lunes, 2 de junio de 2025
Los Tortuga - Belén Funes
Jaén. Vamos a ver la película porque entre olivares, el recuerdo del padre muerto, Jaén. ¿Eso dónde es? A ver cómo hablan. A ver si han cogido actores andaluces y no han cogido a gente de Jaén y van a hablar como no se habla. ¿Y eso dónde es? Hablan un poco con la S. La Virgen de la Cabeza. Pues debe ser por Andújar o por ahí. Hay planos donde se ven a lo lejos como los perfiles de Sierra Mágina. Al principio te crees que están en el Mortero. Jaén. Hablan de llamar a unos de Lopera. Recogen los restos con una bolsa del Covirán. Vale, lo han clavado. Pero eso dónde es. Esperar hasta que no acaba el último título de crédito en aparecer para decir, vale, lo habéis rodado en Barcelona y Jaén, pero de dónde de Jaén. Porqué no lo ponen. Vuelves en el metro buscando a ver dónde lo han rodado. Te quedas más tranquilo. Claro. Hay un momento en que suena un La Virgen que te estremece. La virgen. O cuando dicen 'tita' o 'el tito Julián'. Lees que la directora habla de cómo cuando la gente piensa en Andalucía rápidamente asimila la cosa con Sevilla. De Jaén nadie se acuerda. Y somos muchos, como la propia directora, Belén Funes, los que tenemos un mucho en Jaén y sabemos que somos muchos los que tenemos en Jaén algo que no se nos va. Jaén, pero de qué parte. Esta película se llama Los Tortuga y se refiere a la manera que tenían de llamar a los que emigraban y se lo llevaban todo consigo. La casa a cuestas. La película nos cuenta el proceso de asimilación y pérdida y duelo de una madre y una hija que han perdido al marido y padre. El Julián, Julián que nació en un pueblo de Jaén y se fue por el tiempo de las Olimpiadas. Un currante. La hija y la mujer. La mujer es chilena y en el pueblo como que no, porque en el pueblo tienen unas costumbres y unas cosas con las que no comulga. Todo el virgeneo y eso. Que ya te digo yo que no he ido jamás al Santuario de la Virgen de la Cabeza y quienes han ido me dicen que es una cosa escalofriante, tétrica, bizarra, etc. Pero. Ea. La película nos habla de la dureza de la vida, de la vida migrante, de la vida de los que dependen de un sueldo o de dos sueldos, las dos nóminas. De trabajar, pensar en trabajar, estudiar para trabajar. Habla de las clases sociales, habla de la solidaridad entre compañeros, habla del desarraigo, de no ser de ningún sitio, de la pérdida, de encontrar un lugar en el mundo, de deshacerte de los orígenes, de abrazarlos. Con una actriz como Antonia Zegers que es una barbaridad. Con la barbaridad de la lucha entre pobres, de la sangre fría, de la falta de empatía. De que nosotros no partimos del mismo sitio, ni somos lo mismo. Pero somos. En fin, una película necesaria, que habla de Jaén, aunque solo muestre Jaén, pero es mucho. Bien premiada está.
jueves, 29 de agosto de 2024
Crónica de un viaje a Vilches. Remanezco.
Este viaje ha contenido muchos viajes y en este viaje mezclo el viaje que hice para Santiago y el viaje que he hecho ahora, viajes ambos relacionados entre sí y que podrían estar en la misma secuencia, pero no hablaremos del viaje para Santiago, sino que hablaremos del arquetípico y clásico viaje a Vilches, provincia de Jaén, que abarca los días previos a las Fiestas en honor a nuestra patrona, los propios días de Fiesta en honor a nuestra patrona y los días posteriores a tal. ¿Y qué hay que contar? Este año hay que contar poca cosa. Fíjense en la foto que ilustra el texto. Esta ha sido mi pose y mi actitud durante los días de vacación. Se presupone que uno, pese a rondar los 50 años, llega a Vilches con la misión de iluminar la fiesta, de ser el cascabelito, de trasladar esa ilusión infinita que nos hace regresar a los orígenes a los hijos de emigrantes al resto de la población vilcheña. Y sin embargo, este año, no he podido desembarazarme de un estado meditabundo, mohíno, tristón, como si no tuviera nada que aportar, yo, que tanto aporto normalmente, como si no tuviera nada que decir, yo, que tanto digo. Algo me ha tenido cariacontecido durante más tiempo del necesario. Algo. Solo ha habido unos cuantos momentos que, sumados y contados aquí, parecerán una juerga flamenca, pero en once días, no ha sido tanto. Naturalmente, los momentos memorables han vuelto a estar protagonizados por el único y verdadero motivo por el que uno viaja a Vilches, que es la gente. Una vez más, la Patrona y sus misterios, significan más bien poco para mí, aunque ya hasta los punkis lanzan vivas a la Santísima y yo que sé. Pero ahí estamos. El anticlericalismo no está de moda y yo mismo me he visto justificando una religiosidad exacerbada por el hecho de que la represión contra lo no cristiano, lo no católico, es y ha sido tan brutal, tan salvaje, que se ha visibilizado... en fin, una teoría más vieja que un camino pero efectiva. Más vieja que un camino. Entremos en materia. Si el año pasado ya fue una primera introducción a María la Corea y su mundo, este año ha sido una inmersión y adoración a una vilcheña que deslumbra. Acompañando o acompañada por la simpar Marina, ambas conforman un dúo que eclipsa a cualquiera que se ponga bajo su radio de influencia. Quizás sea eso. A nadie le gusta eso. Solo unos pocos y pocas somos capaces de apreciar la magia cuando la tenemos cerca y ambas, Marina y María, a la vez, apabullan de una manera absoluta y renuevan de manera total el compromiso con Vilches y lo que significa Vilches, para lo bueno y significativamente para lo malo. Vilches, una manera de hablar, de explicar, de decir las cosas, de contar cualquier tontería, de contar lo más dramático, lo más duro, lo más superficial. Vilches es palabras, refranes, formas de entonar, gritos, coletillas, expresión corporal y gestual. Y una tarde, una noche, una ronda o varias de cervezas con ambas, es como si te renovaran la sangre. Remanezco, pues, de Vilches. No, no he nacido en Vilches. Soy catalán y me duele la boca de decirlo, catalán, catalán, catalán, como el Barça, Cadaqués y la Cerdanya. Pero remanezco de Vilches. Porque no me entiendo sin esa gente. Sin toda esa gente. Sin el placer de ver el partido de fútbol de rigor previo a las fiestas en honor etc. y encontrarte allí ya a mucha de la tropa que tienes en la cabeza y a unos les saludas levantando la cebecilla y a Luquitas le dices que se ha cortado el pelo, y todo eso. Todo eso, tan insignificante, tan poca cosa, es ya un motivo más que justificado para ir a Vilches. O entrar a comprar en el Pipi y tener la suerte de que no te toque el primero y poder esperar a que atiendan al resto de clientas y escuchar, escuchar a unas y a otras. Escuchar a vilcheños y vilcheñas hablando, no hay mayor elemento de renovación del compromiso nacional vilcheño que ese. Escuchar a la María trazar su plan para Conil, como en su tiempo significó para nosotros, pequeños niños charnegos, escuchar a su tita Manoli explicar cualquier cosa, te convierte en algo diferente. Algo diferente que engancha. De tal manera que, incluso quien no quiera, cuando le toca la hora de irse de Vilches, acaba pensando, joder, ahora me tengo que ir. Este año la familia ha sido fija discontinua. No he visto prácticamente a ningún primo, ni a los que te encontrabas de manera casual, ni a los de visita organizada. Únicamente mi prima Juani, mi insuperable prima Juani, pudo concertar una visita y fue fantástica como siempre. O más. Porque este año mi prima Juani tenía algo que anunciar, algo que aunque no lo quiera reconocer porque los Molina somos de difícil exteriorización, pero yo sé que lo que nos dijo la hace muy feliz y así pudimos disfrutar de mi Juani en todo su esplendor. Y fuimos capaces de desentrañar misterios familiares que nos hicieron reír y otros misterios que nos resolvieron el misterio de la abuela Pepa y la persona junto a ella que resultó ser la tatarabuela Juana. No he visto a mi prima Juli y la he echado de menos. Las dos juntas son también imbatibles. Como imbatibles son también Marijose e Isabelita, las sevillanas. Este año ha venido también Rocío. Y únicamente he podido estar ratos con Isabelita, magnífica, siempre con un optimismo vital que uno no puede ni llegar a concebir. Fiestas. Este año las fiestas las tomaba yo con muchas ganas aunque el calendario festivo volviese a estar pensado para personal más joven y ya el año pasado dijimos que una y no más, pero en mi cabeza... para empezar no compramos el bono, error. El bono te permite ir a la Piscina a disfrutar de las actuaciones, las que sean, durante los cuatro días de la fiesta. O son cinco. Cinco. El primer día compramos entrada para ver a los Toreros con Chanclas, el refrito de Toreros Muertos con No me pises que llevo Chanclas que fue bastante deslucido por un sonido mortecino, un Pepe Begines de bajona y que solo Pablo Carbonell parecía tomarse en serio si es que eso es posible. Con esto de fondo, me embarqué en una interesante, como siempre, ilustradora, como siempre, conversación con Bartolo, el mejor ex alcalde, pero fuimos interrumpidos porque podíamos comenzar a igualar a esos grandes maestros de la conversación densa y poco festiva, así que ya si eso. Pero para mí, siempre es un placer aprender. Ese primer día fue un primer día reglamentario, nos fuimos a casa a las cinco de la mañana, nos reímos, vimos a mucha, mucha mucha gente y nos marchamos. Saludé como Dios manda a nuestra prima Ana y para abajo. El trío resplandor, mi hermano, la Alba y yo. Al día siguiente comida en la Fernandina y por la noche la intención de repetir la jugada, sin piscina previa, con piscina final. Pero ocurrió algo, la conversación en la plaza derivó hacia el cansancio, hacia la obligatoriedad de la fiesta, hacia... y nos fuimos a casa. No aguantamos. Fracaso. Ese fracaso ya me acompañó durante el resto de los días. No hemos ido a la piscina el día 15. El día que estrenaba un polo chulísimo. Nada. Al día siguiente la charanga, esta vez con mi madre. Mi madre este año ha combinado la tradicional chumascada de la piscinilla con incursiones al mundo exterior. Ora charanga, ora piscina. En la charanga como una reina, siendo la más veterana del lugar, pero sin achantarse ante ninguna ronda y dejando bien alto el pabellón Juanes, justo ante una desconocida sobrina, la Irene, a la que saludamos y a la que le sacamos los parecidos rápido porque de eso se trata. Se parece, claro que se parece. También vimos al tito Martín, un encuentro minúsculo, casi insignificante, impropio de nosotros. Así que cuando la calor ya fue demoledor, nos fuimos y dejamos al Pako descolgado en la plaza y nos preparamos para la jarapada de la noche. Los jarapos con conejo, cinco conejos recién matados, cinco conejos desollados en vivo por nosotros mismos, con nuestras propias manos. La masa frita, el condimento, su poquito de canela, todo lo que lleva, tan rico. Para cenar. Una cena magnífica, ciertamente. Otra noche sin salir. El 17 se completó el día, tras la visita de mi prima Juani, con la tradicional actuación coplera en la plaza de Vilches. Una actuación breve pero que tuvo el contenido esperado. Mi pregunta es ¿Qué tiene la canción Garlochí que hay que cantarla todos los años? ¿El estribillo pan tostaíto migaígo con café la hace irresistible? No lo sé. Hubo cante y cuando acabó la cosa nos quedamos en la plaza más a gusto que todas las cosas, pero nuevamente no fuimos capaces de terminar en la Piscina. Ni tributo a El Último, ni el Maki ni tal, ni pascual. Nada. El último día, pues, hicimos lo que teníamos que hacer. Y así nos plantamos en el 18 con la intención severa de ir sí o sí a la piscina a terminar la noche como fuere. Previamente, por la mañana, fuimos a la Piscina pero a