miércoles, 29 de febrero de 2012

Embarra con nosotros



Llevo ya unos días pensando y no me veo bien. No ando fino. Así que para no empezar a contar tonterías voy a recurrir al trabajo de otros y una cosa hecha. Tampoco me voy a poner muy exquisito y de la popularísima 'Embarra con nosotros', publicada en 1924 y escrita por el afamado Zebulón Vermüller, voy a extraer un texto y oye, otro día, ya nos calentaremos la cabeza algo más.

'...feo no era feo, era simplemente pobre. No es que fuera mal parecido, a ver, simplemente es que al no cuidarse los dientes, llevar la cara cortada por el frío, el pelo ralo y los ojos rojos al estar siempre borracho de malos alcoholes, no podía presentarse ante los demás como un adonis. De pequeño, los que le recordaban, le habían visto como un pequeño querubín incluso. Como un rubito más de los muchos que crecían en aquel arrabal. Pero la vida, los años, habían hecho desaparecer al rubito y tan sólo de vez en cuando, un brillo en la mirada, recordaba a quienes le conocieron a aquel Ruud tan gracioso que jugueteaba con el barro cerca del canal. Algunos, menos, también se acordaban de qué hacía Ruud con el barro. Hacía figuras. Figuras de barro que representaban caballos, personas, perros, gatos, ratas, flores, casas. Era un artista el pequeño Ruud. En cuanto salía del colegio, Ruud se iba corriendo al canal y, sentado en el suelo, empezaba a trajinar con el barro. En un momento, hacía varias figuras, que una vez realizadas abandonaba en el suelo. Luego se iba a su casa, donde su madre, enferma en la cama, le esperaba para que le diera la medicina. Así llamaba la madre a aquel líquido asqueroso que el tunante del doctor Petersmann les había 'recetado'. En realidad el doctor Petersmann no hacía otra cosa que seguir las directrices de la municipalidad por la cual, los elementos desagradables de la ciudad, debían ser progresivamente eliminados proporcionandoles tratamientos que 'acelerasen' su paso a una vida más limpia que la que habían llevado. Por eso, la madre de Ruud que ya hacía tiempo que no se levantaba de la cama, y con aquel tratamiento, previsiblemente no se levantaría nunca, siempre lanzaba quejas, reproches, ayes y lamentos, que martirizaban al pobre Ruud. Los momentos en los que el pequeño Ruud jugaba con el barro eran sin duda los más felices del día, ya que en el colegio muchos niños le miraban con repulsión por ser pobre e hijo de una perdida, otros le tomaban por pirado por su afición a jugar con el barro, y sólo unos pocos le acompañaban de vez en cuando y le miraban hacer mientras se metían mano unos a otros apartados entre los matorrales. La vida del pequeño Ruud era un asco. La enfermedad de la madre iba cada vez a peor, y del padre... nadie sabía quien era el padre de Ruud. Una cosa menos de la que preocuparse, pero si la madre de Ruud moría, echaría de menos a alguien que se hiciera cargo de él. Las figuras que Ruud hacía en el barro desaparecían, las absorbía de nuevo el fangal, las rompían sus viciosos compañeros, no trascendían. Salvo una. Un día, Ruud, salió del colegio y fue, solo, al fangal. Con las manos cada vez en un estado más lamentable. Casi sangrando. Ruud hizo una figura que representaba a su madre. Era una figura bastante grande, casi tan alta como él. Estuvo muchas horas haciéndola. La figura representaba a su madre con los brazos en jarra, vigorosa, enhiesta, con la cabeza alta. Estuvo tanto tiempo absorto en la figura de su madre que olvidó darle la medicina a su madre de verdad. Efectivamente. Cuando llegó a casa, su madre estaba muerta. Ruud entró en crisis y se echó a llorar. Por querer ver a su madre sana y fuerte había matado a su madre. De ahí a la casa de huérfanos, a trabajar, y a perder su arte no hay más que un paso. Sólo de vez en cuando un vasito o dos de vino malo, le devolvían por un momento el brillo en los ojos y volvía a escaparse al fangal a contemplar la figura de barro que había conservado entre unos matojos. Hasta que una mañana unos vagabundos le encontraron muerto, abrazado junto a la figura de su madre, casi deshecha.'

martes, 28 de febrero de 2012

Oyendo hervir



Acaba de decirlo el chico que hace el programa de radio. Estaba alabando a un artista que cantaba unas canciones bastante aburridas, pero que a juicio del periodista transmitían 'la épica de lo cotidiano'. Mis problemas con el caldo.

Desde que he decidido liberarme de ataduras y de historias, afrontando la vida con confianza en mi mismo, rompiendo barreras, desatándome de las cadenas que me oprimen... he comenzado a preparar platos que hasta hace poco me parecían irrealizables. Así, por ejemplo, hace un mes hice mi primer arroz. Arroz con pollo. No voy a decir que me saliera espcialmente bueno, pero quedé bastante satisfecho con el tema. Estaba lanzado. Si soy capaz de hacerme un arroz, qué universo de cocineo y experiencias gastronómicas ampliamente disfrutables se me abre.

Así las cosas, y coincidiendo con unos días que se dieron en llamar 'de frío siberiano', me propuse 'hacerme un caldo'. Ya anteriormente había superado con éxito las pruebas de la 'sopa castellana' y la 'sopa de picadillo'. Así que me lanzaba a por el caldo de verduras bastante envalentonado, confiante, con ganas. Todas las fuentes consultadas me decían lo mismo: el caldo es lo más fácil, sólo tienes que ponerlo todo en la olla y ya.

En la olla y ya. Pero yo sabía que ahí había algo que no me iba a cuadrar. La olla. Aprecien en la imagen que esta es la olla con la que cuento para hacer el caldo. No dispongo (si dispongo, pero esto lo descubriremos más adelante) de una olla express, que agiliza los tiempos y lo hace todo tan lindamente. No. Tengo esta olla. Una olla, que por lo que he podido consultar 'es ideal para el caldo'. Para el caldo y para la gente con tiempo. Con un sentido del tiempo que trascienda de lo normalmente establecido. Que supere lo que los mortales consideramos como normal y vaya a lo que denomino 'estado perenne de espera y desespera'. Así, un sábado compré en Mercadona el llamado 'preparado para el caldo' consistente en una bandeja de corchopán y un plástico que reúne diversas verduras que ahora no sabría enumerar. No sabiendo yo qué tiempo era el necesario empecé a preparar el tema a las nueve y algo. Infierno de cobardes. Daban la peli esa de los Skins a las diez de la noche. Pensé, esto a las diez ya tiene que estar. Eran las once y yo no veía que aquello prosperase. Esa es otra. ¿Cómo ves que el caldo está hecho? ¿Lo pruebas? Como para probar el caldo, oiga. Qué no. Y con el miedo. Esto explota, esto se sale, esto no va, le bajo el fuego, ahora se lo subo. Del sofá a la cocina, de la cocina al sofá. Esperando en el quicio del pasillo. Con el oido puesto en la cocina. Mirando la tele pero oyendo hervir. Oyendo hervir. Cambio el título. Oyendo hervir. A las once y veinte ya considero que ya y ahora toca servir. Sirvo. Un plato que me como en un suspiro. Otro plato. Lo que me sobra lo pongo en un tupper y al congelador.

