Es un dato ciertamente conocido por todo el mundillo clásico europeo y norteamericano que, cuando Obelísimo Trampantonio realizó la primera gira por América Latina al frente de la Pequeña Orquesta Timorata presentando la Sonata Número 4, sufrió un bajón de creatividad que le llevó a pasar más de diez años apartado de la música y de cualquier manifestación cultural, retirándose a una villa solariega a orillas del lago Como y viviendo de la rifa, como aquel que dice. ¿Qué le ocurrió a Trampantonio, al maestro Obelísimo Trampantonio, para verse ante semejante bache creativo?
Muchos quieren encontrar una respuesta a este descalabro en un concierto que Trampantonio y su Pequeña Orquesta dieron en el Auditorio José Néstor Pekermann en una ciudad perdida del Chaco argentino. Tras haber triunfado con bastante buenas críticas en Colombia, Venezuela, Perú y Brasil, hicieron una primera presentación en Resistencia antes de pasar a Buenos Aires, saltar a Montevideo y volver a Europa. Bien, el Auditorio en el que representaban un programa basado en extractos de diversas obras de Obelísimo Trampantonio junto a algunas piezas de Bach que consideraba el maestro que siempre quedaba uno de pie interpretándolas. Para finalizar, la Sonata Número 4. El mismo programa que habían interpretado en el resto de capitales.
La representación ante un público que sudaba tinta china porque se encontraban en la época en la que un calor de dos mil demonios azotaba el Chaco de tal manera que si uno salía a la calle podía ver borroso como en esas películas en las que cuando hace mucho calor ponen la cámara así como al lado del asfalto y se ve borroso. Pues así. Un calor de acabarse del calor. Con la particularidad de que el aire acondicionado, la refrigeración o lo que tuviera aquel escenario, que tampoco era tan viejo, estaba estropeado.
Se interpretaba una de las piezas más queridas por Obelísimo Trampantonio, la obertura de su 'Oratorio de Chekermaister', cuando en un momento en el que los miembros, pocos, que para eso era una pequeña orquesta, del coro comenzaron a bisbisear una de las partes en la que decían 'mirad a Chekermaister cómo va a pedir otra', Trampantonio se dio cuenta de una cosa.
Los abanicos. El sonido de los abanicos chocando contra los cuerpos, contra los pechos, contra los brazos, contra ellos mismos, abriéndose y plegándose. Otros muchos antes habían descubierto el placer de la música concreta, de la musicalidad de cualquier cosa, pero Trampantonio cayó del caballo allí mismo. Ese sonido acompasado, por el que tanto las señoras, como algún que otro caballero, parecían llevar al unísono un mismo ritmo, le cautivó.
Y pensó 'si esto lo hace la gente sin proponérselo, a qué nos ponemos nosotros a crear lo que puede surgir por sí mismo'. Concluyó la representación y se llevó unos buenos aplausos. Pero una actitud desmayada por su parte arruinó el resto de la gira. Volvió a Europa y se recluyó donde te dije, con la compañía de su esposa y cantante Chelo Santaespina.
Sólo 10 años más tarde reapareció sin que nadie lo tuviera en cuenta con una nueva composición que tituló, paradójicamente 'Sonata Número 4 (y final)', con un planteamiento casi idéntico al de la Sonata Número 4 original y que vayan ustedes a saber porqué, tuvo un éxito atronador.
Pero eso ya lo contamos otro día.
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jueves, 7 de marzo de 2013
miércoles, 6 de marzo de 2013
Sonata Número 4
Qué tendrá la Sonata Número 4, que a todas horas, suena que suena, en todos los transistores. Caminando durante las primeras horas del día por el Humperdinck Boulevard neoyorquino, el crítico y santón de la prensa cultural norteamericana Jonathan Van Desten, escuchó en los altavoces de un restaurante de esos que tienen terraza y dónde Woody Allen suele siempre ubicar alguna conversación interesante e inteligente, una melodía y sin saber qué ni porqué, se le enganchó. Pocas horas después, en un almuerzo con su querido amigo y autor teatral Alan Woodison, una pequeña orquestina de cámara amenizaba a los concurrentes interpretando una serie de obras entre las que se coló casualmente esa misma melodía que él tenía en la cabeza. En el coche, mientras volvía a casa para comer con su hijo, que acababa de llegar de un viaje a Singapur, sintonizó una emisora donde habitualmente ponían clásicos de los sesenta y setenta que a él le gustaban mucho y sin saber cómo ni porqué, se coló una melodía que él ya consideraba prácticamente suya. Mientras saboreaban lo que su criada, la señora Rosalita, les había preparado, su hijo y él pusieron la tele un rato y vieron a un apuesto galán maduro, con el pelo larguito y plateado, de esbelta figura, menear su cabeza a un lado y otro mientras, a las puertas del J'Hayber Palace comentaba lo contentísimo que estaba del éxito de su Sonata Número 4 y de lo bien que había sido acogida su obra en la capital neoyorquina. Van Desten prestó atención a la noticia y se interesó por lo que estaba diciendo aquel músico que respondía al nombre de Obelísimo Trampantonio.
