viernes, 27 de diciembre de 2024
Le Congrès ne marche pas - La Calòrica
Porque vosotros sois gente normal y del Congreso de Viena tenéis una idea lejana, pero claro, yo el Congreso de Viena no es que me lo sepa de pe a pa, pero si me preguntas te puedo explicar más o menos. Así que claro, cuando mi hermano me regala dos entradas 'a ciegas' y me dice luego que la obra va sobre el Congreso de Viena, pues yo ya voy predispuesto a que sea bien. Un bien total. Y la verdad es que la obra es un bien. Un bien porque de lo que va el Congreso de Viena tal y como lo cuenta La Calòrica es de cómo las clases dirigentes, pero la dirigentes de verdad, no las de los burpees y esas cosas, se organizan, se trabajan, se curran y se lo pasan todo por el forro porque en realidad son pocos los momentos en los que ven que todo se les puede ir al carajo. Y tienen miedo, sí, siempre tienen miedo, pero también se esfuerzan en que ese miedo no sea realizable. Es decir, tienen miedo a que de alguna manera nos organicemos y les jodamos la fiesta, pero se aseguran de que ese miedo nunca sea tangible. O que eso que les da miedo no pueda llevarse a cabo. Lo primero y principal, es inocularnos la idea de que no hay alternativa. Pongámonos en situación, el Congreso de Viena se lleva a cabo en Viena cuando después de la derrota de Napoleón allá por el 1813 después de que este vuelva de Rusia bastante debilitado, se le plantan prácticamente en París y le obligan a abdicar y salir pitando. Lo encarcelan en la isla de Elba y las potencias deciden que han de reunirse en Viena para ver cómo se reparten el mundo. Y cómo aseguran que lo que ha pasado, esos 30 años desde la Revolución Francesa en los que han visto peligrar de manera real su poder, su forma de organizar el mundo y la vida de todo el mundo, no vuelva a pasar. Lo que pasa es que eso de organizar y ponerse a pensar y tal, no es tan sencillo y el tiempo pasa y a Napoleón le da tiempo a escapar de Elba y volver a ponerse en marcha y solo lo paran en Waterloo un poco de milagro. O eso es lo que siempre me ha gustado pensar a mí. Yo, de hecho, tengo un juego de estrategia sobre la batalla de Waterloo y, aunque solo he podido jugar yo contra mí y a veces con mi hermano cuando este era todavía lo suficientemente pequeño como para... bueno, que en mi juego de Waterloo, según cómo y si te lo montabas bien, (y entendías bien las reglas) ganaban los franceses. A lo que vamos, lo que estas potencias, reyes, diplomáticos, etc, tenían claro, era asegurar que 'no había alternativa'. Que no hay otra opción posible que el ser gobernados de la manera que unos pocos decidan y para proteger sus intereses. Eso es lo principal. Y esa manera puede ser una y puede ser diversa, pero nunca es la tuya, por mucho que te parezca que sí, que tú también eres parte del tema. No. No lo eres. No lo somos. Esa no alternativa puede ser el absolutismo, el antiguo Régimen, pero también puede ser el liberalismo económico o el neoliberalismo. Pero nunca otra. Así, si da para pensar todo lo que la obra nos muestra de ese Congreso de Viena grotesco, lo que da escalofríos es el discurso de Margaret Thatcher en 1990 para defenderse de una moción de censura en el que incide en el tema de que no hay alternativa. Y lo verdaderamente pasmoso es que, después del Congreso de Viena y ante ese 'no hay alternativa', hubo diversos e importantes movimientos revolucionarios que hicieron que el progreso avanzase. Sí, que avanzase. Que los derechos se extendieran. Sí. Revoluciones e ideologías para sustentarlas. Lo pasmoso y triste es que, desde que Margaret Thatcher inoculase el veneno de que no hay alternativas al neoliberalismo, al mercado como sacrosanto guía, a las austeridades, a todo eso que se supone inamovible, no haya habido nada con cara y ojos que se le haya podido poner delante como alternativa. Y si la hay, no la conocemos. Y si la conocemos, nosotros mismos nos encargamos de pensar que, bueno, que es posible lo que es posible y que ahora mismo. A nadie se le plantea una revolución como salida para nada. Y quien te plantee una revolución, tenle miedo. Y las revoluciones que se nos plantean como posibles, son precisamente más reaccionarias que cualquier otra cosa. La obra es un montaje complejo, con los actores y actrices interpretando sus textos en frances, en ruso, en inglés, con la consabida garrulización del representante español que era el más tonto, el más ignorante, etc. Pero al menos lo representa un actor, peor es ser el rey de Prusia. Una obra que es interesante, que provoca debates, que te hace pensar y que parece de actualidad ante un panorama en el que como dice la obra citando a Gramsci 'lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer y en medio...'. Lo que no sé yo es si lo nuevo no está naciendo ya y es el monstruo. ¿No hay alternativa? Vayan al Poliorama y reflexionen sobre el tema.
viernes, 18 de octubre de 2024
Tots ocells - Oriol Broggi
Hace unos días se celebró la Biennal del Pensament en Barcelona. Pasaron por nosequé espacio diversos escritores y pensadores que reflexionaron sobre el mundo y sus misterios. En uno de los reportajes del Telenotícies, en los que se esfuerzan en pintar esa Catalunya de obras de teatro, estrenos en el Liceo, exposiciones tal, pusieron sus cámaras allí en la Biennal y en concreto en la aparición de Wajdi Mouawad, autor de la obra Tots ocells. Wajdi Mouawad es un autor nacido en Beirut, Líbano, pero canadiense. Ponían micros al público y una señora decía que había ido a ver Tots ocells ya dos veces. A los pocos días, mi compañera me dijo que recordara que íbamos al teatro el miércoles. El miércoles no puedo, igual puedo, pero así de primeras no puedo. No recordaba ni la obra que iba a ver. Finalmente las piezas encajaron y pude ir a ver la obra. Era Tots ocells y en mi cabeza la imagen de aquella señora yendo a ver dos veces la obra estaba muy presente. Ya tiene que ser buena, porque además son tres horas. O más. Bien. Totalmente mediatizado por mis lecturas sobre charneguismo, me fijo en el elenco de la compañía en el cartel que preside la entrada recinto teatral, un espacio que yo no visitaba desde hacía por lo menos 20 años. El espacio es una maravilla. Veo el elenco, el personal, la dirección. La obra. Un príncipe, hijo de un rey, claro, vive en palacio pero le gusta salir por ahí a ver mundo. Un día conoce a una muchacha que es esclava de un magnate. La esclava es muy guapa y el príncipe se enamora. Pero no se pueden casar, él es príncipe y ella es una esclava pobre y posiblemente sea musulmana porque el magnate es un malísimo magnate de origen bereber. Y la familia de él se opone, claro. Y hay una trama y disputas y al final, por arte de nosequé, se descubre que la esclava fue raptada de niña de un palacio por parte de unos piratas moriscos y ella es, no solo cristiana, sino la hija perdida del duque de tal. Este argumento, digno de Lope de Vega, por ejemplo, es, de otra manera pero no tan de otra manera, el qué de una obra de tres horas y cuarenta y cinco minutos con el conflicto de Palestina como fondo. Un conflicto en el que se exponen los motivos, los traumas, las contradicciones, los dolores, las firmezas, las intensidades de una de las partes, y el lirismo y la poesía y la delicadeza de la otra. Un conflicto que nace de un dolor y que se quiere resolver con unas metáforas sobre pájaros y peces que casualmente coinciden con las partes menos estimulantes de una obra que a medida que va transcurriendo y que se van sucediendo los giros finales transforma toda esa intensidad en una sensación de gato por liebre. Un folletín disfrazado de denuncia o de radiografía del mundo actual, tal y como reza en el folleto. Con momentos en los que un progre de nivel medio, un progre de nivel Broncano, se sonroja, como el arrepentimiento y perdón de una violadora así porque sí. Tres horas y pico de interpretaciones al límite de lo posible, rayando en altísimos niveles de emoción, de desgarro, de todo, pero que no sirven para otra cosa que para disfrazar de bienal de pensamiento algo que está diseñado y pensado para tocar la fibra sensible en muchos palos, de muchas maneras y colocarnos un mensaje final confuso, sin buenos, ni malos, ni nada. Y una cosa es una cosa y otra cosa es otra. Pero un poco ya es la tónica de todo. Y es que viendo el chozo, se ve el melonar.
martes, 19 de diciembre de 2023
Crónica de la actuación de Cocoteva en el Teatre Sagarra interpretando aquella obra que también tiene Coco en el nombre. Santiago de Compostela.
