martes, 6 de febrero de 2024
Historia de las religiones
En la imagen nos encontramos con el asiriólogo Dr. Irving Finkel posando con una tablilla de escritura cuneiforme en la que el dios Enki le da instrucciones al rey sumerio Atram-Hasis para que construya un arca de unas dimensiones enormes, allá por el 3770 antes de Cristo, aproximadamente. Este relato seguramente influyó para construir el relato bíblico de Noé y su arca. Y así suele ser todo más o menos en la historia de las religiones, donde unas cogen cosas de las otras y las otras de las unas, cuando no es una la predominante, es otra la que tiene la hegemonía y así anula a las otras y pensamos que antes de aquella las personas no creían en nada o que lo que tenían en la cabeza eran poco menos que fantasías primitivas cuando lo que suele pasar es que nuestras propias religiones, del que las tenga, ojo, no son más que sucedáneos y adaptaciones y relatos que otros ya contaron antes y que nosotros seguimos repitiendo porque no se nos ha ocurrido otra manera, al menos en nuestro pequeño radio de acción, en nuestro reducido ámbito de movimiento, de explicar el mundo. Un mundo, un planeta, unos fenómenos que nos sigue costando entender y al que constantemente le estamos buscando los porqués y cuando no podemos llegar donde la ciencia ha llegado por falta de entendimiento o de información, nos aferramos a cualquier cosa y tendemos a creer que lo que no comprendemos será que es sobrenatural o que algo o alguien lo provoca desde alguna parte que no conocemos y nuestra labor, la labor de las personas que intentamos buscar respuestas razonadas, científicas, a las cosas, solemos tener tendencia a pensar que caer en la superstición y la religión es algo que pone a la gente detrás de algo que les conduce por un camino que justifica, al final, el atraso, la dominación, etc., pero a veces a estas personas como yo, por ejemplo, nos cuesta entender también que hay cosas en lo que denominamos 'hecho religioso' que son perfectamente compatibles con una vida en consonancia con las ideas de progreso y que no todo es reacción y tal, vale, lo entiendo, pero también te digo ahora mismo una cosa, que programar una charla sobre Ufología en el Pompeu Fabra, pues tampoco.
lunes, 5 de junio de 2023
Crows are white - Ahsen Nadeem
Un documental sobre tu propia pedrada, sobre tu propia movida, como contar un relato basado en ti mismo, o hacer tu autobiografía, tú y tú mismo, tú y tu circunstancia, tú y tu problema. Una cosa que te pasa a ti y que crees que puede tener interés para alguien. Puedes arriesgarte y pensar que eso es así o puedes comerte un mojón por creer que tu problema puede ser universal. O puede haber algo, que se escape al propio problema, al asunto que estás contando, que tenga que ver con la manera de contarlo o con cualquier otra cosa que conecte a la gente con eso. Es el caso de este documental de Ahsen Nadeem sobre sí mismo y su problema por el que nos adentramos en su problema, claro, pero también en otros temas y otros asuntos y otras movidas que nos atrapan y finalmente no nos importa si se soluciona el problema o si se queda pendiente, porque nos da la impresión de que hemos aprendido algo. Algo que puede que se nos olvide a los cinco, diez minutos, al día siguiente, a la semana siguiente. Algo que mientras lo estás viendo, sabes lo que es, y que ya no lo sabes. Vi este documental hace dos semanas aproximadamente, no sé qué es lo que vi en él que me atrapó, algo que estaba viendo y que aprendí, que ahora mismo no sabría explicar, ni aplicar, ni reproducir. El protagonista del documental, su director, es un chico de origen pakistaní criado en Arabia Saudí y en Irlanda, de familia de fuertes convicciones musulmanas, que resulta que se echa una novia norteamericana y no sabe cómo decírselo a sus padres. De hecho, se casa con ella y no se lo dice a sus padres. Sus padres le insisten en que se tiene que casar con una buena chica musulmana. Él ya se ha casado. Este es el tema gordo. Pero a la vez él está enredado en filmar un documental sobre un monasterio zen en Japón. Su movida dentro del monasterio, intentando hablar con monjes y demás que le puedan dar una respuesta a su problema, se queda siempre en nada, porque lo echan del monasterio varias veces y él reincide. Persevera. Hasta que conoce a un monje peculiar, el que está en la entrada del monasterio, que es todo un personaje. Un monje que es consciente de que el mundo está lleno de cosas que le pueden hacer alejarse de su idea de ser monje y tampoco va a privarse de según que cosas, ni del helado, ni del metal. Y mientras el documentalista va comiéndose el tarro y su matrimonio está a punto de caer, vemos como el monje va creciendo. Y el monje se acaba convirtiendo en una suerte de monje a domicilio, que va ayudando a la gente a resolver problemas de vida cotidiana aplicando una especie de sabiduría particular. Pues yo que sé, que me gustó el documental. Ahora no sé dónde lo estarán dando, porque lo pusieron en Filmin unos días y lo pillamos el último.
martes, 6 de abril de 2021
Tu Semana Santa
Sirva este artículo como respuesta (o como reflexión entorno a) al artículo publicado en Infograma el pasado 1 de abril.
