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jueves, 11 de febrero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #12 y final.

El espacio es infinito. Todo, prácticamente, si me paro a pensar de una manera fría y sin negatividad, todo es infinito. Pero el espacio es más infinito todavía. Mientras veíamos cómo se había largado Chovanek, cómo su figura se iba perdiendo en la oscuridad camino de ningún sitio, camino de ese lugar al que nosotros habíamos soñado ir (yo había soñado ir), nos dimos cuenta de que tendríamos muchas cosas que explicar. Yo quería hacerle algo a Chovanek. Le odiaba. El italiano le odiaba también. Podríamos haberle hecho algo. Estuve examinando qué había pasado con el choque entre los dos, pero por más que intenté repasar toda la secuencia, no conseguí ver de qué manera había podido pasar. Había sido él.
Él solito había decidido desconectarse de todo y largarse. Una forma de morir queriendo vivir. La verdad es que le envidié. Claro que le envidié, pero al mismo tiempo me acordaba del acojone que pasé cuando me dí cuenta de que Chovanek se había ido y que los demás... bueno. Fue todo muy confuso.
Y muy rápido. Una vez que todos estuvimos dentro de la base de nuevo, nos preguntamos qué habría podido pasar y no le encontramos explicación. O sí. Chovanek había dado muestras de que no andaba muy fino y entendimos que había decidido pirarse y emprender una nueva vida buscando la muerte.
Cuando los altos mandos de la misión volvieron a ver encendido el pilotito de 'encendido' para poder conectarse con nosotros, nos montaron el pollo que esperábamos pero corregido y aumentado. Volvió a ponerse el primer ministro ruso, el americano, y esta vez fue el Rey de España en persona el que me dijo que 'siempre tiene que haber uno que es más tonto que los demás y mira tú por dónde que el más tonto es español', Lo que pasa con las reprimendas es que pierden efecto si recibes más de una. El Rey me impresionó, pero bueno, estaba a miles y miles de kilómetros de distáncia, así que, bueno, que me esperase cuando bajase a la Tierra de nuevo.
Tuvimos que explicar lo de Chovanek, claro. No hubo nada que explicar, porque al parecer en todas las misisones dan por descontado que a uno se le va a ir la cabeza y va a hacer lo que hizo Chovanek. Que ese no era el problema, me dijo el Rey. El problema era la imagen de patio de colegio que habíamos dado. Que la mente humana es insondable, pero que la tontería se puede medir. Y que yo era el más tonto de todos. Que en lugar de estarme calladito y limitarme a no molestar, poco menos que había organizado una sublevación en el Espacio. Que cuando bajara, me iba a enterar. Bueno.
El resto del tiempo hasta que llegó el relevo fue bastante tranquilo. Hicimos nuestras cosas, los nuevos llegaron, todos rusos, y no nos dijeron ni hola ni adios. Recogimos las cosas y hicimos el viaje de regreso.
En Tierra, aterrizamos en un lugar de Rusia, nos llevaron a Baikonur, nos examinaron, unos militares nos echaron una bulla terrible y nos enviaron a cada uno a nuestro país. El italiano y la rusa se despidieron de una manera muy emotiva. Lo suyo había sido muy bonito pero tenía que acabar. El italiano luego me dijo que de eso nada, que había quedado en seguir viéndose con ella, que no pasaba nada. De hecho nos dimos los emails y quedamos en vernos alguna vez al año en algún lugar. Lo hicimos un par de veces.
La tercera vez que lo hicimos fue en un Restaurante de Amsterdam, hace un par de meses, antes de la Navidad. Quedábamos siempre en países distintos para obligarnos a todos a viajar. Primero fue en Londres, luego Lisboa, París...
Habíamos quedado a una hora en un restaurante del barrio Latino y el sueco fue el primero en llegar. Miento, el primero fui yo. Los años pasan y venía con una mujer rubia cogidos ambos de la mano. Me la presentó. Era sueca, era su mujer, que se había casado. Luego llegó la alemana, que no sé porqué me pareció mucho más guapa con el paso del tiempo. El italiano y la rusa llegaron por separado, pero todos sabíamos que eran pareja desde hacía tiempo.
Y luego llegó Chovanek. Y lo cojonudo es que a todos nos pareció normal. Estaba igual. Y no contó nada, el cabrón.