Qué poco ha salido. Qué poco ha cundido esto. Tanto rollo para dos platos y casi para un tercero.

A la semana siguiente, vuelvo a Mercadona y compro otra bandeja. Me hago el chulo en la caja, para que la gente vea que soy un tipo valiente y decidido, que no compra pizzas, o pollos precocinados. No. Soy un tío sano. Un soltero valiente. Me hago caldos.

Ese día, con la experiencia que da el primer error, me hago el caldo a las ocho de la tarde. Así, calculo, a las diez y algo, esto estará ya listo. Incluso me he permitido comprar un hueso de jamón. Qué maravilla. Mismo plan. No me fío. Le he puesto mucha agua. Se me va a salir. Verás. Dos horas con el corazón en un puño. Qué excitación. Se me va a ir todo. Verás. Oyendo hervir. No sé qué peli dan porque no tengo la cabeza para fijarme. Finalmente el plato está para servir a las diez y cuarenta y cinco. El copón. Para todo el tema salen dos platos. Tres como mucho. Esto no cunde.

Ayer hice el tercer intento y desenterré la histórica olla express de mi madre. Una reliquia con unos cuarenta años de carrera cocinística. La olla express, no mi madre. Esta vez el preparado es de la frutería de la calle del cole. Incluye una coliflor. Miro con desconfianza a la coliflor. Incluyo el otro hueso que queda. Antes de poner el chisme al fuego lo limpio y llamo por teléfono a mi madre. Consulto. 'Si se sale, apaga o aprieta'. Se sale. A la media hora de tenerlo al fuego, sobre las diez, sale vapor hasta de... menos de donde tiene que salir. El capirote no gira. No gira. No se mueve. Llamo otra vez. 'Está mal apretado, aprieta'. Aprieto. No. 'La goma está mal', apaga y vuelve otra vez a hacerlo en plan normal. Como empiezo a las nueve a las once y media estoy sirviendo. Once y media. El caldo es aburrido, paliza, no se disfruta. No ha salido la mitad de bueno que el caldo aquel que tenía tanta sustancia que se comió el agua.

Y eso es todo lo que tenía que contar. Ahora, el cuarto caldo, a ver con qué olla.

lunes, 27 de febrero de 2012

La invención de Hugo

¿Cuánto hace que no se ve una película buena buena? Una peli de esas que sabes que cuando la den luego por la tele, perderás el culete por verla. ¿Cuánto? Habrá películas vistosas, películas curiosas, películas que estén bien hechas, películas que sean serias. No hay películas malas. Hay películas correctas, muy bien hechas, pero con poca chicha. Lo que cuentan está visto. Es bonito, pero no emocionan. Esta es la opinión del que va al cine asiduamente, buscando una película 'que esté bien' y que cuando termina la película y le preguntan responde 'bueno, está bien'. Pero no dice, 'peliculón'. Cada vez noto que me explico peor. Como si no fuera capaz de decir lo que tengo que decir. Bueno.
La última película, vista accidentalmente como un segundo plato, fue 'La invención de Hugo'. Director, Martin Scorsese. Bueno. Martin Scorsese. ¿Hay un sello de Martin Scorsese? Películas sobre la mafia. Policías, mafiosos, italianos, corrupción, muertes. O no. Hay otras películas de Martin Scorsese, claro, pero... ¿son buenas? Están bien hechas. 'La invención de Hugo', en principio está pensada para verse en 3D, pero en el cine no estaban preparados para verlas así, así que la vimos en plan 'igual a como se ven siempre', que debe ser en 2D. Fila cuatro, porque ya estaba la cosa para empezar. Mal desde antes. Mal antes de empezar. ¿Y la película entonces qué? Pues no está, mal, se deja ver, pero... matar no mata. Para resumir, la película es como si vieras un documental de esos que dan ahora en la 2 y que hablan de actrices, o directores de cine, o lo guapo que era Kennedy, pero aquí hablamos de Meliès. Uno de los padres del cine. El viaje a la luna y tal.
Un niño al que se le ha muerto el padre en un incendio, vive en el techo de la estación de... en París, y se dedica a poner los relojes en hora. Su padre, su tío, la familia en fin, eran relojeros y arreglaban cachivaches. El chaval 'hereda' un autómata que intenta arreglar, para ello roba piezas de la tienda de un señor que arregla juguetes. El señor le pilla un día. Le quita una libreta que tiene con apuntes que hizo su padre sobre el autómata. ¿Cómo se murió su padre? ¿Hay intriga respecto a ello? No. Parece que si, pero no. El niño quiere recuperar la libreta para seguir arreglando el muñeco. Se hace amigo de la... hija, ahijada, del vejete de la tienda. La hija es guapísima. Una cría guapísima. Arreglan el muñeco. El muñeco se pone a dibujar y hace el dibujo del cohete estrellándose en el ojo de la luna, que todos, o casi todos los espectadores deben saber que es de la película de Meliès. Los niños no.
En fin. Que el vejete es Meliès, que está muy triste y muy enfadado con el mundo porque sus películas están olvidadas y todo le salió mal. Y no quiere saber nada del autómata, del cine, ni de nada. Y los niños que si. Y él que no. Y hay un profesor que escribió un libro y se entera de que Meliès está vivo. Y va a su casa y proyecta la película y entonces Meliès se entera de que es como muy respetado en el mundo. Y nos cuenta su vida.
Y ya. Y eso es todo. Vamos, que eso es todo del todo. Que todo se trataba de que Meliès estaba olvidado y que gracias a la insistencia del niño, Meliès vuelve a ser reconocido. Estupendo. Al menos, eso sí, no hacen que Meliès se enfrente a Godzilla o que viaje al futuro o algo así. Una cosa, la peli a veces tiene cosas que parece que son como de la película 'Midnight in Paris' de Woody Allen. Ese rollo de 'a ver si conoces estas caras de gente que vivía en París en los años tal'. Sale Dalí, aunque tú no te diste cuenta, ¿el de la guitarra es Django?... en fin. Hay una pequeña trama paralela con el guardia de la estación, que es muy torpe y está cojo de la guerra y enamorado de una florista. Y al final se quieren.
Y aquí paz y después gloria. Todo muy bien. Pero no sé. No sale uno del cine pensando... en cuanto vea a nosequién voy a decirle que tiene que venir a ver esta peli, porque es una pasada. Pues no. La película está bien, muy buenos los efectos y eso. Pero que vamos... por lo mismo, podría haber hecho cualquier otra cosa. Le han dado cinco oscars. Yo salí del cine con un dolor de ojos tremendo, porque estaba muy cerca. Y es que no aprendemos.

