pensaba que iba a ser una solución, un nuevo renacimiento, ahora parece un lastre. Leo cómo en los artículos sesudos que antes me parecían una muestra inconmensurable de la capacidad de reflexión y análisis de la situación y del momento, ahora se nos vende con la misma retórica la fuga como solución. Leo cómo lo que parecía funcionar en plan bandolero como una seda y despertaba entre las gentes buena dosis de optimismo y esperanza, se esclerotiza y se convierte en otro partido más, peor, una coalición, la pena negra.
Escucho cómo la gente, la gente, en las conversaciones, la gente, la otra gente, la que no lee los artículos sesudos e importantes y rimbombantes, ni lee las resoluciones, ni sabe de alternativas republicanas, dice que habrá que hacer, esta vez, lo que es más útil para que no pase lo que pueda pasar.
Leo que esperamos qué se decide para ver qué se decide y que según lo que se decida o se decida lo que se decida, vamos hacia atrás.
Leo que nunca acabamos de ser un espacio común. Porque no parece que tengamos nada en común. Y yo creo que sí. Pero leo pequeñas miserias, cosas pequeñas, que con la excusa de avanzar, no hacen más que retroceder.
Escucho en la tele a un hombre decir que viendo esa tierra tan hermosa se hace cada vez más independentista. Y siento que por culpa de pensamientos como ese, nuestro espacio se convierte en estatua de sal. Y cada vez lo soporto menos.
Leo que en el manifiesto se habla de alternativas republicanas de la mano de 'republicanos' que nunca hacen política como la que nosotros proponemos. Esa pequeña política que hacemos nosotros. Y se me cae el alma a los pies.
Veo las caras que se ríen. Otras que no lo van a pasar bien. Otras que ya tienen dónde ir.
Pues si me queréis, irse.

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