En el mundo del fútbol hay un dicho que dice que quien perdona acaba perdiendo. En el mundo de la política hay quien dice que el que se mueve no sale en la foto. En el mundo de la jardinería se habla de que el exceso de agua puede matar a algunas plantas. En el mundo de la música se dice que los primeros discos eran los buenos. Todo el mundo tiene algo que opinar sobre cualquier cosa y hay opiniones que se han establecido como canónicas al ser adoptadas por una mayoría que posiblemente hubiera podido generar otras opiniones si hubiera tenido la posibilidad de expresarlas. La quizás última representación de Cocoteva de esa obra que tiene el Coco en el nombre es una experiencia que mueve a la opinión y al aprovechamiento de recursos. Ha sido. Quién sabe si volverá a ser porque a esta central de noticias y opinión llegan informaciones contradictorias. Una vez más, pues, un año más, Cocoteva se lanza a la escena para interpretar una obra que todo el mundo conoce, que a todo el mundo sorprende, que todo el mundo ya tiene calculada, pero que siempre encuentra a alguien nuevo que a tu lado dice 'no me estoy enterando de nada', y tiene usted toda la razón porque aquí no hemos venido a entender nada, aquí hemos venido a esperar los momentos estelares y cada uno de nosotros tiene el propio y a aplaudir y a seguir el ritmo con cada amago de canción que aparezca en el audio. Con todas, no. Ojo. Hay una tarifa sentimental en la conciencia de uno que le obliga a ser selectivo en ocasiones. Pero así a bulto, todas se aplauden. Efectivamente, el año fui uno de ellos y el año pasado disfruté tanto que no he querido este año emborronar aquella cumbre interpretativa y sensorial con una nueva interpretación a la que quizás no le hubiera encontrado ya matices. Lo di todo y todo recibí. Así que lo mejor era no empañar ese vívido recuerdo en las retinas y oídos de toda Badalona y continuar con mi vida por otros caminos y derroteros. Sin embargo, allí estaba, dispuesto a enfrentarme al monólogo de Kike Hita por enésima vez, al número de las gaitas, a las incursiones movidas y en esta ocasión riesgosas y trompicadas de la grandísima Merche Meneses, a la canción cabaretera de Víctor Guerrero (esta vez no cantó la del pito), a los enfrentamientos dialectales, perdón, enfrentamientos entre todos los miembros de la compañía, la Andrea, la Rosa, el Hugo, los dos chavales que viven en mi calle que nunca me acuerdo de cómo se llaman, la super vedette Eli, la impresionante Alós que sí, este año ha adquirido nuevos matices en su interpretación y ha añadido cosas que no estaban y se nota y permítanme que me detenga por unos instantes en la sublime Ponxi Dávila. Qué quieren que les diga, es mi debilidad. Desde que aparece con el chandal de Tactel escaleras abajo se gana el escenario y marca un singular antes y después con su lata de cerveza que estás viendo que la lata de cerveza tiene ese último culillo calentorro que no sabes cómo quitártelo de encima y es eterno. Todo eso. Y el momento de la interpretación de María de las Mercedes, se perderá como se perderán las lágrimas en la lluvia si es verdad que nunca más habrá una representación de la obra que tiene el Coco en el nombre. Y tantas cosas. Una obra divertida, contradictoria, a veces tremendamente trasnochada, a veces con morcillas que la quieren adaptar a los tiempos modernos, que tiene siempre al público en estado de alerta. Ahora globos, ahora trapos, ahora cajas, ahora muñecas hinchables. Y así llegamos a un año más de Coco y quizás sea el último y muy merecidamente Xavi Villena puede salir a sacar pecho por haber estado tantos años con esta obra que encaja como anillo al dedo con las características de la compañía y que incluso ha condicionado el resto de performances de la banda. Pero ya está. Lo glorioso es ver cómo la gente se guarda el bocadillito para luego, no vaya a ser. Y es eso lo que le da sentido a la obra. Y eso es lo que es Santa Coloma. No secuantos espectadores, tantísimo dinero recaudado y siempre esa sensación de ser el patito feo de la escena teatral de la ciudad. Ahora, el quue quiera verla, que se vaya a Santiago de Compostela.
miércoles, 12 de julio de 2023
Nessun Dorma - Eu Manzanares
¿Podemos decir que una expresión artística es una venganza? ¿O que a través del arte podemos hacer que las cosas cambien? ¿Es el arte un arma a través de la que canalizar la rabia? ¿Sirve de algo estar en contra del estado de las cosas si no haces nada más que tener conciencia y poco más? Algunos de estos temas ya han estado presentes en la obra de Eu Manzanares, pero es aquí, en Nessun Dorma, la obra que presenta en la Sala Beckett de Barcelona donde todo esto es más explícito. El conflicto de la autora con su obra y con lo que hay fuera de la obra. Nessun Dorma es una obra donde ves a Eu en muchos de los gestos, de las expresiones, de las maneras, de los giros de algunas de las actrices de la obra, en la autora teatral y última representante de la familia compuesta por la yaya que dona sangre para conseguir comida en la postguerra y la madre que limpia pisos de gente bien, y también en la activista exacerbada que quiere bum bum fuego ostia. Es una obra en la que, si conoces a Eu, conoces a la Marga, no puedes permanecer como si lo que te contaran fuera algo ajeno. Es una obra en la que comparas. Comparas a esa madre con tu madre y piensas que tu madre es todavía peor que lo que quiere decir Eu sobre ese sentimiento de condescendencia hacia los 'amos' que muchas veces se tiene... mi madre no tiene condescendencia, o permisividad, o síndrome de Estocolmo, mi madre es que no sabe ser de otra manera y por eso, quizás, la quiere tantísima gente. A lo que vamos, que no es esto. La obra de Eu va sobre la venganza, sí, sobre la venganza que quiere tomarse la autora mediante esta obra con todo un sistema que ha puteado, nos ha puteado, a todos y todas y lo sigue haciendo cada santo día de nuestra vida, o bien, también va sobre el valor de la venganza, el amor, la inutilidad de la venganza, la rabia, la frustración por vivir en un mundo que no cambia o sobre el que no tenemos ninguna capacidad de cambio. Nessun Dorma es el nombre de una de las canciones, no sé si un aria, de Turandot, una obra de Puccini en la que la venganza, el amor y los finales que no son los finales previstos, planean sobre lo que acontece en la representación que prepara Eu a partir de las visitas de su madre a los laboratorios a los que va a donar sangre, o las conversaciones con su madre sobre su trabajo y las señoras a las que va a limpiar. ¿Es la venganza la herramienta? ¿Es esa rabia primaria que parece destilarse en los discursos de la hija lo que triunfa en la obra? Hay un momento, dos, que me parecen muy interesantes y aparecen cuando ese grupo activista que va a hacer una 'performance' y leer un 'manifiesto' se pone a discutir sobre qué están haciendo cuando van a dinamitar una representación precisamente de Turandot y la cosa se pone seria. Ese debate es interesantísimo. Y ahí uno se puede situar con quien le parezca, pero yo me coloco con el personaje que abandona. Y el momento en el que alguien discute con la autora, la hija de la limpiadora, cuando pone en cuestión qué quiere la autora con la obra que está representando. Donde también me coloco al lado de la antagonista. Y luego resulta que la antagonista... ahí pareciera que la cosa podría hacer variar el sentido de la obra. Que esas contradicciones en las que se entran, que esa argumentación podría hacer que todo saltase por los aires, que quizás el amor, o poner más en valor el amor hacia las personas que quieres que el hecho de tomarte la venganza a través de una obra de teatro que, como se dice en la obra, no van a ver precisamente los que han de ser vengados. Pero vayan a ver cómo acaba la obra y así salen de dudas sobre lo que pasa y qué es lo que pasa realmente. Ayer la sala estaba llena y seguro que lo estará y que dará mucho que hablar. ´
Las actrices y actor están enormes. Me encantaron Queralt Casasayas haciendo de yaya y de activista sin solución de continuidad y Júlia Truyol siendo capaz de dar unas réplicas tremendas en esos debates con Queralt Casasayas y con Tai Fati, poniendo en jaque toda la obra y todo el entramado sobre el que se supone que se iba a sustentar. No citaré a Anna Barrachina porque ya se da por sentado que es monumental. Y Pep Blasco sabe hacer perfectamente creíble al que ya lo tiene todo controlado o al que no tiene nada claro.
Este mundo es una mierda, esta vida es una mierda, hay quien se pasa la vida repitiéndolo y repitiéndolo y esperando que todo el mundo se de cuenta de que esto es una mierda, injusto, cruel, malo, salvaje, para iniciar un algo, llámalo revolución, llámalo lo que quieras, que de paso a otra cosa. O simplemente que se haga justicia puntual aquí y ahora sobre lo que se tiene que hacer y no se hizo en su tiempo. Y nos llama a todos para que nos demos cuenta. Hay quien lo hace a través del arte, otros a través de otras herramientas. Una obra de teatro puede valer. También una obra de teatro puede valer para darnos cuenta de que no todo consiste en la venganza y que puede que la mayor venganza sea querer a quien se lo merece, comprenderlo aunque no se entienda y que la rabia, el odio, no gana nunca. No puede ganar nunca.
martes, 20 de diciembre de 2022
Crónica del Coco de Cocotevá desde dentro. Liberado.