La Semana Santa es compleja. Si quieres. No hace muchos días, me quedaba yo completamente anodadado con las reflexiones que se hacían desde la nueva izquierda andalucista o como se la quiera llamar en torno al hecho de la Semana Santa en Andalucía. Según esta nueva izquierda andalucista, representada en torno a la figura transgresora de Teresa Rodríguez, pero con más portavoces de peso, la Semana Santa, las procesiones, las hermandades, todo eso, no son un elemento a desdeñar desde la izquierda, porque son elementos populares, son parte de una cultura que va más allá de la mera celebración cristiana católica, sino que enlazaría con movidas de culturas anteriores y que, en definitiva, no son tanto cosas cristianas, sino cosas andaluzas. Y entonces, como lo andaluz ha de ser reivindicado y ensalzado frente a quienes lo quieren convertir en una cosa secundaria, doméstica, chabacana, menor, pues hacemos pesca de arrastre con todo y ponemos la Semana Santa, esa Semana Santa, y la aupamos a categoría de cosa nacional que merece lo que te dije. Y ahí me acuerdo yo de mis compañeros y compañeras y especialmente de mi compañero Bartolo, ex alcalde de Vilches por Izquierda Unida, y de su decisión de no asistir a las procesiones ni de semana santa ni de la virgen, porque un representante municipal... pero es que mi compañero es de Izquierda Unida y no somos la nueva izquierda, no nos acercamos al pueblo y su sentir. Las procesiones de Semana Santa y su sentir popular. Respetable, claro. No imponible. Si es que imponible se pude utilizar aquí, que uno ya no sabe ni qué decir ni cómo.
Y en el otro extremo nos encontramos la posición de una izquierda también transformadora y alternativa que, queriendo decir una cosa, se le acaba entendiendo otra. El artículo, sin firma, de Infograma, titulado Setmana Santa, processions i més, tiene, creo, la consabida intención de denunciar a nuestros gobernantes municipales que participan en las actividades religiosas de la Semana Santa, cuando bien pudieran hacer lo que mi compañero Bartolo y no acudir a ellas ya que no pasa nada si no se acude y si se hace a nivel personal porque uno se lo cree, pues estupendo, pero representando a todos y todas las colomenses, pues es otro cantar. Lo que no me queda claro del artículo es porqué se asimila la Semana Santa, en especial una Semana Santa de procesiones, con toda una suerte de males y de taras de la Iglesia católica. No le acabo de ver yo la intención, o se la veo pero me resulta tan repugnante que no la llego a comprender por parte de una izquierda transformadora y alternativa, capaz de asimilar la diversidad cultural siempre que no sea la que viene de una parte del Estado español. Es decir, en el artículo, el autor o autora, o autores, vienen a decir que la Semana Santa, esa semana santa de procesiones, es franquista. Que no es de aquí. Que viene impuesta por, que si la iglesia, que si Franco, que si las procesiones, que si la inmigración. Yo aquí lo mezclo muy a grosso modo y lo pueden leer en el artículo, y puede que se me diga que lo hago a mala fe. Pero si alguien me conociere, sabe que las procesiones me interesan como hecho antropológico y que, efectivamente, si puedo ver una de cerca, mejor, porque lo que a mí me gusta es el jaleo y ver quién es la gente que hace estas cosas. Pero ni soy creyente, ni practicante, ni me gustan especialmente las procesiones porque no dejo de ser un charnego de mierda. En el artículo, por ejemplo, se habla de la Iglesia Católica como pilar del franquismo, como hogar del machismo, como la quintaesencia de lo que hay que combatir, cosas todas ellas con las que uno puede estar de acuerdo, bastante de acuerdo. Pero el articulista olvida que precisamente en Santa Coloma, el poder de la Iglesia fue determinante para aglutinar movimientos antifranquistas. Lluís Hernàndez, no lo olvidemos, era cura. Así que en realidad, de qué estamos hablando. Si antes dije que la propuesta de la nueva izquierda andalucista me parecía un disparate, con las mismas digo que lo que propone el artículo me parece muy poco compartible por alguien de izquierdas, progresista, como se diga. Y con las mismas digo que me patea ver a la alcaldesa de Santa Coloma con la vara en la mano o a las regidoras con mantilla.
