¿Notas que se te cae el pelo? Y tanto. Encender la radio y escuchar este anuncio. En fin. Estamos en un concierto de La Polla Records que no parece un concierto de La Polla Records. Porque, ¿cómo tiene que ser un concierto de La Polla? Y entramos en la controversia. Tocar en el Palau Sant Jordi, llenar durante dos días, no parece digno de La Polla Records. La gente prefiere verlo en otras condiciones, quizás más auténticas, quizás más acordes con su imagen. El grupo punk por excelencia en nuestro país, en nuestro conjunto de países, sin país. La Polla Records tocando en recintos cerrados, pequeños, mal sonorizados, en fiestas alternativas, en festivales de verano con juventud enfervorizada. La juventud no somos nosotros. La Polla Records en un Palau Sant Jordi, viéndolos en gradas, desde lejos, escuchándose mal como se escuchan casi todos los conciertos en el Palau Sant Jordi, no entendiendo lo que dice Evaristo cuando se dirige al público, como antes, que tampoco estabas muy pendiente.
Un concierto de La Polla Records después de casi veinte años seguro sin ver a La Polla Records. No soy fan de Gatillazo, no recuerdo haber escuchado al menos los últimos tres discos de La Polla. Por eso buena parte del repertorio me suena más bien poco.
Pero, como todos, fuimos a ver a La Polla, porque fuimos y gracias a La Polla, somos. Y gracias a la Polla escuchábamos a gente de nuestro tiempo cantar letras de nuestro tiempo y no a los cantantes de la generación de nuestros padres. Letras duras, complejas, directas, sencillas, escatológicas, divertidas, tremendamente tristes, comprometidas o descreídas. Unas letras que ya son un discurso.
Evaristo no dijo apenas nada sobre lo que nos está pasando en Catalunya. No hace falta que diga nada, porque ya están las canciones para decir lo que tiene que decir. Y a Evaristo no le hace falta quedar bien.
Vamos a ver un concierto de La Polla, nos montamos en el autobús que lleva de Plaça Espanya al Sant Jordi. La tropa. No pasan diez minutos que ya hay uno cantando la de Evaristo, el rey de la baraja. Extremoduro. No me gusta Extremoduro. A Evaristo tampoco.
No me gusta Barricada. Este es mi momento preferido de la crónica, decir que no me gusta Barricada y que nos perdimos adrede el concierto de El Drogas, donde interpretaba, supongo, canciones de Barricada. Nos lo perdimos adrede por beber. Por no pagar los precios de escándalo por un vasito de cerveza. Un concierto de La Polla y la cerveza cara. Litros en el autobús. El conductor del autobús hablando con el transporte, ambiente de fraternidad. Cervezas en la puerta, y qué narices, cervezas también dentro. Cerveza y público enfervorizado.
Comienza el concierto con el Salve y sigue con canciones que sí y canciones que no. Canciones que te ponen los pelos de punta y canciones con las que puedes ir al lavabo. El himno. Ellos dicen mierda, nosotros amén. No me gusta, no me gustó y no me gustará.
1990, teníamos entonces solo quince años. El Edu y yo escuchando la cinta de casette con el último de La Polla. Ellos dicen mierda. Al Edu le gustó. A mí no me gustó. A él sí. Y al Edu le siguió gustando y a mí pues menos. Y me compré incluso el Bajo Presión. Y no me pareció mal. Escuchado ahora no me parece tan así. No sé.
Un concierto a toda pastilla. Cuarenta canciones a toda hostia. Con las canciones que tienes que escuchar y dejándose las canciones que a lo mejor te gustaban a ti solo. Rata 1 y Rata 2 no aparecieron. Ni otras muchas de Los Animales.
Canciones con las que creciste, con las que te formaste y con las que también aprendiste a algo muy importante que quizás parece una tontería: formar criterio propio.
Propio para cuando estás de acuerdo y propio para cuando algo no te gusta. Propio para tener argumentos y propios para defender que hasta aquí.
Concierto de La Polla Records en el Palau Sant Jordi. Me acuerdo de las cintas de sesenta que nos grababa Ramón. Me acuerdo de grabar cintas escuchando Radio Bronka colocando el contestador automático. Me acuerdo de una camiseta que se compró mi hermano y me acabé poniendo yo. Unas camisetas guapísimas que vendían en el concierto de La Polla Records, unas chapas perfectas, como si fueran de los Sex Pistols. Cómo cambia todo.
Todo es una cosa inútil, por nosotros no hay problema.
Quizás no vea nunca más a La Polla Records en directo. Pero ya está. No pasa nada.
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