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miércoles, 23 de julio de 2025

Funeral eléctrico para Ozzy Osbourne


Hace unos pocos días se celebró un festival para celebrar la retirada de los escenarios de Black Sabbath y Ozzy Osbourne en Birmingham, la ciudad natal de la banda pionera de un cierto estilo de heavy metal, germen de un sonido que ha tenido ramificaciones y seguidores desde que en 1970 editaran su primer disco. El final del concierto, fue la interpretación de Paranoid, quizás la canción más conocida de la banda y de Ozzy. Los vídeos y reels parecían premonitorios: era la última vez que veíamos a Ozzy cantando 'can you help me', aunque fuera sentado y sin poder moverse. Ayer por la tarde, nos enteramos de que Ozzy no había podido superar una operación y que había fallecido. Se ha muerto Ozzy cuando parecía que, como pasa con tantos otros, Ozzy no podía morir porque Ozzy podría haber estado muerto desde hace años y si no lo estaba era que, finamente, Lucifer mismo le había dado la mano (o se la había soltado) y le había prodigado una suerte de vida eterna. Pero no. Hay una camiseta que reza que solo puedes confiar en ti mismo y en los seis primeros discos de Black Sabbath. Los que no hemos sido heavys nunca jamás, pero hemos picoteado en el género, vemos los primeros discos de Black Sabbath algo donde podemos reconocernos. Yo me encuentro entre los que son incapaces de escuchar un disco de Judas Priest, Iron Maiden, Helloween, yo que sé, pero veo que entre los riffs gordos de Tony Iommi hay algo con lo que me puedo sentir cómodo. Algo en la intro de Iron Man, algo en los riffs de N.I.B. y su amor satánico, algo en Electric Funeral, algo en Sympton of the Universe, algo en todo el Master of Reality y en ese comienzo de ataque de tos después de un primer calo de Sweet Leaf, algo en ese giro que tiene la canción Killing yourself to live que describe exactamente lo que te pasa cuando te estás matando para vivir, algo en el Sabbath Bloody Sabbath, algo en esa tremenda balada extraña que es Changes y que Ozzy cantaba como lo cantaba todo Ozzy pero no sabes porqué sonaba tan auténtico cuando Ozzy solo podía ser un zumbado del copón y, aunque suene extraño, algo en la portada del Vol.4 que te empuja de manera completamente irracional a pensar que te tiene que molar lo que suene ahí dentro o que te da igual lo que suena ahí dentro pero que quieres tener algo que ver con esa banda y con ese chalado que aparece con los brazos en alto. Quieres ser ese chalado, en algún momento, no sabes si podrás serlo siempre, pero quieres estar así, como Ozzy en la portada del Vol.4. Y no sé si es eso lo que ha hecho que Ozzy haya sido un referente o si ha sido su capacidad para convertirse en una suerte de bufón involuntario cuyos méritos musicales han estado por debajo de su exposición mediática y sus escándalos tópicos de consumidor de todo tipo de estupefacientes. Solo sé que ayer, cuando nos enteramos de que Ozzy se había muerto, sentimos que nos estaba faltando algo. Nunca vi a Ozzy en directo y nunca vi ni veré a Black Sabbath en directo. Tuve una camiseta de Black Sabbath, aquella que tenía la forma de la cruz dibujada y el nombre dentro, pero como muchas camisetas se me quedó pequeña y al poco pasó a mi hermano y ya jamás supe de ella. Ahora sería oportunista pedirle al Juanra una camiseta del Vol.4. Pero a Ozzy no le importaría. Gracias por todo, Ozzy.  

domingo, 20 de julio de 2025

Beastie Boys Story - Spike Jonze


No podemos hablar de un documental al uso, con este Beastie Boys Story, dirigido por el gran Spike Jonze, sino de un relato necesario por parte de los propios protagonistas de la historia de explicar su vida y de recordar una vez más al amigo perdido. Adam Horowitz y Michael Diamond, se suben a un escenario para contar su historia y la de su amigo Adam Yauch y de cómo de esa amistad surgirá una banda que comienza como una broma, como un chiste, y acaba convirtiéndose en un referente de muchísimas cosas y todas buenas. Los dos amigos, los dos Beastie Boys supervivientes, ya que Yauch murió de cáncer hace unos años, nos cuentan sus vidas desde su infancia y sobre todo adolescencia como punkis o casi como punkililis si es que queremos aplicar un poco de mirada crítica al asunto y cómo a través de gente que conoce a gente que conoce a gente se van introduciendo en un mundo que les atrapa, les utiliza, les vende, les promociona y les exprimirá como se viene exprimiendo a cientos de artistas pipiolos en todo el mundo hasta que dejan de ser necesarios o hasta que estos pipiolos descubren que pueden tener su propia voz. Así vemos cómo Ad Rock y Mike D nos explican su paso de banda de punk descerebrado al hip hop patillerísimo acompañados por una amiga, Kate Schellenbach, a la que dejarán tirada porque sus nuevos colegas Rick Rubin y Russel Simmons son más molones y saben mucho y el hip hop y las fiestas y tal. ¿Han escuchado alguna vez el Some old Bullshit? Es un disco que recoge esas primeras grabaciones punkarras de los Beastie Boys y sus pinitos con el hip hop, como la canción Cookie Puss e incluye el temarral Beastie Revolution. De ahí saltamos a 'hacerse el rapero' y ser una especie de mono de feria con el que pretendían reírse de cosas de las que acabaron siendo la encarnación. Un trío de gilipollas con bases guapas y guitarras eléctricas que van de gira con Madonna, que sacan pollas en el escenario, latas de cerveza y chocan sus manos con sus hermanos de los Run DMC. Sacan el Fight for your right to party, dan el ultra pelotazo y la cosa se desmadra. Son ya la broma musical y todo el mundo espera el próximo chiste. Pero ellos, que vale que se creen el papel pero que al ser tres, alguno de ellos y ese alguno será Yauch, dirá, un momento, vamos a ver, esto cansa un poco, querrán hacer otra cosa. Y nadie espera que hagan otra cosa. Chimpún. Es entonces cuando empieza otra historia de la banda en la que la búsqueda de una idea de música y de, en cierto modo, reencontrarse con lo que quisieron ser, se convierte en lo principal. Ya no solo rodeándose de gente que les proporcione unas bases musicales y tecnológicas de campeonato, sino siendo ellos mismos los que 'hagan la música', es decir, introduciendo música tocada por ellos mismos con las manos de ellos. ¿Han escuchado el Aglio e Olio? Un disco de ocho minutos de hardcore punk que, como el Some Old Bullshit, no es mencionado en el documental. Todo eso sin dejar el festival constante y el hacer el payaso de manera sistemática, pero ya con un poco de cabeza. Así cuentan cómo graban esa obra maestra absoluta que es el Paul's Boutique, llenísimo de cosas y que será ignorado por todos los que esperaban otra astracanada y de ahí pasan al Check Your Head y de ahí al Ill Communication, conformando la trilogía que todo buen aficionado a cualquier tipo de música ha de tener o al menos saber referenciar cuando se le pregunta. Contesta cuando te pregunten por Jimmi James, por Funky Boss, cuando alguien diga como al vuelo 'this is the first song of our new album', cuando suene Sabotage en tu tardeo para cuarentones, cuando suene Superfly de Curtis Mayfield tú sabrás que la has escuchado en el Paul's Boutique sampleada, cuando suene Sure Shot sabrás que es una canción que habla de reconocer a las mujeres y redimirse de todas las tontunas del pasado, contesta cuando alguien te pregunte si sabes que es una bullabesa y tu digas que es el mix final del Paul's Boutique. Porque como dice Mike D que dijo Ad Rock en una entrevista 'prefiero ser un hipócrita que ser siempre la misma persona', y creo que ahí estriba todo el sentido de un documental que termina con una media hora final de homenaje y recuerdo al amigo MCA. Mola. Porque ves a dos colegas que sin el tercer colega han perdido la razón de ser y no hay necesidad de alargarlo más y porque en cierto modo, el trabajo ya está hecho. Así que los Beastie Boys son casa y están en otra dimensión. 

