'¿Dónde están ahora los del todo irá bien?' Finalmente la hora de los mamporros ha llegado y los que se pasaron el confinamiento recelando del optimismo del Resistiré y del 'de esta salimos mejores', han visto como sus augurios se cumplen. Finalmente, llegan los disturbios callejeros, la frustración de un segmento de la población llega al límite, el hartazgo por medidas arbitrarias que ahora dicen esto, ahora lo otro, ahora cierran esto pero mira aquellos trabajando y nosotros aquí y ese sí y lo que me diga aquel a mí qué me cuentas. Finalmente llega el comentario del momento: apocalíptico. Finalmente lo que tantos estaban esperando se va a cumplir. Las calles arden, nos lo merecemos.
Estaba claro que el mensaje optimista cándido y naif no era realista. Está claro que la situación es peliaguda para un montón de gente que está viendo cómo su vida se está quedando en stand by y que la maquinaria administrativa del Estado no está siendo lo suficientemente eficiente para poder dar respuesta a todo lo que ocurre. Que la maquinaria no sea más que una cosa sujeta con palillos y goma de pollo y que se ha visto superada por una situación como esta no se soluciona queriendo quemar lo que quede del Estado, sino aumentando el Estado, sus integrantes, su fortaleza, sus recursos y su presencia en nuestra vida atendiendo las necesidades de la gente. Que los servicios sociales, los gestores de los subsidios de desempleo, de los ERTOS, de las rentas mínimas, funcionen y sean eficientes, ha de ser una prioridad y para ello hay que cambiar el paradigma con el que nos hemos movido en este país desde tiempo inmemorial. Los funcionarios son una lacra. Hoy vemos que los funcionarios, los servidores públicos, los trabajadores públicos, dan la medida de un país.
Los trabajadores públicos no son los políticos. Los políticos hacen política y se supone que designan las líneas que se han de seguir. Si la gente no ve diferencias entre la gestión de unos y de otros, es cuando las derechas encuentran su espacio. Todos son iguales pero yo soy más igual. Por eso se tienen que hacer políticas que signifiquen cambios, cambios para la gente común, para los trabajadores, para quienes tienen más riesgo de verse en la intemperie. Todo este párrafo está muy bien, dirán, pero no se está haciendo. Pero se está haciendo, contesto yo. En la medida que se puede siendo el país que somos y teniendo la correlación de fuerzas que se tiene. Es difícil de entender, pero cada cuatro años hay elecciones y de las elecciones se obtienen resultados que marcan la línea que sigue un país. Los míos llevan en el Gobierno quizás menos de un año. Y en un año, vaya si se nota el cambio.
Este párrafo anterior le importará una mierda a quien lleve cuatro meses sin cobrar el paro o no haya recibido ni un yen del ERTO. Todo el texto le importará una mierda para quienes consideren que la presencia de los míos en el Gobierno es causa bélica. Eso ya lo sé yo también. Lo que deberíamos tener claro, los míos, es que hay que hacer lo que sea necesario para que los primeros no nos pierdan la fe.
Siempre pongo la misma teoría sobre la mesa y no dejo de pensar en ello. Si hace 12 años de una situación de cambio de paradigma o ajuste de tuercas del capitalismo (que no de crisis), este país o buena parte de la población descontenta de este país buscó respuesta en la impugnación del sistema o al menos una respuesta de izquierda que hablase en el mismo idioma de quienes estaban viendo como su presente y futuro no iba a ser como el que pensaban, ahora corremos el riesgo de que la moneda caiga para otro lado. Y no lo podemos permitir.
Así que toca hacer lo que sea necesario para que, realmente, nadie se quede atrás y para que nadie busque respuestas donde solo ofrecen más miseria y odio. Y todo saldrá bien.
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