domingo, 26 de febrero de 2012

Nuclear


Pues nada, que el otro día viene una colega y me dice que finalmente ha conseguido crear una bomba atómica. 'Ostia', le dije, 'pues ya es casualidad porque yo también la he terminado'. Y era verdad, estábamos los dos desde hacía tiempo detrás de conseguir una bomba atómica y al final fíjate por dónde, que los dos la teníamos. 'Lo que pasa', me contó, 'es que me parece que la he hecho mal'. '¿Mal?'. 'Si, mal', porque la hemos estado probando y no sé porqué pero se nos muere muchísima gente'. 'Pero bueno', le contesté un tanto sorprendido, 'es que eso es lo normal. Con la bomba atómica, lo suyo es que se muera muchísima gente'. Y ella con el gesto triste me dijo que vaya, que no se lo esperaba, que se creía que eso de la bomba atómica era otra cosa. Qué mundo.

viernes, 24 de febrero de 2012

Miscelánea



Comencemos por una de esas canciones que igual te salvan un día y no lo sabes. Ayer, por ejemplo. La cosa iba pachim pacham. No por nada, pero es que no encontraba el agarradero con los Curved Air. Sabía que había habido un muchacho que sustituyó a Brian Eno en Roxy Music y que venía de este grupo, pero jamás nunca me puse a escuchar a esta gente. Ayer, finalmente, me decidí. Algún vídeo, algo. Oiga. Esta. Y otra cosa, no sé cómo había yo escuchado a esta gente antes pero no me sonaba que tuvieran una cantante. Y qué cantante. Sonja Kristina, se llamaba. Y creo que se sigue llamando. Pues nada, la canción se llama Backstreet Luv y me parece un cancionón. Siempre es bueno tenerla a mano.



Sigamos con un clásico, ahora de verdad. Un clásico de los tiempos de los domingos por la mañana. No sé ahora a santo de qué, el otro día recuperé unos discos de mi padre de Paco Ibáñez, y de entre las canciones más legendarias, sin duda, me quedo con la gloriosa 'Consejos para un galán'. La letra está extraida del Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita. Nen. Y con los consejos, se incluye la graciosísima historia de Don Pitas Payas. No podríamos extraer ninguno de sus consejos, porque todas sus propuestas son excelentes. Ojo, un poco machistas quizás... no sé. No creo que se diga nada que no sea del todo cierto. Podríamos discutir. Discutamos. Ahora no. Ahora escuchemos.



Y de uno, al otro. Javier Krahe viene a Barcelona dentro de nada. La semana que viene. ¿Iré a verlo? No creo. Me pesa no ir, pero no creo que de la vaca para tanto. Y lo peor que puedo hacer es poner canciones como esta. Si lo llego a saber, no sé si es de la etapa clásica de Krahe, de la mandrágora y todo eso. Es posterior, bastante posterior. Incluso la música parece ciertamente posterior, aquí parece un blues y muchas de las canciones de Krahe anteriores eran... mira, me estoy liando. Si lo llego a saber. Me enamoro de otra, de ti, quita quita. Si lo llego a saber. Y escucharlo está bien, pero imaginartelo cantando... lástima que el vídeo no contenga la interpretación, si no un bonito paseo por una ciudad cualesquiera.



Acaban de echar ahora mismito, (viernes, qué fabuloso día para el empresario, ¿verdad?) a la mujer de mi compañero. Estupendo, tú. Situaciones insostenibles, balances de cuentas, absorciones de empresas, fusiones editoriales, su putísima madre. Ya sé que quizás no es el grupo más así, y que a algunos les cae como una patada en los santos. Pero ayer, sin saber cómo, volví a escuchar la canción. Tiempos nuevos, tiempos salvajes. Y ya me imagino que la letra es equívoca, que dice que si, pero luego es que no. Pero a mi esta canción siempre me ha gustado y me ha gustado precisamente por el rollo equívoco, que me diga el Jorge Martínez 'levántate y lucha', que diga 'no voy a luchar por ti'. Todo eso. Tiempos nuevos, tiempos salvajes.



No sé, la perspectiva de todo esto ya ha cambiado. Hay que tomar partido. El enemigo. Nos han retratado a todos. En tan sólo dos meses, al parecer. Pero no nos engañemos, que la empotrada ya venía de lejos. Estaba viniendo desde hacía años. Décadas. Esta empurada la teníamos que haber visto venir. Ahora bien, nunca es tarde si la dicha es buena. Los enemigos somos nosotros. Pues habrá que darles la razón. Tenemos argumentos para estar delante. Debemos saber lo que queremos decir. Al menos algo. Los Enemigos tienen una canción que al menos dice algo, aunque sea levemente, de lo que se debería decir. Esto no nos gusta. Bueno. ¿Pero qué nos gusta? Eso es otra cosa. Y Santiago Segura por allí... qué joven.



Efectivamente, el otro día, y creo que lo repitieron ayer, pusieron un documental sobre la sala UFO, la movida psicodélica británica y sobre todo, los primeros Pink Floyd y Syd Barrett. Ni que decir tiene que disfruté como un marrano en una charca con el documental, aunque no salían actuaciones, o vídeos, o algo así. Pero bueno, muchas declaraciones, etc. Bien. Aquí vamos a escuchar ahora nada menos que a Syd Barrett en solitario en una canción que se llama Late Night. Lo que no sabemos es si Syd Barrett sabía que estaba cantando una canción que se llamaba Late Night o llegó a escuchar alguna vez la canción. Ese es otro tema.



Pues nada. Con esto ya lo dejamos. Que la semana ha ido así así, bien, estupendamente, fantásticamente, y luego se ha desinflado un poco. No pasa nada. Amunt les atxes. Buen fin de semana.

jueves, 23 de febrero de 2012

El conquistador



Con el buen día que hace me ha venido a la memoria lo que le aconteció al conquistador Pero Sancho de las Dos Puertas cuando se dispuso a tomar posesión del territorio que dio en llamar de Nueva Virgen Santa, pero que desde que los indios ptzinotecas habían llegado a ese mismo territorio cuatro siglos antes ya se llamaba de otra manera y nadie había montado tanto cristo. Qué mal contado, padre. Vamos, que cuando Pero Sancho de las Dos Puertas llegó a las tierras que él quiso llamar porque se le puso a él en sus santas destas como Nueva Virgen Santa, allí mismo vivían desde hacía cuatro siglos los ptzinotecas. Porque los ptzinotecas no eran indios. Que esa es otra. Que los indios no son indios porque ellos no sabían que eran indios, vamos que no se consideraban indios. Que llegamos allí y les dijimos, 'sois indios'. Y ellos, pues a ver. En fin, que los ptzinotecas que vivían en aquel lugar le llamaban de otra manera. Pero eso a Pero le importaba un pimiento. Ahora no sé si el pimiento es originario de América o no. Esto de que me de el solecito en la espalda, me destensa. Me quedo como fuera de concurso. En fin.

