viernes, 18 de octubre de 2024
Tots ocells - Oriol Broggi
Hace unos días se celebró la Biennal del Pensament en Barcelona. Pasaron por nosequé espacio diversos escritores y pensadores que reflexionaron sobre el mundo y sus misterios. En uno de los reportajes del Telenotícies, en los que se esfuerzan en pintar esa Catalunya de obras de teatro, estrenos en el Liceo, exposiciones tal, pusieron sus cámaras allí en la Biennal y en concreto en la aparición de Wajdi Mouawad, autor de la obra Tots ocells. Wajdi Mouawad es un autor nacido en Beirut, Líbano, pero canadiense. Ponían micros al público y una señora decía que había ido a ver Tots ocells ya dos veces. A los pocos días, mi compañera me dijo que recordara que íbamos al teatro el miércoles. El miércoles no puedo, igual puedo, pero así de primeras no puedo. No recordaba ni la obra que iba a ver. Finalmente las piezas encajaron y pude ir a ver la obra. Era Tots ocells y en mi cabeza la imagen de aquella señora yendo a ver dos veces la obra estaba muy presente. Ya tiene que ser buena, porque además son tres horas. O más. Bien. Totalmente mediatizado por mis lecturas sobre charneguismo, me fijo en el elenco de la compañía en el cartel que preside la entrada recinto teatral, un espacio que yo no visitaba desde hacía por lo menos 20 años. El espacio es una maravilla. Veo el elenco, el personal, la dirección. La obra. Un príncipe, hijo de un rey, claro, vive en palacio pero le gusta salir por ahí a ver mundo. Un día conoce a una muchacha que es esclava de un magnate. La esclava es muy guapa y el príncipe se enamora. Pero no se pueden casar, él es príncipe y ella es una esclava pobre y posiblemente sea musulmana porque el magnate es un malísimo magnate de origen bereber. Y la familia de él se opone, claro. Y hay una trama y disputas y al final, por arte de nosequé, se descubre que la esclava fue raptada de niña de un palacio por parte de unos piratas moriscos y ella es, no solo cristiana, sino la hija perdida del duque de tal. Este argumento, digno de Lope de Vega, por ejemplo, es, de otra manera pero no tan de otra manera, el qué de una obra de tres horas y cuarenta y cinco minutos con el conflicto de Palestina como fondo. Un conflicto en el que se exponen los motivos, los traumas, las contradicciones, los dolores, las firmezas, las intensidades de una de las partes, y el lirismo y la poesía y la delicadeza de la otra. Un conflicto que nace de un dolor y que se quiere resolver con unas metáforas sobre pájaros y peces que casualmente coinciden con las partes menos estimulantes de una obra que a medida que va transcurriendo y que se van sucediendo los giros finales transforma toda esa intensidad en una sensación de gato por liebre. Un folletín disfrazado de denuncia o de radiografía del mundo actual, tal y como reza en el folleto. Con momentos en los que un progre de nivel medio, un progre de nivel Broncano, se sonroja, como el arrepentimiento y perdón de una violadora así porque sí. Tres horas y pico de interpretaciones al límite de lo posible, rayando en altísimos niveles de emoción, de desgarro, de todo, pero que no sirven para otra cosa que para disfrazar de bienal de pensamiento algo que está diseñado y pensado para tocar la fibra sensible en muchos palos, de muchas maneras y colocarnos un mensaje final confuso, sin buenos, ni malos, ni nada. Y una cosa es una cosa y otra cosa es otra. Pero un poco ya es la tónica de todo. Y es que viendo el chozo, se ve el melonar.
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