Una llamada. Supongo que Xavi Villena, director, intenso director de Cocotevá, te llama un día para dos cosas y una de las cosas es proponerte salir en el próximo Coco. Yo creo que, después de tanto tiempo mendigando atención, quizás ya había el llegado el momento de darme la oportunidad. Tantos años arrastrándome mediante unos textos melindrosos, patatiles, buscando cariñito, finalmente, de alguna manera, pusieron en un brete al director que seguro que tendría una larga cola de aspirantes a estrellas invitadas y que al final le llevaron a concederme esta oportunidad. Una oportunidad que no es cualquiera oportunidad. La oportunidad era cantar 'Libérate', de El Titi. No es una canción sencilla tanto por el motivo como por la propia composición. Copla monumental, no es mi registro (si es que tengo registro), ni mi tono y mucho menos mi género. Pero no era cuestión de cuestionar nada y acepté sin pestañear. Por supuesto que puedo salir a cantar. Es más, quiero salir a cantar. Con un ensayo previo y pretendiendo memorizar mentalmente la canción sin consultar tampoco en demasía el vídeo para no condicionar mi propia actuación (¿?) ahí que me planto a las cuatro y media de la tarde en el teatre Sagarra.
El vestuario es ya un hervidero y los actores y actrices de la compañía están ya ultimando vestidos y maquillajes. Yo me hago el longui un poco en el rincón y pregunto como si tal, cuál es mi vestido. Mi traje es uno naranja, uno que no sé ni cómo se pone. Mi primer intento de ponérmelo es mal. El segundo, asistido, es regular. Finalmente tiene que venir el propio Villena a ponérmelo porque no sé ni estar de pie. De hecho uno de mis mayores temores durante todo el espectáculo fue caerme, tropezarme con la cola y caerme. Y que no veía nada.
Me quité las gafas al vestirme y ya no me las volví a poner hasta las diez de la noche que terminó todo el sarao. Sin gafas y a lo loco. Así que esta crónica tiene una razón de ser aún más empalagosa que en otras ocasiones. Porque en otras ocasiones uno evalúa, aunque fuera cargando las tintas a favor de la compañía, el espectáculo, las interpretaciones, los números musicales, aquel cantó esto, este cuando dice lo de los bocadillos, el dueto de las dos con los vestuarios, la intro del Kike Hita con que nos vamos a Santiago de Compostela, todo eso. Todo eso. Todo eso pero borroso. No veía las caras de la gente mientras se pasaban la muñeca hinchable, no veía las caras de la gente cuando veían pasar a la gran Alós por entre el público, no veía las caras de la gente cuando la impresionante Ponxi Dávila daba su recital de todos los años interpretando a la Reme y cantando María de las Mercedes, no veía las caras cuando Hugo hace su imitación o reinterpretación del Soy Minero de Antonio Molina... tantas cosas que no ví.
Pero vi otras entre bambalinas, como es el esfuerzo que hace una compañía amateur, de personas como usted y como yo oiga, para hacerlo todo como tiene que hacerse, con el máximo esmero y todo el mimo del mundo para ofrecer lo que cada año espera la gente. Eso que parece que sale así a lo loco, sin orden ni concierto, sin ton ni son, pues ya sabemos que no, pero necesitamos que nos enseñen las bambalinas para saber que detrás hay una gente que se lo está tomando muy en serio. Y que se lo está pasando bien. Y que te cuidan, ojo. Porque eso de aparecer ahí en plan, ya estamos trayendo al notas de turno que quiere salir a escena a hacer su numerito y claro, claro, claro, muy bien todo, pero a ver si dejamos de ser la casa de tócame roque y ponemos en escena no al primero que pasa sino... es que perdonen una cosa, es que yo puedo decir que he compartido escenario con Víctor Guerrero, que mi madre me contaba cuando iban con mi padrino por Navidad y salían por ahí y se iban a la Barceloneta y me hablaban del Víctor Guerrero que era guapísimo y súper divertido y fíjate que dos mil siglos después viene Víctor Guerrero y me dice que he asesinado a El Titi. Y me lo tomo bien, porque no se trataba de emular a Rafael Conde, sino que uno lo hace como sabe, y solo lo sabe hacer así. Al menos me dijo que no desafinaba, que ya es un cumplido. Que no los regalan.
250 personas en la puerta esperando para entrar y mi madre con la entrada se quedó sin venir porque yo que sé, porque de tan sorpresa que iba a ser, mi madre se hizo la longui y prefirió quedarse en casa. Y se perdió lo que se perdió. Se perdió ver la actuación con el teatro medio vacío del gran Adrián Amaya, que incluso ante poco público mostró una profesionalidad y cuidado por su trabajo que no parece que se entienda fácilmente desde fuera. Los invitados que junto con Víctor Guerrero fueron animando el cotarro antes de que la obra se pusiera en marcha ya con un teatro abarrotadísimo de gente y que iba con ganas de marcha después de...
Y la foto que ilustra esto, pues debe tener relación con las teorías del doctor Almayr y cómo puede ser que sin las gafas puestas las fotos salgan también miopes.
Oigan, no esperarían una crónica así como si hubiera estado pendiente de las cosas ¿no? Sin las gafas puestas y tarareando todo el rato en mi cabeza la canción, Libérate, que se me mezclaba con la de Campanera y con el Soy Minero, cosa que ya me estaba pasando los últimos días. Libérate, ser sexual no es un delito, en la calle lanza el grito. Una canción histórica de la reivindicación cañí del movimiento lgtbi cuando no había tantas siglas y la cosas eran de otra manera en la que o lo hacías tan exagerado que ibas directamente al cajón de lo grotesco y allí podrías vivir cómodamente. La verdad, los dilemas sobre si cantar esta canción o no, desaparecieron pronto. Lo importante es participar, y sobre todo, la oportunidad de ser, durante unas cuantas horas, parte (aunque sin molestar mucho) de una compañía que siempre ha sido objeto de mi admiración. La Dávila (a la que si antes ya amaba locamente, después de ser mi maquilladora pues yo que sé qué puedo decir, entregado), la Alós, la Villena, la increíble Andrea, los boys, el tremendo Alex Mas, la Meneses una profesional como la copa de un pino, la Xesca Robles y su monólogo del vestuario con el otro chico que siempre lo veo por mi calle y que nos saludamos y eso y ahora ya nos hemos visto en calzoncillos..., todos ellos y ellas.
Y especialmente a Xavi Villena, un agradecimiento porque no es fácil templarse y dirigir y estar pendiente de todo y hacerte sentir cómodo en momentos donde los nervios están a flor de piel y la responsabilidad de poner en marcha una vez más y van diez una fantasía como este Coco, lo merecen.
El caso es que ahí estaba yo, con el casquete puesto durante horas sin querer quitármelo como un niño al que le dicen que todavía falta mucho y tú dices, ya, falta, pero yo ya estoy metido en esto y no me lo voy a quitar. Con la media de rejilla que he descubierto que da más calor de lo que parece. Con ese batón que era de Víctor Guerrero, lo he dicho antes ya, creo. Y salir a repartir bocadillos y poder decir barbaridades con la bandeja en la mano y descubrirte que te falta un puntito de gracia para hacerlo, pero yo creo que lo puedo ir puliendo...
Me lo pasé genial y al parecer la gente también se lo pasó igual, sino conmigo sí de mí. Y eso es lo que cuenta. El año que viene, cuando llegue noviembre miraré el móvil con cierto... pero no me quiero obsesionar tampoco.
jueves, 10 de febrero de 2022
Bertolt Brecht
Bertolt Brecht nació en Alemania y murió en la República Democrática Alemana. Bertolt Brecht escribió obras de teatro, compuso poemas y fue una persona políticamente comprometida. Bertolt Brecht también escribió letras para canciones. Bertolt Brecht dejó algunas frases célebres. Muchas de esas frases célebres se utilizan continuamente por parte de todo tipo de personas a las que les gusta recurrir a las frases célebres, a las citas, a lo que otros han comentado o reflexionado para darle un poco de lustre a sus propios pensamientos. Bertolt Brecht era una persona política. Aunque también decía que había que entretener. Bertolt Brecht tuvo un grupo de teatro en Berlin. Un grupo de teatro de esos emblemáticos y cada gran dramaturgo de nuestro tiempo ha tenido uno. Bertolt Brecht fue colaborador de Kurt Weil y de Lotte Lenya, la pareja de compositor y cantante que popularizaron esas canciones de cabaret pero que no son solo canciones de cabaret, muchas de ellas con las letras de Bertolt Brecht. Bertolt Brecht fue el autor de esa frase tan manida y que tanta rabia me da de los imprescindibles. Esa que dice que hay personas que son imprescindibles, sobre todo en los partidos políticos. En los movimientos. Los imprescindibles. Qué miedo ser imprescindible. También es autor de ese poema del primero vinieron a por los tal, y no dije nada. Ese poema, cuántas veces nos lo habrán pasado por la cara en los últimos tiempos. No dijimos nada. Ahora que vienen a por nosotros qué decís. Y eso. Bertolt Brecht fumando un puro. Bertolt Brecht con gafas y sin gafas. Bertolt Brecht y esa frase que decía que la libertad sin pan o primero el pan y luego la libertad o algo así. Bertolt Brecht y Alemania. La irresistible ascensión de Arturo Uy. Bertolt Brecht y esa otra frase que dice que el arte no debe ser un espejo de la realidad sino un martillo para transformarla. Esa frase me gusta, fíjate. Porque no siempre hay que pensar de manera original, también hay que remitirse a los clásicos. Bertolt Brecht como un clásico. Eso tiene algo de gracia. El rostro ese que se dibuja al final de la película Cabaret, cuando poco a poco va apareciendo la esvástica. En el cumpleaños de Bertolt Brecht, tus amigos te deseamos que tengas una buena tarde. El teatro comprometido. Películas con mensaje. Poemas con mensaje. Bertolt Brecht posando frente a un piano. Bertolt Brecht componiendo su poema sobre Baal.