Pero Sancho de las Dos Puertas llega a una zona todavía inexplorada por europeos allá por el 1535. Esta zona se encuentra en lo que hoy en día llamamos como Santa Virgen de Todos los Santos. Sancho de las Dos Puertas arriba hasta allí tras una penosa marcha desde San Jacinto de Potlizimilatl, tan penosa que de quinientos españoles que salen de la villa, tan solo llegan ciento cincuenta. ¿Cómo sabían que habían llegado a algún sitio?

Pues según cuenta el propio Pero Sancho de las Dos Puertas en su 'Crónica de la conquista de Nueva Virgen Santa', ellos fueron avanzando hacia el sur, avanzando y avanzando, hasta que al cabo de un mes de marcha y de haber sido paulatinamente diezmados por diversas enfermedades que la mayor parte de las veces ya venían arrastrando los conquistadores desde San Jacinto de Potlizimilatl y también por algunos ataques de diversas tribus que inútilmente se proponían frenar su avance... por dónde iba.

Me he perdido. Estoy que me siento que me levanto y no me centro. Pero Sancho de las Dos Puertas llega a esa tierra de los ptzinotecas con ciento cincuena hombres. Habían salido de San Jacinto de Potlizimilatl marchando hacia el sur, hasta que llegaron a la conclusión de que aquello que tenían delante era absolutamente desconocido para los de su estirpe. Para los europeos, vamos. Porque no olvidemos que allí vivían tan panchamente los ptzinotecas. Y digo panchamente y no tendría que decirlo, porque quizás estoy cayendo en un estereotipo estúpido y digo que los indios, (y ellos no eran indios, que eran ptzinotecas a secas) estaban a la bartola y claro, así no se puede vivir, se necesita disciplina y menos mal que llegaron los europeos, los españoles precisamente a meter un poco de caña y que aquello funcionase. Vamos, que si tenemos que ir a poner orden nosotros a algún sitio, risas aseguradas. Y no creo yo que los ptzinotecas se rieran demasiado.

Pero Sancho de las Dos Puertas llega a lo que 'descubrió' como Nueva Virgen Santa y hoy es, más o menos, lo que conocemos como Santa Virgen de Todos los Santos e inmediatamente hace llamar al sacerdote de la expedición, Fray Sancho Pérez de Torremalfeta, para que oficiase una misa de Te Deum y aquello pasase a ser propiedad de la Corona y Viva España, y el rey Carlos y venga vino y dónde están las mujeres y porqué se esconden, sácate algo de la choza, cacique Tzepalatzetzelatli, que seguro que tienes ahí temita bueno para que nos alegremos todos. Y no temáis, dijo Pero Sancho de las Dos Puertas, porque aquí en Nueva Virgen Santa vamos a llevar esto de otra manera, porque lo que hemos visto en San Jacinto de Potzilimilatl no nos ha gustado nada y aquí lo vamos a montar esto bien, con armonía entre las gentes y te vamos a tener en cuenta desde el primer momento, cacique Tzepalatzetzelatli al que ahora mismo vamos a llamar José porque, aunque sabemos que este es tu nombre auténtico, José, comprenderás que nos resulta imposible llamarte Tzepalatz... todo el rato.

Y Pero Sancho de las Dos Puertas hace todo esto y dice todo lo otro ante sus soldados, que están más allí que aquí, porque parece que han venido todos enfermos y no le están haciendo demasiado caso. Y algunos de ellos, los más enteros, están un poco recelosos de los indios, que no son indios, pero que ellos les llaman así como les podían haber llamado cualquier cosa. De los ptzinotecas, vamos. Y el cacique Tzepalatzetzelatli ordena a sus súbditos que vayan a la cabaña de las ceremonias y traigan las cenizas del dios Retlil, que están en una caja con una forma muy rara que es casi exactamente igual que el casco que lleva Pero Sancho de las Dos Puertas. Y mientras Pero Sancho de las Dos Puertas firma capitulaciones, documentos y proclamas ya como Virrey de Nueva Virgen Santa, el cacique y el consejo de sabios examinan su casco y lo comparan con la caja y miran y remiran y le dan vueltas al casco, que Pero Sancho de las Dos Puertas se ha quitado porque hace solecito y el casco estorba más que ayuda.

Y al cabo de un rato, el cacique Tzepalatzetzelatli dice que nada, que el casco no es como la caja y que el barbas ese y sus amigos, pueden empezar a correr. Y Pero Sancho de las Dos Puertas queda como el único superviviente de la fallida fundación de Nueva Virgen Santa, todo por dejar el casco demasiado a la vista. No hay que dejarse querer por el sol.

miércoles, 22 de febrero de 2012

El día que tembló la Panrico




'Pues llegas y te sientan en una mesa y te van dando yogures de todos los sabores, los que quieras...'. 'Y nos dieron una bolsa llena de pastas'. 'Y nos iban dando cacaolats a todos...'.


Jamás ha estado tan cerca la Panrico de verse reducida a cenizas que cuando nos llevaron de excursión con el colegio a visitar sus instalaciones. Iríamos nosotros a cuarto o quinto de EGB y durante años los chavales más mayores nos habían ido calentando la cabeza con las excelencias de las visitas a las empresas. La visita a la Danone, la visita a la Panrico, a la Cacaolat... Todos venían diciendo que se habían puesto ciegos, que habían comido, que les habían dado, que era como entrar en un parque temático del chocolate y las pastas, de los yogures y las natillas, que todo era maravilloso. Así que esperábamos todos ansiosos a que llegase el día en el que la Directora nos anunciase que había llegado el día. Y ese día llegó. 'Señores y señoritas, tal día nos vamos de excursión a la Panrico'.


Nuestra clase por entonces debería estar compuesta por alrededor de unos cuarenta o cuarenta y cinco individuos, que si cada uno por separado ya podía resultar cargante, no diré lo que podía ser la manada al completo. Nuestra experiencia en cuanto a excursiones se limitaba a las del Zoo y Parque de la Ciudadela, donde podíamos desarrollar todo nuestro potencial. La excursión a la Panrico se presentaba como un salto a la madurez. Ya no éramos niños, pasábamos a ser hombrecitos y mujercitas que iban a disfrutar de las ventajas de la civilización y el progreso empresarial. Íbamos a contemplar en vivo cómo se hacían esas delicias que muy de vez en cuando nuestras madres nos compraban (en mi casi nunca o nunca). Sin embargo, la Directora, que ya nos conocía, nos advirtió que no iba a tolerar desmanes, malos comportamientos, rebeldías, ni nada parecido. Que nos jugábamos futuras excursiones. Que nos portásemos bien.


Pues nada. Nos dirigimos a Santa Perpètua de la Moguda en autocar. Muchos no habíamos desayunado pensando en la bacanal que nos esperaba en aquel santuario del chocolate. Muchos años después, viendo Charlie y la fábrica de chocolate... en fin.


Cuando llegamos allí, no nos recibieron dándonos cosas, pastas, un pequeño tentempié, un algo, si no que comenzó un paseo por las instalaciones de la empresa. Por aquí, por allí. Runrún. Cierto malestar. No sé quién empezaría, pero alguien tuvo que soltar lo de '¿cuando desayunamos?'. No estábamos para explicaciones sobre la historia de la fábrica, sobre tontunas empresariales. Teníamos diez, once o doce años y sólo queríamos comer. ¿Era tan difícil entenderlo? La rebelión estalla cuando al cabo de una hora de paseos, nos llevan a la planta donde 'hacen' los bollicaos, los donuts, todas las pastas de nuestros sueños. Vemos las máquinas esas por las que pasan los bollos y las mangueras con el chocolate que los penetran. Vemos los chorros de chocolate que pasan por encima de los donuts. Vemos los baños de chocolate que le dan a los phoskitos. El Pepe, creo que fue él, rompe el hielo y mete el dedo en uno de los chorros de chocolate. Detrás de él, la marabunta. La revolución.


¡Tenemos hambre! ¡Queremos comer! De repente, nos unimos todos en un coro de peticiones. Queremos comer, queremos comer, queremos comer. Cuarenta niños gritando, el señor o la señora de la Panrico mirando a la Directora con cara de... ¿y esto? Y la Directora de todos los colores. Queremos comer. Tenemos hambre. Tenemos hambre. Y a nuestro alrededor un festival de pastas que nos pasan por arriba, por abajo, por los lados. Chocolate, pastas, bollicaos, donuts. De todo. Y nosotros sin desayunar. Y queremos comer. No queremos sufrir más. Queremos comer. Queremos comer. Tenemos hambre.


Por si fuera poco edificante la escena, de repente el Isi descubre unas bolsas repletas de muñequitos del He-Man. Eran los muñequitos que salían en los phoskitos, creo. El Isi sale disparado hacia las bolsas y se tira en plancha hacia ellas. Mete la mano hasta el fondo y saca muñequitos que se mete en los bolsillos, en los calcetines, donde fuera. Y detrás de él, todos. Todos. A por las bolsas. Unos encima de otros. Sin orden. Desbandada. Unos siguen con su protesta contra el hambre. Otros van a por los muñecos. La Directora está apabullada. Sabemos que nos estamos pasando pero nos da igual. Qué caos, qué jolgorio, qué revuelta, qué imagen.


Nos habían prometido el Paraíso y nos lo vamos a llevar por las buenas o por las malas. Qué risas, qué fantástica mañana, con los calcetines y calzoncillos llenos de He-man y skeletors. Cuando acaba el paseo infausto, nos llevan a la salida y unos operarios nos dan una bolsa con donettes, bollicaos y donuts. Tampoco demasiados. Y como tampoco eran demasiados no tardamos ni un segundo en hacerlo notar. 'Qué poco'. Y el coro de 'Qué poco', se hace clamor. Más vergüenza para la Directora.


Nos volvemos al autocar y allí la Directora descarga su furia. Nos llama de todo y nos dice que es la última vez que salimos de excursión. Que nunca más. Y así fue. Nunca más. No volvimos de visita a ningún sitio. Tan sólo una vez, ya casi al final de la EGB nos llevaron a la Revlon, pero porque ya teníamos todos bigote prácticamente y bajo serias advertencias de que cualquier mínimo pollo nos dejaba sin viaje de fin de curso, y nos portamos.


El día de la Panrico no lo olvidamos jamás. Qué fantástica mañana.


Visto el chantaje patronal al que someten a han sometido a los empleados de la Panrico últimamente, teníamos que haber hecho la gracia completa y haberle metido fuego a la fábrica, copón. En nombre de mis compañeros, que tuvimos en nuestras manos su futuro, nos solidarizamos con ellos. Ya han votado que si a la reducción de todo. Solidaridad. Pero no olvidamos. Seguimos teniendo hambre.

martes, 21 de febrero de 2012

Cartas a Etxone



Ustedes dirán lo que quieran, o nos ponemos nosotros o vienen de fuera y entonces qué. Así que los del grupo nos pusimos manos a la obra y nos decidimos a investigar en la obra del antropólogo canadiense Tom Tolonson, 'Cartas a Etxone', por que nos habían dicho que ahí teníamos mucho para aprender. Y bueno. Todo, todo, no. Pero algo, si. Por ejemplo:

'Querida Etxone. Tengo todo el brazo en carne viva de rascarme. Ayer fui paseando hacia la playa y encontré un mercadillo callejero. Me pareció interesante para continuar con mi tarea de reconocimiento de los lugareños y además, pensé que quizás podría encontrar algo bonito para poder enviarte a casa. Etxone, los aborígenes de estas tierras son gente extraña, ya te lo he dicho en más de una ocasión, pero creo que lo que he visto en este día supera con creces todo lo que había observado. Avancé hacia donde se encontraban los vendedores, que tendían unas telas en el suelo en las que depositaban objetos de lo más diversos. Que si una pinza, que si un almanaque, que si un tomo de una enciclopedia, que si un juego de té, que si un camafeo (¿sabes lo que es un camafeo? porque a mi me lo tuvieron que explicar), cuadros de ciervos acosados por perros en una cacería, muebles desvencijados, sortijas, revistas antiguas, vestidos, trajes de operario de la compañía del gas, sombreros de copa, perchas a granel... alrededor de estos puestos improvisados, mujeres vociferantes acosaban al transeúnte ofreciéndole calcetines 'de los que no aprietan', sostenes y bragas, calzoncillos, mecheros de cocina 'buenos buenos', y ajos. Ajos. La verdad es que estaba completamente embriagado por el colorido de aquel lugar. De tal manera que olvidé mi interés hacia los objetos como algo susceptible de ser comprados, para simplemente empaparme del ambiente, ser uno más, respirar su aire, sentir lo que ellos sienten, ser bañado por su mismo sol. Así que cerré los ojos y extendí los brazos en cruz, como si hubiera sentido un arrebato místico, aguzando el oído para que no se me escapase nada, cuando una mujer me estiró de la manga y me dijo: 'moreno, antes de que salgas volando mírame que ajos tengo, corazón, que con estos ajos tan hermosos vas a tener un viaje que ni con la Iberia'.

