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martes, 17 de octubre de 2023

Sanación


No sabemos si fiarnos o no, pero no nos queda más remedio que dar paso al informe o reportaje que nos ha enviado un colaborador externo a este medio, sobre un caso extraordinario acaecido muy cerca de donde nos encontramos ahora mismo y que nos ha sorprendido sobremanera. Reproducimos íntegro el artículo. 

'Los estudios del profesor Almayr sobre lo que él denominó como Mirada Ovoide detallaban el cómo y el qué, pero no se preguntaban o cuestionaban o, al menos, yo nunca había advertido la posibilidad de la sanación o curación del fenómeno, si es que consideramos a esto que llamamos Mirada Ovoide como algo a 'solucionar' y no como algo a preservar. ¿Es la mirada ovoide una virtud o una aberración? Habitualmente, en los casos hallados y estudiados, lo hemos tratado como una aberración. Una fuente de problemas antes que algo a aprovechar, aunque de todo hay en la viña del Señor. Me presento, soy el doctor Popsnikle, trabajo en la Universidad de Mannschaf y he dedicado mi vida al estudio de refracción. Por casualidad, por pura casualidad, llegó a mis oídos el caso de una joven, Maritta Bergersen, que parecía atacada por un extraño caso de daño en los ojos que resultó ser básicamente un caso de mirada ovoide. Maritta era capaz de quemar los rastrojos con su mirada, encender el fuego, calentar la cocina, en definitiva, daba un beneficio a su comunidad, pero su poder era al mismo tiempo una fuente de problemas y la responsabilidad la tenía superada. No podía salir a la calle sin que la acosaran, siempre con discreción ya que la mirada ovoide no es tenida con mucho aprecio por la sociedad en general, para que ayudara en esto o aquello. Unos maleantes que pretendían abrir una persiana fueron sus últimos demandantes de atención. Así que mediante unos conocidos, me presentaron a Maritta que me pidió ayuda. Naturalmente, Maritta llevaba los ojos vendados con un material especial que no permitía (...).

Me propuse solucionar su problema con una operación correctora como las que se llevan a cabo para solucionar problemas de visión. Consulté con un amigo oftalmólogo y un cirujano. Nos pusimos manos a la obra. El pobre doctor Leder fue decapitado cinco minutos después de comenzar la operación. La pospusimos. Nos propusimos encontrar la manera. Hemos leído y consultado todos los casos de mirada ovoide o similares que han caído en nuestras manos. Y hemos encontrado un posible remedio. Mediante unas lentes de frío. 

Estas lentes de frío producen un efecto en la mirada ovoide, en esta mirada ovoide, que atempera su poder y la mitiga de tal manera que el paciente, el afectado, la afectada, Maritta, puede desempeñar una vida normal. ¿Qué son estas lentes de frío?...'

Lentes de frío, dice el nota. Es que no hay por dónde cogerlo. 

viernes, 21 de octubre de 2022

La mirada ovoide


No sé si el profesor Almayr estaría demasiado de acuerdo en incluir este caso dentro de sus investigaciones sobre la Mirada Ovoide pero sí que lo ha hecho la Fundación Almayr y aquí nos toca recoger este suceso que nos ha impresionado bastante. 

'La población de Bar Upon Therry se encuentra en una zona del norte de Inglaterra compuesta por personas trabajadoras y criadas en torno a la radio primero y a la televisión después, se trata de uno de esos lugares pintorescos sin quioscos, sin una papelería donde se vendan diarios, sin rerencias del mundo exterior más allá de los canales audiovisuales conocidos. En este pueblo se asentó hace años una familia emigrante, húngara, los Balassy, que llegaron aquí con la intención de montar un taller de reparación de aparatos eléctricos e hicieron cierta fortuna. La reparación de televisores, principalmente, les hizo adquirir fama en la comarca y alcanzaron una prosperidad que todos pensaron que en su Hungría natal hubiera sido imposible. El hijo, único hijo, de los Balassy, Fred, heredó el negocio y mantuvo esta fama de técnico reparador de televisiones así como vendedor también y con el tiempo lo ha sido también de pantallas de todo tipo, de ordenadores, portátiles e incluso teléfonos móviles. Todo comenzó con algunas visitas al médico por parte de personas de avanzada edad que se visitaban por tener los ojos completamente enrojecidos, irritados. Colirios, es que ya no tiene usted edad para, acuéstese más temprano, gradúese las gafas... Sin embargo, al poco tiempo empezaron a llegar a las consultas decenas de personas, niños, jóvenes, adultos, con los ojos enrojecidos, irritadísimos. La doctora Coleman, que no residía en Bar, investigó en el agua, algún alimento en mal estado, contaminación en el aire. Pero sorprendentemente no encontró nada, pese a que siempre se encuentra algo. La doctora Coleman se alarmó definitivamente cuando su compañero el doctor Farahk llegó al centro de salud con los mismos síntomas. El doctor Farahk no vivía en Bar, pero al parecer había pasado la noche en casa de una amiga. Habían estado viendo una peli en la cama con el portátil. Los ojos rojos y un cierto estado de ansiedad. La doctora Coleman quiso visitar la casa de la amiga del doctor Farahk para comprobar algo. Efectivamente, el portátil había sido vendido en Balassy Store. Buena parte del pueblo tenía aparatos comprados en Balassy Store. Fue a visitar Balassy Store acompañada de un agente de policía local. Los recibió el propietario, Fred Balassy, que iba con unas gafas de sol. La doctora Coleman le pidió que se quitara las gafas. Efectivamente tenía los ojos en carne viva. Se comprobaron las condiciones de los artículos que se vendían y todos ellos provocaban el efecto del ojo irritado. Se retiraron del pueblo todos los artículos. Se comentó con las poblaciones vecinas. Se recogieron testimonios. Se buscaron remedios. Se pensó que ya estaba todo hecho. Un día la doctora Coleman notó algo, un picor en el cuello. Ya era tarde.' 

martes, 21 de junio de 2022

La mirada ovoide


De todas formas iba a publicarse así que hemos preferido adelantarnos y aquí tenéis uno de los casos recogidos por la profesora Margueritta Uiachello, profesora emérita en la Universidad de Bolonia, sobre el efecto de la mirada ovoide recogido en uno de los múltiples trabajos de investigación que se han ido llevando a cabo a lo largo del tiempo en diversas partes del mundo, coordinados por ella misma y por el profesor Dario Vedetto, ambos especialistas en la teoría de la Mirada Ovoide desarrollada por el profesor Almayr y que siempre estamos gustosos de divulgar en nuestro espacio.

'En una pequeña población de la provincia de Ciudad Real, en España, nos encontramos con el caso de una mujer llamada Virtudes Del Amor que habiendo nacido con un visión muy reducida jamás pudo visitar a ningún óptico ni oftalmólogo ni especialista en la materia y de esta manera quedó ciega con cinco años viviendo encerrada en una habitación durante buena parte de su vida sin más contacto con el género humano que salir a misa acompañada de su madre y cuando ella murió de su hermana Valentina. No se casó ni se le conocen relaciones con otras personas que no fueran familiares cercanos. Desde muy tierna edad tuvo que convivir con unas gafas oscuras. 

A la edad de 68 años, ya viviendo únicamente con su hermana Valentina, encontramos el caso de Virtudes después de haber parado a comer en un restaurante al pie de la autovía que nos iba a llevar a Sevilla a conocer otro caso que referiremos después. Alguien escuchó nuestra conversación y nos llevó a encontrarnos con Virtudes a su casa. Era la hora de lo que allí se llama la siesta y aquel pueblo parecía abandonado por la vida. Llamamos a la puerta y nos salió a recibir Valentina. Le explicamos quiénes éramos y nos permitió entrar. Avanzamos por una sala casi a oscuras para llegar a una habitación amplia en la que una televisión emitía una película del Oeste. Allí estaba Virtudes situada frente a la televisión, con sus gafas oscuras, vestida con una bata sin mangas y dándose aire con un abanico. 

