Y entonces, un metro apareció a toda velocidad por el túnel. Estaban todos allí abajo, yo no sé cómo ni de qué manera habían bajado todos a la vía y solo yo me he quedado aquí arriba, en el andén. El metro pasó tan deprisa y sin conductor, claro, que no frenó. Se llevó por delante a todo el mundo. Lo que ven mis ojos ahora mismo es un disparate de miembros amputados, brazos, cabezas machacadas.
Es que a mí me parecía muy raro que no pasara ningún metro por allí, la verdad, pero ellos, que eran los que vivían aquí abajo ¿no lo sabían? No sé, igual lo tenían todo planeado y aquel que cantaba lo de la golondrina del aire lo sabía todo y había programado una suerte de suicidio colectivo. Toda aquella gente era bastante rara, pero no parecía que estuvieran allí para matarse. Aquel que cantaba sabía algo que los demás no sabían.
Me entretengo contando estas cosas, pero en realidad lo que quisiera es lanzar una llamada de socorro, porque ya digo que me estoy quedando sin batería y aquí los cadáveres empiezan a oler bastante mal. No sé en qué parada estoy, no tiene letrero ni nada, pero estoy en Santa Coloma seguro, porque estoy delante justo de un plafón con unas jornadas gastronómicas y... son aquí. Así que aquí estoy.
Por favor, si alguien lee esto, que baje rápido. Que estoy empezando a oir un piano de fondo. De repente el culo se me ha deshinchado. Empieza a oler muy mal.
Y si no viene nadie, me tiro a la vía yo también. Que igual estoy rompiendo algún rollo cósmico habiéndome quedado aquí.
Uf, qué mal rollo!
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