bañarnos, a tomar el sol, con mi señora madre que nunca jamás había ido a la Piscina a bañarse, aunque fue allí donde se casó. ¿Os hemos contado todo lo de su boda y tal? Otro día. Fotos de mi abuelo Quico serio como si le estuvieran llevando a un concierto de Pet Shop Boys. La mutación que estoy viviendo en Quico es reseñable. Mi tito Bibiano ya es una fotocopia, mi tito Antonio está en camino, mi primo Paco ídem, pero yo que soy más viejo que él... dios. Vimos salir a los asistentes al concierto de Paco Candela, que es un personaje que aquí en las Catalunyas no lo conoceremos pero que allí parece ser una autoridad en el canto agrocoplero. Agrocoplero como puede comprobarse en una canción llamada Los dos amigos en la que le canta a la relación entre un cazador y un conejo, que nos descubrió el Loren de las Olas y que es orfebrería pura de yo que sé, amigo, yo que sé. El conejo le pide que no le dispare porque tiene a su madre en la madriguera. Nos comimos unos churros con la Yolanda y el Antonio y dimos por clausuradas las fiestas. Bares. Hemos intentado ir a todos los bares, pero los bares no han intentado que fuéramos nosotros a ellos. Ha costado ver abierto al Rafi, al Pichi, a Ginés. Hemos asistido a los Cazadores pero para mí los Cazadores quizás han perdido lo que le hacía atractivo, aquella mezcla de kitsch patriotero y contemporaneidad, ahora bien, las tapas son imbatibles. De la trilogía del cruce solo se ha salvado el Ágora, siempre firme en su compromiso con el cliente. Nuestro compromiso con las Olas se ha mantenido incólume y las visitas al Buen Gusto no han sido tan abundosas como otros años. No he ido a la Sartén y no lo he echado de menos. Hemos ido al Baesucci a comer. Ojo, a comer y comer bien. Bares, tapas, Úbeda, Sabiote y una visita a Sabiote que nos descubre un precioso pueblo con un Albaicín y un bar muy apañao y unos atardeceres brutales y unas vueltas al Mortero dignas de ser reseñadas de mejor manera pero no puedo menos que decir que una vuelta al Mortero, al cabo de los años, es lo que más te reconcilia con Vilches. Sin contar la Renfe, claro. Una Renfe que lo es todo y que es el punto por el cual somos la Estación y por el que no somos de Vilches. Ahora qué. Cómo os habéis quedado. Tanto canto a la patria y tanto rollo para acabar diciendo que soy de la Estación y que no somos. Bueno, nosotros nos entendemos. Somos y no somos, a vueltas con la identidad y con remanecer o no remanecer. Hemos visto al tito Manolo y lo hemos visto como más hecho, no sé, de alguna manera, más persona. Ya. Descoloca. Pero así ha sido. No hemos visto a su hermano, a Robin. Hemos visto a poquísima gente de aquella gente de la diáspora telefónica que un día decidieron que todos se iban a Barcelona. A vueltas con la emigración y los emigrantes y demás historias. Este año hemos tenido visita, una visita final para irnos a otro sitio y volver. Siempre me pasa que cuando viene alguien, algún colega al pueblo pienso que se va a aburrir, que no lo va a entender, que va a pensar que el pueblo es feo, que no tiene nada, que hacemos cosas aburridas. Vinieron Nacho y Eu y fuimos al castillo y atardeció con unas nubes espantosas y se configuró un tormentorro mayúsculo que nos obligó a irnos de la plaza para meternos en las Olas. Pero qué fotones salieron. Y al volver volvimos a la plaza y allí sí que hicimos una sentada buena y comprobaron que el dúo María y Marina es encantador y quizás entendieron que son esas pequeñas cosas, una postura bien chorreá, lo que nos lleva allí, lo que nos hace remanecer. Somos de un lugar o no somos de ningún sitio. Nacidos en un lugar pero con la sensación de que una parte de tu vida está en otra parte. Aunque de 365 días que tiene el año estés no más de 20 días allí. Me decía María que si yo no hablaba como hablan ellos con mis amigos. Le dije que no. Aunque se te escapen palabras, dichos, refranes. Yo no hablo como ellos. Aunque vosotros penséis que soy un puto español de mierda. En realidad no hablo como ellos. Ya soy, yo soy, otra cosa. Pero no soy de allí. Aunque remanezca.
domingo, 27 de agosto de 2023
Crónica de un viaje a Vilches. La última vez.
Parece que hace un año que escribí el último texto sobre un viaje a Vilches y ese año parece que se ha hecho corto. Como si hace nada que me senté a escribir sobre lo que nos pasó hace un año y en un año han pasado mil cosas y ahora que te sientas aquí te das cuenta de que realmente no ha pasado tanto porque parece que... y así un año y otro año. Este año hemos llegado de nuevo a Vilches después de haber estado en otro sitio, con lo que pudiera parecer que es el segundo plato. Claro, tenemos que ir a Vilches como si fuera una obligación. Es una obligación y es un compromiso. Un compromiso con nuestras raíces, con nuestros amigos y amigas, con una manera de entender lo que somos y lo que nos gustaría ser. Hablo en plural pero hablo por mí, principalmente. Ir al pueblo, tener pueblo, enriquece. Cuántos y cuántas no están ahora arrepintiéndose de no tener pueblo, de no tener otro punto de vista, un lugar al que pertenecer también o además. Este año, después de un año, había que ir a Vilches, como siempre, por las fiestas o sin las fiestas, pero hay que ir. Y cada año enganchar a alguien más a lo que significa el pueblo y cada año quizás conocer a alguien más con quien no tenías contacto y que fíjate o bien recuperar a alguien que hacía mil años que no y resulta que también. En definitiva, la visita al pueblo significa reconectar con todas esas cosas de tu infancia que te han marcado de manera perenne, con los recuerdos tanto de uno mismo como de tu familia y amistades, y enganchar con otras personas que están ahí y que siempre acaban aportando. Este año, por ejemplo, y por todo lo que nos ha pasado, tenía muchas ganas de conversar con Bartolo, el ex alcalde y compañero. Su visión y manera de ver las cosas siempre me aporta mucho y este año tenía ganas de hablar con él. Creo que solo pudimos hablar un día con cierta calma aunque rodeados del ruido de las chapas, pero ya me sirvió de mucho. Como siempre sirve de mucho pasar tiempo con Marina, esta vez confirmando que realmente somos familia y que tanto ella como su hermanas y hermanos, somos familia. Son mis chachas y chachos. Explorar sobre la familia me encanta. Sobre la familia de mi abuela Juliana y mi abuelo Antonio, en principio. Especialmente mi abuela Juliana, ya que mi padre nunca fue muy familiero y estoy convencido de que los Garridos y Vallejos deben ser muchos más de los que mi padre tenía ganas de localizar. Él no iba al pueblo por la familia, o al menos por la familia que fuera más allá de sus padres y su hermana. Mi madre es otra cosa. Hemos ido al pueblo y es la última vez que vamos al pueblo en estas condiciones o con este planteamiento. Nos hemos dado cuenta de que nosotros vivimos todavía las fiestas de Vilches como las vivíamos hace años y ya nadie las vive así. El posturón del 15 de agosto es un recuerdo, no existe, se acabó. Ya no lo hace nadie. Al menos en la plaza. Supongo que harán otras cosas en otros puntos, pero lo que nosotros recordamos, ya no está. Salir a mediodía y por la noche, un error. La última vez. Luego llega la noche y no aguantas porque estás cansado. Quizás ha sido la última vez que vemos el formato de fiestas en la Piscina como lo recordamos. Las orquestas ya no son orquestas para todos los públicos y todos los días. Las orquestas han dado paso a un formato de conjuntos que bailan más que cantan, que no cantan todo el rato, y que repasan los éxitos preeminentemente actuales frente a los pasodobles y demás reliquias que ya ni medio llenan la pista de baile. Es así. Puede haber quejas, pero el cambio de guardia ya ha sonado y hay que estar atentos y atentas a las tendencias. No vimos a Medina Azahara, es que no lo sabíamos, y entramos cuando ya estaban acabando y agradeciendo. Tampoco vimos el tributo a Fito, esta vez de manera consciente. pero sí que vimos tanto la actuación en la plaza de la coplera, que impresionó a mis jóvenes sobrinas, y la actuación del tributo a Rocío Jurado, que, cuando vimos que ya había tocado las canciones que medio nos sabíamos, nos fuimos. Podríamos habernos quedado más. Quizás. Creo que solo hasta el último día, no pudimos hacer todo el circuíto de las fiestas completo. Con su orquesta, sus bailes hasta el final, saludando a todo pichichi y acabando la cosa con la rosca de churros correspondiente. Como tiene que ser. Esperemos que no sea la última vez. Una vez más disfrutando de la compañía de la Marijose e Isabelita, las sevillanas que tampoco pueden faltar en las fiestas y a las que queremos con locura. Una vez más con Yolanda y Antonio. Una vez más con Montse. Una vez más sin cuadrar las agendas con Jordi y Amanda. Una vez más recibiendo la visita de mis titos, Antonio y Cati y mis primos Jesús, ya toda una persona dispuesta a volar libre por el mundo, y mi prima Ana, fenómena absoluta que ya no es que vuele, es que yo que sé mi prima Ana. Y solo he podido quedar un ratillo de nada con mi prima Juani y como siempre y viene siendo habitual en los últimos encuentros, lamentarnos de lo lejos que vivimos y lo que nos gusta un chismoseo y lo que me gusta hablar con mi prima Juani. Y si hubiera estado mi prima Juli, pues para morirse ya del todo. Y volver a ver a Fabri y su familia, y recuperar a la Mercé, la estacionera de Sabadell. Y no hemos visto al primo Manolo, no hemos visto a los Robin, no hemos visto a Manoli. Eso ha sido una falta grave. Hemos visitado quizás menos bares que nnunca. Las Olas, bastante más Buen Gusto que otras veces, una vez a los Cazadores antes de su reforma (según qué hagan veremos que pasa, porque íbamos por lo bizarro, no sé si luego...), una vez casi de chaspi al Pichi, una vez al Baesucci, una vez al Aljarafe. Pero no puntúa visita ni al Ginés, ni al Ágora, ni al Cruce, que estaba cerrado. No hemos visitado tampoco el Porrosillo ni tampoco nos ha visitado el Porrosillo a nosotros. Hemos vuelto a contemplar las vistas desde el Castillo y hemos vuelto a echarnos unas risas y aprender frases nuevas con el tito Martín, siempre en forma. Hemos estado con todos los de siempre, hemos hablado con la gente que hemos podido y hemos constatado que no es fácil, pero que hay que ponerle buena cara a esto, María. Ha hecho calor, claro, pero ya hizo calor los días previos como para fundir las piedras y el resto de días hizo calor, pero es un calor que es el calor. Vinieron la prima y las sobris al pueblo y apreciaron la idiosincrasia local. Tipismo e historia. No hemos visto ninguna procesión y tampoco hemos visto un encierro por mucho que habrá un día en el que acaben poniéndonoslo en la puerta. Hemos ido una noche a cenar a la Fernandina y nos sirvió para despedirnos pero no pudimos despedirnos de todo el mundo y eso supone un problema grave, porque nos gusta saludar y nos gusta también decir adiós y preguntar por esto y por lo otro, como me pasó con mi otra prima Ana. Que hay que preguntar. Y una noche vino la Catalina a casa. Y un día volví a ir a la piscina a bañarme y descubrí que la piscina es un sitio en el que se está bien, pero es que no encuentra uno tiempo. Encontré tiempo para dar la vuelta al mortero y para comprar magdalenas en Covirán y para ver a mi prima Laura en la farmacia, pero me sigue faltando tiempo para otras muchas cosas. A veces tiempo y ganas. Otro año más, los años van pasando y este año no hemos sido el pack indivisible como los zumillos, con mi hermano, pero el año que viene seguro que volvemos. ¿Entonces?
jueves, 25 de agosto de 2022
Crónica de un viaje a Vilches. Fiera y Fiestas.
