martes, 5 de julio de 2016

Cultura Popular. Country, Zumba, Flamenco.

Vaya por delante que me ponga el escudo protector de la disculpa anticipada. De ninguna manera quiero decir con lo que voy a decir que me parezca bien, mal o regular que la gente dedique su tiempo a hacer lo que le de la gana, solo faltaría. Pero tengo un blog, hay que escribir cada día, entiéndanme a mí también. Controversia.
Empezaré remontándome. Hace unas semanas, tuvo lugar el Aplec de la Sardana en la Font de l'Alzina, reunión que congregó a un grupo de personas de edad avanzada que se dedicaban a bailar sardanas, porque de eso va un Aplec Sardanístic. La media de edad rondaba los 60 años, siendo generosos. Como el año pasado, el comentario venía a señalar que quizás hacía falta un relevo generacional o ese baile tradicional 'tan nuestro', tenía los días contados al menos en nuestra amadísima ciudad. Bien.
El pasado domingo tuvo lugar una gala solidaria con la que la Asociación de Vecinos de Can Calvet quería recoger alimentos para los niños y niñas de Santa Coloma. Desde las cinco y media de la tarde hasta las ocho de la tarde de ese mismo día, se dieron una serie de actuaciones a cargo de niños, jóvenes y adultos, que mostraban sus habilidades y conocimientos adquiridos en diferentes especialidades del baile y también del cante. Quisiera saludar a la alcaldesa, esté o no esté presente.
Más o menos pude recoger los siguientes bailes y cantes: flamenco/aflamencado o baile de raíz andaluza, bailes de salón, hip hop/reggaeton, country, zumba, ritmos latinos sin contar reggaeton.
Quisiera fijarme un instante en el Country, pero primero, entiendan que mi aversión a los festivales de este tipo no es de ahora, no es una rabieta del momento, lo llevo dentro de mí. De pequeño, en el Seimar, se organizaban festivales en los que los niños bailábamos muñeiras, jotas, incluso sardanas si no recuerdo mal. Jamás bailé. Traían a niños de cursos superiores para convencerme a mí y al Maño para que participáramos. Nunca lo hicimos. Quizás no recibimos el estímulo necesario más allá de las reconvenciones de alumnos y alumnas pizpiretos y profesores con poca mano izquierda. Soy lo que podríamos llamar 'un rancio'. Y lo comprobarán ahora mismo.
El Country. Dentro de todos los bailes, ritmos, músicas y otros elementos de la cultura popular norteamericana que han llegado a nosotros para hacernos la vida más y más feliz a cada día que pasa, sin duda el Country es el que me resulta menos entendible. Entiendo que el rock, el hip hop, el jazz, el hillbillie, el gospel... puedan haber cautivado nuestro corazón, pero el Country, y sobre todas las cosas, el Country bailado... no puede haber otra cosa más aburrida. Cuatro o cinco actuaciones de Country se dieron el domingo pasado. Todas con su coreografía de manos en los bolsillos, camisas de cuadros, pasos medidos... que Dios me perdone y que si, algún amante del Country se digna a leer estas líneas me explique qué tiene el Country que es capaz de convertirse en un elemento digno de ser 'enseñado' o difundido en los Centros Cívicos de una localidad del Barcelonés Nord donde la colonia de Kansas, Mossouri, Texas o Colorado me parece cuando menos escasa. Más allá de que actúe tu hermana, tu amigo, tu madre, más allá del compromiso... ¿qué gracia tiene?. Las canciones de Country moderno, las que aparecen en el programa Toma Uno de Radio 3, por ejemplo, me parecen aburridas, sosas, en comparación con otros ritmos como el Hip Hop, el Soul, el Funk, el Rock... caramba, qué cosa tan extraña. Con lo salados que somos en este pueblo y que nos haya picado el gusanillo del Country. ¿Kansas Calvet?
Otro elemento en el que me detendré es en el Zumba. Al salir del evento solidario fuimos a tomar una caña a Can Mariner. También había bailes sobre un escenario y, lógicamente, los del curso de Zumba mostraban sus habilidades. Tengo aversión a la Gimnasia. El gimnasio es un espacio desconocido y hostil para mí. Suspendí gimnasia desde que dejé el colegio y entré en el insti. No soy capaz de hacer una flexión, el ejercicio físico me incomoda, no me gusta. Ver a gente haciendo deporte, fútbol, baloncesto, atletismo... puedo entender la gimnasia rítmica... pero algo como el zumba... me supera. Me puede hacer gracia una vez, ver cómo alguien baila una canción de Enrique Iglesias puede tener su qué, ver a mucha gente bailando canciones de Enrique Iglesias haciendo ejercicio físico, ejercitando cuádriceps, biceps, potenciando los glúteos o lo que quiera que sea, me parece innecesario. Me parece un alarde de vigor y de fuerza grupal que me abruma. Ver a un grupo de gente haciendo gimnasia, por muy simpática que sea la escena y muy emotivo y positivo el mensaje que se quiere trasladar bailando y riendo mientras escuchamos 'abre los ojos, mira hacia arriba, disfruta las cosas buenas que tiene la vida...', una vez, vale. Cuatro números, creo que es una agresión hacia los que no creemos en la gimnasia y el ejercicio físico mezclado con el baile como camino de redención. Y creo que, después de esto, me acercaré al tema del flamenco y cómo pese a los ímprobos esfuerzos que se llevan a cabo desde instancias públicas para no ser esclavos de nuestro origen y tradición, caemos en la trampa de forma inmisericorde. Yo mismo, el otro día, hablando con una señora mayor por la calle al respecto de los resultados electorales afirmé que 'también soy andaluz'. Niñas bailando flamenco, moviendo los volantes, alzando los brazos arriba, cantando y bailando la del Abuelo de María Carrasco que ya quisiera Joy Division hacer una canción tan chunga, Un cuadro flamenco que en Jerez de la Frontera todavía están esperando un cuadro con ese arte... todo eso es producto local. Un producto local creado fuera de su contexto que vive las tradiciones de un lugar de origen que no se olvida tan fácilmente, Cultura popular. De otro sitio. Pero popular aquí. Como el Country. No digo yo que deberíamos olvidar el origen, que a mí no me pasa, pero... somos esclavos de una tradición. Y la tradición es una maldición.
La tradición es una maldición.
Ni una muestra de 'cultura catalana'. Ni una sardana. Ni una cobla, ni un nada. ¿No hay ningún cursillo de...¿ ¿De qué se puede hacer un cursillo? Ni una coral, ni un Orfeó, ni un esbart, ni un... no sé. Nada. A mí ya me está bien, porque como dice la Internacional 'del pasado hay que hacer añicos', pero... oiga, ¿no hay manera de que esa gente del Aplec se acerque a esa gente de Kansas Calvet y logren hacer algo en común?
Por lo demás, poca cosa más. Tengo menos ritmo que un pato y los bailes de salón me son tan ajenos como la física cuántica. Ni lo intenten. No me saquen a bailar.
Se recogieron nosecuantos quilos de comida y quedó todo el mundo tan contento. Y de eso se trata. Que cada uno haga lo que le de la gana.
Y aquí paz y después gloria.
 

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