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miércoles, 28 de noviembre de 2018

Historias Relativas

Un día más. Salir a cazar con el arpón al hombro, volver a casa con una foca ensangrentada poniendo el suelo perdido. De sangre, claro. No sabes cocinar las focas que cazas y se pudren en una habitación. Te gusta que la gente te vea llevar el arpón al hombro. Te saludan. Hola Harald. Hola Harald. Vas a cazar, verdad, Harald. Algunos te miran y no te dicen nada porque decirte algo significaría reconocer que vas a cazar. Hay quien piensa que si no te dicen hola harald, no estás yendo a cazar y no tienen porqué luego reconocer que has ido a cazar. Hola Harald. Vas a cazar y vuelves con la foca chorreando sangre. Te ha costado más o menos lo mismo que todos los días. Las focas están en un recodo de costa que está detrás del faro. Van allí no sabes porqué. Ellas te tienen confianza porque hueles a foca. Coges el arpón y lo clavas en alguna parte del cuerpo de las focas. Cuando las otras focas lo ven, salen corriendo asustadas. La foca herida chilla y se retuerce de dolor. Finalmente muere. Te la llevas a peso. Estás fuerte, Harald. Qué haces con tantas focas, Harald. Vas a vender las pieles, Harald. Es todo repetitivo. Algún grupo ha decidido seguir los pasos de esos que no hablan y empiezan a ignorarte adrede. Hola Harald.
Estás en casa, te pones una mascarilla. El olor a foca muerta es insoportable. Sacas de un congelador una lata de las muchas latas que tienes. Latas de conserva. Son latas de conserva de paté, foie gras, quesos en conserva, pero no pescados. No te gusta el pescado.
Todos los días la misma historia. Haciendo algo para que la gente vea que estás haciendo algo y no haciéndolo en realidad. Es una virtud. Una vez, viste a tu padre venir por el camino que lleva a la Biblioteca Pública. En casa te pegó una paliza por que te vio leer. Aprendiste.
Sacas un poco de pan de la panera. El pan está duro. Enciendes un poco el fuego. Te sientas y miras el suelo lleno de sangre. Un día, un día que estabas tú un poco con la cabeza un poco de aquella manera, quisiste lamer el suelo lleno de sangre. No te gustó. Pero ya lo haces cada día. Luego lo limpias. Lo hiciste un día y te dio asco y aún así lo haces todos los días.
De noche, de madrugada, cuando todos están durmiendo. Sacas algunas de las focas muertas ya podridas y mal. Las llevas al mar. Siempre bebes un sorbo de mar. Cuando llegas a casa te cagas vivo. Duermes poco, Harald.
Estás raro, Harald. ¿A qué viene lo de las focas?

martes, 27 de noviembre de 2018

Historias Relativas

Siempre le pasa lo mismo. A Vladko Morozovec le ocurre sistemáticamente lo mismo en las mismas circunstancias. Siempre que hace algo, el resultado es igual. Siempre que va a la tienda del señor Obrn y pide que le cuente algo sobre la Guerra, recibe la misma respuesta. Siempre que entra en la librería que regenta el delicioso matrimonio Jânek y pide por algún volumen de literatura sudamericana, le dicen lo mismo. Siempre que está sentado en el balcón de su domicilio y nota que hace frío, actúa de manera similar. Las cosas son siempre estables. Siempre son así. Como son. No son como muchos imaginan, variables, azarosas, increíbles. Todo es como es, porque a una acción sucede siempre la misma reacción. Vladko Morozovec trabajó durante muchos años como ayudante de un despacho de pasantes en la ciudad de Praga, en la misma capital, en una zona céntrica. Estaba muy contento con su trabajo. Con sus compañeros de trabajo mantenía una relación cordial. Con la señorita Salazsy hablaba más de la cuenta. Sentía por ella una simpatía especial que no descubrió que era amor hasta que la señorita Salazsy abandonó su trabajo para dedicarse al hogar ya que iba a tener una preciosa niña con su esposo, a la que llamaron Jana. Vladko Morozovec no sabía que la señorita Salazsy estaba casada. No volvió a acercarse a ninguna otra mujer, pues intuyó que las cosas ocurren de manera sistemática, siempre igual, siempre como han sido una vez, quizás dos. Está claro que Vladko Morozovec no es una persona que haya estudiado a los grandes maestros de la filosofía. Los grandes maestros nos hablan de las hipótesis construidas en torno a la comprobación de unos hechos. Vladko Morozovec es una persona que no ha podido saciar su ansia de saber porque una vez, hace años, durante una conferencia que el profesor Hupatov promulgó en el Centro Social de amigos de la filosofía, escuchó atentamente la exposición pero como el profesor se quedó sin tiempo y decidieron continuar con la charla una semana después, Morozovec concluyó que saber, aprender, es una labor para la que se requiere un tiempo que ni siquiera el profesor Hupatov pudo administrar. El bueno de Vladko Morozovec se va a dormir todas las noches a una hora que le hace sentir culpable porque le gusta dormir, pero no le gusta irse a la cama. Vladko Morozovec considera que siempre que se va a dormir el mundo es mejor. El mundo avanza porque siempre es igual que siempre. Siempre es igual. Vladko Morozovec es capaz de pensar que si mañana fuera a comprar pan, volverá a recibir las mismas preguntas sobre su madre aunque su madre lleve diez años muerta. Por eso no va a comprar pan. Vladko Morozovec sabe que todo es igual. Por eso es mejor no hacer nada. Porque ya se lo sabe.