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jueves, 10 de octubre de 2024

Crónica de un concierto de Los Planetas. 30 años de Super 8.


Los Planetas otra vez. Y ya hace tiempo que no veía a Jota, Florent y los demás, en esta ocasión unos demás diferentes aunque el bajo creo que fue bajo en otras ocasiones y, fatalmente, faltó el Erik. Hacía tiempo, creo que desde un concierto en el Vida Festival, que fue un poco bastante sosillo. En esta ocasión, el concierto era especial. Treinta años del Super 8, el disco que les hizo famosos y que creó no solo un sonido, también, y no poco importante, una estética. Porque la estética planetaria nace y cuaja en este disco y ayer fue parte fundamental de un concierto en el que lo visual tuvo una importancia apabullante. Los diseños de Aramburu para las portadas de los discos de la banda han sido fundamentales, decisivos, y el de Super 8 fue icónico. Tipo mirando al suelo con el suetercico de rayas. Ayer había mucha camiseta de rayas. Ayer había mucha gente en el Razzmatazz. Era curioso ver cantar a gente que ya pasó los cuarenta hace rato cantar lo de 'siempre he fracasado, una y otra vez', cuando era ostensible que ahí no se olía a fracaso por ningún lado. Mejorando lo presente. Un concierto pues en el que la banda se autohomenajeaba y con razón. Y en un momento, este homenaje, en el que la bdan vive un momento mediático importante, gracias a la película Segundo Premio que narra lo que ocurrió después del disco de después del Super 8 y el proceso de primera ruptura de la banda. Este disco, el Super 8, ya presentaba todos los temas que han hecho famosos a Los Planetas y en todas sus variantes. De la canción pop a los largos desarrollos psicotrópicos y psicodélicos. De lo cotidiano a lo trascendental. La canción de amor disfrazada de otra cosa o al contrario. Así, el concierto comenzó extrañamente a su hora y con un dron prolongado que dio paso a De Viaje, canción que uno recuerda haber escuchado siempre en los finales y aquí abría y es una canción peligrosa porque después de De Viaje tienes que hacerlo muy bien, tienes que estar muy seguro de que tienes más. Y claro, había más. Clásicos del repertorio planetario que pertenecen a Super 8 y otras canciones del disco que uno, sinceramente, era la primera vez que escuchaba, pero tampoco porque siempre hay un estribillo que reconoces, algún giro, algo, aunque toda la canción no la hayas retenido. Para eso estaba el Abel, que era y es fanático y con el que hemos visto mil conciertos de Los Planetas, los buenos y los malos, pero que no está aquí y se le echó de menos, pero aún así creímos verlo por todas partes. Había muchos Abel allí. El concierto fue avanzando de manera firme, con el ya comentado apoyo visual demoledor y en un momento, después de la apoteosis de La Caja del Diablo, llegó un surtido de 'the very best' comenzando por la genial Segundo Premio. Y ahí, ay, renqueó la cosa por que el batería no parecía estar en la misma sintonía. Creí detectar un par de errores en canciones siguientes que hasta provocaron eso que los que tenemos una banda conocemos como 'la mirada asesina' del Jota hacia atrás en una cagada estratosférica. La imagen del Erik, que volvió a no estar convocado, con sus baquetas arriba y dándole una fuerza a los compases de Segundo Premio que la hacen inconfundible, se te venía a la cabeza y quizás el prejuicio me hizo ver fallos donde quizás hubo... qué ostias, fallos. Así, el surtido tocó muchos palos y discos pero se olvidó, por ejemplo, de La Leyenda del Espacio, discarramental absoluto que yo tengo en un altarcito y del que no tocaron nada. Sí que lo hicieron de discos recientes, de clásicos, de las rápidas y de las lentas y todo el mundo salió de allí contento y satisfecho de ver a una banda así, clásica, aunque diezmada, pero que es capaz de llenar tres días la Razzmatazz con una propuesta de hace 30 años y que sigue tocando muchas fibras de mucha gente que lleva esas canciones pegadas a la cabeza como si fueran lecciones de vida de otros que son como tú. 

miércoles, 10 de julio de 2024

Crónica del concierto de Cat Power cantando a Bob Dylan en Barcelona. No hay tributo.


