martes, 13 de octubre de 2020

Baal

Nadie sabía dónde estaba Baal. Si estaba aquí, Baal decía estar allí. Si lo buscaban allí, Baal ya se había marchado. Baal era un recuerdo. Nadie sabía dónde había ido a parar Baal. Baal era un fantasma. A veces, alguien, como hablando en sueños, citaba a Baal. Nadie temblaba al oír su nombre. Baal estaba lejos. Baal estaba demasiado cerca para verlo. Baal se había ido a una montaña. Baal se habia fundido en el mar. Baal se marchó por el camino. Baal está en una isla. Baal fue a parar a un cementerio de dioses donde alternaba con otros dioses que Dioses habían sido. Baal era una pegatina para el coche. Baal en las camisetas. Baal tatuado al final de tu espalda. Baal en el brillo de los ojos de un niño. Baal en la risa fresca de una muchacha. Baal en las espaldas cargadas de una mujer limpiando un suelo. Baal en el fondo de una lata de cerveza que un toxicómano lleva paseando de aquí allá. Baal haciendo ruido. Baal muerto como el verso de un poeta. Baal se había esfumado. Baal en un relato. Baal como excusa para escribir. Baal como subterfugio. Baal recuperado en una idea publicitaria. 

Baal, que todo lo sabe, que todo lo lee, que todo lo piensa, que en todas partes está porque él son todas las partes, cansado de ser y estar, repite una y mil veces el ciclo de quien está cansado de ser y estar y mil veces se va y mil veces no puede irse porque está en ti. 

Una mañana me levanté y había olvidado a Baal. Ayer recordé a Baal. Y allí estaba Baal. 

- Mortal. Creí que ya no me necesitabas. Qué va mal. No te podré ayudar. 

Y era Baal. 
 

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