El motivo por el que habíamos ido a su casa había sido referido por un lugareño: la señora Virtudes hace cosas con los ojos. Así que le pedimos a Valentina que nos contara qué es lo que pasaba con su hermana y si era cierto que junto a la ceguera presentaba alguna otra anomalía. Nos contestó la propia Virtudes. 'Estoy hueca'. Mi compañero Vedetto avanzó pidiendo permiso hacia donde estaba Virtudes y nuevamente pidió permiso para ponerle la mano en la cabeza un instante. Efectivamente, ahí dentro no había nada. La mirada ovoide del profesor Almayr en este caso se había proyectado hacia dentro de la propia Virtudes, resituando sus órganos de tal manera que tuviera espacio para poder funcionar y convivir con la fuerza de... 'Estoy hueca. Pero estoy'.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

La Mirada Ovoide


 Informe de la doctora Amelia Olstrom de la Clínica Universitaria de Flossemburg:

'Nos llega a urgencias de la Clínica Universitaria un paciente llamado Thelonius Karlsson. Son las once y media de la noche. Nos cuenta que trabaja en una fábrica panificadora a las afueras de la ciudad. Sus horarios son infernales, nos dice, pero siempre le gusta reservar un pequeño espacio de tiempo para, al llegar a casa, poner la televisión y ver alguna película. Nos refiere que empezó a ver una película que daban en un canal de cine de comedias que le gusta mucho y que se sentó en su sofá. No bebe, ya había comido, se encontraba completamente sobria. Los análisis dicen que se encontraba en su sangre una pequeña porción de alcohol que achaca a un pequeño adorno que le pone al café de las mañanas. Thelonius Karlsson vive solo, en el momento en el que ocurren los hechos no hay nadie en su domicilio. Tiene unos 45 años, complexión fuerte, ninguna complicación previa. Nos dice que empieza a ver arrellanado en su sofá la película Zoolander, protagonizada y dirigida por Ben Stiller. Nos dice que es la primera vez que ve esta película. Que había oído hablar de ella, pero nunca la había visto. Nos dice que todo va bien hasta que durante la escena en la que el personaje protagonista lanza sus miradas, la mirada azul, nota como si dos lanzas penetrasen en sus ojos y se los revientan. De hecho, el paciente llega con los ojos reventados. 

El paciente se muestra tranquilo, pero no entiende qué ha podido pasar. De hecho no sabe qué le ha pasado, se extraña del caudal de sangre que le mana de la cara. Se ha mirado en el espejo y ve sus ojos en perfecto estado, aunque nosotros comprobamos que sus ojos están reventados, como digo, y es imposible que pueda ver nada. 

De hecho, el paciente Thelonius Karlsson nos dice que pese a la sensación y el tremendo dolor que ha sentido durante ese breve instante, al ir a mirarse en el espejo, se ha encontrado mucho más bello, más atractivo, mucho más favorecido. Y que no puede parar de pensar que ese incidente es una señal y que debe ganar en autoestima, él es una persona, una persona bella, una persona guapa. Lo tiene todo por delante. 

El paciente me ha descrito perfectamente pese a haberle vaciado las cuencas de los ojos. Estamos francamente impresionados.'  

miércoles, 22 de julio de 2020

Vista cansada

Hace mucho tiempo que no recibíamos nuevas informaciones acerca de la teoría de la Mirada Ovoide desarrollada por el profesor Almayr, pero a raíz de la desclasificación de unos documentos de la Comisión Pecheneck, hemos tenido conocimiento del siguiente caso.
'Alderiga Ambouk se ha personado ante la comisaría de policía de Kleschmark para comunicar que su esposo, Vebo Farrah, se ha atrincherado en la habitación dormitorio que ambos comparten situada en la calle 21 de Julio de Kleschmark. Alderiga Ambouk ha relatado que su marido se despertó hace unos cuantos días, cinco concretamente, con cierta sensación de cansancio, agotamiento, pese a llevar ya varios años jubilado y no desempeñar ninguna tarea específica ni en su domicilio ni fuera. Alderiga Ambouk nos cuenta que su marido había desempeñado la muy noble tarea de quiosquero en esta nuestra localidad y que nunca había tenido más instrucción que las reglas básicas, leer y escribir. Sin embargo, Alderiga nos dice que atesoraba una gran cultura y que era capaz de hablar de los lugares más insospechados, incluso pueblos perdidos de las montañas, como si los hubiera frecuentado desde la niñez. Alderiga nos dice que su mayor afición era sentarse cada día en la silla del quiosco y orientarla hacia un punto cardenal, a veces movía la silla imperceptiblemente, otras daba algún giro, y se quedaba allí absorto durante horas ya que no había demasiado movimiento en el quiosco salvo las primeras horas de la mañana y por las tardes cuando los niños reclamaban chucherías. Alderiga nos dice que su marido, Vebo, hablaba solo, se reía, a veces lloraba, otras cantaba canciones en lenguas extrañas, sin levantarse del quiosco. Alderiga nos dice que, una vez, al cabo de los años de estar casado, su marido le confesó que podía verlo todo. Que si se sentaba en la silla del quiosco y estaba tranquilo, progresivamente su campo de visión se ensanchaba y el mundo, que parece finito a la visión por culpa de la línea del horizonte, se le presentaba sin fin y podía a la vez centrar la mirada en cualquier lugar que quisiera, fuera este elevado, llano, separado por murallas, incluso dentro de domicilios. Podía verlo.
Alderiga siempre pensó que, en sus ratos muertos, su esposo leía novelas de baratillo y que como Dn Quijote se había trastornado. Alderiga, que trabajaba de carnicera en el establecimiento municipal del mercado de Kleschmark, nos cuenta que una vez, al llegar a a casa, encontró a Vebo sentado en la habitación dormitorio que compartían y, al borde de la cama, recitar un canto en idioma indígena que no supo ella descifrar pero que no le pareció europeo, al menos que ella, con sus pocos conocimientos sobre el tema supiera. (Posteriormente hemos sabido que es una invocación aymara).
Alderiga y Vebo supieron así que desde casa también podía disfrutar de los beneficios de ese don de la vista.
Sin embargo, hace cinco días, Vebo la miró con otros ojos, justo después de comunicar que se encontraba cansado. Alderiga nos cuenta que Vebo siempre había sido una persona afectuosa y que la había tratado con amor, pese a no tener hijos, pero que no tenía detalles especiales con ella o jamás se había fijado en su aspecto ni para alabarlo ni para reprochar cualquier cosa.
- Estás guapa. - Dice Alderiga que le dijo Vebo aquella mañana justo después de comunicar su cansancio. Se detuvo un rato ante ella y la miró como nunca.
Acto seguido se encerró en su habitación y allí sigue desde entonces. Alderiga está preocupada.'

martes, 21 de enero de 2020

La Mirada Ovoide

Unos cuadernos encontrados en los archivos de la Fundación Almayr acaban de ser publicados por la propia Fundación y no sabemos si le hacen ningún bien a los estudios del profesor Almayr sobre la Mirada Ovoide, pero los han publicado y nosotros nos encargamos desde aquí de publicar un pequeño extracto de estos textos que reproducimos inmediatamente:
'Todas las mañanas me levanto con una extraña sensación. Desde que volví de aquel viaje al Congreso de Gotemburgo, si no recuerdo mal. Creo que sí. Tengo la sensación de que, cada vez que me despierto por las mañanas, los ojos me dicen cosas. No creo escuchar ninguna voz o sonido que provenga de mis ojos, pero tengo la sensación de que los ojos se comunican conmigo. Ya no es que los ojos, en cuanto órgano, me comuniquen cosas porque me hacen de ventana al mundo, es que además, los propios ojos se convierten en elementos que se comunican conmigo. Creo que mis ojos han comenzado a almacenar algo de la información que van recogiendo y que me la escatiman, se la quedan y me la van dosificando. Se la guardan. A veces, creo estar negociando con mis propios ojos para que me digan cosas que deberían trasladarme al cerebro y que soy consciente de que no me llegan. Mis ojos no quieren decírmelo todo, mis ojos se están guardando parte de la información. Cuando me dirijo a ellos para que dejen de ocultarme las cosas, mis ojos se inventan excusas, se van por las ramas, me proyectan en el cerebro imágenes que no entiendo, de un tiempo que parece ser futuro, de personas que no conozco, de momentos de la historia que no necesito recordar, de libros que están escritos en idiomas que desconozco, con cubos llenos de restos de comida, con personas que inician conversaciones banales sobre asuntos que parecen extraídos de un diálogo de taberna.
Mis ojos se cuentan historias entre ellos. Mis ojos, entre sí, se hablan y se comunican y se hacen entre ellos lo que me hacen a mí. Mi ojo derecho hay días que se niega a funcionar. Según que cosas me las cuenta y se confiesa conmigo. Mi ojo derecho dice que tiene celos el ojo izquierdo. Mi ojo izquierdo es más listo y me adula, no se corta, me hace la pelota, mientras que el derecho se vuelve loco de celos porque aunque el derecho es más cariñoso el izquierdo es más divertido y quieras que no, el ojo izquierdo me llama más la atención.
Mis ojos han comenzado a robarse información. Esta mañana me he encontrado con el ojo izquierdo fuera de lugar y el ojo derecho ocupando su posición. El ojo derecho, pese a estar fuera de sitio, se ha comportado como un ojo normal. Durante unas horas he creído recuperar una visión normal, aunque por un solo ojo. Creo que mi ojo izquierdo ha desaparecido.
Mi ojo izquierdo ha vuelto. Han hablado los dos ojos. Se han puesto de acuerdo. Cuando me duermo, creo que ambos ojos se meten dentro de mi cuerpo y hacen excursiones. Han decidido que mi interior es mejor que lo que se ve fuera. El resto del tiempo todo es normal.
Ya no me rasco los ojos. Tengo miedo de enfadarlos y que todo vuelva a enloquecer.'