martes, 9 de febrero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #11

Salimos uno detrás del otro. Nos habíamos encomendado una serie de tareas de carácter meramente testimonial con la intención de que, en caso de que nos buscasen las vueltas, poder demostrar que habíamos estado haciendo algo. El italiano y la rusa se fueron a hacer como que colocaban bien unos cables de conexión con el satélite chino que nos enviaba unas imágenes de un proyecto que teníamos en común. El sueco y Chovanek hacían como que recolocaban unos paneles que se habían desprendido o estaban medio sueltos. Y finalmente yo y la alemana, bueno, más la alemana que yo, revisaban unos marcadores que estaban situados en el exterior y que hacían referencia a cambios de temperatura, volúmenes de nosequé... cosas. Todos hacíamos cosas pero en realidad no estábamos haciendo nada. En un momento dado, cambiábamos las parejas para movernos y para adquirir nuevas perspectivas sobre lo que estábamos haciendo. Vivir el momento.
Por un momento, aquello tuvo efecto. Estaba contento. Se me había olvidado todo lo que tenía contra Chovanek. Estaba feliz. Estaba en el espacio. Estaba realmente en el espacio. Ya no estaba dentro de aquella base espacial, ya no estaba sujeto a un espacio reducido en el que moverme. Tenía toda la galaxia para mí. Era una sensación de vértigo enorme, de poder absoluto a la vez. Podía desprenderme de los cables y salir volando hacia el infinito. Ir nadando hacia la Tierra. Dejarlo todo e ir lanzado hacia la Tierra y destruirla. O irme, irme así sin más. Desligarme de todo y perderme por el espacio hasta que me durase... me iba a durar bien poco, pero uno se ilusiona con las cosas y cree que van a ser para siempre y que va a durar toda la vida y no tiene en cuenta que el nivel de oxígeno no es tan grande como uno cree y que va a morir. Vas a morir. Pero qué muerte tan así. Perdido en el espacio, intentando llegar a la Luna o a Marte o a otro planeta que quede cerca. Que cerca no queda ninguno, pero uno los ve ahí y cree que va a llegar. Bueno. En esto estaba. Con la mente perdida, mirando el cable y pensando, de buena gana me dejaba ir y vivía la experiencia de perderme en el espacio. Cuándo vas a pensar otra cosa igual. Lo recuerdo ahora y se me están poniendo los pelos de punta. Esa sensación de flotar en el espacio, de poder zambullirte en una oscuridad absoluta.
Y entonces pasó a mi lado Chovanek. Y Chovanek me empujó y choqué contra una barra que conectaba uno de los módulos de la base con un motor. Y se rompió. Y me hice daño. Y tuve mucho miedo, mucho miedo, porque pensaba que con el golpe se había roto algo y todo eso que estaba pensando tan bonito y tan así de perderme en el espacio, de repente era una puta mierda y no dejaba de mirar dónde estaba el cable y que por el amor de dios que no se hubiera soltado. Y estaba nervioso perdido viendo y comprobando loco perdido si estaba todo bien, cuando de repente me fijé en que una figura blanca, uno de nosotros, realmente se había desenganchado y vagaba por el espacio.
Y entonces sí que me acojoné de verdad. Porque de pensar a hacer hay un trecho enorme. De proyectar, imaginar, trazar castillos en el aire y esas cosas a realmente ver las cosas que pasan, amigo, hay una distancia que se mide en cómo de grande es el susto de ver que, sí, que uno de los nuestros, se había desconectado y estaba fuera de control.
¿Quién era? No podía distinguir quién era. Porque se iba alejando cada vez más. Como precaución, además, habíamos desconectado los intercomunicadores, por lo que no podíamos preguntarnos nada. Instintivamente me fui hacia la puerta por la que habíamos salido y por la que íbamos a volver a entrar. Cuando llegué, me dí cuenta de que esa idea había sido compartida. Allí estaban la rusa y el italiano. Una nueva figura se iba asomando... era el sueco. Sólo faltaba la alemana y Chovanek. Al cabo de un segundo vimos a la alemana venir. La figura que se iba alejando cada vez más era la del checo.
Chovanek se había ido. Se alejaba cada vez más.
No podía ser que Chovanek hubiera decidido hacer lo que nosotros en nuestro interior queríamos hacer con él. No podía ser que Chovanek hubiera decidido hacer lo que nosotros hubiéramos querido experimentar por nosotros mismos.
Todo lo que hiciera Chovanek me iba a sentar mal, incluso desaparecer.

lunes, 8 de febrero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #10

Siempre hay alguien que tiene una idea mejor que la tuya. Te acabas acostumbrando a que haya alguien que te tome la delantera, que elabore más el concepto, que sea más... alguien que esté en posesión de algo que tú no tienes. Es algo sobre lo que no merece la pena detenerse demasiado. Siempre hay alguien que está en una posición mejor que la tuya para algo. En cualquier orden de la vida, muy dificilmente serás tú el que tenga la primera opción, la idea buena, el gusto de ser tú. Es lo que hay.
Cuando el sueco nos dijo de salir al espacio los seis como forma de hacer elgo en común que nos ayudase finalizar la misión de una manera algo más digna que el esperpento que estábamos formando en la base espacial ante los ojos de la humanidad, la verdad es que pensé 'eso se me podía haber ocurrido a mí'. Pero no lo hice, porque mi mentalidad siempre es de corto plazo, no tengo ni tenía un proyecto, no tengo ni tenía una idea global de las cosas. A tirones, siempre a tirones, a remolque, pensando en lo que puede ser mejor para dentro de cinco minutos, pero no a largo plazo. Esa idea del sueco era brillante. Los seis en el espacio, cualquier cosa puede pasar.
¿Pero qué cosa? Es sencillo. Que Chovanek sufriera una accidente en esa salida, que algo le ocurriera y que se quedase suspendido en la galaxia para siempre. Entre el italiano y yo, pensándolo de manera coordinada, podríamos hacer algo. Si acaso la rusa o la alemana quisieran colaborar, sería estupendo. El sueco, supuse que no haría nada. El sueco.
El sueco era un personaje al que, como he insistido bastantes veces a lo largo de este relato, no le había prestado atención. Soy una persona que no presta atención de manera muy poco disimulada a la gente que considera que no le va a aportar demasiado. O que ve demasiado... El sueco era una persona callada, que no tenía rasgos peculiares, que no destacaba, que no decía cosas graciosas, que no comentaba nada si le parecía extraño, que mantenía un perfil... el perfil de una persona que está haciendo lo que tiene que hacer y nada más. Apenas nada más.
El sueco era como yo me veía y sin embargo como yo no soy. Yo esperaba ser como el sueco, una persona sin conflictos, sin ganas de jaleo, sin problemas con nadie, una persona de las que no eligen para jugar al fútbol, de las que no llaman para salir de marcha, a las que no se las tiene en cuenta. Ese era el que esperaba ser yo y era el sueco. Yo no era así, aunque quisiera ser así, aunque me viera así. En realidad, no sé cómo soy. Tampoco viene ahora al caso saberlo. Lo que está claro es que no soy yo.
Por eso, que el sueco tuviera esa idea tan brillante, me cogió por sorpresa. Elegimos un día y nos dispusimos a prepararlo todo para salir al espacio. Los seis. Qué emoción. Chovanek no puso problemas. Eso me escamó. Pero pensé, porque como ya ven pienso mucho, igual él también tiene derecho a pensar lo mismo de nosotros. Es decir, que tiene derecho a buscar la manera de mandarnos a todos a cagar a la vía. A la vía lactea en este caso. Así soy, me reservo los chistes buenos para las ocasiones...
Llegó el día en el que teníamos que hacer la excursión. Contactamos con la base de Baikonur y le dijimos que durante unas horas íbamos a hacer una serie de pruebas que nos obligarían a tener desconectado el aparato y que no se preocupasen que volvíamos a estar en contacto en unas horas. Antes de que intentasen respondernos alarmados o hiciesen algo extraño, habíamos desconectado todo el sistema de comunicación.
La vida te pone a veces en situación de hacer lo que llevas mucho tiempo esperando. El momento, la oportunidad. A veces haces algo trascendente que no tenías planificado y otras veces el momento está señalado en el calendario. Nos colocamos los trajes y nos pusimos en disposición de salir. No dejaba de pensar en qué cara tendría Chovanek en ese momento. El momento en el que nos pusiéramos en fila todos para ir pasando hacia la puerta por la que iríamos yendo hacia la zona de descompresión o no sé cómo la llamaban, la compuerta digamos que estaba antes de salir al exterior, digamos.
Me tocó justo delante de Chovanek. No pude evitar girar la cabeza para mirarle. Estaba sonriendo.
No se veía nada, porque los cristales estaban tintados. Pero yo sé que estaba sonriendo. Lo notaba.