¿Has dicho Baal?
lunes, 20 de diciembre de 2021
La punkarrada navideña de Cocotevá, otra vez y mejor.
martes, 15 de diciembre de 2020
Cocotevá, la cultura popular, las cosas.
Repasando alguna foto para ilustrar el texto he estado a punto de poner una imagen de una entrega de premios Ciutat de Santa Coloma, creo que se llaman. O era alguna entrega de premios de alguna entidad. No lo recuerdo. Supongo que sí. Es igual. Desde lejos me había parecido que podía ser de alguna de las veces que he hecho fotos a Cocotevá haciendo Cómeme el Coco Negro.
Durante varios años he procurado asistir a todos los pases que, coincidiendo con la Marató de Tv3, la Compañía Colomense de Variedades ha montado en el Teatre Sagarra con un éxito arrollador de público. No me gustan las galas benéficas ni los eventos pro algo. Solo me gustan los eventos míos, naturalmente. Sin embargo, más allá del factor benéfico, las veladas teatrales de Cocotevá con el Coco eran y son brutales. Llevando al extremo la idea fundamental de la Cubana, esas horas en el teatro se convertían en una especie de kermesse popular en la que por momentos lo que menos contaba era lo que sucedía en el escenario. Ese efecto Coco en Cocotevá incluso llegó a lastrar otros montajes de la compañía, que se veían perjudicados porque la gente acudía a ellos pensando en ese disparate de comunión entre público e intérpretes que llegaba a poner de los nervios al propio director de la compañía, Xavi Villena. Uno se lo pasaba bien con el Coco. Cada año había algo nuevo, algún o alguna artista invitada, con sus momentos rayanos en lo grosero o que pasaban de largo lo grosero, provocando al espectador que pensaba que iba a eso, una obra convencional.
Una obra convencional y lo convencional. Lo grosero, lo chabacano, lo burdo, lo vulgar. La fina línea que separa lo basto de lo popular. Quién lo delimita. Quién dice que una cosa es una cosa o la otra.
Este año no va a haber Coco. Las circunstancias y las cosas, las cosas, las cosas, las cosas y las cosas han impedido que en este 2020 donde estamos ávidos de desbarrar de una santa vez, parece que no han permitido que la obra pueda desarrollarse. ¿Podría haberse hecho en estas circunstancias con solo medio teatro lleno?
El teatro popular. El teatro con lo popular. El arte. Hace frío, vamos a comprar, tenemos ganas de tener buen corazón, de tener algún detalle con la sociedad y nos apuntamos a cualquier tipo de bombardeo que nos haga parecernos a esas canciones navideñas que salen en las películas americanas, donde uno, sin ver nada, sabe que están en un casoplón con todo super ordenadito y donde el matrimonio feliz va a disfrutar de unas fiestas inolvidables. Let it snow. El teatro popular debería cagarse en todo eso. Debería además ser respetable. Debería ser respetable. O no. Realmente no sé qué quiero escribir o lo sé pero no doy con la tecla. Ahora en mi teclado no saltan las teclas y acostumbrado al teclado anterior pulso con miedo y ni siquiera aparece la tecla que creo que he marcado.
Creo que ya lo he dicho alguna otra vez. El arte, la cultura, me parece que es cualquier producción humana que tenga algún sentido para alguien. Que el sentido no se lo da el artista. Que el artista es una creación de hecho de otros artistas que son los seres humanos que deciden que una persona tiene un talento especial para algo, o un don, o lo que sea. Pero eso es un acto de creación también. El artista como obra de arte. Los artistas pueden pretender ser como tú, entonces resultan un poco falsos. O pueden pretender estar por encima de ti. Y son peores. Los artistas pueden cantar canciones que te prendan una chispa de esperanza en el corazón y un brillo especial en la mirada. Esa misma canción a mi me puede producir incomodidad. Los artistas pueden hacerse pasar por otras personas, pueden querer camelarte con un acento especial, con un giro que han aprendido en otras escuelas. Los artistas pueden ir a la escuela. Los artistas pueden tener vicios y los receptores pueden conocer los trucos y aceptarlos. Los artistas hacen lo que tú quieras.
Los artistas no solo han de pelear por el Teatre Sagarra, una noche, un momento, dos ratos, aplausos, impresiona este escenario. Los artistas deben ser conscientes de sus limitaciones. Me encanta hablar de arte contigo, de cultura. Me encanta llevarte la contraria cuando hablas de arte, de cultura. No tengo ni idea. Mi idea del arte es tan pobre que cualquier cosa me parece arte. Incluso los timos me parecen arte. Y cultura.
El teatro es popular. Cocotevá no hace este año su Coco. Nos quedamos sin la Ponxi haciendo su inolvidable número de la folclórica en chándal de tactel cantando María de las Mercedes. Nos quedamos sin las lágrimas finales de Xavi Villena. Nos quedamos sin la Merche Meneses, sin el Kike Hita, sin el Hugo, el Alex Mas, la increíble Andrea, las supervedettes...
Este año nos estamos quedando sin muchas cosas. Nos quedamos como digo sin una obra de teatro donde la gente colomense iba a lo que iba. A veces no sabes a lo que vas y te encuentras con lo que sospechabas. Otras veces, como aquí, vas a la guerra. Y la guerra a veces te pasa por encima.
Estoy acabando el texto. Me tengo que ir. Yo también tengo mis obligaciones con el arte.
El año que viene no puede volvernos a pasar, Cocotevá.
lunes, 3 de febrero de 2020
Lo nuestro - Eu Manzanares
Hay detalles. Esos saltos en el sofá y esos pies encima del sofá y esos golpes al sofá. Eso en mi casa hubiera estado más que prohibido. Aunque hubieran proclamado a mi hermano marahá de Kapurtala, aunque hubieran escogido a mi madre para la pasarela Cibeles, aunque mi padre hubiera nosequé. Subirse saltando al sofá. Jamás. Nunca. Alguien, alguno de nosotros, hubiéramos dicho que qué haces ahí subido, o baja los pies del sofá, que esto no es un camping. Esto no es un camping como concepto divisorio entre civilización o barbarie en un domicilio particular.
Una familia como la suya y la mía, si es que usted y yo somos más o menos del mismo sitio y a la misma hora y nos vemos más o menos con las mismas personas. Es Nochevieja y todo puede pasar. En Nochevieja pueden pasar muchas cosas, una vez que sales de casa, es una noche mágica de esas en las que lo que nunca te sucedió te puede suceder o lo que ansiabas terriblemente se confirma como que no, jamás sucederá. Eso es fuera de casa.
Y en casa. En casa pueden suceder muchas cosas, conversaciones banales, las mismas conversaciones banales que se tienen cualquier día, en cualquier comida familiar, pero quizás con un vino mejor y con platos algo más elaborados. Temas que están ahí que no salen nunca y que nunca se acaban de decir, o bien temas que surgen recurrentemente y que preceden a escaladas de tensión de salga el sol por donde quiera.
Días felices, días de tensión, días de reencuentros, días de plantear el futuro que viene, de recordar el pasado que duele o el pasado feliz, de cantar canciones que nos conmueven, de mirar programas de televisión que nos recuerdan que el año pasado y el anterior y el otro miramos el mismo programa y las cosas se hacen así porque así se han hecho siempre y así le gustaban o le gustan a alguien a quien no queremos hacer daño, o si estamos flamencos, le buscamos las vueltas porque es que ya está bien de siempre lo mismo, coño.
Lo Nuestro es una obra de teatro para la que ya no quedan entradas disponibles escrita y protagonizada por la colomense Eu Manzanares, acompañada sobre el escenario por otros tres actores que completan a una familia de esas que tienen la conversación clásica sobre si somos o no somos, si estamos o no estamos, si somos fieles a nuestra generación, familia, ideales, carácter, si nos parecemos o no nos parecemos entre nosotros, si pensamos hacer algo con nuestras vidas o si nos debería interesar que el otro hiciera lo que queremos que haga o que haga lo que le de la gana y que le guste el vino que hemos traído que para eso lo hemos traído.
Una obra como usted y como posiblemente yo imaginamos que son la comidas de nuestras familias aunque con todas las diferencias del mundo porque claro, mi madre no es esa madre, ni mi hermano es ese hermano ni mi padre era ese señor... aunque igual sí.
Una obra en la que muy acertadamente aparece la cortinilla de The Simpsons porque a ver, ¿quién no ha dicho que somos un poco como los Simpsons cuando estamos en casa todos y parecemos mentira?
