martes, 8 de octubre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


No tenía pensado decir nada, pero me invitaron a decir algunas palabras. Y se me ocurrió una parábola bíblica que había leído hace tiempo. En ella, creo que alguien llamado Ira descubría que su familia se había ido y le había dejado solo. Desesperado, le pedía a Dios que hiciera algo por él, la pena le invadía y creía que estando solo, moriría pronto. Y el Señor le respondió dejando en su puerta una imagen de madera de una persona con los brazos en cruz. Ira entendió que el Señor no le podía devolver a su familia pero que el muñeco de madera podría ser un buen sustitutivo. Así que Ira cogió el muñeco, lo metió en casa y como pensó que debía agradecerle a Dios aquel detalle, se propuso sacrificar cada cambio de estación un cordero. Así pasaron veinte años en los que Ira se habituó a hablar con el muñeco, a contarle sus rutinas, a pedirle cosas y a sacrificar corderos. Hasta que un día, apareció por su casa un hombre que le resultó conocido. Padre, le dijo aquel, vengo a llevarte conmigo a las tierras de Heroazam, donde vivimos. Y Ira, sin pensarlo dos veces, cogió algunas de sus cosas y partió con su hijo, que se llamaba Ariel. Dejó allí el muñeco de madera por si acaso alguien lo necesitase. Pasaron los años y cuando ya estaba a punto de morir, Ira le pidió a sus hijos y nietos que le llevasen a la casa que abandonó. Y los hijos le llevaron allí, en la casa no vivía nadie pero estaba todavía el muñeco. Dejaron a Ira y se llevaron el muñeco. 

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