jueves, 4 de febrero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #9

Nos volvieron a reunir a todos. El mísmísimo presidente de Rusia y el de los Estados Unidos, junto al de la Unión Europea, así como el primer ministro de cada uno de nuestros países estaban en línea, mediante una transmisión simultánea, dispuestos a decirnos una cosa bastante importante. Importantísima. Comenzó hablando el primer ministro ruso, porque total, habíamos salido de Rusia. El mensaje fue muy claro. 'Nos gastamos mucho dinero en esto del espacio como para dejarlo en manos de unos tontitos que se enamoran y se desenamoran y se dedican a los juegos adolescentes. Dentro de un mes lanzaremos al espacio una nueva misión que les relevará. Son una vergüenza para sus países. Todos ustedes.' En términos parecidos, pero con una sonrisa que no sabía yo a qué venía, se expresó el americano. 'Todos comprendemos las extraordinarias circunstancias de presión a las que se ven sometidos ustedes, pero, entiendan que su comportamiento sobrepasa lo aceptable. Deben volver a la Tierra inmediatamente, antes de que se cometa una estupidez'.
Sobre lo que dijeron otros no voy a poner atención. El español, que era el que más me interesaba, porque a fn de cuentas si yo volvía a alguna parte era aquí, dijo más bien poco. Lo de siempre, que estaba de acuerdo con lo dicho, que era una vergüenza, que apoyaba lo que se comentaba y que pedía perdón en nombre de todos los españoles... Nos quedaba un mes allí y para casa. Que fuéramos haciendo lo que pudiéramos, pero que no quisiéramos tampoco hacer alardes, pruebas de valor, o intentar hacer más de lo debido en aras de quedarnos, porque ya estaba puesta en marcha la maquinaria, el dinero estaba puesto y no había manera de echarse atrás. Y nos íbamos todos.
El sueco, que no había hecho nada reseñable, ni se había enamorado de nadie, ni había sido objeto de la ira de Chovanek, escuchó todo lo que se dijo y cuando acabó la conexión, con la boca apretada, se fue a su habitáculo. No le dimos mayor importancia, porque él era así y no nos habíamos preocupado por él en ningún momento. Iba tan a su rollo que, claro, no nos dimos cuenta de que al pobre lo habíamos metido en una movida que le jodía la carrera a fondo sin comerlo ni beberlo.
Salió al día siguiente para hacer sus tareas, pero antes nos vino a proponer una cosa. Nos reunió a todos y nos dijo. 'Tengo una idea. Ya que nos vamos a tener que ir, digo yo que podemos hacer también lo que nos de un poco la gana. He pensado que podíamos hacer una excursión los seis por el espacio. No salir uno y luego el otro, no. Salir los seis, ir los seis fuera y darnos el gusto de estar todos juntos vagando por el espacio. Yo no he podido salir todavía. Creo que la alemana tampoco y no sé si Chovanek y el español. El español seguro que no. A fin de cuentas para qué iba a salir el español. Salgamos todos. Podemos hacerlo dentro de dos días. Lo organizamos y nos vamos de paseo No pasará nada'.
Que no va a pasar nada, pensé yo. Estás tú listo. Que no va a pasar nada, pensó el italiano. Estás tú listo, pensaría el italiano. Que no va a pasar nada, digo yo que pensó Chovanek. Estás tú listo. Que no va a pasar nada, pensó la rusa. Estás tú listo. Que no va a pasar nada, pensó la alemana. Estás tu listo.
Todos le dijimos que nos parecía una buena idea, una excelente idea, para intentar hacer las cosas de otra manera y al menos irnos con buen sabor de boca.
'Te vas a enterar'. No lo dije yo, ni lo dijo nadie. Pero...