Una obra que lo está petando, amigos, y con razón, porque pocas veces ve uno una obra que le parezca auténtica, donde la gente que está cantando Camela no parezca que está Cantando camela para que digas, uala tío, es Camela qué fuerte no? No. Una obra que lo está petando y que en la Sala Flyhard ya va a ser díficil que la vean porque está todo agotado, pero que la verán en otros sitios y oiremos hablar de la tal Eu Manzanares.
Que no es amiga mía ni nada ni tengo necesidad ninguna de hablar yo de esto, oiga.
lunes, 16 de diciembre de 2019
Cocotevá. Estrellas maduras comiéndote el coco.
Porque elogiable es el esfuerzo de un grupo de estrellas maduras, de cansadas divas de otro tiempo, de Normas Desmonds bajando por escaleras llenas de gente que creen ellas que les están aplaudiendo y en realidad están por otra cosa, de talentos abnegados que han visto sus mejores años dilapidados en la búsqueda de un sentido del arte y de la estética, queriendo representar una vez más una obra de teatro que requiere de ellos el mayor de su esfuerzo, como es Cocotevá y su anual representación de Cómeme el Coco, para mayor gracia de La Marató de TV3.
Un nuevo éxito, una vez más el teatro lleno, para contemplar una de las mejores representaciones que uno recuerda de esta obra que, no por conocida, no se abre a la posibilidad de manejarla, modificarla, malearla e incluso de mejorarla. Muchas -arlas son esas. Un teatro lleno de gente. Alto. Como siempre, el público que acude a las representaciones de Cocotevá, se contagia del sentido de la comedia y del sinsentido de este crepuscular grupo actoral y, creyéndose parte del propio espectáculo, barrera que los propios Cocotevás animan a traspasar, se convierten desde un principio en parte también del combo ajado y marchito que con gran esfuerzo mantiene viva la llama del teatro popular en nuestra ciudad.
Nuestra ciudad, Santa Coloma de Gramenet, provincia de Barcelona, cuna de grandes artistas, también crepusculares y marchitos, que mantienen la pretensión de ser reconocidos más allá de nuestras fronteras cuando, la verdad, como aquí no se está en ningún sitio y, si nos paramos a penar, perdón, pensar, en otros lugares no eres nadie y aquí eres al menos protagonista de tweets y publicaciones en facebook que te hacen pensar y creer que, realmente, este es un entorno maravilloso como aquel de la peli de El Bosque en el que nos creamos un espacio de ficción porque fuera todo es mal. Somos así y tan a gusto de ser como somos estamos que nada cambiamos porque no.
Y me preguntas entonces, lector o lectora, con cara de interés por mi respuesta que seguro que es trascendente, ¿te gustó o no te gustó entonces la representación? Más que otras veces. Ya lo he dicho más arriba aunque quizás tanta digresión y tanto rollo te han hecho perder el hilo y te voy a decir porqué. Porque en las últimas ediciones, la idea de añadir actuaciones, intervenciones, apariciones estelares de grandes nombres del music hall, el cabaret, la verbena, la canción y la copla, habían convertido la obra casi en la excusa para que otros y otras lucieran durante un rato, haciéndote perder el qué, que ya es de fácil extraviar por la propia vida de la obra y el disparate colectivo que supone todo el ir y venir de actores y público escaleras arriba y escenario abajo. Vamos, que siendo mucho más reducido el elenco de invitados, el siempre eficaz en la provocación chocarrera Víctor Guerrero y un estelar Lozano travestido en un improbable rumbero del ballet de Giorgio Aresu, y ajustada la obra a su formato original, todo fue mejor.
Se nota así la experiencia, la calidad que dan los años, el aplomo que da una serena madurez, de un Xavi Villena en la dirección que alcanzada ya esa edad en la que, como John Ford, Berlanga o Manoel de Oliveira, se convierte ya en un mito viviente y que, a diferencia de otros, podrá disfrutar de las mieles del triunfo en el ocaso de su carrera.
A destacar la actuación cada vez más medida y centrada de un Kike Hita que, pese a sus años, mantiene el vigor de otros tiempos; o un Alex Mas que, ya lejos de aquellos años como joven promesa de la interpretación, mantiene todavía algo de frescura en medio de un ambiente adocenado y mustio. Hugo Ramos como intérprete del clásico Soy Minero, siempre mágico; Rosa Aparicio, Xesca Robles, el dúo Martorell y Muñoz y las dos super vedettes Elisabet Villena y Tania Alor, más bien que todo porque sí.
Palabras especiales, como siempre y como en todas las ediciones y en todo lo que haga, para Ponxi Dávila en su papel de folclórica por la que, aquí sí, no pasan los años y siempre supone uno de los clímax de la obra, donde el chándal, la lata de cerveza que se huele desde allende los asientos, el taconeo y la maravillosa interpretación de María de las Mercedes y más arte que en el Can Sisteré. A señalar también a Andrea, más comedida también, menos histriónica, aportando matices de bardo, matices de recitadora, matices de cómica que, lástima, quizás se únicamente recompensados con ofertas de presentación de actos de organizaciones políticas que prometieron el cielo y se quedaron en lo que te dije. Pero todo pundonor y trabajo artesanal, ambas artistas, junto con el resto del elenco (echamos de menos la mítica interpretación de la gran dama Ochoa y su canto alegre Rebélate), hicieron que durante dos horas y media, eso que llaman la vida, eso que ya hemos convenido en apuntar como una reverenda caca, fuera algo divertido, disparatado, caótico y participativo.
Así que, como siempre, felicidades a todos y cada uno de esos provectos y provectos artistas y artesanos del teatro y las variedades que convierten cada Navidad y cada acto benéfico de la Marató en una ocasión no para la lástima o la buena intención, sino para el disparate y la risa.
domingo, 22 de septiembre de 2019
Arma de Construcción Masiva en el Teatre Sagarra
lunes, 20 de mayo de 2019
LET Teatre - Atemptats contra la seva vida
Durante todo este fin de semana, LET Teatre bajo la dirección de Ana Pérez, ha representado en el Teatre La Colmena la obra Atemptats contra la seva vida, adaptación de la obra del británico Martin Crimp. Dos actores y dos actrices avanzan hacia el escenario, empieza la función. Una hora después, finaliza la función.
¿Qué tenemos en medio? En medio tenemos algo parecido a lo que puede ser la vida o las vidas o secuencias de la vida de una mujer llamada Anne. Pero a quién le importa. A quién le importa que simpaticemos con la Anne que, siendo una antisistema, una luchadora por los derechos de tal, esté enrollada con un potentado, uno de esos poderosos que no nos gustan pero nos fascinan. A quién le importa si Anne es una nazi de mierda, o una revolucionaria, o una santa, o una actriz porno.
Aquí de lo que estamos hablando es de que todo es todo. Que la vida, las vidas, las imágenes, las secuencias, la luz anaranjada, el pelo en cascada, la ciudad con río, las mujeres bailando, los números musicales, bajar a tirar la basura, pensar en el promedio de paso de los coches del metro, pensar qué hacen esos tres cactus pequeñitos nada más salir de la terraza si ayer estaban en una repisa y antesdeayer en el lavabo, pensar, comentar, disfrutar las cosas, crear ensoñaciones, disfrutar de imágenes. Todo eso.
No lo entiendes, pero lo debes entender.
Me encanta.
Las cosas, las imágenes, los techos altos, el porqué de las cosas que tú crees casuales y no lo son, porque estamos en manos de cuatro mangantes que hacen de nosotros lo que quieren. Un Mercedes Benz surcando una carretera, un Mercedes Benz de los años setenta, ochenta. Ese Mercedes Benz. Soy tan así que me imagino escribiendo partes de la obra que vi ayer. Obviamente. Obviamente me lo imagino y me creo capaz. No obstante, aunque lo pretenda no pasa nunca. Salvo que lo hagamos todo tabaco y seamos nosotros quienes decidimos quién hace las obras, ni quién las deshace.
Otra vez lo han vuelto a hacer. LET Teatre hacen un teatro efímero y es una pena. Un año preparando obras difíciles, que se representan durante unos días, pocos días, tres días. Y desaparecen como el tal en el viento. Y no es justo, no es nada justo. Porque es un trabajo difícil. Eso lo podrías hacer tú. No lo puedes hacer tú. Esos diálogos, esos textos. Marca registrada. Todo. No se hace por hacer, no se hace como un juego. No se hace un día sí y mañana no puedo venir porque me ha salido una cosa y así lo vamos retrasando y al final sale ese truño con el que todos nos reconfortamos porque eso lo puedo hacer yo.
Todo eso, lo puedo hacer yo.
Todo el mundo puede ser Anne, todos pueden hacer como Anne. O bien todo el mundo puede equivocarse con Anne y pensar que Anne no existe. Todos nos podemos creer que tenemos el mundo así, a nuestros pies, mirándonos. La cámara nos quiere.
Somos importantes.
Felicidades de nuevo por un gran trabajo. Y que no se quede ahí.
sábado, 22 de diciembre de 2018
Cançó de Nadal - L'Excèntrica
Teatro lleno, muchos niños y una espectacular puesta en escena inicial de l’Excèntrica haciendo alarde de fuerzas. Un primer número en el que Juanjo Marín y los suyos (que son muchos) ponen sobre la mesa toda su potencia y sus credenciales como centro de creación cultural y donde no falta el baile con la alcaldesa porque porque porque, no sé. Estaba allí. Y a partir de ahí, la obra. El clásico de Dickens.