martes, 1 de julio de 2025

McCartney 3, 2, 1


Paul McCartney es una pieza fundamental para entender la música que nos mola. Saber qué música nos gusta no es fácil pero podríamos decir que The Beatles nos gustan y nos gustan mucho y nos gustan tanto porque con los Beatles podemos entender muchas cosas. Te gustan The Beatles como te gustan las cosas básicas. No es discutible que te gusten los Beatles, es que si la música te interesa algo, The Beatles tienen que ser tenidos en cuenta al menos. Es lo que es. Son lo que son. The Beatles eran cuatro. John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr. De estos cuatro, dos de ellos eran los principales compositores, John Lennon y Paul McCartney. De estos dos, solo uno de ellos está vivo, Paul McCartney. Escuchar a Paul McCartney hablando de música y hablando principalmente de The Beatles, es una auténtica maravilla. Porque no podemos escuchar ya a John Lennon hablando de The Beatles, de la música, de porqué, de a qué se debió, de cual era su ética del trabajo, de cómo contribuían unos y otros a la música. Ringo Starr es el otro beatle que sigue vivo, pero Ringo no habla demasiado o, que yo sepa, no le convocan o no se convoca para hablar de estas cosas. George Harrison también murió. A Harrison darle muchas vueltas a esto de The Beatles tampoco le iba demasiado. ¿Han visto el documental del Scorsese sobre Harrison? Uno acaba pensando que a George Harrison acaba dándole un poco lo mismo esto de la música y que él vivía ya en otra cosa. Aunque de vez en cuando, picaba, claro. El caso es que este documental de seis episodios nos coloca frente a la versión de los hechos de McCartney y es una versión buena y es una versión correcta pero Paul McCartney tiene algo que uno no sabe lo que es pero que en dosis altas puede resultar empalagoso. Embafa. Empacha. Es bueno, sabe mucho, fue responsable, estuvo ahí, lo ideó, lo inventó, lo hizo, nos regaló esa música, pero tiene algo que no sabemos lo que es que a veces nos parece que vale ya Paul McCartney y buscamos las aristas o las desganas o los destellos de los otros tres y nos inventamos lo que quiera que sea de los otros tres para compensar la omnipresencia de Paul McCartney y su excelencia. Son seis episodios cortos, de media hora más o menos, en los que Macca repasa junto a Rick Rubin... un momento, detengámonos para hablar de Rick Rubin. Rick Rubin es el productor que se inventó el rap para blancos. Es el personaje que se encargó de hacer de los Beastie Boys los introductores de ese género callejero afroamericano desde una perspectiva blanca y quien hizo que los grupos como RUN DMC pusieran algo en su música que los hiciera aceptables para esos blanquitos amantes de lo exótico: el rock. Rick Rubin puso guitarras eléctricas al hip hop y lo hizo mainstream. Desde entonces ha sido una especie de mago de la producción que se ganó la respetabilidad colectiva cuando se inventó las American Recordings y rescató a Johnny Cash cantando Personal Jesus o Hurt. Rick Rubin y su aura junto a Paul McCartney puede parecer una combinación explosiva, pero se queda simplemente en un diálogo entre un entregado Rubin y un McCartney que se va creciendo y agrandando con cada canción, con cada pista, con cada ritmo de bajo, con cada piano, con cada guitarra acústica, con solos que no sabías que eran suyos, con coros, con lo que sea. Él. Él repartiendo juego, claro, agrandándose hablando de los otros tres, siendo generoso con los demás, pero él. Mención especial para el bajonazo que supone pasar de sus canciones con Beatles a sus temas en solitario (salvo el impagable primer disco donde Él se sale). Para los beatlemaníacos se trata de un documental que aporta cosas, que no nos enseña demasiadas novedades, que sirve para refrescar la devoción y que nos plantea una pregunta que debe martillear al propio McCartney. ¿Alguien se imagina un documental parecido con John Lennon? Se me ponen los pelos de punta. 

miércoles, 25 de junio de 2025

Marcos Gendre. Blues de la Frontera. Anarquía y libertad de los Amador.


Por si tenéis alguna duda para la próxima vez, cuando llegue mi cumpleaños regalarme libros. Aquí alguien tuvo a bien considerar que este libro quizás me podría gustar y acertó. Probar suerte vosotros también. Cuando quité el papel de regalo y vi que libro era rápidamente pensé, este libro me va a gustar. Porque me gusta Pata Negra aunque sea precisamente el disco del Blues de la Frontera el que menos he escuchado como disco. Canciones sueltas, cómo no vas a haber escuchado nunca Me quedo en Sevilla, o Camarón, o Lunático, o la inmensa Pasa la Vida o la canónica Blues de la Frontera. Porque uno es más del gamberro Guitarras Callejeras o del rockero extraño Rock Gitano. Pero claro, este disco... Pues bien, el autor Marcos Gendre, periodista musical, nos cuenta la gestación no solo de este disco emblemático, sino también de todo un sonido, de la historia de la fusión (oh no, maldita sea, lo he tenido que decir) de la conjunción, de los caminos que llevaron a dos gitanos de Sevilla, de las Tres Mil Viviendas, a hacer una música que no era más que el producto de años y años escuchando las músicas de su tiempo y las músicas de sus ancestros. No sólo escuchándolas, sino formando parte de una industria musical rudimentaria, oculta, a veces obtusa, casi siempre reacia, no solo con lo que suponga un avance, sino con lo que provenga de lo popular. La música de Pata Negra no es más, ni nada menos, que un paso más de un camino largo por el cual la música, en este caso un apéndice del flamenco, le sirve al propio flamenco para seguir vivo y sobre todo, para acercarse a mucha gente que tiene por el flamenco, por lo jondo, por la guitarra la bailaora el palmero el cantaor, una aversión atávica, visceral. No escuchar flamenco por ideología, por considerarlo ajeno, por creerlo cañí, españoleante, señorito, tópico, rancio. Y el flamenco es mucho más que eso, es tanto que no lo sabría definir, así que lo dejo ahí. El libro está construído a partir de las declaraciones y entrevistas con protagonistas del tema, desde los tiempos de Sabicas hasta los omnipresentes Smash y el inefable Kiko Veneno. La familia Amador y allegados como el ketamínico Antonio Carmona, la omnipresente y oculta a la vez Cathy Claret, van dando su opinión (a veces un poco redundante, porque da la impresión de que hay mensajes que se quiere que se tengan claros y se repiten) y su versión de la cosa, del surgimiento de una pareja artística, la de los hermanos Rafael y Raimundo Amador que, tras muchos años de briega, justo cuando parecía que habían dado con la tecla de lo comercial, separan sus caminos. Y en esto el libro es muy pulcro. Así como se remarca y se recalca mucho algún que otro aspecto de su biografía y de su formación, se es muy respetuoso con los motivos de la separación y con los devenires posteriores, como si no se quisiera hacer sangre sobre el declive de Rafael y el éxito mainstream de Raimundo. Especialmente recomendables son las disecciones de cada canción del disco, que nos llevan a otros mundos que también están en este y que nos obligan a escuchar el Blues de la frontera una vez más, porque se nos había escapado algo. Gracias, una vez más. 

miércoles, 18 de junio de 2025

The Velvet Underground - Todd Haynes

 



Por fin un documental sobre la historia de The Velvet Underground. El mítico grupo, la banda seminal, el origen de casi todo. Un documental, por fin, contemporáneo, en el que podemos aprender qué fueron y qué significaron. El documental, así para ir aclarando las cosas desde las primeras líneas, me gustó y me gustó porque me tenía que gustar. Tenía ganas de que me gustara. Y me gustó. Pero. El documental nos cuenta los orígenes de la banda. Unos orígenes que se centran en la vida, infancia y juventud de Lou Reed y de John Cale. Es en esos orígenes y en los antecedentes artísticos en los que se pierde un tiempo que luego nos daremos cuenta que es precioso para explicar otras cosas, pero quizás es que esas cosas que se deberían contar no se cuentan porque ya no son el objetivo. Me explico. El documental nos cuenta cómo se crea una escena artística determinada en la ciudad de Nueva York, con diversos compositores, artistas, fotógrafos y Andy Warhol. Cómo hay una escena musical, los míticos John Cage y La Monte Young, que experimentan con las notas, con los drones, con sostener y con romper y que de ahí sale un John Cale que es esencialmente un músico experimental, nada que ver con un rockanroler, con un rocker, ni siquiera con un amante del jazz que cae en las redes del pop y del rock. Es otra cosa. Y se junta con un Lou Reed que desde siempre ha querido ser una estrella, que lo ha intentado siendo compositor de pop, que se relaciona con esos círculos artísticos a ver qué pilla. Finalmente, como te conozco de la uni y tú eres colega de mi amigo, montan una banda y esa banda acaba siendo otra banda y esa banda es The Velvet Underground. Y el documental extiende esa parte seminal del grupo, ese antes del disco del plátano. Y se habla de Nico y de cómo Nico llega a la banda y aquí, que todos sabemos que la personalidad de Nico era de ojito cuidado, no se profundiza. Y es entonces cuando uno ve que no se va a profundizar. Del primer disco se pasa al segundo disco, se habla de la insoportable relación entre Cale y Reed y de como Cale sale de la banda. Y se habla del mítico momento en el que el ingeniero se va de la sala de grabación porque ya no puede más. Y el segundo disco, que es una barbaridad auténtica y absoluta, queda un poco sin analizar y de ahí pasamos al tercero y al cuarto. Y a mí que me gusta el chismorreo y el despelleje, pero también me interesa y mucho la música y qué música suena, pues no se me dice qué pasa en esos dos discos, qué ocurre. Porque lo que ocurre es que la banda se normaliza. Se convierten en un grupo. Antes eran otra cosa. Antes eran un invento con Warhol y sus artistas internacionales y después del segundo disco ya son otra cosa. Son un grupo al servicio de Lou Reed. Pero es que el tercer disco a mí me parece la maravilla, el mejor de todos. Pero eso ya no interesa. Y habla Maureen Tucker y te cae simpática hasta que caes en la cuenta de que era del Tea Party, pero te da igual. Y sale como siempre poquísimo Sterling Morrison y no se dice qué hacía realmente en la banda, cuál fue su papel real en la banda, qué sonido aportó. Pero es que eso da igual, porque al documental habíamos venido a hablar de Arte. Y no de música. 

viernes, 30 de mayo de 2025

Sly lives! (AKA the burden of Black Genius) - Ahmir 'Questlove' Thompson


Un pedazo de documental que, aquí sí, extrae todo el contenido posible de la carrera fulgurante de un personaje fundamental de la escena musical norteamericana, padre y fundador de muchísimas cosas, saqueado hasta la extenuación, pero que, ay, sufrió un mal del que pocos se recuperan. Al final del documental, después de que la reflexión al respecto planee de manera expeditiva, aparecen toda una sucesión de estrellas de la música, afroamericanos y afroamericanas, que han tenido su momento de gloria, efectivamente, que han sido referencia, pioneros, auténticas estrellas, pero que han pagado por ello un precio altísimo y han sido colocados sin piedad en la palestra como ejemplos perniciosos. Al final, caen. Al final, son juguetes rotos. Al final no saben vivir la fama. Al final no son personas. Hace pocos días vi el documental sobre los Beach Boys y el enfoque era diferente. Al final, hay esperanza para Brian Wilson y una mirada compasiva para Dennis Wilson y su muerte. En cambio, para los artistas negros, no hay piedad. Sly Stone, Sylvester Stewart como civil, fue un artista prodigioso, alguien capaz de crear un mundo sonoro nuevo, desprejuiciado, original y con un mensaje claro, no solo en las letras sino desde la misma propuesta como banda. Una banda Sly & The Family Stone, compuesta por chicos y chicas, por afroamericanos, caucásicos, todos mezclados. Algo que ahora nos parecería común, no me imagino qué pudo ser aquello. Todos cantan, todos son grandes instrumentistas y Sly Stone es el foco y el creador. Pero la presión del creador, de avanzar, de ser no solo un artista sino un referente para una comunidad, el miedo a fallar, el miedo a no responder, el miedo a ser tú mismo el mensaje, hace mella. Y lo peor, nadie está allí para poner las cosas en su sitio, y el caos avanza y las tentaciones para que esa presión no sea tanta: las drogas. La exposición y sobreexposición y las ganas de que respondas con los clichés que se presuponen a lo que eres llevan a Sly a una espiral por la que no desaparecerá su creatividad, pero desaparecerá su efectividad. Y el autosabotaje. El documental nos cuenta ese camino hacia la autodestrucción por parte de un personaje con el que no podemos menos que empatizar, aunque sepamos que es un desastre. Desfilan testimonios no solo de sus compañeros de banda, sino de otros artistas que nos ayudan a entender qué significa ser una estrella afroamericana y cómo es aguantar sin caer. El documental nos dice que Sly vive, que vive en la música contemporánea de manera efectiva, que su catálogo es un manantial enorme, pero que el mismo personaje ha conseguido sobrevivir, que está vivo, que está. Un documental que se completa con el del mismo autor también en Disney llamado Summer of Soul en el que vemos actuaciones en directo del año 69 en un festival en NY, con el propio Sly petándolo grandiosamente. Stand!!

jueves, 29 de mayo de 2025

The Beach Boys, el documental - Frank Marshall & Thom Zimny


Enfrentarte a un documental sobre la historia de The Beach Boys con la pretensión de ser el documental definitivo sobre la carrera de una de las bandas con una historia más sórdida es demostrar una valentía mayúscula. Que el anuncio de tamaña faena tenga luego el resultado que prometes, es otra cosa. Porque es complicado trazar la historia de una banda que pivota en torno a la situación personal de una persona compleja y cuyo nudo y desenlace se desarrolla en torno a toda una serie de hechos entre grotescos, penosos, siniestros, tétricos, lamentables y finalmente redimido y rehabilitado como figura pública, como es Brian Wilson, sin dejar de tener en cuenta que hay un miembro de la banda llamado Mike Love que ostenta la representación de la banda y de su nombre y que, no siendo materialmente culpable de lo que le pase al otro, sí que es responsable de un cierto descrédito de la carrera e imagen de los Beach Boys. Vamos, el hombre que puso el freno a las pretensiones artísticas de Brian Wilson es quien cuenta la historia de la banda en igualdad de condiciones que el resto, un resto, desde Carl Wilson hasta Al Jardine, que presentan también una historia de la banda en la que no se quiere hacer sangre. Y así, nos encontramos con que la historia presenta visos de verosimilitud durante los años de formación y éxito del grupo, pero también de enfrentamiento con el padre de los Wilson. Bien. La obsesión por la producción y avanzar en el sonido por parte de Brian Wilson les lleva a grabar, o le lleva a grabar con músicos de sesión, el Pet Sounds. Lo que acontece durante esta grabación, las percepciones que tienen los miembros del grupo respecto a un disco, lo que dicen en el documental y lo que se comentó entonces, las tensiones dentro del grupo, la incomprensión por el camino que tomaba Brian Wilson artística y personalmente, su propio aislamiento, las maravillas absolutas que surgen de esa cabeza y que aparecen tanto en el Pet Sounds, como en el Smiley Smile, en el Friends o en el Wild Honey incluso en el 20/20, quedan totalmente opacadas. Una época en la que Brian Wilson genera un material digno de mejor suerte y entendimiento, que solo décadas después podrá ser reivindicado. Eso en el documental, no sale. Y así pasamos a unos años setenta en los que el relato es el de un grupo que ha perdido comba y que volverá a lucir cuando se encuentran que un recopilatorio de éxitos les vuelve a convertir en populares, pero populares por oldies. Todos los setenta de Brian Wilson y de Dennis Wilson se tocan de soslayo. Pero es que uno de los que aparece con voz y voto en el documental es Mike Love, el primo que creía jugar en la misma liga que Brian, que reclamó la composición, que demandó a Brian Wilson y que en el documental derrama unas lágrimas finales porque le quiere. Y eso, una vez que el documental llega a su fin y lo hace con imágenes de conciertos multitudinarios en los que una banda casi de tributo interpreta los viejos clásicos ante un público que quiere olvidar lo turbio y quedarse con la imagen blanca de una California de ensueño, te hace pensar que el documental de The Beach Boys que acabas de ver, en realidad no es el definitivo y que el definitivo está por hacerse. Aunque dolerá y habrá quien no deberá estar implicado en un relato en el que no se puede ser arte y parte. 

viernes, 23 de mayo de 2025

Omar and Cedric: If this ever gets weird


Yo no he escuchado en mi vida The Mars Volta, hulio. Ni siquiera a At The Drive In. Ni mucho menos otros proyectos como De Facto. Pero mi natural curioso y aventurero me ha empujado a ver este documental sobre una pareja creativa que se lanza a contar su historia sin demasiados tapujos y cual ha sido su proceso desde que eran unos jóvenes punkarrillas hasta ser algo así como una referencia musical que yo no controlo. Porque no lo controlo y porque además, todo sea dicho, en este documental sobre unos músicos, lo que es profundizar mucho en la música, no me parece que se profundice. Creo que se dan muchas cosas por sabidas de lo que es y de lo que son estos grupos, estas bandas, estas dos cabezas, en cuanto a qué música hace At The Drive In y qué música hace The Mars Volta y, para el neófito como es mi caso, todo queda en conciertos donde Omar se mueve espasmódicamente o tiene malos rollos con el público y movidas o bien las contorsiones de un Cedric que va cambiando de banda pero no parece que cambie de registro. Salvo en algunas imágenes de conciertos del final de la andadura de esta banda, no final, sino de los tiempos recientes, en los que las canciones parecen canciones y de algo que a veces parece ininteligible pasamos a canciones que se cantan, todo lo demás parece una masa informe de sonidos, gritos, ruido, saltos, espasmos en el suelo, cortes, cortes, cortes. Basado en las grabaciones que durante toda su vida ha ido haciendo Omar, el documental es un poco como la propia música que uno aventura a adivinar que hacen estas dos o tres bandas o cuatro de las que se habla. No parece haber una continuidad pero hay una idea. Al final, si de lo que se trataba es de que los dos cabezas se expliquen y se afirmen como motores creativos con unas vidas complejas que les han marcado en sus carreras musicales, el objetivo está cumplido. Si de lo que se trataba es de que eltoni diga 'voy a ponerme el primer disco de The Mars Volta', pues fail. 

lunes, 13 de enero de 2025

Alaska Revelada. Contra el olvido.


Lo primero que diré sobre el documental de Alaska es que uno espera que en un documental sobre un personaje que ha fundamentado su popularidad a partir de la música, se aproveche para hablar de música. Y de música se habla, pero no se habla. Se habla del mundo de la música en España, se habla de los personajes del círculo de Alaska durante la llamada Movida, pero no se habla de la música. Por entrar en materia, hecho de menos que se diga porqué aparece una canción como Bailando durante la época de Pegamoides, a qué se debe, quién la inspira, de dónde sacaron la inspiración. Desde el punk atolondrado de los Kaka de Lux hasta llegar a Fangoria, la evolución musical de los proyectos en los que participa Alaska no queda explicada, quizás porque lo que interesa es el personaje y no el contenido del personaje. Nos interesa saber de Alaska, saber más de Alaska, de su vida, de sus relaciones, de sus amistades, de ciertas opiniones sobre su vida, sus milagros, sus buenas y malas rachas. Nos interesa saber de ella y, sabiamente, obviar elementos que ya nos resultan repelentes como la figura de Mario Vaquerizo, que aparece en un discreto y serio segundo plano y solo al final del tercer episodio adquiere relevancia. Sabremos así cómo fue la infancia de Olvido Gara, sabremos de la influencia de su madre, de las vicisitudes de su nacimiento, de su físico, de la influencia de su abuela, de la no influencia de su padre (por cierto, refugiado político), de su formación, de sus conocimientos teóricos y la plasmación práctica, de sus complejos y de sus crisis, de sus depresiones, de sus operaciones estéticas, de sus amistades, de su relación con las drogas, de sus amores, de sus opiniones sobre el respeto y la diversidad, pero salvo en el segundo episodio en el que se habla explícitamente de su carrera musical, creo que me falta conocer algo más sobre su opinión sobre la música. Sobre su música. Sobre la música que ha interpretado, sobre sus pocas composiciones. Alaska, por ejemplo, nos deja sin saber cómo captaron que había que lanzarse a la música electrónica después de Dinarama para llevar a cabo Fangoria y todo parece fruto del azar, de algo que pasa, de supervivencia, pero sin dedicarnos unos minutos a saber porqué más allá de mostrar su regocijo cuando participan en un Sonar de hace mil años y ahí ven que sí, que han conectado con algo. Alaska es un personaje contradictorio, o mejor dicho, que evoca sentimientos encontrados. Recomiendo que antes de ver el documental escuchen la entrevista en Jenesaispop a la autora del libro sobre los pijos de España, porque retrata mucho de lo que aparece en el libro, aunque no se cite a Alaska durante la entrevista y sí algo de la Movida ya que esta se hizo meses antes. Alaska significaba una imagen de algo que nos llamaba la atención, rompedor, pero popular, excéntrico pero cercano, nos hizo compañía cuando niños en la Bola de Cristal (por cierto, qué poquito se habla en el docu de La Bola de Cristal y de cómo sirvió ese programa para popularizar su imagen y hacerla asumible y querida para millones de personas, sobre todo niños y niñas entre los cuales me incluyo, de la cual creo que sigue viviendo y que supongo que por asociarse demasiado a 'lo progre' de aquellos años se ha minimizado y eso ya dice mucho de todo), la creíamos de los nuestros, abanderada de reivindicaciones del colectivo LGTBI, pero. Pero, en los últimos tiempos su imagen se ha visto deteriorada. Excesivos flirteos y compadreos con la derecha madrileña han ensuciado su imagen. Magistral Jesús Ordovás cuando dice al hilo de esta polémica que ocupa el trecho final de la serie, que Alaska se ha equivocado y que, en un momento de polarización extrema, no ha calculado lo que debía hacer. Acto seguido es la propia Alaska la que dice que ella sabe bien dónde está y que es herencia del punk y que tal y cual. Pero el daño ya está hecho. Y sin embargo, ni siquiera ese coqueteo o conchabeo con la derecha absurda madrileña, me sirve para despreciar del todo a Alaska. Este documental, supongo que calculadamente estudiado para revisar en positivo una figura que saben que está manchada, nos sirve para recuperar todo un caudal de imágenes, de situaciones vitales, de músicas, de canciones, que están ahí y que nos cuesta separar de una persona con algunos 'oscuros' recientes que bueno bueno. Alaska, Olvido, habla de Alaska y de Olvido, de cómo ha conseguido convertir a Alaska en un referente para muchas cosas, en un espejo que ha interpretado las aspiraciones de tanta gente que ha creído que ser Alaska, salir en el Hola, tocar en el Rockola, era posible, y quedarse con la pasta, también.  Como apunte final, las canciones de Alaska, especialmente las de Fangoria, creo que conectan con un algo de mucha gente que, ya con una edad, no se resignan a dejar de ser y que a la misma vez, se resignan a ser parte de algo que ya no van ni ha transgredir, simplemente que van a disfrutar, a estar bien, a vivir la vida. La canción No quiero más dramas en mi vida, solo comedias entretenidas... me parece epítome de todo esto. Alaska con este documental se reconstruye, se reivindica, pero creo que pierde la ocasión de hacerlo, no desde lo meramente personal, sino desde lo que principalmente ha aportado o ha sido su fuente primera de popularidad, que es la música. Alaska no quieren que la recuerden como la tertuliana de Jiménez Losantos o como la esposa de Vaquerizo del que todo el mundo se ríe, quiere trascender como algo más serio y creo que tiene material como para poder hacerlo. No te olvidamos, Alaska. 

domingo, 29 de diciembre de 2024

Rockdelux, 40 años


La revista Rockdelux celebra su 40 aniversario y qué mejor manera de hacerlo que regalarnos, previo pago en kiosko, uno de esos especiales que tiene pinta que será repasado y repasado hasta aprenderlo casi de memoria como ha sucedido con otros especiales gloriosos editados. Si su especial 200 no te sirvió para hacerte con una guía musical de referencia o bien no descubriste que había muchísimos discos de grupos españoles que desconocías y que eran buenísimos con su especial 20 años, no sé de dónde has sacado las referencias musicales y prácticamente culturales en las que te mueves. Seguramente de otros sitios, de otras revistas, de otras emisoras. Rockdelux, Radio 3, los festivales, la filmoteca, ir de marcheta, esas cosas que hacíamos antes y que escuchábamos antes y que ya casi no hacemos. Rockdelux ya no se lee, en mi caso, por una pereza estúpida a registrarme o suscribirme, pero siempre que sacan algo en papel, sufro por si llego al kiosko y me lo han quitado, porque en Santa Coloma cada vez hay menos kioskos y sé que somos bastantes los que pugnamos por el número especial. Y llega el momento de comentar el contenido y lo haré desde el reconocimiento de que yo sí que comparto buena parte de esas referencias y de esos personajes que la revista considera como esenciales para entender estos cuarenta años transcurridos en la música, el cine, la literatura, etc. Pero también entiendo que se cometen algunas injusticias que, no siendo yo precisamente seguidor, creo que habrían merecido un criterio más benevolente aunque entendiendo que ya hay otras publicaciones y otros medios que exaltan hasta la saciedad los méritos de quien aquí no aparece. Me refiero por ejemplo al caso del Robe, epítome de una cierta escuela de rock entre urbano y poético que a mí me ha interesado siempre poco pero que entiendo que tiene una trascendencia para mucha gente, mucha en este país o bien alguien como Manolo García, al que tampoco tengo en estima en cuanto a su producción musical, pero sé que es una referencia casi generacional para mucha gente. Y no sé si lo serán en mayor o menor medida que personajes como Kiko Veneno o La Mala Rodríguez o Josele Santiago, pero me parece que es una ausencia y una elección muy particular que yo comparto, pero que señalo. Y así llevo varios días perdiéndome entre los perfiles más diversos y 'reservándome' leer los de aquellos que me parecen más trascendentales para mí, como por ejemplo el de Kurt Cobain que siempre es el primero que me sale cuando abro el especial. Y no serán tus referentes, pero siempre se puede descubrir algo nuevo o atreverte con algo o con alguien al que quizás has tenido más respeto o reconvención de lo necesario. Para acabar de hacer atractivo el número, se nos apunta el resumen del año en lo musical, cinematográfico y literario y uno ya ha asumido hace tiempo que no está ni se me espera y entre los que conoces y los que conoces pero no te hacen ni siquiera levantar el dedo meñique de la pierna derecha, pasas el listado musical sin entender casi nada. En cuanto a películas, vamos razonablemente bien y por lo que respecta a series pareciera que he dedicado el año a ver demasiada morralla que no destaca. Algunos comentarios por ejemplo a la elección como segunda peli del año la de Segundo premio (espera que lo acabo de coger, que es por lo de Segundo...), o bien Los Años Nuevos como una de las mejores series, quizás aquí porque retrata a un 'target' específico de la propia revista y se (nos) hayan sentido identificados con la misma. Tengo un colega. De los libros ni hablo porque ni siquiera he sabido encontrarlos cuando he ido a buscarlos. Cero. En fin, que siempre es un placer perder el tiempo leyendo, aprendiendo o reflexionando sobre qué es lo que consideramos culto, culturalmente consumible y recomendable. Y mientras estamos haciendo esto, no estamos haciéndonos daño con otras cosas. 