El transcurso de los cinco días, seis, que pasamos en Vilches vino marcado por el principio y por el final. Lo que sucede entre esos momentos clave, situaciones o sensaciones, se enmarcan en la clásica visita a Vilches por parte de esta familia que tiene a Vilches en la cabeza y en el corazón y que como cuando vas caminando por el Mortero que ves así como al fondo la imagen del Castillo entre los ramastros, así es como vivimos nosotros nuestra vilcheñidad en la distancia. De repente, Vilches. Qué bonito es todo y qué así lo dices, amigo, qué expresión de cercanía y de implicación con una tierra, la de mis padres, que es también la mía porque así la siento y así me gusta considerarla. Aunque no es mi tierra, si es que los que somos como yo tenemos tierra, que no tenemos. Y no vivo en Vilches, con todo lo que ello conlleva.
Momentos clave para entender el balance final de la estancia en Vilches este año. En primer lugar el cansancio, agotamiento, quién sabe si algo más, que arrastraba de mi viaje a Albania. No os he dicho que he ido a Albania este mes de Agosto, pues he ido. Y el día después de la vuelta, coge el coche, o que lo coja mi hermano, y tira para Vilches. Llegar a Vilches con todo eso encima y mi madre ha decidido programar una de esas comidas inesperadas de día 15 de agosto. La puntilla. No. La puntilla es una insospechada noche fresca en la Piscina Municipal. Ya nos lo habían advertido. Ayer hizo frío. Cómo que frío. Frío. Cómo que frío en Vilches. Frío, frío. En Agosto. Sí, pasa mucho. Qué va a pasar. Pues pasa. Y pasó. La primera noche en Vilches, con ese cansancio acumulado, esa siesta no echada porque jugaba el Athletic Club y no podía dejar de mirar el partido, y que algo ya estaba creciendo dentro de mí, hicieron que esa primera noche marcara de manera indeleble el resto de la fiesta. Esa primera noche. Esa primera noche la empleamos en querer ver ya a todo el mundo, fuera o dentro de la piscina. Y ciertamente ya vemos a mucha gente. A casi toda la gente. Incluso vemos a una chica que hace tiempo que conocemos que nos dice que mi hermano y yo, siempre juntos, formamos un pack indivisible, que siempre vamos juntos 'como los zumillos'. Son por estas cosas, por estas pequeñas frases, por las que Vilches me enganchan. Una frase, un comentario, una coletilla, una expresión, vale mil veces más que un monte pelado, una ruina goda, un restaurante tradicional o el riachuelo feliz. Efectivamente, mi hermano y yo en las fiestas de Vilches, no hacemos nada excepcional, pero estamos, no somos ni los más divertidos ni los más alegres, pero ahí estamos. Y siempre estaremos. Si podemos. Nos encontramos con toda la tropa, nuestra tropa, la que se queda ahí cuando nosotros nos vamos. Estar ahí no es fácil. Estar ahí y ser así. Nada sencillo. Pero están. Primera noche en Vilches y tenemos orquesta. Sobre la orquesta decir que noto que le aqueja el síndrome Nathy Peluso, es decir, que prima el esfuerzo físico sobre la capacidad vocal. Así que durante la actuación, absolutamente contemporánea, sin casi guiños al pasado o a los clásicos de fiesta mayor, prima el baile desaforado y desatado, el venga vilches, y todos juntos antes que la mera interpretación vocal. Hechos polvo y con una rosca de churros que nos calzamos en previsión de llegar a casa con un desmayo, con saludo a Berna chico incluido, nos vamos para casa. No son ni las tres. Creo.
Al día siguiente nos vamos levantando para ir a la Charanga. Decir que este viaje supone el estreno de mi cuñada Laura. Jamás vino. Laura es una persona determinada y determinante. No deja indiferente ni le dejan indiferente las cosas. Pero esta no va a ser, ni mucho menos, su mejor experiencia vilcheña. Sin superar mi cansancio o yoquesé qué tengo encima, emprendemos el camino para ver la charanga. La charanga que un año sí y otro también supone un momento al que no le das importancia en las fiestas, pero que luego, una vez allí, pues te enrolla. Te moja y te enrolla. El juego de los cubetazos de agua sustituye este año con acierto al manguerazo, que provoca enojos y enfados, y todos tan amigos. Incluso la charanga modera su discurso y adapta el repertorio a las nuevas sensibilidades que ya estaba bien y tiene un broche de oro con un momento de romanticismo popular, petición de mano y joder qué bonito es todo. Vemos a la Isabelita, que ya pensaba que este año no la iba a ver y con el cuerpo escombro nos vamos para casa a echar una siesta reponedora, digo, reparadora, y palante, que esta noche tocan los Secretos.
Como si quieren tocar Iron Maiden. Nuestras compañeras deciden que mierda para los Secretos, pero Los Molina de la calle Sant Joaquim, los Molina de la Pontanilla, no nos rendimos. Vamos para allá. Nuestra voluntad de hierro no esconde que estamos ya hechos una mierda y subimos casi con la hora pegada. Sobre Los Secretos, decir que no estábamos en la misma longitud de onda, ni nosotros, ni la banda, ni la propia concepción de la banda como banda de fiestas, ni nada. Vamos, que una banda de country-pop, de medios tiempos, no es la mejor idea para una fiesta mayor. Lo hecho hecho está y ya está. No tenemos mucho más que añadir sobre esta noche. Mi intención de abundar en la situación política de Andalucía tras las elecciones (igual de apasionante que Los Secretos), con el compañero Bartolo o de emprender alguna conversa interesante con el compañero de Podemos que ha venido de Madrid, no se dan. Porque es que no estoy. Cuando acaban los Secretos, comienza otra orquesta, de pequeño formato, tan pequeño que no es ni orquesta, sino que es un chavalito con las maquinitas y un elenco de cuatro mozos y mozas que bailan y cantan las canciones de moda. La noche promete emociones fuertes ya que no dan tregua y el repertorio es sin duda emocionante, pero nuestros cuerpos no están, nuestras mentes tampoco, y bajamos a reunirnos con nuestras compañeras que con muy buen criterio, etc.
Al día siguiente hacemos la obligatoria visita al cementerio. Vamos a ver al papa, vamos a ver a los abuelos, vamos a ver a los sobrinos, primos, primas, etc. A todo el mundo. Y como no, vamos a ver a la bisabuela Pepa, a la abuela Pepa de mi padre, enterrada en tierra, en la parte alta del cementerio. Una observación sin ánimo de criticar, no pienso criticar nada este año, pero sí que me resultaría menos ofensivo no ver al lado de las tumbas de tierra escombros de cosas varias que no han tenido otro lugar para recogerse. Que esas tumbas tengan los días contados como los tienen, no significa que no existan, ni que no vaya nadie a verlas. Todos los años mi padre nos enseñó a ir a ver a la bisabuela Pepa la Montora y todos los años iremos. Como van mis primas. Y creo que estaría bonito, elegante, cuidar ese espacio como se cuida el resto del cementerio. Nos subimos al castillo, nos hacemos las fotos de rigor, nos preguntamos si la fuente tiene agua que siempre tiene agua, y bajamos caminando preguntándonos cómo puede bajar Nuestra Madre por ese caminurri que resbala tantísimo. Nos tomamos unas cervecitas en Las Olas y nos bajamos a casa, que hoy tenemos invitados a comer, baja la Marina a comer jarapos.
Los jarapos, si no os lo he contado antes os lo cuento ahora, es un plato de esos de caza, con liebre o con conejo, un estofado al que se le hecha una pasta de harina y con muchas especias, hierbabuena si hay, etc. Una parta de la masa se fríe. Una delicia, fuertecita para el verano, pero una delicia al fin. Mi madre lo borda y como todos los años le pedimos que nos diga cómo se hace, que nos tiene que facilitar la receta, ella dice que es muy fácil, que se hace así y así, pero no se nos queda y otro año que pasa Hemos comentado el tema de los bares. Este año hemos ido a los Cazadores. Los Cazadores se habían convertido de un tiempo a esta parte en un bar fetiche para nosotros en el pueblo. Un bar al que ir sin la herencia de mi padre, que no iba nunca. Un bar con algo kitsch, con las servilletas con las banderas españolas, que, de repente, ha perdido precisamente ese halo y se ha convertido en un bar normal. Ya no más banderas españolas en las tarjetas, ni en las servilletas y se ha reducido la decoración 'cazadora'. Punto a su favor, o no. Hemos podido ir cómo no a Las Olas, alegrándonos profundamente de que Loren esté al pie del cañón y alegrándonos también de que el Buen Gusto sirva de contrapunto. Y hemos ido al Ágora, donde se está y se tapea cojonudamente. Y ya está. No hemos ido a ningún sitio más. No hemos probado ese lugar tan mágico donde hacen pescadito en las fiestas. Y tampoco creo que vayamos a ir. No hemos ido a Ginés, cerrado, ni a lo del Rafi, cerrado, tampoco al Pichi, cerrado aunque abrieron para lo de la espuma pero qué va.
Comemos en casa con Marina, y nos vamos preparando para ir a ver el concierto del tributo a Mecano. Nuestros cuerpos no están bien, yo no estoy muy allá, pero es todo cansancio, seguro. Son muchos días, muchas cosas. El tributo a Mecano me hace recordar que, más allá de las tres canciones de rigor, la de Maquillaje, la de en tu fiesta me colé, y la de Venus en un barco, Mecano era el enemigo musical de toda una generación y se demostró. Un repertorio de cortavenadas de tomo y lomo que solo al final se animó con el popurrrí de las antiguas y ya está. La buena voluntad de los músicos y la cantante que clonaba a la Torroja no podía esconder que Mecano, en todas sus formas y maneras, no es ni ha sido más que un intento fallido de crear música comercial para una clase juvenil entonces que quería temas 'del primer mundo' y que no dejaban de ocultar que no eran más que un postizo en un país diferente. Un grupo y una música wannabe que en eso se ha quedado. Después de todo esto, me merecía una hamburguesa, tras haber comentado al fin los resultados andaluces con Bartolo. Nos vamos, que estoy un poco de aquella manera.
Llegar a casa. Dormir. No poder levantarme por la mañana. Fiebre. Covid. La cuñada Covid. Elpako Covid.
Y un mensaje mañanero. Mira lo que ha pasado esta noche.