Miré a ver quién era la que me hablaba así y me encontré con una señora mayor, morena, con el pelo negro muy mal teñido estiradísimo hacia atrás y enganchado a una laña. Su vestuario era semejante al de muchas de las responsables de aquellos tenderetes, pero ella vendía sus ajos de manera ambulante, por lo que comprendí que los dependientes de uno y otro negocio, no se distinguían entre sí de ninguna manera. Etxone, la señora mayor me puso una cabeza de aquellos ajos en la mano y con voz profunda me dijo 'pero mira que ajos, mi rey, mira, si son grandes como melones'. Y la verdad Etxone, que aquellos ajos eran bien grandes. No me preguntes porqué, pero en aquel momento y sin pensarlo me metí los ajos en la boca. La cabeza de ajos entera. Como bien sabes, Etxone, nosotros no utilizamos mucho el ajo en nuestras vidas, y no sé si fueron los nervios, la excitación del momento, o el no saber cómo demostrarle a la señora aquella que si, que efectivamente apreciaba sus ajos, pero el caso es que yo me metí la cabeza de ajos en la boca y empecé a masticarlos. Etxone. Ya son trece meses los que llevo en este encantador lugar y jamás me había sentido así. Mascando aquellos ajos, con piel y todo, de repente, estaba sintiendo sensaciones que jamás habría imaginado. Yo no sé dónde cultivarían aquellos ajos, no sé qué otras sustancias llevaría en su mandilón la señora aquella, ya que de allí sacaba los ajos que vendía, pero empecé a encontrarme mal. Durante unos minutos, no sé si horas, perdí el conocimiento, Etxone, y cuando volví en mi, estaba en el cuartel de la Guardia Civil, y me dolía todo el cuerpo. Un número me dijo que 'menudo pollo había montado, que a quién se le ocurre, que tenía a todos los vendedores en la puerta del cuartel deseando lincharme'. Me dolía mucho el brazo. Tenía el brazo derecho en carne viva y me picaba muchísimo. El número me decía que si, 'que ya me podía mirar el brazo ya, que si yo tenía mal el brazo, que le preguntase al señor Manolín el de las especias, que menudo cristo le había montado'. Al parecer, después de ponerme a comerme los ajos, me había dado un ataque de histeria o algo así, y me había puesto a correr, saltar, agitarme, tirarme al suelo con horribles espasmos, y lanzarme como un kamikaze contra algunos puestos. Destrocé uno de espejos antiguos, la armé en otro de películas pornográficas (al parecer, me las frotaba por el cuerpo), salté encima de unos preciosos singles de Fosforito (un cantaor de por aquí, antiguo, creo que ya no canta, lo tengo que investigar), y finalmente, cuando ví al tío de las especias, me fui a por él como si hubiera visto al mismo demonio. Por lo visto, me había enganchado el brazo antes en un tenderete y me estaba saliendo sangre, pero yo no me daba cuenta. Me tiré contra el tenderete y fui a parar al saco de la pimienta y el pimentón. El brazo en carne viva. Y aunque en el cuartel me han vendado el brazo y me lo han desinfectado, me pica y me pica. Y yo venga a rascarme. Etxone, vaya espectáculo. Le he preguntado al miembro de la Guardia Civil que qué explicación tenía lo de los ajos y me ha dicho que él no tiene ni idea, pero que si la gente le quita la piel a los ajos será por algo. También le he preguntado si voy a estar mucho tiempo encerrado y me ha dicho que en cuanto la masa de vendedores se haya disuelto, me mandan para casa. Que tengo que pagar una multa.

Etxone, no sé, pero esto no me había pasado nunca, y ya sabes que he ido a sitios más así que este. Por unos ajos, Etxone. Me pica el brazo que no te cuento.

Etxone, muchos besos y cuando salga te cuento más, que solo me han dejado dos hojas de papel.'

Pues eso. Que o lo contamos nosotros o a saber lo que entienden los de fuera.

lunes, 20 de febrero de 2012

Diálogo



- Hombre, hombre, hombre. Qué alegría tan grande.



- Ay, gracias. ¿Nos conocemos de otro sitio, no?



- Si, mujer, de hace ya... uf, no me acuerdo. Hablamos hace tiempo. Y fíjate, el sábado estábamos hablando de ti y ayer sales ya en la gala de los Goya como una campeona. Qué alegría.



- Ya ves. De un pelo. Pero bueno, aquí estoy. Remontando.



- Pues si. Muy bien. Silvia Abascal. ¿Te quieres creer que el otro día, cuando estábamos hablando de ti, tenía en la cabeza todo el rato el nombre de Isabel Garcés? Y claro, tú no eres Isabel Garcés, que ella era una actriz muy mayor que hacía de abuela de Marisol y eso.



- Debe ser porque hice algún papel en el que me llamaba Isabel y se te quedaría el nombre.



- Pues debe ser eso. Es que tienes cara de llamarte Isabel. No sé. Aunque te digo una cosa, no he conocido a ninguna Isabel rubia. Pero oye, las cosas de la cabeza.



- Dímelo a mi.



- Ostia, perdona, vaya comentario tan fuera de sitio. Perdona, de verdad.



- No pasa nada. Oye, te gustó la gala o qué. ¿La viste entera?



- Pues si, la vi entera. Mira, tenía interés por saber si se zumbaban al Almodóvar o qué.



- ¿No lo puedes decir de otra manera?



- Es cierto. Estoy un poco... en fin. Tenía ganas de ver si la del Urbizu ganaba. No es que le tenga una animadversión especial a Almodóvar, pero es que la peli última no me gustó mucho. Me gustó más la de los malvados. Y me parecía injusto que no le fueran a dar los premios gordos al otro, solo porque Almodóvar podía montar un pollo o algo.



- Qué pollo ni qué pollo. Hay que ver cómo es la gente. Os situáis ahí en un plano en el que se tiene que estar a favor o en contra y si no hacéis por que el otro se sienta mal, se enfade, la arme, no os dáis por satisfechos. Y cuando se cabrea, decís, 'qué tonto, y encima se enfada'. Qué país.



- Si, es como lo que contaba Gila ¿no? Eso de las fiestas del pueblo en la que le hacían a uno mil púas y luego si se enfadaba le decían que 'si no aguantas las bromas, vete del pueblo'.



- Más o menos.



- Pues eso. La gala pues mira, bien. Me hicieron gracia los sketches...



- Uy, qué técnico. Sketches...



- Si... los números de la Cayetana con las instrucciones de la gala. Con el momento del Karra Elejalde agradeciendo y agradeciendo y diciendo... seré breve. Lo bueno es que fue justo después de que el Lluis Homar se liase y se liase...



- Pero ¿te pareció aburrida o sosa?



- No, bien. Normal. No sé. Bien. Y como siempre, las muchachas. Guapísimas. Ana Alvárez, por dios. Marta Etura, Angie Cepeda, Lucía Jiménez el ratito que salió bailando... tremendas.



- Siempre estamos con lo mismo.



- Bueno. Mira. Algo hay que mirar.



- En fin. Supongo que irías a la mani de la mañana ¿no?



- Si. Fui. Conseguí arrastrar al padre del invento. Allí fuimos los dos.



- ¿Mucha gente, no?



- No sé. Gente. Mucha, no sé. Yo creo que hubo más en la última de los Indignados. En octubre o así. Mucha más. Aquí había gente, pero más o menos como el día de la huelga. No sé.



- Te veo un poco así.



