La vida de Marlene Ubach Sanchidrián está firmemente ligada a la de su padre, Domingo Ubach, presidente del Círculo de Agricultores Cordobeses de la provincia de Córdoba durante los primeros años del siglo XX, que, tras una serie de avatares ligados a los cambios de propiedad de tierras y demás asuntos de índole administrativo sobre los que no nos vamos a detener, pasó a convertirse en delegado en España de la casa Ohm, empresa de matriz alemana instaladora de las primeras antenas de radio en nuestro país. Nuestro país es este, por entendernos. Córdoba es la Córdoba de aquí también. Por situarnos también.
Durante uno de sus viajes a Alemania, Domingo Ubach ve una de las primeras películas de una jovencísima Marlene Dietrich y queda enamorado de la misma. Hace todo lo posible por conocer a la estrella germánica de la interpretación, mas le resulta imposible y debe volver a nuestro país para continuar con sus negocios. Sin embargo, sus continuas visitas a Alemania le permitirán seguir atesorando tanto conocimiento sobre la Dietrich, como todo tipo de material, bien sean fotografías, copias de películas que exhibirá en salas que alquila para su proyección, llegando a formar un Club de Amigos de Marlene Dietrich en este país nuestro que es este mismo.
Esta enfermiza pasión por Marlene Dietriz, perdón, Dietrich, no pasó de ahí y la locura de Domingo Ubach llegó a su límite cuando en 1934 tiene su primera hija y única hija al fin y al cabo, a la que pone de nombre Marlene. Decir, por si se nos había pasado, que ahora miraré a ver, que Domingo Ubach se encontraba felizmente casado con la bellísima Greta De la luz y Donaire, que entendió siempre sus pasiones y devaneos a sabiendas que todo eran fuegos de artificio y consintió de buen grado las aficiones de su esposo hasta que en 1939 le abandonó y se marchó de este nuestro país para afincarse en la Argentina junto con un conocido suyo, asunto que ahora no nos ha de entretener bajo ningún concepto.
Porque la protagonista será esa niña, a la que nos abstendremos de calificar como tierna, llamada Marlene Ubach, que cogerá el apellido Sanchidrián como segundo... apellido, dado que repudiará a su madre biológica para, con la aquiescencia de las autoridades eclesiásticas que no vieron con buenos ojos la espantada de su madre biológica, adoptar el apellido de la nueva compañera de su padre, la dulce Estrellita Domínguez Beitialarrangoitia, que, tras confirmarse la muerte de Greta de la Luz y Donaire en Argentina unos cuantos años después pasó a ser con todo derecho esposa de don Domingo Ubach.
Es la historia de Marlene Ubach una lucha constante por deshacerse del peso de su nombre, de la imagen y la figura de la Dietich, cuando su padre hubiera querido moldearla de forma y manera que ella fuese el vivo retrato de la actriz alemana. Pero los deseos de Marlene Ubach fueron en vano dado que, en un extraño caso de mutación involuntaria, su físico, facciones y modos, fueron siempre calcados a los de la diosa germánica. Desde jovencita, su mirada despertó en los hombres deseos pasiones irrefrenables. Sin ella proponérselo, a la edad de 18 años, el industrial gallego José Martín Cos de Ferreira la pidió en matrimonio tras coincidir con ella en una fiesta familiar, abandonando a su esposa casi moribunda e incluso poniéndose en vergüenza ante la buena sociedad de la época, solicitando en una curiosa petición por carta que fue publicada en el Diario de Lugo al mismísimo arcediano lucense para que mediase y pidiese por la muerte de su mujer con tal de poder casarse con Marlene. Parece que la petición tuvo buena recepción porque la santa mujer de Cos de Ferreira falleció y el industrial pudo casarse con una Marlene que casi inmediatamente encadenó toda una serie de pretendientes y moscones que caían fascinados ante su tono de voz grave, su mirada desafiante, sus modos felinos y su halo maldito.
Todo ello a su pesar. Durante toda su vida, Marlene encadenó ocho matrimonios, unas 35 relaciones de sincero amor y cariño, así como más de 200 aventuras con hombres y mujeres de toda condición, a los que ella amó, quiso y trató con devoción, sin causarles ningún daño voluntario. Y sin embargo, Marlene Ubach nos ha quedado como una mujer pérfida y manipuladora, una devoradora de hombres y mujeres sin corazón.
El estudio de su correspondencia, así como el testimonio de todas las personas a las que trató nos la retratan sin embargo como una mujer todo corazón y amor. Una mujer dulce y cariñosa, tal como si fuera su propia madre, la infausta Greta de la Luz y Donaire, que amó y quiso a todos cuantos se acercaron a ella sin procurarles ningún mal. Marlene Ubach no pudo quitarse de encima jamás la losa de su aspecto y su reputación y murió en tiempo reciente, en 2008, todavía teniendo que ir desmintiendo ruinas, matrimonios de conveniencia, despechos y suicidios, locuras y arrebatos, causados por su culpa.
Prueba de su corazón inmensamente bueno, fue su adhesión a la Sociedad Protectora de la Sierra de Gata, así como su promoción de las artes y las letras, siempre de manera completamente altruísta.
Alejada por completo de la interpretación escénica, solo se le conoce una aparición en las pantallas, casualmente, y creando equívocos, cantando Lily Marlene en una fiesta de 60 cumpleaños, ante el regocijo general.
Porque también tenía sentido del humor. Y ahí quizás estaba la diferencia con la Dietrich. Aunque tampoco hemos investigado si la alemana tenía sentido del humor o no. No es nuestro papel.
El parecido es asombroso, desde luego. Pero es lástima que no se proponga usted averiguar lo del sentido del humor de la Dietrich. Tenía yo curiosidad. Apostaría a que carecía de él, claro, pero a veces se lleva una cada sorpresa...
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous