Mostrando entradas con la etiqueta cultura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cultura. Mostrar todas las entradas

viernes, 27 de junio de 2025

Echo Valley - Michael Pearce



Cuesta una enfermedad ver una película. Últimamente elegir un film es una cuestión bastante ardua. Algo en lo que concentrarte durante dos horas a tope, que tienes que empezar y acabar, sin la dinámica de ver un episodio, luego a ver si el siguiente, no me engancha, me engancha, la dejo a la mitad y la retomo, una suerte de dilatación en el tiempo, estamos viendo nosequé, estamos viendo nosecual, hemos empezado tal, llevo tres episodios y bueno, a ver. En cambio, la película es otra cosa, porque si eres un clásico, un antiguo, lo que pretenderás es empezar y acabar la película de una sola sentada, cosa que cuesta, porque, y si no me engancha, la tengo que dejar, la paro y sigo, al final esto es una chusta que flipas, es que tres horas y pico a ver cuándo me voy yo a la cama, qué cosa más cutre, me esperaba otra cosa. Si una serie no te mola, la dejas y ya, pero el sacrilegio de no terminar una película qué tal. Es que el mundo está cambiando tanto y la forma de consumir productos culturales, verdad. Yo que sé, cuánto tiempo voy a tardar en decir 'antes tal'. ¿No? Echo Valley está en Apple y en el cartel no eres capaz de discernir quiénes son las protagonistas aunque su nombre esté escrito en ellas. ¿Se ha operado Julianne Moore? ¿Se ha operado muchísimo Julianne Moore? ¿Y la otra chica no es la chica aquella de la serie aquella que ahora no me acuerdo del nombre pero salía la Zendaya? Vamos a ver el trailer. Ver el trailer es una movida también porque el trailer puede que te condicione todo y a lo mejor ya ves por dónde va a ir la película y lo mismo el trailer engaña. Puede ser, todo puede ser. Yo solo digo que con esta peli tuvimos que ver el trailer primero para comprobar que no, que Julianne Moore no se ha operado y que sí, la protagonista es la misma chica aquella. Pero bueno. La película. Pues la película es un torrente de desgracias así a cascoporro y mucha mala ostia y joder la niña y todo mal y pobre mujer y no ves que la cosa vaya a remontar. No va a ser la película del año, pero es una buena película para pasar el rato siempre y cuando estés dispuesto a soportar un buen rato de desasosiego y de mal rollo. Luego se pasa. Y ya has visto una peli y puedes decir que has visto una peli, porque a ver, es que no hay tantas pelis, que tienes como millones de películas y entre unas que ya las ves venir que son malas de denunciar y otras que no vas a entender o otras que es que no son para ti, pues no te creas. Al final, series que si fallas pues no pasa nada o docus musicales que aunque el grupo no te guste pues aprendes tus cosas. 

lunes, 13 de enero de 2025

Alaska Revelada. Contra el olvido.


Lo primero que diré sobre el documental de Alaska es que uno espera que en un documental sobre un personaje que ha fundamentado su popularidad a partir de la música, se aproveche para hablar de música. Y de música se habla, pero no se habla. Se habla del mundo de la música en España, se habla de los personajes del círculo de Alaska durante la llamada Movida, pero no se habla de la música. Por entrar en materia, hecho de menos que se diga porqué aparece una canción como Bailando durante la época de Pegamoides, a qué se debe, quién la inspira, de dónde sacaron la inspiración. Desde el punk atolondrado de los Kaka de Lux hasta llegar a Fangoria, la evolución musical de los proyectos en los que participa Alaska no queda explicada, quizás porque lo que interesa es el personaje y no el contenido del personaje. Nos interesa saber de Alaska, saber más de Alaska, de su vida, de sus relaciones, de sus amistades, de ciertas opiniones sobre su vida, sus milagros, sus buenas y malas rachas. Nos interesa saber de ella y, sabiamente, obviar elementos que ya nos resultan repelentes como la figura de Mario Vaquerizo, que aparece en un discreto y serio segundo plano y solo al final del tercer episodio adquiere relevancia. Sabremos así cómo fue la infancia de Olvido Gara, sabremos de la influencia de su madre, de las vicisitudes de su nacimiento, de su físico, de la influencia de su abuela, de la no influencia de su padre (por cierto, refugiado político), de su formación, de sus conocimientos teóricos y la plasmación práctica, de sus complejos y de sus crisis, de sus depresiones, de sus operaciones estéticas, de sus amistades, de su relación con las drogas, de sus amores, de sus opiniones sobre el respeto y la diversidad, pero salvo en el segundo episodio en el que se habla explícitamente de su carrera musical, creo que me falta conocer algo más sobre su opinión sobre la música. Sobre su música. Sobre la música que ha interpretado, sobre sus pocas composiciones. Alaska, por ejemplo, nos deja sin saber cómo captaron que había que lanzarse a la música electrónica después de Dinarama para llevar a cabo Fangoria y todo parece fruto del azar, de algo que pasa, de supervivencia, pero sin dedicarnos unos minutos a saber porqué más allá de mostrar su regocijo cuando participan en un Sonar de hace mil años y ahí ven que sí, que han conectado con algo. Alaska es un personaje contradictorio, o mejor dicho, que evoca sentimientos encontrados. Recomiendo que antes de ver el documental escuchen la entrevista en Jenesaispop a la autora del libro sobre los pijos de España, porque retrata mucho de lo que aparece en el libro, aunque no se cite a Alaska durante la entrevista y sí algo de la Movida ya que esta se hizo meses antes. Alaska significaba una imagen de algo que nos llamaba la atención, rompedor, pero popular, excéntrico pero cercano, nos hizo compañía cuando niños en la Bola de Cristal (por cierto, qué poquito se habla en el docu de La Bola de Cristal y de cómo sirvió ese programa para popularizar su imagen y hacerla asumible y querida para millones de personas, sobre todo niños y niñas entre los cuales me incluyo, de la cual creo que sigue viviendo y que supongo que por asociarse demasiado a 'lo progre' de aquellos años se ha minimizado y eso ya dice mucho de todo), la creíamos de los nuestros, abanderada de reivindicaciones del colectivo LGTBI, pero. Pero, en los últimos tiempos su imagen se ha visto deteriorada. Excesivos flirteos y compadreos con la derecha madrileña han ensuciado su imagen. Magistral Jesús Ordovás cuando dice al hilo de esta polémica que ocupa el trecho final de la serie, que Alaska se ha equivocado y que, en un momento de polarización extrema, no ha calculado lo que debía hacer. Acto seguido es la propia Alaska la que dice que ella sabe bien dónde está y que es herencia del punk y que tal y cual. Pero el daño ya está hecho. Y sin embargo, ni siquiera ese coqueteo o conchabeo con la derecha absurda madrileña, me sirve para despreciar del todo a Alaska. Este documental, supongo que calculadamente estudiado para revisar en positivo una figura que saben que está manchada, nos sirve para recuperar todo un caudal de imágenes, de situaciones vitales, de músicas, de canciones, que están ahí y que nos cuesta separar de una persona con algunos 'oscuros' recientes que bueno bueno. Alaska, Olvido, habla de Alaska y de Olvido, de cómo ha conseguido convertir a Alaska en un referente para muchas cosas, en un espejo que ha interpretado las aspiraciones de tanta gente que ha creído que ser Alaska, salir en el Hola, tocar en el Rockola, era posible, y quedarse con la pasta, también.  Como apunte final, las canciones de Alaska, especialmente las de Fangoria, creo que conectan con un algo de mucha gente que, ya con una edad, no se resignan a dejar de ser y que a la misma vez, se resignan a ser parte de algo que ya no van ni ha transgredir, simplemente que van a disfrutar, a estar bien, a vivir la vida. La canción No quiero más dramas en mi vida, solo comedias entretenidas... me parece epítome de todo esto. Alaska con este documental se reconstruye, se reivindica, pero creo que pierde la ocasión de hacerlo, no desde lo meramente personal, sino desde lo que principalmente ha aportado o ha sido su fuente primera de popularidad, que es la música. Alaska no quieren que la recuerden como la tertuliana de Jiménez Losantos o como la esposa de Vaquerizo del que todo el mundo se ríe, quiere trascender como algo más serio y creo que tiene material como para poder hacerlo. No te olvidamos, Alaska. 

jueves, 12 de diciembre de 2024

La cultura popular, tu cultura popular


 La vida que llevo no deja mucho espacio para la experimentación científica o los trabajos de campo, así que me circunscribo a lo que me queda cerquita y en eso me baso. Otros y otras harán otras consideraciones y lo tendrán más fácil a la hora de reflexionar, yo hago lo que puedo con lo que tengo. Así que el otro día bajé a comprar el pan al MacXipan. Que podría haber ido a la Maritene (o Maritere) que está exáctamente a la misma distancia, podría haber ido, pero total para una barra que me voy a comprar únicamente para las tostadas de la mañana ahora que he decidido que voy a desayunar tostadas con aceite en casa, pues me la compro en el MacXipan y qué pasa. Que bajé al MacXipan y esperando a que me atendieran escuché la conversación entre la dependienta y una clienta. Supuse que la conversación giraba en torno al reciente concierto de fin de gira de Camela en L'Hospitalet y era la dependienta la que argumentaba que Camela era un grupo que no recibía el reconocimiento que se merecía. No les ves en ninguna parte, no salen en ningún sitio y ahí los tienes, llenándolo todo. Y no se llevan ningún premio, no como otros, que están todo el día en todos sitios y no cantan una mierda, como el Omar Montes ese. La clienta le daba la razón sobre la poca significación o reconocimiento del dúo madrileño, epítome de la música del extrarradio y cuando ya digo extrarradio estoy calificándola de una manera que indefectiblemente la sitúa por debajo de la música. La música. Yo no escucho a Camela, nunca lo he escuchado. Tampoco he escuchado nunca a Estopa. Ni mucha de la música que se escucha a mi alrededor. He escuchado otra música y no pasa nada. Pero me vengo a referir. La queja de la chica de la panadería está más que justificada y es, atención a lo que voy a decir, otro síntoma más de que hay algo que nos estamos perdiendo. Y esa falta de atención a lo que piensa sobre lo que consume, sobre lo que le gusta, sobre lo que percibe como suyo nuestra gente, esa queja, hay que tenerla en cuenta, porque en esa queja se encuentran muchas de las causas de lo que está pasando y lo que está pasando es que hay una pérdida de pie de lo que se llama la cultura progresista respecto a la cultura popular. Una cultura popular que existe y ha existido al margen de los radares de lo comercialmente significado por no hablar de lo que se quiere vender como culturalmente aceptable. La cultura popular no es solo los coros y danzas, es la manifestación contemporánea de lo que produce la gente trabajadora. Lo que produce y lo que consume. Que un gañán como Dani Martín haga alarde de no gustarle el reggaeton no significa nada porque al final Dani Martín dime tú quién es, pero ese rollo de que el reggeton es mierda y que ya no se escucha música como antes, dice cosas. Pero no vamos a hacer el alegato sobre el reggeton, nos vamos a centrar en Camela (aunque no vamos a hablar de Camela) y de lo que pasa cuando crees que la cultura es la Cultura y que lo demás es algo pintoresco, exótico, a lo que queda bien adherirse cuando te quieres dar una pátina de 'barrio' o 'popular', pero sin creértelo demasiado, sin hacer de eso algo homologable, porque lo verdaderamente promocionable y vendible y a lo que te puedes y debes adherir es otra cosa. No veo los informativos de ninguna otra cadena que no sea TV3. En estos informativos, sí, naturalmente de vez en cuando aparecen Estopa y supongo que también salió Camela (quiero creer), pero habitualmente, la cultura es otra cosa. Liceu, teatro, literatura, festivales musicales, desfiles de moda, exposiciones. De manera diaria. Pero siempre apuntando hacia el mismo sitio, hacia un concepto de cultura por el cual pareciera que en Catalunya estamos en un nivel de consumo cultural que realmente no es. O que, al menos, no es el de toda la población catalana, la de los 8 millones. Y hay una parte importante de esos 8 millones que no sienten que su cultura, que su manera de pensar, de expresarse esté representada. Y no en TV3, en ninguna parte. Recuerdo ahora mismo el regocijo con el que se vivió que en La Revuelta aparecieran Sonia y Selena cantando 'Yo quiero bailar toda la noche'. Una canción que estamos habituados a escuchar por sistema en cuanto hay dos rayos de sol o nos juntamos en una party y hay que poner algo para mover el cucu. Pues fue como 'oh, Sonia y Selena en prime time'. Sabes lo que te quiero decir. Esa concesión a lo popular, a lo que escucha la dependienta, a lo que escucha la clienta, eso que parece al margen, que no le importa a nadie. Ese no importar, un día querrá importar y o se acoge como propio ese clamor o ya sabes. 

jueves, 23 de noviembre de 2023

Cultura catalana revisitada


Juro que no he estat jo. Juro que ha estat culpa de Diàlegs a la Riba del Besòs que l'altre dia van organitzar una xerrada sobre el provocador títol de Migració i Cultura i juro que no tenia jo cap intenció de tornar al mateix tema però les intervencions, especialment la de Lluís Cabrera i també la del demògraf Andreu Domingo, em van tenir tota la estona opinant-me a sobre i quan va arribar el temps de les paraules i vaig aixecar la meva mà dreta, la meva invisible mà dreta, la meva mà dreta transparent, ningú la va veure o la va veure tard i quan ja la van veure vaig pensar que era igual perquè tenia tantes coses a dir. Tantes. Que algunes les dirè aquí perquè sinò pensaré que no les he dit i quan penso aquestes coses també penso que no sóc jo. I m'agrada ser jo. No me caigo bien, me caigo mal, però m'agrada. A la foto, la Rosalía que ha fet una cançó amb la Björk. Com si això fos qualsevol cosa i com si obrir la gala dels Grammy latinos fos una fotesa i com si res. La Rosalía és ara mateix la catalana més coneguda en tot el món. La Rosalía és cultura catalana. Ho és? Jo estic convençut que sí. Però, què es considera cultura catalana? Mireu, no em puc contenir, l'altre dia vaig veure com la web alternativa Infograma anunciava les activitats del Correllengua cridant a defensar la llengua i la cultura que ens són pròpies. Vaig sentir un escozor muy grande i unes ganes de dir que finalment no van plasmar-se en la realitat tangible de la contestació a la xarxa abans coneguda com a Twitter. No ho vaig fer. Però la xerrada de l'altre dia em va obrir els ulls. De fet va ser la pròpia intervenció de Lluís Cabrera, res sospitós de lerrouxisme, la que em va treure la por a que em diguessin què. Fins quan una manifestació cultural pot ser considerada com aliena? Els catalans qui som? Els catalans que escrivim en castellà què som? Els catalans que pensem en castellà què som? Els catalans què no renunciem (no, com va dir Cabrera, encapsulats en el poder letàrgic i nostàlgic de les cases regionals) a la memòria dels nostres avantpassats de fora de Catalunya i pensem que això enriqueix i ja forma part de la cultura catalana, som catalans? Tothom em dirà de saque què naturalment, perquè ningú, menys els quatre feixistes de rigor em diràn que aquest pais s'ha construït... però és això veritat? Miro el telenotícies cada dia i sempre penso que parlen d'una Catalunya que no m'inclou. Ja no a mí, és que no penso que inclogui a la meitat, al menys, de la població catalana. Sempre penso en el programa El Foraster i per a mi se'm presenta com un intent d'això que a la conferència de dimarts passat el demògraf anomenava com Retrotopia. L'excursió a pobles petits amb gent 'autèntica' sense contaminar per influències forànies, poble petit. rusticitat, genuïns catalans i catalanes. Bona gent. Anys i anys de programa. On són els catalans que no som bona gent? Qui ens parla, on parlem? On està la nostra presència a les emissores públiques si no compartim el relat oficial. Pots ser de Santa Coloma, clar, però hauràs de tenir al cap el mateix relat nacional o bé... espanyols nascuts a Catalunya. Espanyols nascuts a Catalunya, Lluís Cabrera en parlava de colons. Espanyols nascuts a Catalunya perquè no ens sentim catalans. Si Catalunya és una sola cosa... Cabrera parlava també de que ell no compartia el terme integració, sinó identificació. Al contrari d'ell, jo penso que les manifestacions culturals que venen de fora, en el moment que aterren aquí i es desenvolupen, són ja pròpies. I evolucionen i es converteixen en una altra cosa. I són pròpies. I seràn pròpies. I sí, Carmen Amaya és tan catalana com Salvador Espriu, i l'Hermandad del Rocío de Santa Coloma és tan catalana com els Laietans de Gramenet. Jo ho veig així i així hauria de ser per no crear dos comunitats diferents. La llengua. Naturalment el català és un tresor què s'ha de cuidar, potenciar i cultivar. Naturalment les institucions públiques han de fer el que calgui per que el seu ús sigui cada vegada més alt. Però és el català la única llengua catalana? Són les manifestacions culturals tradicionals catalanes les úniques manifestacions culturals catalanes? I així és tot. És un tema que em consumeix. El pensament sotanista, (de La Sotana) el puta Espanya per definir si ets o no ets. Puta Espanya com a label cultural. Pet i rot, força Barça i Puta Espanya. L'herència xarnega que es reivindica de vegades com un particularisme i que per a mí és essencial per entendre tota la cultura catalana. Tota. Com ho és ja i com ho serà d'aquí en davant les manifestacions dels nouvinguts que ja són catalans. Si m'interpela poc o molt una sardana, la cobla, els castells sóc menys català? És suficient amb Pau Riba? Era Roberto Bolaño català? Quan interessa la catalanitat d'algú? Són moltes reflexions i molts els revolts en que un es pot perdre amb aquest tema. Catalans tots. I totes. 

jueves, 1 de junio de 2023

Juana Dolores


Juana Dolores es una poeta invitada en el 3/24 para que hable de su último libro justo el día después de que las elecciones municipales hayan dado como resultado la victoria de Trias en Barcelona y todo lo que representa del fin de un modelo de ciudad y de construcción de un relato alternativo al... Juana Dolores recibe la primera pregunta del entrevistador, Xavier Grasset y comienza a abrirse en canal. La poeta ha sido antes objeto de polémicas varias por sus posiciones políticas y su poco encaje en la cultura catalana que aparece en los medios nacionales. Todo y declararse independentista, sus posiciones son de crítica a esa catalanidad a la que todos debemos pleitesía, una catalanidad medida, Catarra, de anuncio de birra en l'Empordà, antisistema pero sistemática, burguesa, carrinclona, popular pero de poco espíritu callejero, bueno, en definitiva, TV3. Y claro, justo el día en el que Trias y su cosmovisión y su planteamiento y su todo, ha vencido, Juana Dolores no se calla y suelta por esa boca todo y más. 17 minutos de una apisonadora que naturalmente ha sido ya tratada con el menosprecio, la soberbia, la discriminación que se merece quien al fina no deja de ser una arribista, una pijoaparte que bien que le gusta salir en La Vanguardia pero que se queja porque TV3 no es española, que es lo que al final está diciendo. Ya está la izquierda española llorando por las esquinas después de habernos llenado Barcelona de cosmopolitas madrileños. Juana Dolores además es de El Prat como se encarga de señalar el entrevistador, que sabe que El Prat es territorio hostil porque allí gobierna otra cosmovisión desde hace décadas y claro, cómo no va a ser Juana Dolores así si es de El Prat. Y aquí, al final, siempre acabamos hablando de lo mismo. Y sale Jordi Borràs a hacer el número del antifascista que pasa el algodón puro e inmaculado por encima de Juana Dolores para decir que no es pura, que su denuncia está contaminada, que La Vanguardia. Y al final, insisto, el problema es siempre el mismo. En Catalunya no todos somos catalanes hasta que alguien no nos concede el premio de la catalanidad y eso incluye la asunción de que hay un relato, una historia, una cultura, una manera de hablar, un club, una canción, una entonación, un paisaje, un territorio, que es Catalunya y los demás, los otros, los que se salen del sendero, nunca seremos catalanes del todo, aunque sean independentistas, aunque estén votando a la Cup, da igual. Siempre da igual. Y siempre habrá una Juana Dolores que, perdiendo las formas, demuestre que es que solo saben decir estas cosas perdiendo las formas, no con una Damm en un barco mientras els Catarres corean algo. 

martes, 2 de mayo de 2023

Días de Feria. Andalucía en Catalunya


Este texto surge no como respuesta, pero sí espoleado por el que ha escrito Pedro Luna en ElSaltoDiario a propósito de los andaluces en Catalunya o del andalucismo en Catalunya. Al calor de las visitas a la Feria de Abril en Barcelona y lo que allí he visto, no este año, pero también, de lo que se dice en el artículo y de la relación con esa Andalucía como hijo de andaluces no siempre conformes con esa visión de la tierra materna, ni tampoco conforme con esa preservación del espíritu andaluz. Aquí, en este texto, como en otros textos que habré escrito relacionados con el tema, siempre me tengo que remitir a mi principal referente en el asunto, que era mi padre. Mi padre era andaluz, pero no era andaluz como usted se piensa, que mi padre era de Jaén y eso era para él muy diferente. Tan diferente que él se sentía más identificado con Carlos Cano que con las sevillanas. Siempre contaba la anécdota en la que un sevillano se hizo amigo suyo en el trabajo. Como eran andaluces, el sevillano empezó a comentarle sus ideas andalucistas. Paisano, tendríamos que poner la frontera en Despeñaperros, le decía. Hasta que mi padre le cortó el rollo y le dijo que la frontera se la pusiese él en los destos. Mi padre iba a la Feria de Abril a disgusto, pero iba. Iba con mi madre principalmente que sí que le gustaba bailar sevillanas, aunque fueran del mismo pueblo. Ambos eran conscientes que eso de las sevillanas no era algo autóctono de su tierra y, según mi padre, las sevillanas y su boom eran una cosa de Felipe González. Anatema. Hay muchas maneras de ser andaluz. Y muchas maneras de ser andaluz en Catalunya. Y de querer dejar de serlo. O de no haber tenido necesidad de ser andaluz en Catalunya. Muchos tipos de inmigración y de relación con la tierra de origen. Hay quien no la quiso tener, hay quien no la pudo tener, hay quien la conservó. Mis padres eran de estos últimos. Mi padre nunca perdió el acento. Mi madre tampoco. Mi padre se involucró en la vida cultural de Santa Coloma y nunca lo hizo como andaluz, lo hizo como persona a la que le gustaba la pintura y que quería rodearse de gente a la que le gustara lo mismo. Y le reventaba que le considerasen menos pintor por ser un trabajador de la Telefónica, no estar formado en academia, o su origen. Y no se callaba. Ni mi padre, ni mi madre, eran andalucistas. No entendían qué Andalucía era la que había que reivindicar. Pero eran andaluces en Catalunya. Y Carlos Cano todos los días. De la época coplera a la época granaína estricta. Yo siempre he ido por ese camino. O lo he intentado. Yo no soy andaluz en Catalunya. Yo soy un catalán con la suerte de que sus padres eran de fuera y eso me sirve para tener un bagaje, un poso, algo, que me enriquece. Y ser de Santa Coloma, nada menos, me hace haber crecido entre castellanos, gallegos, maños, catalanes, que me convertían y nos convertían a todos en algo diferente. Ese algo diferente me niego a considerarlo como algo único o aparte. Somos catalanes, nosotros somos los catalanes. Leo en el artículo algo conocido, la articulación de un andalucismo político en los comienzos de una transición que, con el tiempo dio paso a una folklorización de la inmigración andaluza al servicio de los partidos gobernantes. La FECAC, el PSC, Justo Molinero, Convergència. Hacernos los andaluces, conservar ritos y tradiciones, nuestro espacio incontaminado de relaciones personales entre personas de la misma procedencia. Y el clientelismo. Estos días he ido a la Feria. Me gusta ir a la Feria cuando nunca me había gustado, hasta que fui y algo me hizo pensar que eso, eso que tantas veces me habían dicho que era una garrulada, en realidad era mío. Y esa gente que bailaba, que se dejaba ir, que se emocionaba escuchando canciones que hasta entonces a mí me habían dicho poco, era mi gente. Y procuré ir todos los años. Y procuré llevar a amistades, parejas, conocidos, a la Feria, para que descubrieran algo que les iba a impactar. Porque impacta, si te abstraes de quien monta o quien está o quién deja de estar o si esas pintas son o no son, te impacta ver a toda esa gente bailando, bailando y sintiendo algo que les conecta con cosas. Y esas cosas las puedes sentir o no. Pero están ahí. El sentimiento es muy importante y es una cosa que no se puede aguantar. No lo combatas, siéntelo. Y puede que gente que no ha conectado en su vida, de repente se da cuenta de que hay algo, un hilo, un familiar, esa abuela, ese abuelo, ese tío o esa tía, que bailaba y que vino de nosedónde y que nunca volvió y zas. El hilo está creado. 

De un tiempo a esta parte, además, el andalucismo ha rejuvenecido y se ha alternativizado. Ya no es la cosa a combatir por rancia y por señoritil. De repente, el andalucismo de izquierdas renueva su discurso y reivindica esas cosas que antes no. Feria, Rocío, Semana Santa, procesiones, vírgenes, de repente ya no son eso que tú crees y son otra cosa. Otra cosa que se ha resignificado y que tiene que ver con cosas más antiguas y más digeribles por la izquierda que necesita nuevos discursos para no perderse del todo. Y se rejuvenece y se crean músicas y ritmos y la imaginería cambia y ya se puede llevar una camiseta de la Virgen porque mola, y ya Lola Flores es icónica, y la más grande la tengo yo en otra camiseta con la que lo voy a petar este verano. Y eso nos llega aquí, a Catalunya, y los afrodescendientes tenemos nuevos motivos para reivindicar nuestro origen, y algunas izquierdas coquetean con ello porque conecta luchas de pueblos y toda esa movida y uno lo mira con desconfianza porque sabe que detrás de eso se mantiene el clasismo y el me gusta y comparto tu lucha pero al final, muy al final, la naricita arriba que eso huele a. Y se originan debates como el del Gag de la Virgen y critican el gag andalucistas de izquierda y el gag no es otra cosa que el ciscarse en el otro porque el otro no somos nosotros y catalán es una manera de ser, integrada, abandonadora de las raíces y mi abuelo también era de Almería y qué pasa. Y no salimos del bucle y volvemos a encontrar la manera de volvernos a meter. 

Andaluces en Catalunya. La Feria de Abril, tres días he ido. Dos de civil y una de militar. De las dos veces, la segunda y última fuimos a las atracciones. Y ahí la Feria de Abril ya sí que es la fantasía. Y una fantasía gloriosa donde todo esto del andalucismo en Catalunya se desdibuja para convertirse en una Catalunya donde, ahí, debajo de todo, al final de la Feria, en los cacharritos, convive absolutamente todo. Y todos. Y nuestro espíritu charnego se reconoce en toda esa chavalada de dos mil sitios y de aquí al lado, tan catalanes como nosotros y que buscan sobre todo la manera de pasárselo bien y de compartir lo poco que tienen con sus iguales. 

Los trajes elaborados conviven con el chándal y quizás la discusión no es si los andaluces en Catalunya estamos reconocidos o no. Y me incluyo por ponerlo fácil, que yo no soy andaluz en Catalunya, que eso es ponérselo fácil a los que te preguntan todo el rato 'pero tú eres de aquí' porque hay algo cuando hablas, el acento, las referencias, los cariños, que te señalan. La cuestión y la discusión es saber si realmente somos todos catalanes para la catalanidad, si nos creemos catalanes de verdad o si necesitamos que esa diferencia sea real. La herencia andaluza es importante, sea esa Andalucía la que sea, la norteña o la sureña, la gaditana o la cordobesa, la jiennense manchegorra o la jiennense de la sierra. Es lo mismo. Lo importante aquí es saber si nosotros somos todos uno o si se lo estamos volviendo a poner fácil para que alguien venga a decirnos que nosotros somos diferentes. Y que por eso tenemos que votar diferente. Que al final es a lo que vamos. Integrados, compartiendo el relato nacional, o en nuestro gueto con nuestra gente y asumiendo que con nosotros no va. 

Me doy cuenta de que voy escribiendo sin hilo y que en algún momento tendré que acabar el texto. Me encanta hablar de esto, escribir de esto, sin llegar a ninguna conclusión. Volver a ser lo que fuimos. No repetiré la chirigota de los Yesterdays, pero qué fuimos. Y sobre todo, qué somos. Queremos ser simpáticos a las izquierdas soberanas del resto del Estado reivindicando nuestra soberanidad o queremos que lo nuestro (con toda la idea) sea la Catalunya que es. Y que debería protagonizar, más, la realidad mediática de un país que culturalmente nos folcloriza, caricaturiza o vete a saber qué estrategias utiliza para no legitimarnos como... ¿pero tú eres de aquí, nacido aquí?

miércoles, 1 de febrero de 2023

Crónica del #Plegramenet de Enero. Estoy francamente.


Ya estoy mejor. Bastante recuperado. Pero tengo que confesar que el lunes por la tarde, porque fue el lunes por la tarde y no por la noche y fue por la tarde y no por la noche porque el pleno municipal no terminó muy tarde, de hecho fue breve y tengo que confesar, digo, tengo que confesar que estaba en estado de shock. La política municipal, todo lo que es la política municipal, todo lo que podríamos concluir como política municipal se ha conjurado para conseguir que en Santa Coloma el PSC bata absolutamente todos los récords en cuanto a resultado electoral de abrumadora victoria y mayoría. El mundo de la política municipal parece haberse concentrado, de manera involuntaria espero aunque me cuesta pensar que según que decisiones se tomen de manera inesperada y cuando ya intervienen varias personas en la toma de decisiones que llevan a efectuar según que acciones te desengañan en cuanto a la improvisación y te dice que o bien el nivel es bajísimo o bien o mal o yo que sé. En este momento, para sorpresa de propios y extraños, el PSC tiene 17 regidores después de haber conseguido más de la mitad de los votos emitidos por la ciudadanía colomense, que creo que llegaron a ser unos 20 mil votos, número arriba o número abajo. Pues bien, después del lunes, no sé si eso puede variar, pero con dos o tres números más como el del lunes, puede ser que en el próximo consistorio no haya otro color político que el suyo. Estoy bastante mejor de lo del lunes, francamente, estoy bastante más entonado y creo que puedo decir que veo algún punto de apoyo cuando escucho a bastante gente de mi entorno decir que lo del lunes es difícilmente superable. Lo del lunes, si no lo vieron, no lo pienso explicar con pelos y señales y pienso simplemente dejar que la imaginación de cada uno vuele y trabaje en la remembranza, recuerdos, momentos, cosas. Pasos, gente, y que no falte el trote del caballo blanco, cada vez más hermoso, hermoso en el sentido en el que mi madre o mi abuela hablaban de lo hermoso, estar hermoso. El lunes vi cosas que no había visto nunca en un pleno municipal, también vi a personas que no había visto nunca en un pleno municipal. El hermoso trote, ya viejo y cansado, pero todavía capaz de hipnotizar a quienes buscan un lugar en el que socializar cuando todo está perdido, cuando estás solo, cuando vas cuesta abajo. El hermoso trote te conforta y te dice que sí, que hay un lugar. Sal de ahí. Corre. El caballo blanco no. Hablemos del punk. El punk como movimiento cultural o como simple género musical. Es muy controvertido. Controvertido en cuanto a que nos podemos dejar llevar por los clichés y pensar que el punk es esa imagen que tenemos de 'el punki' de toda la vida así como de 'el punki', 'el punko', etc. No sé cómo decirlo pero me entiendes. Entiendes también que esto del punk tenía mucho fondo y que había gente punk que era algo diametralmente opuesto a lo que era el punk que tú tienes en tu cabeza. Hoy no, pero ayer fue el cumpleaños de Johnny Rotten, que puede que sea la imagen de una cierta idea de punk. Ese punk ya no es punk o igual sí que lo es aunque diga que Trump mola. ¿Hasta qué momento se sigue siendo punk? ¿Es la familia el nuevo punk? Hay un movimiento rojipardo o de extrema derecha fundamentalmente que dice que lo punk hoy, lo provocador, lo irreverente es casarse, tener hijos, formar una familia tradicional, etc. Y uno se pregunta también por el fascismo. ¿Qué es el fascismo? Como venga mi madre a explicarte el fascismo lo vas a entender. Pero el fascismo es básicamente un movimiento político que niega la lucha de clases, que nos quiere a todos pegados a una bandera, un himno, una raza, una cultura y una forma de sentir que elimine conflictos y básicamente enriquezca a los más ricos. Si para eso tiene que cargarse a la totalidad de la población que no comulga con su idea, pues hágase. Eso es el fascismo. Si yo pienso que la alcaldesa debe dimitir no soy un fascista, claro. Si yo y digo ojo, como antes, que la alcaldesa es tal, no soy un fascista. Si yo hago otras cosas no seré un fascista y seré otra cosa que me cuesta definir pero fascista no, seré otra cosa, otra cosa que merece otra consideración, la que convengamos en llamar y el tipo de personas que queramos etiquetar. Ese tipo de personas que quizás piensan que es gracioso llamar nazis a los demás y que realmente deben pensar que viven rodeados de nazis, que nada menos que el 50% de la población, de sus vecinos colomenses son nazis. Esa gente que no sé en qué ciudad vive pero sí que sé en qué ciudad quiere vivir. Cosas que a uno le vienen así a la cabeza, uuuuuuh, sabes. El fascismo, el punk, la contestación, la irreverencia, subirte al carro porque pasa por allí, estar en este lado de la barricada y en el otro lado de la barricada, explicarnos lo que es el antifascismo que también tiene miga explicarnos lo que es el antifascismo como si los demás no hubiéramos redactado una moción sobre antifascismo y necesitásemos que nos iluminases pero qué sabré yo. Qué sabré yo si ahora hay gente diciendo que la familia es el nuevo punk. Si hay gente diciendo cosas y dejando en bandeja a nuestra alcaldesa la posibilidad de discutir en el próximo pleno con ella misma. En exclusiva. 

lunes, 9 de enero de 2023

Flamenco: Arqueología de lo Jondo - Antonio Manuel


Este libro. Este libro se merece, seguro, una crítica con mucho más tiempo, una crítica mucho más elaborada y con muchas más referencias que sirvan para apuntalar mi discurso, pero no va a poder ser. Me va a poder más la urgencia y las ganas de decir lo que tengo que decir que otras cuestiones. Y ahí voy. Este libro es un regalo, un regalo que viene dado por mi interés en las conferencias que Antonio Manuel tiene colgadas en redes y que me causaron un profundo impacto. Estas conferencias en torno a la huella morisca y al origen del flamenco se basan, muy en trazo grueso, en una premisa básica: con la mal llamada reconquista de los cristianos del territorio de Al Ándalus, no se perdió del todo la presencia de una cultura que había estado siglos asentada en este espacio geográfico, sino que toda esa herencia cultural e idiomática pervivió de diversas maneras en formas de lenguaje y expresiones culturales, costumbres, formas de vivir la religiosidad, etc., y también en el flamenco. Según nos explica Antonio Manuel en este libro dedicado al flamenco y su origen, esa huella morisca, filtrada también en el pueblo gitano y con todas las herencias anteriores de otros que antes poblaron la península, está en el origen del flamenco. Incluso del propio nombre del flamenco. Felah Menkub, campesino o jornalero al que han desposeído de todo, de lo material y de lo inmaterial, provendría de esta herencia, de esta presencia que se hace visible a todos en monumentos como la Alhambra o la Mezquita de Córdoba, pero que se quiere oculta en el resto de costumbres y expresiones culturales, en este caso andaluzas, que es donde se fundamenta el libro, en la idea de una Andalucía que ha sido expoliada de tantas cosas que ni siquiera su cultura es suya y ni siquiera su cultura se admite que pueda tener otros orígenes que los castellanos y romances. Bien, el autor nos explica, de una manera realmente fascinante, los orígenes de cantes, de palos, de palabras, de expresiones, incluso de letras que tienen su raíz en esa presencia musulmana. No puede ser que todos se fueran, no puede ser que aunque se convirtieran no conservaran algo de su historia, de su idiosincrasia. Algo tuvo que quedar. Ese algo que uno ve y que, desde su ignorancia, considera lógico. Oyes cantar, oyes y ves y piensas, es que esto es... cómo no va a ser. Antonio Manuel hace un ejercicio de reivindicación de ese pasado y de ese origen y, ojo, no lo impone a todo lo de después ya que todo lo de después no lo entiende sin eso. Y sin embargo. 

Sin embargo, el libro, a medida que se lee, sorprende porque se basa en lo que el propio Antonio Manuel ha intuido, ha inducido, ha observado, pero sin aportar muchas más referencias documentales que las de algún texto de Lorca, o las aportaciones de dos o tres nombres pero no de obras a las que remontarse. Y es entonces cuando surgen las dudas. No hay bibliografía. Dónde puedo yo seguir investigando sobre esto. ¿Cómo puede ser que esta idea del flamenco, tan estimulante y lo digo muy en serio, no sea merecedora de una obra más densa, más académica (en la academia también hay espacio para los investigadores heterodoxos), a la que el autor nos remita para abundar en todo esto? Y esa sombra de la duda te acompaña si cometes el error de querer buscar en las redes alguna referencia sobre el libro y el autor y ves como lo ponen a parir quienes desde la flamencología denuestan sus teorías como si de un charlatán se tratara. 

Lo que nos parece claro, diáfano, leyendo este libro, lo que no parece que tenga otra vuelta de hoja y es evidente, la permanencia de lo morisco, lo andalusí en lo andaluz, la reivindicación de una Andalucía con una cultura que es heredera directa de, aunque no se haya querido nunca admitir, pues parece que no, que no es y que ya hace tiempo que se dejó de pensar así. Y no quiere uno pensar que es víctima de un relato nacionalista más, ni que se va a dejar llevar por quienes quieren eliminar cualquier referencia a lo moro de nuestra historia, no vaya a ser. Pero genera dudas. Y ahí estoy. Con las dudas.  

domingo, 19 de julio de 2020

Si te dicen que leí a Juan Marsé

Leer a Juan Marsé más allá de las obligaciones de los planes de estudios, las lecturas obligatorias, 'Ultimas tardes con Teresa'. Meterte en un mundo en el que Barcelona es todo, donde el tiempo avanza o retrocede o no existe, en el que el tiempo está siempre presente porque el tiempo es memoria, es olvido, es esconderse, es esperar nuestro momento, el tiempo no perdona. Una Barcelona diferente y real. La Barcelona de verdad. La Barcelona fantástica y callejera de Eduardo Mendoza, de Manuel Vázquez Montalbán y Juan Marsé, que es una Barcelona que te enseña que sí, que hay clases, que hay conflicto, que no olvidamos, que ellos tampoco olvidan, que seguimos ahí por mucho que haya otra historia, la oficial, la nostrada, que nos cuente otra historia en la que se olvida quienes somos y de dónde venimos.
Una Barcelona de clases. Todos recuerdan sus libros sobre la postguerra, las películas, las adaptaciones de Vicente Aranda. Yo, no por ser más rarito que nadie, me acuerdo de un libro con un título fascinante: 'La oscura historia de la prima Montse'. Una historia que tenía que ver con la de las Ultimas tardes con Teresa, pero como ya presagiaba el título, más oscura. Una historia que venía a contar lo mismo. Las clases. Los proletarios, los charnegos, los pijoaparte y su relación con la burguesía, con la gente bien, con la gente bien que quería hacerse la guay, que 'se mezclaba' con la gente del pueblo, de la calle, los obreros. Y la cosa salía mal. Mal porque dónde se ha visto. Mal porque no era normal.
Cuando leías a Juan Marsé, leías las historias de alguien que tenía su propia historia. Leías a alguien que sabía de lo que estaba hablando, que sabía lo que era inventar, lo que era fingir, lo que era escabullirse, sobrevivir, cambiar pero no renunciar. Leías las historias de quienes habían perdido, de quienes habían sido vencidos, de quienes ya no podían decidir ni decir ni ser. Pero que aún te la podían jugar, simplemente con el recuerdo, simplemente apareciendo como fantasmas llegados de otro tiempo para que tuvieran en cuenta que ellos deberían seguir teniendo miedo, porque nosotros ya no tenemos nada.
Malos que fueron buenos y que no quieren acordarse, gente que se hace la buena para jugártela porque llevan siendo puteados toda la vida y ahora no vamos a tener escrúpulos con los misioneros y las misioneras que vienen a salvarnos, gente que se fue y que ya no volvió o que sigue aquí y por eso hay que seguir teniendo miedo.
Juan Marsé es cultura catalana. Es esa cultura catalana que cuesta tanto asumir como catalana, como la catalana real, como la catalana de pie de obra, de pie de calle, una cultura catalana que cuesta digerir como propia porque sería como asumir que la cultura catalana no es lo que se nos dice y se nos vende. La cultura catalana es como Juan Marsé, como Vázquez Montalbán, como Mendoza, como el gran Casavella, y como todos los que no cito y que tienen otra forma de ver y de pensar, claro, pero no son menos catalanes que estos. En fin. (Yo confieso, que no he leído a Ruiz Zafón y quizás este sea el momento). Con Juan Marsé no ha habido apropiaciones, no había resquicios, no había dudas. Con Juan Marsé no colaba.
Se va Juan Marsé y con él una forma de contarnos. Una forma de vernos. Y de reivindicarnos. Como dice una compañera, uno de los nuestros, gente del barrio.
Si te dicen que leí a Juan Marsé, tienen razón. Y sería un orgullo que se me notase.

