Euskal Herria. No, no es Euskal Herria. Es Torribera. Torribera tampoco está en Navarra. Está aquí. De hecho eso no es ni siquiera Torribera, es por fuera de Torribera, porque ayer no pudimos entrar en Torribera al querer entrar en Torribera por la Calle Galícia y no estaba el acceso abierto, así que no pudimos dar caza al grupo de colegas que se había perdido por el monte. Así que eso. Reculada y hacia otros pastos más apacibles y sin tantas cuestas. Qué necesidad de subir siempre y qué obsesión con la naturaleza. Como leí hace poco, y seguro que no reproduciré bien, la obsesión con la vuelta a la naturaleza es reaccionaria. El ser humano vive seguro y mejor en la ciudad, que es lo mejor que hemos hecho. Porqué esa obsesión con estar entre árboles.
El confinamiento entra en una etapa en la que ya no es confinamiento. Lleva días sin serlo ya como lo entendimos al principio. No salir de casa. Ahora lo raro es estar en casa. Cada vez más lugares abiertos, negocios que empiezan a funcionar, faltan los bares. Creo que no es necesario insistir demasiado en el tema. Los bares serán y son nuestro indicador de actividad real. Quién se interesa por los negocios, las tiendas, etc., si no tenemos los bares donde ir a. A algo. A los bares.
También vuelve ya el fútbol y esto me produce una pereza inmensa. Y soy forofo de mi equipo y disfruto en Twitter con la cuenta de El Txistu que repasa la historia del Athletic, pero ahora mismo, me interesa cero que la cosa vuelva a funcionar y tener que estar pendiente.
Ayer pedimos un durum de pollo. De regreso del paseo. Como premio. No quiero jurar en vano, pero después de comérmelo y justo antes de comérmelo pensé igual, no quiero volver al mundo durum. No. Me engorda, no es bueno para mí. No quiero volver a las pizzas, no quiero, ni creo que deba, volver a los comistrajos. Pero sé que es lo que me gusta. Que es lo que me pirra. Y no me voy a pasar al lado oscuro de las verduras y las comidas ligeras. Y tendré que entablar el duro combate contra mi mismidad. Pero lo de los durum, tanto predicar que 'no hemos aprendido nada', efectivamente, no hemos aprendido nada. No he aprendido nada.
Hemos acabado Pose. La primera temporada. No he visto el drama. Hay drama, claro, pero no una cosa terrible. La gente es buena y las cosas salen bien. De la nada llegas a triunfar aunque sea en el submundo. Si te esfuerzas, sales adelante. Y esas cosas. Y todo el mundo canta bien y tiene arte. Y reconozco que me ha gustado.
Vimos Contagio de Soderbergh, nos ahorraremos decir que, efectivamente, todo está ya en esa película salvo el tema del caos social. Somos más ordenaditos de lo que sale en la película. Pero qué película.
Quisimos ver también una peli griega, pero nos dio un bajón de intensidad enorme y no pudimos.
Y vimos por fin la tele. Un programa, el del Basté, hablando de educación y tecnología. Y como ya no puedo más con los prejuicios y con mis gafas de ver la tele con ojos aviesos, una vez más vi que el programa en Tv3 no iba destinado a todos los públicos, iba destinado a un público en concreto, a un público que es el de Tv3, el que se supone que ve y 'vota' Tv3. Un público que no se cuestiona si hay escuelas y casas donde la gente tiene tablets, espacios para estudiar, conectarse, etc, cuando hay muchas, muchas, pero muchas casas donde no hay para comer. Pero eso no parece que exista. El debate, interesante, es otro. Y ahí se queda. Y ves la tele y ves que ese programa y esa programación y todo lo que pasa al final no es para ti. Ni los paisajes que salen en El temps, ni nada. No son para ti.
Y ya me tiemblan los pelos de la cerviz pensando cómo y de qué manera nos vamos a inventar nuestras propias manis para no ser menos. Al tiempo.
Y Anguita era de todos.
Y muchos éramos de Anguita pero no todo el rato.
Y dicen que esta semana vamos a pasar calor.
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