miércoles, 3 de febrero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #8

Chovanek nos estaba arruinando una experiencia maravillosa. Yo nunca más he tenido la oportunidad de vivir una cosa como esa, la de estar en el espacio, la de ser parte de un equipo trabajando en una base espacial, la de estar en un lugar al que muy pocos humanos, seres humanos, ojo, han tenido la oportunidad de viajar y trabajar allí... y ese cabrón... no sé. Qué tío más raro.
O sea, que Chovanek tenía la necesidad de joder a alguien si ese alguien parecía querer algo. Nos jodía a los chicos que queríamos hacer algo con las chicas. A ellas las conquistaba y luego no volvía a hacerles demasiado caso. Ni la rusa ni la alemana parecían estar atraídas por él, pero caían en una especie de... no lo sé explicar.
Explicar según que cosas no es fácil. Yo soy bueno no explicando las cosas. Hay gente que es buena yendo al grano, diciendo las cosas de manera precisa, pero yo soy más bien de los que ganan si no dicen nada. O dicen muchas cosas pero en realidad no aportan realmente conocimiento. Hablo de mí todo el rato. Ya me lo dicen, que al final acabo hablando de mí y de lo que me pasa a mí y de mí mismo y todo el rato soy yo.
Lo de ir al espacio no me hizo ningún bien. Si miro con perspectiva, podría haber extraído algún beneficio concreto de todo aquello. Nada menos que ir al espacio, en una misión internacional. El mero hecho de estar ahí, me podría haber solucionado la vida. Pero no, no lo hice bien. Lo de Chovanek fue una mierda y de esa mierda no me he podido recuperar.
Chovanek, una vez que había besado a la alemana, no hizo más por estar con ella. La alemana y la rusa no eran idiotas. Yo sí. Ellas sabían que el checo no quería tener nada con ellas, simplemente hicieron lo que les apetecía. Yo, en cambio, me crucé. Me puse como una cabra montesa. Me hice tanto el ofendido que después de todo un día con el morro subido hasta las pestañas y sin hablar con nadie, me fui para el checo de las pelotas, que estaba en ese momento abroncando al sueco por algo que el escandinavo no había hecho correctamente y le dije que dejase al nórdico un momento y viniera conmigo que le tenía que decir una cosita.
'La cosita te la va a decir quién yo te dije'. En español. La madre que me parió. El muy... sabía español. Chovanek sabía español. Eso me abría todo un abanico de posibilidades de poder cagarme en toda su puta... 'Qué me quieres decir tú, a ver. Llevas tocándome las pelotas desde el primer día. Llevas cayéndome mal desde el primer día que te ví. A ver, a qué vienes tú aquí. A crear buen rollo, dices, a hacer grupo. Eres un inútil, no has cogido un puto destornillador desde que entramos. Te quedas cerca nuestro, nos dices muy bien, dale, aprieta ahí, ojo que eso está suelto, mira te sujeto un poco el cable... una mierda. No haces nada. Me gustaría saber dónde has puesto el culo para que te dejen subir aquí arriba. Yo no soy muy simpático, no soy muy divertido, no como tú que estás siempre haciendo bromitas idiotas que cuanto menos gracia nos hacen a los demás, más gracia te hacen a ti, pero al menos, digo, yo al menos sé hacer algo. Yo he venido aquí a hacer algo. Tú has venido a decirme cosas. Déjame tranquilo y escóndete por alguna parte. Deja de estorbar. Y mejor no quieras saber qué opinan los demás sobre ti, porque igual te tiras por la ventana de la nave y como eres tan tonto que no sabrás ni siquiera que la gravedad no te va a mandar a la Tierra... es igual.'
Esto fue lo que me dijo él a mí. En un español claro y diáfano como si hubiera venido del mismo Valladolid. Me dejó allí con la boca abierta.
Al rato, vino el italiano y me dijo que qué me pasaba, que estaba blanco. 'Hay que tirar a este tío por la borda o como cojones se llame a esto aquí. Amigo, o él o yo', le dije.
No habían pasado dos minutos que ya nos estaban llamando de Baikonur, que teníamos una conferencia con los de abajo, que estaban como motos.

martes, 2 de febrero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #7

Para todos aquellos que piensen que mi experiencia en el espacio, en la MIR, fue fascinante y que no debería parar de hablar de ello, les tengo que decir que esto es un poco como todo. Es un poco como el fetichismo, que es cosa de cada uno. Todos tenemos cosas que nos apasionan y que hay gente que aborrece y en cambio hay temas que a las personas les encandilan y a otros nos parecen rutinarias. En la MIR, el trabajo era muy rutinario. Todo ese mito de que en el espacio cualquier acción que se emprende tiene una trascendencia enorme porque 'es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad', se te pasa a los tres o cuatro días. Esto es una reflexión personal, que la expongo aquí y que no tiene que ver con el relato, pero creo que es interesante, que un espacio, una acción, un evento, no sé, lo que sea, pierde ese glamour, ese aura especial, cuando uno va al lavabo. Una base espacial en principio es un lugar muy imponente. Estás en el espacio, ves la Tierra ahí, con ese azul maravilloso que te encandila, que te transporta, pero lo que estás haciendo dentro de la nave es bastante poco estimulante. En el espacio la mayoría de las cosas que puedes hacer están muy pautadas y definidas. Tienes poco margen para la libertad y la creatividad. Ni siquiera yo, que iba a esa misión con un papel casi de pandereta, me podía permitir demasiados alardes.
Siempre estábamos haciendo lo mismo. Incluso había fallos, errores y averías que ya estaban previstos, porque se habían realizado cálculos precisos para todo y todo tenía su qué y su porqué. Estar en la base espacial MIR me enseñó que lo pautado está bien, me gusta, pero prefiero no saber porqué está todo ya reglado y dicho. Prefiero pensar que todo es así porque sí, lo hago, lo acato, pero no que se me enseñen los entresijos de la maquinaria que hace que todo vaya como va. No quiero saber, me conformo con ir, estar y que otros se ocupen de...
El italiano, desde que se enteró de que la rusa había besado a Chovanek, venía todos los días a mi habitáculo. Venía, lloraba, se cagaba en todo, decía que iba a matar a Chovanek, que todo era una mierda, que no la quería liar en el espacio pero que cuando bajaran se iba a enterar. Yo le miraba, asentía, le daba la razón, pero pensaba... chico, si estuvieras tan mal, tan mal, ni espacio ni mierdas, le dabas dos ostias a Chovanek y se quedaba con ellas y que te vinieran a buscar al espacio luego. Así era como pensaba yo. Pero no se lo decía. Porque tampoco quería hacerle palmas y que se lo tomara al pie de la letra y tuviéramos un lío.
Estuvimos seis o siete días así. Chovanek por esos días no daba muchas señales de vida. La rusa tampoco es que estuviera siempre con Chovanek. El checo se encerraba en uno de los laboratorios a hacer sus cosas y no hablaba con nadie. La rusa también andaba un poco a su aire.
Un día, la alemana vino a mi habitáculo. Estuvimos hablando no sé a santo de qué y al parecer los dos éramos seguidores de un grupo alemán. Ella como era alemana, lo tenía más fácil y eso, por lo que cuando yo le dije que tal, le hizo gracia. No sé, estuvimos mucho rato de cháchara. Se fue y desde ese día nos hablábamos y echábamos unas risas. Pero nada más, ojo. La alemana era una chica muy divertida, pero no me gustaba físicamente. Uno es como es. Me reía mucho con ella.
Pues oye, fue escuchar las risas y el jijijaja y salir Chovanek de su aislamiento. El mismo procedimiento, le hablaba en alemán a la alemana con gesto y tono desbrido, ella se quedaba como extrañada con lo que le decía... a las dos semanas Chovanek entró en mi habitáculo para decirme que había besado a la alemana. Que esperaba que no me importara.
Nada. Qué me va importar. Ni que yo me hubiera enamorado o algo. Me cago en su puta madre.