Mi abuelo Antonio era del PSOE. Estoy y creo que estamos todos en mi casa muy orgullosos de mi abuelo Antonio. Tenemos con orgullo un diploma del PSOE reconociéndole su tarea como concejal del Ayuntamiento de Vilches que no dudamos nunca en enseñar a todos nuestros visitantes. Mi abuelo era socialista y muy socialista. Yo no. Y cuando critico a los socialistas, en mi ciudad, en Vilches o donde sea, siempre les achaco lo mismo. La pérdida de, al menos, del significado primero de lo que es ser socialista. A veces pienso que estoy equivocado y que eso que es ser socialista se parece más a lo que me gustaría ser a mi que a lo que los propios socialistas sienten como su misma esencia. De la misma manera, es posible que yo esté equivocado, como lo pueden estar mis compañeros y compañeras, en las críticas sobre las actuaciones políticas en esto o aquello. Sobre si una fuente echa agua, sobre si hay escombros en el cementerio, sobre la transparencia en las contrataciones, lo normal en la lucha política. Pero hay rayas que no deberían cruzarse. No pueden cruzarse a riesgo de hacer irrespirable la vida de un pueblo. Si durante la dictadura mucha gente se tuvo que ir del pueblo por no aguantar la vida en un lugar donde ser quien eras te marcaba de por vida, sería realmente triste que hoy día alguien tuviera que verse obligado a hacer lo mismo intimidado por que o estás a favor o estás fuera. Y si estás en contra, que no se note, no ser tan vehemente.
Vilches no es un pueblo precioso. Cualquiera que haya viajado por Andalucía verá que hay muchos pueblos con más encanto. Pero a mí es el pueblo que más me gusta. Y no me gusta por el pueblo. El continente me da igual. Me gusta por el contenido. Un ratito con Juanito y la Paqui, con los Robin, con el tito Manolo al que hemos vuelto a ver después de un año y no sé si soy yo pero cada año pasan los años y aunque la esencia se mantenga la edad nos va diciendo cosas, con las sevillanas que nos hemos podido ver un ratillo, con María y la Paqui, con mi primo Sebas con quien no pudimos tomarnos esa cerveza que nos debemos, saludar a Nico, con los primos de la tita Tere, con mis primas Juli y Juani que no he podido ver, esos ratitos con la gente que nos dice que somos como los Zumillos, son el pueblo. Vilches son también y especialmente los recuerdos, la infancia, los juegos en la Estación, una vez que jugué un partido en El Muelle contra los de las casas baratas y he magnificado ese partido convirtiéndolo en una especie de copa del mundo de... pues eso.
El año todavía no ha terminado y aún podemos bajar más veces. Porque Vilches siempre aparece.
jueves, 21 de abril de 2022
Crónica de una Semana Santa en Vilches
Yo podría poner alguna foto de esas en las que se ve lo verdecito que está todo y lo que cambia Vilches y sus entornos de estar en el terrible mes de Agosto a estar en esta Semana Santa, mes de Abril, donde todo está como para poder vivir y para poder disfrutar, pero siendo esa una imagen bellísima que enamoraría a quienes quisieran encontrar un destino propicio para las vacaciones, no ilustra lo que es ir a Vilches. Haga frío, haga calor, haga mucho calor, haga un calor que se te meta por la boca y te cueza el cerebro, o haga un tiempecito bueno que te apetezca estar en la calle a cualquier hora. Haga bueno o haga malo, lo que mola de ir a Vilches, lo que al cabo de tantos, tantísimos años, hemos conseguido con tanto ir, con tanto no perder, con tanto estar, es haber conseguido algo tan espectacular como un grupo de gente que te siente como uno de los suyos y que hace sentir como uno más a cualquiera. Y eso es lo que realmente hace de la experiencia vilcheña algo que no se compara con el destino bonito, con el paraje maravilloso, con la playa solitaria, con el atardecer, con el vino de denominación, con el sendero que nadie había pisado jamás. Eso es y siempre ha sido ir a Vilches. Supongo que por eso nos hemos perdido muchas veces tantas y tantas cosas geniales que hay que ver y que vivir en esos entornos, porque nos hemos encandilado con estar allí, solo allí, escuchando a la gente hablar, contar sus cosas, explicar su vida, con su acento, sus maneras, su desto. Cortemos rápido esta especie de introducción que pareciera digna de ese típico cronista de ciudad con aspecto de fachoso revenido que utiliza palabras relamidas para contar algo muchas veces visto. Digamos simplemente que estar en Vilches, vivir la experiencia vilcheña, tiene mucho de sentarse, que vayan cayendo botellines, comer y dejarse ir
Comencemos por el jueves y obviemos un viaje de ida plagado de sobresaltos en forma de caravanas interminables, lluvias torrenciales por toda la fachada mediterránea y buena parte de la provincia de Cuenca. Olvidemos eso. Vayamos directamente al cerro y vayamos a ver el Cementerio y la visita de rigor, identificando por primera vez en solitario dónde está cada uno y dónde se ubican los que han ido llegando, del Tito Basilio a la Abuela Pepa. Y del cementerio al Castillo mira tú que vistas. Perdón, no he dicho que este viaje lo hacemos con dos colegas colomenses, Sancho y Esmeralda. ¿Cómo recibirán ellos lo de venir a Vilches? Siempre que viene gente al pueblo pienso lo mismo, yo me lo paso muy bien, pero no sé si a la gente le gustará lo que a mí me gusta. Yo que ya disfruto con ir al MásyMás a comprar y a ver a quién te encuentras. ¿Les gustará? ¿Entenderán el rollo? Visitamos el Castillo y ya casi de bajada, un matrimonio con unas niñas pequeñas, de repente una de las niñas se arranca cantando el 'Andaluces levantaos'. Casi nada para empezar. Nos vamos camino de la plaza y en la plaza vemos que está abierto el bar Las Olas, el preferido de mis padres. Hace mucho que no estaba abierto. Y allí que empieza la historia. Allí ya me preguntan por mi tito Basilio, cómo se acuerda de él la gente. Y de ahí pasamos a los Cazadores, lugar ya de referencia al que hay que ir para que quien sea tímido o tenga algún tipo de remilgo, se lo quite de golpe. Si ya aceptas Los Cazadores, todo lo demás viene seguido. Allí comemos y volvemos a comprobar que la simpatía local te viene a así de golpe y ya no se te va. Y llega Marina y la inmersión es completa. Marina, antes ya nos hemos encontrado con María José y María que nos lo han advertido, nos dice que hay que ir al Lagrimeo, la procesión de las Lágrimas. Pero no ir, se trata de contemplarla en primera fila desde el Aljarafe. A cien por hora todo. Vamos. Esa procesión que no llega nunca aunque la estás viendo venir desde hace una hora y media. Y vamos al campo a comprobar cómo es eso del campo, y el campo nos sorprende tan verdecito que parece mentira. Y para qué vamos a ir enumerando todos los bares, aquello o lo otro. Acabamos antes diciendo los bares a los que no hemos ido: Rafi, Ginés, Buen Gusto, el del Roberto... El primer día termina con una visita al Garden y la impresión de que ya nos hemos metido en la dinámica desde el primer momento.
Marina, María, María José, Bartolo, Antonio, Yolanda, Paqui, la tropa. Algunas compañeros y compañeras y otras no lo sé. Esta gente tiene que volver. Durante la procesión del lagrimeo, nos dicen que un capataz ha pedido que para las próximas vuelvan a ganar las elecciones y ha dedicado una levantá al tema. No te lo pierdas, los socialistas apelando a los seres del espacio. Falta un año para las municipales y se nota en todas partes, también aquí.
Al día siguiente vamos de visita a Almuradiel. Almuradiel es un pueblo que está al pie de Despeñaperros y por el que pasamos cada vez que vamos a Vilches y jamás paramos. Resulta que Esmeralda tiene familia allí. Siempre decimos que los vilcheños somos un poco manchegos, pero los manchegos vemos que no hablan como nosotros, hablan con las eses, lo pronuncian todo, pero hay algo familiar en ellos. Para empezar, el apellido Lozano, que parece internacional y transfronterizo. De la visita de Almuradiel pasamos a ir a comer a la Fernandina. La Fernandina, la Isabela, La Carolina, Arquillos, Aldeaquemada, tengo mucho interés por esas poblaciones creadas por Carlos III, repobladas con colonos centroeuropeos. Jamás investigaré en serio sobre nada de eso. En la Fernandina se come como dios. Y hemos quedado para ir a Giribaile con una guía de excepción, la María, que nos lleva hasta casi el pie del Castillo. Lo dicho. Irlanda. Alucinante comprobar cómo cambia un paisaje en unas semanas. Dentro de nada todo será amarillo y no habrá dios que pare, pero ahora es la gloria. El castillo de Giribaile ahora son unas ruinas, pero en su día tuvo que ser imponente. Vámonos, asustamos a unas ovejas, a bastantes ovejas, y nos vamos. Mañana más.
Comilona en casa de la familia de Marina. Con toda la tropa. Misión especial para probar la harina titos, que mi madre también llama leche pájaro, y un arroz con conejo. Un día genial donde se mezclan los Chemical Brothers a todo meter, el calorreo inmortal, y las ganas de escuchar a mi gente, a la gente de mi pueblo, hablar y hacer. Qué quieres, es mi pueblo. Recapitulemos, soy catalán pero mi pueblo es este, es también este. La de Marchena cuando llega me dice que 'vosotros sentís el primer cohete y ya estáis aquí'. Ea. Quien quiera pensar que soy menos catalán o que Catalunya me la sopla o que soy un nostálgico de esos de Ciudadanos, en fin. Menos catalán. Poco catalán. Nada Catalán. En fin. Es muy largo de explicar y tampoco tenemos todo el día. Es una experiencia vilcheña completa, como cuando éramos pequeños y mis padres quedaban con los vilcheños de la Telefónica y se juntaban y era todo un follón de mil demonios de gritos, gente hablando más, gente hablando más todavía, más hablar, más gritar, y un cachondeo constante. Ese sábado ya valió por toda la semana santa.
El domingo tocó naturaleza. Aldeaquemada, Despeñaperros, la Cimbarra, un paisaje que está ahí mismo, a nada, a tocar, pero al que nunca he ido. Y merece mucho la pena. Ver las águilas, los buitres, el verde otra vez. Cómo llama la atención tanto el verde. Hace calor ya, pero hay agua en el salto de la Cimbarra. Me acuerdo de cuando Fabri nos hablaba de La pequeña niña de la Cimbarrilla. Y acabamos el día yendo de visita a Linares. Han puesto un Land Rover en una rotonda. Damos un paseo, visitamos algún bar, está la Carbonería cerrada, huele a cera. Nos vamos ya. Me acuerdo de Robin y de Manolo. Y de mis titos y mis primos.
También me acuerdo de Marijose, de la Isabelita, de las primas a las que no veo, la Juli y la Juani, y de las primas a las que tampoco veo. Este año he visto al Sebas, he visto también a la Rocío, como siempre hemos hablado poquísimo, y al menos hemos podido coincidir en algún sitio con el Jordi y la Amanda. No he visto a ningún Berna. Al Argudo lo vi cruzando la calle un día, él no me vio a mi.
Y nos vamos. Y han sido cuatro días y como siempre saben a poco pero mi estómago también es persona y necesita parar. Cuatro días de gloria gracias a esa gente que te hace sentir como si fueras de allí de verdad, como si fueras otro más, aunque haya a quien eso le parezca mal, pero a mí me parece un orgullo que alguien diga 'ojo con este que es de Vilches', solo por eso ya estaría. Gracias a todos y todas por estos cuatro días que sirven para tanto.
domingo, 13 de febrero de 2022
Al tito Basilio
Ayer mi prima Ana me envió un mensaje, que el tito se había muerto. No hay Dios en el cielo ni mierda. Pero en algún sitio, en alguna parte, mi padre y él estarán ahí, encontrándose, primo ámonos, y con cuatro tonterías pasarán el ratico tan a gusto. Hoy y siempre, grande el tito Basilio, lagarto.
viernes, 27 de agosto de 2021
Crónica del mes de Agosto 2021. De lo muerto a lo vivo.
Esa tarde, la última tarde, fuimos a lavar el coche porque ya no se podía tolerar. Y empezamos a ver unas nubes. Y cuando estábamos ya tomando algo comenzamos a sentir algo casi olvidado. Empezamos a sentir airecillo fresquito. Y veíamos los rayos que caían en la lejanía. Y llovió por la noche, casi toda la noche. Y era lo que se esperaba.
Las vacaciones y contar las vacaciones. Hacer un diario de viaje. Contar las vacaciones como las pensabas vivir o como las has vivido al final. Contar las vacaciones como si hubiera que superar las vacaciones anteriores. Contar las vacaciones cuando sabes que esto de las vacaciones no es como para enseñarlo tanto. Contar las vacaciones repitiéndote que las mismas cosas, contadas por otros, las mismas fotos sacadas por otros, los mismos platos comidos por otros, esos mismos atardeceres vistos en los ojos de otras personas, parecen mejores, más divertidos, más suculentos, más emocionantes. Contar tus vacaciones a los ojos de lo que vivieron otros. Contar tus vacaciones habiendo vivido tú lo que estaba pasando. Vivir las vacaciones, el viaje, como un propósito de enmienda. Si el año ha sido una mierda, si el año ha sido asqueroso, si el año ha hecho que pierdas la poca confianza que te queda en cierta comunión grupal, si la temporada ha concluido casi en el límite del desquiciamiento, se supone que las vacaciones, la ausencia del lugar de los hechos, el viaje, deberían servir para tomar otro punto de vista, una nueva perspectiva, un algo diferente. El viaje, los viajes, para enriquecer el alma, oxigenar el cerebro, llenar la barriga de cerveza, alimentarte en vaso. El viaje y una barriga que ha vuelto. El viaje y lo que nos gusta el viaje y enseñar el viaje. El viaje y lo que le gusta a la gente a la que no le interesas ni esto saber dónde y cómo y qué. Y con quién. El viaje y las fiestas. El viaje y levantarte tarde y acostarte temprano. El viaje y subvertir las normas. El viaje y el viaje dentro del viaje. El viaje y todo lo que conlleva. El viaje y los subviajes. El viaje y los paisajes.
Hace mucho tiempo que vengo dándole vueltas a una cosa. Algo que tiene que ver con la amplitud de la mirada. Me pasa que desde que iba y venía a Jaén para ver a mi padre he descubierto que todo es como más amplio. Que acostumbrado a mirar hacia abajo, hacia el suelo, encajonado entre las calles de la gran ciudad... va. Vamos a comenzar.
El primer asalto tiene lugar en Madrid y tiene lugar antes que nada durante el viaje con quizás las tres mejores horas de música, sino cuatro horas, que jamás escuchamos durante todo el verano. Un viaje a Madrid de dos días, tres, que tiene como objeto visitar Madrid, visitar Madrid con el Edu y la Rosi, repasar si todo lo que se dice de Madrid es cierto, si ha cambiado mucho Madrid desde la última vez que estuve y visitar el Prado one more time. La visita cumple con lo prometido. Madrid continúa un poco más o menos con la evolución de todas las ciudades de su tamaño, no te acabas de creer cómo puede ser que en Madrid gobierne quien gobierna con lo majos que parecen y los sitios tan chulos que tienen, pero es que siempre estamos con lo mismo, de majos y de majas y de sitios chulos no se vive y es todo mucho más complejo. Ya os lo digo ahora, no me he separado del móvil. Mal asunto. Madrid y sus sitios y lugares, arrastramos al Edu a Malasaña y a sitios que supongo que él hace mil que ya no. Vamos de nuevo al Vía láctea y aunque sigue siendo un muy buen lugar vemos que la gente que va es joven. Joven. De juventud. Deambulamos por más lugares y acabamos en un sitio llamado José Alfredo donde, aquí sí, nos encontramos como en casa. Primera noche acabando muy arriba. Día siguiente de Rastro, Lavapies y lugares de postín como el Achuri. Se nos hace tan largo el día que lo pagamos al día siguiente arrastrando nuestros cuerpos por el museo del Prado resultando una visita no muy allá. Resultado de la visita a Madrid, todo eso de la Libertad y de tal y cual, Madrid sigue siendo una ciudad que mola mucho y a la que mola ir. Lo demás es otra cosa.
Nos vamos de Madrid víctimas de los excesos y nos dirigimos a Vilches, Vilches Jaén. El primer día, por la mañana, camino de la visita a mi padre, vemos a dos mujeres que hablan en la calle San Marcos mientras están comprando melones. '¿Verano? ¿Esto es verano? Qué ganas de que haga fresco, si ya tenemos tiempo de que haga fresco. En verano tiene que hacer calor.' Esta señora ponía en su boca mi pensamiento. Pero el Señor, que no se corta un pelo, sabe castigar nuestras ínfulas y si cuando en Madrid y recién llegados disfrutamos de un clima benigno, nos estaba esperando el mismo Averno. Sea como sea, consideraciones previas. Tengo 46 años y creo que cada año de mi vida una o dos veces he ido a Vilches, Jaén. Durante tantos años, todos los años, he hecho tan pocas cosas que cuando he tenido que afrontar que quizás a todo el mundo no le gusta este plan de me levanto voy a la plaza y me bajo a la estación, emulando el clásico plan de mi padre, me encuentro digo, con que no he ido a ninguna parte. Así las cosas, este año ha vuelto a ser un año de día sí día no, fuera de Vilches o dentro de Vilches. Por ejemplo, bajo el influjo de los atardeceres marianos, de la María próxima alcaldesa de Vilches, nos propusimos ver atardecer nosotros también. Jamás pensé en ver atardecer. Y hemos visto atardecer desde lugares tan insospechados como la cima de Jarabancil. Jamás subí a Jarabancil. Ni siquiera me había quedado a medio camino. Jamás. Puestas de sol en el Mortero, puestas de sol en el Paseo marítimo... Visitas a Baeza y a Úbeda. Normalmente estas visitas a Baeza y Úbeda se hacen el mismo día. Nosotros las hemos hecho en días alternos. Primero visita a Baeza en mitad de unas fiestas x y con un concierto de ópera programado en un rinconcillo magnífico, que no pudimos más que contemplar desde fuera. Visita al instituto donde dio clases Antonio Machado, una cervecita en una terraza de las que no estaban reservadas, y cena en un lugar moderno pero con platos tradicionales. Muy bonito todo. En Úbeda la visita fue matinal y duró casi todo el día. El balance es que yo no sabía nada de Úbeda y merece mucho la pena ir. La lástima fueron las moscas que, en forma de plaga bíblica, fastidiaron la comida. Del calor no merece la pena hablar porque ya es un tema que se da por descontado. Qué sabía yo de Úbeda, nada, qué sé ahora, que molaría ir cuando Satán deje de enviar moscas.
Estar en Vilches y no comentar el programa de fiestas no fiestas de cada año parece una falta de respeto. Creo que si se tiene a bien hacer un programa de fiestas anual con la contribución de las gentes vilcheñas y sus expresiones y sus formas de hacer, será para que los listos de fuera lo comentemos. En este caso no me dedicaré a comentar las interesantes aportaciones de Juan Peña o la aparición de mi prima Laura en una foto, sino que comentaré el artículo dedicado a los semanadas, es decir, a los vilcheños y vilcheñas emigrados que vuelven cada agosto al pueblo, o bien sus hijos como yo, a gastarse 'la semanada'. El artículo está bien en lo que se refiere a la descripción de la presencia de los vilcheños emigrados y en el regusto final un poco amargo sobre el fin de una época, los semanadas van desapareciendo, los hijos no encontramos tiempo, las dinámicas cambian. Y me molesta como siempre el empeño en hacer aparecer a la Virgen del Castillo como motor de cualquier actividad o pensamiento. No me figuro ni a mis padres ni a ningún amigo de mis padres girando la vista y despidiéndose de su Madre cada vez que volvían a Barcelona. No es que no me lo imagine, es que jamás pasó. Estoy convencido de que si volvían la vista era para recordar a sus padres, hermanos, y todos los recuerdos de la infancia y juventud que dejaban allí. Pero a la Virgen del Castillo, amos anda. Que esto siga siendo el motivo principal sobre el que pivota el programa de fiestas, pues en fin. Eso sí, la portada de este año, era chula. No hay fotos antiguas, cosa que tampoco entiendo, en fin.
Al lío. Hemos visto a casi todo el mundo. Desde la inigualable Marina y al resto de compañeros y compañeras, a buena parte de la familia, mis primas Juani y Juli... Jaén. Visita a Jaén capital. Claro que me acordé algo de Pedro Cano. Visita a Jaén. Dejamos el coche en el Hospital Neurotraumatológico de Jaén. Puede parecer extraño pero es que yo no tengo mal recuerdo del hospital, de cuando estuvimos allí, porque allí mi padre estuvo bien. Aunque estuviera fatal. Pero se puso medio bien. Y no se me hizo raro. Lo que fue un error. Porque pudiendo haber entrado en el mismo Jaén con el coche le hicimos caso al proverbial fatalismo vilcheño y nos creímos que Jaén era Hong kong. El caso es que subimos al castillo de Jaén en Taxi y una vez allí comprobamos lo siguiente, algo que corroboramos luego en los baños árabes. Que los museos o las ruinas no se explican solas. Y que hay que poner más interés en hacer comprensibles las cosas que se enseñan. El caso de los baños árabes de Jaén es digno de mención, ya que incluyen un muestrario de elementos de la provincia que dejan a medio explicar, sin explicar o a la simple imaginación del que lo visita. Un desastre. Comida en Jaén con mi prima Juani y Jaén ya está visitada, hecho insólito. Faltó algo más de callejeo y cerveceo, pero otra vez será.
De vuelta a Vilches, la consabida actuación de la banda municipal quedó eclipsada por la visita de mi prima Juli. Tanto mi Juli como mi Juani. Una pena que vivan tan lejos. Este año hemos visto de chaspi a la tita Antoñita, no hemos visto al tito Martín, no hemos ido a Bailén ni hemos visto a la prima Elena o David o Jesús, y no hemos ido al Porrosillo. Sí que fuimos a Arquillos buscando una bici que dejamos en un taller el año pasado, el taller desapareció, el dueño se fue a Arquillos, estuvimos buscándolo, creímos encontrarlo... pero no era él. Seguimos sin encontrar nuestra bici. Bueno, era la bici de mi hermano.
Mi hermano bajó y antes bajaron los colegas, la Estefi y el Jon. Les gustó la experiencia del pueblo el año pasado y repitieron. Nunca se me ocurriría recomendarle a nadie que venga al pueblo porque las cosas que yo he hecho siempre en el pueblo son nada. Pero claro, si haces algo, el pueblo gana. Y cuando alguien hace algo en el pueblo, parece mejor. Comimos Jarapos con conejo, 'esollé' el conejo, hay fotos que harían llorar a... y mi madre hizo un guiso estupendo, que repitió un día antes de subir a Santa Coloma de nuevo. Mi madre en el pueblo y yo con mi madre en Vilches. Piscina chica y unas magdalenas que compré en un super local, las típicas magdalenas jaeneras con doble de aceite y que ya advertí que las compraba por el remember y que de nuevo aparecieron en casa porque es que somos así y no podemos evitarlo. Y podríamos. Pero y qué.
