Permítanme una reflexión previa. Dejando a un lado el resultado, no puedo por menos que decir que el F.C. Barcelona, como institución, es una de las cosas más maravillosas y necesarias que le ocurren a este deporte. Así como el Real Madrid, -como ya comenté en otra ocasión-, es la muerte del fútbol, la muerte del juego, el final cantado de todos los cuentos, el spoiler viviente del balompié, porque gana siempre y te va a ganar y va a dar igual lo que hagas tú y tus méritos y tus súplicas porque al final el Real Madrid te ganará y ni siquiera sabrá contra quién está jugando, el Barça es la rebeldía, es el inconformismo, es el no querer ser menos, es querer ser otro, es querer y hacer lo posible por ser, cueste lo que cueste.
El F.C. Barcelona, así, mientras el resto de equipos del mundo juega un partido de fútbol contra otro equipo de fútbol, ellos juegan siempre contra el Real Madrid. Sus goles, sus victorias parciales, sus títulos, sus récords, no se consiguen para sí, sino que se logran para una lucha más amplia, la lucha contra el mal, la lucha contra la muerte del deporte, contra la muerte del fútbol. Si yo como aficionado del Athletic Club de Bilbao me tengo que sentir por una parte triste y desazonado por el resultado obtenido ayer que conlleva una nueva eliminación de un torneo a manos del club blaugrana, por otro lado creo que nuestra derrota contribuye de alguna manera a mantener viva la esperanza de que el buen fútbol, el fútbol combinativo, el fútbol colectivo, el fútbol con un estilo que todo el mundo es capaz de identificar, el fútbol que espera que reconozcas una y mil veces que te han ganado porque son superiores y son superiores y son superiores y juegan mejor y tienen a Messi que es el mejor del mundo y es mejor que Cristiano Ronaldo y es Dios y Neymar es una maravilla e Iniesta una persona con un corazón de oro y Piqué es joven, un gran jugador y una persona capaz de alcanzar las metas más altas que se proponga, ese buen fútbol con esos protagonistas, se imponga y triunfe.
No hace muchos años, lo recordábamos ayer tras la derrota, un periodista joven e irredento, Víctor Lozano, en plena era de guardiolismo, cuando el F.C. Barcelona perdió su seña de identidad de rebeldía e inconformismo ante las múltiples conspiraciones y ganaba y ganaba sin dejar margen al error, casi confundiéndose y haciendo tambalear de manera seria el poder de su archienemigo, de nuestro archienemigo común, dijo que ya no era tiempo de quejas, de lamentos, de mirar al Madrid, de ay ay ay, de patirem, de 'albit!', de pequeñeces, que eran grandes y...
Sin embargo, lo que hemos vivido estos días, es una agradable vuelta a las señas de identidad, a la lucha del bien encarnado en un equipo que es el ejército de una nación sin estado, al CNI que conspira contra el barcelonismo, Catalunya y la Mediterrània en su conjunto, a poderes que desde tiempo inmemorial no pueden soportar que el verdadero fútbol se imponga sobre la mentira y el resultadismo. Y oponerse es colaborar con el enemigo, oponerse, plantar cara en un partido de fútbol al barcelonismo redentor, es ser peor que malo. Es ser mourinhista. Así, según Esports 3 en la noche infausta en la que se nos ocurrió ganar con 9 al Barça en un partido de ida de octavos de final de copa del Rey (desconectando muy fuerte, el ejército nacional), San Mamés fue un campo agresivo y mourinhista. Por animar a su equipo. Por silbar a Iniesta, santo varón. Por increpar a Neymar, que sufre el mal de San Vito cada vez que tiene el balón entre los pies y cada 15 segundos está en el suelo, le des o no.