Volviendo a la ciudad, hacia la redacción de la revista 'Tonadics' para entregar un artículo sobre Schönberg y la madre de Schönberg, en la misma emisora antes citada, escuchó de nuevo la pieza de marras. Como ocurre en estas emisoras de clásicos contínuos, allí no presenta una canción ni Petete, así que se quedó con las ganas de saber si... ¿Sería esta la Sonata Número 4? ¿Cómo se habría colado esta obra a su amplio conocimiento sobre el tema? ¿Quién era Obelísimo Trampamtonio? En cuanto llegó a la redacción pidió que alguien le hiciera llegar alguna grabación con la Sonata Número 4 y se fue a la sala de audición.
Le pasaron el cd, se colocó los auriculares y lo que sonó no era en absoluto la Sonata Número 4. Así que sería otra cosa.
Volviendo a la ciudad, hacia la redacción de la revista 'Tonadics' para entregar un artículo sobre Schönberg y la madre de Schönberg, en la misma emisora antes citada, escuchó de nuevo la pieza de marras. Como ocurre en estas emisoras de clásicos contínuos, allí no presenta una canción ni Petete, así que se quedó con las ganas de saber si... ¿Sería esta la Sonata Número 4? ¿Cómo se habría colado esta obra a su amplio conocimiento sobre el tema? ¿Quién era Obelísimo Trampamtonio? En cuanto llegó a la redacción pidió que alguien le hiciera llegar alguna grabación con la Sonata Número 4 y se fue a la sala de audición.
Le pasaron el cd, se colocó los auriculares y lo que sonó no era en absoluto la Sonata Número 4. Así que sería otra cosa.
martes, 5 de marzo de 2013
Sonata Número 4
Tal y como declaró en el coloquio titulado 'Confesiones de músicos sobre música', antes, justo antes, justo justo antes de llegar a componer su Sonata Número 4, Obelísimo Trampantonio había tenido la idea de llevar a cabo un grandioso trabajo sinfónico de una pretenciosidad que le colocara a la altura de las obras más profundas de Wagner, por poner un ejemplo. Su proyecto se iba a llamar 'El tiempo de la muerte', y en palabras del propio Trampantonio registradas en dicho coloquio:
'Mi idea era la siguiente. Me imaginaba a un ser humano cualquiera, un hombre común, el ciudadano corriente que nos podemos cruzar por la calle. A ese ciudadano un día, en la empresa, en su trabajo, en su familia, por una notificación remitida a cargo de una institución estatal cualquiera, se le conmina a dedicar un día entero a pensar en la muerte. Encerrado en el lugar que él considere, en el salón de su casa por ejemplo, este hombre o esta mujer, debe reflexionar a lo largo de un día acerca de la muerte. De lo que significa morir, de los preparativos, de la sensación de pérdida, de las cosas que has dejado de hacer, de lo que quizás te depara esa vida que prometen y que nunca estamos seguros de si sí o si no. De qué es morir, de qué te gustaría hacer antes que no hubieras hecho, de los sabores que no probarás, de los labios que no besarás, de la música que no escucharás, de todo lo que no harás, de lo que has hecho y volverías a hacer. Repasar tu vida porque te vas a morir. Pensar qué es la muerte, si la muerte es algo malo o es algo que es inclasificable. La muerte. Un hombre obligado a pensar sin prisa a alguna en la muerte, en que se va, que la vida se le acaba, que ha de hacer balance o quizás prepararse para algo mejor. Pensando en la muerte durante todo un día. En soledad. Mi idea era musicar esos pensamientos. Poner música a ese día. Entero. Veinticuatro horas de música con la idea de meterme en la cabeza de alguien que quiere pensar en la muerte sin más, que no ha de pensar en la muerte por nada, si no porque le dan la oportunidad de pensar en ella. Ese era mi objetivo. Una monumental obra en la que la música, el pensamiento, la muerte, conformasen un todo. Una unidad. Un proyecto ambicioso. Una sinfonía mayestática. Solemne. Un trabajo titánico y ciclópeo. La música y la muerte... lo que pasa es que luego me pareció muy pesado y se me ocurrió lo de la Sonata Número 4, y ahí lo dejé'.