El aceite. De un año o dos a esta parte nos interesa el aceite. El aceite bueno, el aceite bueno del pueblo, los aceites buenos del pueblo. Este año nos hemos subido aceite como si no conociéramos otra cosa que el desayuno con aceite. Y luego no desayunamos con nada. Leche galopeá y fuera. Pero venga a comprar aceite. No hemos comprado surtidos de patés del Pipi, pero ya hemos aventurado la posibilidad de montar un negocio de importación de productos locales que seguro que tendría salida. Fiestas del pueblo. No fiestas. No fui al pregón este año así que no tengo nada que comentar sobre uno de los eventos principales del verano vilcheño. Tampoco fui a la primera actuación en la piscina de un humorista local. Lo local, hablando con mi prima Ana, mi joven e increíble prima Ana, el acento, el andaluz, el andaluz light como diría érroneamente, creo, mi primo Jesús, espejo y fantasma del pasado y del futuro, el andalucismo, Andalucía, sevilla, córdoba, granada, jaén, Qué andalucía conocemos y cuál es la buena. Qué andalucía sale por la tele y qué es lo que sale por la tele. El rollo de Teresa Rodríguez o mantener la esencia con Izquierda Unida. Debates que se han dado que necesitan creo algo más de profundidad. La juventud y Andalucía y la gente de ciudad y Andalucía y el aferrarse a algo o entender que algo pasa. No lo sé. Este año hemos hablado poco de política, la verdad.
Granada has dicho. Porque he he oído decir algo sobre Granada. Hemos estado también en Granada. Este año hemos estado en todos esos sitios donde habéis estado. Somos ya este tipo de gente que empieza a haber estado en lo sitios. Granada es el sitio donde siempre hay que ir, volver. Estar y parecer. A Granada un trasnoche. A dormir en el Albaicín en un sitio bizarro y a comer en el Albaicín y encontrarte con el Lee, un colomino, y a dar vueltas por el Albaicín y por la Granada que conocemos y a dar más vueltas por el Realejo por la tarde y pensar que no vamos a llegar al Sacromonte y pasarnos por el bar el Eric, cerrado y Bora Bora, cerrado igual. Y qué bonito es todo y qué ganas de... convenimos en que tenemos que venirnos a vivir al Realejo. Porque sí. Porque es nuestro sitio. Y vamos caminandillo al Sacromonte y queremos encontrar el sitio aquel, el Kiki y no lo encontramos, o lo encontrramos pero está cerrado y nos vamos al bar de abajo. Y en ese bar nos tomamos algo fresquito, con la Alhambra ahí al fondo iluminada y a nuestro lado cinco granaínas en ebullición. 'Me cago en mis estudios primarios'. Otra frase para enmarcar. El camarero atraviesa la carretera en un patín de esos de dos ruedas paralelas. Al día siguiente, a la Chana. Nos perdemos. Comemos, en plena ola de ultra calor. Nos volvemos a Vilches. No corre pelo de aire. Es como morir el calor que hace.
Fiestas y piscina. Este año hemos vuelto a la piscina a ver una actuación, la de un grupo de tributo a Queen. Ni bien ni mal, si no te gusta Queen en exceso ni en defecto como es mi caso, pues nada. Pero la piscina se medio llenó y la gente tiene ganas de cosas, de que pasen cosas. Algo que habrá entender para un futuro. Hacer que pasen cosas. Ese día en la piscina nos reencontramos con las sevillanas, la Isabelita, más estupenda que jamás y la Marijose, en su momento. También vimos al tito Manolo al que descubrimos en un estado sorprendentemente calmado. Tranquilo. Auténticamente un Jesucristo. Cabeza gorda. Pero siempre está ahí.
Al día siguiente, a Cádiz. A Zahora, no a Zahara. Destino playero por excelencia ya supondrán que el Señor no me ha llamado nunca por el camino de la playa, ni de la arena, ni del sol. Así que han sido seis días de estar fuera de mi elemento. ¿Cuál es mi elemento? Es una buena pregunta. Vamos a Cádiz toda la tropa, el lugar es excelente, al ladito de la playa y las referencias son buenísimas. Este año no parece que vayamos a ir a perder el tiempo a Cádiz, cádiz, que es lo que más me gusta. Playa, comer, sobremesas largas, músicas de baile, gintonics, ausencia. Vamos a Zahara de los Atunes a revivir lo que fue un éxito de las vacaciones pasadas que no vivimos. Atardecer espectacular, comida buenísima. Cádiz y esa parte de Cádiz. Coches que te pasan a los lados, tipos de gente. Parece que todo el mundo es gente bien, me da la impresión de que todo el mundo parece estar disfrazado de algo. Disfrazado de 'estoy en la playa'. Me da tiempo a hacer, no en Cádiz, no en Zahora, una teoría sobre las camisas hawaianas y sobre lo que expresan. Expresan una voluntad 'me lo estoy pasando genial'. He venido al mundo a pasármelo genial. Y nada ni nadie me lo van a impedir. Ni tus muermos, ni tus movidas, ni lo que pase. Camisa hawaiana para anunciar que me importa todo una mierda. Por supuesto, no llevo ninguna camisa hawaiana y no todos mis días son un cascabelito. Repito visita a Vejer de la Frontera, música de Son de la Frontera y de Pata Negra. Calor. Pero es otro calor. No entraremos más. Contemplo cómo el ser humano se esfuerza en hacer cosas incomprensibles como el surf. Topetazo tras topetazo hasta la victoria final. En Cádiz con la gente de siempre. Mi hermano ha venido y nos ha traído con su coche, que no es un coche nuevo pero es su coche nuevo. Un muy buen coche. Mi hermano conduciendo. Por esos carriles de Cádiz. No hemos ido a Bolonia, no hemos ido a Caños, no hemos estado en la zona de Conil, hemos estado en el Palmar, en chiringuitos donde nos han clavado en Zahora, no hemos ido al sitio ese donde pincharon The Gardener en Zahora, nos hemos hecho miles de fotos en atardeceres, hemos comido pescado y no he probado el atún. Hemos hecho las cosas que se hacen habitualmente en un lugar así. Me compré una sillita en Úbeda (Übeda), para estar más cómodo y la verdad es que era esto. Estar cómodo. Con la sillita, con las espardeñas, con la camisetita puesta en cuanto eso. Al final es hacerte a lo que te conviene. Como todo. Y pese a las ausencias, las desconexiones y el puto movil todo el día en la mano (en mi descargo diré que este año me he currado unas listas en el spoty que te cagas), la estancia en Cádiz sirve para, como dijo aquella mujer en La Carolina (es que este año he ido hasta a La Carolina), que se cruzó con otra que iba con muletas y le preguntó cómo iba y esta le dice que bueno, mejor y la otra le responde a su vez, te veo 'de lo muerto a lo vivo'. Pues es un poco eso.
Estancia para pasar de lo muerto a lo vivo y encarar lo que viene con... encararlo. No nos flipemos tampoco.
Y volver a Vilches escuchando cuatro horas de Radio Clásica en el coche (gracias paco), y en Vilches reencontrarnos con las sevillanas y con la Marina y con el Jordi y Amanda. Jordi hace diez años que aterrizó en Vilches, una tarde de agosto, se presentó allí solo, sin mi hermano y tuve que hacerle de anfitrión en un Vilches que yo pensaba que era una cosa y era otra. Como siempre, uno piensa que es una cosa y a los ojos de otros es otra. Y esa noche en la plaza con la gente hablando de todo y de lo que importa. Y sin hablar, tenerlo claro. Y ya espero que sea el año que viene. Bares. Hemos estado en los bares de rigor pero hemos estado en menos bares. El de Rafi lo hemos pisado un día y de milagro. Al de Ginés ni siquiera hemos ido, gravísima falta. El de las Olas no está abierto y deseamos encarecidamente que vuelva a abrir. Otra falta grave, el Ágora. ¿Qué hemos hecho este año? Como somos unos puretas nos hemos centrado mucho en el Aljarafe. Que no es mal ni mucho menos, pero oiga usted.
Y una mención especial para acabar. Este año he visto al tito Basilio. El año pasado no lo vimos, creo. El tito Basilio era el compañero de aventuras de mi padre. Lo fue en Vilches, lo fue en la mili, lo fue en Barcelona, lo fue también cada vez que bajábamos al pueblo. Ir a buscar al tito Basilio y tomarnos algo con él mientras despotricaban de los fachas del pueblo o los fachas en general. El tito Basilio bajando a buscar a mi padre por la mañana temprano para ir a por chumbos, o higos, o espárragos o níscalos. El tito Basilio que baja con un conejo. El tito Basilio ahora está en Vilches. Lo vemos en la plaza con unos amigos, todas la noches. Le decimos que se baje a comer, que se baje a desayunar con nosotros. Si le hablamos mucho se pone a llorar. Como lo vemos muy a menudo durante estos días, las últimas veces ya no le damos importancia. Pero la tiene. Porque me gustaría verlo el año que viene otra vez. Y con mejor ánimo.
Y nos vamos. Han sido muchos días de muchas cosas. Viajes y vacaciones. Nos volvemos con la pena de que nos tenemos que volver y que dejamos allí a mucha gente que echamos de menos aquí. La Marina que no se canse nunca con nadie, la Marijose, la María, la Isabelita más estupenda que nunca, Bartolo y mi prima María José, la Yolanda (no voy a poner lo del gato cazando al pájarillo porque esto no es el hombre y la tierra) y el Antonio que dice que vio al Pechuga este año y nos dio tiempo de acordarnos de Felipe.
Hablar del calor este año ya decimos que es que no merece la pena.
Vacaciones y vuelta. Volvemos y al echar la mirada atrás como mucho se me va la vista al Castillo, pero no para ver a nuestra Madre, sino para ver al papa, que yo pensaba que desde ahí iba a estar todo el rato viendo Jarabancil y va a ver na y na.
miércoles, 17 de febrero de 2021
Linares
El texto que iba a escribir me lo ha chafado Miquel Missé este mediodía durante su intervención en el programa de Marc Giró. Comentaban los hechos de Linares y Miquel Missé prescindía de 'lo que pasaba en Linares', es decir, de la situación de la ciudad, del contexto, del clima que se vive en la ciudad, para reducir el hecho que desencadenó lo que ha venido pasando durante el fin de semana a algo relacionado con la afirmación de la masculinidad. Un tipo se choca con otro en la puerta del lavabo, uno le gasta una broma, el otro se la devuelve, uno de ellos se siente vacilado y el otro lo soluciona untándole a ostias. Es decir, un duelo de machitos que acaba ganando el que tiene tanto una profesión en la que está acostumbrado a dar hostias, como un compañero de la misma profesión, es decir, policía, que le acompaña (compañero, acompaña) y entre ambos le dan una buena somanta de palos al otro hombre. Prescindan de Linares como ciudad y céntrense en el hecho de que todo esto es fruto del machismo inherente en nuestro comportamiento, en Linares y en Vallecas, en Santa Coloma y en Santander.
Dicho esto, el texto que iba yo a escribir no estaba centrado en esto, estaba centrado en Linares. Linares es la segunda ciudad de Jaén. Jaén es la última provincia de Andalucía. Jaén es Andalucía de milagro o es Andalucía de verdad o contiene trazas de cosas que no son Andalucía o como lo quieran ustedes advertir. O no es la Andalucía que te imaginas o es la Andalucía diferente. No lo sé. Sé lo que me cuentan mis padres. En Linares viven familia y amigos. A Linares vamos mucho, está a 18 kilómetros de Vilches. En Linares se tapea estupendamente. En Linares había unos bares estupendos. En Linares descubrimos hace ya no sé cuántos años un sitio donde ponían un musicón y cuando quisimos darnos cuenta, ya no existía, creo que era algo así como la salamandra o la salamanquesa o el lagarto... me extraña que fuera el lagarto porque el lagarto es de Jaén. Jaén capital. Mal.
