sábado, 31 de marzo de 2012

Baal


Y era joven Baal y curioseaba en torno a su obra. Iba y venía, se transformaba, adoptaba las formas más extrañas para que los hombres no sospechasen de él. Tenía ganas de saber qué pensaban de su creación. Pero descubrió que, así como había lugares en los que se le veneraba y se le hacían unas reverencias que, aunque a él no le importasen lo más mínimo le hacían ilusión, había otros lugares que no tenían porqué ser lejanos, ni remotos, ni habitados por personas más ignorantes que las anteriores que no le conocían. Incluso había sitios en los que se le profesaba un odio total. Y cómo le resultó a Baal curioso el que la gente le insultase, ofendiese los altares dedicados a su nombre. Y cómo transmutado en la figura de un barbudo alocado, guiaba a la masa para que rompiese esculturas que le representaban con forma de carnero, de ave rapaz, de demonio. Y cómo se reía y disfrutaba adoctrinando a tantos grupos de gente en la creencia de que Baal no existía. Y cómo el joven Baal creó el germen del descreimiento. Y era joven Baal y le hizo gracia hacer creer a la gente que el mismo Baal no había hecho nada, que no existía, que todo era obra de otro, más justo, menos justo, más terrible, mucho más benévolo. Y era joven Baal y quiso saber porqué había personas, hombres y mujeres, que antes de que él se sumase a ellos, ya habían creado un sentimiento de odio hacia Baal. Y quiso preguntar a un hombre el motivo y este le contestó que:
- El mismo Baal nos enseñó a creer que el mundo era detestable por su culpa. Baal mismo, con la figura de un niño, nos dijo que todo había sido un error, que había creado el mundo mal a drede, que jamás pensó que la cosa iba a llegar tan lejos, y que teníamos derecho a odiarle. Y le creímos.
Y aunque era joven Baal, Baal no era estúpido, porque era Baal. Y supo que alguien había tenido una idea que pertenecía al propio Baal antes de que Baal hubiese tenido la ocurrencia. Y lo dio por bueno, porque le divertía negarse y hacer creer que Baal era malo.
- ¡Oh, Baal, qué inteligencia y magnificencia! ¡Oh gran Baal, que ocurrencia tan sublime! ¡Echarte a un lado, desacreditarte y dejar que el marrón se lo comiesen otros con más afán de protagonismo!
- Calla mortal, no hables tan alto. Deja, deja que me olviden, que crean que no estoy, ya vendré, ya lo arreglaré, ya ajustaré cuentas. Ya... luego... tira...

viernes, 30 de marzo de 2012

Huelga General - Tablero Deportivo




Early in the morning: Se levanta muy temprano para ayudar a su buena mamá. Los días de huelga uno se levanta cuando se levanta. Ayer yo tenía la intención, sana y revolucionaria, de quedar con mis amigos Barrí y Fregué antes de partir para la manifestación, pero no pudo ser. Vaso de leche y disco de Gong de fondo. No se pone la radio. No se pone la radio para que no le calienten la sangre, aunque las emisoras que uno escucha ya están de acuerdo con uno mismo. O si no, se pone Radio 3. O si no, un disco. Un disco de Gong. La eterna duda. ¿Habrá cerrado el bar de abajo? ¿Habrá cerrado alguien? Ya duchado y descartada la faena doméstica, se presenta el camarada que quiere tomarse un café revolucionario sin pisar los bares. El bar de abajo y casi todos los demás han cerrado. Café Los Gemelos, café vasco de esos que se mascan, para encarar el día con energía.




Santako en lucha: Manifestación en Santa Coloma. ¿Habrá más o menos gente? Acercarse a a la plaza de la Vila ya da la respuesta. Hay más gente. Viene más gente. Tan sólo con entrar a la plaza ya se entiende todo. Está hasta la alcaldesa. Y los concejales. Ellos no estaban en la última. Todavía me acuerdo de la alcaldesa en la tele explicando que la anterior reforma laboral era necesaria. Nos encontramos con el Largo. Nos explica lo de la hermandad revolucionaria. Que se confíen, que ya les daremos el palo luego, cuando ganemos. Pero el palo siempre nos lo dan a nosotros. Hay un huevo de gente. Hay tanta gente que incluso viene el vicelehendakari. Comentamos cosas referentes a la Peña y tal. En mitad de la mani uno me pregunta que si vamos a abrir para ver el partido. Si, si... pero yo no voy a ir. No sé de qué forma y manera, pero nos hemos ido a colocar justo detrás de la alcaldesa. Pasamos un buen rato esquivando a la cúpula. Caras conocidas. ¿Qué, nen? Pues aquí, nen. Llegamos al Fondo, a lo de Aspanide y las enfermeras salen con cacerolas. Aplausos. En cuanto doblamos por el Fondo hacia Jacinto Verdaguer, el público que nos mira es de chinos y pakistanís. Unos nos filman y todo. Hay muchísima gente por delante y por detrás. En la plaza del Reloj, un chavalito joven, con casquete, nos da charla.




El Islam es la solución: Un chavalito nos viene y nos pregunta que porqué es la manifestación. Si es por los recortes. Pues si, y por la reforma laboral. Nos pregunta que qué pensamos del Islam. Pues nada. Nos dice que la solución es el Islam. Esto ya se lo come el Abel. Europa tiene que darse cuenta de que la solución es el Islam. Que Dios ha creado el mundo perfecto y nosotros lo estamos hundiendo. Las revoluciones se hacen porque no se tiene idea de Dios. Y así. Un rato. Me toca a mí. A mí me toca lo del libro divino y que Europa ha perdido el camino de Dios. Cuando ya no sé por donde vamos, me tocan a la espalda. La Yoli. Hombre. Dos besos, salvado. Perdemos al compañero islamista.




Al sol: Las piernas no resisten este trantran. Jacinto Verdaguer hasta Avenida Generalitat. El Jerezano está cerrado, cuando habitualmente hay que cerrarlo. El Largo sugiere dar la vuelta todos y pillar a todos los chinos que deben estar abriendo las persianas. Qué susto. Sol de justicia por la Avenida. Una señora en la Jacinto Verdaguer se asomaba asustada, detrás de la persiana. Ha acabado asomándose al balcón. Aplausos. Llegamos a la plaza. Argumentos contra la huelga y las manis y demás. Cada uno tiene sus razones. En la plaza advierten que el Carrefur está abierto. Durante la marcha el que se acerca y el que comenta o está en un Ere, o le han hecho un Ere, o está de Ere o trabaja en negro o algo chungo. A comer.




Sustento revolucionario: Lentejas con jamón y boquerones fritos. En la tele dicen que han ocupado Passeig de Gràcia. Sale Felip Puig y dice que esto es un campo de entrenamiento para los violentos. Dan documentales en TV3, para calentar al personal. Las barracas, el desempleo, los problemas del socialismo cubano. Amar en tiempos revueltos, se mantiene en servicios mínimos.




Ginkana en el metro: Metro de Santa Coloma, cinco de la tarde. Qué risor. El pueblo en marcha, se planta en el andén para ir con sus hermanos de la Ciudad Condal a manifestarse. Andén del metro. El metro no viene. No viene. No viene. El metro se ha roto en Torras. Ostia. No va. Hay que pillar la línea 9. Cambia de andén. El metro que viene de vuelta va por el mismo andén que por el que se fue. Ostia. Vamos al otro anden o qué. Si, no. Si, no. Al otro andén. Viene el metro. ¿Nos subimos o no? Corre al otro andén que la chica del metro se ha equivocado. Entramos por los pelos. El metro se arregla, llegamos a las seis y media a Plaza Catalunya. Pero sentaditos, ojo. Que no todo va a ser malo, oiga.



Silencio Komuso: Al asomar la cabeza estamos en mitad de los de la CGT. Hemos quedado en el Zara así que tenemos que despegarnos. Silencio. Demasiado silencio. Olor a plástico quemado. Containers quemados. Humo en la lejanía. Malas cartas. Demasiado silencio. Quedamos, nos encontramos. Bien. Subimos un poco. Hay mucha gente, pero se nota dispersión. No es como otras veces. Hay como menos ambiente que en la del 15m, la última. La de antes de las elecciones. Pero hay mucha gente. Hay tensión. Se oyen tiros, se ven carreras al fondo, helicópteros y columnas de humo. Con Passeig de Gràcia lleno a reventar, se pone en marcha. Nos encontramos, dos besos y nos despedimos. Las hermanas fugaces. Seguimos hacia Plaza Catalunya. Antes de llegar sube un camión diciendo que media vuelta que vamos por Gran Via. Tensión. Silencio. A medida que vamos por Gran Vía la gente se anima, pero en cada cruce vemos policía, humo, follón. Tetuán. Para abajo. Unos niños subidos a un banco claman por menos policía y más educación. Claro que sí. Otros niños llevan apuntados el movil en la cara por si se pierden. Arc de Triomf. Container ardiendo. No bajéis, chavales, que aquí está ardiendo la cosa. Andando hasta Marina con Marina. Sensación extraña. Demasiado silencio. El bar Andalucía está abierto, pero reprimimos las ganas de unos quintos revolucionarios. Que se jodan.




Regreso y victoria: El regreso es mucho más sosegado que la ida. Dónde va a parar. Nos encontramos con los chavalitos del Seimar en Santa Coloma. Las cárceles están llenas de gente del Seimar. Comentamos, etc. Rapidito que empieza el fútbol. ¿No vísteis el partido? Jornada de lucha completa. Éxito de convocatoria revolucionaria. Huelga general salvada. Victoria fuera de casa. No veo la tele para no calentarme. 'Nen, en El periodico salimos en la foto de portada'. Qué me dices. Pues si. Los dos bigotes. En la radio esta mañana tampoco lo han pintado tan mal. Menos mal.




miércoles, 28 de marzo de 2012

Huelga general

El cambio de tiempo no me está sentando demasiado muy bien, hoy me he despertado a las cuatro de la mañana, pero mañana hay que parar. Gwineth Paltrow está muy guapa en Seven, y aunque a mucha gente no le guste la Gwineth, mañana hay que parar. Hay opiniones dispares sobre si estoy gordo o no, yo creo que si que he engordado pero luego va otro y te dice que se te ve más delgado, y mañana hay que parar. Que si el metro funciona, que si el autobús llega, que si los servicios mínimos, que si tú vas a venir, mañana hay que parar. Que el Madrid lo tuvo fácil ayer pero seguro que el próximo partido lo tiene algo más chungo, aunque mañana hay que parar. Que si me descuentan o no me descuentan el día, que da lo mismo, porque mañana hay que parar. El jueves también juega el Athletic, complicado, pero no tanto, porque mañana hay que parar. El bocadillo calentándose en el radiador, opiniones sobre la cabeza de lomo, el zumo de naranja en la nevera, pero mañana hay que parar. La reforma laboral, explicada así en cinco minutos, quizás no tenga la misma sustancia, pero más o menos viene a ser que si ya la cosa estaba mal, ahora estará negro sobre blanco, mal, por lo tanto hay que parar. Está claro que ahora no es el momento, que sería mejor cuando me lo indicase el señor Rosell, el ministro de turno o el que no manda y mandó, pero uno es así de inconsciente, y mañana hay que parar. Bradd Pitt va a tener siempre la misma edad, en Seven, en Oceans Eleven, en todas las pelis está siempre igual, y da lo mismo, porque mañana hay que parar. Porque no es admisible que una persona con casi sesenta años tenga que andar escondiéndose para que no la enganchen los de la inspección, mañana hay que parar. Bob Dylan viene al Benicassim, será gracioso ver a los rubios tajarinas al lado de todos esos dylanitas tragándose un nuevo sapo y mañana hay que parar. No me he puesto los pantalones de invierno en casi todo el invierno y ha sido hacer tres días de sol y colocármelos, algo que no dice mucho de mi criterio en el vestir, pero mañana hay que parar. Los sindicatos no son muy allá, pero desde el momento en el que alguien ajeno por completo a la vida sindical te dice que tus compañeros de curro no son tus amigos, que no te fíes de ellos y tal, mañana hay que parar. Porque da más vergüenza venir a trabajar un día de huelga que todo el dinero o el 'curro que tengas que adelantar', mañana hay que parar.
En definitiva, mañana hay que parar.