'Mi idea era la siguiente. Me imaginaba a un ser humano cualquiera, un hombre común, el ciudadano corriente que nos podemos cruzar por la calle. A ese ciudadano un día, en la empresa, en su trabajo, en su familia, por una notificación remitida a cargo de una institución estatal cualquiera, se le conmina a dedicar un día entero a pensar en la muerte. Encerrado en el lugar que él considere, en el salón de su casa por ejemplo, este hombre o esta mujer, debe reflexionar a lo largo de un día acerca de la muerte. De lo que significa morir, de los preparativos, de la sensación de pérdida, de las cosas que has dejado de hacer, de lo que quizás te depara esa vida que prometen y que nunca estamos seguros de si sí o si no. De qué es morir, de qué te gustaría hacer antes que no hubieras hecho, de los sabores que no probarás, de los labios que no besarás, de la música que no escucharás, de todo lo que no harás, de lo que has hecho y volverías a hacer. Repasar tu vida porque te vas a morir. Pensar qué es la muerte, si la muerte es algo malo o es algo que es inclasificable. La muerte. Un hombre obligado a pensar sin prisa a alguna en la muerte, en que se va, que la vida se le acaba, que ha de hacer balance o quizás prepararse para algo mejor. Pensando en la muerte durante todo un día. En soledad. Mi idea era musicar esos pensamientos. Poner música a ese día. Entero. Veinticuatro horas de música con la idea de meterme en la cabeza de alguien que quiere pensar en la muerte sin más, que no ha de pensar en la muerte por nada, si no porque le dan la oportunidad de pensar en ella. Ese era mi objetivo. Una monumental obra en la que la música, el pensamiento, la muerte, conformasen un todo. Una unidad. Un proyecto ambicioso. Una sinfonía mayestática. Solemne. Un trabajo titánico y ciclópeo. La música y la muerte... lo que pasa es que luego me pareció muy pesado y se me ocurrió lo de la Sonata Número 4, y ahí lo dejé'.
lunes, 4 de marzo de 2013
Sonata Número 4
Pam pam pam pararara pararara pam pam pam, tito tito totiiiii pam pam pam pam narananananinoninono. Obelïsimo Trampantonio, en un artículo publicado en la revista musical 'Der Grosse Violon', describía su Sonata Número 4 con las siguientes palabras:
'Es como si cuando tú estás escuchando una música cualquiera, alguien te interrumpe y pierdes el hilo de la canción. Como cuando alguien te está hablando mientras estás pensando en otra cosa. Tú quieres escuchar una cosa que te interesa y hay alguien que te está contando algo que deberías atender pero que no puedes porque estás a otra cosa y te sabe mal y tienes que hacer como que estás prestando atención y haciendo un esfuerzo por no perder el hilo pero sabes que estás escuchando otra cosa y... pues eso'.
Esta reflexión por parte del compositor de la Sonata Número 4, llevó al musicólogo y compositor también Luis Carlos Croissanter a comentar sus palabras en un artículo que apareció en la revista 'Aubernie musicalle', en las que se despachaba a gusto:
'O la música o la conversación. La música que surge como una necesidad, no como una excusa. No puede ser que el maestro Trampantonio haya concebido una obra con el simple objeto de servir de tierra de nadie. Una obra que surge como una... es que me caliento y...'.
Durante una conferencia en el Hotel Pepone de Milán, el propio Obelísimo Trampantonio insistió en su discurso comentando que:
'La Sonata Número 4 es la consecuencia de un mundo en el que es muy complicado prestar atención a algo en concreto. Yo mismo, mientras estoy hablando con ustedes, estoy ya pensando en qué cosa estoy intentando esquivar para esta tarde, qué me dijo el otro día el dueño de un restaurante de Roma, o qué me dijo mi señora esposa que tenía que comprar si venía a Milán'. La Sonata Número 4 es esa música que suena en la cabeza de la gente que está pendiente de una cosa y de otra. No es el ritmo de nuestro tiempo, no es una reivindicación de lo ocupados que estamos. Es una mierda'.
'Es como si cuando tú estás escuchando una música cualquiera, alguien te interrumpe y pierdes el hilo de la canción. Como cuando alguien te está hablando mientras estás pensando en otra cosa. Tú quieres escuchar una cosa que te interesa y hay alguien que te está contando algo que deberías atender pero que no puedes porque estás a otra cosa y te sabe mal y tienes que hacer como que estás prestando atención y haciendo un esfuerzo por no perder el hilo pero sabes que estás escuchando otra cosa y... pues eso'.
Esta reflexión por parte del compositor de la Sonata Número 4, llevó al musicólogo y compositor también Luis Carlos Croissanter a comentar sus palabras en un artículo que apareció en la revista 'Aubernie musicalle', en las que se despachaba a gusto:
'O la música o la conversación. La música que surge como una necesidad, no como una excusa. No puede ser que el maestro Trampantonio haya concebido una obra con el simple objeto de servir de tierra de nadie. Una obra que surge como una... es que me caliento y...'.
Durante una conferencia en el Hotel Pepone de Milán, el propio Obelísimo Trampantonio insistió en su discurso comentando que:
'La Sonata Número 4 es la consecuencia de un mundo en el que es muy complicado prestar atención a algo en concreto. Yo mismo, mientras estoy hablando con ustedes, estoy ya pensando en qué cosa estoy intentando esquivar para esta tarde, qué me dijo el otro día el dueño de un restaurante de Roma, o qué me dijo mi señora esposa que tenía que comprar si venía a Milán'. La Sonata Número 4 es esa música que suena en la cabeza de la gente que está pendiente de una cosa y de otra. No es el ritmo de nuestro tiempo, no es una reivindicación de lo ocupados que estamos. Es una mierda'.
jueves, 28 de febrero de 2013
Sonata Número 4
Hoy no, porque hoy ya vamos con prisa, pero me asalta la duda de saber si, después de todos estos días comentando aunque sea muy por encima la figura de Obelísimo Trampantonio y sobre todo su Sonata Número 4, saber digo si todos tenemos claros ciertos conocimientos sobre lo que es la música en si. En sí. Como se diga. La música. ¿Qué es? Sin saber qué es la música, una definición consensuada, creo que no podemos seguir avanzando en este tema, pero como comento, este tema queda más para otro ámbito y para otro nivel.
Dicho esto, introduzcámonos de nuevo en aspectos que parecen pintorescos de la personalidad del maestro Trampantonio pero que a mí, que soy el que cuenta, no me lo parecen pero ni esto. Existe una fotografía de Obelísimo Trampantonio a la llegada a la Catedral de Nevesgordas, donde se iba a interpretar a cargo de la Jovem Camerattína su Sonata Número 4, en la que se le ve especialmente extraño. Raro. Obelísimo Trampantonio, muchos le recuerdan y le pueden seguir recordando porque sigue vivo y lo saben y se hacen los despistados y miran para otro lado, pero no me importa, es un buen bigardo de un metro ochenta y ocho centímetros, de piel blanca como si hubiera estado en incomunicación o trabajando en una notaría y barbas canosas pero bien cuidadas porque es un tanto pejigueras en este aspecto del aseo personal. Una cierta melenita también canosa le da ese aire que parece que acompañe indisolublemente a los músicos, literatos, comentaristas políticos que fueron de izquierdas y ya no son nada porque se han descreído de todo y lo airean con su melena canosa al viento... flaco, terriblemente flaco, ese era Obelísimo Trampantonio. Ese era el maestro y ese sigue siendo el maestro Obelísimo Trampantonio. A veces lo vemos acompañado de su mujer Chelo Santaespina, que otrora fuera integrante de un conjunto de rock progresivo, los conocidos 'Tendencia Élfica' y que con el paso del tiempo se interesó por lo medieval no fantástico sino fanático y adaptó a un lenguaje más actual... uy uy, me voy. Ella era un bellezón de otro tiempo, lo que muchos podrían dar en llamar 'una dama antigua', de estilismos y ropajes que podrían llamar a la befa en otros cuerpos pero que en ella parecían consustanciales. Claros arquetipos ambos, Obelísimo Trampantonio y Chelo Santaespina de personajes de su tiempo, de su lugar, fuera del tiempo y de los lugares. Como quisiera ser yo y usted si se atreviese. Dos personas seguras y con la claridad de ideas que da el saberse en posesión de la razón última, como ya comentamos en el episodio de ayer. Ayer ¿recuerdan?