Linares, como buena parte de Jaén, es una tierra con un presente atroz. Hace unos cuantos días, no demasiados, otra noticia ponía a Linares en los titulares. Se quedaban sin Corte Inglés. Cuando Linares inauguró el Corte Inglés, lo primero que hicimos cuando fuimos a Vilches fue ir a visitarlo. Un Corte Inglés en Linares. Robin chico trabajaba y supongo que hasta que no cierren, sigue trabajando en el Corte Inglés e íbamos a verle trabajar en el Corte Inglés. El caso es que hace poco salió la noticia, el Corte Inglés en un plan de bla bla bla, cerraría Linares. Un clavo más en el ataud. Hace ya bastantes años, la Santana, la empresa capital de la zona, donde se hacían los Land Rover (mi hijo tiene el morro lo mismo que un Land Rover, inolvidable frase vilcheña), los Suzuki Santana... cerraba. Linares, otra cifra que apareció hace poco pero no hace tan poco, es la ciudad con más paro de España.
Son cosas que pasan en Linares y que ya han sido contadas en otros artículos mucho mejor escritos y mucho mejor documentados. Yo solo cuento lo que veo cuando estoy allí. Una tierra donde lo mejor que te pudo pasar es irte. Estudiar, una carrera, poder largarte. Encontrar trabajo fuera, vivir en otra ciudad, en otro sitio. Linares. En Linares ni siquiera hablan como nosotros, hablan como nosotros pero de una manera atropellada, deprisa, pom pom pom, quizás nosotros seamos más bastos hablando, nosotros, incluso los de la diáspora que pretendemos hablar de vez en cuando como se habla allí, hasta que llegas a Linares y ves que no puedes empatar.
Cosas que pasan en Linares. Paro, confinamiento severo porque la cosa se disparó en pandemia también, paro, cierre de comercios emblemáticos, dependencia de una industria que ya no volverá, lo de la cosa ferroviaria que es como una puta broma, porque lo que era un nudo ferroviario de primer orden, ahora con la coña del Ave... les cuento la de la Estación de Vilches, reformada, remodelada entera, para automáticamente cerrarla y dejarla sin personal. El tren, que vertebra, que se vertebre su puta madre. Dónde están los billetes, los billetes no están en Jaén. Billetes a Jaén. Desde Vilches no podías ir a Granada en Tren. Creo que se sigue sin poder ir. Es de chiste. Desde Linares creo que tampoco. Es de traca.
La del tranvía de Jaén ya la conté también cuando lo de mi padre.
Linares. El sitio donde murió Manolete. Linares, tres huevos, dos pares. Todas estas cosas las puedo decir aquí pero no las podría decir en Linares. La cosa no está para bromas.
Después de la paliza de ese par de policías con la masculinidad herida, hubo disturbios. No sé cómo se puede traducir eso políticamente. No sé en qué se puede traducir la situación de abandono. Hace ya casi cuatro años, fui a un acto que hizo Diego Cañamero en Vilches hablando de la situación de Jaén. El retrato era negro oscuro. Hace cuatro años.
¿Qué solución hay en Linares? No hacer bromas, callar, aguantar, a la mínima pirarse. Qué pena que en tanto tiempo no se haya avanzado nada. Que la mejor solución sea salir huyendo.
viernes, 2 de octubre de 2020
Nos vamos quedando solos
Este es el mensaje que me envió mi prima Juani. Acababa de fallecer mi tito Fernando, este lunes. Nos vamos quedando solos. No sé si tengo muchas ganas de escribir. Tampoco sé de qué escribir. Temas de siempre. El paso del tiempo. Nos vamos quedando solos. Este asunto no lo había tratado nunca. Me acuerdo de las personas que no están, procuro acordarme y recordarlas nunca desde la pena, sino desde otro sitio que no sé cual es. Camino por la acera del camino Real del pueblo y el dibujo de las racholas me hace daño en los pies. Sigue haciendo calor y en el cementerio con la manga larga no se está ni medio bien. El tito Fernando sentado en el poyete al lado de la churrería de la Isa, pasabas caminando a comprar el periódico y te saludaba. Antonio. Qué dices. Ea. Yendo a casa de la tita Petra. Conversaciones breves.
Quién pone todas esas cosas ahí arriba. Quién maneja la barca. Mis primas. Mi prima Juli y mi prima Juani. Cada una diferente y con las dos no te acabas el rato que estamos juntos. Nos vamos quedando solos. Vamos repasando todos los que se nos quedan en el cementerio. Vamos parándonos en cada uno de ellos. La abuela Pepa, la bisabuela Pepa la Montora, enterrada en tierra, blanqueada, siempre nos acordamos de lo mucho que mi padre quería a su abuela Pepa. Paco el chispico.
Nos vamos quedando solos. El tiempo cambia. El otoño es la mierda más grande de todas las estaciones. El mes de octubre no tiene ninguna puta gracia. Cambia el tiempo, hace frío, no he dormido bien ninguna noche. Extrañaba la cama y me daba la sensación de que me resbalaba dentro de ella. La casa se va volviendo fría. El otoño es la puta estación más triste. En otoño, paradójicamente, empiezan las cosas. En otoño tienes que planificar el futuro, tienes que empezar, tienes que asumir que no empiezas nada, otra vez. El otoño es la estación más triste porque encima te das cuenta de que por mucho que empieces no llegas a ningún sitio.
El tito Fernando, la tita Petra, mi padre, mi madre. Los titos, la familia, el pueblo, el viaje en coche, la estación de la Renfe, caminar por el pueblo y que la gente te mire porque es septiembre, casi octubre y tú no tendrías que estar ahí. Los titos, las primas, el timbre de la casa sonando, fresquito por las noches, pasan pocos trenes. Un chavalito viene a la Renfe y me pregunta si ha pasado un tren, le digo que no, me pregunta que cuándo pasa, le digo que a las diez después de mirar los horarios. Mira el reloj, son las ocho. Me dice que está a punto de pasar entonces. Le digo que no.
No estamos solos. Nos tenemos los unos a los otros, el contacto se hace... el puto otoño.
lunes, 31 de agosto de 2020
Quince días de Agosto. Vilches, Cádiz y Vilches siempre.
Vilches. No íbamos a hacer nada en verano porque no se podía, porque todo está mal y al final han sido unas vacaciones de aquellas de ovación y vuelta al ruedo. No preguntes porqué, pregúntate hasta cuándo vas a poder hacerlo y disfruta mientras puedas. Vilches otra vez. Por una vez no entramos al pueblo desde el lugar que lo hacemos siempre y no hicimos lo de... no lo contaré más veces. Vamos a comer con mis primos y mis titos a Linares y empieza a preguntarse uno a quién se parece más o quién se le parece más, su primo Jesús o su prima Ana. Al tito Antonio ya está claro que sí y hace tiempo de eso. Comemos y sin solución de continuidad nos vamos a Vilches y antes de nada vamos al cementerio a ver a mi padre, o el lugar donde está la urna y vemos la lápida y tiene las letras más grandes que la mayoría de las lápidas y no hay diferencia entre el nombre y lo de Els Coloristes y no deja sitio para que las flores se puedan poner y ya está. Y yo pensaba que estaría mirando a Jarabancil y no y es porque desde diciembre ha dado tiempo a construir algo enfrente y le tapa la visión. Y nos vamos y subiremos alguna vez más. Vilches. Volver a Vilches sin mi padre. Para mí extraño, raro, mal. Para mi madre no me lo puedo imaginar. No sé si ayudo demasiado a hacer las cosas fáciles en esos momentos, pero no sé hacer las cosas de otra manera. Intentamos hacer lo mismo de siempre, yo puedo, mi madre no tanto. Pero cada uno a su ritmo. Los primeros días los pasamos la compañera Alba y yo intentando ver a la mayor cantidad de gente posible, sin estresarnos e incluso se nos ocurre ir a Cazorla un día. Ya llegaremos. He visto a mi prima Juani, que vino un día a casa, el segundo día ya. Mi prima Juli estaba fuera. No sé cómo hacerlo para que no perdamos la ocasión de vernos cuando vayamos, pero es difícil coincidir. Mi prima Juani genial como siempre. Qué pena, como siempre, que viva tan lejos. Vemos a la Rocío, pero la vemos muy poco, un día solo. El resto de los días por h o por b no coincidimos. Vemos a Jordi y a Amanda ya el día que se van. Vamos a los bares, vamos al Baesucci, el antiguo Brillante.
En Vilches los bares tienen diferentes nombres. El suyo, el oficioso y por el que lo conozcas tú. El Baesucci es el único bar que nos queda en la Estación y, de manera insospechada, se ha vuelto a poner de moda. Hay movimiento. Hay gente, hay mesas llenas, hay bombillas de colores, hay una bandera lgtbi hecha de bombillas, se está bien y da para recuperar algo de orgullo de barrio. Los chavalitos vuelven a bajar a la Renfe para hacer sus cosas. Como en los viejos tiempos. Ya no hay que subir para todo, ya podemos decir eso de bajaros al Baesucci. Y la gente se baja. Tanto tiempo esperando y al final hemos ganado. En mi barrio no pasa nada. Este año ni siquiera me he acercado a mirar pasar los trenes, solo un día fui a ver la estación pero por la parte del muelle y volver por el Barrio Colorado. Y pasar por la casa de la tita Josefa. Un día, la tita Luisi nos dio las llaves de la casa para que fuéramos a coger higos y fuimos a coger higos. Yo no cogí nada. Alba los cogió. Yo casi ni entro porque me asustaron los perros. Los perros estaban más asustados que yo. Al final los acaricié y me dieron mucha pena. Este año todo era un poco así. Cómo iba a ser de otra manera. No volvimos a coger higos. No nos dio tiempo. Hemos estado mucho con Marina, como siempre, que es una alegría infinita verla tirando para delante y plantando cara a la adversidad y a los adversos, sobre todo a esos, con toda la caña posible. Sin ver a Marina esos días ya no sabríamos a qué vamos al pueblo. No ha habido fiestas, no hubo día 15 pero hubo día 15. Eso luego. Los bares, bares que cada vez son menos y que cada vez son mejores. Ya no está el Casino y el Rafi, el Cruce o el Millonario o el 4 Caminos que son el mismo bar, cerró antes de la fiesta y que no fue fiesta y ya no pudimos volver y creo que hemos ido a todos los bares este año pero es porque han habido menos bares que otros años. Era fácil. Era fácil y era raro. Hemos ido a todos los bares y en todos los bares hay una historia. Este le gustaba a mi padre, aquí no venía mi padre, este era su bar preferido. Hemos tenido días de todo, días de mucho calor días de fresquito insospechado, nos ha llovido, hemos ido a Cazorla. Luego digo lo de Cazorla. Nos hemos reído de lo de los paraguas en la plaza, nos hemos reído de lo del robo de la Virgen el 13 por la noche o ya no me acuerdo cuando, nos ha alarmado el ingente número de peña con mascarilla y bandera española, mucha gente, pero qué mierda es esta tanta gente. Aquí no hay ni la mitad, ni un cuarto, ni una décima parte de frikis con la estelada, y en cambio allí cantidad de tropa con la estanquera. Por qué. Se me ocurren respuestas pero no las puedo argumentar como se merecen. Y hemos ido a Bailén, cómo no, a ver a la tita Antoñita y al nuevo proyecto, el Eloy, muy gracioso, muy bonico y estuvimos con mis primos y todo como siempre. Y vimos también al tito Martín, otro día, en casa, que nos dijo cosas de Cádiz. Hay que contar lo de Cádiz aquí o en otro sitio.