miércoles, 19 de junio de 2019

El enigma del ojo cortante

Dentro del catálogo de estudios del doctor Almayr encontramos en una carpeta el siguiente caso:
'Referido al asunto que nos cuenta el señor Hyacintus Archangelopulo, residente en la ciudad de Odessa, Imperio Ruso. Cuenta el señor Archangelopulo que saliendo de su quehacer habitual como inspector de medidas y subjefe del Consejo de Administración del concejo de Chikasvilli, apareciendo en la calle de la Emperatriz Ana y doblando hacia la calle del Mariscal Menshikov recibió una herida profunda que le sajó la cara a la altura del pómulo y le produjo una incisión de tres dedos de profundidad sin que le sucediera el contacto con ninguna superficie cortante. Esta incisión, este corte, le llegaba desde el pómulo izquierdo hasta bien llegada la parte de atrás de la oreja, en el cráneo posterior. Una porción de su oreja, el lóbulo, había sido sajado.
Este corte no le produjo dolor algun y solo reparó en él al llegar a su propio domicilio particular, situado cuatro calles más allá, en el Boulevard Mischkin. Al dejar su sombrero y bastón, la ama de la casa Mariana Shulakdevidze, gritó horrorizada al ver la línea de sangre que le había dejado el corte en cuestión. El señor Hyacintus Archangelopulo vivía solo junto a su ama, con la que mantenía una fría y distante relación de señor y criada desde que comenzó su contrato hacía ya veinte años. Reparó al mirarse en el espejo que llevaba semejante corte encima y rápidamente se dirigió a la consulta del doctor Rabinovich. Éste examinó la herida, delimitó la profundidad y le recomendó descanso, concretamente alojarse en el propio domicilio del doctor Rabinovich para más seguridad.
El señor Archangelopulo descansó durante quince días en el domicilio del señor Rabinovich y volvió a su casa. El señor Rabinovich hizo preguntas, caminó por la ruta que hacía habitualmente el señor Archangelopulo y no fue capaz de descubrir el motivo de la mirada.
El señor Archangelopulo volvió de nuevo a sus ocupaciones normales cuando, visitando la aldea de Goroznovo tuvo una pequeña discusión con un cacique local que se negaba a pagar tributo por unos trabajadores contratados. Al volver a su domicilio en un carruaje y mientras evaluaba los tantos por ciento y las cifras varias, notó humedad en una mejilla. En esta ocasión el corte se había producido a la altura del bigote y en la mejilla derecha.
Nuevamente fue al doctor Rabinovich, nuevamente el doctor hizo una pequeña investigación. Nuevamente sin conclusiones.
El señor Archangelopulo hizo otra temporada de descanso, volvió a su trabajo un mes después. Su cara parecía transformada, pero él no sentía dolor.
Dirigiéndose a su propio domicilio particular en el Boulevard Mischkin, pensando en sus cosas, en un futuro viaje a Kazán y a Riazán quiso notar algo. No pudo notar nada. Su cabeza se hallaba cortada por la mitad. En mitad de la calle.
El doctor Rabinovich consideró el caso como un asunto personal. Hizo investigaciones, consultó a familiares y clientes de Archangelopulo.
Nunca preguntó, según los informes del propio Rabinovich, a la señora Shulakdevidze que volvió a su pueblo en Georgia y que se casó sorprendentemente con un médico de su pueblo, el doctor Orel. Ciego.

martes, 8 de enero de 2019

La mirada ovoide

En una de las carpetas del profesor Enjund, emérito investigador de la Universidad de Fred, hemos encontrado este caso que nos ha parecido ciertamente curioso y que no deja de ser una prueba más de todo lo que hemos ido comprobando sobre las teorías de la mirada ovoide del profesor Almayr.
'En el pueblo de Freierstund, vivió al parecer a principios del siglo XIX un hombre llamado Albertas Dariuszkas. Aquel hombre venía del norte, aún más al norte de Freierstund, que ya estaba bien al norte. Apareció durante un invierno especialmente crudo. Cubierto de una piel basta y un gorro grueso y de unas especie de anteojeras bastante curiosas, entró en la taberna y pidió un vino caliente. Se lo sirvieron, bebió y pidió otro. Y otro. Y otro. Hasta que entró en calor. El recién llegado fue interrogado por la parroquia del local sobre su origen. Venía del Norte, pero no sabía como se llamaban las tierras en las que nació. Le preguntaron por su nombre y dijo que un cura le había puesto de nombre Albertas Dariuszkas. El sacerdote se llamaba Dariusz y el nombre de Albertas le pareció al cura adecuado para aquel especimen. Era alto, enorme, muy fuerte. Se quitó la pelliza, se quitó el gorro, pero dejó puesto las anteojeras, ahora dispuestas como un antifaz.
Empezó a tomar copas de aguardiente. Pareció tomar confianza y se quitó aquella protección para los ojos. Miró al tabernero. Algo ocurrió que el tabernero sintió un dolor terrorífico en su cabeza y cayó muerto. El hombre volvió a ponerse rápidamente el antifaz y salió de la taberna. Todos se quedaron paralizados.
Nadie supo qué había pasado con aquel hombre llamado Albertas hasta que unos días después lo encontraron muerto, con marcas en el cuello y una soga. Se había colgado en un árbol alejado del pueblo. Y allí lo enterraron. Todavía con el antifaz puesto.
Casi 150 años después, en el pueblo de Freierstund se instaló la fábrica de condensadores y maquinaria para camiones Skilda. Muchos vinieron a vivir a aquella población. Se construyeron nuevas casas. Algunas de ellas estaban planeadas en unos terrenos alejados del centro del pueblo. El equipo constructor consultó con el consistorio la posibilidad de trasladar una tumba que se encontraba en aquellos terrenos, al cementerio local. El alcalde dio su aprobación.
Al desenterrar aquel montón de tierra se dieron cuenta de que no había féretro, y solo unos huesos envueltos en trapos, una pelliza, un gorro y unas anteojeras.
Nada pudo construirse en aquellas tierras.'