lunes, 1 de febrero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #6

¿De qué sirve escribir? De nada. Absolutamente de nada. Escribir rellena quizás el tiempo que pasa entre otras cosas que tienes que hacer, que no tienen que ser más importantes, pero que al menos, estoy convencido, sirven para algo. Escribir pensando que tiene uno que obtener algo de la escritura, es una tontería. Es perder el tiempo, Hay que escribir pensando que no vale de nada, que no te lee nadie, que da lo mismo que escribas o que no escribas. Es masilla entre otras cosas. Un poco como uno mismo. Masilla mientras llega algo mejor.
Y digo esto porque la lección moral de lo que ocurrió con Chovanek mientras estuve en la base espacial, la escribo y me refiero a ella, pero no porque quien lo lea vaya a obtener una lección moral, una enseñanza, ni siquiera un entretenimiento. Escribo lo que me ocurrió con Chovanek porque no tengo nada mejor que hacer en este momento. Si lo tuviera, no lo haría. Explico lo de Chovanek, explico lo de... pero quien lo lea debería saber que cualquier otra cosa que tenga en mente, tendrá mucho más provecho para sí mismo y para la humanidad que lo que yo... en fin.
Chovanek me dejó, como digo, un cuerpo espantoso. Estábamos en manos de un loco. Un tipo checo que se había vuelto loco, que sufría un proceso de degeneración de su mente y de su espíritu que nos iba a llevar a todos al desastre. ¿Cómo podía haber fallado todo de esa manera? Malditos rusos, siempre pasando de todo, siempre pensando en otra cosa, siempre confiando en que algo milagroso pasará, siempre confiando en una autoridad que queda lejos pero que al final aparecerá y lo hará todo por uno mismo. Malditos rusos. Malditos europeos que creen que todo se arregla confiando en que los seres humanos, sobre todo si son europeos, son incapaces de hacer nada malo, hasta que ya está hecho y entonces realizamos conferencias, simposios, charlas, manifiestos, pensando que deberíamos pensar que el pensamiento europeo necesita un algo, una vuelta de tuerca, qué nos ha pasado. Se nos ha colado un checo loco en la puta base espacial. Y ahora qué hacemos.
Esto es lo que yo tenía en la cabeza en esos días. No le había contado a nadie lo que había pasado, pero desde luego, tranquilo, muy tranquilo, no estaba. Iban pasando los días hasta que se me acercó el italiano y me dijo que quería hablar conmigo. Enseguida pensé que el checo le había dado la misma charla, que el checo le había realizado la misma confesión y que el italiano quería trazar conmigo un plan de acción para intentar solucionar el espinoso asunto de tener a un checo loco en una base espacial.
'Hijo de la gran puta. El muy cabrón. El muy cabrón. Qué cabrón...'. Por no reproducir hasta la saciedad la ristra de insultos y palabrotas que el italiano fue soltando durante su narración, lo resumiré diciendo que el checo Chovanek se había enrollado con la rusa, que a Chovanek le había gustado la rusa desde que entró en la misión, pero había luchado contra sus sentimientos porque sabía que eso de enrollarse con alguien en una misión espacial era mal asunto, pero que cuando vio que el italiano y ella empezaban a tener una relación, se dijo que o todos moros o todos cristianos (no lo dijo así, pero para entendernos así fue) y que empezó una ceremonia de cortejo un poco compleja con la rusa. Que esa misma mañana, mientras diseñaban un instrumento fiable para hacer una comprobación y un ajuste de una fase, se habían mirado y él se había atrevido a besarla y ella no había rehuído el beso. Que sabía que el italiano iba a molestarse, pero que él creía que debía de contarlo todo, ya que pensaba que, siendo europeos y civilizados todos, la sangre no iba a llegar al río.
'A este cabrón sí que lo mato de verdad. Ahora sí que lo mato'. El italiano estaba que trinaba. Y yo, pues qué quieren que les diga, estaba algo más tranquilo. Todo era un tema sentimental. No estaba loco, estaba enamorado. Mucho mejor.