martes, 27 de marzo de 2012

Karpov



Me tenía que haber cortado el pelo. Mira qué melenas. Mira qué por detrás de pelo que tengo. Si no me creciera tanto el pelo por la parte de atrás, todavía. Pero mira qué pelo. Con este pelo no puedo jugar. Con el pelo aplastado. Así no puedo jugar. No hemos empezado y ya estoy con el pelo. El pelo y el pelo. A ver, voy a pensar en otra cosa. En el pelo, no. En el pelo, no. En qué puedo pensar, a ver. Voy a pensar en... qué lleva este hombre en las gafas. No se habrá puesto... se ha puesto espejos! No puede ser. Este hombre qué bajón ha dado. Antes este hombre no era así, pero desde que dijo de irse, se le ha cambiado el carácter. Y lo que no es el carácter. Que a ver, que yo entiendo que te puedes poner como una mona, porque es una púa lo que le han hecho, vale. Pero eso es una cosa y otra es terminar poniéndote espejos en las gafas. Y la que hemos formado antes de empezar. Que yo no sé ni las horas que llevo aquí sentado mientras estaban examinando la silla, el tablero, la virgen y los santos. Me hago así hacia atrás y me molesta la mata de pelo. En cuanto salga de aquí me lo corto, yo mañana no puedo venir con este pelazo a jugar. ¿Y si digo que me lo corten ahora? No pasaría nada. Bueno, no pasaría nada... tal y como tiene la cabeza este hombre, es capaz de pegarle fuego al auditorio. A ver. Y ahora está apuntando no se qué. Qué está apuntando. A qué llamo a los jueces... qué tiene que apuntar este hombre antes de empezar la partida, a ver. ¿Los llamo? No, no los llamo. No me voy a poner yo también nervioso. ¿Y lo de los espejos? ¿Qué hará este hombre con espejos en las gafas? Me estoy poniendo que yo no sé cómo me estoy poniendo. Que se quite las gafas. Ahora mismo llamo a los jueces y que se quite las gafas. Espera que hay un juez que me parece que se ha quedado frito. El de la esquina está frito. Si no hemos empezado todavía. De verdad, vaya jari. Osea, que los jueces están trompetas, el hombre este está como unas devanaderas y yo me estoy poniendo también que no sé ya cómo ponerme. Y se me está clavando el codo. Esta mesa está muy dura y es muy alta. Es muy alta, es verdad. Mira cómo tengo que estar que parece que estoy escalando, de puntillas en el suelo. Claro, por eso me molesta el pelo. No. El pelo me molesta porque lo tengo largo. ¿Este hombre mueve o no mueve? Espera que parece que va a mover.

lunes, 26 de marzo de 2012

Los duelistas




De las películas bonitas de ver y de los libros bonitos de leer. Los Duelistas es un libro de Joseph Conrad y en 1977 Ridley Scott debuta en como director llevándola esta pequeña pero intensa novela a la gran pantalla. Ayer la dieron y hacía un siglo que no la veía. Tampoco sabía que la daban así que me perdí quizás los primeros diez o quince minutos. Y las memorias no están ya como antes, así que no recuerdo bien bien el porqué de todo. Porque el porqué de todo tampoco lo tienen claro ni siquiera los protagonistas. El porqué.


Nos cuenta la película la historia de dos oficiales del ejército francés en las guerras napoleónicas. D'Hubert es Keith Carradine, alto, apuesto, etc. Feraud es otro oficial como él, pero no tan distinguido, más tosco, iracundo... es Harvey Keitel. Harvey Keitel se pasa la película comiendo algo. Pipas, altramuces, chochos. Los altramuces también se llaman chochos, aunque mentar la palabrita en un texto sobre Los Duelistas quede mal, pero viene bien para señalar la diferencia entre los dos personajes. Uno es aristocrático y el otro vulgar. Como quiera que el tal D'Hubert ha sido enviado a reprender y arrestar a Feraud por un duelo previo en casa de una dama, éste se considera ultrajado en su honor y le reta a duelo allí mismo. D'Hubert no quiere liarse, claro, pero se acaba calentando. Y de eso va la película.


Uno no quiere liarse, hace propósito de no querer, de conmigo no va esto, de yo no soy así, pero unas veces por unas cosas y otras por otras, al final acaba liándose. El primer duelo termina sin resolverse, por lo que Feraud considera que la cosa hay que resolverla. A este combate le sigue un segundo duelo, en el campo, fantástico. Una de las grandes escenas de la historia del cine, que me fascina, me parece gloriosa. Los dos duelistas con las espadas en posición se van a jugar la vida, están concentrados, tensos, dispuestos, con sus blusas blancas, sus bigotones, sus trenzas de húsar. Y de repente Keith Carradine levanta la mano y pide una pausa. Le ha dado frío y tiene mocos. Estornuda. Sigue el duelo. Acaba con una puntada de Feraud que hiere a D'Hubert. Este considera que ya, que vale, que ha perdido. Pero Feraud quiere matarlo. Así que el duelo sigue pendiente. Pasan los años, las batallas, las ciudades. Se vuelven a encontrar. Cambian los peinados, las graduaciones. Otro duelo, salvaje, en una sala desvencijada. Se dan candela de la buena, pero nada. La cosa no va a ningún lado. Tablas otra vez.


Mientras tanto D'Hubert tiene una amante, una muchacha de las que siguen al ejército, una chica enamorada que finalmente ve como D'Hubert pasa de ella, porque éste está atrapado por ese sentido del honor que le obliga a batirse una y otra vez y jugarse la vida. Feraud sólo vive para eso, para terminar ese duelo. Para jugársela.


Otro duelo, esta vez a caballo. Un detalle para con la caballería. Feraud está a punto de palmar. D'Hubert le abre la cabeza. La cosa sigue pendiente. D'Hubert quiere pasar del tema. Campaña de Rusia, se vuelven a encontrar y D'Hubert quiere, más o menos, hacer un 'lo pasado, pasado'. Acompaña a Feraud en una expedición, se ayudan, pero Feraud no olvida.


Termina la epopeya napoleónica, D'Hubert cambia de bando, se casa con una muchacha heredera de un palacete, hija de un realista, y para Feraud es un traidor. Feraud, bonapartista, es perseguido y es D'Hubert, a escondidas, quien le salva de ser ejecutado. Pero Feraud no lo sabe y sigue buscándole. Qué peliculón.


Finalmente, D'Hubert, casado, cojo, hecho un señorito y Feraud, resentido y amargado, como un veterano del Vietnam, vuelven a retarse. A pistola. El combate... ah, el final. Ahora no recuerdo si el final es el mismo en la novela y en el libro. Una película de pipas largas, de sables, de piernas abiertas y arqueadas, de bigotones, de patillacas, de melenas, de campos verdes, de ciudades centroeuropeas, de gabanes largos, de mascar altramuces que no me gustan, del placer de hacer unas botas, de verse arrastrado por un odio feroz sin odiar realmente. Un peliculón de los buenos, qué narices.

sábado, 24 de marzo de 2012

Cumpleaños Feliz

- Pero a ver, ¿cómo es posible? ¿Tú no habías dicho que te ibas a una fiesta, a un cumpleaños o algo así? ¿Cómo vienes con esa cara? A ver, cuenta que te ha pasado Yanáyev, que cada vez que sales por esa puerta la formas.
- Señor embajador, le ruego que disculpe mi aspecto y siéntese que lo que le tengo que contar no sé cómo calificarlo. Recibí hace unos días la invitación para acudir a un baile que daba una conocida de ambos, Madame Diana, con motivo de su cumpleaños y cuando llegó el día, me puse mis mejores galas y me dispuse a acudir a la cita. Esta vez lo tenía todo claro, sabía dónde estaba el Palacio, sabía la hora, tenía mi regalo preparado, nada podía fallar. Sin embargo, uno nunca puede fiarse. Le juro, señor embajador, que lo que he visto es tan cierto como que estoy aquí ahora. El cochero me dejó en la puerta del Palacio, y como había resuelto llegar con tiempo de sobras, me dispuse a darle una vuelta al recinto para hacer tiempo y no llegar el primero. Así que empecé a caminar por el contorno del Palacio, siempre con la vista puesta en el reloj de una iglesia cercana, para que no se me fuera de la cabeza. Mi natural distraído pudiera haber provocado que se me fuera de la cabeza la hora, pero no. No iba a ocurrir nada de esto. Cuando estaba volviendo sobre mis pasos para disponerme a entrar y que la hora habia llegado, una motocicleta pasó por mi lado...
- Una qué...
- Una motocicleta, señor embajador. Una motocicleta. Una vespinillo, un modelo quizás antiguo pero...
- Pero qué me dice, Yanáyev... ¿una qué?
- Una motocicleta, como se lo digo. Con dos muchachos subidos en ella. El de atrás, al pasar por mi lado, me da un empujón y con una habilidad que ríase usted de los bergantes del servicio secreto del Cardenal, me quitan mi invitación para entrar.
- Pero vamos a ver, Yanáyev... qué me está contando usted de una motocicleta... ¿pero eso qué es?
- Oiga, que yo no sabía tampoco lo que era aquel artilugio. Como un... no sé, dos ruedas unidas por un material como de hierro o así e impulsado por un motor...
- ¿Pero qué me está contando, joven Yanáyev? ¿Y cómo sabe usted que eso se llama motocicleta, y lo de que era una vespinillo... me está preocupando usted, Barón!
- Pues mire, más raro aún, porque estando en el suelo, ha venido un gendarme y...
- ¿Que ha venido quién?
- Un gendarme... un policía, que me ha visto en el suelo y...
- Estoy impresionado, Yanáyev... de verdad...
- Y yo, y yo... el caso es que al cabo de un rato, cuando ya el gendarme me ha dejado ya repuesto del golpetazo dándome dos bofetadas para que me espabilara un poco, no sé de qué manera he despertado en un butacón mientras que Madame Diana me abofeteaba a su vez como despertándome...
- Entonces lo de la motocicleta...
- Pues que lo abré soñado.
- ¿Y la fiesta?
- Estupendamente.