jueves, 27 de septiembre de 2018

La mirada ovoide

El profesor Izzedine Chaffak, de la Universidad de El Cairo, ha ido publicando una serie de artículos que por motivos diversos no han sido puestos en consideración hasta fecha muy reciente. Estos artículos establecen una nueva línea de investigación que hasta ahora no había sido convenientemente tratada y que lleva la teoría del profesor Almayr y su Mirada Ovoide a un nuevo... espacio. Atención a lo que establece el profesor Chaffak en esta su interesante reflexión:
'Mis días en la Universidad han pasado desde mi nombramiento como profesor titular de la Facultad de Medicina entre el tedio y la desesperanza. Mis sueños juveniles, mi anhelo de convertirme un salvador de la humanidad mediante el ejercicio de la medicina y especialmente el cuidado de los ojos de los menos necesitados fue derivando en una rutinaria y tediosa especialización en la teoría que poco o nada aportaba a mi propósito inicial. Las clases, las preparaciones de las clases, las reuniones con otros profesores, la vida universitaria, las conspiraciones palaciegas dentro de la misma, consumían mi tiempo. Y mi vida se iba diluyendo poco a poco entre mis manos. Ante mis ojos, podría decir, queriendo darle un toque... Como sea.
El Cairo no es una ciudad fría. Cuando llega la época estival se convierte en un horno infernal. Yo, que soy de una región montañosa y que no me acostumbro a vivir en la capital, no soporto ni el bullicio, ni el gentío, ni el caos y mucho menos que todo eso se de con temperaturas demoníacas.
Desde siempre he llevado gafas. Quizás haber llevado gafas, miope toda la vida, desde muy niño, ha tenido consecuencias en mi propósito de vida. Ver a tantos niños que no podían llevar gafas hizo que yo dedicase mi vida a intentar paliar esas carencias.
Mi compañera de vida, siempre me decía que yo estaba más guapo sin gafas. Que las gafas me tapaban la cara, que las gafas no dejaban lucir mis ojos, que las gafas me estorbaban. Yo, que siempre he llevado gafas, me resistía a otra opción que no fuera esta. Cuando ella murió, me propuse, como homenaje, operarme de la visión.
Hice los trámites, hice las pruebas, y un amigo, el doctor Hakam, me dio fecha. Accedí a operarme. Para irme acostumbrando a la visión sin lentes me recomendó usar unas lentillas. Por primera vez iría sin nada sobre la cara. Pero, ay, por primera vez, descubrí que podía protegerme del sol en los ojos con unas gafas de sol.
Me compré unas gafas de sol y me dispuse a salir una mañana por el campus a dar una vuelta. Lentillas y gafas de sol. Mi visión con las lentillas era normal, aunque notaba cierta incomodidad en el ojo, típica de quien no ha llevado nada en el ojo nunca. Pero cuando me puse las gafas de sol al salir a la calle, sucedió algo.
Algo extraño.
Todo lo que veía se deformaba. Todo lo que veía cambiaba de forma. No solo cambiaba de forma en mi retina. Cambiaba de forma de manera real. Tangible. Me quité las gafas y al señor Haroun, profesor de lengua clásica, el brazo derecho se le había trasladado al centro del pecho. La nariz viajó al ano. Un nuevo ojo le nació en la rodilla (no podía doblarla) y el ojo derecho le desapareció. Al señor Farrakh, la cabeza se le fue al pie, como quien lleva un balón cosido al pie. El campus de la facultad de medicina del Cairo se había movido hacia la agradable villa francesa de Villiers sur Mer. Se me ocurrió mirar al sol.
Lo demás, lo dejo a su consideración'.
Y aquí estamos. Aclarándonos con el señor Izzidine Chaffak a ver qué hacemos, porque en este sistema solar oxígeno para todos no tenemos y luz del sol ni luz de nada... y el hombre no se quiere quitar las gafas de sol.

miércoles, 16 de mayo de 2018

La manipulación muppet

Las sospechas que albergábamos desde hace tiempo se han cumplido y finalmente ha sido el profesor Cielinsky de la Universidad de Jalisco quien ha llegado al fin a desarrollar una teoría que recoge el ingente trabajo del profesor Almayr acerca de la Mirada Ovoide y lo lleva directamente a la manipulación de las masas. En concreto de las masas jóvenes.
El profesor Cielinsky ha registrado sus investigaciones en la revista 'Ojival' bajo el título de 'El efecto muppet', por el cual ha investigado cómo el visionado de programas en los que aparecieran muñecos de peluche, de tela, de esos con los ojos pegados o cosidos, consiguen en los más jóvenes, en nuestros hijos e hijas un efecto hipnótico que no consiguen por otra parte otro tipo de elementos. Ni tan siquiera los estudios llevados a cabo con dibujos animados, concretamente los dibujos japoneses que tienen los ojos más grandes de lo normal, han conseguido el efecto que consiguen los ojos de muñeco. El profesor Cielinsky ha manifestado lo siguiente en el artículo que pasamos a reproducir: 'Situando a diversos y diferentes niños y niñas de edades comprendidas entre los dos y los diez años de edad ante un aparato televisor y reproduciendo ante sus ojos diversos programas de televisión intercalando los que contuvieran en su registro artístico la presencia de muñecos y los que no, concretamente los que se titulan Barrio Sésamo o Sesam Street, consiguen en el niño o niña que los visiona un efecto por el cual todo aquello que los muñecos hacen o dicen, es efectivamente grabado en el interior de la mente de los niños de una manera eterna, indeleble. Reproducen sus gestos, imitan sus voces y lo más preocupante... calcan sus miradas.
Este es el más alarmante de los resultados obtenidos. Los ojos de los muñecos, los ojos de Muppet, en tanto que no acostumbran a estar fijos en ninguna parte, ya que son muñecos y muchas veces lo que parecen ser las pupilas bailan de manera azarosa dentro del globo ocular, supuesto globo porque está cosido y no es un globo ocular real, tal y como conocemos y apreciamos los globos oculares y tal y como recoge el profesor Almayr en sus investigaciones, sin embargo, esos ojos, decimos, esos ojos, parecen volver loco, hacen entrar en trance al niño o niño que los mira y ya jamás el niño vuelve a parecer una persona en su sano juicio.
Los rayos catódicos ejercen así una suerte de combinación funesta entre el ojo con mirada ovoide y el propio ojo muppet, que trasladan una fuerza, una serie de indicaciones fatales a los ojos del propio niño o niña que condicionan su comportamiento de aquí hacia el infinito. Esta manipulación, que puede parecer burda y que debería sustentarse en la fuerza de sus canciones, en el vívido colorido de cada uno de sus muñecos o en las hilarantes situaciones que se producen en los programas, no son en realidad tales, ya que eliminado el sonido, eliminada incluso la misma presencia de la televisión y expuestos los niños a los ojos sacados de sus muñecos correspondientes, no dejan ya de sonreírse, cantar de manera inveterada y hacer cálculos o pensar en delante y detrás como si... como si estuvieran poseídos por la mirada que lanza el ojo blanco con fondo negro, en la mayoría de los casos.
Los niños y niñas de nuestro mundo, influidos por esos ojos, son así presa fácil para cualquiera qué...'.
Por dios y por la virgen.

jueves, 14 de diciembre de 2017

La mirada desganada

Fríos e intensos. Así fueron definidos los miembros del grupo 'Masa'. Se trataba de un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad de Yokohiro que llevaron hasta el paroxismo su devoción por las teorías del profesor Almayr en torno a la Mirada Ovoide. Comandados por el profesor y doctor Orihara, se reunían al finalizar las clases en un cobertizo de la misma Universidad para desarrollar por su cuenta toda una serie de experimentos que tenían como base la Mirada Ovoide y todo lo que con ello se podía conseguir. Después de publicar una serie de artículos en algunas revistas y de que el propio profesor y doctor Orihara fuese entrevistado en la televisión pública sobre sus trabajos, pasaron a la clandestinidad.
Sus miembros se distinguían entre sí únicamente cuando estaban reunidos y tenían prohibido mentar la mera existencia del grupo 'Masa'. Algo muy propio de los grupos clandestinos. Sus actividades se dividían entre actividades de distracción y las actividades ocultas. Las actividades de distracción constituían en un grupo de personas que se reunían para divulgar conocimiento y proponer aplicaciones propiamente dichas y otro grupo que trabajaba en la práctica sin tener conocimiento de lo que el primer grupo hacía.
Así que, con el liderazgo e inspiración de Orihara, llegaron a una conclusión. Podía ejercerse el poder de la Mirada Ovoide, es decir, proyectar la fuerza de la mirada de manera artificial mediante un objeto. Según dejó escrito el propio Orihara 'hacer de la luz una nueva fuerza'.
Así, determinaron montar un pequeño taller de vanguardia en la construcción de lámparas de última tecnología. Unas lámparas capaces de proyectar una energía capaz de condicionar la actitud de las personas, sus conductas, incluso de provocar movimientos y situaciones. No se trataba de construir lámparas cuya luz fuese de una manera u otra. Se trataba de construir lámparas que proyectasen sobre los seres humanos fuerza. Luces que pudiesen mover. Nada de magnetismo ni esas cosas tan vulgares, estábamos hablando de crear en serie el fenómeno de la Mirada Ovoide.
El grupo 'Masa' constituó una empresa, la Masako, que comenzó una producción limitada de lámparas llamadas 'Myer', que fueron vendidas primero en el mercado japonés, con una publicidad sencilla y que poco a poco se fue haciendo sitio en el mercado.
La peculiaridad de las lámparas 'Myer' era que resultaban ideales para espacios de trabajo, como talleres, fabricas, estudios... por lo que su efecto en grupos podría resultar aún más importante. Así, la instalación de las lámparas 'Myer' en el estudio de arquitectura Samomaki de Tokyo, fue el primer pedido importante para la Compañía Masako. Lo que no sabía el estudio de arquitectura era que cada lámpara era una fuente de energía capaz de hacer que los diseñadores y arquitectos, dibujantes y proyectistas, llevaran a cabo su trabajo sin ser conscientes de que lo hacían bajo el influjo de una energía que el grupo 'Masa' había imbricado dentro de la lámpara. Una fuerza que hacía que todo aquel que cayera bajo el influjo de la lámpara odiase sin remisión su trabajo, su cometido, su propia vida. Las casas y edificios proyectados por el equipo Samomaki en esa época, se distinguen por una desgana en los trazos y acabados dignos de las cuevas troglodíticas. Y sin embargo tuvieron su público.
En la industria cárnica Minonoke, los animales seguían vivos meses después de haberlos llevado al sacrificio. El metro de Yokohama no funcionó durante años. Japón se fue a la mierda.
Yo no quiero escribir más.