viernes, 8 de noviembre de 2024

Rock Bottom - Maria Trénor


En la vida real, el final de la historia que se cuenta en la película es este:


La película se llama Rock Bottom y nos quiere contar de manera un tanto libre, la gestación de un disco absolutamente único que se llama Rock Bottom y que materializó Robert Wyatt después de que Robert Wyatt viviese la traumática experiencia de quedarse atrapado a una silla de ruedas después de caerse por una ventana en una fiesta y ver así como su carrera como músico se viese seriamente afectada. Pero la película de Maria Trénor nos cuenta esto y no nos cuenta esto. Porque yo no soy un biógrafo de Robert Wyatt y menos de Alfreda Benge, pero y qué. Porque la película cuenta una historia, una historia que pudo ser aunque uno sospecha que no fue así, que eso no pasó como nos cuenta, o quizás sí y lo que tú crees saber de la historia de Robert Wyatt no es todo lo que deberías saber. Ni de Alfreda Benge. Y eso que al comenzar la película se nos dice que el mismo día que salió este disco, Robert Wyatt y Alfreda Benge, se casaban. 1974, aunque todo comenzó antes. La película. La película, así por decirlo pronto, es una delicia si te gusta la música de Robert Wyatt. Si no eres quisquilloso con el rigor histórico y con las licencias poéticas y con todo un poco, si no crees que eso no pasó así y te abstraes de eso, la película no quieres que acabe. Porque en la película pasan cosas y suenan músicas que uno pensaba que jamás escucharía en compañía de otros que no fueran su compañera o mi hermano. Porque cuando en las primeras escenas, cuando se nos cuenta la historia de la fiesta y uno está haciendo cábalas de si eso fue así o no fue así, si esa Caroline puede ser la Caroline que inspiró la canción... de repente se sacan de la manga que Robert toque la canción, O Caroline. Y esa maravilla de canción, sonando, interpretada por unos músicos animados, Robert, David... hace que todo se te olvide y que asumas que sí, que a lo mejor esto va de sacarse de la manga muchas cosas, pero que suene esta canción que abre el primer disco de Matching Mole, el de los topos en la portada, la banda que formó después de salir de Soft Machine y que no es otra cosa que el mismo nombre en francés, que suene esta canción significa todo. Y la historia, la relación tempestuosa entre Robert y Alfie, Alifib, en Mallorca, con las adicciones que a uno le chirrían un poco, porque uno sabe que Robert era de beber pero no de otras cosas, pero da igual porque salen los topos, y los erizos y toda esa simbología y poco a poco se van desgranando las canciones del Rock Bottom, un disco con unas letras muy particulares que hablan precisamente de esa relación de amor tenso entre Robert y Alifib, una historia que en la película transcurre entre flipadas y cuelgues y donde un Daevid Allen que uno sabe que estuvo allí, en Mallorca, pero que no sabe si eso que se dice fue verdad o no, invita a Robert a tocar y Robert se saca de la manga Signed Curtain. Y si O Caroline era grande y bonita, Signed Curtain es estar muy arriba. Y muy abajo. Y tampoco es del Rock Bottom, pero parece que, de manera insospechada y no sé si involuntaria por parte de la directora, como parte central de la película, más incluso que las canciones del Rock Bottom, que es lo que pareciera que es el tronco de la película. Pero es que Signed Curtain es demasiado. Y así, la película nos hace de fondo a una música psicodélica, íntimista, brutal, salvaje y oscura y dolorosa y un no sabe qué más. Canciones compuestas antes de y canciones después de. Y sale también Kevin Ayers, porque tiene que salir, claro. Y sale también Mike Oldfield, porque tiene que salir, claro. Toda la banda. Y no hace falta comprobar si pasó o no pasó. Solo que hay una historia que podría encajar en esa música. Como pasa cuando escuchas una canción y te la llevas a tu terreno. Quizás ese terreno imaginado, dibujado, planteado por Maria Trénor no es el que tú crees, pero es igual, porque esas canciones pueden servir para ponerte patas arriba sepas o no sepas, conozcas o no conozcas. Y uno sale del cine dando gracias, escuchando los comentarios que dice la gente sobre la verosimilitud, con una sonrisa en la boca, porque ha pasado una hora y pico escuchando y viendo y teniendo la cabeza ocupada en Robert Wyatt. Y eso es bueno. 

jueves, 10 de octubre de 2024

Crónica de un concierto de Los Planetas. 30 años de Super 8.


Los Planetas otra vez. Y ya hace tiempo que no veía a Jota, Florent y los demás, en esta ocasión unos demás diferentes aunque el bajo creo que fue bajo en otras ocasiones y, fatalmente, faltó el Erik. Hacía tiempo, creo que desde un concierto en el Vida Festival, que fue un poco bastante sosillo. En esta ocasión, el concierto era especial. Treinta años del Super 8, el disco que les hizo famosos y que creó no solo un sonido, también, y no poco importante, una estética. Porque la estética planetaria nace y cuaja en este disco y ayer fue parte fundamental de un concierto en el que lo visual tuvo una importancia apabullante. Los diseños de Aramburu para las portadas de los discos de la banda han sido fundamentales, decisivos, y el de Super 8 fue icónico. Tipo mirando al suelo con el suetercico de rayas. Ayer había mucha camiseta de rayas. Ayer había mucha gente en el Razzmatazz. Era curioso ver cantar a gente que ya pasó los cuarenta hace rato cantar lo de 'siempre he fracasado, una y otra vez', cuando era ostensible que ahí no se olía a fracaso por ningún lado. Mejorando lo presente. Un concierto pues en el que la banda se autohomenajeaba y con razón. Y en un momento, este homenaje, en el que la bdan vive un momento mediático importante, gracias a la película Segundo Premio que narra lo que ocurrió después del disco de después del Super 8 y el proceso de primera ruptura de la banda. Este disco, el Super 8, ya presentaba todos los temas que han hecho famosos a Los Planetas y en todas sus variantes. De la canción pop a los largos desarrollos psicotrópicos y psicodélicos. De lo cotidiano a lo trascendental. La canción de amor disfrazada de otra cosa o al contrario. Así, el concierto comenzó extrañamente a su hora y con un dron prolongado que dio paso a De Viaje, canción que uno recuerda haber escuchado siempre en los finales y aquí abría y es una canción peligrosa porque después de De Viaje tienes que hacerlo muy bien, tienes que estar muy seguro de que tienes más. Y claro, había más. Clásicos del repertorio planetario que pertenecen a Super 8 y otras canciones del disco que uno, sinceramente, era la primera vez que escuchaba, pero tampoco porque siempre hay un estribillo que reconoces, algún giro, algo, aunque toda la canción no la hayas retenido. Para eso estaba el Abel, que era y es fanático y con el que hemos visto mil conciertos de Los Planetas, los buenos y los malos, pero que no está aquí y se le echó de menos, pero aún así creímos verlo por todas partes. Había muchos Abel allí. El concierto fue avanzando de manera firme, con el ya comentado apoyo visual demoledor y en un momento, después de la apoteosis de La Caja del Diablo, llegó un surtido de 'the very best' comenzando por la genial Segundo Premio. Y ahí, ay, renqueó la cosa por que el batería no parecía estar en la misma sintonía. Creí detectar un par de errores en canciones siguientes que hasta provocaron eso que los que tenemos una banda conocemos como 'la mirada asesina' del Jota hacia atrás en una cagada estratosférica. La imagen del Erik, que volvió a no estar convocado, con sus baquetas arriba y dándole una fuerza a los compases de Segundo Premio que la hacen inconfundible, se te venía a la cabeza y quizás el prejuicio me hizo ver fallos donde quizás hubo... qué ostias, fallos. Así, el surtido tocó muchos palos y discos pero se olvidó, por ejemplo, de La Leyenda del Espacio, discarramental absoluto que yo tengo en un altarcito y del que no tocaron nada. Sí que lo hicieron de discos recientes, de clásicos, de las rápidas y de las lentas y todo el mundo salió de allí contento y satisfecho de ver a una banda así, clásica, aunque diezmada, pero que es capaz de llenar tres días la Razzmatazz con una propuesta de hace 30 años y que sigue tocando muchas fibras de mucha gente que lleva esas canciones pegadas a la cabeza como si fueran lecciones de vida de otros que son como tú. 