Obelísimo Trampantonio vivía en aquellos días de representación y presentación de la Sonata Número 4 de ciudad en ciudad, de palacio a odeón, de hotel a parador, de casa del concejal a chalecito del técnico del Länder. Y en muchos de esos viajes la bella Chelo Santaespina no regalaba su presencia majestuosa porque tenía, ella también, que interpretar sus propias obras, como la celebérrima 'Llevásteme al río, trajísteme mojada', que se pudo ver en todos los canales autonómicos de carácter cultural al ser grabada por la Radio De la France.
Sorprende esta imagen de Obelísimo Trampantonio, que no hemos dicho que se publicó en el muy prestigioso Jornal de Succesos, en la que se ve a un Obelísimo Trampantonio muy desmejorado, visiblemente empequeñecido, gordo como una nutria y ataviado con un mostachón y una calva reverencial que vaya usted a saber qué narices pasaría en aquella redacción aquel día o qué mutación sufriera el maestro ante la puerta de aquella Catedral.
Dicho esto, introduzcámonos de nuevo en aspectos que parecen pintorescos de la personalidad del maestro Trampantonio pero que a mí, que soy el que cuenta, no me lo parecen pero ni esto. Existe una fotografía de Obelísimo Trampantonio a la llegada a la Catedral de Nevesgordas, donde se iba a interpretar a cargo de la Jovem Camerattína su Sonata Número 4, en la que se le ve especialmente extraño. Raro. Obelísimo Trampantonio, muchos le recuerdan y le pueden seguir recordando porque sigue vivo y lo saben y se hacen los despistados y miran para otro lado, pero no me importa, es un buen bigardo de un metro ochenta y ocho centímetros, de piel blanca como si hubiera estado en incomunicación o trabajando en una notaría y barbas canosas pero bien cuidadas porque es un tanto pejigueras en este aspecto del aseo personal. Una cierta melenita también canosa le da ese aire que parece que acompañe indisolublemente a los músicos, literatos, comentaristas políticos que fueron de izquierdas y ya no son nada porque se han descreído de todo y lo airean con su melena canosa al viento... flaco, terriblemente flaco, ese era Obelísimo Trampantonio. Ese era el maestro y ese sigue siendo el maestro Obelísimo Trampantonio. A veces lo vemos acompañado de su mujer Chelo Santaespina, que otrora fuera integrante de un conjunto de rock progresivo, los conocidos 'Tendencia Élfica' y que con el paso del tiempo se interesó por lo medieval no fantástico sino fanático y adaptó a un lenguaje más actual... uy uy, me voy. Ella era un bellezón de otro tiempo, lo que muchos podrían dar en llamar 'una dama antigua', de estilismos y ropajes que podrían llamar a la befa en otros cuerpos pero que en ella parecían consustanciales. Claros arquetipos ambos, Obelísimo Trampantonio y Chelo Santaespina de personajes de su tiempo, de su lugar, fuera del tiempo y de los lugares. Como quisiera ser yo y usted si se atreviese. Dos personas seguras y con la claridad de ideas que da el saberse en posesión de la razón última, como ya comentamos en el episodio de ayer. Ayer ¿recuerdan?
Obelísimo Trampantonio vivía en aquellos días de representación y presentación de la Sonata Número 4 de ciudad en ciudad, de palacio a odeón, de hotel a parador, de casa del concejal a chalecito del técnico del Länder. Y en muchos de esos viajes la bella Chelo Santaespina no regalaba su presencia majestuosa porque tenía, ella también, que interpretar sus propias obras, como la celebérrima 'Llevásteme al río, trajísteme mojada', que se pudo ver en todos los canales autonómicos de carácter cultural al ser grabada por la Radio De la France.
Sorprende esta imagen de Obelísimo Trampantonio, que no hemos dicho que se publicó en el muy prestigioso Jornal de Succesos, en la que se ve a un Obelísimo Trampantonio muy desmejorado, visiblemente empequeñecido, gordo como una nutria y ataviado con un mostachón y una calva reverencial que vaya usted a saber qué narices pasaría en aquella redacción aquel día o qué mutación sufriera el maestro ante la puerta de aquella Catedral.