jueves, 6 de julio de 2017

Ojos contra ojos

Según un informe realizado por el profesor Petarski para la Universidad de Oriolsk, pasamos a referir el siguiente relato, escalofriante.
'Advertidos por parte de unos lugareños de que uno de los hijos de alguien que había seguido los cursos que hacíamos en la facultad en torno al fenómeno de la Mirada Ovoide y las investigaciones del profesor Almayr, decidimos trasladarnos a la provincia de Eduardohovsk y contrastar sobre el terreno lo que nos contaban. Al parecer, en la aldea de Novi Frigotsinievsk, dos mujeres vivían una alejada de la otra exactamente separadas por todo el pueblo. Es decir, una de ellas vivía en un extremo de la aldea y la otra vivía en el otro extremo de la aldea. Por decisión administrativa y consenso popular, no podían coincidir bajo ningún concepto y de ninguna forma y manera en el mismo espacio. Ambas, decían los paisanos, poseían una fuerza en la mirada que, si se juntaban en un mismo lugar podrían causar desgracias sin igual.
Así las cosas, una vez que llegamos, nos enteramos de que Shaliya Shelibayeva y Shilanka Shuralipova solo se habían visto una vez en la vida, de niñas en la escuela, y que a raíz de ese encuentro, del que nadie se atrevía a hablar, se había decidido apartarlas a cada una en un extremo del pueblo y que no se encontrasen nunca más. Ambas poseían la capacidad de mover su mirada y provocar con el efecto de la misma que las cosas se alterasen. Como quiera que ambas podían ver esquivando y rodeando y saltando los objetos, edificios y distancias por el efecto de la Mirada Ovoide tantas veces descrita por el profesor Almayr, se decidió que ambas vivieran con los ojos tapados y como medida de seguridad, igual de alejadas que antes. La fuerza de su mirada era tal que, movidas por la curiosidad, ambas miradas, ambas energías se habían encontrado y nadie supo explicar qué fue aquello que sucedió cuando sucedió lo que sucedió.
Y así las cosas, decidimos provocar un encuentro, toda vez que aseguramos a las autoridades locales que no se corría ningún peligro y que, aquellos que lo prefiriesen, podrían abandonar la aldea. Juntamos a Shelibayeva y Shuralipova en un terreno llamado Campo de los Amapolos por los habitantes de Novi Frigotsinievsk y propusimos que algún miembro de la seguridad del Estado estuviera cerca para evaluar las posibles desgracias causadas.
Trajeron a ambas mujeres. Ambas rondaban ya la cuarentena. Las dos llevaban los ojos tapados por unos rudimentarios antifaces. Ambas, contra lo que pudiera parecer, no parecían tristes o amargadas, antes al contrario, las dos dibujaban en sus rostros unas sonrisas que nos sorprendieron sobremanera. Al sentarlas una frente a la otra, a una distancia de dos metros de distancia, nos dispusimos a quitarles los antifaces y acto seguido salir corriendo disparados hacia unos parapetos que habíamos colocado para protegernos de posibles...
Cuando ambas miradas, azules, claras, verdosas, limpias, se encontraron sentí que en mi interior estallaba todo lo conocido y todo lo que iba a venir. Cuando las dos mujeres se toparon una con la otra, cuando las dos fuerzas se estrellaron y mezclaron, sentí que me disolvía en un universo que no conocía, que todo lo que yo sabía, mi habla, mi idioma, mi lenguaje, lo que escuchaba, lo que yo había aprendido durante años, lo que eran mis amistades, mis conocimientos, mi primera papilla, los primeros verbos irregulares, la madre que me parió, el club deportivo, la vida, toda la vida, toda la puta vida, toda la santa vida, se me disolvía y aparecía ante mí una nueva realidad. Una realidad que se imponía a lo que yo había estado vislumbrando como un patán durante tantos y tantos años. Sentía que sobre mis huesos, sobre mi cuerpo, sobre mi cerebro, sobre mis propios ojos, crecían otros miembros, un nuevo cuerpo que venía a sustituir lo anterior. Y en un estado de excitación y de pérdida de sentido de la presencia en el mundo que se me antojó definitivo, miré a mi alrededor y para mi sorpresa, no a todo el mundo le ocurría lo que a mí y había quien se mostraba indiferente y quien por el contrario, parecía haber desaparecido del mundo. Vi volar a Platonov.
Nunca jamás hubiera imaginado nada parecido. Y de repente, ambas parecieron decidir que era suficiente. Y por su propio pie ser apartaron una de la otra y volvieron a sus casas.
Algo en mí me decía que esas mujeres se habían visto más veces.'

martes, 4 de abril de 2017

Ojo de cuero

Al hilo de un reciente artículo de Ossip Mandelsson en la revista ?, reproducimos el caso que nos ha consignado el profesor de la universidad de Sansito Pequeño, el doctor Horacio Deboniz, que supone uno de los escasos escritos que existen en el corpus sobre la Mirada Ovoide allá en la tierra hermana de América Latina.
'Somos muchos los que desde este humilde rincón del Cono Sur intentamos estar al tanto de lo que se está moviendo en el mundo, sin querer por eso perder ni un ápice de acento local. La pretensión de alcanzar lo moderno, lo contemporáneo, directamente lo anglosajón, nos escuece porque pareciera que nos obliga a perder nuestro propio sentido. Y así nos apena perdernos algunos de los debates que se producen en el otro hemisferio, y concretamente la polémica sobre la teoría del profesor Almayr llamada Mirada Ovoide, sobre el que quisiera referirme a través de este relato acaecido sobre mi propia persona hace unos pocos meses.
Vivo en un edificio de la ciudad propia de Sansito, en solitario en mi pequeño departamento, en un edificio como digo ocupado por otros profesores y trabajadores de la universidad. Acostumbro a parar a tomar un pequeño trago después de las clases y el duro trabajo investigador en el área de Microcirugía Ocular y allá departo amigablemente con parroquianos de distinta procedencia. Uno de ellos, el señor Aristizabalaga, abogado de profesión, me comentó lo siguiente. En la ciudad de Arabia del Sur un pariente suyo del señor Aristizabalaga, el licenciado Heriberto Herrera Santofagasta se dedicó durante muchos al ejercicio de la medicina familiar y en una de sus jornadas de trabajo le comunicaron que en una aldea remota, llamada Gumbayá se había dado un caso extraño. Un caso maravilloso que tenía asombrados a los habitantes tanto de Gumbayá como de la comarca entera y que había llegado a la ciudad de Arabia del Sur en tanto que el resto de sabios del contorno no habían sabido arreglar el problema ni la situación. Al parecer, el arrendatario de unas tierras de Gumbayá, llamado Veneciano María Guamán Karsik, había comenzado a tener problemas de visión por causas desconocidas. Esos problemas de visión no tenían tanto que ver con pérdida de visión, prematura ceguera, o patología semejante sino que su caso tenía relación con una supuesta capacidad del sujeto Veneciano María de hacer cosas con la visión. 'Señores, decía llorando desconsolado con un acento paisano que enternecía a los presentes, señores, la fuerza de mi mirada no pensé yo que fuera así como un ejército capaz de inclinar a los más fuertes, ni tan solo de doblar una vara de fierro, ni siquiera de mover un clavito de posición. Y sin embargo, el clavito lo moví, la vara de fierro se movió y me espanta ser capaz de derribar un gobierno si lo miro fijamente.'. Así que le tumbaron en el suelo, le examinaron, le miraron el ojo, pero la fuerza supuesta de su mirada seguía actuando, haciendo volar el techo de su morada, destrozando mobiliario y domicilios de los alrededores, siendo capaz de causar diversos daños de consideración en lugares para los que se hubiera necesitado maquinaria precisa para hacer el mal.
Sea como sea, Veneciano María no encontraba solución a su problema si es que de un problema se trataba. A Veneciano María le tenían ya por un elemento de riesgo para la paz social en la comarca cuando alguien tuvo la idea de recurrir a los chamanes de la indiada local. Y ahí que llegó un José Huaman Paraní que con su paciencia y ritmo diferente pasó varias horas junto al presunto enfermo. En un momento, Huaman Paraní sacó de una bolsita un parche y se lo colocó sobre el ojo a Veneciano María. 'Ojo de cuero', dicen que dijo Huaman Paraní, se rió y salió de donde tenían encerrado a Veneciano María. Cuando Heriberto Herrera Antofagasta llegó a ver a Veneciano María, vió el parche y sin mucha deliberación decidió 'dejar el ojo de cuero puesto donde se encuentra'. Y con el ojo de cuero se quedó. Y ojo de cuero es.'