El Sr. Scrooge es un avaro jefe de una oficina en la que tiene esclavizados a sus empleados. No le gusta la Navidad. La Navidad es una pérdida de tiempo y sobre todo de dinero. No es como nosotros, que no nos gusta la navidad porque no somos consumistas (aunque compramos), no somos cristianos practicantes (aunque la celebramos). El Sr. Scrooge es un cenizo, un agrio, un triste, un resentido. Como es tan así, ni hace caso de su familia, de sus empleados ni de los niños que lo pasan fatal, y se va a la cama sin creer en la navidad y eso que estamos ya a 22 de diciembre y quién más quién menos ya tiene comprados regalos, ha comprado lotería, ha participado en el amigo invisible, etc.
Como es tan maloso, la figura de su ex socio Marley se le aparece para decirle que se le aparecerán tres fantasmas, el del pasado, el del presente y el del futuro. El del pasado para que recuerde cómo era de joven. El del presente para que vea el mal que causa. Y el del futuro para que asista a lo que será su final.
La obra es efectivamente moralizante, la navidad como tal igual es una bufa, pero si nos sirve para tener, durante unos días, algo de humanidad y que dure en el tiempo… no vamos a poder ser buenos siempre, nadie puede serlo, quizás sí, no lo sabemos, intentémoslo. Ser buenos. Qué cursi. Paparruchas. Los tres fantasmas se aparecen y van atormentando a Scrooge, un siempre estimulante David Anguera, que lo mismo te hace de duelista que de Scrooge o de maestro de ceremonias y pianista.
Un despliegue de medios de l’Excèntrica para una obra que se hace corta y breve, porque lo que cuenta finalmente es el tema benéfico y un sorteo final al que ya no me quedo porque tanto corazón no tengo yo en el pecho.
Cuento de Navidad, los fantasmas atacan al jefe, ¿se acuerdan? Bill Murray… ¿no? Bueno. Pues no. Es posible que no lo recuerden. Casi nadie recuerda nada ya.
Qué corta se me ha hecho. En fin. Y no han dicho ni una vez paparruchas. Paparruchas.
miércoles, 19 de diciembre de 2018
Cocotevá es popular
Otro año más, y van ocho, Cocotevá llevó al escenario del Teatre Sagarra el Coco, como siempre con el objeto de recaudar fondos para La Marató de Tv3. Como si fuera un Albano Dante-Fachín cualquiera, yo también critico y critiqué esto de La Marató y soy bastante reacio, refractario, contrario a esto de las obras benéficas. A la beneficencia en general. Pero voy. Por lo menos a esto. Y este año además, la causa era la investigación contra el cáncer. Unas cuantas horas antes, estábamos despidiendo al Maurito. Llorar y reír. Es lo que tiene estar vivo. Y vivir.
Una obra que para servidor, y como llevo al menos tres o cuatro años escribiendo sobre esto, tiene momentos gloriosos como son las intervenciones de Remedios, la coplera en chandal de Ponxi Dávila, que me parece el personaje. Tremendo. Y cada vez más, las intervenciones de Vicente, Àlex Mas, con ese tono como de pasotismo y desgana... pero que es de mentira.
Porque todo es de mentira. En el teatro todo es mentira, porque todo está ensayado y super masticado... o no. Porque con Cocotevá uno tiene la sensación de que lo que está viendo no es tan mentira, quizás porque no parece masticado y mascado y por eso quizás la gente piensa que lo que está viendo no es tanto teatro como a un grupo de cómicos desbarrando.
Parte fundamental del despiporre es precisamente la participación del público. Así, la gente no tiene esa sensación de que está viendo algo. Está participando en algo. Bailando, comiendo, recogiendo cajas, saliendo a escena, pidiendo el bocadillo correspondiente, haciendo y deshaciendo. El público.
Un público heterogéneo. Un público de gente mayor que quiere sentarse junta y que acapara filas de asientos porque no vaya a ser que la xxx llegue y la pobre se siente sola, que es lo que pasa, pero a la xxxx le da igual porque tiene el móvil y lo va mirando. Y uno se ríe de cosas y no sabe si está haciendo gracia a quien es la primera vez que viene y quizás ese humor poco correcto... Y ese matrimonio compuesto por él y la persona que está ahí pero que no sabemos si está allí. Y esa pareja que no puede quitar las bolsas de patatas del suelo porque oiga son mis bolsas de patatas y con todo el papo no dejan que una pareja mayor pueda sentarse. Y esto es lo que hay.
Y la hija de la Xesca que ya está tardando en subir al escenario, porque a ella esto de estar de público ya se le queda pequeño.
Y son tres horas, sí, tres horas de disparate, de interrupciones, de números musicales, de la broma del megáfono, de la violetera, del paseo de la violetera, de la argentina histérica, de la americana histérica, de la pavorosa interpretación del Soy Minero de Antonio Molina, de hacer la típica foto patética y oscura de un espectáculo que es luminoso porque sí, y Xavi Villena al final reivindicando el valor que tiene lo que se hace y porqué se hace, porque es popular, porque no tiene norma y porque de lo que se trata es de lo que se trata, tanto rollo ya.
Y así hasta el año que viene.
Y el año que viene será mejor. Y estaremos de mejor ánimo. Esperemos.
martes, 9 de octubre de 2018
Estat Decepció - Carla Torres
Estat Decepció es una obra en la que participa una compatriota colomense, Eu Manzanares. Estat Decepció es una obra que se representa en la sala Flyhard de Barcelona. Una obra de teatro en Barcelona. Siendo uno de Santa Coloma y con lo que cuesta salir del poblado, hay que apreciar el esfuerzo. Tanto de salir de Santa Coloma para ver teatro como para hacerlo.
Una obra que en principio uno va a ver pensando que, mucho o poco, va a tropezarse con un panfleto. Y no. Nada de eso. Lo que se encuentra es una obra divertida, con muchos guiños, con un ritmo trepidante, donde hay panfleto, pero donde hay también una mirada desde la asunción de los tópicos que el espectador tiene y que le hacen tragarse el anzuelo porque los buenos son buenos y los malos son malos. Y eso es así.
Dos chicas, dos estudiantes, una es la líder de una movilización estudiantil, de buena familia, rubia, con pico de oro, todos somos iguales pero alguien tiene que dirigir, yo no soy de clase obrera pero vengo del mundo del explotador y conozco lo que les hace daño. A su lado su compañera, que no es de casa buena, que anima a la líder, que la apoya. La movilización va hacia arriba, se hincha el espíritu, vamos a por ellos, no pueden contra nosotros, somos más, etc. Los polis van entrenando, se va a liar la de dios es cristo, como siempre se lía cuando interese que se lía. Se lía. Detienen a las dos. Un poli está herido. Alguien le ha tirado algo.
Y se inicia el lío. Y los tópicos comienzan a funcionar. La chica de buena casa es hija de una jueza y...
Y lo que sigue es una obra en la que la denuncia, el sistema, los privilegios, la estudiante rica y la estudiante pobre, el abogado voluntarioso, la intriga de si fue o no fue, los abogados, el alcalde gilipollas como en la canción de Toreros Muertos (una mezcla de Joan Clos y de Artur Mas, tremendo), el fiscal digno de aparecer en el juicio de The Wall, y un elenco actoral que sabe explotar sus virtudes. Voces, tics, y sobre todo, humor.
Porque es una obra típica de denuncia, de drama, de cárcel, de la injusticia, pero la verdad, ya no cuela tanto golpe en el pecho y ya lo hemos visto todo, todo, o casi todo, sobre lo que es capaz de hacer el sistema con nosotros. Así que si podemos añadir algo de esperpento y algo de humor, a la hora de contar y de retratar pesonajes, mejor.
No es nada nuevo, pero lo parece. Con recursos que te hacen salirte del texto, con guiños a los propios actores, al público, a la trama, a los juegos de palabras, etc.
Y muy bien. Con un andamio en el centro de la sala, una sala pequeña, como espacio para todo, fundamental, y con un esfuerzo de los actores que tiene su fruto. Va, en definitiva, que la obra más allá de la denuncia, y de las denuncias, está muy bien, es divertida, es dura, merece la pena.
Lo de merece la pena es porque está en Sants.
En Sants!
Y eso. Que muy bien.
lunes, 7 de mayo de 2018
Sobre la identidad
Este fin de semana he ido a l'Esquirol, l'Esquirol de Girona, no el de Tarragona, porque en Tarragona no hay ningún l'Esquirol. Estando en l'Esquirol no me quedó claro si estaba en L'Esquirol, en Collsacabra, en... otra parte. Para llegar a L'Esquirol tuve que atravesar muchos otros pueblos. En esos pueblos no sé el porcentaje de su población tiene muy claro quienes son y así lo demuestran. Para muchos, supongo que eso supone un escenario idílico, lleno de una simbología determinada que les hace sentir que, allí sí, aquello es auténtico y esa gente de esos pueblos, son eso. Ellos. De los suyos. Y hay murales, y colores y la simbología que se ha decidido que represente a una parte del pueblo. El pueblo. Las carreteras, los puentes, los balcones de las casas. Incluso un campo lleno de flores amarillas. VArios campos llenos de flores amarillas. El amarillo.