jueves, 28 de enero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #5

Dicen que desde el espacio, la contemplación del planeta Tierra, supone una de las cosas más impresionantes que puede uno vivir en la vida. Yo lo he visto. Cuando estuve en la base espacial, lo que en principio parecía impresionante, la Tierra en su inmensidad, ese azul tan bestia, esa bola azul tan salvaje, de repente se convertía al cabo de unos días en algo completamente normal. El fondo sobre el que transcurrían mis diferencias con Chovanek, donde el italiano y la rusa flirteaban, donde el sueco hacía sus cosas y la alemana las suyas. La importancia del fondo parecía menor, hasta que un día, sin darte cuenta, volvías a fijarte en ese azul y era ese día, precisamente ese día, cuando de verdad valorabas todo lo que significaba estar ahí. Ser parte de algo que te permite ver el mundo desde una perspectiva que no ha visto nadie. Yo lo puedo contar y estoy muy orgulloso de haber podido vivirlo, más allá de todas las cosas que paron. Si de algo estoy contento en esta vida es de haber podido ver la Tierra desde un lugar al que muy pocos han podido acceder.
Fue un par o tres de días después de haber pedido perdón a Chovanek, con resultados más bien escasos, cuando intentando trastear una máquina que nos tenía que proporcionar unos datos sobre la velocidad a la que se expandían unos gases sobre el elemento que disponíamos en una probeta que no se sabe porqué se nos rompió y tuvimos que utilizar otra cosa que teníamos en unos cajones y que el sueco dijo que hacían el mismo servicio y justo cuando lo teníamos preparado todo, la máquina empezó a parpadear y tuvimos que llamar a la base en Tierra y no sé porqué pero se me fue la vista hacia uno de los ventanucos y ahí estaba.
La Tierra. Me quedé extasiado durante unos minutos, que luego me dijeron que fueron bastantes minutos. Como fuera de todo. Me quedé absorto mirando ese azul tan absoluto. Un azul que contrastaba con el negro del espacio de una manera que, aunque ya digo que llevaba yo al menos mes y medio ya dando tumbos por el cosmos, no había experimentado aún. Cuando estaba mirando la Tierra de esa manera, paradójicamente no me puse a buscar mi país ni cómo se veía tal o cual accidente, sólo veía el azul. Mucha gente se para a mirar su provincia, los relieves, si se ve tal o cual río, yo no tuve cabeza para tanto. Se me fue. De tal manera que, cuando volví en mí, me dijeron que ya estaba arreglado el tema de la máquina de los datos de la probeta y tal y que ya estaba todo, que podíamos descansar durante un rato.
Me fui a mi habitáculo y tocaron a la puerta. Era Chovanek. Se sentó como pudo en una especie de pequeña silla que teníamos todos como mobiliario estándar y me explicó en alemán que 'yo no aprecio la belleza. No soy capaz de distinguir algo bonito de algo que no lo es. Soy capaz de admirar a quien lo hace, de pensar que tener sensibilidad para esas cosas te hace mejor persona, pero yo no he sido capaz de desarrollar ese talento. He mirado la tierra como tú has hecho hoy muchos días desde que estamos aquí, pero no he sido capaz de ver nada como tú lo has visto. Y me da rabia no sentir nada de eso. Me enojo, me enfado. Quizás sea ese el motivo de mi mal carácter. Quizás sea que me gustaría ser como vosotros. Me gustaría ser como ese italiano que habla tanto con la rusa. Y no lo puedo ser. No me sale. No me lo creo. Veo la Tierra y sólo veo la mancha azul. Y quisiera borrarla. Quisiera borrar la Tierra. Me gustaría que todos desapareciérais. Quiero volver a mi casa y no quiero volver a mi casa. Me da todo un poco igual. Yo de vosotros empezaría a tener algo de miedo, porque no me encuentro bien'. Se levantó y se fue.
Y yo me fui al lavabo porque tampoco me encontraba muy allá después de aquello.

miércoles, 27 de enero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #4

Soy una persona muy sensible a la crítica. Desde siempre, el más mínimo input negativo me ha hundido en la miseria. Me vengo muy abajo si se me reconviene, si se me riñe, si se me pone en falta. Lo llevo fatal. Cuando la comandancia superior, el ministro, la virgen, el copón, me llamaron al orden por mi gravísimo incidente en la base espacial MIR, por haberme cagado en Chovanek, me sentí fatal. No es que me sintiera simplemente fatal, es que pensaba que tenían razón. No es simplemente que uno sienta que fíjate tú que me han tenido que llamar la atención, no, es que siempre pienso que cuando se me riñe, hay razón. Que el otro tiene razón. Y me deshago en disculpas, perdones y demás. Así, como un tonto, fui a Chovanek y le pedí perdón. Y lo quise hacer delante de todos los compañeros de la base, que me miraban como diciendo... tío, que no hace falta, que es un cabrón, que no te tienes que rebajar... pero de verdad que me sentía muy mal. No me gusta que me llamen la atención y que fuera además toda esa gente tan importante, estando yo en una misión tan importante, tan lejos de mi patria representando a mi patria justamente. Me sentí embargado de una responsabilidad tremenda, sentí de repente, como digo, el peso de todo un país que había puesto sus esperanzas en mi persona.
Dicho esto y con toda ese mal cuerpo, reuní a los compañeros y esperé a que llegara Chovanek y les dije lo siguiente. 'Compañeros y compañeras de la misión, quiero pediros perdón por el incidente del otro día. Es una falta muy grave por mi parte haberme comportado de esa manera y haberle faltado el respeto a un compañero como es Chovanek. Quiero pediros perdón a todos, pero muy especialmente a Chovanek, porque sé que es muy duro estar aquí, tan lejos del hogar, de casa y de los seres queridos, y en lugar de ayudar y de ser un amigo y un compañero, lo que he hecho ha sido enturbiar el ambiente de esta misión. Quiero ofrecerme ahora mismo, Chovanek, para lo que haga falta. Si tienes algún problema, si quieres hablar, si nos podemos sincerar el uno con el otro de alguna manera para terminar de pulir las aristas que hayan podido surgir entre nosotros. Soy una persona que no guarda rencor y que tiene a gala intentar siempre, siempre, que haya al menos una relación cordial con todas las personas a las que haya podido ofender en algún momento. Por favor, Chovanek, acepta mis disculpas y comencemos de cero. Y a todos vosotros, os pido que no olvidéis ese incidente, sino que lo tengáis muy presente para que no vuelva a suceder. Por favor, aceptar mis disculpas y a trabajar por el bien de la misión'.
No sé, cómo lo dije o qué entendieron, porque lo dije en un inglés emocionado, pero aplaudieron al acabar y la rusa y el italiano vinieron a abrazarme y todo. El sueco, pasmao, se acercó a mí y me dió así como un estirón del brazo que supongo que era su manera de decirme que 'muy bien'. La alemana me dio un beso en la mejilla y se aguantaba una lagrimilla para no llorar. Madre mía qué emoción. Y Chovanek...
Chovanek miraba con el ceño fruncido. Como si no hubiera entendido nada. De hecho dijo en su alemán extraño 'Supongo que estabas hablando de mí, porque he oído mi nombre, ya me dirán en el informe del día qué ha pasado... y ahora XXX (dirigiéndose a la rusa), si puedes venir un momento, tengo que comentarte una cosa'.
Yo lo hubiera matado allí mismo. Pero el italiano...