Felicidades a Madame Diana, la Dame Masquée en el día de su Cumpleaños. Muchísimos bisous. No duden en pasar por cualquiera de sus dos Chateaus para felicitarla.

viernes, 23 de marzo de 2012

Miscelánea



Regreso al pasado. La foto de aquí arriba tiene la friolera de ocho años. Como el que no dice nada. Y una de esas manos es la mía. O no. La foto es de un Black Music Festival. Fuimos en mi coche. Qué tiempos. Con el Alberto de los Za. Con el Abel. Con el molinaguer pequeño. Sin beber. Concierto sin alcohol. Lo habéis conseguido. Me lo pasé como un rinoceronte en un charcal. El pasado sábado hicimos el indio pero poco. El concierto estuvo muy bien, muy contundente. A ellos se les veía algo cascados, pero lo justo como para seguir metiendo mucho miedo. De los John Spencer Blues Explosion, y siento ponerme pesado, se conocen pocas canciones. El resto van sonando, te suenan, te metes y de repente aparece una que dices... esta, esta me suena de verdad. Si tocaron esta o no la tocaron el sábado pasado, no me acuerdo. Afro. Y mira que esta vez me fijé bastante.


¿Os he dicho que el lunes me hice una foto con Kiko Veneno? Qué pena que no la tenga aquí, porque vaya cosa graciosa. Fue en el concierto de Tinariwen. 'Pero, oiga, una pregunta ¿a usted es que le regalan las entradas o qué?'. Pues si. A este si. Tinariwen son un grupo de tuaregs que tocan con guitarras eléctricas divertidos ritmos del desierto. Muy bien de gente en el concierto. Muchas muchachas muy así bailando con las manos arriba haciendo olas en el aire. Qué bonito, amigo. Todo muy bien, pero no muy bien. Porque eché de menos en el concierto a mi amiga Matilda. A ella le hubieran gustado pero no pudo venir. El pelijas de Tinariwen tampoco fue. Al parecer la cosa estaba chunga en Mali y no pudo salir del campamento. Tan chunga como que ha habido golpe de estado. Así está la cosa, chavales. Amassakoul!!!


Una casualidad lo de Kiko Veneno, porque el domingo por la noche, sin haberme yo enterado, pusieron un documental sobre Veneno, Kiko Veneno y Pata Negra. Oye, qué documental más bueno. Con actuaciones y cosas. Muy bien. Veneno. A mi, para empezar a situarnos, el disco de Veneno no me gusta. No hay más preguntas. De Kiko Veneno me gustan canciones. Pero, amigo, Pata Negra si. ¿Porqué unas cosas si y otras no? Pues oye, a ver, si lo tuviéramos que saber todo, esto no sería lo que es. Me subiría en una caja y me pondría a revelar la verdad de las cosas y los asuntos en una plaza. Pero no. De Pata Negra el Rock Gitano. Discazo. Graciosísimo. Ojito a la primera, Levante. Toma y toma. '... que venían de Totana!!!!!'


La siguiente canción me recuerda a una de los Brighton 64. No sé a cual, pero me recuerda. Son los Surfin' Sirles y la canción es Montseny. El video de la canción. Sale la muchacha que salía en la serie aquella de Pop Ràpid. Los Surfin'Sirles están bien. Dentro de todo el panorama de grupos catalanes, se salen un poco de la norma. Una buena. El otro día leí una crítica del concierto de los Manel en Madrid. Un periodista, no sé quien, decía que los Manel en sus letras eran el reflejo de siempre de la burguesía catalana. Interesante conclusión. ¿No son los Surfin'Sirles burgueses? No les conozco tanto. Sea como sea, la canción está bien.


Vidas ejemplares. Esta tarde noche toca jornada de creación musical. Mi hermano dice de hacer el Helter Skelter y otra de los Beatles. No sé si me dijo esta. Esta está bien. The night before. Yo creo que no es esta, pero podría ser. Una del Mccartney, bien bonita. Dentro de lo que llamaríamos el 'disco de amor' de la banda. Esto de la música es la mar de curioso. Ahora me ha dado por el Mccartney, el primero del deste cuando se fue de los Beatles. Es un disco sencillito, majete, bien. Pero no hay canciones como esta, claro. Con ese punteillo del Harrison. El Harrison, no sé porqué, pero cada vez me cae peor. El otro día puso música el jefe, una del Harrison que no conocía... en fin. Música de aquella. El vídeo debe pertenecer a la banda sonora del Help.


Y por último, una canción que tiene un porqué. Esta semana ha estado por aquí Jonathan Richman, de quien se decía que tenía el record de conciertos vistos de la Velvet. También ha estado por aquí John Cale, que fuera productor de Richman y miembro eminente de la Velvet. Así que hay que poner una de la Velvet, pensarán. Bueno. Pero pondremos una versión, el Venus in Furs, de la Velvet, si, pero interpretada por Beck. Lo ponen a caldo en todos los sitios, pero a mi los discos estos de versiones me gustan mucho. La canción tiene un porqué, por que está dedicada a Madame Diana. Ella ya sabe.



Y nada. A pasar buen finde y a llevarlo con humor. Porque si no lo llevamos con humor, mal. Avanti con la guaracha!

jueves, 22 de marzo de 2012

Kinhome Jones



Un drama humano de dimensiones considerables. Un muchacho en la flor de la vida. Un hombre con todo por delante, con cantidad de cosas que aportar al mundo, con todo un grandioso cúmulo de cosas por decir. Un joven que tiene todo lo que tienen los demás, ni más ni menos. Y mírenlo. Ahí lo tienen. En la cama. En calzoncillos. Durmiendo. No duerme. Yace en la cama. Está tumbarrado en la cama. Una cama sucia a la que hace dos semanas que nadie le cambia las sábanas. Una cama que hiede a demasiadas cosas y ninguna buena. Y encima un camastrón de treinta y pocos años que está atravesando por un momento difícil. Un momento dificilísimo que arrastra desde que tiene uso de razón. Desde que tomó consciencia de que quizás, ay, no queda ninguna salida, que todo ha sido en vano, que nada de lo que haga tendrá premio. Una vida malgastada en una cama. Tumbado, con el pelo chupado y aplastado, con la cara amarilla, la barba mal afeitada, los calzoncillos sucios. La casa está arreglada porque su madre viene cada poco a darle una vuelta. Pero en su habitación no hay dios que entre. Porque él no sale. Algo le pasó, nadie sabe qué. Le preguntan y dice que no le pasa nada. Que no tiene nada. Que ya saldrá. Que ya irá. Que ya lo mirará. Que se lo está pensando. Pero es que ahora no puede. Está ahí, a punto de ir. Un momento. Pero es que no puede. Se da la vuelta en la cama. Se destapa un poco los pies. Se ha acostado otra vez con los calcetines puestos. Calcetines blancos. Nos queríamos morir. ¿Cómo es posible seguir teniendo tanto sueño, seguir con ese perrerón encima, después de dormir tanto tantísimo? ¿Cómo es posible tanta desgana? ¿Qué puede ocurrirle a alguien para caer en semejante estado de desvanecimiento?

En otro punto de la ciudad, Kinhome Jones entra en una tienda de mascotas. Ahí tenemos a Kinhome Jones, con su traje negro ajustado, sus zapatos negros, su pelo mojado y peinadito para atrás, su barba de semanas asilvestrada. Qué hombre. Kinhome Jones entra en la tienda de mascotas y examina las jaulas y las vitrinas. Repasa los diversos animales en venta y finalmente se queda delante de la jaula de un conejito blanco precioso, preciosísimo. Un conejito blanco más mono... un conejito blanco que es una bolita pequeñita, blanca, que te mira con una cara tan simpática. Dan ganas de abrazarlo y abrazarlo. Y tenerlo acurrucadito así, así, tan blandito y tan poca cosa. Ay que conejito tan bonito, tan gracioso, tan dulce. Sin dudarlo ni un segundo, Kinhome Jones paga lo que vale el conejito y se lo lleva. Qué animalito tan mono, qué cosa tan graciosa, madre. Qué conejito tan conejito. Ay. Si es que si lo vieran ustedes, se lo comerían. ¿Qué muerde? Qué va a morder... no muerde. Es tan mono el conejito.

Kinhome Jones sale de la tienda con el conejito entre sus brazos. Tan gracioso. Le hace mimitos al conejito mientras camina por la calle. Camina por las calles de la ciudad, ora dobla aquí, ora sigue recto hasta que llega a un edificio de pisos. Saca un manojo de llaves con un llavero de espuma con una K y abre la puerta de abajo. Sube andando las escaleras hasta llegar al segundo tercera. Llama a la puerta. Una vez. Otra vez. Al final golpea la puerta con la palma de la mano y dice un nombre. 'Abre la puerta, Landulfo, que vengo de parte de tu madre a decirte una cosa', insiste Kinhome Jones. 'Voy, voy'. El yacente sale de la cama, se coloca encima un chandal de dos piezas, de esos sin chaquetilla, de sudadera, y con unas zapatillas y sin peinar va hacia el recibidor.

Cuando abre la puerta, Kinhome Jones coge al conejito de las orejas y del bolsillo saca una navaja de Albacete. Sin mediar palabra le clava la navaja al conejito en su blanca barriguita y lo raja. El conejito chilla mientras se desangra, pero sus grititos de dolor y sus aspavientos no impiden que el joven atónito oiga lo que Kinhome Jones tiene que decir: 'O te espabilas, nene, o cada día vengo y reviento a una rata de estas. Tú mismo'. Mensaje recibido.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Kinhome Jones