A partir de aquí, la crónica, pueden dejar de leer si les apetece:
En fin, el fútbol es así y ayer, con una alineación titular que a duras penas podría haber pasado de una derrota o un empate milagroso contra cualquier equipo de primera división, le plantamos cara al F.C. Barcelona durante casi todo el partido. Con una banda derecha que el pasado domingo contra el Alavés, mientras ustedes se divertían dándole garrotazos a una paloma humana, nos deleitó con un juego limitado pero noble y un hermosísimo 0 a 0. Pues con eso, ahí. 90 minutos.
Tres goles. El primero producto de nuestra convicción de que el juego raseado, al toque, con el balón en los pies, es un dogma irrenunciable. Así, perdemos una o mil pelotas en el centro del campo y en una de estas, tracatrán de Luis Suárez. Previamente el árbitro, conchabado con el Ejército y con el pinganillo en línea directa con el cuartel del Bruch y una peña madridista de Terrassa, anuló un gol que era legal al Barça. El público blaugrana, respetuoso y animoso, lo aceptó con deportividad y siguió animando a su equipo como siempre. Llegó el gol y la alegría del respetable e incluso nuestro alivio porque contribuíamos nuevamente a que el tridente sumase goles y buen ánimo ante los futuros retos que se les presentan. Se nos lesionó Etxeita a la media hora, pero qué importa eso, sacamos a Elustondo a jugar de lateral y no pasa nada. Lo que importa es el buen juego del rival, la maravilla que puede inventar Neymar a cada rato y no se muere de una bajada de azúcar.
Qué banda derecha, Bóveda descolocado, Eraso loco perdido y sin tocar dos balones a derechas en todo el santo partido, Williams matándose a correr, y Elustondo probando de lateral por segunda vez. Como suele ocurrir, son los que nunca juegan en estas posiciones los que centran con más alegría, como se demostrará después.
Al fin la justicia recompensa a los justos y el árbitro pita un penalty clarísimo (si hasta Bóveda acaricia la cabecita de Neymar para consolarle a él... a él!!!), y tras una paradinha infinita que ni en el colegio se hace tanto el tonto para tirar un penalty, gol del Barça y todos los niños del mundo son felices y las banderas de todos los países surcan los cielos alegres y primorosas porque el Niño Dios ha marcado un Gol después de ni se sabe, de penalty, porque el Dios verdadero le ha concedido el privilegio.
Pero ay, un catalán precisamente, Enric Saborit, tras una jugada por la banda que se inicia con una peinada de Aduriz, que ha sido recibido como si fuera el mismísimo Satán, marca para el Athletic. Visca Catalunya y momento para pensar, malvadamente y pido perdón por lo que voy a decir:
Como marquemos uno más les ponemos el cerete al vapor.
Pero no nos da para mucho más la broma. Metemos a Susaeta en el campo, no sé si antes o después de que el álbit pite una falta y muestre amarilla a Beñat por una falta consistente en cargar con el hombro a Messi redentor de todo el fútbol moderno y mejor que Cristiano Ronaldo toda la vida. Gol de falta al tercer intento y alegría generalizada. La entrada de Susaeta al campo es como firmar la paz.
Da tiempo para que el joven Williams intente de manera inconsciente, una jugada personal encarando a Piqué, que le pone el codo en el cuello y detiene su avance, de manera justa y necesaria, no fuera a ser que pasase algo y el Madrid y la ruleta y la Guardia Civil o los Mossos d'Esquadra por orden judicial, tuvieran que beneficiarse o algo. El álbit no pita y amarilla a Williams que se queja y el álbit le hace gestos de 'demasiado piki piki piki piki'.
Final y ahora sí, como decía un periodista de la Ser Barcelona unas horas antes, nos han puesto en nuestro sitio, que cuando jugamos contra el Barça nos 'engrescamos' mucho.
Asumimos la derrota y deseamos muchos y grandes éxitos al conjunto azulgrana en su lucha contra el mar, contra el mar. Contra la muerte. Pero la muerte llega. Y el Madrid es su Profeta.
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