lunes, 30 de septiembre de 2024

Segundo Premio - Isaki Lacuesta / Pol Rodríguez


Vale, pues ya la he visto. Ahora, o durante, o no sé cuando, viene cuando toca decir que la película está bien, pero que no sé, que tampoco es para tanto. No 'para tanto', sino que está bien para confirmar cosas que uno ya sospechaba o sabía porque le había llegado por otro sitio o había imaginado. Incluso si las desconociera, estaría muy bien la película. Pero sí que creo que hay que ser de Los Planetas. Yo soy de Los Planetas. Entrando en materia, soy de Los Planetas pero por ejemplo, no he sido un fanático de la banda. Los he ido a ver muchas veces, voy a verlos dentro de nada, pero no soy capaz de tararear la letra de según que canciones que son míticas. Por ejemplo, viendo la película, confirmé de nuevo que no me sé la letra, pero ni de cerca, de La Caja del Diablo. O de Toxicosmos. Y de muchas más. Ahora, las que me sé, me las sé. Como la que da título a la película, Segundo Premio, un pedazo de canción cuya letra sí que me sé y que es de las más emocionantes que tienen. Y que, sin hacer spoilers, resume bastante lo que es la película. Y la película responde a esas preguntas que los seguidores del Jota y su banda nos hemos hecho alguna vez, 'pero a quién le canta?'. La película, que se presenta como que no es una película sobre Los Planetas, sí que nos dice que trata sobre La Leyenda de Los Planetas. Es decir, no se habla de lo que pasa o de lo que pasó, sino de lo que pudo haber pasado. Y pudo haber pasado. La historia se sitúa en un momento crítico de la banda, cuando dos de sus miembros fundadores se van, cuando han tenido un pequeño pinchazo discográfico y cuando quieren lanzarse a la grabación de un disco que parece ser un todo o nada. La historia es la historia que hemos visto en documentales de mil grupos. Miembros de la banda que se odian y que se aman, que se necesitan y que se agobian, que pierden la ilusión, que no pueden seguir con la tralla de la vida, que no quieren más, que ya han tenido suficiente, o que no pueden parar, que ya no saben parar, que no saben hacer otra cosa, que han encontrado su vida, que se destruyen pero es en esa destrucción donde encuentran la razón de ser. Complicado, sí, pero es la vida de una banda. Y en ese marco es donde se entiende todo. Quién lo tiene claro, quién va con el gancho, quién está, quién no está, a quién se le reprocha, a quién se le recuerda. Pink Floyd, por ejemplo, no se entiende sin Syd Barret. Su ausencia y su presencia marca todo el devenir de la banda y las letras, obsesiones, motivos de la música, girarán alrededor de aquel que un día fue y ya no. Pues eso pasa un poco o bastante en esta película. Conozco a quien ha hecho de las canciones de Los Planetas un poco una guía vital. Gente que se explica como canciones de Los Planetas. Recuerdo haber sentido discos de Los Planetas según épocas. La primera parte de La Leyenda del Espacio cuando estás de bajón. La segunda parte cuando estás arriba. Una Semana en el motor de un Autobús es un disco capital, su gestación y su desenlace marcará a Los Planetas por el resto de su trayectoria. Un cambio de sonido y encontrar un sentido. Eso lo cuenta la película. Y sale Granada. Y yo he estado en ese sitio. Y yo creo que he aparcado allí. Y el Planta Baja. Y bueno. Unos actores que de manera insospechada se parecen tanto a los personajes reales que el Florent de la ficción parece más Florent que el Florent de la realidad. Y quizás el Erik es más Erik que el propio Erik. Sea como sea, una película que merece la pena para seguidores de la banda, para confirmar o para disfrutar o para lo que sea, y que posiblemente no se coma un lluç en los Oscar, pero oiga, ya está bien. Y ese 'son granaínos' que lo explica todo...

miércoles, 10 de julio de 2024

Crónica del concierto de Cat Power cantando a Bob Dylan en Barcelona. No hay tributo.


La verdad es que si quieren una crónica y crítica buena de verdad, lean la de Nando Cruz. Buena parte de lo que leerán aquí ya está escrito allí y ha sido un error leerla antes, pero ya no lo puedo remediar. Hace unos meses, el algoritmo de Instagram me dijo que Cat Power venía a Barcelona en Julio para interpretar el mítico concierto de Bob Dylan de 1966 en Londres durante la gira que éste hizo una vez que consumó su transición hacia el folk rock. Si habéis visto el documental No Direction Home de Martin Scorsese, este concierto o esta gira, es fundamental en la carrera de Bob Dylan. Digamos que es el momento en el que Dylan deja de ser el Dylan que tenemos en la cabeza para ser Dylan. Y durante toda la gira los fans de ese Dylan que tenían en la cabeza no dejaron de reprocharle que cambiase. Que se hiciese 'un rockero'. Ese concierto es el que Cat Power ha grabado de nuevo en disco y, lo que podía ser un simple 'tributo' a Dylan, cantando sus canciones, no lo es. Porque Cat Power no parece, ni lo ha parecido nunca, que sea una artista que se limite a calcar las canciones. Y eso hacía irresistible el concierto. Porque yo no he ido nunca a un concierto de Cat Power antes, pero me habían contado. Y conozco un poco su trayectoria, un poco nada más de su vida, y sí que hay dos o tres canciones suyas que me gustan bastante, algunas ni sabía que eran suyas y ella ya había hecho aproximaciones a cancioneros ajenos. Discos de versiones. El vídeo de su interpretación de Satisfaction en el Primavera Sound de hace mil años lo he visto mil veces. Nada podía ser más interesante que Cat Powe cantando esas canciones. Porque no las iba a copiar, eso seguro. Le había echado un vistazo al disco en sí y ya en la primera escucha me di cuenta de que ese disco no hacía justicia. Había que esperar al concierto. Porque la grabación original de Dylan es mucho. Más allá de la parte acústica, la parte eléctrica estaba interpretada con una mala leche que le acercaba a lo que para mi pobre cabecita sería el punk. Una mala hostia que flipas. Desde el inicio con Tell me, momma pasando por una de las canciones que más me han gustado de siempre, la de Baby let me follow you down, toda esa parte era bestial. En el documental, una vez que casi acabando el concierto le llaman Judas desde el público, se gira a la banda  les dice antes de comenzar a cantar Like a Rolling Stone 'esta a toda castaña'. El concierto de ayer claro que iba de otra cosa. Iba de ver a Cat Power cantando a Dylan. Y desde el principio fue entrar en otra cosa. Ya no era eso de ver a Chan Marshall cantando las canciones de su ídolo, era ver a alguien viviendo las canciones que estaba cantando como si las hubieran escrito para ella. Ya es ella suficientemente expresiva como para encima ponerse a cantar canciones que te meten en un bucle. Bucles como Visions of Johanna ayer por la noche en el Poble Espanyol del que no querías salir. La primera parte, la acústica, fue una barbaridad. Y es difícil que se mantenga el tema arriba todo el rato como sucedió ayer, únicamente con una guitarra y armónica. Pero no podías quitar la vista a cómo ella y cómo su voz se hacían con todo. Literalmente era como entrar en trance. Desolation row y el final con Mr Tambourine Man eran eso que uno se imagina que tuvo que ser escuchar a Dylan en su momento. El momento eléctrico por su parte aunque no fuera tan agresivo como el de Dylan, también estuvo muy bien y pude escuchar en vivo esas canciones de esa manera e interpretadas no como un tributo, sino como la interpretación de alguien que va más allá de Dylan. O más acá. Da igual. No era un concurso de imitaciones. Era Cat Power y todo lo que Cat Power significa haciendo eso. Y fue genial. Y cuando al final, con todo el mundo ya de pie, cantaba Like A Rolling Stone y se señalaba a ella misma cuando decía 'like a complete unknown', entendías de que iba. No había tributo, era otra cosa. Al despedirse Cat Power levantó el puño y dijo 'Fight the power'. Me imagino a Dylan sonriendo. Pero no sabría decir por qué. 