sábado, 22 de junio de 2019

Corto Maltés en Can Sisteré. De viaje.

Una exposición en Can Sisteré dedicada a Hugo Pratt y a su personaje Corto Maltés. La exposición estará abierta hasta finales de Julio. Una exposición con un contenido no demasiado copioso, no hay un gran volumen de dibujos que obliguen a una revisión de viñetas y viñetas. Hay una presentación de la misma, una serie de textos del propio Hugo Pratt sobre los viajes, el cómic y una curiosa e inconveniente reflexión sobre el deseo de ser inútil. Una reflexión que ya no nos conviene para nada. Ya está bien. Pero es tan hermoso.
No he leído nunca ni un solo cómic de Corto Maltés. Ha sido hoy cuando he conocido mucho más del personaje. Me interesa más lo que me transmiten los dibujos, cuando los he visto y por lo que los aprecio. Hay en la primera sala una viñeta en grande en la que se presenta al personaje, sentado en la terraza de un bar, encendiendo un cigarro y actuando como si lo hiciera para un público invisible. Me encanta.
Me gustaba utilizar los dibujos de Corto Maltés para una serie de historias sobre un club de viajes, un club de viajeros, imaginario, llamado Círculo Projorelov, en el que se recibía a viajeros que explicaban sus aventuras que podían ser más o menos interesantes.
Me gusta viajar. No me gusta preparar los viajes. Me gusta estar en el viaje en algún sitio que me guste. No me gusta preparar viajes, hablar, me angustia pensar que no puedo viajar.
Hoy he visto los cómics de Corto Maltés, expuestos. Hay uno que transcurre en Samarkanda, me encantaría ir a Samarkanda y posiblemente nunca vaya a ir a Samarkanda, hacer la ruta de la Seda, no sé qué me imagino que debe ser Samarkanda, dónde duermo yo en Samarkanda, qué voy a comer.
Corto Maltés viajando por el mundo, viviendo aventuras que desconozco, pero que me gusta pensar que pudieron pasar realmente.
Creo que llevo bastante texto escrito y no sé si queda claro porqué lo escribo.
Paseando por las salas y viendo los escasos dibujos, escasos pero justos, ya me he sentido a gusto. No necesito viajar, no necesito ni siquiera saber cuál es el contexto de esos dibujos de Hugo Pratt. Corto Maltés me debería caer mal. Seguro que jamás leí nada de él porque de pequeño me caería mal. Demasiado perfecto, su pendiente, siempre sonriendo, demasiado. Y sin embargo, algo tienen esos dibujos que me relaja.
Me estimulan para pensar que tenemos una cabeza para viajar. Para viajar y para estar en los lugares a los que muy posiblemente no vayamos a ir nunca. Incluso para escribir sobre ellos sin que jamás hayamos estado.
En estos días se planifican viajes, planifico viajes, compartimos rutas soñadas, ya hechas, trazadas, las más comunes y las más exóticas. Todos viajamos y tenemos la necesidad de viajar, lejos, durante un tiempo, pero no sé si me gusta. Me gusta viajar y no sé si me gusta viajar así. De esta manera. Y no creo que pueda viajar de otra. Irme al pueblo como si fuera a Samarkanda. Soñar con ir a Samarkanda. Aterrorizarme la idea de ir a Samarkanda.
Una exposición en Can Sisteré que es como una especie de Aleph chiqutín en el que con cuatro dibujos, tres o cuatro textos, has viajado.
Yo ya he hecho mi primer viaje este verano.

martes, 5 de junio de 2018

Federico García Lorca. Tienes nombre de tren.