Kinhome Jones no ha pasado muy buena noche porque ha estado hasta tarde dándole vueltas a un asunto. Pero no pasa nada. Ya lo tiene todo claro. Se ha levantado a la hora exacta, sin remolonear, se ha duchado y se ha colocado su traje negro ajustadito. Ha peinado y repeinado su melena y tras considerar un día más la posibilidad de retocarse la barba asilvestrada ha pensado que ya otro día. Porque hoy tiene algo que hacer y cuando hay algo que hacer, lo mejor que se puede hacer es hacerlo. Y ya está. Y teniendo el pelo limpio y que la ropa no huela a demonios, lo demás tampoco es tan importante. No es una regla o un canon de belleza. Esto no aparece en ningún libro o revista, pero al menos, como punto de partida no está mal.
Kinhome Jones se planta en la calle y echa a correr. Corre por una calle, gira a la derecha y coge una calle ancha y sigue corriendo. Pasa dos o tres cruces de calles y se planta en una rambla. En esa rambla sigue y sigue corriendo, corre como un antílope, avanza veloz aunque la rambla hace una pequeña cuesta. Porque las ramblas tienen que hacer pendiente, porque si no, no son ramblas. Y sigue corriendo cuando llega al final de la rambla, para embocar por otra calle, que sigue subiendo hacia arriba, hacia arriba, pero sin dejar de correr en ningún momento. El cabello se le ha desarmado de nuevo, la melena se le desparrama por la cara, el pelo se le echa para delante y para atrás. Con esos zapatos de rejilla, parece imposible que Kinhome Jones pueda correr tan grácilmente, pero Kinhome Jones es capaz de eso y de más. Sigue corriendo hasta llegar a la cima, al punto más alto de la ciudad, corriendo incluso por esas calles tan empinadas que tienen esos escalones tan así que no hay manera de subirlos andando sin parecer bobo, o esas escaleras tan estrechas que es imposibles no subirlas sin poner cara de miedo, esas, esas escaleras, también las sube Kinhome Jones a la velocidad del rayo. Corriendo. Al llegar a la cima del pueblo saca su peine del bolsillo y se peina y repeina la melena.
Toma un poco de aire y emprende el descenso, corriendo nuevamente. Coge una de las calles más empinadas para coger el máximo de velocidad posible. Sigue corriendo por una calle, dobla a la derecha, otra vez a la derecha, a la izquierda. Las calles son cada vez menos escarpadas y es más gustoso correr. Kinhome Jones está corriendo ahora de manera más suave. Menos impetuosa. Porque está un poco cansado. De hecho está bastante cansado. Porque el esfuerzo se paga. Habrá estado corriendo una hora aproximadamente, a buen ritmo, y eso quieras que no, seas Kinhome Jones o la Virgen de Fátima, tiene que cansar. Corre y corre y sigue corriendo por paseos, avenidas, calles, callejuelas. Y corre, y corre. Y no deja de correr. Durante otra hora más recorre corriendo un buen número de las vías públicas de la ciudad. Muy bien, Kinhome Jones. Es la hora de actuar.
Kinhome Jones saca nuevamente el peine del bolsillo, se peina y se repeina, y se dispone a entrar en la sala de conferencias donde un eminente economista y , titulado y retitulado, con un cargo cuya traducción al castellano sería interesante hacer constar pero que nadie se ha molestado en realizar, está dando una charla sobre la capacidad de las empresas para adaptarse a las nuevas condicionesdel mercado, las oportunidades para los emprendedores, el libre comercio, la libertad, la libertad para establecer normas, la libertad de enriquecerse, de aprovechar las oportunidades, las oportunidades, los nuevos tiempos, las nuevas formas, lo nuevo, la libertad, el libre albedrío, la voluntad, la voluntad de ser mejores, de ser competitivos, de estar en el mercado, de ser fiables, de ser así o asá, de bla bla bla y tal, de la empresa, de la rentabilidad, de los costes, del negocio, de los nichos de mercado, del consumo, del despilfarro, de las trabas, los impedimentos, las costas, los costos, los costes, el copón santo, la bicicleta, el balón, los santos apóstoles y la tarara sí la tarara no. Turno de preguntas.
Kinhome Jones, repeinándose y repeinándose, se dirige al conferenciante, un jovenzano con el pelo despeinado, camisa de cuadros y barbita cuidada, informal, fresco y deportista, y le dice 'mira, maestro, yo pensaba que cansándome, con la mente floja, podría tragarme el tema, pero es que tampoco'. A continuación Kinhome Jones, se levanta, va hacia el conferenciante y antes de que la seguridad le pueda decir nada, se escupe en la mano, se la pasa por la cabeza al chavalote y le dice peine en mano... 'y péinate'.

martes, 20 de marzo de 2012

Kinhome Jones

'Caramelo de limón, el sol de mi país. Palomita de anís'. Kinhome Jones tarareaba una antigua canción mientras miraba por la cristalera del bar lo que sucedía en la calle. Miraba y no miraba, porque miraba sin ver. O veía sin mirar. O como se diga la figura esa de tener los ojos puestos en algo pero no estar viéndolo. Kinhome Jones tomaba de vez un cuando un traguito de la copita de anís y al quedársele algunas gotitas colgando del bigote, las apuraba pasándose el labio inferior por el mismo. Así. De esta manera. Un sorbito y el labio inferior, de los dos labios que tiene Kinhome Jones, que pasa por el bigote y sipa. Kinhome Jones ha llegado al bar sólo veinte minutos después de que este abriese las puertas. Debían ser las siete de la mañana. Siete y poco. Al bar van llegando los clientes que van a tomarse su café con leche, su carajillo, su trifásico, su bocata, su donut, lo que fuere, antes de irse a trabajar o a estudiar. También están los que salen a pasear el perrito y dejándolo atado a una farola, entran a apretarse un cortadito bendecido por un rayito nada más de soberano. Lo normal. La tele está puesta y el canal 24 horas va dando las noticias repetitivamente. El mismo atentado, la misma declaración institucional, el mismo partido triunfante, el tenista que gana siempre, todo está bien. Una y otra vez. Todo está mal. Repetido mil veces. Por fin entra un grupo de trabajadores con sus bocadillos en una bolsita de supermercado y piden todos cafés con leche y cervezas. Uno de ellos pide una mediana. 'Qué qué quiero... mira morena, si te pido lo que quiero me tienes que cerrar el bar para mi solo'. Y al decir esto repasa a la camarera de arriba abajo cuando ella se gira para buscar las cervezas. Es el más corpulento de ellos y parece llevar escrito en la frente la palabra 'encargado'. Algunos de los trabajadores son inmigrantes, son seis o siete. El encargado es el mayor de todos. Algunos son chavales muy jóvenes. El encargado habla muy fuerte. Ve las noticias y cuando aparece la noticia del atentado dice muy alto. 'Que les den por el culo, a ver si se matan entre ellos y nos dejan en paz'. Se ríe y algunos de los presentes también. Kinhome Jones estalla en una carcajada sonora. Estalla en un ataque de risa incontenible.
Kinhome Jones, pide otra copa de anís llorando a lágrima viva de risa. Venga a reirse. Kinhome Jones desentona un poco por su aspecto y más parece uno de esos chuloputas que han estado toda la noche de farra y están haciendo la primera del empalme que un habitante más del barrio. Trajeado, peinado y repeinado, tan sólo la barba algo descuidada desentona en el conjunto. Y su risa. Una risa cazallosa, estruendosa, desagradable. La risa, que al principio parece contagiosa, va resultando incómoda para los demás. El ataque de risa va a más. El silencio reina en el bar. El dueño del bar, el camarero y la camarera siguen trabajando como si no pasara nada. El encargado abre su bocadillo de lomo con pimientos y con la boca llena de pan, carne y dientes, le dice al dueño del bar en voz alta, como un palomo, 'oye Josepet, no sabía que habías puesto en el bar una narcosala... cuando salga de aquí me voy a hacer un análisis a ver si he pillado algo...', y mirando de nuevo a la camarera, dice 'aunque si tuviera que pillar otra cosa, mecaguenlaputa qué cosas nos traen en barco...'.
Kinhome Jones no da tiempo a que el encargado termine de hablar, se abalanza a por él tras beberse de un trago la copa de anís y abrazándole le estampa un beso en la boca con la suya bien abierta. Saca la lengua y la mete en la boca del encargado. Kinhome Jones tiene la boca llena de anís y lo introduce dentro de la boca del encargado. Este no puede zafarse de Kinhome Jones, que durante dos o tres minutos continúa dándole un filetazo al encargado que ya lo quisieran muchas. O muchos. Y le repasa con la lengua los morros, y lo lame y lo relame, y la concurrencia tiene los ojos muy abiertos porque no se cree lo que ve. Y cuando ya Kinhome Jones se ha cansado de la escena, suelta al encargado y se pide otro copazo de anís. Se gira y le dice al encargado 'así, dulcecito, sabes mejor, ricura'. Se bebe la copa de anís, se pasa el labio inferior por el bigote y le dice al encargado, 'gracioso, mañana si quieres vienes a por más'.

lunes, 19 de marzo de 2012

Kinhome Jones



Se levantó cuando ya le empezaba a doler la cabeza de tanto dormir y el móvil no dejaba de zumbar recordándole que había quedado a las once en la esquina. Salió de la cama, se lavó la cara y se puso una camiseta de manga larga y cuello largo y el chandal blanquito. El chandal le olía a tabaco. Se calzó las bambas y se peinó. Bien de gomina. En la cocina estaba el desayuno que le había preparado su madre antes de irse a trabajar. Como tenía que calentarse la leche, pasó del tema y dejó el bocadillo ahí. Cogió los veinte euros de la mesita que le había dejado su madre y salió a la calle. Se protegió del sol con las gafas que llevaba en el bolsillo y se sentó en un banco de la esquina a esperar a su colega mientras se fumaba un cigarrito. Veía pasar a las señoras que iban a comprar en el super de enfrente y a los jubilados que se arremolinaban en el banco de al lado para comentar y recomentar lo que habían escuchado en la radio por la mañana. Una mañana de lo más normal. Empezaba a hacer buen tiempo, el solete calentaba pero no molestaba y alguna y alguno habían desempolvado ya la camiseta, mostrando carnes. Nuestro amigo estaba ya recordando dónde habría dejado su madre las camisetas de tirantes, y mirando el móvil para ver si su colega le llamaba o algo, cuando a lo lejos, corriendo como un desesperado, un hombre de mediana edad se abría paso entre el gentío. Desgreñado y con una barba de semanas, meses, pero con un traje negro ajustado y unos luminosos zapatos de rejilla, parecía venir huyendo de algo o de alguien. De vez en cuando miraba hacia atrás y seguía corriendo. El colega del chandal vio como el greñas trajeado se iba acercando hasta que llegó a su altura y se sentó a su lado en el banco. 'Vaya carrera, jefe'. El melenas recompuso algo su figura y sacó un peine. Se alisó el cabello y se lo echó para atrás. Giró la cara mirando hacia donde venía y luego miró al chaval del chandal.

'Vamos a ver, déjate de tonterías y haz cómo que no me conoces. Mira hacia otro lado y no me prestes atención. Si viene un señor bajito y delgadito, con el pelo chupado, preguntando por Kinhome Jones, le dices que no sabes nada ¿entiendes?'. Era la primera vez en su vida que el chaval del chandal escuchaba el nombre de Kinhome Jones. 'Este se ha escapado de los locos', pensó. 'Claro claro, jefe, yo le digo que no le conozco y punto. Y si el nota ese se pone tonto ahora mismo va a venir un colega mío y entre los dos le metemos una al enano ese.. ¿que no?'. El chaval le mandó un mensaje a su colega diciéndole que viniera pronto, que había un tío con él la ostia de raro y que se iba reir. Kinhome Jones, ya más tranquilo, sacó un libro de la chaqueta y se puso a leer. Un pavo con un chandal negro del Barça y con un corte de pelo exactamente igual que el que llevaba el del chandal blanco, llegó y se sentó en el banco también. '¿Qué pasa nen?'. 'Ya ves, nen'. Al cabo de unos minutos apareció corriendo un señor bajito, muy nervioso, y le preguntó al chaval del chandal, sin fijarse en absoluto en el barbas que tenía al lado, si habían visto por allí a Kinhome Jones.

