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jueves, 12 de diciembre de 2019

El género humano

En esta nueva tanda de viajes a Can Ruti, nos hemos vuelto a topar de nuevo con el género humano. Con las personas. Con las personas al volante. Y no nos estamos refiriendo a la nueva adquisición para el mundo de los conductores, mi hermano, que tras años y años de dudas se ha decidido a sacarse el carnet y lo ha hecho a la primera el muy... no. Nos referimos a las personas humanas al volante y la pretensión de sacar ventaja, de ser más listo, de no detenerse ante nada, de prescindir de las normas para erigirse en poseedores de la potestad... poseedores de la potestad, es el momento de cambiar de párrafo.
Si no toman la salida de Montigalá y siguen hacia delante por ese carril que ahora no sé si llamarlo de salida o de entrada a la autopista o autovía o b-20 en dirección hacia allí, Mataró, supongo, y toman la siguiente, la primera de las salidas que te puede llevar hacia Can Ruti, verán que en primer lugar hay que bajar una pequeña cuesta que te lleva a un semáforo. Justo en frente, la vía continúa con una cuesta de dos carriles que se han convertido, por mor de unas obras, en un carril únicamente.
Así las cosas, quienes salíamos antes por ahí y nos situábamos en el carril de la izquierda con la idea de seguir por ese carril para, una vez subida la cuesta, girar a la izquierda en dirección a la carretera de Can Canyet, vimos, el primer día que nos percatamos de este hecho, que ese carril está cortado y que, cielos, nos tenemos que meter en el carril de la derecha.
Esto te pasa el primer día.
El resto de días, al salir, ya entras directamente por el carril de la derecha y te comes una pequeña cola cuando hay tráfico que suele ser muy a menudo. Y suele haber más tráfico porque muchos siguen metiéndose por el carril de la izquierda hasta que, al final, quieren incorporarse al carril de la derecha, ahorrándose la cola.
Porque a mí no me engañan. De la misma manera que yo me di cuenta al primer viaje, todos sabemos que hay que coger ese carril aunque te tengas que comer una cierta cola. Pero siempre, mientras estás parado tragándote una buena cola, ves esos coches que pasan embalados a tu lado y que, al llegar al final, ponen el intermitente. Y no pasan despacio, dubitativos, pasan con la seguridad que les da el saber que son ellos, los listos, los que saben, los que tienen el derecho a tener un carril libre y no hacer caravana como los gilipollas, quienes pueden y deben hacerlo.
Y los veo pasar a mi lado, con esos coches altos, blancos, suvs, y me gusta hacer apuestas sobre quién va a hacer la pirula al final y quién no. Ese que pasa como si fuese ministro de algo, ese va a hacer la pirula. Y es que la hace. Ese humilde que va despacio y temoroso de dios, ese se para en el semáforo para girar a la izquierda. Así somos. Hay un conjunto de personas que por un sentido de la vida que muchos llamarán conservador, o legalista o tonto del culo, nos comemos las colas, nos da vergüenza hacer eso, eso mismo, hacernos los locos y ponernos ahí delante. Déjame pasar. Es que voy.
Así un día y otro día.
El género humano. Demostrando cada vez ser más listo, más fuerte, más poderoso. Que yo. Que todos nosotros.
Estamos muertos.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Patatas y odio.



Un momento. Solo un momento. Paremos un momento. Contemplemos las flores. Contemplemos el cielo azul. Deleitémonos con las pequeñas cosas. Por un instante. Dejémonos de líos, de calentaderos de cabeza, de discusiones, de análisis, de rimbombantes declaraciones, de golpes en el pecho, de alardes de erudición, de símiles, de analogías, de perífrasis, de paráfrasis, de ósmosis, dejémonos de todo eso y por un instante, miremos al cielo, miremos las flores. Apreciemos los pequeños detalles. Disfrutemos con las pequeñas cosas. Volvamos la cara a lo sencillo. A lo común. A lo próximo.
Las pequeñas cosas de la vida. Esas tonterías que dan sentido a nuestro quehacer diario. Esas pequeñas costumbres. Esos pequeños momentos que nos reconcilian con el mundo. El olor del café, la hierba recién cortada en nuestro jardín, una bolsa de patatas fritas recién abierta, pasar por delante de los pollos a l’ast de delante del Olimpo, darte la vuelta en la cama porque queda todavía media hora para levantarte de la piltra.
Hoy, por ser hoy, tenía previsto yo consumir una pechuga de pollo que tenía en la nevera y que pensaba que pudiera o pudiese estar ya pidiendo explicaciones sobre su vida, perspectivas y demás. Una pechuga de pollo en solitario no es un manjar como para andar radiante por la vida. Una pechuga de pollo a secas, si no hay otra cosa, pues no hay otra cosa, pero si se puede, pues se adorna. Y hoy he decidido hacerme unas patatas fritas. Unas patatas que no fuesen congeladas por lo que he retomado la muy santa y muy decente tradición de comprar patatas. Y he ido a comprar patatas. Una o dos patatas, tres o cuatro patatas, nada que se acumule demasiado tiempo. Luego voy viendo patatas por toda la casa. Unas cuantas patatas. Pocas patatas. Casi para hacerme el plato de patatas hoy y ya. Pero eso ya es difícil, porque las patatas ya las venden agrupadas, embolsadas, empaquetadas. Y será bueno. O será plástico.
He ido a mi tienda de confianza. No diré qué tienda es. Es mi tienda de confianza cuando quiero comprar ese puerro, esa cebolla, ese pimiento verde, ese pimiento rojo, esos plátanos, esa media sandía que irá poniéndose pocha porque yo la sandía… pero la compro igual. No compro casi nunca verdura, fruta, esas cosas. En mi tienda de confianza no me conocen demasiado. Suelo ir después de currar, justo antes de hacer la comida.
He ido a mi tienda de confianza. Sin mirar. Sin preocuparme. Pensando en lo mío. Quizás con el móvil en la mano. Quizás atendiendo a cosas importante. Arreglando un mundo que requiere de mis servicios urgentes aunque el mundo sabe perfectamente que mis servicios son prescindibles. Iba yo distraído, atolondrado, pensando en comer y seguir con la lucha diaria. El mundo, la sociedad, los pueblos de España, caballo cuatralbo. El caso es que he entrado en la tienda.
El suelo estaba recién fregado. La chica encargada de la tienda acababa de fregar. No la he visto con el mocho en la mano.
El odio. Cada vez que pele patatas. Esos ojos de odio.
Detengámonos en esos pequeños momentos. Contemplemos el cielo. Parémonos a oler las flores. Mira el suelo por si lo acaban de fregar. Respeta.

jueves, 9 de agosto de 2018

Defraudando expectativas


Volvemos a vernos, vieja mofeta. El encuentro anual con M. Nos hacemos mayores. Por primera vez en la conversación se incluyen ítems como ‘dolencias nuevas’, centradas especialmente en el campo de la visión. Vista cansada. Este es nuestro leit motiv. Vidas cansadas. Defraudando expectativas desde 1975. ¿Seguro? ¿Qué expectativas? ¿Cuándo, en qué momento, dijimos nosotros que íbamos a? Creo no haber hecho ningún plan, ni haberme marcado un objetivo nunca. No creo haber anunciado la consecución de A si hacía B, en ningún momento. Así que no veo tan claro que hayamos defraudado nada ni a nadie. Esto era así. La mítica comida con M. Repasando los asuntos propios y los ajenos. Introduciendo temas nuevos. Olvidando temas de actualidad.
¿Y cómo va todo? Los pisos, la vivienda, muy mal. Ante las campanas que anuncian que todo va de nuevo de puta madre y que lo único que falla es la Colau, la constatación es otra. Sobramos. Aquí no pintamos nada. Aquí estamos tardando en largarnos. No nos quieren. Ni en los barrios ricos, ni en los barrios pobres. Ni donde antes viviste, ni donde estás viviendo. Estamos sobrando porque otro lo comprará, lo alquilará, sacará rédito. El tonto eres tú que no te has apuntado a la movida. El que no especula, el que no tiene una visión más allá de vivir y punto. Hacer negocio con las vidas ajenas. Y esperar a que venga el próximo Morrazo, que va a venir. Morrazo, yo ya fui a Cangas del Morrazo y menos mal que no llovía. Lo dicen los economistas, lo está diciendo todo el mundo, va a venir otra barbaridad y nos va a coger quizás con una cara de gilipollas aún mayor. Los grandes poderes financieros lo están viendo, están quitándose de encima la mierda española, la deuda. Apunto que el reordenamiento del espacio político viene un poco a apuntalar una respuesta similar a la que se tuvo antes. Que pille a los socialistas en el gobierno, que ellos se encarguen de zumbarse a su izquierda y el PP se reorganiza y se carga a los naranjas. Y así, cuando venga la nueva ostia, les pilla reorganizados, fuertes y aguantando el tirón. Vamos a comer algo. Nos movemos por la Rambla de Poblenou.
Un sinfín de gentes sin camiseta que vienen de ver los grandes monumentos de Barcelona y de llorar como magdalenas porque la figura del Tio Che ha estado a punto de ser eliminada. La culpa es de la Colau. Qué desastre todo. Una figura en la calle, un inspector, un funcionario que llega y anuncia que. Inmediatamente es la Colau la que no tiene corazón. Qué ganas tenemos todos de que se pasen estos años de Colau y volvamos a vivir de la rifa con el que venga. Avanzamos, gente sin camiseta demostrando que se alimenta de una manera efectiva y que no somos más que un gran trozo de urbanización que se pierde hasta llegar al Tibidabo. Qué gran idea la playa de Bogatell, la playa de Poble Nou. Qué bien. Vemos vecinos asomados, sin camiseta también, no se puede vivir con este calor. Nos quedan cuatro días a todos de poder vivir aquí. O en cualquier otra parte. Y total…
Y quién se queja. Qué pasa si los precios de los pisos suben y suben y vuelven a subir y los alquileres suben y suben y se ponen ‘a precio de mercado’ y te expulsan de tu ciudad, de tu barrio. Nada. No ocurre nada. Hemos estado hablando durante tres horas y no hemos hablado del Procés en ningún momento. Hemos hablado de quién se queja. Se quejan estibadores, se quejan taxistas, se queja gente que parece haber estado fuera del circuito de los ‘movilizados’, los ‘organizados’. Protestas. Volviendo a condiciones laborales de hace mil siglos. Falsos Autónomos. Pagar por trabajar. Ciclistas repartiendo comida. Paga por trabajar. Qué mierda es esta. Quién se queja. No hace falta ir a una manifestación para hacer algo. Basta por lo menos con tener claro qué pasa y no repetir como loros que esto es lo moderno, el progreso, esto es así porque es que tiene que ser así. Pues no. No lo es. Al menos decirlo. Al menos leer el diario y tener claro que nos están tomando el pelo. Al menos eso. Y no hemos hablado de lo de aquí. Hemos llegado a apuntar la posibilidad, ya comentada en cierto modo el año pasado, de que todo esto no sea obra de gente con ordenadores capaces de hacer cualquier cosa. Cualquier cosa.
Y hemos hablado de fútbol. Porque todo es como el fútbol. Y hemos hablado del asco del fútbol. Del Barça y del Athletic. De cómo a un niño de 10 años puede seguir gustándole el fútbol más que nada en el mundo. De jugar al fútbol. De los fichajes. De los representantes. De los periodistas que un día dicen que Miranda a adelantado a Cucurella. De asumir que somos simple relleno y que aquello por lo que un día te gustó el fútbol ya no es. Ya no está. Nos gusta por una suerte de maleficio. Seguimos el mundial. Para M., el mundial ha sido una estafa. Ya me extrañaba a mí. Yo que pensaba que no, pero M., lo ha visto claro. El Mundial ha sido una puta estafa. Dejar en paz el mundial. Que si os queréis cargar el fútbol de clubes como ya lo habéis hecho, cargároslo, pero el Mundial, hijosdeputa, el Mundial no. Que le han dado el mundial a Francia, que el representante de los croatas se compró por lo menos hasta las semis. Que Inglaterra robó. Que lo del VAR ha sido una mierda, que si no vi que en el Francia Australia hubo un retraso en la repetición. Menos mal que ya no nos gusta el fútbol y que no conocemos a ningún jugador del Valencia o del Villarreal. Menos mal. Baloncesto. El Baloncesto es peor. Mejor no comentar. Jugadores van, jugadores vienen. Y en tu culo se entretienen.
Y nos vamos a tomar un algo para bajar el papeo. Y seguimos viendo a peña sin camiseta y toallas. Y vamos eligiendo otro bar y nos sentamos en un bar pensando que es otro bar y nos hemos equivocado de bar. Y eso es lo que tenemos que ofrecer. Y le cuento que he estado en Roma. Justo cuando me estaba diciendo que la peña solo piensa en el viajecito, en el fin de semanita, en las mierdas. Y yo le cuento que he estado en Roma y Roma tampoco. Y se ha cortado el pelo. Creo que por fin se ha dado cuenta de que sus problemas de alopecia (¿?) son irremediables y ha decidido raparse para disimular. Lo mejor es que él te lo cuenta así. Le nace el pelo… ahí. Y le he dicho que me cuesta enfocar, la vista cansada, que necesito mirar dos veces, que me tienen que aguantar las gafas. 
Y seguimos hablando, los curros, los colegas, las vueltas que damos todos. Y las revueltas. Y los giros. Y la incapacidad manifiesta para la toma de decisiones. O quizás la toma de decisiones sin anunciar. Somos las decisiones que tomamos. Luego no digáis que no sabíais nada. No esperéis nada de nosotros. Hasta el año que viene.


jueves, 2 de agosto de 2018

El siglo XXI

El siglo XXI en forma de monomando. El siglo XX en la figura de un cacharro metálico que al subir la maneta expulsa agua. El siglo XXI dejando atrás creo que de una vez por todas a los grifos del siglo XX. Mi casa anclada en el siglo XX y yo mismo aferrándome al siglo XX. No quiero camisas de flores, cosas hawaianas que también quisieron imponerse en el siglo XX, yo quiero mi polo y mi camisa lisa del siglo XX. Yo he resistido, hasta que ya no se podía más, a las incursiones de lo tecnológico, lo moderno, lo nuevo. Me gusta lo antiguo, lo rancio, lo añejo, lo que no funciona. Me da como un prurito de algo especial. El monomando me hace no ser especial. Pero contar que tengo un monomando, contarlo, explicarlo, relatarlo, hacer el esfuerzo de un texto que gire en torno al hecho de que tengo un monomando en la pica del lavabo, eso, eso me hace ser especial.
Y eso es muy siglo XXI, muy de ahora. Ser especiales, contar cosas que nos hagan sentir bien, especiales, cosas que hacemos, que comemos, nuestros sentimientos, las canciones de Michigan y Smiley que solo conozco yo y mi hermano quizás, las bandas que nos molan, los grupos que seguimos, etc. El paseo que he hecho con mi padre. El paseo que he dado hasta ir a un sitio a coger un papel acojonado porque pensaba que el papel es de otra cosa y luego me doy cuenta de que el tal papel es nada y que todo es cosa de la burocracia y os lo cuento y parece que está pasando algo. Y no está pasando nada.
Estoy de reformas en casa. Contado así parece algo. El siglo XXI está entrando en mi casa. Y esperas una historia. La historia de un enchufe que no he sabido cambiar nunca y que hoy por fin ha entrado de nuevo en el circuito de la luz y la energía. Y ya podrás ir y venir por mi casa de una manera reglamentaria, hola, enciendo una luz, esa luz se enciende. Hola siglo XXI. Supongo que la respuesta lógica a todo este discurso es echarme en cara que hay mucha gente que no puede escribir chorradas sobre un monomando. Hay muchas cosas que no pueden ni siquiera pensar. No pueden pensar en la diferencia entre una fotografía con la pica húmeda o la pica seca. La pica seca es de no tener agua y eso es porque está el monomando. No sé hasta qué punto es necesario contar que habrá pisos, casas, edificios, viviendas, que en Santa Coloma tampoco tengan el monomando. Y que tengan que ir a por agua a las fuentes públicas. Y que tengan otras cosas más que les deje fuera del circuito de las muy buenas noticias diarias.
Hola, me llamo Antonio, escribo cosas cuando no tengo que hacer otras cosas del trabajo. Hoy estoy muy emocionado porque tengo un grifo monomando. Y un interruptor, dos interruptores nuevos. Y la cisterna ya no me hace vivir en el Sonar todos los días, todo el rato. Y ayer, en un alarde de optimismo y esperanza en el siglo XXI, regué las plantas y remojé el suelo de la terraza. Y habrá que ir pensando en qué poster poner para tapar el agujero tapado del techo. Y todos son inputs positivos.
Porque el siglo XXI es esperanza y fe en el mañana. Y yo quiero ahora que todos conmigo, en torno al grifo monomando, reflexionemos y compartamos nuestras experiencias. Esa puerta cambiada, esa ventana, ese nuevo ventilador.
La esperanza y la fe en el futuro. En que el siglo XXI nos de el brillo del monomando, la eficiencia del interruptor. Que haya luz y se hizo la luz. Que haya agua, y se vino el agua. Y olvidemos el pasado y encaremos el mañana con alegría y con la ilusión de quien levanta la maneta y ve correr el agua.
Alabemos el progreso y digamos bien alto, sí. Sí. Sí.
Ayer, afeitándome, sangraba como un cerdo. Todavía no lo tengo todo por la mano en esto de vivir.
Pero avanzo.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Cuidado

Somos muchos los que pensamos que la situación actual de crispación y de ausencia de diálogo nos está llevando por caminos que son ciertamente preocupantes. Efectivamente nos encontramos ante un escenario en el que las familias ya no discuten sobre según qué temas, se discute sobre el espacio público como lugar para las reivindicaciones, la conveniencia o no de considerar un idioma o una herramienta política, el ascenso de posiciones políticas ancladas en la confrontación permanente con un 'otro' que no es como 'nosotros'. Me ha parecido siempre una discusión estéril, pueril, infantil, pero sin embargo, dicho esto, yo soy el primero en caer en la trampa.
Soy una persona a la que le cuesta poco encenderse, lo reconozco. Tengo la mecha corta, me dan palmas, me buscan las cosquillas y pierdo cero coma en contestar. No mido y si no tengo al lado a alguien que me sujete y que me diga, déjalo, avanza, no lo hagas, suelo lanzarme a la arena del improperio y de la discusión por cualquier nimiedad. Un comentario, una acción que yo entienda como un acto de provocación, un lo que sea que a mí me de a entender que se ataca a mí o a alguien que me parece de mi confianza, provoca en mí una sensación de nerviosismo que no se calma si no lanzo toda la caballería, a veces sin medida, sobre la persona o el colectivo que he considerado ofensor.
Y, sin lugar a dudas, el escenario actual es proclive a la acalorada controversia, al refranillo hiriente, a la broma sin gracia, a las comparaciones odiosas, al gesto altanero y menospreciativo, al sarcasmo, a la ironía de trazo grueso, a la descalificación y al insulto gratuito.
Añadámosle además a todo este espectro de virtudes, que suelo mostrarme altanero y poco tolerante con quien piensa de manera diferente como yo. Incluso con aquellos que, pensando prácticamente lo mismo que yo, son considerados por mí de manera claramente inferiores a mi intelecto, sabiduría, verbo y gracia. Sobre todo gracia. Me perdonarán una vez más por hablar de mí, pero ya he dicho que tengo el ego un tanto desmedido, desaforado, enorme. Y como que uno es gracioso y parlanchín, tiendo también a meter la pata. No siempre, ojo. Hay veces que estoy bien, sembrado, noches o tardes principalmente en las que uno no tiene la presión del momento y está más distendido. No siempre, ojo. Ya lo digo ahora, puedo ser resultón pero también puedo pasarme un poco si no... se me frena.
El caso es que últimamente he notado que me crispo más de la cuenta con algunos temas y el de la situación política como ya he anotado es de aquellos que me tienen con el cuchillo entre los dientes todo el día. Quisquilloso, picajoso y rencoroso. Esto es otro tema.
El del rencor. Sólo actúo por rencor. No me mueve otro sentimiento como la superación de uno mismo, el trabajo solidario, la ayuda a los demás, el ansia de ver en vida la llegada de un socialismo que ya no sabría definir, la sonrisa recuperada de alguien que demanda un poco de cariño... nada de eso. Solo me mueve el rencor. Es algo que no se comprueba hasta que se me conoce, pero que es, indiscutiblemente, mi gasolina. El rencor.
Así, de todos son sabida mis posiciones en torno al tema, al conflicto, al procés, etc. Mi posición no dista mucho de aquellos que se llaman a sí mismos federalistas y con los que no voy a entrar a polemizar tampoco aunque me gustaría y mucho. Pero ese no es el tema. El caso es que un día, hablando en un círculo de personas a las que no tengo el gusto de frecuentar en demasía, por lo que ni yo las conozco a ellas ni ellas a mí, y en sacando el tema, y viendo que el público podría ser hostil porque vi un exceso de identificación con uno de los bandos, me lancé en tromba. Nada mejor ante un público desconocido que un alarde de conocimentos, verborrea, desprecio del contrincante, tópicos leídos en otros lugares adaptados a mi gracejo particular. Más o menos lo de siempre, pero entre personas a las que realmente no había visto antes, tan solo a una de ellas que además, guardaba conmigo una relación de jerarquía en el ambiente laboral.
Así las cosas, mi argumentación fue destrozando sin piedad tópicos, políticas, ideologías, posturas y postureos varios sin que me temblase el pulso en absoluto hasta que uno de los interlocutores quiso comentar...
- Soberbio
- Y tú croata.

Muy buenas tardes a todos y todas.

jueves, 17 de mayo de 2018

Estadio Ruiz de Lopera

Hay un día en el que te detienes ante el espejo y te das cuenta de que has caído. Como esos que dijeron que nunca lo iban a hacer y acaban haciéndolo y se justifican. Un día, distraídamente, te das cuenta de que te has estado peinando hacia delante. O que un flequillo imposible hace verdaderas maravillas intentando tapar lo que es evidente. No tienes pelo. El pelo. Un día, te das cuenta de que estás tardando más de la cuenta en cortarte el pelo. Un día, esperando en la cola del supermercado, te das cuenta que la cámara recoge desde arriba de manera fehaciente toda la magnitud de la tragedia. El pelo. Hay claridades. Te haces una foto y lo que tú crees que es un flequillo todavía juvenil y popero, no es más que una ilusión, que no hay flequillo, que no hay nada. Que la piel brillante no engaña y que todo es ya un camino hacia la nada. Que estás intentando que de un lado a otro de la cabeza no se note lo que parece ya más que evidente. Sin pelo. El pelo.
Y lo ves claramente. Esas imágenes de Ruiz de Lopera, presidente del Betis hace años, que tenía una línea, una raya en el pelo que le nacía de la oreja y con ella quería tapar de manera arquitectónicamente imposible toda la cabeza. No tenía pelo. Incluso intentaba que de la nuca aprovechar lo que se pudiera para tirarlo hacia delante. Y era grotescamente ridículo. Y pensabas, yo... yo nunca haría eso. Yo automáticamente me raparía el pelo, qué problema hay. Anasagasti, con aquella cortina terrible que de la misma manera intentaba taparle toda la cabeza como si fuera una ensaimada. No os acordáis de Anasagasti.
Hay una película, Vaya par de Idiotas. Bill Murray hace de gran estrella de los bolos. Y se enfrenta a un decrépito Woody Harrelson. Bill Murray interpreta a un gilipollas completo. Que de joven tuvo rizos, pelo abundante. Y en ese instante... se pone a jugar y a medida que juega se le va desarmando todo el montaje de pelo que tiene. Y va quedando una especie de trampantojo infame, con unos hilachos de pelo colgando de una parte de la sien, mientras que en la cabeza no hay nada. Sin pelo.
O Trump. Trump lo tiene de una manera que no sabes si es o no es. Es decir, lo tiene peinado de tal forma que no sabes de dónde saca el pelo, de dónde viene, pero sabes que no es una melena o un flequillo del tipo natural. Ese pelo... ese pelo no es de ahí, ese pelo no sale de donde tiene que salir. Sale de más allá. Y así, también es... sin pelo. Sin pelo.
Hoy he ido al peluquero. Corto. Lo quiero corto. De arriba el peluquero no ha necesitado comentarme nada. Simplemente ha cogido la maquinilla y ha comenzado a esquilar. De arriba no ha dicho nada. Ha cogido las tijeras. Ha pegado tres tijeretazos sin demasiada pasión... y listos. No me he querido mirar demasiado en el espejo. 'Un corte normal', me ha dicho. Con la mejor de mis sonrisas le he dicho que estupendo todo. Y esta es la vida. Este es el presente. Qué nos deparará el futuro.
Todavía menos preguntas.

martes, 14 de noviembre de 2017

Gente así

Es muy común que no te atraiga la gente común. No estamos hablando de lo mismo. Es de lo más normal que lo que te traiga por la calle de la amargura es la gente extraña. Si, claro, a las cinco allí, naturalmente, voy a ir y lo vamos a hacer. Es un viaje de Pamplona a Zaragoza que hemos hecho en una hora y media aproximadamente. Tengo que hacer unos trámites. Me he comprado unos pololos de color rojos. Los llevo por fuera. Me gusta hacerme trasquilones en las venas. Mis zapatos brillan en la oscuridad. Me he apuntado otra vez a la Escuela Oficial de Idiomas, para hacer otra vez inglés, ya hice inglés una vez y me he vuelto a apuntar. Me gusta la gente así. Gente que vuelve de viaje y te la encuentras en el aeropuerto y te dice que va a irse de viaje. Y gente así. Gente que de vueltas, que se queda callada en el momento exacto, gente que tenía que venir y que no ha venido porque no se sabe qué le ha pasado. Mucha gente dice que nosequé, no me interesa. La mayoría del tiempo la pasas con gente que hace cosas y va y viene y a una hora estipulada piensa que tal. Y seguramente tiene que ser así, pero es que no. No. Siempre es que no. Hola, otra vez soy yo, qué tal, no me esperabas. Estoy desnudo. Ese es mi rollo. Dilo. Rollo. Dilo. Rollo. Rrrrrr. Rollo. Me llamo Reinaldo y me gusta mucho este nombre porque no se parece ni a Juan, ni a Pedro ni a Antonio. Reinaldo. Y no hay ningún jugador de fútbol que se llame así. Me gusta el fútbol porque a ti no te interesa el fútbol y así no tenemos nada de qué hablar. Eres un artista. Eres una artista de narices. Me encanta lo que haces. No voy a venir más a verte. Eso es lo que pienso del momento político.
En realidad este texto se tenía que llamar 'Vienes y muebles'. Era un texto sobre alguien que venía y que decía que tenía un mueble y no sé a dónde venía. Como he pasado mucho rato pensando en la localización y si tenía que ser yo o bien meter a otra persona por medio, se me ha ido el ángel y no he podido escribir nada. Pero el título me parece buenísimo. Vienes y muebles. Porque es como bienes inmuebles. Y no pasa nada. No pasa nada porque de tanto escribir pierde uno el hilo de lo que escribe y puede acabar escribiendo de cualquier cosa.
Me gusta la gente así. Inestablemente. Me gusta la gente inestablemente. No me gusta todo el rato, ni me gusta siempre. Por eso me gusta siempre la cosa permanente. La revolución permanente. La revolución con el pelo rizado. Me gusta inestablemente. Me gusta porque lo que me pasa es que soy una persona conservadora, una persona timorata. Qué significa timorato. Timorato. Timorato Primero y quinto de Alemania. Alemania del Este. Me gusta Alemania del Este, porque da sensación de seriedad. No de gente que se tiña el pelo de colores, por ejemplo. Me gusta que estés pirada, absolutamente fuera de sitio. Me gusta que de tan normal te salgas de la normativa vigente y parezca que lo haces adrede. No me gusta escuchar una historia de miedo, con un drama previo, con una alegría repentina, con momentos de altos y de bajos. Me gusta escuchar una historia en la que de repente se me permita cantar. Me gusta que no te tiñas el pelo, que te dejes ese mechón, blanco, y que te tiñas el pelo.
No me entiendes. No me gusta que me entiendas. Porque si me entendieras sería yo. Y yo no me considero gente así. Yo soy una persona muy normal. Me gusta juntarme con gente así porque es que si no, pues no sé.
Yo soy muy de eso. Y quizás debería haberlo dicho antes, pero no me gusta hablar demasiado. Soy más de mirar. De ver. De hacerme el observador. De hacerme. Me hago. Todos los días me estoy haciendo. Porque esto es permanente. Tengo un bronstein dentro de mí. Y ni siquiera sé lo que es eso. No me apetece leer tanto del tema. Me gusta más la gente así. De vienes y muebles.

jueves, 31 de agosto de 2017

Si lloviera


¿Lloverá mañana? El hecho incuestionable es que ya ha llovido. De nuevo llega el final de agosto y como si el responsable, el hacedor, el que domina las claves del juego, decide advertirnos que todo se ha acabado, echando agua sobre nuestros calores. Todos los años, como un reloj, martilleante, sin piedad, aparece la lluvia los días previos a la Festa Major para recordarnos que todo es efímero, que todo tiene su fin y que de manera cierta todo se acaba cuando parece que comienza.
El mes de septiembre es el mes de los comienzos, de cuando íbamos al cole y volvíamos a ser personas de provecho. Ahora, con las nuevas leyes y los nuevos hábitos que nos hacen más libres y menos encorsetadas nuestras costumbres, los trabajadores ya no vemos septiembre como ese mes fatal, aunque el recuerdo fatal siempre queda y septiembre nunca será un mes alegre. Nunca.
Está negro ahora ahí fuera. Suenan los truenos. Cae una manta de agua. Los que no hemos sacado el paraguas porque no tenemos paraguas o porque siempre nos ha dado palo ir con paraguas y nos acordamos del paraguas cuando ya es demasiado tarde y buscamos una excusa para justificar que no llevamos paraguas, nos mojamos. Y nos metemos debajo de los balcones. Y somos especialistas en buscar cobijo bajo los árboles y conocemos los trayectos en los que los balcones son continuos. Y apenas nos mojamos. Y reconocemos que nos hemos mojado solo delante de personas de confianza, porque no llevamos paraguas, vete a saber porqué.
Y nos preguntamos si lloverá por la tarde, porque ahora no pasa nada, pero por la tarde sí. Y nos preguntamos si lloverá mañana, porque ahora no pasa nada, pero mañana sí. Nunca pasa nada en este preciso momento, siempre pasa algo luego. Siempre estamos esperando que no llueva dentro de un rato para hacer una cosa. Una cosa que no hacemos ahora y pero que luego sí. Y vemos a la gente correr hacia los balcones. O metiéndose dentro de sitios para no mojarse.
Séneca, qué haría. Dejaría que el agua le cayera sin más, saldría corriendo, qué haría… el estoicismo, mantenerse firme ante las desgracias, ante las adversidades, pero tampoco mostrar excesiva euforia por las cosas buenas. Estar en tu sitio, que se llama. Aguantar con estoicidad. El corrector me lo marca como incorrecto. La estoicidad es incorrecta.
Una reflexión sobre la lluvia. La clásica reflexión sobre si me gusta o no. No me gusta. No sé si hay gente a la que le viene bien la lluvia. Dicen que hay a quien se encuentra mejor incluso físicamente. Llueve en Santa Coloma de Gramenet y todo parece más sucio y más feo. No tiene la culpa nadie nada más que el hacedor, el culpable de que esto gire o un día decide que bota y rebota. Hablan de fenómenos, de enfriamientos, de corrientes, de calor. Qué cosas.
Llueve, no me importa, decía la canción de los Beatles. Está lloviendo otra vez, esta era de Supertramp. Seca la lluvia, decía la de The Beta Band. Es un día lluvioso, chica del amanecer, esta era de Faust. Está lloviendo en mi corazón, esta era de Buddy Holly. Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú, esta era de Armando Manzanero. ¿Quién para la lluvia? Esta de la Credence. Una lluvia dura va a caer, traducción patillera de una de Dylan. Canciones de lluvia.
No sé. ¿A quién le puede gustar la lluvia? ¿A quién le puede gustar septiembre? Luego en Septiembre pasan siempre muchas cosas que hacen que el mes se te pase en un plis, pero así, a finales de agosto, no hay manera de remontar.
Igual con un chiste. Mi abuelo siempre contaba ‘ay si yo viera, decía un ciego’.
En fin.

martes, 8 de agosto de 2017

Situación a 7 de agosto de 2017: la carne se muere.

Mientras estamos hablando y comiendo M. cuenta lo siguiente. Dice que vio una noticia y que se la contó a la gente de su pueblo y no entendió nada, pero él lo ve clarísimo. Dice que en nosequé centro, en la Nasa o en Facebook o vete a saber dónde, hicieron un experimento con dos Bots para que se pusieran a negociar entre sí. Se trataba de que los dos Bots iniciasen un proceso de preguntas, respuestas, etc., pero ocurrió que, al cabo de un rato, se dieron cuenta de que los dos Bots habían avanzado tanto que estaban hablando en un lenguaje propio, que solo entendían ellos, alejados de los propósitos de sus programadores humanos. No sabían cómo volver atrás, así que se les ocurrió simplemente desenchufarlos. Sin emabargo, dice M., esto nos demuestra que estamos perdidos, que esto se nos ha ido de las manos y que muy posiblemente ya el año que viene no tengamos que quedar para comer o para vernos, como hacemos una vez al año. Es el fin. 
Encuentro anual con M. Al menos nos vemos una vez al año, podría ser peor. La situación ha avanzado a mejor en aspectos generales, pero sin que sirva especialmente para nada. No vemos bien. La carne se muere. Los ojos, las células, los miembros, el cuerpo, va perdiendo facultades y se va muriendo. Yo, el otro día, le cuento, no fui capaz de enfocar los ojos de manera correcta para ver la luna. Me salía desenfocada. Es la mierda de estar mirando todo el día el puto móvil y la puta mierda del ordenador. M. me cuenta que allí hay una tienda de la Bq, que él ha rajado tanto de la Bq y que ahora le han puesto una batería en el móvil que no ha tenido que cargar desde hace dos semanas. Nos toman el pelo y cuando quieren nos demuestran que si quieren saben. 
No hay retos, no hay nada que nos ilusione. M. me cuenta que en nosecuantos años le han cambiado de posición unas cuantas veces en el trabajo, pero que siempre acaba ocupando la misma baldosa, y que así no hay quién se motive. Que la gente joven tiene muchas ideas, pero que pretenden que él las lleve a cabo con ellos. Yo le cuento que estoy empezando a currar en una cosa de inmobiliarias y hablamos de los precios de alquileres, de vivir aquí, de Barcelona, de largarse fuera. M. lleva largándose fuera desde hace años. 
Hablamos de los colegas, hacemos repaso de la situación y del balance de daños y de bajas y de las perspectivas de futuro. Ya hemos dicho que no nos ilusiona nada, pero acabo pareciendo un japonés que hace mil cosas a su lado. Está hecho un lapicín. Me cuenta M. que si la camiseta del grupo es rosa no se la puede poner, porque tiene que llevar siempre cosas oscuras, porque se está manchando continuamente. M. me cuenta que el otro día fue a un entierro en su pueblo y que su madre le tuvo que advertir que llevaba el polo con nosecuantos agujeros. Siempre se compra la misma ropa, los mismos pantalones, las mismas camisetas, los mismos polos, oscuros, para disimular las manchas. Dice que el otro día en el entierro apareció un joven con una camiseta del Real Madrid, la negra del escudo verde. Que si ya es una desfachatez ir a un entierro con una camiseta de un equipo de fútbol, ir a un entierro en el pueblo con una camiseta del Real Madrid es... pero es que ya está todo perdido y da igual. Antes le hubieran colgado por hacer eso, y ahora... nada. 
Hablamos de fútbol. Si nadie se había enterado de que el fútbol solo sirve para blanquear dinero, no sé qué más se necesita. Lo de Neymar, asegura, no es un pago de cláusula, es un traspaso. Él ya hace tiempo que esto del fútbol no le despierta mayor entusiasmo, pero reconoce que el día del PSG tuvo un repunte. Nada. Este equipo está muerto y no hay nada que hacer. Otros años he intentado colar alguna teoría al respecto sobre mi Athletic, pero este año ni siquiera eso. El fútbol. Vemos pasar a los niños con las camisetas del Barça. M. es capaz de decir de qué año exacto es cada camiseta cuando a uno le parecen todas iguales. 
Vemos pasar a gente sin camiseta por la Rambla de Poble Nou. Me pregunta si hace mucho tiempo que no vengo por ahí. Le digo que hace más de... Hace mucho tiempo. Antes. Me dice que en las guías ya la gente dice que las ramblas buenas no son las de toda la vida, que son esas, que van directo a la playa. Y sube la gente en gayumbos o con media teta fuera hasta la Diagonal. 
No hablamos mucho de política. O sí. Trump, Rajoy, etc., pero es que claro, a ver, si ya los dos Bots aquellos son capaces de desarrollar un sistema propio y todo esto está en manos de gente que ni siquiera tiene necesidad de preocuparse de salir en la tele, de demostrar que manda, que son máquinas o que tienen las máquinas a su servicio, porqué tenemos que asustarnos si el presidente es Trump. M. sabe que, pese a no estar ya muy pendiente de nada, que hay un think tank que es el que realmente domina las cosas, que Trump es un  pelele y que ya le han tenido que dar un par de veces el toque porque se había subido a la parra. Y que es muy flojo. Que ahora tocan ocho años de esto. Le digo que ocho años son muchos años, y se lo piensa, pero dice que pondrán a otro. Pero es que claro, si el tema está en que había que votar a la Hillary, pues qué quieres, es como poner a Rubalcaba, que lo vote su puta madre. De todas maneras, si los dos Bots ya van por donde van... hablamos de ajedrez, de que no han vuelto a hacer la prueba del Deep Blue, de que ya no se atreven a hacerlo. Que ha ganado un danés (noruego) el campeonato y que nadie sabe ya quien es pero que no se atreven a ponerlo a jugar con el Deep Blue que toque ahora. Si ya en el 98 por ejemplo se zumbó a Kasparov, qué no hará ahora con el muchacho ese. Estamos perdidos. El año que viene, digo, por decir algo, por poner algo de mi cosecha también, en breve, igual nos colocan una encima de algo, un dispositivo por el que nos damos por comidos y satisfechos y así se ahorran todo. Al final todo es un puto invento y no nos necesitan, no necesitan que trabajemos, que hagamos nada, que produzcamos, que pensemos, que estemos ahí. Solo que compremos cosas, y poco más. Lo demás no es necesario. No nos necesitan. Que Rajoy sea presidente una y otra vez significa que no tienen necesidad ni de poner a lo mejor que tengan delante. Que da igual.
Ya casi a la hora de irnos le pregunto por lo del 1o y me dice que al otro lado está Rajoy de presidente, que la caspa continúa, que son 300 años de no moverse nada, de nosecuantas familias que lo llevan todo y que nada se puede mover. Que si esto al menos sirve para algo que... yo le coloco mi teoría sobre el gatopardo y le digo que poco se va a mover aquí si quien está montando los circos es el mismo que tiene a peña legislando y colaborando con el sistema de mierda este. Y dice que visto así... le digo lo de la historia del Mas viendo lo del rodea el parlament y cómo se apunta y monta su propia 'revolución'. Y M. dice que esto no sabe realmente cómo va a acabar. Que no hay apoyo internacional, que alguien debería haber dicho algo. Pero es que tampoco ha dicho nadie que no. Y es complicado. Que ni los militares parecen estar tomándoselo en serio. Que si pasara algo, todo el mundo pasaría de hacerse daño. M. dice que a la gente todo esto se la suda. Que los chinos controlan el puerto de Barcelona y que en Rotterdam esto no tiene que hacer ni puta gracia. Que si luego además, esto lo apunto yo, los vascos se unen a la fiesta y les quitan la salida norte, entonces qué. Y seguimos hablando del PP, de las reyertas internas, del documental, de cómo Zapatero se petó al PSOE desde dentro porque se lo ordenaron desde fuera, de cómo el Pdecat es lo mismo que Ciu, de cómo aguanta ERC... y van pasando las horas. 
Y no hemos salido de la Rambla del Poble Nou y hemos estado en tres sitios. Y en uno de ellos le sorprende la puerta de cristal y dice que si esa puerta es de cristal, será porque esconde algo. Y dice de ir a ver alguna peli o algo, de llamar a la A. pero no cuaja el tema y nos tenemos que ir. Vemos pasar a la gente, a la gente que va de viaje, a la gente que parece que viene de viaje. A gente feliz y con ganas de hacer cosas. Decimos de vernos a lo mejor el miércoles, pero será que no. Le digo de que venga a los conciertos pero me dice que no.
Y no cuento lo cuento todo, claro. 
Y está delgado como un palo y con el pelo canoso y con la carne muriéndose y esas cosas. Y nos despedimos y creo que han sido cinco horas. Por la noche hubiera sido matador. La carne se muere. 

martes, 6 de junio de 2017

Indepencia


Ayer, por no decir siempre eso de 'el otro día', por cambiar, por no estar diciendo siempre lo mismo. Ayer, caminando por el único lugar que conozco, mi calle, casi llegando a la esquina con la calle Cultura, un carro de supermercado salió a mi encuentro y al de un coche que venía casi en paralelo y se tiró en el suelo volcando todo su contenido, que era heterogéneo y diverso. Como quiera que detrás del carro de supermercado nadie salió a reclamar ni su propiedad ni su contenido, me dispuse yo mismo a retirarlo del mismo centro de la calle y devolver a su interior parte del contenido que llevaba. Concretamente, una suerte de bomba de bicicleta o de inflar balones, pero deshilachada y no sé porqué ese deshilachamiento. Había una bolsa también con diversas ropas, pero obvié su contenido. Seguí mi camino recibiendo la indiferencia del conductor que consideró, creo, una obligación mi comportamiento cívico y personal. También de los transeúntes, que no consideraron darme conversación ni nada aunque dije... 'vaya, el carrito ha venido solo'. Ni una palabra. Unos pasos más allá, los propietarios del carrito proseguían su trabajo invisible. Va la cosa de puta madre.
Esta mañana, toda vez que he saludado a Javi Jareño, (las estadísticas hablan de un Jareño cada vez que camines por mi calle), me he tropezado con un calcetín solitario en el suelo. Un cartel de 'esto no es un contenedor de muebles', en la puerta del colegio Fray Luis. A la vuelta, ya no había un calcetín sino otra bolsa llena de ropa en la acera.
Ayer, también ayer, siempre ayer, volviendo del metro, un músico ambulante se subió en el vagón y comenzó a interpretar 'Qué tiempo tan feliz'. Unos turistas que yo supuse en primer lugar chinos, luego japoneses y ya con la mente libre y fluyendo, filipinos pero radicados en los Estados Unidos, sacaban fotos al intérprete. No solo los más maduros, también las chicas más jóvenes del grupo, a las que le llamaba la atención semejante espectáculo. Qué tiempo tan feliz, que nunca olvidaré. Hemos venido unas cuantas familias a pasar unos días y en esa ciudad maravillosa que está a la orillita del Mediterráneo se puede encontrar uno cualquier cosa. Gente cantando en el metro, la maravilla.
En mi calle, hace unos años, hubo una pintada justo delante de donde vivo, una pintada que rezaba: Indepencia. Hace años que ya no está. Pero estos días he descubierto que justo delante, alguien ha pintado Casablaca. Un homenaje sentido y particular a toda una herencia cultural.
La calle. Ese lugar al que te asomas de nuevo y que ves dónde empieza y donde acaba. Con cacas de diferentes colores en el suelo. Con calcetines. Con pintadas escritas de aquella manera, a prisa y corriendo. Un mundo que está esperando que alguien lo tome de la mano y lo acompañe a la puerta, al otro lado del puente, vete y no vuelvas más.
Un mundo de carritos de supermercado llenos de cosas, hasta arriba, que aprovechan la hora de los cierres, de menos trasiego callejero o de más trasiego o no aprovechan nada.
No sé ni lo que digo. Algo hay que decir.
Una calle en la que la gente escribe comiéndose las letras. Una calle llena de bloques de enfrente.
Gente sacando fotos a personas intentando ganarse la vida mientras mezclan Qué tiempo tan feliz y Kalinka. Personas esperando a que acabes de buscar bien el euro o lo que tengas, que no tienen prisa. Personas que saben que alguien recogerá el carrito de supermercado de mitad de la calle.
No pasa nada.
No está pasando nada absolutamente nada. Ni por la indepencia ni por Casablaca.
Va la cosa de puta madre.