lunes, 25 de enero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #3

He estado estos días, aprovechando que he recordado esta historia, repasando los papeles y los libros que me hicieron leer para formar parte de la tripulación de la estación espacial y, la verdad, cómo pasa el tiempo y cómo cuando uno es joven parece capaz de todo. No entiendo una palabra de lo que dicen los libros, qué complicado todo. Y aún así, ahí estuve. Bien es cierto que mi papel no era específicamente técnico, pero oye, algo tenía que saber. Al menos apretar el botón correcto y no mandarlo todo al pedo.
El italiano me había dejado una sensación rara. Verle fuera, moviéndose, arreglando una cosa y toqueteando la otra, pero sobre todo, unido a la nave con aquel cordón y siguiendo con la vista dónde estaba la juntura del cordón con la nave y dónde con él... no sé. El hecho de que el italiano también hubiera pensado algo así... Chovanek había convivido con nosotros pocos meses. No era tanto el espacio de tiempo que habíamos pasado juntos como para empezar a pensar en cosas así. Y sin embargo, tanto él como yo, ya habíamos comenzado a sopesar que, posiblemente, una solución sería... no podíamos llegar tan lejos. Sobre todo yo. Porque con el paso de los días, aunque la actitud de Chovanek volvía a ser hosca, malcarada e incordiante en grado sumo, el grado de enconamiento con el italiano subía muchos enteros. El italiano no olvidaba el tonteo de Chovanek con la rusa y el paso de los días, pese a que el checo se mantenía como un hurón era con la rusa con quien especialmente se mostraba borde y estúpido. Toda vez que la rusa entendía algo de checo, éste se dirigía a ella en su propio idioma y ella, obligada a entenderle, le contestaba en inglés. Todos entendíamos que la rusa le enviaba a la mierda cada vez que el checo hablaba, pero no sabíamos lo que Chovanek le decía a ella. Esto ponía enfermo al italiano.
Al cabo de un mes y medio de estar en la base espacial, la relación entre el italiano y la rusa podríamos decir que era ya asumida por todos, incluso por nuestro contacto en Tierra, que advirtió que esa relación contravenía mucho el buen funcionamiento del grupo, porque lo que ahora va muy bien, mañana puede ir muy mal y se puede liar un pollo grande... pero el sueco, que casi no hablaba, y cuando abría la boca solía ir al grano explicó un día en videoconferencia al coronel del ejército francés que 'al menos ellos parecen buena gente, se quieran o se odien'. No hubo más que hablar.
Chovanek se cuidaba mucho de no perder de vista sus tareas en la base espacial. No incumplía horarios, reglamentos, tareas, todo era correcto en su maner de funcionar, al menos como cosmonauta. Como persona, la cosa iba de mal en peor.
Ya es difícil, con la gravedad y todo eso, parecer violento en el proceder. Pero él se movía de una manera en la que parecía buscar el contacto. Y fuera que todos estábamos ya un poco con la escopeta cargada o lo que fuera, no pasábamos ni una. Y un día me calenté.
Quienes me conocen ahora dicen que soy muy majo, muy paciente, que tengo un corazón muy grande. Tópicos. En aquel tiempo no era muy diferente, pero era distinto. Y saltaba con una facilidad que hoy reprimo bastante o al menos no con todo el mundo como hacía antes. Todo el mundo no era como el mundo en el que me centro hoy. O bueno. No sé. Esto no va aquí.
Un día, como digo, estaba ayudando al sueco a introducir una serie de datos para calibrar una lente cuando apareció Chovanek. Pasó por delante nuestro y al dejar nuestra estela, se elevó un poco y me dio una patada en la cara. Nada muy brusco, porque con la gravedad mucho no puedes hacer, pero me dio. Y me tocó los cojones porque sabía que había sido a posta.
'Oye, cuidadito con la patita, compañero'. Chovanek no respondió pero yo ya iba lanzado. 'Qué pasa, gilipollas, ¿es que no has visto que me has dado?'. Chovanek se giró y me dijo en alemán 'Si tienes te falta espacio deberías haberte preparado más en el curso'.
'Me cago tu puta cara, payaso'. Mira, me salió así.
Al cabo de diez minutos se me convocó en una videoconferencia con la comandancia de la nave e incluso con la participación de la Alta Comandancia del Éjército y el ministerio de Asuntos Exteriores y de Defensa, dándome el toque. Que si creaba problemas, mandaban aunque fuera un cohete para mí solo y me devolvían a la Tierra de golpe.
Y claro, una bulla así, no te deja fino.

jueves, 21 de enero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #2

Las personas no tenemos porqué ser buenas. Yo no soy buena persona. Yo le deseo el mal a la gente. Que le vaya mal. Que no tengan éxito en sus empresas. Que se hundan. Que les pasen cosas malas. No a todo el mundo. Si fuera así con todo el mundo sería un auténtico cabrón, un... no sé. Pero sí que es cierto que no aspiro a ser bueno con todo el mundo. No sé para qué estoy contando esto. Bueno, tiene que ver con lo que pasó con Chovanek. En la MIR, una vez que se fueron los rusos y el japonés, nos quedamos los recién llegados y empezamos a hacer nuestras cosas. Yo, pues bueno, no voy a engañar a nadie si digo que mis tareas en la base espacial eran más bien de acompañamiento, de estar ahí, de ayudar y crear un poco de buen rollo. Sí. Todavía no me había convertido en aquellos años en ese cáncer para los grupos humanos que soy ahora. Entonces yo era una persona risueña y feliz, un amigo instantáneo, pegamento entre los seres humanos, hacía reir, creaba grupo, etc. Esas cosas. No tenía mucha idea de astrofísica, ni de ingeniería aeroespacial... pero llevándolo al extremo, es que podía decirse que no sabía ni coger un alicate.
Así que estaba por allí, le daba conversa al italiano, le gastaba bromas a la alemana, yo que sé. El italiano y la rusa enseguida, como ya dije, se llevaron bien. Tan bien que a veces se dejaban llevar gravitoriamente a rincones escondidos de la nave para pelar la pava. Bueno. Nada que reprochar. No voy a poner nombres de gente en esta historia. Y no por preservar intimidades ni nada, simplemente que no me da la gana de que haya quien piense 'mira, ha puesto este nombre por esto'. Paso. Chovanek por su parte estaba en su parra. No hablaba casi con nadie y lo único que hacía era emitir gruñidos en checo y en alemán protestando porque no había traído suficientes medicinas contra el constipado. Yo, que no tenía muy claro si en el espacio te podías constipar o no, no me atreví a preguntarle tampoco a nadie sobre el tema. Pero bueno. Si lo decía, alguna razón tendría.
Un día, Chóvanek apareció muy contento. Empezó a hablar en inglés, un inglés un poco flojo, pero algo era algo y sin cortarse un pelo, parecía que le hacía ojitos a la rusa. Fue un día solo, pero muy significativo. Durante todo un día, Chovanek estuvo simpático, gracioso, echándonos una mano con lo que hiciera falta. Nada que ver con el tipo huraño y malcarado de la formación y los primeros días en la base. ¿Qué le pasó? Todavía no logro entender, a día de hoy, a qué se debió aquel cambio de carácter en Chovanek. Pero al que no le hizo ni puta gracia fue al italiano.
Llegó el día en el que uno de nosotros tenía que salir fuera para hacer tareas de mantenimiento de la base. El italiano era el primer elegido. Como ingeniero aeroespacial que era, tenía ciertas tareas encomendadas y allí que fue. Era buen tío el italiano. Ahora no recuerdo de qué parte de Italia era, pero era buen tío. Se va olvidando uno de las cosas y acaba hablando de vaguedades. No sé porqué les estoy contando esta historia.
El caso es que salió fuera y llevó a cabo las tareas que tenía que hacer. Nosotros le veíamos desde unas pantallas y también a veces desde los ventanucos de la base. Cuando acabó y volvió a entrar, se quitó el traje, se higienizó y toda la historia. Se fue a su habitáculo salió y vino hacia mí. Acercó su cabeza a la mía y dijo... 'ahí fuera he pensado... nada, mejor no... nada.'.
A él también se le había ocurrido. Es que somos así.