La verdad es que si quieren una crónica y crítica buena de verdad, lean la de Nando Cruz. Buena parte de lo que leerán aquí ya está escrito allí y ha sido un error leerla antes, pero ya no lo puedo remediar. Hace unos meses, el algoritmo de Instagram me dijo que Cat Power venía a Barcelona en Julio para interpretar el mítico concierto de Bob Dylan de 1966 en Londres durante la gira que éste hizo una vez que consumó su transición hacia el folk rock. Si habéis visto el documental No Direction Home de Martin Scorsese, este concierto o esta gira, es fundamental en la carrera de Bob Dylan. Digamos que es el momento en el que Dylan deja de ser el Dylan que tenemos en la cabeza para ser Dylan. Y durante toda la gira los fans de ese Dylan que tenían en la cabeza no dejaron de reprocharle que cambiase. Que se hiciese 'un rockero'. Ese concierto es el que Cat Power ha grabado de nuevo en disco y, lo que podía ser un simple 'tributo' a Dylan, cantando sus canciones, no lo es. Porque Cat Power no parece, ni lo ha parecido nunca, que sea una artista que se limite a calcar las canciones. Y eso hacía irresistible el concierto. Porque yo no he ido nunca a un concierto de Cat Power antes, pero me habían contado. Y conozco un poco su trayectoria, un poco nada más de su vida, y sí que hay dos o tres canciones suyas que me gustan bastante, algunas ni sabía que eran suyas y ella ya había hecho aproximaciones a cancioneros ajenos. Discos de versiones. El vídeo de su interpretación de Satisfaction en el Primavera Sound de hace mil años lo he visto mil veces. Nada podía ser más interesante que Cat Powe cantando esas canciones. Porque no las iba a copiar, eso seguro. Le había echado un vistazo al disco en sí y ya en la primera escucha me di cuenta de que ese disco no hacía justicia. Había que esperar al concierto. Porque la grabación original de Dylan es mucho. Más allá de la parte acústica, la parte eléctrica estaba interpretada con una mala leche que le acercaba a lo que para mi pobre cabecita sería el punk. Una mala hostia que flipas. Desde el inicio con Tell me, momma pasando por una de las canciones que más me han gustado de siempre, la de Baby let me follow you down, toda esa parte era bestial. En el documental, una vez que casi acabando el concierto le llaman Judas desde el público, se gira a la banda  les dice antes de comenzar a cantar Like a Rolling Stone 'esta a toda castaña'. El concierto de ayer claro que iba de otra cosa. Iba de ver a Cat Power cantando a Dylan. Y desde el principio fue entrar en otra cosa. Ya no era eso de ver a Chan Marshall cantando las canciones de su ídolo, era ver a alguien viviendo las canciones que estaba cantando como si las hubieran escrito para ella. Ya es ella suficientemente expresiva como para encima ponerse a cantar canciones que te meten en un bucle. Bucles como Visions of Johanna ayer por la noche en el Poble Espanyol del que no querías salir. La primera parte, la acústica, fue una barbaridad. Y es difícil que se mantenga el tema arriba todo el rato como sucedió ayer, únicamente con una guitarra y armónica. Pero no podías quitar la vista a cómo ella y cómo su voz se hacían con todo. Literalmente era como entrar en trance. Desolation row y el final con Mr Tambourine Man eran eso que uno se imagina que tuvo que ser escuchar a Dylan en su momento. El momento eléctrico por su parte aunque no fuera tan agresivo como el de Dylan, también estuvo muy bien y pude escuchar en vivo esas canciones de esa manera e interpretadas no como un tributo, sino como la interpretación de alguien que va más allá de Dylan. O más acá. Da igual. No era un concurso de imitaciones. Era Cat Power y todo lo que Cat Power significa haciendo eso. Y fue genial. Y cuando al final, con todo el mundo ya de pie, cantaba Like A Rolling Stone y se señalaba a ella misma cuando decía 'like a complete unknown', entendías de que iba. No había tributo, era otra cosa. Al despedirse Cat Power levantó el puño y dijo 'Fight the power'. Me imagino a Dylan sonriendo. Pero no sabría decir por qué. 

jueves, 27 de junio de 2024

Queens of the Stone Age en Barcelona. Una crónica.