domingo, 21 de mayo de 2017

La llave


Y su puta madre de la llave. No soy una persona apta para la vida en sociedad. Vivo porque intento bandear de todas las formas posibles los momentos de cierta dificultad. Como dijo alguien alguna vez, mi vida es una aventura diaria por la supervivencia. La puta llave. Hace unos días, cuando llegamos aquí, me encontré con que la puerta del corral presenta una dificultad evidente a la hora de abrirse. Vamos, que tiene un truco o yo que sé. Como no soy persona de enfrentar retos ni nada de eso, intento abrir y si no, pues no salgo al corral. No hay mayor problema. Y si la cosa se pone fea, hago mis intentos e inmediatamente mi hermano o incluso mi propia madre han de salir al rescate para abrir la puerta. Ellos conocen el truco de la puta llave. Yo no.
Estos días he estado solo en casa. No solo de estar solo, de estar todo el santo día solo. Solo de venir a dormir. En fin. Hace unos días descubrí que de forma milagrosa, la puerta del corral se abría. Que la abría yo. Que hacía un poco de presión y se abría. Creo que pasó dos días. O uno. Una lavadora tendida y otra recogida. Hasta que un día, tendí una lavadora por la mañana y al ir a recogerla por la noche… cojones de la llave.
No. No a la una. No a las dos. No a las tres. Que no. Con el papel forzando. Con el cernadero forzando. Que no. Bueno, es tarde, es de noche, estoy cansado. A ve mañana. A la mañana siguiente me pongo delante de la llave. Lo intento. Uno, dos.
No recuerdo cuántos días hace de esto. La lavadora esa lleva tendida tres o cuatro días, me parece. Cada día, por la mañana, por la noche, me pongo delante de la llave y lo intento. Estoy tendiendo en la terraza, colgando de las barandillas las cosas.
He pedido consejo, me han hablado de un tres en uno milagroso que está… dónde está. Donde está el puto tres en uno ese misterioso que no aparece por ningún lado. Un tres en uno que está en la lacenilla, en la despensa, en la cotanilla, en dios sabe dónde está. He abierto todos los armaritos, armarios, cajones, cajoncitos. Sé perfectamente que un día llegará alguien y encontrará el tres en uno o que la abrirá sin más.
No, no, que es que no se llama tres en uno, que se llama nosequé y que es una botella amarilla… peor. Esa botella no existe, nada existe, nada es real.
No puedo salir al corral. No puedo abrir la puerta. Qué inútil. Ese anuncio de la Mercedes, viste adecuadamente, forma una familia, sienta la cabeza, abre la puta puerta del corral joder. Hoy, como solución de emergencia final, he recibido la orden de ‘ponerle aceite’. No quisiera entrar en detalles sobre cómo le he puesto aceite a la llave, pero le he puesto aceite a la llave. Una mierda para mí, para la puta llave y la puta puerta.
No puedo abrir la puerta. Y si no puedo abrir la puerta, cómo voy a vivir yo en un mundo en el que hay que conducir un coche, manejar un ordenador, qué coño, poder llevar una vida en sociedad con el resto de humanos… quién puede confiar en mí. Este es mi drama. La puta llave ahí.
Mi hermano viene mañana. Mátame camión.

domingo, 2 de abril de 2017

Calle Pompeu Fabra. Gaza, Cisjordania y un pasado que no se marcha.

Si hiciéramos una encuesta a nivel mundial sobre cuál es el lugar más bonito del mundo, no tengo miedo a equivocarme si digo que muy poca gente contestaría: la calle Pompeu Fabra. Muy posiblemente, ni siquiera los propios habitantes de la calle Pompeu Fabra la tengan como el rincón más bello del planeta. Y sin embargo, seguro que alguien en algún lugar, incluso en la misma calle Pompeu Fabra, quiera a la calle Pompeu Fabra más que a nada en el mundo.
No es una presentación muy allá, pero de alguna manera hay que empezar. Recordemos a la calle Pompeu Fabra como fue, antes de que las visibles obras que han convertido a la calle (aunque sea de manera provisional) en un remedo de la Palestina ocupada con sus vallas amarillas, sus planchas de plástico amarillas, sus grúas, etc., la transformen en otra cosa semipeatonal, peatonal o ni para ti ni para mí, pero seguro que mejor. Gaza y Cisjordania.
La calle Pompeu Fabra. Comenzaremos un paseo por esta calle entrando desde el Passeig Salzereda subiendo en dirección a la Avinguda Generalitat. Efectivamente, esta calle atraviesa tres arterias fundamentales de nuestra ciudad, las dos citadas y la Avinguda Santa Coloma, lo que no es tampoco algo muy especial ya que comparte este honor con dos calles si no cuatro calles más. Nos vamos por las ramas. Este primer tramo de la Calle Pompeu Fabra, ahora en obras más que necesarias, alberga muy pocas cosas. No tiene comercios, no tiene níngún bar en funcionamiento, hay algún taller... nos saluda la empresa de instalaciones Valenzuela y de ahí en adelante, prácticamente nada. Garajes, portales, casitas bajas y recuerdos. Recuerdos de una calle donde vivían unos amigos de mis padres del pueblo, los Liébanas, que se volvieron a Jaén hace dos mil años, a bordo de un 850 en el que entraban cuatro ocupantes y los enseres de una vida, violines sonando, snif. Cenas con los amigos, fotos en blanco y negro con un montón de niños con el mismo flequillo y pantalones con pinta de picar, finales de los setenta. Eso era la calle Pompeu Fabra, que entonces posiblemente se llamara todavía calle García Morato. García Morato, aviador de los nacionales, creador de la Patrulla Azul, que tenía como divisa lo de 'vista, suerte y al toro'. Murió en el 39 en una exhibición. Y nos comimos su nombre en una calle. También en ese tramo de la calle vivía la Mari Carmen, una niña del colegio. Su madre, la Cary, muy maja, sigue saludándome siempre siempre que me ve. Aquí he venido más adelante a barbacoas, partidas de Trivial, a pleno sol, aquí vive la Tere Franco pero no sé dónde. Pero siempre recuerdo este tramo de la calle, como si fuera de noche, oscura. Con sus aceras estrechas. Creo que nunca he ido por la acera durante todo el tramo de esta calle, acabo saliendo a la carretera porque el trayecto se hace insostenible. Postes de la luz, estrechez, etc. Hay, si miramos hacia arriba en uno de los terrados, una bandera del Cádiz, que qué hará ahí una bandera del Cádiz. El abandonado Bar Asturias, la abandonada guardería Plou i fa Sol. Creo que ahí hubo una entidad de carácter evangélico, no sé si está aún. Crucemos ya la calle San Joaquín, que sí que es la calle más bonita del mundo sin lugar a dudas, y pasemos al siguiente tramo.Como ya hablé de la San Joaquín otra vez, no sé si es necesario hablar de nuevo de las lámparas de lava del Desitjos y de las noches mirando las lámparas de lava del Desitjos, los neumáticos Cano, el Pitote ahora llamado Tetris y del otro chaflán en el que no hay nada más y nada menos que viviendas. Si eso, me dicen.
¿Cerró el taller aquel? ¿El del señor mayor? ¿Por qué no me he fijado en eso? Sé que su hijo, muy alto, todavía anda con su mono azul y largas varas de hierro, pero no caigo si sigue abierto o no. A su lado un concesionario de motos. Más talleres en este tramo de la calle. De reparación, de cristales, de la Bosch. Hay una casita bajita, justo al entrar, que lleva en venta ni se sabe. Debe tener truco. Sigamos hacia delante. Ahí estuvo la sede del Calaf, emblemático equipo de fútbol de la ciudad, que ahora no sé si al haberse unido con el Raval tiene su sede en Singuerlín, por estas cosas de la deslocalización del fútbol amateur. Ahí ahora hay viviendas en las que vive nuestro querido amigo Peter Kane y una especie de centro de algo que no sé definir, que se llama Estel nosequé y que es de esos negocios o entidades que pasas por su puerta mil veces y jamás sabrás qué hacen ahí dentro. Cosas. De familia. No sé. En frente justo, el Airiños.
Emporio de la cocina colomense, regentado por el Jose, con la Raquel, su hermana, una de la camareras más simpáticas del mundo (según encuestas), es un local sencillo, donde se come bien y se está de narices. De menú estupendo, ambiente de barrio, currelas, las dependientas de la droguería grande de uniforme, partidas de cartas, fútbol cuando toca. Lo que no he visto nunca han sido las actividades que harán en el salón de actividades. Pero es que al no ser gallego, no me toca.
A su lado, la tienda de las sábanas, mantas, toallas, etc. Una tienda grande a la que no he llegado a entrar jamás. Tengo una anécdota que no sé si me atrevo a contar sobre esta tienda. Como quiera que estoy en una fase metepatas y la autoestima por los suelos, mejor me callo. A su lado, un establecimiento dedicado a la belleza. Lo que dice mucho del afán de superación de una ciudad siempre decidida a estar guapa. En ese mismo recinto, puso el huevo el Foto Report Martínez antes de pasar a la Rambla Sant Sebastián. Como estoy escribiendo de memoria, creo que no me estoy dejando nada más. Es este tramo de la calle también de acera estrecha, caminar dificultoso, resbaladizo cuando llueve, pero no sé, tiene su qué. Y no tiene más porque se acaba y entramos en la avenida Santa Coloma. Con cuatro chaflanes, con vivienda, droguería cuyo nombre no recuerdo, frutería, y el escaparate de una agencia inmobiliaria que si no recuerdo mal, ocupa el espacio donde se ubicó el glorioso Da-Ca, al que no llegué a ir nunca.
El siguiente tramo de la Calle Pompeu Fabra es sensiblemente diferente. Para empezar, la acera parece otra. Es que es otra. Aquí encontramos en la acera derecha una peluquería pakistaní de los cinco euros que sustituye a una pescadería. No sé si sabré enumerar todos todos todos los establecimientos de esta acera atiborrada de comercios que cierran o abren y están abiertos y no sabes si están cerrados. Hay una tienda de empanadas, antes hubo un frankfurt, creo que hubo una tienda de cosas espirituales y tal, que no sé si sigue abierta, una mercería que sí que sigue abierta porque la lleva la madre de la Anna Pol y la veo mucho por ahí y siempre pienso, mira, la madre de la Anna Pol. Y la tienda de galletas con pintaza, que creo que lleva el Toni, un fan de la banda, más majo que todo. Y si seguimos para arriba en esta acera no podemos dejar de citar los gloriosos Botijo y Taurus, lugares en los que se celebraban comuniones, bautizos, eventos, etc. ¿Cuánto hace que cerraron? Solo con las historias que pasaron ahí dentro se pueden publicar varios libros. Yo tengo una y la voy a contar. El bautizo de una vecina. Celos de niño pequeño. Me pasé el bautizo llorando, un barraquerón de la ostia. La única foto que tengo y salgo llorando pero en plan... Gaza y Cisjordania. Boda en el Botijo, no sé, un clásico. Comunión, coches en la puerta, gente trajeada, guitarras... el copón. Qué tiempos.
Por la otra acera, el Rincón Ibérico. Un bar que se ha quedado a medio camino. Ahí, en ese lugar, tuvo su primera sede la muy gloriosa y muy inmortal Peña Centenario del Athletic Club, sí señor. Ahí, en ese lugar. Los primeros partidos. Ahí, ahí mismo. Ahí recibimos la clase magistral del señor aquel que se nos marcó unos pasos de flamenco y dijo, 'si sabes bailar flamenco, lo demás es sensillo'. Ahí recibíamos la visita del 'encargado', un chaval que venía todos los días con su metro, su... joder. No me acuerdo de cómo se llamaba. Ahí, en ese bar, tuvo su sede también la Peña Gol 3000, pero eso no es de especial interés, digo yo.
Más arriba (parece que no tiene nada la calle, verdad), una tienda de máquinas de escribir que se mantiene abierta de manera heroica. Pero heroica de verdad. Y más arriba un taller. Y más arriba... por ahí estaba el Ovni, los recreativos. Joder, tengo que abreviar, porque esto está siendo larguísimo. El Ovni, cuántos mediosdías. Te paso la partida. Te encuentro las vidas. Te la cuelo. Tienes cinco duros. Qué malo he sido siempre jugando a los marcianitos. Qué malo con las máquinas. Qué espanto.
El Boni. Tienda de trajes, de ropa buena y ropa cara, ojo. La de veces que he entrado en las rebajas buscando algún polo guapo en rebajas. Pues ni en rebajas. Pero en todas las rebajas entro. Y sin frutos positivos, jamás.
Más arriba el Romanoff, todavía a la gente le tienes decir... sí, hombre, donde el Romanoff. Ahí tiene la sede ahora lo de Nous Catalans, antes también la Peña Johann, antes un centro Cívico, antes el Romanoff, ahí también la pelu de la Melissa, y la sede del Mirall. ¿Han ido alguna vez a una sede de un diario local? Llamen a la puerta del Mirall.
Un garaje y locales cerrados. Ni el Daitor está abierto, ni... la tienda de enfrente. La cuchillería, tienda de infinitas cosas, adminículos, llaveros, cosas, cosas, cosas, cosas, cosas, cosas... pues está cerrada. Qué cosa. Esa tienda, tan grande, tan así. Cerrada. Pero es que más arriba y ya hemos cruzado la calle, está el Marzo, también cerrado. cosas, cosas, regalos, ollas, planchas, cuchillos, cubertería, estatuas, cacharretes, abridores, llaveros, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, cosas. Cerrado. Qué cosa. Hemos cruzado y pasamos a una calle peatonal. Peatonal del todo. Es como si se abriera otro mundo. Como si llegásemos a otro barrio. Es posible que sea otro barrio, otro mundo, diferente.
En un chaflán, la Laura. Establecimiento de perfumes que ejerce sobre mí el mismo efecto que el de las bibliotecas. Entro y me quedo en estado de calma y paz maravillosa. Sin ganas de irme. Mirando champús, marcas raras, marcas antiguas, ofertas y dos por uno. Debe ser el olor que me deja aturdido. Enfrente, una caja cerrada. La crisis. Y un reloj del que no te puedes fiar.
Tres tiendas. He pasado hace poco y he hecho el propósito de memorizar. Bugatti de ropa, zapatería Pony, la Pelu. No entré jamás a ninguna de ellas. Si que he entrado bastante a Chesco y Lola. Ropa de muchacha. Tiene cosas muy bonitas, porque me gusta Washington DC porque tú vives en Washington DC y supongo que ya no entraré más a Chesco y Lola. Y hay una dependienta joven con el pelo teñido de gris.
El Palma, la autoescuela a la que hemos ido todos los colegas, a la que fue mi padre. El Palma, con las cosas del Palma, del Muñiz. El freno de mano, los tests. El Palma. Aparcar delante del Palma. Cuatro veces a la práctica, dos a la teórica. Qué sangría económica la autoescuela. Qué torpe.
Y vamos llegando al final. El paseo por este tramo de la calle es más ligero, otra tienda de ropa Paserella que tampoco he tenido el gusto, una tienda de queviures Aguera que parece anclada en los años 50, con unos gatitos más bonitos que todo en la puerta, un centro dental que ni fú ni fa, y llegamos a la Guinart por si alguna vez tienes visita y tienes que comprar algún mantel fino para que la impresión sea buena y no solo de 'uf, es de ikea'. Y llegamos ya al final del todo con el Donate de la mochilas, mochilas, mochilas, mochilas, mochilas, mochilas.
En la otra acera, la larga pared sin nada del Bingo. Porque el Bingo está ahí.
No sé. Es una calle curiosa. Pompeu Fabra, centro comercial. Con muchas persianas bajadas. Con muchos negocios históricos que cerraron y que se han quedado en la memoria de los colomenses. El Botijo, el Taurus, El Romanoff, el Ovni, la Gol 3000, el Marzo... y ya no están.
Le queda poco a esa calle para ser lo que es. Será mejor. A vueltas, como siempre, con el diálogo y las propuestas y la participación y de lo hablado a lo proyectado y a lo hecho. Pero es otro cantar.
Una calle que como pasa con muchas de nuestras calles, encierra muchas calles dentro.
No sé cómo acabar.
No he dicho nada del Casa Pepe, aunque se vea el logo del pulpo en la calle. En fin.

