Lo dijo ayer Ada Colau en el acto de cierre de campaña en La Farga de l'Hospitalet. Las motomamis y las gyales están con Yolanda Díaz. Último día de campaña, última carpa y últimas horas para pedir el voto para unas elecciones que van a marcar un antes y quizás no haya después. Es así de grave la cosa. Tan grave que el tren de la derecha parece que descarrila. Que los últimos días, entre los dolores de espalda, los dolores del narco, las mentiras, los olvidos y las fascistadas de sus socios de Vox, el tren de la derecha pierde fuelle. Y crece la opción de Yolanda Díaz como la verdadera opción de la izquierda para frenar a la derecha. El debate a tres supuso un golpe de efecto para la campaña y ha relanzado a una izquierda que se encontraba deseosa de tener algo que la ilusione. Pues esto es. Una izquierda que no quiere esperar a que los vándalos invadan el territorio para plantear la resistencia, sino que quiere salir a campo abierto a ganar y así asegurarnos que podemos seguir avanzando nosotros. Estos últimos días de carpa están siendo fabulosos. La gente se acerca a la carpa, viene a la carpa, porque nos reconoce como los que están ahí, los de la Yolanda, los de Sumar, y lo hacen para decirnos que la Yolanda, que la Yolanda, que la Yolanda, y nosotros estamos alucinados ante una acogida tan buena por parte de un electorado, sobre todo femenino, pero no solo, que ya ha puesto a la candidata de Sumar muy por encima de las expectativas creadas. Si antes de empezar todo parecía cuesta arriba y solo unos pocos ilusos tenían la buena onda de decir que esto no está perdido, ahora las cosas han cambiado. Quizás vivamos en una burbuja colomense, y lo que pasa aquí no sea extrapolable a lo que pasa fuera, pero si las clases populares, si las ciudades de mayoría de clase trabajadora, se movilizan, la derecha no va a ganar ni de broma. Este es el mensaje, pues, que hay que movilizarse y hay que votar. Que no todos son lo mismo y que las estrategias de equiparar a todos los partidos no son ahora mismo lo que va a ayudar a frenar algo que, si no se frena y se tapona lo antes posible, nos va a costar muchas décadas solucionar, por no decir que puede ser que no haya tiempo ya para remediarlo. Ayer, en el acto central, algo que quizás pasa desapercibido o ya se da por natural, pero fue un acto en el que todas las intervinientes fueron mujeres. Parecerá una cosa que ya se da por asumida, pero sigue llamando la atención porque el tono del acto fue uno muy especial. Un acto en el que sí, hubo emoción, pero también hubo visceralidad, mala ostia, rabia, genio, pero sobre todo, cariño hacia los tuyos. Eso es lo que, creo, más se está notando en esta campaña, en la que el mensaje es que tenemos que querernos, todos, todas, porque lo que viene es atroz. Cualquier otra cosa, es jugar a favor del enemigo, que no descansa.
Quedan tres días contados para votar, dos días ya prácticamente, no hay tiempo para exquisiteces, no hay tiempo para andar haciendo bromas, no hay tiempo para especular con apocalipsis que despertarán a la gente que saldrá a las calles... no, no pasará. Hay que hacerlo ahora. Y hay que hacerlo bien. Votemos por que no nos está quedando otra.
Y así termina una campaña en la que las motomamis y las gyales de Santa Coloma, las de siempre y las que se suman a la propuesta, han sido las verdaderas protagonistas. Montando las carpas, organizando los coches, organizando a los apoderados, poniéndolo todo para que esta campaña sea, pese al calor, una campaña donde no aparezcamos quemados, sino vivos. Estamos vivos y queremos seguirlo estando. El 23 de julio, a votar.
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