Y el chaval del chandal blanco va y le dice que lo tiene delante. El chaval del chandal negro, que tiene un precioso alfiler clavado en la comisura de uno de sus dos labios, se empieza a partir la caja. 'Qué movida más rara, nen'. Kinhome Jones cierra el libro y le dice al señor bajito que preguntaba por él, 'te das cuenta, Josepet, te das cuenta. Vaya manta de gilipollas que estamos criando'. Y el tal Josepet levanta el brazo así muy arriba, con la mano muy abierta, y la suelta a plomo contra la cara del chaval del chandal blanco. Le saltan las gafas. El chaval del chandal negro salta del banco pero antes de que sus pies pongan su superficie plana en el suelo, su cara recibe otra bofetada. Dos tortas bien dadas.

Kinhome Jones le dice al chaval que se pire para su casa, que se vista como una persona, que se quite esa mierda del pelo, que empiece a pelar patatas para que cuando su madre venga tenga la comida medio hecha y que con los veinte napos que se ha llevado le compre a su madre un algo, lo que sea, que le eche imaginación. Al del chandal negro le está dando el pequeñete una manta de ostias. 'Contigo, como no tenemos plan, te vamos a poner la cara de colores, payaso'. La gente ha hecho corrillo y aplaude.

viernes, 16 de marzo de 2012

Miscelánea



Tus imágenes se han subido al blogger. Pues venga. Comenzaremos con algo de música de la buena y luego ya veremos si subimos o bajamos el nivel. Por lo pronto, vamos a introducir en este espacio nada menos que a Os Mutantes, con la siempre... siempre Rita Lee. Rita Lee en esta canción sólo hace coros, porque no hace falta hacer nada más. Es el clásico de Gilberto Gil, Bat Macumba, interpretado en directo. Lo que hace años parecía imposible, ver vídeos de Os Mutantes de cierta calidad, hoy va consiguiéndose poco a poco. Os Mutantes, el grupo brasileño de finales de los sesenta y principios de los setenta, con los hermanos Díaz y Rita Lee. Rita Lee, la mujer. Ha sido una semana de reencuentro con los brasileños, tras algunos meses de abandono, pero al final, uno acaba volviendo. Vamos, Bat Macumba. Todos juntos.



Mi compañero de la sección 'estoy arreglando la web', es colombiano. Y siempre habla de los Aterciopelados. Pues unamos a las dos aficiones en un sentimiento de hermandad y armonía. Así que aquí tenemos a Aterciopelados cantando el legendario 'Vida de Cachorro' de Os Mutantes en un disco de homenaje, del que no tenía conocimiento. Conocimiento, en general, tengo bastante poco. Si, soy de esos. Si hubiera tenido conocimiento, hubiera empezado por estudiar una FP o algo así. Pero no, y claro, vamos navegando. Vida de Cachorro habla de una relación estrecha con un perro. Jamás hubiera pensado en la Echeverri cantando algo de Os Mutantes. En el recopilatorio he visto que salen también Café Tacvba y Fito Páez. No quiero ni pensar en lo que habrá hecho Fito Páez con Minha Menina.



¿Pero porqué este regreso de los brasileños? Pues por Tom Zé. Una cosa llevó a la otra y finalmente caímos de bruces en esta canción. Sé. La letra de esta canción es, como casi todas las de Tom Zé, simple, pero tiene su qué. Si la maldad se vendiera en las farmacias, harías una fortuna, porque conmigo de cobaya te estás poniendo las botas. No tengo muchas nociones de portugués, pero más o menos. Y tendrá canciones más bonitas o más vanguardistas, y esta parecerá una tontería, muy clásica... pero a mi me gusta por los coros. Por esos que aparecen de repente diciendo... 'si'. Me arrodillaría ante la santa máter, dice el hombre. La canción aparece en el disco 'Estudando o Samba', donde aparecen canciones como Ma, To, Toc, Hein, Doi... no tiene desperdicio ninguna, pero esta, por no salir en el recopilatorio del David Byrne, me ha sorprendido más.



Ayer, porque no todo va a ser mover el papo, también tuvimos una tarde 'previa' de calentamiento. Calentando al personal, poniendo temas chungos. No sé donde vi que Corcobado ha sacado un disco nuevo, de versiones. No he tenido el gusto de escuchar ninguna, porque últimamente no estoy mucho por la Radio, y no sé si las están poniendo. Ya veré. Así que para refrescar la memoria, estuvimos con las clásicas. Y las clásicas duelen. Corcobado y sus canciones de hacer daño. La navaja automática de tu voz es una de ellas. Tormenta de Tormento es otra. Labos repletos de púas. No puedo caminar. Y por encima de todas En el corazón de tu cabeza. Pero no tenemos tiempo para todas, así que apostaremos por La navaja automática de tu voz. Fumando espero... mujeres malas, malas cartas.



Para rebajar la tensión ante el descalabro final, una canción o dos de Gorky's Zygotic Mynci, en directo, en un programa de televisión. Dos canciones del Barafundle. Vaya disco, amigos. Y yo no conocía esto de nada. La segunda es... un cancionón. Y la primera, lo que pasa es que la primera comienza como demasiado convencional y luego... pero muy bien. Pero la segunda... es también como muy bonita y tal, cantada en inglés, y a la mitad de la canción, cambian y canta el muchacho en galés. Oh, què macu. Con lo jovencitos que parecen. Nada que ver el partido de ayer, claro, pero hoy en el metro iba con una risa de oreja a oreja. Hay otra, que se llama Bola Bola, que no tiene vídeo y que ya te mueres de lo bonita que es.



Fui una vez a un concierto de Corcobado y no pienso ir a más. No por nada, si no porque la impresión fue tan fuerte, que creo que volver a repetirlo sería imposible, así que prefiero quedarme con la primera sensación. La primera vez que fui a ver a los Jon Spencer Blues Explosion (JSBE), fue impactante. Delante del todo y con la mano blanca arriba, mañana habrá pruebas de ello. La segunda fue tremenda, en Apolo, empezando ya a 'empatizar' con el público. La tercera, el año pasado en el Primavera, fue un horno de ostias, con víctimas y todo. Mañana, a no hacernos daño que no tenemos edad. Vamos a llevarnos bien.



Pues nada. Que eso. Que a ver si llegamos al lunes todos juntos como hermanos. Buen fin de semana a todos... United!!

jueves, 15 de marzo de 2012

Katmandú. Un espejo en el cielo

Dios Nuestro Señor, en su infinita sabiduría, nos lanza señales y si nosotros no las sabemos interpretar ya es problema nuestro. Tres intentos infructuosos de ver Katmandú no nos arredraron y por fin ayer, a la cuarta, ya sí que sí. Si Dios Nuestro Señor nos había puesto tantas trabas... era por algo. Bien. Katmandú es una película de Icíar Bollaín y yo soy muy mucho de Icíar Bollaín. Me mola, punto uno. Tiene películas buenas, como la de las espías. Y, aún sabiendo que a mi el tema de Katmandú me iba a retrotraer a discusiones pasadas y algunas presentes, fui. Fuimos.
Katmandú nos cuenta la vida de Eulalia, que con el paso del tiempo se llamará Laia. Ayer me enteré que Eulalia es el nombre... al contrario, que Laia es el diminutivo de Eulalia. Miento, Katmandú no nos cuenta la vida de Laia. Laia ya está en Katmandú. ¿Porqué está en Katmandú? Porque está en Katmandú. Es maestra en Katmandú en un colegio. Al colegio van niños nepalíes. Pero... ¿porqué está en Katmandú? La película está basada en un libro de Vicky Sherpa, 'Una maestra en Katmandú'. La historia de Vicky Sherpa no es muy alegre y ya antes de empezar sale un cartelito que dice que lo que se va a ver es una adaptación libre de la novela. Se entiende al final. Bueno. Todo mal. Para qué vamos a andarnos con rodeos. Mal. Mal el cine, mal el taquillero que nos manda a la fila siete, a la fila de los mancos, estando la sala vacía. Mal que den los trailers con la luz encendida. Mal que la imagen saltase. Penoso el doblaje. Chungueras que enciendan la luz antes de poner 'fin'. Las palomitas blandas. Mal. Y la peli, mal.
¿Porqué está Laia en Katmandú? Salen unas imágenes de ella de pequeña, en un cole de monjas, castigada sin poder cantar porque no ha hecho los deberes. Oiga, un momento, ¿está insinuando que se hace maestra para que los niños canten aunque no hayan hecho los deberes? ¿otra forma de educar donde valga todo es posible? En otro flasback pequeñín se nos dice que hay problemas en casa, el padre bebe. Otro flashback nos enseña que ella estaba concentrada en sus estudios y pasaba de su noviete. Otro flashback nos dice que aborta en España porque el niño hundiría su vida. Esos flashbacks son en total unos tres minutos de peli. ¿Porqué está en Katmandú? En el libro estará mejor contado, pero además.... ¿qué sabía ella de Katmandú? Por ejemplo, el tema de los intocables... es como si se acabase de enterar y pone cara de 'no me lo creo, no puede ser, qué me cuentas' cada vez que algún personaje nativo le habla de cosas de allí. Es como si hubiera brotado en Katmandú. De repente estoy en Katmandú y soy maestra y voy a poner en práctica mi idea de la educación. Estupendo. Pero o estás muy, muy, muy de su parte y te lo crees todo, todo, todo, o dices... vaya historia más increíble.
Bueno. Ella está en esta escuela de Katmandú y un día sale a dar una vuelta con su compañera de la escuela y pasan por un barrio de intocables. Ella quiere montar una escuela de intocables. Pero la van a echar del país porque va todo super lentísimo y pfff y hacen huelgas y pfff. Entonces se tiene que casar con Sirin. Matrimonio de conveniencia. Y Sirin es un nepalí guapo y comprensivisimisimo. Que la ayuda en todo. Y ella le dice que no quiere roce ni quiere un matrimoño convencional, porque ser maestra es lo único que le importa. Pero se tiene que quedar en el Nepal y es lo que hay. Como en la peli del porno de ayer es otro caso de 'no te hagas líos, que esto es jugando'. Y como en el caso de la peli del porno, te dan ganas de levantarte e irte. 'Se van a enamorar'. Efectivamente. Fiesta en casa de los padres de él, boda, qué guapo está, me mira, le miro, tracatrán.
La peli transcurre entre fracasos y éxitos. Una niña que era muy buena y muy lista, acaba en un burdel en Bombay y luego la recuperan. Una niña que era muy buena pero que no tenía ni nombre porque al nacer su hermano perdía el nombre lo recupera al final. Abre la escuela para intocables, pero le roban. Su amiga se queda por fin embarazada y luego resulta que va a tener una niña y eso es muy malo. Y Laia no lo entiende. Y nos lo tienen que explicar. Y la amiga aborta y se muere. Y claro, el Sirin.
El Sirin se enamora de la Laia y la Laia está por la escuela más que por el matrimoño. Ya avisaron a Sirin, no te hagas el tonto, Sirin, no ates a ese espíritu libre. Ayúdala a poner arroz, a cargar fardos, a estar en el tema, pero lo primero es antes. Estupendo. Al final el Sirin, en una escena de llantos y tal, le dice a la Laia que se pira, que ya no aguanta más. Y lloran y tal. Es tal la tensión emocional del momento que la acompañante suelta un 'Sirin.. bang' que parece haber estado aguantando durante toda la peli. (Al parecer, en la vida real, el marido de Vicky no era tan bueno buenísimo y algún azotazo se le escapaba)
Y ese es el resumen. Que de tanto ponerte delante de la cara lo fuerte que es Laia/Vicky, lo maestra que quiere ser, lo difícil que es y los sacrificios a los que se somete... que no te lo crees. No es que no te lo creas porque no pueda ser posible. Es así y peor, seguro. Pero que en la peli... pues como que no. Y acaba la película y piensas que si escuchásemos más a Dios Nuestro Señor, pues estos ratos nos los ahorraríamos.

miércoles, 14 de marzo de 2012

¿Hacemos una porno?