No me voy a meter a valorar cómo tiene que valorar cada uno sus creencias y practicarlas y toda esa mandanga. En realidad este tema es un tema menor, un tema como pasado ya de moda, pero que de vez en cuando vuelve. Y no vuelve en tanto como eso, como debate sobre la religiosidad o sobre el laicismo. A nadie le parece franquista la Passió d'Olesa de Montserrat o la Dansa de la Mort de Verges. Pero sí las procesiones. Anticlericalismo o anti otra cosa. El debate vuelve como otra cosa. No como religión, sino como un hecho cultural. Y lo reivindicamos o lo denostamos según nos convenga o nos parezca más cercano o lejano.
lunes, 12 de febrero de 2018
Momento Buda
En general, las enseñanzas y teorías relacionadas con el espiritualismo oriental me interesan desde un punto de vista más bien anecdótico. Me quedo, como me pasa también en otros órdenes del pensamiento como pueden ser el marxismo y demás, con el trazo grueso, con las ideas generales, con los tópicos con los que todo el mundo puede reconocerse. Avanzo poco y pienso que, realmente, no me interesa adentrarme más. No me interesa hacerme el religioso cuando, por muy diferentes que sean las religiones, finalmente yo no sigo la religión mayoritaria por considerarla, digamos poco fiable, no creo pues que el resto de religiones vayan a aportarme mucho más, por mucho que haya quien me explique de muy buena fe que no son religiones sino maneras de comportarse y relacionarse con el mundo y los demás. Sea como sea, por que la ignorancia es muy atrevida, soy capaz de colocarme banderitas tibetanas en la terraza y un niño jesús en el recibidor. Y una póster del PSUC en el pasillo. Y una cara de Mao pintada con Warhol cuando encuentro el blue tag o tak. En fin.
Un Buda. Desde hace años he tenido el deseo de tener un buda en casa. Un año, hace muchos años, en una feria de nadal de estas de la plaça del Rellotge, me compré una cajita donde había unos budas pequeñitos. Y en casa estuvieron puestos, en casa de mis padres, en una estantería, durante mucho tiempo, creo que los perdí porque no los he vuelto a ver. También he querido tener siempre una camiseta de Buda, un buda, de esas que ocupan casi toda la camiseta. Nunca la he encontrado. Sé que hay tiendas orientalistas por todos lados, por todas partes. Una vez, descubrí cerca del curro una Casa Nepal y allí que me fui a buscar una camiseta y encontré una, pero con un mandala y creo que en el centro pone Nepal. Compré una para mí y otra para mi hermano.
En mi casa tengo un elefante, una lámina con un elefante, que creo que es el dios Ganesh, chulísimo que me dieron de cuando cerraron el bar donde trabajaba la Marina y que tenían pegado en un cristal. No me acuerdo del nombre del bar. Tengo una especie de virgen de Lourdes que me trajo mi tito Antonio de Lourdes, claro. Es una especie de adorno pequeñito, un cuadrado de plástico con la virgen dentro. Creo que tengo muchas más cosas. Sí, tengo una foto de Elvis personificado como si fuera el mismo Jesús. Esta foto me la llevé de la última mudanza, o penúltima mudanza que hizo la hija negra.
Un año, en pleno delirio, me pillé la contraportada o portada interior del disco de George Harrison en la que salía 'Krishna peleando con Arjuna' y me hice una camiseta. La camiseta era en vinilo o no sé qué, el caso es que la camiseta, que era de color morado y era una pasada de guapa, me duró un verano. Se peló. De esa misma tongada me hice una portada de un disco de Os Mutantes que duró lo mismo.
No tengo ningún Buda que yo recuerde. Y si lo tuviera, ay si lo tuviera. Si lo tuviera entraría en una dinámica diferente. Si tuviera un Buda de estos de metro y pico, en el salón de casa. Si lo tuviera. Creo que si lo tuviera, si lo tuviera, tendría un espacio para sentarme frente a mi Buda y experimentar. Experimentar y concentrarme. Quedarme con los ojos entornados y recitar algún tipo de... oración. Y así, ahí, cuando llego a lo de la oración, es cuando me echo para atrás. Y prefiero quedarme acostadico así en el... y casi llego al mismo sitio.
Y no será por que no tenga oportunidades para tenerlo.