martes, 19 de enero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a.

Estos días he estado dándole vueltas a un tema que me sucedió hace un tiempo y que, por causas que sinceramente no acierto a entender no me había vuelto a la memoria. No sé si lo sabéis pero hace unos años participé en el programa de la Agencia Espacial Europea, para formar parte del equipo que sustituiría a cuatro cosmonautas que llevaban ya mucho tiempo, tres o cuatro años, en la base espacial MIR. No es un tema que haya sacado en las conversaciones ni que me guste mucho recordar porque sucedió algo que todavía no me atrevo a calificar. Estoy aquí y eso es lo que cuenta. Porque podía haberme quedado allí. Aquí y allí. En fin. Fueron unos meses de una dura formación. Éramos seis personas las que habíamos sido seleccionadas mediante un proceso que fue, bueno, de aquella manera. Fuera como fuera, desde el primer día hubo una persona que me cayó mal. El checo Stepe Chovanek. Yo, precisamente, que tengo por la República Checa, por Checoslovaquia y por ende, por todo lo centroeuropeo una pasión y un cariño que creo haber demostrado una y mil veces, desde un primer momento, no encajé con aquella persona. Stepe Chovanek era un físico que había sido seleccionado después de una durísima prueba que se realizó en su país y al parecer todo aquel periodo le había dejado algo tocado. Y que, además, según como, los centroeuropeos no son tampoco la gente más dicharachera del mundo. No sé. Como quiera que sea que uno estaba en aquel tiempo contento con haber llegado hasta ahí y tal, que hubiera alguien que desde el primer día pusiera mala cara, no hablase con nadie, fuese tan a la suya y no hiciera grupo, no me gustó. Éramos seis, Chovanek, yo, un italiano muy simpático, una alemana que resultó ser una muchacha majísima, una rusa que hizo muy buenas migas con el italiano y un sueco que parecía pasar de todo pero que era bastante llevable.
Bien. Teníamos que pasar todos un par de meses en una ciudad de aquellas perdidas de Rusia, acostumbrándonos a las condiciones de la base espacial y el primer día que llegamos a la ciudad, cuyo nombre no puedo decir porque era secreto y, bueno, cosas de los rusos, el caso es que nada más llegar, Chovanek dice que durante los días que estemos en común rogaría que se le hablase en alemán, dado que su inglés estaba un poco obsoleto y no podía asegurar un nivel de comprensión alto de todo lo que... no pusimos muchos problemas, porque todos hablábamos de todo, pero ya nos preguntamos qué coño de pruebas había pasado Chovanek para ir allí sin tener un inglés al menos en condiciones. Y como esa, más. Que si había procedimientos que no entendía. Que si ciertos complementos vitamínicos le sentaban mal. Que si había aparataje y tecnología que o bien estaba demasiado atrasada y le daba mal rollo que la pudiéramos utilizar o era demasiado moderna y no se podía implementar de forma segura con... Un rollo de tío.
Los demás, muy bien. Hacíamos lo que se nos ordenaba y al cabo de los dos meses, camino del éxito. El día del despegue, desde una base militar, Chovanek comunicó que estaba muy constipado, que posiblemente no pudiera salir. Que con una gripe no podría salir a la misión. Un coronel del ejército francés que estaba allí en misión de apoyo, recuerdo que masculló entre dientes 'pues quédate, mocosete'. No lo oyó. O sí. No le cambió la cara. Esa cara de cabreo, molestia, y encima constipado. Bueno. Con los trajes y eso, no se notaba nada. Despegamos, y cumpliendo con el tiempo previsto, nos acoplamos con la MIR.
Los que estaban allí eran todos rusos menos uno, que era japonés y que al parecer había dado problemas de adaptabilidad. Es que también, dejar al japonés allí solo... en fin. Estuvimos juntos un par de días y ellos se bajaron en el transbordador.
Aquello lo habían dejado bastante bien. No se podía decir que los rusos fueran descuidados y del japonés no se puede dudar. Al entrar y quitarnos los cascos, todos alabamos el buen estado de todo y nos fuimos acoplando a nuestros habitáculos. Chovanek se empeñó en que mi habitáculo era el suyo. No sé si fueron los nervios del momento o qué, pero me salió un 'vete a la mierda', en inglés que supongo que entendió a la primera. Empezábamos bien.