Había visto que la anunciaban estos días y la verdad, no tenía interés en verla. '¿Hacemos una porno?' es una película de Kevin Smith. Aunque sale el barbas que salía también en esta de 'Un lío embarazoso' y... en... esa de 'Virgen a los 40', que eran graciosas y tal, esta no me llamaba para nada la atención. Ni siquiera que la muchacha protagonista fuera bastante bastante guapa. Nada. Es una película de Kevin Smith y a mi Kevin Smith no me toma más el pelo porque no me da la gana. Yo ya he visto 'Mallrats' y la otra y la otra. Esas del chaval de la tiendecita. Y no. Ninguna gracia. Mucho hablar de esto y de lo otro, pero al final eran unas películas más simples que un zapato. Chico quiere chica y se enamora de la chica buena que le va a hacer feliz y cosas así. Con musiquilla moderna y mucha palabrota y mucho hablar de comer esto y chupar lo otro. Y la gracieta del Silencioso Bob y el otro amigo. Vamos, que no. Pero ayer, después del fútbol y de pasar por el calvario de cenar una simple ensalada (amigo, amigo, amigo), no vi nada en el periplo por los canales y, a qué negarlo, un par de planos del culete de la Elizabeth Banks, la protagonista, en lo que debía ser el principio de la película, me animaron. Se me movió un poco el monóculo y tuve que sacarme la pipa de la boca. Va. Venga. Una oportunidad.

Zack y Miri son dos jovenes norteamericanos que viven en una pequeña ciudad norteamericana y que viven juntos. Son amigos desde el colegio o el instituto y tienen una relación de super colegas. Desde el Tibidabo. No. Desde más allá del Tibidabo se ve el tema. Bueno. Él es el barbas regordete abandonadejo y gracioso y ella la rubia que está bastante bien y que es inteligente, lista y de buen corazón y un poco pendón cuando quiere. Te tienes que enamorar, claro. Bueno. Los dos viven juntos pero tienen trabajos de mierda y no les cunde. Así que un día se quedan sin agua, otro sin luz... no pueden pagar las facturas. Vaya, si parece que es una película de crítica social. Los dos amigos van a una fiesta de antiguos alumnos del insti y allí se enteran de que uno de los guapos oficiales es gay y su novio actor porno gay. Estupendo. Se enteran además que esos planos del culete del principio los han grabado unos chavales y son 'super vistos' en internet.

Pues nada. Las penurias siguen y al barbas se le ocurre que podrían hacer una película porno. Se te ve el plumero desde Calella de Palafrugell, compañero. Pero en fin. Continuemos. Organizan un casting. Traci Lords. Vosotros sois jóvenes y puede que no estéis puestos en la historia del porno, que no es mi caso (¿?), pero si que os debe sonar Traci Lords. ¿No? Una actriz porno que hizo carrera siendo menor de edad y que luego ha salido en muchas pelis haciendo nada. Pues aquí sale haciendo... nada también. Pero hace gracia verla. También sale otra actriz porno, que he mirado y resulta que es muy famosa pero a mi no me sonaba. De verdad. También creo que sale uno de los dos de la pareja de las gracietas de las pelis anteriores, pero ahora habla y no lleva gorra. Igual me confundo, que también.

Bueno, pues hacen por rodar la película y te ríes y tal con lo de los nombres para la película y esas cosas. Planifican las escenas y claro, se supone que todos tienen que cardar con todos. Pero no, él quiere que ella no carde con todos, solo con él. Qué sorpresa. Qué giro argumental. ¿No será que en realidad él está enamorado? Pim pam, que si llega la escena y en vez de desto, pues hacen el amor. Oh, qué bonito. Lo que sigue es un no me he enamorado, pero me he enamorado, quedamos en que esto era solo una película, rompen y al final se quieren.

Al final se quieren. Hay una canción del nuevo de los Solynieve que en el estribillo incluye un sonoro 'tanta polla, pa na'. Nunca mejor dicho. Otro gol de Kevin Smith, pero en posición dudosa, ojo.

martes, 13 de marzo de 2012

Narsicismo.. o narsicismo... o como se diga



No, nada. Que el otro día quedé con el Pempi para tomar unos algo y quedamos en el Desto. Bueno, pues nada, que no sé qué me tenía que contar. Nos sentamos y me dice que había ido al médico y le habían dicho que nosequé y me lo estaba explicando y me acordé de que yo había ido al médico también hacía poco y le conté que me había salido un nosequé en la espalda, que me estaba molestando muchísimo y ya que estaba pues le dije lo que me había pasado en el ambulatorio, de la gente que había, de un señor que llevaba allí esperando mucho rato, decía él, y que vio que una mujer entraba en el consultorio, una pobre mujer con una muleta y el hombre le llamó la atención y que tenía que entregar un papel y no me di cuenta de más porque estaba leyendo y no me estaban dejando concentrarme. Y ya que estaba le conté que me habían mandado nada más que unas pastillas de paracetamol pero que eso no era capaz de convencer a mi madre de nada y que ella por su cuenta me había comprado una pomada y había insistido en que me la tenía que poner. Y yo le decía al Pempi que de qué le servirá a los médicos tanto rollo con la carrera de cinco años, más el Mir, más la especialización, más las prácticas, más su puta madre, si llega uno de fuera y dice 'nada, eso no es así, que a mi cuñado le pasó lo mismo y se tuvo que ir a una señora para que se lo quitara'. A ver. Cómo te quedas, le dije al Pempi, porque claro, yo no soy muy de contar, pero oye, para una vez que me pasa pues se lo tuve que decir. Y ya que eso pues le dije que estaba un poco mejor, pero que mira, entre lo de la rodilla, lo de la espalda, que llevo unos días que también parece que me falla un poco la vista, porque no sé si es por la pantalla del ordenador de casa o qué, pero cuando acabo de mirar el portátil en casa, como que no veo igual. Y no sé si ir al oculista a mirarme las gafas nuevas, porque me las tendré que mirar, le dije al Pempi, que vi que llevaba unas gafas nuevas él también, pero no le pregunté de dónde las había comprado, porque yo tengo que ir a comprarlas al sitio al que voy siempre. Es que soy muy así. Tengo que ir al mismo sitio porque si no siento como que es una traición o algo. No sé. Y el Pempi quería seguir hablando de lo que le había dicho el médico, que creo que iba de algo de los nervios. Y ya le tuve que decir que eso de los nervios que era algo muy poco fiable. Que hoy en día los médicos se agarraban a eso de los nervios para explicar cualquier cosa y así se quitaban de encima la responsabilidad. Porque a ver, le dije, yo por ejemplo, a ver quién me dice que esto de la espalda es de los nervios. Porque la médica me dijo que podía ser de los nervios, pero claro, a ver si las pelotas, si es de los nervios todo es de los nervios. Yo no me noto especialmente nervioso, muy nervioso, muy nervioso. Soy nervioso, porque soy nervioso, pero no soy especialmente nervioso. No sé si me explico. Porque lo que no soy es activo. Tengo nervios, pero no soy de agobiarme por las cosas, que es de lo que dicen que te pones malo. No. Yo soy más de, no sé. Me estaba diciendo el Pempi que él si que creía que lo de los nervios podía influir en la salud, y yo no sé porqué pero me acordé de que una vez me salió una pupa en el labio, bueno, me salen pupas a veces en el labio, y la mayoría de las veces, le dije al Pempi, la gente opina que debe ser de los nervios, o de fiebre. Y yo les digo, pero a ver, si la mayor parte de las veces me salen las pupas de noche, cómo va a ser de los nervios si estoy durmiendo. De noche no te pones nervioso, vamos. Si estás durmiendo. Que hay veces que si que es verdad que sueñas cosas que te inquietan. No sé. Lo estuve pensando mientras el Pempi me contaba, pero la verdad es que entre unas cosas y otras, no le hice demasiado caso al pobre Pempi. Si que le vi que tenía mala cara. Sería por eso de los nervios que decía, pero al final no me quedó claro. Y es que no sé que me pasa últimamente que no atiendo.

lunes, 12 de marzo de 2012

El encajador





Como no todo va a ser hacer el animal por las calles, también tengo mis momentos de leer y aprender cosas sobre temas varios, así que el otro día agarré el segundo tomo de 'Genotipos y más cosas' de Nadiezhda Chunaikova y, casualmente, mira:





'Llegados a este punto, bueno es que nos fijemos en la figura del encajador. Dos tipos de encajadores son los que hemos llegado a contemplar. El primer tipo de encajador o encajadora sería el encajador pasivo. Aquel tipo de encajador que, pongamos por caso, es la pareja de alguien especialmente extrovertido, hablador, parlanchín, un fenómeno o fenómena que entabla conversación con este y aquel. Que se pierde más que un lápiz chico, que parece qué pero no llega a, aunque todo el mundo puede ver que quizás podría darse el caso y que a ver, no es que una sea de criticar, pero es un poco cómo diría... Vamos. Que ella o él están en un segundo plano, contemplando como su acompañante, que no tiene tampoco por qué ser la pareja o el esposo, puede ser un amigo o un allegado, se lían, charlan, se ríen, comparten, se acoplan y van. Y mientras, el encajador va asimilando las situaciones, poniendo si no la mejor cara, si la única cara posible. El encajador asume que el otro es así, que no puede hacer nada y que a quién Dios se la de, San Pedro se la bendiga. El encajador asume que quizás el final venga derivado de alguna extralimitación o de no saber dónde colocar la raya del 'hasta aquí'. O no hay que poner ninguna raya, y pasar de ser un encajador a echarse a un lado y dejar que el otro siga su camino si es que la capacidad de sufrimiento, es decir, de encajar, llega al límite. El encajador pondrá su mejor cara en este caso, cuando alguien, que posiblemente haya sido encajador también o lo esté siendo en ese mismo momento, reconozca los síntomas y los identifique con un 'tío, eres un encajador'. Y el encajador sonría y diga 'no lo sabes tú bien'. Y cuando ha llegado ese momento, será la hora de irse y ánimo muchacho.