miércoles, 7 de diciembre de 2016

La mirada ovoide y las ganas

Interesante reflexión por parte de la profesora Mirka Sokolowicz en torno a experiencias personales vividas a raíz de sus investigaciones relacionadas con las teorías del profesor Almayr y la mirada ovoide, recogidas en la revista ForFer.
'Yo, como otras muchas personas relacionadas con la ciencia, he sentido también la llamada de lo extraño. Como muchos de los que rigen su comportamiento en base a unas normas racionales, comprobables y medibles, que dedican su vida a ello, he caído también en ocasiones en la tentación de probar lo sobrenatural. De esta manera y bajo ese encantamiento, me acerqué a las teorías de Almayr, con el convencimiento de que estaba entrando en un mundo mucho más relacionado con la magia y lo fantástico que con lo científico. Directamente lo afronté como un pasatiempo. Estoy especializada en el estudio de animalejos y bichines, desde un punto de vista de su utilidad para el mundo farmacéutico y consideré que leer sobre la mirada ovoide me serviría de distracción. Una teoría que daba a la visión una fuerza, que daba sobre la mirada el poder de intervenir en el mundo, que hacía del ojo humano no un simple receptor de imágenes, sino un actor importante en el curso de los acontecimientos. Y así fue como comencé a leer los trabajos de Almayr y sus discípulos, a veces sorprendiéndome a mi misma riéndome y carcajeándome cuando leía según qué casos recogidos en testimonios que se me presentaban de muy dudosa veracidad. Consideraba yo, leyendo aquellos casos de personas que conseguían doblar cosas, cambiar la percepción de las mentes, enamorar con los ojos, sortear obstáculos con la vista, etc., que el género humano no tiene límite a la hora de imaginar. Me entristecía pensar, también, que somos seres capaces de creer en lo que haga falta con tal de salir de la rutina, de la grisura. Que nos gusta fabular, contar cosas, hacerle llegar a otro nuestro pensamiento, nuestra visión del mundo, que no nos gusta estar solos y que descargamos en los demás frustraciones sin cuento, pensando que, con la fuerza de la mirada incluso, podemos cambiarlo todo, ya que con la acción misma de nuestras manos, de nuestras palabras, de nuestro pensamiento, no llegamos. Debemos y queremos confiar en lo sobrenatural. Eran numerosos los casos donde primero el afectado era poco receptivo a las teorías de Almayr y, después, caía en el encantamiento a mi juicio de seguir a pies juntillas los preceptos de la mirada ovoide y se veían a sí mismos modificando las reglas de lo normal a través de una mirada. Trucos de magia, pensaba yo. Sugestión. Vidas corrientes de personas que se ven deslumbradas por la última teoría en boga, en este caso la de la fuerza de la visión. Yo, hice propósito de mantenerme firme, de no dejar que, por un instante llegase yo a pensar que con mi mirada podía hacer algo. Así, de vez en cuando, en momentos de descanso de mis tareas, pensaba para mí, ensimismada, en las cosas del mundo y me ponía a mirar en lontananza y llegaba a considerar que quizás, si me esforzaba, pudiera yo... pero rápidamente volvía en mí y, estar vestida con mi bata blanca, rodeada de documentos, pantallitas con números y demás parafernalia científica, me devolvían a la realidad. Vivo sola, no he tenido nunca una pareja estable y ya, a mi edad, he decidido consagrar lo que me queda de vida al trabajo, que creo que me depara más satisfacciones que el trato con seres humanos que decepcionan más que aportan. Este desapego hacia el género humano, lo intento paliar con mis investigaciones, destinadas, como digo, a crear componentes médicos capaces de hacer mejor la vida de la gente. Una cosa valga por la otra.
Y es ahora cuando quisiera confiar aquí algo que me sucedió el pasado viernes, al llegar a casa, después del trabajo. Me senté un rato a leer, no ya las teorías de Almayr, porque no tenía a mano nada de sus elucubraciones, sino un libro sobre viajes y sin saber cómo, noté algo.
Algo. No sé describirlo. Mientras leía, noté un calor. O un frío. Algo. Un contacto. Un aliento. Una sensación. No quería que acabase. No podía ser.'

martes, 18 de octubre de 2016

La mirada ovoide de Danka Palackova

Los trabajos de Regina Alemán en torno a las teorías del profesor Almayr son francamente interesantes y abren un camino que puede resultar alentador para muchos que hoy todavía se ven algo remisos a la hora de defender en público la mirada ovoide como fenómeno científicamente demostrable. Regina Alemán es actualmente profesora de la Universidad Komazek de Brünau donde dirige además el departamento de Sacrificios del que hablaremos en otro momento aunque aquí se de un leve apunte.
'Recuperando las enseñanzas del profesor Almayr, así como repasando todos los trabajos a los que he podido tener acceso a través de las publicaciones especializadas, llegué a la conclusión de que era muy difícil demostrar el fenómeno de la mirada ovoide simplemente a través del caso de una sola persona. Es decir, me parecía que querer hacer demostrable un fenómeno como este simplemente a través de una persona que hubiera experimentado en su cuerpo la capacidad de la que nos habla Almayr. Siendo un poco más directa, podría decir que se me ocurrió que si la mirada ovoide se basa en un fenómeno ocular, la persona en sí no debería ser importante ya que lo que cuentan son los ojos,
Así las cosas, hice un trabajo de campo junto con un reducido grupo de colaboradores de mi departamento de Sacrificios, que se especializaba en encontrar a personas con características especiales que de por sí les empujasen al sacrificio personal, siendo este aspecto lo suficientemente peculiar como para atraer a todo tipo de elementos de la sociedad que son extraños a su normal desarrollo y funcionamiento. Así, haciendo una selección y criba con el objeto de preparar un sacrificio dedicado a la próxima llegada del solsticio, vino a nuestro departamento una campesina de la campiña morava llamada Danka Palackova que decía, entre sollozos, haber provocado la muerte de su esposo Karl ya que durante el acto amoroso, le había mirado de manera tan intensa que le había vaciado la cabeza como si fuera un huevo. El hecho, investigado tras haber tomado testimonio, fue considerado verídico aunque en el pueblo se decía que el tal Karl puede que se hubiera vaciado la tapa de los sesos con un arma por otra serie de asuntos relacionados con deudas y demás que anotamos como circunstancia valorable. Sea como sea, hicimos pruebas con Danka. Y realmente aquellos ojos poseían las características plenas expuestas en las teorías de Almayr. En un primer día, hizo estallar una sandía en la que pegamos una foto de su Karl, simplemente mirando fijamente. Al día siguiente, una misma sandía situada en una habitación contigua estalló de la misma manera. Dos días más tarde, dos sandías con sendas fotos de Karl, situadas en un edificio colindante reventaron como...
Estaba claro que Danka Palackova poseía la mirada ovoide. Una vez que tuvo claro que esto era así, hicimos más pruebas de movimiento de objetos, de alteración de la conducta ajena mediante la mirada, etc. Ahora bien, toda vez que Palackova había llegado al departamento de Sacrificios para eso mismo, sacrificarse, le hicimos saber que existía la posibilidad de llegar a un punto intermedio. Le pedimos que nos cediera sus ojos para un experimento. Ella, ahora que sabía que poseía un poder, puso cierta oposición pero finalmente accedió a cambio de... en fin, cosas nuestras.
Necesitábamos una persona que se prestase al intercambio de ojos. No creí oportuna otra salida que ofrecerme yo misma como voluntaria y efectivamente hicimos los trámites, operaciones, etc., por el bien de la ciencia y la humanidad.
Pues bien, yo, Regina Alemán, profesora de la Universidad Komazek, puedo asegurar que el fenómeno de la mirada ovoide es real y cierto. Y que mi esposo Lars Larsson descansa en paz. Y que le devolví sus ojos a Danka Palackova, que, a juzgar por lo que nos cuentan sus correos electrónicos, lleva un reguero de cadáveres que gracias a que la mirada ovoide no se le encuentra explicación, no la llevan al cadalso o a lo que la lleven en las campiñas moravas'.