Fé de Erratas: la resistencia heroica y bla bla bla de la tienda de máquinas de escribir... pues no. No sé qué miro yo cuando miro, pero ya hay una tienda de móviles y cosas de móviles y un poco más abajo una tienda de dietética. Cómo no van a pasar más cosas. Me hubiera dejado matar porque la tienda de máquinas de escribir estaba abierta todavía. La primera Olivetti me la compraron allí.

Catálogo de omisiones: no he dicho nada del Congreso. No sé si es mejor o peor.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Les Tannines. Tu casa es mi casa.

Supongo que la pretensión de un establecimiento en el que dispensan bebidas y comidas, no es la de convertirse en 'el bar de mou', o en 'el bar de cheer's', en el que la gente saludaba a Norm cuando entraba con el 'hola Noooorm', porque todo el mundo se conocía. Supongo que la pretensión es la de que no haya alguien en la barra eternizándose con una copa de vino, con una cerveza, intentando dar la brasa a los camareros, metiéndose en las conversaciones de los demás, estableciendo lazos con parroquianos y dependientes. Como si fueras de la casa. Supongo que la pretensión no es la de hacer sentir a la gente como en casa. Pero la Cris es la Cris.
Supongo. Pero seguro que voy errado. Supongo que para alguien que, de vez en cuando, tiene la necesidad de ir a algún sitio a tomarse algo, aunque sea solo, encontrar un lugar en el que no hagan demasiadas preguntas, en el que no haya que intervenir, en el que puedas quedarte mirando fijamente hacia ninguna parte, encontrar ese lugar, te hace sentir mejor que en casa. En casa no ves cómo se abre y se cierra la puerta y 'quizás' aparece alguien que puede saludarte, preguntarte por alguien, ser ese alguien a quien ya no esperabas. En tu casa no está la Cris es la Cris.
Me gusta ir a Les Tannines. Todo lo anterior, todo lo que he escrito hasta aquí, tiene un sentido relativo. Qué quiero decir. Como siempre no sé si por pasarme de frenada, se entiende lo que quiero decir. Al pie. Les Tannines molan. Molan cuando estás con ganas de hablar y vas con gente y te sientes en comunión con el universo y la Rosita te pregunta cómo vas, y la Montse te saluda por tu nombre y te sorprende que conozca tu nombre, y la chica que parece una bailaora te corta de alguna manera, y la Lourdes hace alguna broma o dice lo de boooooote, y la Lídia te deja así como te deja la Lídia, y la Cris es la Cris.
Molan les Tannines desde hace mucho tiempo. Molaban cuando abrieron y era un bar en el que te ponían vino y una tapita y decías, mira, no es tan barato ni tan caro pero ponen vinos así que cuando te acabas acostumbrando a uno (siempre pido el más barato porque soy una rata almizclera) te lo cambian y ponen otro y acabas encontrando buenos todos los vinos. Molaban cuando descubres que la música que suena no tiene porqué ser una música 'que le guste a todo el mundo', sino que puede ser música que te guste a ti, copón, de una vez. Y descubres a la Rosita tarareando canciones en la cocina. Y dices, copón, este bar mola.
Molan les Tannines porque el día en el que no estás, que estás con ganas de sentarte un ratito en la barra y hacer como ese personaje de los Simpsons que lleva gorra y está en la barra del bar y no dice nada, pues también es el lugar. Y la Cris en esos mediodías de nada, está allí, y te ve que no y no te dice nada, te deja hacer. Y está el Wallace y normalmente el Wallace no te deja hacer y buena parte de culpa de que la música que suene sea tan buena es del Wallace.
No sé. El reportaje publicitario. Tienen que ir a Les Tannines porque es un bar que me mola. Es un bar que está en Santa Coloma. Hubo una fiebre hace un tiempo de bares como el de Les Tannines, y ellas aguantan y otros están a su lado y ellas están ahí. Y te encuentras con gente y hablas con gente. O puede que te encuentres con gente y no hables con nadie. Y si no quieres comer boquerones, olivas y atún y esa mierda, ya lo saben y no te las tienes que comer. Y te ponen otra cosa. Y te sientes mal. Porque no es el bar de mou. Es un bar. Y no mola. No mola ser 'el fijo del bar'.
No sé. Esta es otra reflexión. Ir mucho a un sitio. Crear el hábito de ir a un sitio. Tenerlo como fijo.
Se me está olvidando poner 'y está la Cris que es la Cris'.
Porque la Cris te deja hacer. Y se ríe cuando se tiene que reír. Ni antes ni después. Y se hace una foto contigo. O no. Y te deja hacer.
Y no sé qué más tengo que decir. Que haber encontrado un sitio así en Santa Coloma es un lujo. Y hay sitios muy guapos en Santa Coloma.
Pero en Les Tannines está la Cris. Y la Cris es la Cris.

martes, 21 de marzo de 2017

El misterio de la antena muy grande de la Banús Baja.

Vamos por la vida con la vista pegada al suelo. Pensamos en nuestras cosas. Pensamos en las cosas de los demás. No nos fijamos en lo que tenemos ahí arriba, en el cielo, en los terrados. No sabemos ni siquiera cómo se llaman las cosas o las calles de nuestra ciudad que se llama Santa Coloma de Gramenet porque lo pone en muchos documentos y es fácil recordar, pero no ocurre con todo. Por ejemplo, la Avinguda dels Banús. Si no llego a mirar el mapa, me hubiera dejado matar apostando a que se llama Banús Baja. Todo así en un castellano muy recio y muy viril. Banús Baja se va a quedar.
A lo que vamos. ¿Nos espían? Esta es mi primera pregunta. Quizás a lo largo del texto no haya más preguntas. ¿Somos objeto de algún tipo de experimento por parte de la NASA? ¿La CIA? ¿La Fundació Alternatives? ¿La Grama? ¿Es la hora de empezar a repartir sombreros hechos con papel de plata para que nadie pueda leer nuestros pensamientos? ¿Qué es esa antena tan grande que hay ahí arriba?
- ¿Qué antena?
- Esa.
- Ostia.
Así es. El otro día, disfrutando de un agradable paseo mañanero decidí dirigir mis pasos por la Avinguda dels Banús y me topé, nada más avanzar unos metros, con un refulgente brillo a lo lejos que me intrigó. Qué es eso que hay ahí delante. Tuve que aguzar algo la vista (me hago mayor y no me fío de los ojos míos), y me dí cuenta de que encima de un terrado de la Avinguda Banús hay una antena sideral. Una antena que, por sus dimensiones, debe recibir ondas y megahercios y lo que quiera que reciban las antenas llegadas desde universos tan lejanos que me hace una vez más henchir mi pecho de satisfacción como colomense por albergar semejante receptor de información.
La visión de semejante artefacto en ese terrado hizo que olvidase por completo el propósito de mi paseo, si es que tenía alguno y me concentrase únicamente en acercarme al máximo hasta el edificio para comprobar cómo era la antena.
Pretensión vana por mi parte, ya que mi relación con las antenas es escasa y mis conocimientos sobre el tema son nulos. Hice un examen una vez en la facultad de una asignatura de televisión que versaba sobre ondas electromagnéticas y creo que saqué un 2,5. Me gusta mucho una canción de Kraftwerk que se llama Antenna que solo cuenta que yo soy una antena y recibo información y tú eres un transmisor y envías la información. Ya está.
De ninguna manera quisiera abrir una polémica sobre el uso de antenas y antenorros como ese, que seguro que cuenta con todas las garantías. Pero qué antenón.
¿Nos espían? Como digo, que me pierdo, iba caminando por la Banús intentando averiguar qué podía ser aquel pedazo de antena y me iba dando cuenta de que, a medida que me iba acercando al edificio, la antena dejaba de ser visible. Qué cosa. Se veía desde lejos, pero desde cerca, al estar justo debajo del edificio, no. Misterio. Volví a alejarme y la volví a ver. Enorme, imponente. A buen seguro enviando información a Ferrolán sobre los enracholados de toda la población. Estadísticas sobre el consumo de frankfurts en la ciudad. Datos sobre el número de cubos de playa que se venden en los establecimientos expendedores. Cantidad de cortados que puede consumir la autoridad en una visita vecinal.
Cerca y lejos. No veía la antena desde tan cerca así que abandoné la empresa ante la ausencia de una información fiable. Bajé por una de las calles que comunican Banús con Jacint Verdaguer pero sin llegar a Jacint Verdaguer y olvidé el tema.
Menos mal que saqué una foto y puedo dar fé.
¿Nos espían?
¿Puedo saludar?

domingo, 19 de marzo de 2017

La carretera de La Roca. Viaje al pasado.