El segundo tipo de encajador que hemos contemplado podríamos decir que es un encajador activo. Es aquel que hace, que comete, que queda mal, que mete la pata, que ha dicho lo que no debía, que ha llegado cuando le ha dado la gana, que no ha pagado, que lo ha roto, que lo ha fastidiado todo, que ha quedado como robaesteras, que ha hecho más de una y ha vuelto con la misma cara de siempre. Un encajador. Aguanta las críticas, las malas caras, los reproches, las indirectas, las desconexiones temporales de los demás, aguanta y aguanta. Y siempre está ahí, como si no pasara nada. El encajador que te la ha hecho y que después de aguantar el chaparrón, vuelve con la misma cara como todo hubiera sido un sueño y no se acordara para en cuanto te des la vuelta, volvértela a hacer. Un encajador que es capaz de dar una explicación absolutamente inverosímil sobre la tropelía cometida, y que te aguanta la mirada aún cuando sabe que lo estás o la estás fulminando y pasea impune con la convicción no sólo de haberte engatusado, si no que en su fuero interno ha dado por válida su propia versión de los hechos. Un encajador menos simpático que el anterior, pero igual de común.





¿Qué puede haber más? Puede haber más, pero por aquí cerca sólo hemos encontrado estos. ¿Qué viene ahora? El enfadado.'





El enfadado, ya si eso.





viernes, 9 de marzo de 2012

Miscelánea



El otro día, el concierto de los Triángulo, la cantante (tan guapa ella), preguntaba al público si les gustaba que la canción que iban a tocar tuviese ese final 'progresivo' o no. Ella opinaba que no. La canción en cuestión, muy buena, incluía en esa parte final un tintontinton que reconocí al momento. Y al cabo de pocos segundos ya lo tenía fichado. Era del Autobahn de Kraftwerk. Los extremeños se tocan. Todo tiene su relación. Kraftwerk con Triángulo, Hawkwind con Stereolab. Aquí tenemos a los Kraftwerk interpretando una versión de ocho minutos de Autobahn que se pasan tan ricamente. La arruga de la camiseta de Kraftwerk no la he conseguido eliminar en ocho o nueve años que debe tener la camiseta. Tantos años... qué viejo, madre.



Por motivos que no vienen al caso, el otro día me vino a la cabeza de nuevo esta canción. Vestido azul, del color que tiene el mar. Qué narices. Del color que tiene el maaaaaaaaaaaaaaar, vestido azuuuuuuuuuuuuuuuuuuul. Qué canción más bonita, leches. Hacía años añísimos que no recordaba este temón, que fuera banda sonora de un montón de fiestas parkacheras y que había que cantar con la boca bien abierta. Lo que no recuerdo ahora es haber visto nunca el vídeo, de Shelly y Nueva Generación, interpretando el tema Vestido azul en televisión. Vestido Azul. Del color que tiene el mar. En un día primaveral. Métansela en la cabeza y la vida les irá mejor. No es cierto, pero no pierden nada por probar.



El fútbol. Este blog, este nuevo espacio todavía no tiene ningún bollo. No lo hemos rayado todavía. Como unas bambas limpias, que si, que son bonitas, pero que todavía no las tienes por la mano. Vamos a hacerle el primer bollo a este espacio. Canciones guapas hay un montón, canciones sentidas hay a patadas. Pero himnos a un equipo de fútbol que no es el tuyo... amigo. Si no les interesa el fútbol, les presento a Silvio. El gran Silvio con su majestuoso Betis. Ayer viendo el fútbol y disfrutando más que rascándome un sabañón, y con la cancioncita acompañando. El gerente del betis, el gerente del betis, el gerente del betis. O o o o. Qué enorme canción. Primera visita al taller del blog.



Porque la sangre tira hacia el río, o algo así. Y por mucho que lo neguemos.. betis. Esta noche concierto del Grupo de Expertos Solynieve. ¿Que no tocarán esta? ¿Cuánto falta para la Semana Santa y bajar al pueblo? Falta un mes o así. Esta noche otra vez a lo mismo, a hablar de Triana, a hablar de Silvio, a acordarse de las cervecitas en la plaza, de las tapas de huevos de codorniz, del calor brutal en el mes de agosto, de lo agustito que se está con ese calor, de lo graciosas que son mis primas, de lo verde que está el campo en Semana Santa, de las siestas interminables, de la mahou bien fresquita. Una de Silvio versioneada por los Solynieve que caerá hoy y ya la tendremos liada otra vez. Sureños. Pero ahora me he acordado de que la inspiración me cogió trabajando... pues las dos. Ya les contaré cómo nos ha ido.




Nos vamos a ir yendo con el juego de las siete u ocho diferencias. Canción francesa. El otro día, aquí con el compañero de las maquetas, empezamos con el pom, pompom, pompom. ¿Quién cantaba la canción? Ustedes no lo recordarán pero regularmente, cada cuatro meses o así, nos viene la cancioncita de marras. Pom, pompom. Ayer la respuesta (quizás porque era la enésima vez que nos lo preguntábamos y que nos respondíamos) fluyó con rapidez. Dos canciones. Aline, de Christophe. sulesaaaaaaable, consuvisaaaaaage... qué enorme canción. Qué cosa más bonita y más bien hecha. e je cgieeee cgieeeee, aline... el copón de bonita, no me dirán que no. Incluso con la cara de muerte que tiene el tal Christophe.



Pero es que justo al ladito está el señor Hervé Vilard con la inempatable 'Capri Ces't fini'. Y es que es casi casi casi igual. O no. No sé, pero el pom, pompom, es innegablemente de esta. De la del Hervé. El vídeo es también de los de no te lo pierdas. Nen. Uf. Qué canción más canción. Pom pompom. Y el compañero explicando cómo arrimaba la cebolleta en esta. Esta era de arrimar. Y la de antes. Y lo de los codos, codos dentro, codos fuera. Pues eso, que una vez que se entra en el bucle de los franceses, ya no hay quien pare. Que si Alain Barriere, que si Polnareff, que si Dutronc... mal. Se acabó, pompom.



Y listo Calixto. Que si eso, este finde nos vemos. Y si no nos vemos, que vaya bien. Pero hacemos por vernos. Buen finde.


jueves, 8 de marzo de 2012

Los malos IV

No hay más que verle para darse cuenta de que es malo. Es malo porque es negro. Porque lleva el cuerpo lleno de abalorios. Porque es hortera y cantoso. Porque le gusta el lujo y es refinado. Porque no es un hombre como dios manda. Es malo porque se perfuma para tapar su mal olor. Es malo porque no es como yo. Es malo porque es casi una mujer. Es malo porque quiere venir a mi país. Es malo porque es estrafalario. Es malo porque sostiene que su civilización es distinta a la mía, y se atreve a decirme, en mi cara, que es razonable mantenerla como está sin que yo le diga lo que tiene que hacer. Es malo porque se empeña en ir a la contra. Es malo porque no se ríe con las cosas que a mí me hacen gracia. Es malo porque no asume su inferioridad. Es malo porque le digo que vaya allí y el muy cabrón no va. Es malo porque brilla. Es malo porque está haciéndome sombra. Es malo porque necesito que sea malo. Es malo porque tienes que creerte que es malo. Es malo porque siendo malo parezco más bueno. Es malo porque no asume que tiene que dejarse de tonterías y trabajar por lo que yo le diga. Es malo porque quiere hacerse el bueno. Es malo porque me pone buena cara por las mañanas. Es malo porque me molesta. Es malo porque busca entre los containers. Es malo porque lleva un turbante. Es malo porque tiene la barba cerrada. Es malo porque no entiende que el índice de la deuda pública, sea este el que sea, es el que tiene que reducirse y que la confianza que deben tener en nosotros los mercados es superior a los derechos que podamos ceder. Es malo porque tiene cara de indio. Es malo porque quiere ir a la suya. Es malo porque le dices que salte, y no salta. Es malo porque en la película sale con la voz distorsionada. Es malo porque acostumbra a ponerse de perfil y no afronta los problemas con hombría y decisión. Es malo porque es mala. Es mala porque no asume que es mía. Es mala porque se cree muy lista. Es mala porque se me sube a la parra. Es mala porque es la única que me quiere, que yo quería a otra y me he tenido que conformar con esta. Es mala porque quiere ir a trabajar la muy... Es malo porque tiene un trabajo fijo. Es malo porque no se ha creído el último informe que le he pasado. Es malo porque se ha puesto a rezar y me ha molestado. Es malo porque toda la vida he creído que era malo. Es malo porque es relativo. Es malo porque lleva los colores de la camiseta que no me gusta. Es malo porque desde 1714 me está dando por el ñaca. Es malo porque desde 1714 no asume que debe dejar de dar por el ñaca. Es malo porque lleva cadenitas. Es malo porque lo hacen los chinos. Es malo porque es chino. Es malo porque no te puedes fiar de los argelinos. Es malo porque dijo que vendría y no ha venido. Es malo porque huele a pies. Es malo porque pensaba que iba a ir de una manera y resulta que va de otra. Es malo porque me asusta que me guste. Es malo porque tengo miedo. Es malo porque me quiere convencer de algo que yo creo que no. Es malo porque mira como habla. Es malo porque mira qué gestos tan amanerados. Es malo porque me recuerda a mi primo Juanramón. Es malo porque sacrifica un cordero cada nosecuantos. Es malo porque a lo mejor tiene la posibilidad de quizás no descarto puede que. Es malo porque sabe demasiado. Es malo porque estábamos hablando el otro día de ir y él puso pegas. Es malo porque no me está dando lo que me dijo que me iba a dar. Es malo porque lo digo yo.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Los malos III