El mismo tren que cuando cruza Despeñaperros se refleja en los pequeños charcos que se forman tras la lluvia. Ese tren. El García Lorca que te lleva desde la Catalunya de la playa a la que llegas después de bajar por un senderito para alcanzar la cala con rocas en la que no estás ni cómodo ni solo pero a la que hay que ir. Federico García Lorca. Lorca como la ciudad de Murcia, Lorca. Lorca que así sólo no dice más que Murcia y no es lo mismo ser lorquiano que ser de Lorca. Y no sabemos nada de Lorca y sabemos poco porque nos cuesta centrarnos en algo que no sea en lo que tenemos que hacer, a dónde tenemos que ir, lo que tenemos que contar, lo que debemos comprar inmediatamente porque se pasa la fecha, el papel que tenemos que entregar, la nueva obligación que tenemos que contraer. Lorca, García Lorca, interpretado en una serie por un actor inglés que lo hacía muy bien pero que era inglés y que cuando movía la boca se notaba que no estaba hablando. No hay actores para hacer de García Lorca. Y yo he estado, una vez, hace mucho tiempo, en Viznar y he pasado por la carretera y por esa zona y no sé a dónde íbamos pero estábamos y fue antes muy poco antes de aquella conversión al sufismo que te cambió la vida y qué menos podía pasar. Por Viznar, por el barranco, por donde te llevaron para fusilarte porque lo tenías todo para llevarte el premio gordo. Un premio gordo consensuado y ecuménico, un fusilamiento como Dios manda. Muerto, enterrado a lo pobre, sin identificar y que no se le ocurra a nadie poner un céntimo en remover nada, que no vaya a ser que se levante Federico García Lorca y se vaya corriendo a su piano y diga aquello de que 'deja de imaginar cosas cursis que bastante tenemos con lo que tenemos'. Y Granada, con sus calles tan bonitas, con sus bares tan auténticos, con su gente tan graciosa, con sus cármenes, que son casas que tienen algo más que la casa y que son jardines y no son jardines y son cármenes que son una cosa independiente, y el barrio del Albaicín y el disco del Sacromonte de Morente y el Omega de Morente y Lagartija y las canciones de Paco Ibáñez, ay caballito negro dónde llevas tu jinete muerto, flor de cuchillo, Granada con esas tapas numeradas y esa cerveza fresquita y esas cuevas donde te clavan un ojo por escuchar a los Gipsy Kings, y Granada y esa calle Elvira con un hostal que se llamaba la Hormiga con un colchoncillo mugroso que buen servicio hacía y el barrio del Realejo y la plaza del Triunfo y aquella discoteca cerca de Pedro Antonio donde se vivió aquella escena lorquiana completa de despecho y rompimiento del hechizo y el encanto y el corazón en mil pedazos. Y Granada a la que no llega ya ningún tren, ni siquiera el García Lorca. Y Nueva York que ni se enteró de que había llegado Federico García Lorca pero que hoy habrá alguien que estando allí se dedique a leer versos de Federico y los lance al río Ganges de Nueva York. Y romanceros gitanos, y romanceros de todo tipo, y Doña Rosita la Soltera y Poeta en Nueva York y la Barraca dando vueltas por España llevando la cultura donde no había llegado y Margarita Xirgu y Manuel De Falla que también era de Granada y que también. Y un toque de guitarra flamenca y los versos de García Lorca. Y el tren García Lorca parando en mi pueblo, en la estación, antes de que los trenes se llamaran con nombres de poetas y fueran solo trenes. Y hoy se cumple un aniversario y todos tenemos que hablar de algo y yo hablo de lo que puedo que no es otra cosa que un poeta, como miles de poetas, a los que fusilan todos los días contra una tapa y los entierran como las patatas a lo pobre, y nunca más sabremos de ellos. Y menos mal que hemos olvidado del todo a Lorca y lo tenemos solo como nombre de tren, de bonito tren que te lleva al norte y te baja al sur. Y cuando pasas por Calancha según como ves el tren reflejado en el charco y te imaginas al bandolero y piensas que eres igual de gilipollas que todo el mundo que ve un charco y piensa en el caballo blanco y en la luna torda y en la faca brillante. Y Federico tocando el piano está hasta los cojones de que nos pongamos con color de verde luna para recordarle y seguro que estaría más a gusto con una mesa de mezclas o con un Korg y haciendo arena y probándolo y demostrando que eso, que de todas las frases y todos los memes que hagamos hoy, la frase es esa, que lo peor, el más terrible de todos los sentimientos es el de tener la esperanza muerta. Y ya sé que no serán días buenos, pero eso es lo que nos queda. Un nombre de tren, una frase bonita y fusilamientos todos los días.

viernes, 27 de abril de 2018

Es necesario que vuelva ABBA

No es una pregunta, es una afirmación. Es necesario que vuelva ABBA. Y es necesario que vuelva porque la música no tiene ningún sentido ni camino ni vía ni nada que se le parezca. La música, la música rock, pop, poprock, disco, funk, rap, lo que se escuche ahora mismo, ha perdido completamente el norte. No se hace nada. La música está tan muerta como el fútbol. Las cosas que conocimos, que parecían inmutables, que nos guiaron con el gesto sereno y la mirada clara por los azares de la vida, las canciones, los grupos, las músicas, los bailes, han muerto. Y han muerto porque siguen vivos. No puede ser que sigamos escuchando Los Beatles, James Brown, Pink Floyd, Sex Pistols, Ramones, Radio Futura, Los Enemigos, la música de los sesenta, setenta y ochenta, algo de los noventa y de ahí el vacío. No hay nada. No ha habido nada. Copias de copias de refritos de copias de sucedáneos de gente que saca un disco y a duras penas es capaz de aguantar un segundo asalto y de sucedáneos que nos dan lo que esos grupos nos daban pero nunca más serán capaces de hacer. Giras mastodónticas de grupos que basan su repertorio en cosas de hace 30, 40 años. Grupos que viven de parecer jóvenes. Grupos extranjeros. Los grupos nacionales no existen. Carteles de festivales de grupos nacionales en los que sabes que esos grupos que escuchas este año el año que viene ya no existirán, o existirán copiándose irremediablemente. La cultura, el progreso de la cultura. Debe haber una cultura de élites que cada vez se nos escapa más, más escondida, más para ellos solos, más para nadie. Debe haber música nueva, en algún lado. Pero no nos la enseñan. Nos gustan las cosas que suenan como lo de antes, pero no avanzamos. No avanzo porque tengo 43 años y estoy más cerca de morir escuchando El Regreso de Siniestro Total que de intentar entender qué es La URSS. Me dijeron el otro día que existía un grupo que se llamaba así y no he tenido la iniciativa, la inquietud de buscar quiénes eran. Nos merecemos que vuelva ABBA. Es necesario que vuelva todo otra vez. Que encontremos en lo de antes el asidero de lo fijo. Que vuelva la UCD, que vuelva el confort de lo que parece nuevo y huele a rancio. Que vuelva la selección española de la garra, de la furia, el Barça de Núñez, el Madrid de Bernabéu. Que vuelva la música buena que nunca avanza y te mantiene tranquilo, seguro, confortable. Que se muera la música. Es necesario que vuelva ABBA para que remate a la música. Super Trupper. Que vuelva Boney M. Rasputin. Que vuelva todo y que muera la cultura. Que se muera cualquier forma de cultura porque ha demostrado que no sirve para nada. Exposiciones, muestras, canciones, performances, cabarets, recitales, obras de teatro, todo a la mierda. Todo está muerto. Es necesario que Agnetta se cague encima de todos nosotros porque en 36 años no hemos sido capaces de hacer olvidar a ABBA, de que vuelvan y nadie sepa quiénes son. De que miremos la foto de esos cuatro suecos y nos importe una mierda. Hemos fracasado como civilización y como todo. Siempre mirando hacia atrás, siempre añorando lo de antes. Antes. Siempre antes era mejor. Siempre lo hemos hecho así. La risa satisfecha de quien te dice que 'esto es lo de siempre, siempre se ha hecho así, no hay nada nuevo, no estás inventando nada'. Y todo es siempre lo mismo. Siempre vendiendo caras de gente de hace 60 años que recordamos cuatro, de gente de hace 140 años que recordamos tú y yo que te la compro y que no me atrevo a pegar en mi mochila porque pienso que qué coño estoy haciendo. Estoy muerto. Y no llevamos nada nuevo. Camisetas de Iron Maiden. Camisetas de Michael Jordan. Una camiseta de Beethoven. Una camiseta de Cluster. Al final siempre estamos pecando. Pecando de no querer reconocer que estábamos deseando que Agnetta volviera y se girara así con el pelo rizado cuando dice oh yeah en el vídeo de Dancing Queen, como si eso fuera... nos merecemos todo lo que nos pase y más. Quitarme el ordenador de delante que estoy aburrido ya.