miércoles, 27 de febrero de 2013
Sonata Número 4
Obelísimo Trampantonio tenía cara de tener razón. Una vez, en aquellos días en los que el compositor se encontraba de gira presentando su Sonata Número 4, se encontró ante un grupo de periodistas de los más prestigiosos diarios checos ya que se encontraban en Praga, y fue inquirido por uno de ellos, el respetadísimo Karel Karek, acerca de unas posibles similitudes entre su Sonata Número 4 y una obra que en Chequia y también en Eslovaquia, conocían muy bien, porque en tiempos de la Checoslovaquia se había hecho famosa por motivos que ahora no vienen al caso. Obelísimo Trampantonio, haciendo gala de su encanto y su buen estado de ánimo, ya que el coloquio se daba justo después de haberse echado un ratín nada más que por cerrar los ojos después de comer y en ese momento el maestro Trampantonio era un sol de persona que daban ganas de quererle y escucharle sin preguntarse qué ni porqué, contestó muy tranquilo y con una media sonrisa dibujada en los ojos, de la siguiente manera:
'Es inevitable, querido amigo Karek que nos fijemos en cosas que conocemos para compararlas con las que acabamos de conocer. Usted y por lo que me dice, buena parte de los ciudadanos de esta tierra y los ciudadanos también del país que le hace compañía, sienten que mi composición tiene similitudes con algo que ya han escuchado. Bien. Quisiera, si usted me permite que se lo cuente, contarle a usted una pequeña historia que habla de en qué me baso para hacer mis composiciones. Es una historia, un pequeño relato sin importancia. Muy breve. Mire. Escuche, que será mejor. Y ustedes, queridos amigos checos, también. Escuchen. ¿De dónde nace la idea de mi Sonata Número 4? Sencillamente no lo sé. Esa es la historia, así de sencillo. No lo sé. No tengo idea. Es un relato corto ¿no es cierto? Un cuento sencillo. Un cuento que no existe. Un algo que parece que es pero que en realidad no tiene porqué ser. La originalidad de mi composición no dudo que sea puesta en duda por alguno de ustedes, y posiblemente tengan razón en discutir que yo, en tanto que compositor de obras que, seamos sinceros, en su mayoría no corresponden con el sistema de composición ni clásico, ni dodecafónico, ni contemporáneo, ni nada porque yo voy muy, pero que muy a mi belén, me haya inspirado en esto o en aquello, pero ya les digo ahora que es la primera vez que vengo a estos lugares, que jamás me interesé por la música que aquí se hizo, y que, como bien decía mi compañera de estudios en el Conservatorio de Pontemístico, la rubia y adorable Jana Navratilova, con aquel acentazo que tenía 'Gente a vessses disse cossass...'.
Y ya no hubo que preguntarle nada más y todo el mundo quedó convencidísimo.
martes, 26 de febrero de 2013
Sonata Número 4
Durante la interpretación de la Sonata Número 4 de Obelísimo Trampantonio en el 'Calzados Sánchez Odeón' de Belillos de la Moheda, uno de los miembros del público le comentó a su compañera de asiento, la cual había venido con él y que por ende era su pareja sentimental, que a la salida le tenía que comentar una cosa. Que esto no nos distraiga de lo siguiente. En otro punto de la sala, otro buen señor, recordaba una conversación que había tenido con la cantante lírica Tenia De Chapa en la que recordaban los buenos tiempos de Milán, París, Nueva York y Moscú. Él era nada menos que Nicosio Dalquedal, afamado compositor que había visto truncada su carrera musical por una afición desmedida al juego, y en aquellos días trabajaba como funcionario en el Ayuntamiento de Belillos de la Moheda como técnico de cultura intentando redimir sus pecados. Pero el gusanillo de la música le picaba igualmente.
Nicosio Dalquedal recordaba a Tenia De Chapa en aquel Restaurante de Milán mientras daban cuenta de una primorosa lasaña y comentaban la velada musical a la que habían asistido, compuesta por obras de Schubert, Brahms y Grieg, y cuchicheaban y hacían trajes a lo más florido del panorama musical contemporáneo. Nicosio Dalquedal, ferviente partidario del romanticismo musical y acérrimo enemigo de la vanguardia, criticaba las ínfulas de un tal Obelísimo Trampantonio que acababa de estrenar en un pequeño salón madrileño su composición 'Sonata asonante', apareciendo una reseña sobre ella en la revista 'Le violon' en la que se la calificaba de 'rara, merecedora de una segunda escucha, quizás una tercera, no descartamos una cuarta, a la quinta ya les diremos, si en la sexta nada, no hemos hecho si no perder el tiempo'. Nicosio Dalquedal divertía mucho a la bella y oronda Tenia De Chapa. Estaba enamorado de ella desde mucho tiempo atrás, pero las luces de una máquina tragaperras o la enumeración de números que debían anotarse en un cartón le podían más que los ojos negros, la melena negra, los labios negros y todo lo negro que tuviera la bella De Chapa. La bella Tenia De Chapa, por su parte, también estaba enamorada de él. Sí, sorpréndanse, amigos, porque ella también le quería y mucho, pero en secreto, porque ambos sabían de su afición al juego y ella no toleraba el vicio a su alrededor. La lasaña si.