Jean Janvier Joujouier nos cuenta algo que viene bien para seguir abundando en el tema, en su colección de cuentos 'Mezquinos de la provincia' :
'Los habitantes de la comarca no les veían el pelo, porque vivían completamente aislados del mundanal ruido, recluido en las faenas del campo, en el mantenimiento de una finca que habían arrendado a un señorito de la capital, que nunca visitaba sus tierras. Tan sólo un recaudador visitaba aquellos terrenos una vez cada tres meses para llevarse el capital que le pertocaba. El matrimonio Foufaller pasaba los días, las semanas, los meses y las estaciones, abnegadamente recogidos en el trabajo, en las tareas, en vigilar los sembrados, en desparasitar las viñas, en cavar, en arar, en sembrar, en cuidar de los animales, ordeñar las vacas, engordar los cochinos, hacer, trabajar, deslomarse. Ambos habían nacido en un pueblecito cercano y se habían trasladado a esa finca al poco de casarse. Gaston y Jean. Ya casi no recordaban desde cuándo estaban aislados en aquella porción de tierra, trabajando de sol a sol, sin acordarse de nada ni de nadie. Tan sólo, una vez a la semana, Gaston iba al mercado de Saint Marcelin a vender diversos productos de la finca. Todo lo que sacaba de aquellas visitas lo guardaba en una caja que el recaudador se llevaba sin casi dirigirles la palabra. Gaston, en sus visitas a Saint Marcelin no hablaba con los tenderos que le compraban el género, no se detenía en la taberna a refrescarse, no conversaba con los gendarmes si quiera. Llegaba, vendía su producto -las mejores remolachas de toda Francia- y se iba. En la finca le esperaba Jean, haciendo un puchero con cuatro patatas y una col. Todos los días comían lo mismo. Cuando moría algún animal, accidentalmente, hacían algún guiso con carne endurecida si el animal era viejo, pero habitualmente dejaban que la carne se pudriera, para que el recaudador no se lo cobrase.
Gaston y Jean llevaban mucho tiempo casados. Practicamente no se hablaban, porque no tenían nada que decirse que no fuera referente a las faenas del campo. Un día, Jean, empezó a vomitar mientras recogía patatas. Siguió en el sembrado y al cabo de un rato volvió a vomitar y cayó al suelo. Gaston la cogió y la llevó a casa. Jean estaba blanca, más blanca aún de lo que era en estado normal, porque ni siquiera el sol que la calentaba todos los días había conseguido tostar su piel. Blanca y más blanca. Jean pidió a Gaston que le diese un vaso de agua, que enseguida se repondría. Gaston le dio el agua y miró a su esposa con gesto contrariado. Ese mareo no era normal y les estaba retrasando. Tenían trabajo que hacer. Al cabo de unos minutos volvieron a salir al campo y Jean a la media hora de estar agachada volvió a caer desmayada. En su faldón tosquísimo había manchas de sangre. Gaston no sabía que hacer. ¿Coger el carro y llevar a su mujer al médico? No podía interrumpir su trabajo de esa manera. Acostaría a su mujer hasta que estuviera mejor. Él podría hacer el trabajo de ambos durante unos días. Si la cosa se alargaba siempre podrían esperar a que viniese el recaudador para preguntarle qué hacer. Le hizo un caldo a Jean y siguió trabajando. Cuando ya de noche volvió a casa Jean había muerto desangrada.
Gaston enterró a Jean detrás de la casa y siguió trabajando. Al cabo de quince días llegó el recaudador y preguntó por Jean. Al enterarse de su fallecimiento, el recaudador tomó nota. Dos días después, un matrimonio joven, el recaudador y un gendarme se personaron en la finca. Gaston debía de marcharse y dejar su puesto a aquel matrimonio. Le dieron unos pocos francos por el trabajo prestado y le pidieron que se llevara el cuerpo de su difunta esposa a otra parte. Gaston, que aunque huraño y poco hablador siempre había sido pacífico, no entendía nada. En un ataque de ira se abalanzó sobre el recaudador, pero rápidamente el gendarme le redujo con dos disparos en el pecho.
- Estos salvajes... -dijo el recaudador.
El mismo carromato en el que habían venido, se llevaron los cuerpos de los Foufaller.'

martes, 6 de marzo de 2012

Los malos II

¿Era más malo Doriot que Bombacci? Sobre Bombacci ya escribí en otro sitio, hace mucho tiempo, sobre el riesgo de ser Bombacci, de caer en la trampa, en el error, en la fascinación por el contrario pensando que es de los tuyos. En creer que el contrario es como tú. Que Mussolini es lo que en realidad deberías ser. Que el fascismo es el comunismo, el verdadero socialismo. La confusión y lo bonito es ver que te halagan mientras a tus antiguos compañeros los matan a tiros o les obligan a largarse. Tú eres agasajado y condecorado. Bombacci y el peligro de ser malo sin saberlo. Pero Doriot es distinto.
Porque Doriot es malo a sabiendas. Doriot se convierte en lo peor por resentimiento, por venganza, por rencor. Y crea y teoriza e incluso hay gente que se cree que realmente Doriot pensó, teorizó y preconizó. Doriot no hizo nada. Doriot solo descargó su rencor.
Jacques Doriot es hijo de trabajadores y va a la Gran Guerra y le condecoran. Trabaja, se sindica, entra en la vida política, Juventudes Comunistas, se hace el sheriff del condado en las Juventudes. Fiel seguidor de la postura del Partido Comunista Francés, llega a ser alcalde de Saint Denis. Era todo un crack Doriot. Buen orador, con carisma, va a la Unión Soviética... pero, ay. Se le ocurre que en vista de que el Partido no alcanza sus objetivos por si mismo, podría formarse una especie de Frente Popular, uniendo fuerzas con otros partidos... nanay. El Komintern en esos años no está por la labor. El enemigo es tanto la derecha como la socialdemocracia, así que nasti de plasti. Doriot se toma muy mal este desaire. Empieza a disentir, pugna por el liderato del partido y pierde. Le llaman al orden, que haga la clásica visita a la URSS que le tienen que contar una cosa. Se huele el tema, y no va. Se va del partido. Crea una formación propia. Empieza a echar pestes de los comunistas. Fatal. El resentimiento, qué malo es. Sigue empleando una oratoria obrerista y tal. Pero contacta con un rico empresario que le paga el partido nuevo. El PPF. Partido Popular Francés. Mediados de los años treinta.
Va derivando. Se convierte en el teorizador de un partido fascista francés. Super francés. La mar de francés. El comunismo es el enemigo de Francia. Su enemigo. Desfiles brazo en alto. El símbolo de la cruz. La patria, la familia, el orden. Los nazis no le molan mucho, porque él es super super francés. La Guerra estalla. En 1939 se alista y le condecoran. Pero cuando Francia es ocupada... se pasa al gobierno de Vichy. Colaboracionista. Monta una Legión Francesa. El comunismo es el enemigo, no los nazis. La guerra, etc. Cuando De Gaulle entra en París el se larga a Alemania. Muere en un bombardeo mientras viajaba en coche.
Personaje detestable. Oportunista. Resentido. Capaz de montar una ideología por despecho. Doriot muere en la carretera. Nicola Bombacci muere fusilado por los partisanos y su cuerpo colgado en la gasolinera de Piazzale Loreto, colgado junto a Mussolini. Doriot, Bombacci, Déat... el mismo Mussolini gente que empezó en un lado y se pasó al otro con todo el equipo. Por despecho, por maldad, por convencimiento. Qué miedo dan. La fe del converso. El que estuvo en un sitio y salió mal. Es el peor.
Hay otros casos, curiosos, como el de Georges Valois, que estuvo en un sitio, viró al otro, volvió al redil y muere en Bergen Belsen. ¿Fue malo y se volvió bueno? ¿Fue bueno, luego malo y luego bueno?
Sólo sé que cada vez que me da el punto y me acuerdo de Bombacci y de Doriot, leo y busco cosas, y miro y veo... leo con miedo. Con repulsión y al mismo tiempo curiosidad. ¿Cómo alguien puede pensar en una misma vida una cosa y la contraria? ¿Cómo se puede poner la misma fé en lo contrario si no es lo mismo? Las vidas de los malos. Malos de verdad.

lunes, 5 de marzo de 2012

Los malos

Todo comienza con una conversación en la barra de un bar. Quitémosle romanticismo al asunto. En la barra del bar a media tarde, esperando a un colega que tiene que venir pero que no va a venir, así que nos bebemos estas cañas y nos vamos. El bar en cuestión es un bar frecuentado por gente joven y de aspecto fácilmente reconocible. Reconocible de tal manera que entramos en el bar con los ojos cerrados. Si estos están aquí, el bar debe ser bueno. Los buenos y los malos. Teorizamos mi colega y yo sobre el aspecto de esos jóvenes, desde la perspectiva de la edad. Nosotros no fuimos así, pero casi. Pendientes en la oreja, no. Mullet, yo no. Capuchas, alguna vez. Sudadera de banda de rock... también. Pendientes en las dos orejas. ¿Cómo das el paso para ponerte dos pendientes en las orejas? Hacemos bromas sobre el tema y sobre cómo algunos de estos chavales, luego de mayores, se mantienen en la estética, contra viento y marea. Porque los heavys deben cambiar, pero ellos, pueden seguir con el mullet, los dos aretes, el chandal, la ropa cómoda por si hay que salir huyendo. Los heavys no. Y nosotros hace mil años que no somos nada. Y sale en la tele Chuck Norris. Los buenos y los malos.
Y ahí me lanzo. Observo que en cada episodio de la serie de Chuck Norris, salen unos malos. Unos malos que no son siempre los mismos, aunque no sigo la serie de Chuck Norris y no sé si hay unos malos fijos, así que supongo que esos malos los irán cambiando en cada episodio. La serie de Chuck Norris, Walker, se basa, digo yo, porque no la he visto nunca, en que cada día Walker se encuentra con una 'maldad' y como es un policía implacable, la remedia. Cada día, hay un malo. ¿Cuántos años lleva esa serie en antena? ¿Cuántos malos hay? No solo eso, porque se supone que en casi todas las series americanas, CSI's... no sé cuántas más, siempre hay un malo. Una persona que es mala y que comete un acto delictivo. Walker lo engancha, claro, pero el malo está ahí. ¿Cuántas personas malas hay? Estados Unidos debe ser un país en el que los malos deben abundar. Hablando con este colega, me salía, casi la mitad de la población de los Estados Unidos como entrullable. Demasiados malos. Porque se puede ser mala gente, tener mala baba, no ceder el asiento a los ancianos, orinar en lugares donde no se debe, no dejar avanzar en las escaleras mecánicas, hacer huelga en plena Feria de los Móviles... pero otra cosa es delinquir. Matar, robar, estafar. Eso debería ser puntual, pero en las series americanas es cotidiano. 'Y hay que sumar las películas', insistimos. 'Y las series de otros países que quieren parecer americanas, que también'.
Por las mañanas voy a tomarme el café con leche al bar de la esquina. Tienen puesta una serie alemana, en la que el esquema de buenos contra malos se repite. También debe haber un cesto de malos en Alemania. Que no sé hasta que extremo esos malos alemanes son peores que los malos americanos. Mejor no preguntar. En el bar hay un señor. Un señor extraño. A mi me lo parece. Este señor lleva gafas. Pero no lleva gafas. Las lleva puestas, pero no para ver con ellas. Tampoco las lleva en la cabeza. Las lleva en la frente. Como cuando llevas las gafas en la frente, porque te cansas o algo, o te aprietan, pues así. Pero este señor lleva las gafas así siempre. Es un señor extraño. Habla con voz fuerte. Pero no grita, no. Habla fuerte. ¿Es un señor bueno o malo? Me juego las llaves de mi piso a que es buena gente. Pero de la misma manera, no lo trago. No entiendo lo de las gafas. Si yo fuera Chuck Norris, en la serie Walker, sospecharía de él. No cumple con la norma. Las gafas de llevan o no se llevan. Las llevas puestas o no. Las tienes o no. ¿Porqué llevas las gafas así siempre, señor mayor? ¿Qué escondes? ¿Qué vida llevas?
¿Quién es el malo aquí? ¿Yo, que pienso mal? ¿Él, por ser diferente? ¿Los dos? No pido una valoración. Somos malos todos. Yo por pensarlo, pero él... él seguro que también. Porque nadie puede ser bueno llevando las gafas así. No puede ser. Algo esconde. Algo turbio. Gafas de ver sin ver. En las series españolas el malo suele ser un malo fijo. No nos da el presupuesto para tantos actores malos. Un malo, dos, y al tercer episodio ya sale el malo perenne que puteará al bueno. Malos que llevan gafas de sol. Pero no malos desconcertantes como este. Malos que no se disfrazan de malos con dos pendientes en la oreja, con el chandal y la camiseta de la selección de Euskadi. Tengo que estar alerta. Más de la mitad del país debe ser mala. Tengo que vigilar.