sábado, 3 de octubre de 2020

Hace tres años


El viento fuerte hace que piense menos. Me dan menos ganas de todo. El día de hoy es un día limpio, sin nubes, porque el viento debe llevárselas lejos. Hemos comido sepia al ajillo y unas empanadas de cebolla y queso buenísimas que le salen la mar de bien a mi compañera. Ayer vimos la película de Guillem Agulló. Salía una canción de los Skatalà que yo escuchaba, creo que era la mejor canción que tenían, la del Borinot. La película es dura. Tiene momentos espeluznantes, como cuando le hacen cantar a una amiga del asesinado el Cara al Sol para ver si sabe identificarla. La película retrata la sensación de impunidad que tienen los grupúsculos fascistas cuando se ponen a actuar. La película retrata la impunidad que todavía tiene el fascismo, sean grupúsculos o no, para actuar. La película no me va a volver indepe de repente. La película me cuenta algo que ya sabía. Que los fascistas están ahí. 

Los fascistas, la extrema derecha. Hace unos años, tres años, el Rey dio un discurso para decir que se haría lo que se tuviera que hacer para impedir la independencia de Catalunya. No vi el discurso, estaba tomando algo en un bar. Hace tres años y tres días fue el 1 de octubre. Lo volveré a contar. Hace tres años, junto con otros compañeros y compañeras, estuvimos en los colegios desde las ocho de la mañana. Queríamos estar presentes por si pasaba algo, ayudar en lo que fuera. Es igual que fuéramos, nunca seremos dignos. Lógicamente no participé en la organización de algo en lo que no creía. De hecho ni siquiera tenía pensado votar. Cuando vimos las imágenes de los palos voté nulo. Hoy no hubiera votado. Resultándome asqueroso el papel de las fuerzas de seguridad, como siempre que actúan con la rienda suelta, y me resulta repugnante la falta de valentía de los políticos de los partidos mayoritarios para encarar un problema político más allá de repartir ostias y meter gente en la cárcel, pero cada vez me resulta menos presentable que me cuenten en cualquier tipo de iniciativa que tenga que ver con el objetivo final, sea la independencia o el mero procesismo. Yo no estoy ahí. Si alguna vez consideré que este movimiento tenía algo que ver con la ruptura, me equivoqué. Hoy no supone ninguna ruptura y para mi modesto modo de entender las cosas, supone otro modo más de reacción por más que haya personas muy combativas y con las que pueda compartir una cierta visión del mundo que estén muy implicadas. No me gustaría vivir en esa república de la que me hablan. 

Desde hace tres años vivimos en Catalunya en un estado de depresión. Vivimos pensando en lo que fue, en lo que pudo ser, en lo que no ha sido y en volver a repetir algo que pienso que se fue de las manos. Vivimos en una continua batalla por la hegemonía de una mitad de la población de Catalunya. Vivimos en un país desconectado en dos mitades. Una mitad que vive en un mundo y otra mitad que vive en el suyo. Posiblemente la mitad procesista participe más en política y siga pensando que el sueño es posible y por eso siguen movilizados. La otra mitad ya ha visto que no hay nada que hacer y que hay un mundo para una gente y otro mundo para otra gente. No hay conexión. No hay posibilidad de establecer alianzas entre fuerzas de izquierdas por ejemplo para romper con la separación. Debería haberlas. Tiene que haberlas. Pero no pasará. 

Desde hace tres años vivimos esperando algo o recordando algo. Hace tres años que fue el tres de octubre y mucha gente salió a la calle para protestar por la represión. No para dar apoyo a lo que ocurrió el 1 de octubre. En Santa Coloma salió mucha gente a la calle. Pero que no nos cuenten allí. Estos días han habido movilizaciones que ya no son mainstream. Vuelven a la calle los que ya estaban en las calles. Las masas parece que ya no están. Tampoco pueden estar ni estamos ninguna masa en la calle por el tema del virus. Pero no ha habido nada. Los partidos que manejan esto ya no están por la labor. Y la ANC ha demostrado ser un bluff. 

Desde hace tres años Catalunya no es un solo pueblo. Va a costar volver a conectar la Catalunya que cree que es Catalunya y la Catalunya que siente que la echan de su propia tierra. Y mientras tanto siguen creciendo los pequeños monstruos, los monstruos grandes ya están, los que viven de no entender, de no saber, de sacar rédito de los miedos y de las pulsiones más primarias. 

Hace tres años que no vamos a ningún sitio. 

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