Casualmente, el motivo de la visita a l'Esquirol, tenía que ver también con la memoria. Perderla o afirmarla. No sé si merece la pena saber quiénes somos. Y recordarlo. Porque recordar quiénes somos no sé si vale de algo.
Este fin de semana se ha convocado en Santa Coloma una manifestación por parte de quienes quieren que Catalunya y en concreto Santa Coloma por mor de su composición étnica o porque nos ha tocado la lotería, el Gordo de la Lotería, sea España. Pero no una España. Esa España. En concreto esa España que no encuentra otra manera de afirmarse que con el himno de España y con Manolo Escobar. Y considera que España es algo que merece ser todo el mundo para que se jodan. Tabarnia. Banderas. Contra ellos, muchos más se manifestaron para decirles que su rollo no mola. Su identidad no mola. Si hubiera estado en Santa Coloma me hubiera manifestado con ellos. No sé cuántos se manifestaban contra esa puta mierda de identidad concreta o para decir que esa identidad concreta es una mierda y otra identidad es mejor.
Y me hubiera sentido muy triste.
De hecho, cuando llegué a casa estaba muy triste. Triste por las banderas, porque hemos encontrado un punto de unión, al fin, en el conflicto identitario, en las banderas mejores y peores. En silbar un himno y aplaudir otro himno. La identidad. Al fin lo han conseguido. Encontrarte todo un pueblo forrado. Una ciudad en la que la mitad de la plaza pone una canción y la otra pone otra canción. Y nos vamos a casa y nosotros pensamos que hemos parado el fascismo y los del otro bando se van a casa demostrando que se han manifestado.
Y así, vamos haciendo. Construyendo lo que somos y en lo que nos estamos convirtiendo. En una sociedad de mierda.
lunes, 26 de marzo de 2018
Esperando a Godot en chándal de tactel
La Catástrofe es el nombre de una nueva ramificación de la Excèntrica, ese espacio para la creación y la representación que no deja de proponer cosas nuevas y otras no tan nuevas. Proponer cosas nuevas y otras no tan nuevas no significa nada. Simplemente proponer. Una de esas cosas es representar Esperando a Godot, obra fundamental del teatro del absurdo del Siglo XX, de Samuel Becket. Una de esas cosas es hacer que esa obra signifique algo. Que te devanes los sesos intentando saber qué te quiere decir. La obra se representa en la Colmena, no hay entradas.
Dos mujeres en el escenario dialogan. Están esperando a Godot, con sus chándal de táctel y sus gorritos de estibador. Hablan, comentan, dialogan, se duermen, esperan. No hay nada que hacer. No saben cómo es Godot, ni tienen claro cuánto tiempo llevan esperando. No parecen estar pasándolo bien. Tampoco parece que estén pasándolo mal. ¿Les suena de algo? Hablamos, comentamos, nos disfrazamos, nos vestimos a la última, o nos vestimos a la penúltima. Y nos vamos a tomar algo. Y nos quedamos en casa y vemos la tele. Estamos ahí. Comentamos y esperamos a algo, que no sabemos lo que es. En chandal de tactel o en lo que nos digan.
Es el momento en el que llegan dos personas. Una persona atada a otra persona. Una persona que manda y otra que obedece. No son Godot. A las dos mujeres les sorprende que la situación sea la que es, pero solo les sorprende, no hacen nada. Están esperando. Si se grita tienen miedo, si se piensa mucho, tienen miedo también.
Los dos hombres se van. El que manda y el que obedece. Al final sale una chica. Y chimpún.
Ahora se supone que viene el análisis de las interpretaciones, encumbrar a los actores, alabar la adaptación, transmitir con palabras una emoción, transmitir lo que se transmite. No tengo ni idea. Ni idea, de verdad. Ni sé de interpretación, ni sé de teatro. Escribo por escribir.
Y así vamos pasando el tiempo. Hoy toca escribir sobre esto. Mañana sobre lo otro. Si se me permite un apunte, nada, una tontería. Solo conozco a Bárbara Ferrer. Del elenco de actores y actrices, solo a ella. No conozco a los demás. Quizás la apreciación más importante que pueda decir sobre la obra, y puede que sobre toda la historia del teatro en general, es que se consigue hacer entender que esas personas no están actuando. Que son así. Todos. Inocentes, déspotas, idiotas, simples, obedientes, ridículos, irascibles, nosotros.
Y eso es a lo máximo que puedo llegar. Es absurdo.
Al acabar la obra, llegando a la parada de metro de Santa Coloma, encuentro a una señora con la bufanda amarilla. Es domingo por la tarde. Mira hacia los lados. Hay gente a su alrededor que está dando un paseo. Yo salgo del teatro. Es como si hubiera dos mundos. El suyo. El nuestro.
Es absurdo.
lunes, 26 de febrero de 2018
Nina Simone vive. Esmeralda Colette sigue.
Preguntas que surgen tras contemplar y escuchar a la soberbia Esmeralda Colette que ha estado este fin de semana en La Colmena con la obra 'Lovely Precious Dream', donde nos lleva, junto al pianista David Anguera, a través de la cantante norteamericana Nina Simone.
Voy a hacer un spoiler, no canta la de My baby just care for me, pero canta todas las canciones conocidas de la norteamericana, llevadas a un terreno muchas veces diferente, más desnudo, más pasional si es que las canciones de Nina Simone no eran ya suficientemente pasionales.
Esmeralda Colette aparece en el escenario con un traje blanco, cantando un pequeño espiritual, para introducirnos en la infancia de una hija de hija de hija de hija de hija de esclavos, que tiene un don. El don de la música. Una infancia terrible, de miseria y religión como única vía de escape. Y canciones que van brotando, como golpes, para situarnos en un tránsito por la vida donde hay euforia y bajones. Y qué bajones.
Y qué canciones. Canciones que salen en anuncios, canciones que no suenan como la canciones que salen en los anuncios, porque las canta Esmeralda Colette de una manera diferente, no igual. No es Nina Simone, pero ni puñetera falta que hace. Esmeralda Colette puede parecer una niña, puede parecer una anciana, puede parecer frágil o puede parecer frenética, pero no deja de ser ella, aunque sea Nina Simone. Puede parecer Nina en una entrevista o ponernos los pelos de punta siendo Nina cuando recrimina o demanda o exige o implora a su amante, a su compañero, que la quiera, que se deje querer, que no le toque las pelotas, que ella no hace nada por nadie y cocinará para él aunque ella no haga nada por nadie.
Y no sabemos si tenemos que saber algo sobre Nina Simone para ver la obra. Para disfrutarla. Saber si quiera cómo era la cara de Nina Simone. Si esas canciones que escuchamos en los anuncios son canciones de Nina Simone. ¿Hace falta? No sabemos. ¿Hace falta saber tanto?
Hace falta dejarse llevar. Dejarse impresionar por la enjuta figura de Esmeralda Colette y comprender que nos está contando una vida. Una vida de una mujer que cantaba, que interpretaba, que estaba en su tiempo, que sufrió, que quiso, que fue golpeada, que tampoco fue una santa, que fue una diva, que murió durmiendo. Pero eso no lo sabemos. Porque no nos lo dicen. Y no hace falta.
No hace falta nada.
Mola ir al teatro, desconocer si lo va a hacer bien o mal, si estuvo en La Voz o no, conocer que es una de la única colomense en el institut del Teatre y que es muy buena. O por ser más llano, lo hace muy bien. Mola ir al teatro, con el morro subido, pensando que, y encontrándote con que te han dado un repaso, que te han apabullado con una interpretación brutal.
Nina Simone. Dieron hace un tiempo un concierto suyo por la tele. Tocaba, cantaba, pero se interrumpía, se cortaba, se saboteaba cuando quería. Y cuando Esmeralda Colette se te pone a un palmo a cantar, tienes miedo, porque sabes que Nina Simone te la podía liar. Y te la crees. Y es eso.
¿Puede alguien ser artista si no es así? ¿Puede ser Kafka un artista por no tener una vida complicada? ¿Es ser excéntrico un problema?
No nos vamos a poner a discutir.
Creo que lo mejor que podemos hacer es ir tirando, no meternos en política, hacer deporte y cuidarnos.
domingo, 9 de abril de 2017
El último vuelo del Concorde Express. Compañía Cocotevá en armas.
Clásica por que es el vaudeville por excelencia. Puertas que se abren, puertas que se cierran, personajes que no se pueden ver, líos, enredos, cuidado que te ven, de quién es este bolso, comicidad e histrionismo.
Porque esto se puede hacer de muchas maneras, pero la manera de Cocotevá es una y trina. Es una manera de hacer las cosas en las que no se andan por las ramas. Podría hacerse con elegancia, con la pretensión de hacer una comedia digna de Lubitsch o algo así. Podría hacerse incluso a la manera de un Almodóvar, dándole un toque grotesco y provocador. Pero se hace a la manera de Cocotevá, que es yendo más allá de eso. Cocotevá fuerza la máquina del espectador desde la misma entrada.