- Si. Porque mira, me tocó las pelotas que viniera la gente del Psc. Así de cruel. No entiendo que hace dos meses justificasen esto y aquello, y ahora volvemos a ser todos amiguitos. Pues no. Me toca las meninges. Me enerva. Que la gente, los militantes, haga lo que quiera, pero ver a la Chacón, al Navarro, a mi alcaldesa que hace un año justificaba las reformas y los cambios y los recortes porque había que estar con los tiempos y los cambios. Pues mira, no me hace gracia.



- Hombre, pero no se puede ser así. Ahora tenéis que estar todos unidos, supongo ¿no?



- ¿Unidos? A ver... dios dijo hermanos, pero no primos. Los de la Cgt iban por libre, y supongo que otros colectivos también. Y lo entiendo. Ugt y Ccoo son vistos más como parte del problema que como 'compañeros'. Imagínate el Psc. Fatal.



- Pues lo tenéis claro entonces.



- Claro no. Azul oscuro casi negro.



- A ver si seguís para delante o qué hacéis.



- Yo que sé.



- Y el resto ¿qué? ¿todo bien?



- Bien, si. Tirandillo.



- Oye, que me estoy fijando... ¿esto es nuevo no? ¿esto lo has cambiado verdad?



- Pues si. Ya no estamos donde antes.



- Parece como más amplio ¿verdad?



- Si, si. Y con más cositas y tal. A ver.



- Oye, que tanto rato de pie me canso. Que a ver si nos vemos otro día.



- Muy bien. Que me alegro mucho de verte. En serio.



- Gracias.



- Nos vemos.

domingo, 19 de febrero de 2012

Enrique Sierra


Fue la primera canción que, después de tararearla por haberla escuchado por la radio, me atreví a compartir con un compañero de clase. Los dos cantando 37 grados de Radio Futura. Piel de conejo, un montón de huesos... Nunca fuimos de Radio Futura, no sabemos porqué. Nos dimos cuenta de que nos gustaban quizás un poco tarde. A cara o cruz, No tocarte, Escuela de Calor, Annabel Lee, El canto del gallo, El tonto Simón, La negra flor... son muchas. Y nos faltan las de Kaka de Lux, que también. Pero como esos primeros días, con el Edu cantando 37 grados... nada.
Enrique Sierra, guitarrista de la banda e imagen inquietante de la misma, ha fallecido hace unos días.

viernes, 17 de febrero de 2012

Cuidado



Yo creo que el odio no es bueno. Como casi todo el mundo, me atrevo a considerar que es más sencillo vivir ya no en la armonía y la hermandad con todo el género humano, sino simplemente en la ausencia de trato con quien no me cuadra. No insisto. Si es que no, pues es que no. Y no pasa nada. Porque el exceso de trato con aquellos que ya con una visual sabes que se te están atravesando no lleva más que al odio, al rencor, y a cometer acciones de las que quizás nos debamos arrepentir, cuando no pagar por ello un elevado coste o hacérselo pagar a los demás. Pienso que yendo cada uno a la nuestra, sin pretender ser la ya famosa monedita de oro, que busca que le quieran todos, y limitarnos a intimar sólo con quienes ya sabemos que vamos a estar en sintonía. Pero claro, uno es uno, y los demás son los demás.

Así por ejemplo, nos encontramos con el caso de las dos mujeres que desde la infancia han compartido aula en el colegio, clase en el instituto, banco en la facultad y han mantenido una convivencia que, aunque disfrazada de amistad, no lo parece tanto. Porque si. Podemos quedar para tomarnos unas vercezas, perdón ver.. a ver, cervezas, con alguien, pero eso no nos convierte en amigos. Podemos compartir el lecho en una acampada por la destrucción de las nucleares, pero eso no nos hace querernos más. Podemos ir juntos a recoger los papeles de inscripción en un curso de Alfarería, pero por ello no vamos a generar un cariño entre nosotros que es más bien una ilusión que una realidad. Y todo pese a que una de las integrantes de esta pareja desafortunada sí que considera que es amiga de la otra.

¿Cuántas veces no habrá ocurrido? De los dos, uno es quien quiere, quien tiene estima, quien considera que puede contar con la otra persona. Y quizás la otra simplemente está allí... porque no tiene a nadie más. Porque pese a que no soporta de nunca jamás a quien tiene al lado, se ha quedado atrapado en una relación que le sirve para ir tirando pero que no hace más que generarle un rencor y una insanía que para qué.

Y van pasando los años. Y a veces hay roces, y en ocasiones las cosas parece que van mejor, y en otras parece que peor. Y las vidas de cada uno son de cada uno, y yo no soy quién para juzgar a nadie. Yo ya he planteado lo que opino sobre el tema, pero siempre soy consciente que de lo que y opine sobre un tema a lo que luego haga, dista un trecho larguísimo. Las personas somos realmente difíciles de entender. Lo que no quita que sea bonito opinar sobre ellas y sus comportamientos, claro. Faltaría más.

Estas dos mujeres, de las cuales una es cariñosa, afectuosa, inquieta y con ganas de ver y vivir, y la otra es oscura, obtusa, corta, susceptible y temerosa de todo lo que le rodea, han planeado un viaje. Lo ha planeado la primera, que es quien tiene ganas de hacer algo en uno de aquellos puentes que hoy ya se asoman a nuestro recuerdo como momentos tan bonitos que pasamos y que ya no volverán. Los puentes. Maldita sea su estampa. La del que eso. Bueno, eso es otro tema. Al asunto. La primera planea el viaje, en el puente de un San Juan, para ir a conocer Sevilla. La magnífica ciudad de la orilla del Guadalquivir. Córdoba también está a la orillita del Guadalquivir, pero no es lo mismo. Muy bonita también, pero no es lo mismo. Sevilla, encantadora. Sevilla, el embrujo. Sevilla, lejos de los trasiegos de la Semana Santa, de la Feria de Abril, de las aglomeraciones. Una ciudad bonita porque sí. Con su Barrio de Santa Cruz, con su calle Betis, con su calle Sierpes, con su puente de Triana, con su plaza de la Maestanza, con la Giralda tan bonita, con sus bares en los que por un precio que puede parecer que te lo regalan pero no, te comes un montadito y te piensas que has descubierto la maravilla y posiblemente lo sea... Sevilla, ciudad del arte y de la gracia, Sevilla, mujeres del pelo largo y traje de faralaes, Sevilla, donde los hombres parece recién bajados del caballo. Y otra Sevilla, de la Alameda bohemia, de los jipis tocando la guitarra, del italiano por cabeza, del findesemanaencadiz, de la servesita aquí haciendo nada. Sevilla, qué lugar.

Y qué calor. Porque es lo primero que dice todo el mundo de cualquier parte a la que va. Cuando hace frío no decimos 'qué bonito'. Decimos 'qué frío hace', y luego ya 'qué bonito'. Y cuando hace calor no decimos 'no vale un pimiento la Sagrada Familia esta', sino 'qué calor, ¿no?'.