La última vez que vi a los Queens of the Stone Age fue en Madrid, en la sala Riviera. Un buen concierto. Con mi amigo Edu. Siempre he visto a los Queens of the Stone Age con mi amigo Edu. Y ayer fui al concierto solo, solo, solo y eché de menos a mi amigo Edu sobre todo en la traca final. Cantar los coros de No one Knows sin Eledu al lado, bueno, no fue lo mismo. Pero lo hice igual. La última vez que fui a ver a los (de ahora en adelante) Qotsa no sé si ya había visto el documental sobre la grabación que los Qotsa o al menos Josh Homme y amigos junto a Iggy Pop hicieron de un disco que no estaba mal, pero el documental era francamente una exhibición de posturas de Homme que te hacían empatizar poco o muy poco con el excelso guitarrista. Así que mi opinión sobre los Qotsa o al menos desde que vi ese documental, decayó bastante. Porque los Qotsa son Josh Homme, siempre lo han sido y siempre lo serán, aunque ficcionáramos con la idea de que Nick Oliveri era alguien o que Troy Van Leeuwen pintaban algo. Y claro, ver aquel catálogo de escenas en las que Josh Homme caía gordo hasta la saciedad, no hacían ningún favor. Así que después del disco del Like Clockwork (teniendo en cuenta que a los dos anteriores ya no les había hecho caso), directamente he ignorado a Qotsa. Y aún así, la noticia de que venían, me erizó los vellos y no pude por menos que comprar la entrada porque, amigo, la traca final que ya me la sé y la conozco, basada en canciones del Songs for the Deaf, es apabullante. Y así me planté en el Poble Espanyol, entrando desde arriba, junto a una aguerrida colección de muchachotes en su mayoría, camisetas negras y pelos cortos, un paseo por el Poble Espanyol hasta llegar a la pista y una vez allí me sitúo atrás, donde ya me coloqué para ver a los Fabulosos Cadillacs, y en principio me vi encajonado por tres chavales que una vez que comenzó el concierto de verdad no aguantaron la emoción tiraron para delante provoacando que me quedara un hueco la mar de majo para poder moverme sin estar molestando ni ser molestado. El concierto comenzó a lo grande, dos o tres temas post y pre Songs for the Deaf y de este comienzo tan bueno pasamos a una fase en la que cayeron canciones que en ocasiones me parecían un tanto repetitivas y que, naturalmente, no conocía. Volumen brutal y todo muy bien, pero a veces me parecía que faltaba algo de mala leche en las canciones. Demasiada voluntad de suavizar la propuesta. Todo eso se te olvida cuando encaran la parte final del concierto y pregunta Josh Homme qué queremos escuchar y acaban cayendo las cuatro del disco del ciego. O fueron cinco. Ain't worth for a dollar...., Gone with the flow, First it giveth, No one Knows y Song for de Dead. No hay, ni lo habrá, broche final para un concierto mejor que Song for the Dead. Y aunque previamente hubieran estado tocando la versión stoner de la música de ascensor, amigo, esos cuatro temas o cinco, son demoledores. Incluso son demoledores aunque el público quiera futbolizarlo todo coreando el estribillo de No One Knows como ya futbolizaron la de Seven nation army. Es igual, oídos sordos, brazos arriba y a hacer los coros como si nos estuvieran matando. Casi algo más de hora y media de concierto y la satisfacción del deber cumplido. Sin el Edu. 

viernes, 8 de septiembre de 2023

Crónica del concierto de Los Fabulosos Cadillacs en Barcelona. Todos tus recuerdos olvidados.


