jueves, 31 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Stressemann era el gracioso del grupo. Pipi Stressemann siempre tenía el comentario mordaz, la broma ligera, la astracanada, el doble sentido o directamente la payasada a punto para que la cosa nunca decayera. Pipi Stressemann se casó y se fue de la ciudad. La familia de su mujer al parecer tenía una granja de cerdos y allí Pipi podría trabajar de manera estable, algo que no era demasiado habitual en él. Había sido cartero, intentó ser periodista, trabajó en una mercería, en una charcutería y finalmente en un bar de camarero, que fue donde conoció a su mujer. Su mujer se llamaba Loretta Fedl . Los Fedl, ya lo sabréis, era una familia de las más adineradas de la zona. Stressemann se adaptó muy bien durante unos años a su nuevo papel de esposo amante y formal. Tuvieron un par de hijas, Pippa y Lotta. Pasaron muchos años y nos reunimos los del grupo en un restaurante para celebrar el cumpleaños de Raymond cuando vimos aparecer a Stressemann. Llegó, nos saludó a todos muy serio, algún gesto cariñoso, preguntó por nuestras vidas, en ningún momento soltó una broma, lanzó una puya, contó un chiste, se marcó una cancioncilla, contó una anécdota. Comió, escuchó a los demás y cuando nos despedimos ninguno fuimos capaces de preguntarle el porqué del bigote pintado a rotulador en la cara.
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