Periodista de raza, y quizás porque en el Full Informatiu las indicaciones de la obra venían en pequeñito en una esquina, de camino a la Colmena, que es donde servidor pensaba que se llevaba a cabo esta fiesta de despedida, veo a un muchacho con gorro en la cabeza chillar en la puerta del Teatro a una cola de gente. ¿Qué pasa ahí? Es que el teatro era allí. La presencia de Pili me saca de dudas. El teatro es aquí. Entro. Como siempre con Cocotevá, ni en la cola estás tranquilo.
La obra. La obra es una comedia de enredos. El protagonista tiene una novia azafata mexicana. Vive con una criada ecuatoriana, interpretada por la increíble Andrea PF (así se llama en Facebook y el periodista no tiene obligación de saber más, saber más es caer en el compadreo y con el compadreo no se hace buen periodismo), que da un recital de expresión artística y corporal durante toda la obra,. Y de tocar la flauta de pan sin flauta de pan.
¿Roberto Cabrera? Así se llama el personaje de Hugo Ramos, un petimetre al que borda, con unos movimientos que no dejan a uno de sorprenderle un segundo y le mantienen en vilo todo el rato. Todo el rato, qué vulgar. Qué hace, qué pasitos da, si posa la mano en la mesa o no, genial. Se trata de un amigo del protagonista, el siempre imponente Tony Ochoa, que viene de visita y ya que está, se queda.
Pero el tal protagonista, (Bernardo, que se me iba de la cabeza), compagina a su novia azafata mexicana, con una novia azafata francesa y una novia azafata española. Las tres azafatas lo petan, pero servidor es fan de Ponxi. Ultra fan. Esos movimientos de brazos, ese momento en el que mira hacia el cielo buscando los ojos de su enamorado en el mismo cielo. Esas manos que se mueven... no se cansa uno de mirar. Y como lleva el pelo rojo, es difícil que pase inadvertida, qué caramba.
Así que la obra va avanzando, los equívocos se suceden, los gritos, las puertas que se abren, no vayas a la cama, cuidado con la habitación, vamos a la playa por qué vamos a la playa, antoniomolinaunpaísencomú, guacamole, roberto cabrera, dame un beso, canciones, más canciones, y un final en el que todo se descubre y aleluya aleluya, cada una con la suya.
Al final, un espectador escogido al azahar entre el público interpreta a un texano que es quien se casará con la azafata mexicana (le) y como a todo el mundo hay que darle su importancia y el tiro de cámara no me daba para hacer una foto global, ahí va un primer plano del afectado (el del gorro):
Y así termina la obra, con todos cantando y la gente se lo ha pasado bien, incluso la señora a la que le ha sonado el teléfono dos veces. Fotos, aplausos, grabaciones con el móvil y la despedida de los escenarios de una obra que cumple con lo que promete. Te ríes. Y contra eso, no se puede luchar.
Un saludo a Marcos, acompañante en esta ocasión, si ha llegado vivo a su casa.
Adelante Cocotevá. Con tilde en la A. Y adelante Xavi Villena, la lucha continúa.
Fé de erratas: boliviana, criada boliviana.
lunes, 27 de marzo de 2017
Día Mundial del Teatro. Todo es una mentira muy grande.
El teatro es cantidad de fácil. Tienes un texto que ya te viene escrito, que lo ha escrito otro la mayor parte de las veces y tú solo tienes que leerte un trozo y aprendértelo. Hacer así como movimientos afectados, vestirte como te digan que te tienes que vestir, y además, hay uno o una que hace de director que te va diciendo lo que tienes que decir y cómo decirlo. Los decorados, tampoco tienes nada que hacer ahí, porque en las obras de teatro que otros ya han escrito viene más o menos descrito cómo tiene que ser el decorado. Si el director es un flipado o si hay un escenógrafo con ganas de juerga, puede inventarse algo, pero tampoco nos pasemos. Si la obra es contemporánea, puedes hacer un montón de cosas que igual no tienen sentido para el espectador, pero tampoco te comas la cabeza demasiado, si viene escrito, tú olvídate de la movida y haz. Te metes en el papel. Eso es lo único que tienes que hacer. Meterte en el papel. Dicen que eso de meterte en el papel requiere estudios y años de preparación. Hasta hacer cosas como de ejercicio físico y eso. Qué mierdas hablan. Meterte en el papel. Tengo que hacer de Hamplet. Me leo Hamplet y miro de entenderlo. Si quiero, lo que puedo hacer es ver obras de teatro. Si veo que se pone la cosa complicada y no acabo de entender lo que leo, lo que puedo hacer es mirar obras de teatro. O ir al teatro o pillar dvds o bajarme por internet obras. Y ves cómo lo hacen otros. Hay obras de teatro que no tienen decorado y a veces no se habla casi nada. Pero tienes que hacer otras cosas. No te tienes que preocupar, porque te lo van diciendo. Es decir, nada de lo que ves en el escenario es de verdad. No te está pasando lo que dicen en la obra que te pasa. Hay gente que se lo cree. Que cree que si yo por ejemplo soy Edipo y me he enamorado de mi madre, es que es verdad y la gente se asombra. A veces me da por pensar que si la gente se cree que realmente es capaz de asumir que estás hablando cinco horas con Mario y que le estás soltando una chapa a un muerto de padre y muy señor mío, qué de cosas maravillosas se pueden conseguir de la gente. También tienes que tener un poco en cuenta a la persona que te da la réplica. Es el otro o la otra con la que hablas cuando estás en la obra. Dices 'no es verdad ángel de amor que tal y cual'. Y debes decírselo a la otra persona. Y la otra persona, pues te mira así con ojitos. Y tienes que tener cudado tú también de pensar que te está haciendo ojitos de verdad. Es decir, que igual que sabes que la gente puede creerse que tú eres yo que sé, Macbeth, pues igual no debes de creer que el otro que está contigo es... no sé, el otro personaje que sale con Macbeth. Pero es todo súper sencillo. Cuanto más moderno es todo, mejor. Hay otras obras que son como de la vida real, que te vistes así normal y te tienes que enamorar de un casado, por ejemplo, y entonces no te tiene que encontrar la policía porque has matado a alguien y así en plan muy normal todo. Esas obras son las peores, porque te cuesta más meterte en el papel. Porque al ir vestido normal, es como que te cuesta. Si vas de griego, por ejemplo. Eres Orestes y tal, como vas vestido así pues es fácil. Pero si eres por ejemplo, el viajante que se muere y vas vestido así normal, pues oye, te cuesta. Porque estás pensando todo el rato que eres tú, que no ha cambiado. Pero que tampoco es tan difícil. Que ya te digo que hay uno que es el director que te va diciendo lo que tienes que hacer. Que viene todo escrito. Que en la obra hay uno que está detrás del escenario que te va apuntando también por si te olvidas. Que hay obras en las que ni siquiera hablas. Que puedes ir como corriendo de lado a lado del escenario, chillando o callado, o rompes a llorar en un momento dado o haces como que te acoplas con una hembra o con un varón pero es todo mentira. Es todo una mentira pero que tienes que hacerlo bien, no como cuando dices 'estoy llegando' y no has salido. No, aquí te ven y tienes que parecer creíble. Y además otra cosa. Que tienes que actuar en varios sitios. Sí, que eso puede parecer un problema, pero no. Porque hoy actúas aquí y mañana allí. Y no te conocen y no saben lo que vas a hacer y todo parece siempre nuevo. Aunque tú estés hasta los mengues de hacer lo mismo siempre. Pero como el otro no lo ha visto, oye, aplauden al final. Y que, además, cantidad de gente va al teatro porque tiene que ir. Que hay mucha mierda en la televisión, no hay canales de cine en abierto y cada vez nos cuesta más ver una peli entera y lo del fútbol ni te cuento como está. Estás en tu casa, miras a ver si cerca de ella hay un teatro, vas, te sientas, que te enteras de lo que están contando, pues bien, que no, no pasa nada, quizás la intención de la obra era eso, dejarte descolocado. No pasa nada. Sales del teatro, le dices a alguien que has ido al teatro y no es lo mismo decirle 'pues vengo de ver un celta osasuna' que decir que sales de ver 'esperando a godot'. Hayas entendido algo o no, que seguro que un celta osasuna es igual de surrealista, da más poso ver Esperando a Godot. Y hacer Esperando a Godot, ya no te digo. Y puedes ir solo o acompañado. Si vas solo se creen que eres periodista y te tratan de puta madre. Si vas acompañado, como son dos entradas, ya hay un huevo de sitios que te regalan algo por la cosa. El teatro es cantidad de sencillo. Ya te digo. Yo ahora estoy haciendo de Jesús en lo de la Pasión, por eso lo de las barbas y tal. Sencillísimo. Andar despacio, abrir los brazos así de vez en cuando, poner cara de me da la luz y al final que no se te olvide decir lo de padre... padre...
Si llamas pronto te regalan entradas para otra pareja. Yo se las voy a dar a mis padres.