Recuerdo perfectamente haber escrito alguna vez ya sobre la carretera de la Roca. Pero no sé qué narices pasa que no me acuerdo. Me hago mayor. Me repito. El texto podría haberse llamado ‘Paseos con mi padre’, por aquello de que hoy era el día del Idem, pero ya basta. La carretera de la Roca. Un viaje al pasado. Hoy, podría haber ido a La Roca por la C-33, hubiera sido un trayecto corto y sencillo, pagado el peaje, hubiera llegado a la fiesta de cumpleaños mucho antes. Pero a nadie se le ocurre ir a la Roca por otro sitio que no sea la carretera de la Roca. ¿Por la b-20? ¿Estamos locos?
Mi padre se sacó el carnet de conducir ya tarde o al menos más tarde de lo que se supone que debe sacárselo un español de bien. Como sea que, al parecer, el Palma lo llevaba de prácticas por la carretera de la Roca cuando se compró el Corsa nos llevaba de paseo casi todos los domingos por allí para ir haciéndose con el coche y con el hecho de conducir. No sé cuándo dejamos de ir, pero durante un tiempo la carretera de la Roca estaba siempre presente. El Corsa TR que tenía un maletero, mira qué maletero tiene. Era lo mejor del coche.
He cogido el coche y he salido dirección La Roca con la idea de ir despacito, sin prisas. Muchos ciclistas en una carretera de dos carriles que te obligan a no correr, con muchas rotondas, rotondas por todas partes, cedas el paso, el típico Citroën Saxo sobreocupado que ralentiza aún más todo el viaje. Y qué. No me he dado cuenta de que el polígono del Bosc Llarg es todavía Santa Coloma. Una vez que se pasa el Cementerio y la eléctrica y se hace la curva, uno no piensa que esté todavía en el pueblo, pero no es hasta que no pasas Ferrolán y no ves el cartel de Santa Coloma tachado no tomas consciencia de que estás fuera. Y entras en Montcada y supongo que no pedirán mucho detalle, pero iré contando.
En el colegio nos llevaban de vez en cuando de excursión, los fines de semana, algún tipo de excursión con los padres a la Font del Tort. No sé si era cosa del Ampa, que entonces era la Apa. Carretera de la Roca, la Font del Tort. Mi padre corriendo y jugando al fútbol, vacilando de lo que él corría y saltaba. Tenemos una foto de él saltando. Basta. Una vez, no sé qué pasó que nos perdimos o que se metió por otro sitio yendo por la carretera, que nos metimos en una masia en Santa Quiteria, que yo no sé si está lejos o cerca, y nos pusieron un arroz riquísimo y desde entonces mi madre creo que se quedó con la broma y me hizo el arroz así siempre. La carretera de la Roca.
Sant Fost de Campsentelles. Cuando yo era pequeñito el pueblo me parecía de juguete. Como que las casitas eran muy pequeñitas y muy cucas y muy así y yo pensaba que era un pueblo como de broma. De juguete. Cuando era pequeño le contaba a la gente en el pueblo que había un pueblo de juguete, Sant Fost. En Sant Fost, o entre Sant Fost y Martorelles, estaba el desvío para ir a Mollet. Cuando íbamos a ver a mis primos de Mollet ese era el desvío. Parecía magia. Estabas en la carretera de la Roca, un semáforo, girabas a la derecha y… zas! Entrabas en Mollet. Qué cosas.
Salidas a comer con mi padrino y mi madrina, con Miguel y la Chelo. Íbamos a veces a la Casita Blanca. A comer carne a la brasa. Era un sitio muy bueno. Hoy cuando he pasado por delante he visto un cartel muy moderno. Sigue abierta la Font del Tort y la Casita Blanca. Y can Reixach. Restaurantes de fin de semana, de ir a comer, de hacer la comunión, de las bodas, de los bautizos. No sé si el día de Santa Quiteria íbamos con ellos. Seguro que sí.
He visto los coches aparcados de la gente que tiene un huerto en la carretera de la Roca. Mis padres tuvieron un huerto con unos amigos y durante muchos fines de semana iban allí y plantaban tomates y cosas. Yo siempre pensaba, ‘mi padre en el huerto debe sufrir como un conejo’. Porque no le veo yo en un huerto, al campesino. Mi madre sí, pero mi padre, no.
Qué despacito he conducido todo el rato. Me he perdido en Montornés. No he hecho bien la rotonda, no me he fiado de lo que decía el cartel y me he metido dentro de la ciudad, pero no sé cómo lo he hecho que he ido a parar a la carretera otra vez. Me he asustado y he vuelto a equivocarme. He preguntado a una pareja y me han dicho que iba bien. Merendero de Montornés. No sé cuántos colomenses habrán ido. No sé cuántos colomenses no habrán ido al merendero. ¿Sigue la gente yendo al merendero? Qué poco me gustaba el merendero a mí. Me gustaba llegar, jugar al fútbol si había un partido serio y ya. Ni comer con la gente, ni nada más. Ni irnos. Y volver por la carretera de la Roca de noche ya escuchando a José María García, reventados de cansancio, oliendo a humazo, con sueño. No he conseguido ver dónde estaba el merendero. O sí.
Cuando íbamos con mi padre por la carretera de la Roca, yo no recuerdo haber llegado nunca a la Roca. De hecho, hoy tampoco he llegado a entrar al pueblo, me he desviado justo al pasar la primera rotonda. No me he vuelto a perder de milagro.
Me ha dado mucho el sol, debo de tener la cara roja. Me he acordado todo el rato de la foto que debería haberle hecho al cartel del desvío a Mollet. No la he hecho. El Machi me ha dicho que contase lo de cuando se me cayó el armario. Él tenía otro recuerdo de la historia. Casi no he mirado el móvil. Miento. La Nuri me ha contado que mi padre le decía que él era el padre de Antonio Molina, pero que ella no sabía que yo me llamaba así. Que yo era el Toni. Que hasta que relacionó a mi padre conmigo pasó un tiempo.
Volver ha sido mucho menos divertido. No había ningún coche que hiciera caravana, no ha pasado nada. Miraba a veces a Montcada i Reixach que está al otro lado del río. La gente andando por el vial. Al volver ya no había ciclistas.
No quería que se acabase la vuelta.

jueves, 23 de febrero de 2017

Calle Gaspar, Calle Wilson, Calle Florencia. Arriba y abajo.

Un viaje no es un viaje si… chorradas. Un viaje es un viaje te pongas como te pongas, vayas donde vayas, sea quien sea. Viajemos por territorios explorados o por lugares desconocidos, siempre extraemos algo. Algo que solo se extrae en los viajes. O cuando te cuentan un viaje.
En fin. La calle Wilson no comienza donde el ignorante caminante pretende saber que comienza. Así que lo que uno pretendía un agradable paseo por la calle Wilson se convierte en un agradable paseo que comenzará por la calle Gaspar. Así es. Se trata de viajar por toda la ‘calle Wilson’ se llame como se llame. Como empezamos el viaje en la Avenida Pallaresa, el viaje es por la calle Wilson. Si hubiéramos comenzado por la calle tal, el viaje hubiera sido otro. Digo más, si hubiésemos seguido la línea que de manera natural conforma la Avenida Ramón Berenguer, todavía estaría caminando.
La Calle Gaspart sube. Y cómo sube. A nuestra derecha, el Pallaresa o Juan XIII. En mis tiempos de colegial, el Pallaresa era nuestro campo en los últimos cursos. Grandes mañanas de fútbol escolar. Cuando fui algo más mayor, ay, el ridículo. Una mañana decidimos ir al Juan XIII a jugar en lugar de saltarnos como siempre la valla para jugar en el Trueta. La valla del Trueta, mal que bien, ya la tenía por la mano, pero la del Juan XIII no. Así que en uno de esos momentos en los que uno sabe que la vida va a ser difícil, dura y complicada si persiste en querer hacer cosas que no, me quedé colgado de la valla, sin ir para atrás ni para delante, ni salté ni dejé de saltar. Creo que aquel día no llegamos a jugar.
Hay que subir. Asfalto de aquel listado, supongo que para no resbalar. Y palos de la luz en la acera. Ese primer tramo ocupado por el colegio termina en el cruce con Prat de la Riba. Hacia la izquierda, el Numancia, el pabellón y el camino a Torribera y La Bastida o Sant Jeroni. Hacia la derecha, camino a lo trillado y ya conocido. Sigamos para arriba. Qué cuesta, qué palos de la luz. Qué acera tan estrecha. Una subida infernal. La calle Gaspar termina aquí. Casitas bajas, algún bloque, palos de la luz. Y qué cuestas. Por el amor de dios. Una vez arriba del todo, hacia abajo tira la calle Nord y hacia arriba, la promesa de la Calle Wilson. Supongo que este Carrer d’en Gaspar se llama así por algo y Carme Garcia lo sabe.
Una ligera curvita hacia arriba nos señala el camino. El esfuerzo debe merecer la pena. Qué encontraré arriba. Creo que jamás he ido andando por ahí. O sí. No lo recuerdo. Quizás un paseo reciente por el barrio de Riera Alta hace unos meses, pero subí más arriba, no pasé por la calle Wilson. Subiendo y subiendo, con una cuesta que… casitas bajas. Muchas casitas bajas. Unas son más antiguas que otras, unas de construcción más formalita, otras más anárquicas, unas parece que tienen solera, otras parece que son de gente de posibles. Pasa un autobús. El b-81. En un acelerón me trago todo el humo que despide, lo que hace de mi subida por la calle, una experiencia mucho, mucho más agradable de lo que podía imaginar. Con la bocanada de humo encima, llego a un tramo en el que la calle relaja la tortura. Atravieso calles como Washington y Lincoln y ya en el tramo donde la calle llanea, encuentro el primer bar. Bar, que es el primer establecimiento de algo que hay en todo ese recorrido. Llámenle barrio tranquilo si quieren. Justo al lado del bar, que no tiene nombre, no se llama de ninguna manera, tendrá un nombre por el que será conocido en el barrio, pero yo no lo conozco. Cambio de acera para ver el toldo. Nada. A su lado una farmacia, la farmacia Riera Alta. A su lado, una fleca. Y ya está, no hay nada más prácticamente hasta llegar al final de…, miento, yo he pasado por ahí, ahí vivía Pedro el Viejo, una o dos veces fuimos a su casa a algo, alguna fiesta. Una vez. No me acuerdo demasiado bien. Dicen que el asfalto de esa calle, al final, por el paso de los autobuses, no está bien. Dicen.
Este tramo llanete acaba en el cruce con la calle Santa Eulàlia. La de veces que subí en un año la calle Santa Eulàlia camino del insti. Yo al insti le llamaba la Bastida. Y no era la Bastida, que la Bastida era donde se hacía la FP. Años después, volví a subir la calle Santa Eulàlia para ir a Santa Coloma Ràdio. Qué viajes al insti. Mirando a ver si subía la chica que te gustaba, si no, si sí, si no. Y así un año. Sigo hacia delante y la calle Wilson continúa subiendo, entre el parc de la Pau a la derecha y a la izquierda otro parque con bancales o toboganes, o… en la esquina una casita baja que… una casita baja. La cuesta le hace a uno tambalearse, qué habrá más adelante, qué misterios encontraré si sigo la línea recta que dibuja esa calle, qué tal si cuando la calle Wilson se transforme en otra cosa, bajo para abajo hacia el mundo que conozco. La calle Wilson, Woodrow Wilson, presidente norteamericano que dibujó el mapa de las naciones después de la Primera Guerra Mundial. El saber no ocupa lugar.
La calle Alpes, el final de la línea del b-80, creo. La cima. Comienza la calle Florencia y empiezas a bajar. Allí dónde primaban las casitas bajas más o menos bien, comienzan a sucederle los pisos. Siguen habiendo, naturalmente, una profusión de palos en la acera que pueden hacer pensar que hay una intención oculta en todos esos palos. Algo relacionado con algo, tecnología, ciencia, algo. Tantos palos de la luz en la misma acera, debe querer decir algo. Aceras estrechas desde que empiezas a caminar por la calle Gaspar. Poca gente allí, poca gente más arriba, poca gente en general. No es ni temprano ni tarde. Empieza el descenso.
Más palos en las aceras. Una chica sube hacia arriba con un carrito de bebé. Una pareja de señoras mayores hablan de sus cosas. Hay una tienda que se llama ‘de ellas’, un centro de masajes, un kiosko cerrado, van cayendo las calles que atraviesan, como la Roma, la Perú… en alguna de ellas miro por si está cerca el Centro Cívico del Llatí, pero no lo localizo. Estoy demasiado lejos, creo. Hay una casita blanca, ahora no recuerdo a la altura de qué calle, una  casita blanca muy mona, con dos o tres estadios antes de llegar a la casa propiamente. Quién vivirá ahí. Me dan ganas de estar ahí un rato más. Pero tengo que seguir bajando, tengo qué seguir viajando. No hay tiempo.
No sé porqué digo que no hay tiempo. Claro que hay tiempo. No tengo la sensación de pasar por la puerta de muchos bares. Hay una panadería ‘el pa de paul’, pero está cerrada. No hay muchos bares. Hay un Frankfurt ‘la pujada’, que está cerrado. Siempre miro por fuera de los bares a ver qué gente hay. Voy llegando al final. O no. No sé porqué cambio de acera para ver el nombre del parque en el que parece terminar la calle. Cuando me acerco a la placa, veo que es de Badalona. Ya no me interesa el nombre de la placa. Me asusto tanto que giro por la calle Sicilia y doy por finalizado el paseo. Mentira.