miércoles, 3 de julio de 2024

El miedo que tengo


Siempre digo que me he acostumbrado pero no me acostumbro ni en broma. Me desacostumbra de golpe el miedo que tengo. No hacer mil cosas, no atreverte, no dejarte bigote, por ejemplo, no probar, no decirlo, porque tienes miedo, porque nada es seguro. Nada es seguro. Nada es cierto. Para ti, nada es absolutamente. El miedo que tengo hoy, no lo quieras saber. Es una canción de Astrud, de cuando Astrud eran más famosos que Hidrogenesse. El miedo que tengo. El miedo que tengo a que algo se salga de lo que es habitual, que me exija algo que yo no tengo, que se descubra que no lo tengo. Siempre digo que me he acostumbrado pero no me acostumbro ni en broma. El miedo que tengo. Miedo a que me acostumbre a tener miedo, como siempre, a dar vueltas en círculo, a no salir del bucle, a creerme que no ha pasado nada. Hay veces que pasa, sin embargo, que te encuentras en un momento en el que el miedo es, precisamente, a haber dado un paso adelante. Y hay veces que pasa que el miedo es algo que te entra cuando has dado un paso que no te esperabas. El miedo a darlo y el miedo por haberlo dado. No saber. Es peor si pienso, no me hagas pensar otra vez. Pensar en el miedo que da hacer, haber hecho algo, de lo que no sabes cómo vas a salir. Algo que estás deseando hacer y que no sabes por dónde te va a llevar. El miedo asoma un poco y se va, va a ser interesante cuando se decida de veras. El miedo por ahora está apareciendo de manera más o menos velada. Si lo pienso pasa, pero si hago como que no ha pasado, no tengo porqué tener miedo. Hay muchos días, el tiempo que falta para que el miedo aparezca de veras. Hay muchas cosas que hacer antes de que el miedo llegue. Pero ha habido momentos, hubo momentos, en los que el miedo a lo que iba a pasar, estando, siendo algo palpable, físico, no era freno para seguir. No había freno. Siempre digo que me he acostumbrado pero no me acostumbro ni en broma. No todo es tan inconsistente. Hay cosas ciertas. Nada tiene que ver. Y sin embargo, esa canción. Hay algo. No sé en qué momento esa canción conecta con algo que siento, que he sentido, que sabes que vas a volver a sentir. El miedo que tengo. ¿Cómo no tenerlo? ¿Cómo no tenerlo? 

jueves, 27 de junio de 2024

Queens of the Stone Age en Barcelona. Una crónica.


La última vez que vi a los Queens of the Stone Age fue en Madrid, en la sala Riviera. Un buen concierto. Con mi amigo Edu. Siempre he visto a los Queens of the Stone Age con mi amigo Edu. Y ayer fui al concierto solo, solo, solo y eché de menos a mi amigo Edu sobre todo en la traca final. Cantar los coros de No one Knows sin Eledu al lado, bueno, no fue lo mismo. Pero lo hice igual. La última vez que fui a ver a los (de ahora en adelante) Qotsa no sé si ya había visto el documental sobre la grabación que los Qotsa o al menos Josh Homme y amigos junto a Iggy Pop hicieron de un disco que no estaba mal, pero el documental era francamente una exhibición de posturas de Homme que te hacían empatizar poco o muy poco con el excelso guitarrista. Así que mi opinión sobre los Qotsa o al menos desde que vi ese documental, decayó bastante. Porque los Qotsa son Josh Homme, siempre lo han sido y siempre lo serán, aunque ficcionáramos con la idea de que Nick Oliveri era alguien o que Troy Van Leeuwen pintaban algo. Y claro, ver aquel catálogo de escenas en las que Josh Homme caía gordo hasta la saciedad, no hacían ningún favor. Así que después del disco del Like Clockwork (teniendo en cuenta que a los dos anteriores ya no les había hecho caso), directamente he ignorado a Qotsa. Y aún así, la noticia de que venían, me erizó los vellos y no pude por menos que comprar la entrada porque, amigo, la traca final que ya me la sé y la conozco, basada en canciones del Songs for the Deaf, es apabullante. Y así me planté en el Poble Espanyol, entrando desde arriba, junto a una aguerrida colección de muchachotes en su mayoría, camisetas negras y pelos cortos, un paseo por el Poble Espanyol hasta llegar a la pista y una vez allí me sitúo atrás, donde ya me coloqué para ver a los Fabulosos Cadillacs, y en principio me vi encajonado por tres chavales que una vez que comenzó el concierto de verdad no aguantaron la emoción tiraron para delante provoacando que me quedara un hueco la mar de majo para poder moverme sin estar molestando ni ser molestado. El concierto comenzó a lo grande, dos o tres temas post y pre Songs for the Deaf y de este comienzo tan bueno pasamos a una fase en la que cayeron canciones que en ocasiones me parecían un tanto repetitivas y que, naturalmente, no conocía. Volumen brutal y todo muy bien, pero a veces me parecía que faltaba algo de mala leche en las canciones. Demasiada voluntad de suavizar la propuesta. Todo eso se te olvida cuando encaran la parte final del concierto y pregunta Josh Homme qué queremos escuchar y acaban cayendo las cuatro del disco del ciego. O fueron cinco. Ain't worth for a dollar...., Gone with the flow, First it giveth, No one Knows y Song for de Dead. No hay, ni lo habrá, broche final para un concierto mejor que Song for the Dead. Y aunque previamente hubieran estado tocando la versión stoner de la música de ascensor, amigo, esos cuatro temas o cinco, son demoledores. Incluso son demoledores aunque el público quiera futbolizarlo todo coreando el estribillo de No One Knows como ya futbolizaron la de Seven nation army. Es igual, oídos sordos, brazos arriba y a hacer los coros como si nos estuvieran matando. Casi algo más de hora y media de concierto y la satisfacción del deber cumplido. Sin el Edu. 

viernes, 5 de abril de 2024

30 años sin Kurt Cobain


Esto ya lo habré contado unas mil quinientas veces, pero el día que Kurt Cobain se suicidó yo estaba en un autobús camino de Falset, en el Priorat, que íbamos a hacer un trabajo de la Facultad, con el Soldat y el Cucurull y no sé si se vino el Nando también o quién vino. Y estábamos en el autobús y en la radio o no sé cómo nos enteramos de que Kurt Cobain se había suicidado. Los cuatro éramos de Nirvana, claro. No sé si alguno de nosotros los había visto en directo. Yo no. Esto también os lo he contado muchas veces. La vez que vino Nirvana a Barcelona y no los vi porque tenía un examen. Un examen de esos de teoría de la televisión, que contenía mucho rollo de ondas electromagnéticas y no sé qué mierdas más y que yo jamás entendí y estuve toda la santa noche pensando que tenía que haber ido al concierto. El Edu fue. Siempre me lo recuerda. Y no fui y fui al examen y saqué un dos y medio. Una auténtica vergüenza. Y que me compré el disco del niño en la piscina en Praga. O lo he soñado. O en Praga se compró el Edu una cinta. El Edu se compró en una feria del disco un montón de discos piratas. O los robó. Y tuve una camiseta de Nirvana, de manga larga. Cómo nos dio tan fuerte por Nirvana. Supongo porque era la música que necesitábamos en ese momento. O alguien nos dijo o consiguió vendernos muy bien que era la música que necesitábamos entonces. Porque somos indomables y rebeldes y todo eso, pero siempre acabamos haciendo lo que hace una buena porción de todo el mundo. Creo que supimos más cosas de Kurt Cobain cuando se murió que cuando estaba vivo. Cuando se mató, escribió aquellas líneas de 'rust never sleeps' o 'mejor quemarse que desvanecerse', de Neil Young. Y yo tenía el disco aquel de Neil Young. El óxido nunca duerme. Y creo que fue Sonic Youth que le dedicó una canción justo cuando se murió. Y no sé si alguien más. Qué cosa nos dio con Nirvana. Ostras, de hecho hoy mismo, ahora caigo. Hoy mismo he visto a un chavalito en el metro, iban de excursión, un chaval de unos diez años, no más, con una camiseta de Nirvana. No había caído. Una camiseta de manga larga de Nirvana. Y llevaba un pañuelo en el pelo. Me imagino que esos padres deben ser de mi edad. No sé ahora si tengo muchas más cosas que contar de Nirvana. Al poco de morirse ya casi no escuchaba Nirvana. Supongo que el culto al muerto me espantó. Escucho poquísimo Nirvana. Cuando hay alguna canción que suena, que me acuerdo, que la tengo, entonces digo, ostia, Nirvana, cómo me gustaban. El fuerte flojo. El Cobain y ese desgarro interior. Qué jóvenes éramos. Pero ya parecíamos viejos. Esto supongo que también os lo habré contado. 