Cuando terminaron el plato y pidieron un segundo plato de pan para mojar ella le confesó sus sentimientos y que esta sería la última vez que se verían. Que nunca más. 'No, no... -y se ponía la mano así con el dorso en la frente- no, no... no quiero que me supliques... es la última vez que nos vemos, signor Nicosio... non posso... debo marchar y alejarme de usted'. Y nunca más se vieron.
Así que cuando en aquel 'Calzados Sánchez Odeón' sonaron las imperceptibles primeras notas de la segunda parte de la Sonata Número 4, Nicosio Dalquedal hizo ademán de abandonar la sala con los ojos arrasados en lágrimas. Su sorpresa fue mayúscula cuando entre el público, de incógnito, vio al propio Obelísimo Trampantonio, que estaba contemplando cómo la Pequeña Orquesta Provincial daba cuenta de su Sonata Número 4. Quiso acercarse a él, pero al levantarse le sonaron monedas en el bolsillo y... en fin. El bingo estaba al lado.
Nicosio Dalquedal recordaba a Tenia De Chapa en aquel Restaurante de Milán mientras daban cuenta de una primorosa lasaña y comentaban la velada musical a la que habían asistido, compuesta por obras de Schubert, Brahms y Grieg, y cuchicheaban y hacían trajes a lo más florido del panorama musical contemporáneo. Nicosio Dalquedal, ferviente partidario del romanticismo musical y acérrimo enemigo de la vanguardia, criticaba las ínfulas de un tal Obelísimo Trampantonio que acababa de estrenar en un pequeño salón madrileño su composición 'Sonata asonante', apareciendo una reseña sobre ella en la revista 'Le violon' en la que se la calificaba de 'rara, merecedora de una segunda escucha, quizás una tercera, no descartamos una cuarta, a la quinta ya les diremos, si en la sexta nada, no hemos hecho si no perder el tiempo'. Nicosio Dalquedal divertía mucho a la bella y oronda Tenia De Chapa. Estaba enamorado de ella desde mucho tiempo atrás, pero las luces de una máquina tragaperras o la enumeración de números que debían anotarse en un cartón le podían más que los ojos negros, la melena negra, los labios negros y todo lo negro que tuviera la bella De Chapa. La bella Tenia De Chapa, por su parte, también estaba enamorada de él. Sí, sorpréndanse, amigos, porque ella también le quería y mucho, pero en secreto, porque ambos sabían de su afición al juego y ella no toleraba el vicio a su alrededor. La lasaña si.
Cuando terminaron el plato y pidieron un segundo plato de pan para mojar ella le confesó sus sentimientos y que esta sería la última vez que se verían. Que nunca más. 'No, no... -y se ponía la mano así con el dorso en la frente- no, no... no quiero que me supliques... es la última vez que nos vemos, signor Nicosio... non posso... debo marchar y alejarme de usted'. Y nunca más se vieron.
Así que cuando en aquel 'Calzados Sánchez Odeón' sonaron las imperceptibles primeras notas de la segunda parte de la Sonata Número 4, Nicosio Dalquedal hizo ademán de abandonar la sala con los ojos arrasados en lágrimas. Su sorpresa fue mayúscula cuando entre el público, de incógnito, vio al propio Obelísimo Trampantonio, que estaba contemplando cómo la Pequeña Orquesta Provincial daba cuenta de su Sonata Número 4. Quiso acercarse a él, pero al levantarse le sonaron monedas en el bolsillo y... en fin. El bingo estaba al lado.
lunes, 25 de febrero de 2013
Sonata Número 4
Para Obelísimo Trampantonio, concluir su Sonata número 4, le
significó el salto a la fama, la apertura de los grandes salones europeos, el
patrocinio de grandes magnates del acero, la amistad de filósofos y economistas
de toda condición e ideología, el arrobo de damas de belleza mareante o de
inteligencia pluscuamperfecta cuando no de damas que atesoraban uno y otro
adjetivo y también de quienes no tenían ninguno. Algún varón de recia voz
también sintió cómo escuchando la Sonata número 4, su trueno se quebraba y una
lagrimita asomaba por el ojillo tembloroso.
