jueves, 31 de octubre de 2019
Cien mil leguas de viaje submarino
Hoy me apetece hablar de mí. Me parece justo que ya que nos estamos conociendo todos, que yo también abra un poco mi corazón a los demás. Soy una persona que, a grandes rasgos, me caracterizo por no querer darme nunca la importancia que quizás tengo. Es decir, soy consciente de que soy alguien, que tengo unas cualidades, que ciertamente estoy algo por encima de lo que podríamos llamar el común de los mortales, a los cuales dicho sea de paso aprecio tanto o más que a mi propia vida, pero todo y eso, no soy capaz, no me sale, ser o mostrarme como mejor que los demás. En mi fuero interno, reconozco que soy algo distinto, que tengo un don, algo que no sabría explicar. Mejor dicho, lo sé explicar perfectamente, pero no me atrevo a hacerlo porque siento que si lo hago haya quien no se lo tome a bien. No nos gusta la gente que tiene a gala hablar bien de sí mismo y ese es un lastre de nuestra sociedad que en otras latitudes tienen más que superado. No nos gusta quien demuestra que es bueno, que es mejor. Aquí debemos ser todos de perfil bajo y oscuro. Y yo no soy así. No me siento así. Siempre, desde pequeño, recuerdo haber charlado mucho con mis profesores sobre el sentido de la vida. La trascendencia, el pasar a la historia, el saber que lo que uno hace va a ser recordado, me ha perseguido toda la vida y es en estos momentos, cuando ya le he dado la vuelta al jamón, como le gusta decir a la gente del pueblo, cuando revisando lo que he hecho, me doy cuenta de que no he dado la talla. Pudiendo haberla dado, que es lo que más me pesa. No he cumplido con lo que podría haber hecho, sabiendo que estaban ahí todos mis talentos para poderlo llevar a cabo. Soy un fracaso, pero soy un fracaso que sabe que, si hubiera querido, lo hubiera podido hacer. ¿Y porqué no lo he hecho? Es la pescadilla que se muerde la cola. No lo haces porque no quieres o no quieres hacerlo porque no sabes o sabes hacerlo pero no quieres que parezca que sabes hacerlo. En realidad no es la figura de la pescadilla que se muerde la cola la que mejor cuadra en este espacio. En realidad, todo lo que sé sobre la vida lo he aprendido de cuatro lecturas seleccionadas, de la observación de mis congéneres, de la vida. De la vida sé lo que he aprendido de la vida. A veces, tengo estas cosas, se me ocurren frases, las digo, pienso si están bien o están mal, me arrellano en el sofá y todo se me presenta claro y potente. Es la vida y soy yo. Cara a cara. Uno frente al otro. Somos dos elementos, dos sujetos, la vida como sustancia, una mierda que te comas.
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