Así nuestras heroínas nos permiten acompañarlas con el pensamiento por esas calles tan bonitas, entrar en los bares más típicos, y mientras una de ellas lo vive todo con ojos golosos, con espíritu vivo y alegre, la otra está molesta. Molesta con las ganas de vivir de la otra, con su alegría, con su desparpajo, con que los chicos se acerquen a ella, con que las chicas se acerquen a ella también, con que todo el mundo se fije en ella antes que en... ella. Aquí lo debería haber escrito de otra manera, supongo. Ella y la otra. Bueno, avanti. El resquemor de la susceptible, hacia la vigorosa, va en aumento.

Sevilla, finales de junio. El verano acaba de entrar por la puerta, y lo que en otros sitios es una temperatura agradable, en Sevilla ya se convierte en un pequeño infierno para quien no esté acostumbrado a esa combinación de calor espantoso y humedad asfixiante cortesía del Guadalquivir. Sevilla, un calor espantoso. Las pieles empiezan a desprender el líquido que surge de las glándulas que te dije.

Para que el viaje se destensione un poco y viendo la cara de tuso que se le está quedando a su falsamente considerada amiga, la amiga vital lanza el comentario:

- Se suda.

- Y tú cabezuda.


Que tengan un buen fin de semana.

jueves, 16 de febrero de 2012

Polda dice



- Nos estábamos enredando en una discusión que no sabíamos ni cuando comenzó ni cómo debía terminar, cuando el Gerito se calentó y dijo que se iba a su casa 'pero ahora mismo' a buscar un libro que se había leído hace tiempo, en el que decía que lo que nosotros pensábamos era ya no un error, si no, como sólo el alcohol era capaz de decir: una mierda así de grande.

Bien. Cogió su chaqueta y se fue para casa. No vivía muy lejos, pero al menos entre ir y venir, calculamos que media hora o más tendríamos que estar esperándole. Así que para matar el tiempo, le preguntamos a Polda sobre cómo le iba en el teatro, que si estaba funcionando la obra que estaban representando y que qué tal le iba con los compañeros. Vamos, que diese conversación. Y Polda nos dijo que la obra estaba yendo un poco así. Que mientras la estaban ensayando y tal, que todos se habían encontrado muy a gusto y como que había funcionado una extraña química entre todos los miembros de la compañía. Incluso con el ruso, Rasim, que tenía fama de vivalavirgen, la cosa había ido bien, y todo el mundo estaba colaborando perfectamente. Y no era fácil, porque ya de por sí la obra se las traía. Estaban adaptando unos relatos de un dramaturgo húngaro, un tal Fenosz Bulyko o Bulyko Fenosz, en los que el protagonista no existía, tenían que buscarlo. 'Es decir', nos dijo Polda, que con la lengua suelta empieza y no para, 'que en cada relato, el protagonista se había ido a mitad de la acción y todos nos quedábamos esperándole, creando una tensión en el espectador que no sabía qué pasaba hasta que finalmente todos íbamos abandonando el escenario, ponemos una música para separar cada fase y empezamos con un nuevo cuento, en el que inevitablemente vuelve a pasar lo mismo, cuando parece que el protagonista consigue ponerlo todo en orden, le llaman y sale de la escena, pasa un cuarto de hora y recogemos y nos vamos'.

Eso, en los ensayos había sido maravilloso de ver. Porque todos se metían en el papel del que espera y espera y se creaba un climax que era 'como estar en trance', según Polda. ¿Y qué ocurría una vez que la empezaron a representar? Pues que el público, aunque en su mayoría estaba avezado en contemplar las mayores tropelías escénicas, y ya hoy en día nadie se asusta de nada, no le veía la gracia al asunto. Y no es que no hubiera entre la platea gente que inmediatamente sacase una conclusión sobre el asunto, buscando explicaciones, paralelismos, metalenguajes, intrahistorias, símiles, bucles y el copón. Porque listos en este mundo hay muchos. Y gente con morro más. Simplemente es que para el grueso de los espectadores, aquello, gracia, gracia, no tenía. Y como suele ocurrir, el viajado, el cosmopolita, aquel que se precia de saber más que nadie, aventuró que algo parecido 'ya lo había visto en Edimburgo'. Claro.

Vamos, que tenían contratado un mes, pero que igual con tres semanas iban más que serviditos. Y claro, habían empezado a surgir ciertas disensiones. No por parte de Rasim, por ejemplo, que parecía como sedado o drogado, porque estaba de un tranquilón que asustaba. Polda ponía voz de ruso y decía 'Yo no quiero problemas, vosotros decir y todo bien'. Pero algunos actores, sobre todo Josealbertito, que hacía el protagonista, pedía que si eso, que en algún cuento, podían hacer volver al actor y así el público. Pero no. El director, el señor Aurelio, decía que nada de nada, y Polda ponía voz engolada y decía 'el respetoooo, el autooor, nooooo, nooooo'. Y así.

Ya lanzada, nos dijo que 'que no salga de aquí, pero me está empezando a gustar el ruso, y yo creo que le gusto a él también'. Y quisimos sonsacarle más cosas, que si había pasado algo, que cómo era eso, que ella siempre había dicho que Rasim era un tío poco de fíar, pero que ella le veía ahora cambiado y eso. Vamos. Ver para creer.

- ¿Y Gerito?

- ¿Gerito? Gerito se quedó en casa dormido y no volvió.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El gélido Tolya

Bien. Tanto tiempo disfrutando de este amor. No sé cómo sigue la letra. Tanto tiempo disfrutando de este amor. Ni no ni no ni no ni. Sabor a tí. Aquí tendré que tener más cuidado con las tildes. Me tendré que fijar más. O no. No creo. No. A ver. Tanto tiempo disfrutando de este amor. Sabor a tí. Tí. Ti. Porque ti no lleva tilde. ¿O era sabor a mí? ¿Mí lleva tilde? Sea como sea, el movimiento ya está hecho. Tanto tiempo disfrutando de este amor. Ha costado hacer el movimiento pero no por otra cosa uno es quien es. Moverse. Ya he movido. Ya está hecho. De aquella manera. Pero ahora ya no se puede hacer otra cosa. Y este no ha sido el primer movimiento, que ya hace unos años me puse y no paré. Pero como este movimiento, no sé. No. No lo había hecho antes. A ver, yo estaba bien, tranquilo, a mis cosas, pero de repente algo cambió y ya no me quedaba otra que mover. Moverme. Para una vez que me muevo, tampoco vamos a minusvalorar la decisión. Un movimiento. Con que sea la mitad de bueno que el movimiento anterior ya me puedo dar por satisfecho. El movimiento. Tanto tiempo disfrutando de este amor. Y tu siempre llevarás sabor a mi. Sabor a mi. Dice sabor a mi la canción. Como empiece a distraerme con las canciones, estoy listo. A ver. ¿Entonces cómo va esto? ¿Quién mueve ahora? ¿Yo otra vez? No, hombre. Te toca a tí. Ya, ya. Ya corrijo. Ti. Te toca. ¿Me toca otra vez?