Sigo hacia abajo pensando que la calle va a continuar, pero no. Ya se llama Avinguda Mònaco. Vaya diferencia. Badalona. De tanto probar los límites, me he pasado de frenada. 

sábado, 10 de diciembre de 2016

El misterio de la silla vacía

Esta mañana hemos salido a dar un paseo por el pueblo. Hacía muy buen día y el reclamo era 'hace sol', como si eso, a ninguno de los dos nos importase un pimiento porque el sol ni nos va ni nos viene. Hemos caminado por el río hasta llegar a Sant Adrià del Besós y una vez allí hemos (he) decidido pasar del río y meternos dentro de Sant Adrià, callejeando un poco, para subir luego hacia el Espíritu Santo y de ahí a la calle Circunvalació hasta que por una calle de las que cortan hacia abajo hemos entrado otra vez en Santa Coloma para seguir dando un paseo por Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa, Fondo. Creo que ya estábamos por la calle Mas Marí cuando he visto una calle peatonal que creo que no había visto nunca. Ahora me dirán ¿nunca has visto el passatge de la Victòria? Pues no. Las placas que identifican el nombre de las calles estaban borradas, tachadas, supongo que por lo de la Victoria. He dicho en voz alta que no había visto nunca esa calle, he visto la silla vacía y me ha parecido que podría ser una buena foto para escribir algo relacionado con la silla vacía.
Durante un segundo he dudado a la hora de hacer la foto. He pensado que quizás podría molestarle a alguien el hecho de hacer una foto con la silla vacía. Quizás la silla fuera suya o algo y si luego la ve puede molestarse. He seguido caminando y el pensamiento se me ha ido a otra cosa. Otra conversación. El día ha sido caluroso y he llevado la chaqueta en la mano casi todo el rato. Solo con un suéter y una camiseta debajo y en ningún momento he tenido frío. Ni siquiera paseando por calles en las que no había demasiado sol tenía la sensación de frío que debería venirte en el mes de diciembre. Hemos bajado hasta la calle Jacint Verdaguer, nos hemos metido en el mercado del Fondo, hemos resbalado con el agüilla de las pescaderías y hemos vuelto a la calle. El paseo ha acabado como a las dos de la tarde.
El día ha continuado con una comida familiar y con una sobremesa viendo una película de Robin Williams en la que se va de vacaciones con su esposa e hijos en una autocaravana. Nos hemos ido de casa justo cuando le quedaban escasos cinco minutos a la película para acabar. Es una virtud. He vuelto a casa y he cogido el portátil para escribir una cosa que tenía que escribir sobre una silla vacía que he visto durante un paseo que me he dado esta mañana porque hacía calor y me ha parecido una buena manera de pasar la mañana en lugar de estar acostado hasta las mil quinientas. He salido a pasear, porque me han animado a salir a pasear, porque hacía muy buen día para el tiempo en el que estamos, mes de diciembre, casi Navidad, y he llevado la chaqueta en la mano casi todo el rato. Hemos llegado hasta el Fondo, Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa, Fondo, Santa Rosa. Por la calle Mas Marí he visto que subía otra calle, el Passatge de la Victòria, y en la acera había una silla vacía, de esas que se sacan para tomar el fresco, para ver pasar el día, para hablar con los vecinos que pasan. Me ha parecido una buena idea, o una idea sin más, Y he sacado la foto. He creído, en cuanto he pulsado el botón del móvil, que no era buena idea. Que quizás esa silla vacía quería decir algo.
Casi inmediatamente me ha venido a la cabeza la vez aquella que en una asamblea constituyente de Som Gramenet, alguien habló de la silla vacía y del símbolo de la silla vacía. 'Esa silla vacía representa a la gente que todavía nos falta'. Algo así dijo.
Me ha parecido una buena idea escribir algo sobre la silla vacía y hacer algún tipo de analogía entre esa historia de la silla vacía y alguna otra cosa que a mí me pareciera bien.
Pero al bajar al bar no he encontrado ninguna silla vacía y me he tenido que volver a casa sin poder contar nada sobre la silla vacía. Y en mi casa yo no puedo escribir. Me tendré que poner a leer.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

La responsabilidad individual, Reus, Santa Coloma... ¡Hola!

Se dice el pecado pero no el pescador. Se dice quién pero no el qué. Se dice dónde pero no el cuándo. Ya llevo tres frases y espero acabar pronto. En la radio, la emisora es indiferente, se habla de la responsabilidad individual. Una tertuliana que creo que es escritora argumenta lo siguiente: la responsabilidad individual es importante, no podemos esperar a que la administración lo arregle todo y nos tenemos que fijar en las circunstancias de cada uno para ser también, como sociedad civil, responsables. Una mujer de 81 años muere en Reus. No tenía luz, la luz cortada, se alumbraba con velas que finalmente han sido lo que ha causado su muerte al provocarse un incendio. Populismo, demagogia, dirán. Vivía sola, pero no vivía sola, vivía con una hija, familia desestructurada. No nos podemos poner a buscar culpables continuamente, la responsabilidad individual es importante. La empresa, la administración, en cuanto que gobiernan afines a mí, no tiene que ser siempre responsable. Es una familia desestructurada, un lío. La hija, su pareja, una hija de la pareja... es un lío. ¿Y qué hacía esa mujer viviendo sola? Las cosas pasan porque tienen que pasar. No podemos estar girándonos siempre hacia la administración buscando culpables, porque las vidas... Por un Estado que se ocupe de lo trascendente, que marque las leyes, que provea, pero que, finalmente, deje en el individuo la posibilidad de vivir su vida y de ser responsable de su muerte. Trump. El keynesiano renacido.
Ayer Santa Coloma vivió una mañana tremenda. Seis desahucios anunciados. Santa Coloma vive un problema dantesco con la vivienda, con personas de Santa Coloma que viven en un estado de precariedad, de falta de recursos, de dependencia de las ayudas públicas, subvenciones, etc., alarmante. De los seis, se pararon cinco. Cada semana se anuncian desahucios en nuestra ciudad. Una realidad que no es que se quiera evitar, es que parece de otra ciudad. Es una sensación como de doble realidad. Como de vivir en una ciudad en la que los actos de caridad se llevan a cabo regularmente y se confunde esto con la solidaridad, como dice el compañero Benju. Caridad contra solidaridd. Vivimos un problema de modelo, de sistema, de que no hemos cambiado nada durante estos años, la rueda de la economía nos dicen que vuelve a girar y sin embargo, muchos se han quedado fuera y ya no van a volver a entrar en el juego. En Santa Coloma tenemos los indicadores de pobreza más... los datos. La gente. Gente con la luz pinchada, pisos ocupados, precariedad normalizada. La miseria del ir tirando. Nos ponemos al frente de la manifestación sólo cuando hace demasiado ruido, cuando salen demasiadas fotos en las redes sociales, nos acordamos de decir que, ojo, que estamos ahí. Lo queremos ver. O no lo queremos ver. O no nos conviene que se vea. Que no se diga que somos una ciudad pobre, basta ya de mala publicidad. Que alguien, desde su voluntarismo, tenga alguna idea. La responsabilidad individual. A ver si viene pronto el fin de semana y se organiza algo.
El otro día, en la sala de espera de... cogí una revista. El ¡Hola!. Un ¡Hola! en el que en portada se ve a Adriana Marin y a uno de los sobrinos de la Duquesa de Alba, antigua duquesa de Alba, en el día de su boda. Una boda a la que acudieron y acudieron y acudieron. Una boda en la que se lucieron, en la que se vieron, en la que estuvieron. Adriana Marín, que a su vez es marquesa o condesa o nosequé y que trabaja en Vinçon, si no recuerdo mal, tiene esa cara de felicidad de quien está viviendo el día más hermoso de su existencia. Un día estupendo rodeada de amigos, familiares y personalidades varias de la sociedad española. Es la cara de felicidad de quien tiene ante sí no solo un presente magnífico, implicada en su trabajo, también un futuro maravilloso y creo que hablo en nombre de todos y todas al decir que espero que ese futuro sea muy duradero. Me sentí tan bien y quedé tan extasiado con las imágenes, con ese rostro que transmite felicidad y limpieza de espíritu así como bondad sin mácula, que pensé que, realmente (sin menoscabo de el resto de informaciones de la publicación en la que se referían las cuitas de personajes sino de tan rancio abolengo, si de singnificada importancia), esas personas podrían ser un ejemplo, un espejo. La verdad es que no sé qué estoy diciendo.
Pensando, debe tener que ver con la responsabilidad individual. Es decir, al final, la culpa es mía. Y tuya sobre todo.