He dicho que fuimos a Cazorla. No hemos visto a las sevillanas. La Isabelita, ni la Marijose. El tema del virus. No ha venido mucha gente al pueblo pero hemos ido unos pocos. Hemos visto a mis primos de Mollet, hemos visto a más gente, pero es cierto que había menos gente. Hubo un día que, sentados en el Baesucci, nos fumigó un tractor dos o tres veces. No sabíamos si darnos besos o codos o puños y hemos alternado besos codos y puños. Hemos visto a gente que es de lo que se trataba, de ver a la gente, de no perder el contacto en un año tan chungo y de estar ahí y de seguir bebiendo botellines a cara de perro. Y hemos ido el día 15 al Chumi a comer y todo y luego más cosas y eso luego. Antes voy a contar lo de Cazorla. Ir a Cazorla es un reto. Para mí. Cazorla, llevar a alguien que no es de aquí a Cazorla y yo no sé nada de Cazorla porque no he ido a Cazorla y la vez que fui por última vez fue hace mil doscientos años. Y ahí que fuimos y fuimos al pueblo de Cazorla un día fresquito que había llovido y yo llevé el coche y no había casi tráfico y desayunamos en Cazorla y luego fuimos a ver qué y vimos la ruta esa que pasa por debajo de la iglesia y ya nos dijo Marina de una ruta y creo que fue la que hicimos y nos pusimos a caminar por un camino y estaba el río Cerezuelo y nos metimos en una poza que estaba helada y fue un camino muy interesante y vimos a un montón de gente por la ruta y muchos eran catalanes supongo. Y luego en Cazorla estuvimos en un sitio de tapas buenísimo y vimos a mucho turista nacional con su bandera nacional y alguno con su bandera de la legión y quisimos ir a comer y perdimos el tiempo y fuimos a un sitio que meh. Y nos volvimos a casa. No, fuimos antes a La Iruela, que está como por encima de Cazorla y está alto y tiene una vistas acojonantes y fuimos a tomarnos un café a un sitio y una familia discutía sobre quién iba a pagar.
No es habitual que vengan amigos al pueblo. Es broma. Viene mucha gente a mi pueblo, lo vendemos muy bien. Sí, es mi pueblo. No soy de Vilches. Soy catalán de Santa Coloma. Mi pueblo es Vilches. Han venido amigos al pueblo y han venido con mi hermano. Vino la Estefi y el Jonatan. Y luego vinieron el Edu y la Rosi. Y nos fuimos a Cádiz. Y no sé si contar lo de Cádiz aqui y ya lo rematamos. Cuando vienen amigos al pueblo ya vienen sobre aviso. Mi pueblo no tiene nada, tiene bares, se está bien, nosotros nos lo pasamos muy bien. Pero tú igual no, y esperas otra cosa. Luego ves que con estar ya está bien, y te ríes, y la gente es genial. Y los compañeros y compañeras te lo hacen pasar genial. Y no hace tanto calor como dicen. Y la cerveza qué fresquita. Y ese día quince que fuimos al Chumi a comer y comimos tanto que nos pudimos beber luego el agua de los floreros. Con mi madre. Que se apuntó a ese bombardeo y a más si hubiera habido. Y hemos ido al Porrosillo y hemos ido a Arquillos y hemos comprado pericones como para una boda. Y yo he salido a andar dos o tres días por la ruta del paseo marítimo y he llegado hasta la zorrera, que no es tampoco para fliparse, pero ahí está. Y hemos ido un día con el Jon a dar la vuelta al Mortero. Y qué vistas y qué todo. Y esta vista la tiene mi padre en un cuadro. Y aquí vinimos cuando trajimos a mi padre. Ahora no se puede pasar.
Y nos fuimos a Cádiz. A Cádiz Cádiz. Si hay que ir a algún otro sitio que sea a Cádiz. Escuchando las noticias. Contagios, mal rollo, guardando las distancias. Las mesas, los codos, las playas. Cádiz es el lugar donde tienes que ir. Sin ser muy prejuicioso. Y si lo eres qué haces en Cádiz. El día de antes de ir a Cádiz me dieron ardores. El mejor momento. Mal. Mal rollo. Visitar otra vez la playa de la Caleta, darte tu bañito mientras el común está allí a sus cosas, la arena dura, la playa pequeñita, no da mucho por el saco, estaba al lado del apartamento. Cada uno que haga lo que quiera. En Cádiz en los sitios que nos dijeron que hay que ir a Cádiz y a algunos fuimos y a otros no supimos ir. O no pudimos ir. Y callejeamos por las mismas calles y fuimos a los mismos sitios y fuimos al bar con las fotos chulas y la música que era molona y al de las cabezas de los toros y posters de los toros y fuimos al mercado y comimos y cenamos en el mercado y nos pusimos como toni curtis allí y uno con ese dolor de barriga me cago en la santa madre iglesia. Y fuimos a Conil con la tropa y pasamos por el mercado de Chiclana y nos volvimos para Vilches con el tito Manolo pero le dejamos en Sevilla porque con el tito Manolo sabes cómo empiezas y no sabes cómo acabas. No sabes tampoco cómo empiezas. Y antes nos fuimos a dar un bañito en el Palmar y hemos hecho casi todas las cosas y las hemos hecho con buen rollo y en buena compañía y habrá que hacerlas de nuevo el año que viene y si hay que meter a más gente en el embolado pues se mete, que ya hemos visto que hay recorrido.
Y nos volvimos a Vilches y lo de Cádiz me ha quedado corto de contar y no he dicho que es la primera vez que me iba de vacaciones con mi hermano, no al pueblo, a otro sitio. Qué cosas a la vejez. Vejer, ahí tenemos que ir. Aunque teniendo la piscinilla y el altavoz ese con el que escuchar Califato mientras te mojas en la charquilla, pues ni tan mal. Con tu latilla de Mahou, o de Skol. Somos tan vintage.
Y nos volvimos a Vilches y el último día compramos cosas y comimos más y no pudimos salir porque estaba la cosa así como fea con un bando y todo. Y se vino la Marina y ya lo rematamos con un vino espumoso dulce de Valencia que es como tienen que acabarse las cosas que han ido de puta madre y los días de puta madre, con un buen bajonazo de vino espumoso dulce de Valencia para que te acuerdes de las cosas de antes y no de la despedida.
Y nos fuimos de Vilches y dejamos a mi madre allí y a mi hermano en Cádiz. Todos bien. Y las vacaciones no acaban, veranos como los de los Beach Boys. Y el recuerdo del Paquito Lagarto el último día cuando fuimos a la Callejuela y el señor con la mascarilla de la Guardia Civil nos dijo que ahí creció mi padre, Paquito Lagarto. Y para qué vas a discutir con nadie si mi padre no era Lagarto. Si hasta los del Aljarafe le llamaban Paquito Lagarto y él no era Lagarto. Y el año que viene habrá que volver aunque sea para discutir con alguien y decirle, cipote, qué lagarto ni qué lagarto, que era Chispico, hijo del Chispico, Antonio. La virgen.
jueves, 6 de agosto de 2020
En su pueblo
A la una, desde las doce y poco, daba vueltas por la casa. Ahora se iba al comedor, ahora se sentaba, con las manos en los bolsillos, se volvía a levantar y daba otro paseíllo por la casa. Mi madre o estaba cocinando o se estaba preparando para meterse en la piscinilla. Él ya se había ido a desayunar por la mañana temprano y venía con las noticias frescas, los cachurreos más importantes. Volvía, redesayunaba y cumplía con los encargos de ir a comprar, acompañar a hacer cosas, siempre a la arrastra. Y entonces ocurría, a las doce y poco, a la una, te hacía la pregunta:
- ¿Vas a subir?
Y yo me hacía el estupendo. Me hacía el interesante y mostraba fastidio. No tenía ganas de subir porque yo que sé. Porque ya había salido la noche anterior y a lo mejor no había hecho nada de provecho o sí lo había hecho o yo que sé. Porque uno ha sido gilipollas no siempre, pero sí muy asiduamente y me gustaba hacerme de rogar. Tampoco demasiado. No sé, hoy no tengo muchas ganas. Dónde vamos a ir. Y entonces como la coartada perfecta aparecía otro papeleo, otra gestión, un periódico que comprar, ir a decirle algo a alguien. Y había que subir. Y ya que subes, pues cómo no nos vamos a parar a tomar un botellín en dónde sea. Y ya estaba el lío. Los dos por esos bares. Buscando a Basilio. Con Basilio. Si estaba mi hermano, mi hermano se levanta tarde y ya se unirá. Ya nos lo encontraremos por ahí. Vamos, que tengo que sacar fotos, que hay un rincón que no tengo y ya los tenía todos. Quiero hacer un cuadro desde allí. Y ya teníamos la excusa. Vamos, va.
Los últimos años fueron diferentes, el último año no quería subir. Subimos un día y coincidió con la banda municipal y saludó a gente y ahí estaba pero nos tomamos un botellín o dos y nos fuimos porque ya no quería. Hacía el gesto ese de que la cabeza le iba de aquella manera y quería volverse para casa. Ya no era lo mismo.
A mi padre le gustaba su pueblo como le gusta a la gente las cosas que le gustan sin tener que poner ninguna excusa. Le gustaba su pueblo con la gente que le gustaba y con la gente que no le gustaba. Le gustaba su pueblo porque era su pueblo a pesar de que cuando llegásemos nos llamasen 'los catalanes', a él, le ibas tú a llamar el catalán como aquí le ibas a llamar el andaluz. Una mierda. Su puta madre. A mi padre le gustaba encontrarse con uno y que se uniese a la ronda de botellines y escucharle decir alguna lobería y mi padre decirme 'joer éste', y preguntarse por hechos del pasado, de la juventud, las milis compartidas, escenas del pueblo, de quién es hijo nosequién, vi a nosequién que también trabajó allí, contar las mismas anécdotas todos los años, que solo empiezas a apreciar cuando ves que no van a ser eternas, que aprecias más cuando conoces a gente que se queda fascinada con la capacidad de mi padre para contar cualquier cosa como si fuera un historión y no era nada.
Cómo le gustaba a mi padre ir al pueblo. Y las fiestas y la piscina. No de bañarse o de ir a ningún sitio. A la piscina, un rato, la orquesta, a ver qué encartaba. Bailar, poco pero bailaba. Y mi madre y él de la mano por la Sartén.
Con lo que le gustaba su pueblo. Y este año no va a ser. Este año a ver cómo nos las apañamos acordándonos de él cada vez que entremos en un bar, en las Olas, en cualquier bar, claro, en cualquier rincón que él habrá pintado de su pueblo. Desde que cojamos el coche en Santa Coloma hasta que lleguemos, todo el viaje. Acordándonos de los viajes de antes. De lo poco que le gustaba el coche. De la mierda de los camiones de los huevos. Del puente de los socialistas. De la circunvalación de Valencia que es lo mejor que se ha hecho nunca. De su puta madre de los peajes. De que el viaje ahora es un paseo.
De cuando ya entrábamos en la carretera de la Carolina y subíamos el puente sobre la vía del tren él ya decía 'Vilchis, Vilchis, Vilchis'. Y ya estaba en su salsa. Y ya no le daba pereza nada. Ni le dolía la cabeza, ni se ponía la mano así, ni tenía un dolor un dolor. No le duele nada 'porque como está en su pueblo...', dígase esto con la voz de mi madre. Chinchando.
Porque estaba en su pueblo.