lunes, 4 de marzo de 2024

Priscilla - Sofia Coppola


Ayer estuvimos hablando sobre esas navajas que te dejan entrar en el AVE, navajas que tienen una medida en la hoja de unos cinco centímetros y están pensadas para que, en caso de que pinches, no toques ningún órgano vital. Pues es un poco eso. Hay un detalle justo al principio de la película, en los títulos de crédito: Priscilla Presley, executive producer. Sales del cine cuando acaba la película pensando que eso, que la película pincha pero sin hacer daño. Cuenta algo que parecía que iba a ser más truculento y no te parece que haya tanto como para hacer una película si de lo que hablamos es de hacer una película en la que se señale una situación que nos conmueva. Claro que nos ponemos de parte de Priscilla, claro. Pero. Y entonces, algo que te ha estado rondando la cabeza durante toda la película y que se agiganta a medida que pasa el rato una vez que sales del cine. ¿Y Elvis? Y es entonces cuando entiendes la película. ¿Y Elvis?

jueves, 8 de febrero de 2024

Brian Eno - Here Come the Warm Jets


Hoy se cumplen 50 años de la publicación de este disco y no parece que nadie vaya a montar un castillo de fuegos artificiales por ello, pero deberían. En 1974 Brian Eno, una vez que sale de Roxy Music, lanza su primer disco en solitario. Este primer disco en solitario será como un bolet en la carrera de Brian Eno que poco a poco (no tan poco a poco, casi de golpe) irá abandonando la 'música rock' como elemento para meterse en otras músicas y de paso ser uno de los productores de muchos de esos discos que te molan tanto. Este disco de Brian Eno, el Here Come The Warm Jets, es un disco de rock y se puede escuchar como una suerte de apéndice de los dos primeros discos de Roxy Music, aunque el tono es otro. Y es otro porque aquí no hay un Brian Ferry al frente cuya voz condiciona la escucha de una banda que puede sonar etérea o dura según convenga. Aquí Brian Eno pone la voz y se hace acompañar por prácticamente todos sus ex compañeros en Roxy Music, menos Ferry, así como por otros músicos de bandas de alto copete en el rock progresivo. El disco comienza con Needle in the Camel's eye y solo por ese comienzo en el que parece que se han reunido y mezclado todas las guitarras eléctricas del mundo para cabalgar desbocadamente a lo largo de una canción deslumbrante, que avanza siempre hacia delante, que va corriendo hacia no se sabe dónde, y que sirvió, creo, como canción de apertura de la peli Velvet Goldmine. A partir de ahí, el disco toma muchas direcciones, toca muchos palos y deja entrever, por un agujerito, hacia dónde querrá ir Brian Eno, pero lo ves. Lo ves porque hay momentos, flashes, minutos, en los que las canciones dejan de tener su estructura de canción de rock para convertirse en otra cosa. Incluso hay otras cosas. Some Faraway Beach, o Here Come The Warm Jets, o cómo acaba The Paw Paw Negro o por dónde va a ir Baby's on Fire, canciones que te están diciendo una cosa pero ya asoma otra. Y esa otra es que a Brian Eno, ser protagonista de una banda de rock le irá interesando poco y le interesará más ser protagonista a secas. Protagonista de una manera de hacer música en la que la música irá perdiendo protagonista en búsqueda de otra cosa. Y esa otra cosa es sublime. Aquí le encontramos junto a camaradas que se asomarán a sus discos recurrentemente, Phil Manzanera, Robert Fripp... y será de las últimas veces que le veremos tener protagonismo como elemento iconoclasta por su imagen, algo que impactaba en los tiempos de Roxy Music y que deja atrás casi inmediatamente ya aquí. Un disco que es una aventura sonora de primer orden, un disco que si no te lo dicen no te enteras, un disco que abre la puerta a una discografía y a una manera de entender el sonido e incluso la manera de escuchar música que ha cambiado muchas cosas. En serio, pónganse este disco desde el principio y déjense llevar. Igual ya no vuelven nunca. 

lunes, 2 de octubre de 2023

Kortatu - Azken Guda Dantza


Hace 35 años yo tenía 13 años y comenzábamos un camino que pensábamos que se nos acababa justo en el mismo momento en el que creíamos que habíamos encontrado nuestro lugar. Kortatu lanzaba entonces el Azken Guda Dantza, la última danza de guerra, y anunciaban al mismo tiempo que se separaban. Catapum. Con 13 años habíamos empezado a escuchar música de manera independiente, con criterio propio, ya no escuchábamos solo la música de nuestros padres, de repente 'nos gustaban grupos'. Comenzamos con la canción 37 grados de Radio Futura y de ahí pasamos, mediante la escucha de radios libres, de Radio 3 y de la influencia de quien tenía hermanos mayores que tenían discos y estos discos nos los grababan en cintas, a otras músicas. Y el grupo era Kortatu. Los hermanos Muguruza y Triku a la batería eran, dentro de toda aquella hornada de bandas del llamado o mal llamado rock radical vasco, la más emblemática junto a La Polla Records. Pues justo cuando nosotros entrábamos, ellos salían. Habían sacado el Kolpez Kolpe, un discarral absoluto, de sonido más potente que los dos anteriores que sonaban de otra manera y que tanto daño harían con los años a tantas bandas. El primero, donde estaban Nicaragua Sandinista o Sarri Sarri tenía ese aire Specials, pero no solo ska sino también con alguna punkarrada y pachangueo. El segundo, más basicote, rock más básico, El Estado de las cosas y la de Jaungoikoa eta Lege Zarra al final. Y Kolpez Kolpe, todo en euskera con temarrales que ya anunciaban cosas nuevas como AEK'ko Beteranoak. Todo eso lo estábamos descubriendo y nos estábamos labrando una pequeña identidad a partir de. Y de repente, dicen que hacen un concierto al que no vamos a ir ni hemos podido ir y no vamos a poder ir jamás a un concierto de Kortatu y se van a separar y a ver qué pasa luego. El Azken Guda Dantza en cuanto lo tuvo Ramón nos lo grabamos en cinta y nos lo poníamos de manera obsesiva y uno se imaginaba allí gritando como gritaba aquel al comienzo del concierto 'Kortatu!' y van y se separan y a ver qué van a hacer. Y había canciones que sonaban cortadas por pitiditos o bien había otras con introducción grabada fuera. Y yo tuve una camiseta de Kortatu que me la hice en la tienda de la calle Sant Ramon o era la calle... no me acuerdo, el caso es que me compré una camiseta con el Edu, la misma, con la portada del Estado de las cosas y me duró menos que una lumbre de papeles porque se despegaron las letras en nada y ya no volví a tener una camiseta de Kortatu. Eran aquellos tiempos en los que uno pensaba que todos éramos uno, que todos debíamos ser uno y no es hasta tiempo después que ves que no, que no lo somos, y que luego vinieron conciertos de Negu Gorriak y de Fermín Muguruza hasta que ya no. Pero eso fue mucho después. Hoy he visto que hace 35 años yo tenía 13 años y escuchaba el Azken Guda Dantza como poseído y que no sabíamos lo que iba a pasar después de Kortatu y nos estaban cortando el rollo nada más empezar. Luego te acabas aburriendo, pero entonces qué ibas a saber tú.