martes, 1 de julio de 2025
McCartney 3, 2, 1
Paul McCartney es una pieza fundamental para entender la música que nos mola. Saber qué música nos gusta no es fácil pero podríamos decir que The Beatles nos gustan y nos gustan mucho y nos gustan tanto porque con los Beatles podemos entender muchas cosas. Te gustan The Beatles como te gustan las cosas básicas. No es discutible que te gusten los Beatles, es que si la música te interesa algo, The Beatles tienen que ser tenidos en cuenta al menos. Es lo que es. Son lo que son. The Beatles eran cuatro. John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr. De estos cuatro, dos de ellos eran los principales compositores, John Lennon y Paul McCartney. De estos dos, solo uno de ellos está vivo, Paul McCartney. Escuchar a Paul McCartney hablando de música y hablando principalmente de The Beatles, es una auténtica maravilla. Porque no podemos escuchar ya a John Lennon hablando de The Beatles, de la música, de porqué, de a qué se debió, de cual era su ética del trabajo, de cómo contribuían unos y otros a la música. Ringo Starr es el otro beatle que sigue vivo, pero Ringo no habla demasiado o, que yo sepa, no le convocan o no se convoca para hablar de estas cosas. George Harrison también murió. A Harrison darle muchas vueltas a esto de The Beatles tampoco le iba demasiado. ¿Han visto el documental del Scorsese sobre Harrison? Uno acaba pensando que a George Harrison acaba dándole un poco lo mismo esto de la música y que él vivía ya en otra cosa. Aunque de vez en cuando, picaba, claro. El caso es que este documental de seis episodios nos coloca frente a la versión de los hechos de McCartney y es una versión buena y es una versión correcta pero Paul McCartney tiene algo que uno no sabe lo que es pero que en dosis altas puede resultar empalagoso. Embafa. Empacha. Es bueno, sabe mucho, fue responsable, estuvo ahí, lo ideó, lo inventó, lo hizo, nos regaló esa música, pero tiene algo que no sabemos lo que es que a veces nos parece que vale ya Paul McCartney y buscamos las aristas o las desganas o los destellos de los otros tres y nos inventamos lo que quiera que sea de los otros tres para compensar la omnipresencia de Paul McCartney y su excelencia. Son seis episodios cortos, de media hora más o menos, en los que Macca repasa junto a Rick Rubin... un momento, detengámonos para hablar de Rick Rubin. Rick Rubin es el productor que se inventó el rap para blancos. Es el personaje que se encargó de hacer de los Beastie Boys los introductores de ese género callejero afroamericano desde una perspectiva blanca y quien hizo que los grupos como RUN DMC pusieran algo en su música que los hiciera aceptables para esos blanquitos amantes de lo exótico: el rock. Rick Rubin puso guitarras eléctricas al hip hop y lo hizo mainstream. Desde entonces ha sido una especie de mago de la producción que se ganó la respetabilidad colectiva cuando se inventó las American Recordings y rescató a Johnny Cash cantando Personal Jesus o Hurt. Rick Rubin y su aura junto a Paul McCartney puede parecer una combinación explosiva, pero se queda simplemente en un diálogo entre un entregado Rubin y un McCartney que se va creciendo y agrandando con cada canción, con cada pista, con cada ritmo de bajo, con cada piano, con cada guitarra acústica, con solos que no sabías que eran suyos, con coros, con lo que sea. Él. Él repartiendo juego, claro, agrandándose hablando de los otros tres, siendo generoso con los demás, pero él. Mención especial para el bajonazo que supone pasar de sus canciones con Beatles a sus temas en solitario (salvo el impagable primer disco donde Él se sale). Para los beatlemaníacos se trata de un documental que aporta cosas, que no nos enseña demasiadas novedades, que sirve para refrescar la devoción y que nos plantea una pregunta que debe martillear al propio McCartney. ¿Alguien se imagina un documental parecido con John Lennon? Se me ponen los pelos de punta.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)