jueves, 30 de junio de 2016

Contra la mirada oblonga

Nos vemos obligados a rebatir desde este espacio el artículo publicado por el profesor Ochandiano Mendicutia y lo hacemos desde el respeto hacia quien fuera un amigo y un compañero de investigaciones, pero con toda la contundencia que hay que mostrar ante quien hoy estaba convencido de una idea y, por conveniencia, abraza una nueva que no tiene ningún sentido. El artículo 'La mirada oblonga, luz frente a tinieblas', se carga de manera completa las investigaciones de nuestro amado profesor Almayr acerca de la mirada ovoide y lo hace con una falta de respeto y con un resquemor tan grande que no sabemos, querido Ochandiano si nos estás leyendo, qué narices te ha pasado.
Negamos la mayor. Una mirada no puede ser oblonga. Por muy curiosa e inverosímil que sea la teoría de la mirada ovoide, por muy estrafalaria que pueda parecer, las investigaciones, los múltiples datos recabados a lo largo y ancho del planeta y el prestigio que los trabajos realizados por el profesor Almayr hacen de esta teoría un referente hoy día en el mundo de la ciencia y se toma en serio. Sí, amigo Ochandiano Mendicutia, se toma en serio.
De nada vale sacarse de la manga una idea como la de la mirada oblonga, por mera emulación o ganas de resultar epatante, sin tener en cuenta datos como los que ofrece Almayr. Una mirada abarca y se dirige hacia un punto, lo busca y sortea, si quiere y si se tiene la facultad, los obstáculos necesarios para alcanzar su objetivo. Es más, con la mirada ovoide, se consigue, cuando se puede, mover de alguna manera los objetos sobre los que se incide, dado que se considera a la mirada como una energía, como una proyección de lo que la mente quiere. Los ojos lo consiguen. No es algo que sea común, no es algo con lo que todo ser humano nace, pero está ahí.
Ahora bien, lo de la mirada oblonga... o sea, que la mirada es larga. Que la mirada en realidad no tiene un final. Que una mirada llega lejos porque es fina y se prolonga. Que la mirada es, simplemente, un hilo fino que une un objeto con otro. Esa es la conclusión que nos propones. Y nos cuentas el ejemplo de la señorita Salesia Valderas, habitante del estado de Guerrero, en México, que consiguió tener ligado durante más de cuarenta años al señor Juan de Mina simplemente con haberlo visto en un baile de la presentación del candidato presidencial a las elecciones del año 48. En esa fiesta, nos cuentas, que la señorita Valderas miró a de Mina y que con su mirada no incidió en él, sino que de manera oblonga (y este concepto juro que no lo entiendo), ligó a la otra persona con ella. Como con un hilo fino pero irromplible. Invisible pero férreo. Y que con esa mirada y sin necesidad de haber convivido nunca, ambos se consideraron para siempre uno. Que la mirada oblonga no es más que una capacidad de la visión para atar a dos personas. Y ciertamente que puede resultar una idea atractiva y presentaable, pero la verdad, no la podemos considerar cierta.
Y además, amigo Ochandiano Mendicutia, todos sabemos que Juan de Mina eres tú y lo que nos quieres contar, una vez más, es tu historia de amores con quien ya sabes tú y como no te hacemos caso, nos vienes con ese cuento de la mirada oblonga para ponernos en evidencia. Y no.
Con la mirada ovoide, hasta la muerte.

jueves, 26 de noviembre de 2015

La mirada ovoide

Entre los documentos encontrados en el domicilio de la poetisa Agatha al-Gnawa, nos ha llamado la atención un manuscrito del médico afincado en Mosul en el siglo XII, Farih el-Haiuni, sobre un fenómeno que no dudamos en relacionar con las teorías del profesor Almayr y su Mirada Ovoide:
'Los días transcurridos han servido para que intente resituar las cosas con algo más de calma. En un primer momento los nervios me atenazaron y no supe responder a lo que estaba viviendo, pero ahora creo poder explicar de alguna manera qué es lo que pasó. Tengo la certeza de que hace unas semanas yo era una persona normal, dedicada a mis estudios, a mis cálculos, a debatir con otros colegas sobre cómo nuestro cuerpo es uno y nadie tiene la potestad de ejercer sobre él una voluntad externa, salvo la que decida Alá. Me dirigí a casa de mi amigo Salim, un hombre sabio y venerable, que había aportado importantes tratados en el campo de la medicina y la filosofía y con el que me disponía, por primera vez, a tomar un té en su domicilio. Al llegar a su casa, me recibió Salim en persona, que me hizo pasar a una sala donde me dijo que esperase unos minutos a que terminase la comida. Finalmente el té, debido a la hora que era, ya no fue posible por una demora incomprensible por mi parte que creo que no tiene ahora la menor importancia. Mientras asistía al ajetreo de la casa, la hija mayor de Salim, Layla, me preguntó si estaba cómodo en la casa. Me dijo que recientemente habían hecho unas obras que habían abierto los espacios de la casa de su padre y que había quien opinaba que hacía más frío que antes, otros en cambio opinaban que al haber derribado los muros más gruesos se hacían más evidentes los efectos de los rayos de sol. Me dijo que ella había estudiado algunos de los libros de su padre referentes a arquitectura, algunas obras de sabios griegos que contaban cómo conseguir una casa más fresca y que su opinión era favorable a las construcciones más bien abiertas, tal y como había sido reformada la casa de su padre Salim. Layla me contaba todo esto mientras me miraba con unos grandísimos, enormes ojos de color miel y verde. Pese a mi profesión, me cuesta todavía apreciar los colores de los ojos. Siempre acabo fijándome en el interior del ojo y no tanto en lo exterior.
Lo extraño es que mientras Layla me contaba esto, con su voz, otra voz, que era la misma voz de Layla, me llegaba nítidamente. Y yo entendía los dos mensajes al unísino. Yo iba dándome cuenta de que, efectictivamente, mientras Layla me hablaba sobre vigas y techumbres, yo no podía dejar de mirar sus ojos. Y de sus ojos surgía algo, que era efectivamente una voz. Era su voz. Y esa voz que salía de sus ojos, me estaba hablando. Cerré mis ojos y la comunicación simplemente se concentró en lo que Layla decía con su boca, su garganta, su lengua. Profundamente turbado, me decidí a abrir los ojos y a taparme los oídos.
Entonces escuché alto y claro lo que aquellos ojos me estaban diciendo y que no puedo dejar de repetir en mi cabeza desde ese día. Qué Alá me castigue como a un perro si alguna vez yo oso confesar lo que esos ojos me decían. Y me siguen diciendo'.

jueves, 6 de agosto de 2015

La mirada ovoide

De la Universidad de Burzhuagrad nos llega un trabajo realizado por el profesor Dorión Plegamanov, que relata un caso ciertamente interesante y que muchos consideramos que tiene que ver con la teoría de la Mirada Ovoide del profesor Almayr. Atentos.
'Quien no quiera verlo, que no lo vea. Pero yo lo estoy sintiendo de esta manera. Noto que la influencia de algo o alguien en mí, me está llevando por el camino... por un camino. Iba a decir que este era un camino de la amargura, haciendo caso al tópico, pero no es verdad. Quiero decir que algo, desde lejos, me está haciendo algo. En un principio pensé que era la televisión. Ni que decir tiene que los medios de comunicación ya están pensados para cubrir esta función, la de dirigir nuestro comportamiento, pero me ocurría en programas relacionados con cocina y bricolaje que, sin que yo tuviera el más mínimo interés en estos asuntos de nunca jamás, me veía obligado, en cuanto el protagonista de un programa de cocina cortaba cebolla o troceaba carne de ciervo, a hacer lo mismo. Sin dudarlo, acudía al mercado y consideraba que era bueno preparar esto o lo otro. Más grave era el bricolaje, ya que jamás se me ocurrió pensar en reparar un enchufe o colocar una tarima y ahí estaba yo, puliendo, barnizando, haciendo. Sólo por que algo en la tele me decía... yo me veía en la obligación de hacerlo. Esto es algo muy normal. Pero me resultó extraño que, incluso sin estar delante de la televisión, ese algo me seguía instando a hacer cosas. Un día, dejé de considerar la posibilidad de beber cerveza de manera sistemática. Sin más, pensé que beber cerveza, sin otro objeto que el de tener que beberla por que así estaba escrito que un adulto ya no pide refrescos o limonadas sino cerveza, ya no me satisfacía y dejé de hacerlo. Pedía aguas, gaseosas, incluso me aficioné al vino blanco. Y yo sabía que no era mi voluntad la que pedía hacer estas cosas, que era otra cosa. Un algo. No voy a hacer toda una enumerción de cosas extrañas que nunca hice, pero resalto hechos como cortarme el pelo con más frecuencia de la debida, por ejemplo. Algo pasaba. Me recluí en casa. Hice propósito de no tener contacto con nada ni con nadie, no veía la televisión, ni siquiera leía libros. Dejé de hacer mi trabajo previa petición expresa de excedencia temporal y estuve en mi casa sin más contacto humano, ni mediático ni nada de nada durante... tres días. Al cuarto día me ví en la necesidad imperiosa de ducharme, arreglarme un poco, ponerme una camiseta negra y salir a la calle. Sin más explicación que la de que algo, algo, me estaba llamando. Algo, una cosa, no sé el qué, algo y no era una voz, era una fuerza, una energía, no lo sé explicar. No lo sabía explicar. Me puse una ropa que me ponía pero que siempre dudaba de que me quedara bien. Me sentía bien. Me sentía muy bien y no sabía porqué, salí a la calle y me puse a caminar. No sabía porqué estaba caminando dando tumbos de un lado para otro, parecía estar buscando algo, o parecía estar dando rodeos para llegar a algún sitio. Llegué a la plaza Kudriavy y había un grupo de gente sentado y de pie discutiendo sobre algo. Una mujer del grupo me miró y sonrió. Estoy convencido de que no la conocía de nada'.