Obelísimo Trampantonio fue entrevistado en las revistas
especializadas de música clásica, pero también en los suplementos culturales de
los diarios más prestigiosos, e incluso se le pudo ver en una memorable
aparición en la televisión pública austriaca, en un programa de variedades
donde fue presentado como ‘la sensación de la música contemporánea’ y en el que
una bella modelo que venía de desfilar en París quedó prendada de su verbo y su
simpatía sin haber escuchado jamás la Sonata número 4. De tal manera que la
mujer, Fernanda Gemuchlichter, al acabar el programa, hizo lo posible por
contactar con el compositor y de ahí nació una bonita amistad que derivó en una
relación que bueno…, quizás en otro momento podamos extendernos más en este
capítulo de su vida.
En una biografía escrita por el insigne Giorgio Györ, el
magnífico biógrafo húngaro se detiene en una deliciosa anécdota sobre el
carácter de Obelísimo Trampantonio, precisamente ocurrida durante la época en
la que componía su archifamosa Sonata número 4. En aquel tiempo, Trampantonio
era todavía un compositor conocido específicamente en los ambientes musicales
de su país por haber musicado para ópera con cierto éxito una obra de su amigo
Girolamo Pergolese ‘Penalti y gol es gol’, que aunque generalmente se calificó
como de argumento poco comprensible para lo que suele ser una ópera, se
consideró que la música tenía su qué. Requerido, tras una de las presentaciones
de la obra en el Teatro Principal de Matalascañas, Huelva, dentro del Ciclo
Caja San Baudilio de Talentos de Hoy, por un estudioso de la música
contemporánea, el sesudo profesor Alberto José de Castro y Castro, por ciertas
características técnicas de la partitura, el genial Trampantonio le hizo la
siguiente explicación.
‘Querido amigo, usted me pregunta por el cómo y yo le
quisiera preguntar a usted, si me lo permite, por el cuándo. Cuándo se le
ocurrió a usted esta pregunta. Antes de escuchar la obra, o después. Venía
usted ya con la intención de preguntarme sobre un asunto técnico antes de
escuchar la música y de ver la representación o bien esta pregunta se le ha
ocurrido sobre la marcha. Si se le ha ocurrido sobre la marcha, permítame que
le diga que entonces a mi modo de ver, no ha escuchado la música, porque no creo
que se pueda pensar y escuchar a la vez. Sus ojos abiertos me indican que se
encuentra usted quizás sorprendido. Si me lo permite de nuevo y ya son dos
permisos, más de los necesarios para poder llevar a cabo cualquier actividad
humana, le haré una nueva pregunta ¿cuánto tiempo es necesario para formular
una pregunta como la que me hace usted? ¿qué tiene que ver todo esto con la
música? Tome, la partitura, la tengo aquí guardada, no la necesito porque he
hecho fotocopias en un establecimiento de aquí al lado que me ha sorprendido
por estar precisamente situado al lado de un Teatro. En mi ciudad, las
fotocopisterías se encuentran casi siempre al lado de organismos públicos,
comisarías de policía, centros expedicionarios de documentos… pero no junto a
un teatro. Y sin mayor intención de hacer fotocopias he querido darme el gusto
de hacerlas ya que llevaba la partitura en el bolsillo y me ha parecido
interesante que confluyeran mi sorpresa y una acción sin mayor historia. Aquí
tiene, una fotocopia hecha de mi propia mano, ya que he sido yo el que ha
llevado a cabo todo el proceso al ser una fotocopiadora de uso individual de
las que se encuentran en las oficinas y no de uso digamos industrial. Una
partitura para usted y una partitura que sobra de las tres que tengo la voy a
romper delante de usted ahora mismo. Mire. Aquí mismo. Rota. Este gesto no
quisiera que lo interpretase más que como una maniobra de distracción mientras
le tiendo la mano inmediatamente y le agradezco mucho el, seguro, generoso
comentario que hará usted de la música y la acción que ha tenido el gusto usted
de disfrutar.’
Maravillosa personalidad, la de Obelísimo Trampantonio, uno
de esos personajes geniales que dignifican el mundo de la cultura, que se
visten con el traje de los grandes, que tiene los ojos del que se sorprende y
se maravilla con el mundo siendo él mismo maravilloso. Maravilloso he dicho, en
definitiva.
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