miércoles, 29 de abril de 2015

La mirada ovoide


No acostumbramos, pero de vez en cuando nos gusta echarle un vistazo a publicaciones de otra índole. Así, el otro día mientras esperábamos a... llegó a nuestras manos la revista 'Mil Bellezas', especializada en el mundo de la moda, las pasarelas, etc., y en el apartado de testimonios, nos encontramos con este texto de un tal Jimie O'Tool que nos dejó del revés, porque no esperábamos hallar en este espacio una muestra tan evidente de 'mirada ovoide', tal y como ya conocen que teorizó nuestro querido profesor Almayr. Miren, bueno, lean:
'De verdad que estoy muy preocupado porque creo que puedo perder mi trabajo y estoy muy asustado. No sé por dónde empezar pero creo que empezaré por el principio, o sea, por el momento en el que me di cuenta de que algo no iba bien. No va nada bien. Estoy muy asustado. Y estoy escribiendo muy despacito porque no veo nada y... no me puedo poner las gafas. Soy modelo de gafas, además, y por eso estoy tan asustado. Es que puedo perder mi trabajo y ahora estaba muy bien y muy cómodo con mis compañeros y en la agencia me quieren mucho, pero es que, no sé lo que me pasa. Hace un mes o así, estaba en una habitación de hotel en Viena, porque habíamos acudido a un desfile y estábamos descansando después de una jornada muy dura, cuando fui al lavabo a lavarme la cara porque me había quedado un poquito dormido en el sofá mientras miraba un programa sobre dioses antiguos. Al secarme con la toalla ya me noté algo raro, como mareado, pero cuando fui a ponerme las gafas... ocurrió. Al colocarme las gafas, salieron despedidas hacia delante. A ver, me las fui a colocar y al tocar el puente con la nariz, salieron despedidas hacia delante. Lo estoy escribiendo como pasó. Igual no me explico bien. No me puedo poner las gafas desde ese día. Ni atándomelas atrás. En cuanto me coloco la gafa delante del ojo, algo, no sé qué, hace que las gafas salten hacia delante. No me las puedo poner. Es como una fuerza o algo. Veo muy mal. No me puedo colocar las gafas de ninguna manera y estoy muy asustado. No sé lo que me pasa. Da igual el modelo de gafas, o que sean sunglasses. No quiero ir al médico porque no sé. ¿Y si me dice que tengo algo o algo? Prefiero preguntar por aquí, por si es algo que pasa cuando eres modelo de gafas, que se te hace la vista más fuerte o algo. No sé. De verdad que estoy muy asustado, porque bueno, puedo hacer desfiles también de ropa, pero me había especializado en gafas y estaba yendo muy bien. Y ahora... Además he empezado a romper espejos. Porque me acerco a mirar a ver qué tengo en el ojo y rompo los cristales si me acerco mucho. Y no sé qué pasa porque no sé qué tengo en el ojo que rompo cosas. Estoy muy asustado. Si hay otro modelo o alguna agencia que haya tenido algún caso similar, me ayudará mucho. Porque tengo mucho miedo.'
Clarísimo. Mirada ovoide, pero ovoide ovoide.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

La mirada ovoide

En la Universidad de Fruningen están que trinan. El profesor Oiermeister, rival enconado del doctor Almayr y siempre dispuesto a la insidia más pérfida, ha publicado un artículo en la revista 'Nueva percepción', que ha dejado estupefacto a todo el mundo porque no sabemos realmente qué se ha tomado el profesor Oiermeister, qué suceso ha acaecido del que no hayamos tenido noticia o qué ocurre realmente en la Universidad de Fruningen que no hay semana que no salga alguno con una patochada.
'Seré muy directo y no me andaré con rodeos. No tengo ojos. El motivo principal de mi animadversión contra el doctor Almayr y su teoría sobre La Mirada Ovoide tiene su objeto principal en que no tengo ojos. Tengo ojos, cómo no voy a tenerlos, pero no miro. Veo, pero no capto. Mis ojos sufren desde que era niño un defecto que he catalogado como 'Visión no homologable a lo que se considera visión desde el punto de vista escolástico, por lo que no se puede decir que esto sea visión, si no más bien una leve percepción de la realidad que no puede considerarse ni visión, ni nada'. Resumiendo, no veo. Tengo ojos, que están puestos en su sitio y estos ojos miran y fijan en mi cerebro una serie de imágenes que poco o nada tienen que ver con la realidad. Bueno, esto le pasa a todo el mundo, realmente. Pero lo que a mí me sucede es que veo imágenes del pasado. Veo por ejemplo pasar los coches por la avenida Westfalia y lo que estoy viendo es a las tropas del emperador Federico Guillermo marchando hacia París. Veo un grupo de personas discutiendo sobre el último partido del Borussia Dortmund y lo que estoy viendo es realmente a un conciliábulo de romanos intentando perpetrar el asesinato de César. Ante mí hay una mujer que está escogiendo un puñado de plátanos en una frutería y en mi cabeza está Marie Curie haciendo experimentos que se me escapan. Pero esto no es todo. Lo peligroso es estar en casa, ya que entonces son escenas cotidianas las que vienen a mi mente. He visto escarbarse en los dientes a Napoleón Bonaparte. Depilarse los genitales a la reina Isabel II de España. He visto defecar incontables veces al general Bernardo O'Higgins. He visto hacerse tocamientos realmente inmorales a Adolf Hitler. Esas imágenes vienen a mi mente toda vez que estoy en mi casa y me dirijo al lavabo, a la cocina, al cuarto de la televisión, a mi despacho. Las escenas se reproducen en mi mente de una manera realmente fiel, para nada borrosa o difuminada, y si dirijo la mirada hacia otro punto de la estancia, sin solución de continuidad y sin que haya ningún salto de escena, todo cambia y el escenario histórico es otro. Esta situación ha sido soportable para mí porque mi odio hacia el doctor Almayr y su peregrina teoría sobre La mirada ovoide, absolutamente falta de consistencia, no tenía ni punto de comparación con lo que a mí me estaba sucediendo. Mi vergüenza y mi posición de estricta observancia de la ciencia sin dejarme llevar por los cantos de sirena de extraños poderes o fuerzas que sugiere el doctor Almayr, hizo que considerase mi defecto, mi tara, como algo que debía tapar. Sin embargo, la gota que ha colmado el vaso y que me ha hecho estallar ha sucedido durante esta semana. Asistí como oyente a una conferencia del propio doctor Almayr que realizó en el Aula Magna de la Universidad cuando, como es normal, mientras él hablaba, en mi mente se formó otra imagen. Y era la del propio doctor Almayr. Jamás le había visto. Fue un momento. Un instante. Pero mi defecto visual, mi tara, parecía haberse disuelto. El miedo a que esta percepción maravillosa que encierro en mi interior un día desaparezca totalmente y todo quede en el olvido, en algo que jamás supo nadie, es lo que me obliga a hablar ahora. Por ejemplo, ante mí, mientras escribo esto, estoy viendo a la faraona Hatshepsut con un gripazo de mil demonios jurando en arameo, aunque ya sé que no es en arameo. Y me da pena perder este don. Y por eso lo cuento. Siento los daños causados por...'.

De verdad, de verdad.