Me dispongo a hacer la crónica de este concierto de Los Fabulosos Cadillacs de la misma manera que me dispuse a ver el concierto mismo, con la pretensión de hacer callar en mi mente las nefastas palabras de un tuitero que osó calificar a la banda de Vicentico y Cianciarulo como 'los Txarango argentinos'. Seguro que el hecho de que Los Fabulosos Cadillacs tuvieran un éxito masivo con canciones como Matador y Mal Bicho es motivo suficiente para que la legión de auténticos representantes de lo punk haya puesto en su punto de mira a los argentinos, pero el disparo es más bien una demostración de ganas de seguir siendo cuando hace tiempo que ya no nada. El concierto de Los Fabulosos Cadillacs me llega casi in extremis, en el tiempo de descuento, gracias a una maniobra de emergencia y puedo acoplarme al batallón colomense destinado a tal efecto. Todos los presentes hemos visto o creemos haber visto a Los Fabulosos alguna vez, hay quien lo ha intentado varias veces y no lo consigue. Yo creo que los vi una vez y no fue en el Razzmatazz porque yo recuerdo un fondo de ladrillo rojo como de pabellón polideportivo y el Razz no lo tenía. Sin embargo, las fechas dicen que tuvo que ser allí. ¿No hubo otro? Año 1998 o 1999, con la gira Calaveras y Diablitos que les trajo con Aterciopelados... aquel fue un conciertazo con mucha base del Fabulosos Calavera, que es el disco que me volvía loco. Un disco donde había mucho menos ska, salsa o ritmos latinos para adentrarse en algo oscuro, obsesivo, con muertos, fantasmas por doquier, un disco brutal. El siguiente, La marcha del golazo solitario ya era otra cosa, con muchas cosas dentro metidas. En el concierto de ayer ambos discos tuvieron una presencia testimonial, destacando Calaveras y Diablitos como una de esas canciones emblemáticas de la banda que precisamente se escapaba del tono del disco que... Al lío. El concierto en el Poble Espanyol está sold out, todo vendido, se va llenando y no hay un espacio libre, nos situamos atrás, cerca de la barra y a esperar que llegue la actuación. ¿Qué nos encontraremos? Un grandes éxitos, canciones nuevas, canal nostalgia... no hay tiempo para mucha especulación porque cuando empiezan a sonar las primeras canciones nos damos cuenta de que nos vamos a emocionar mucho durante las casi dos horas que están a pleno rendimiento. Las tocan todas, se dejan muchas, pero todas las que tocan son de las buenas. De las muy buenas incluso. Desde el León Santillán, a Demasiada Presión y de ahí en adelante. Tocan El Muerto y me parece que van a darle caña por ahí, pero no, vuelven a las clásicas y las clásicas molan tanto que te da igual. Así todo el concierto tiene ese aire de canciones brutales que hablan de cosas que en algún momento, sobre todo de tu juventud, has pasado y con un poco de azúcar, es decir, con ska, salsa o alguna punkarrada camuflada, pasa mejor. Los Fabulosos Cadillacs no eran un grupo de pachanga, no eran tampoco un grupo político, pero te alegraban la vida con sus canciones y no se ponían de perfil a la hora de señalar sus orientaciones políticas. Ya digo, Matador, Mal Bicho, pero también V Centenario (no hay nada que festejar) y el fondo de sus otras canciones no tan políticas, les sitúan evidentemente en un campo, pero ay, no sé porqué, ese campo no es suficiente. Nunca es suficiente. Vete a saber. A nosotros eso nos da igual, rodeados de un mar de argentinos y argentinas, vamos bailándolas todas hasta que llega el tramo final con nuevos temazos de leyenda en torno a Vasos Vacíos y dos o tres temas más de aquellos que estaban precisamente en la cinta que todos teníamos, el recopilatorio de Vasos Vacíos y que ponen a todo el mundo al vapor. Vicentico se dosifica en la voz y a veces parece que no canta y otras que deja que canten las miles de voces del público, no parece tener mal aspecto a pesar de que a veces lleva un bastón que suelta al cabo de unas pocas canciones y Cianciarulo se mueve como si tuviera 30 años menos de los que tiene y la banda suena compacta aunque el sonido del lugar no parezca el más afinado (o estábamos demasiado lejos, vete a saber). Da lo mismo, las han tocado todas y las que se han dejado (Sábato, El Gallo Rojo, Masacre de San Andrés de Giles, Gitana, Paquito, Ciego de amor), ya las podemos escuchar en casa. Salimos todos con una risa de oreja a oreja porque nos lo hemos pasado en grande, hemos disfrutado de un concierto único que no sabemos si volveremos a ver, hemos encajado una parte de nuestra juventud que podría habernos parecido ya lejana pero no, hemos participado en una suerte de comunión colectiva basada en algo festivo y también... reconozco que cuando en Matador cantan lo de 'resiste... Víctor Jara', se me escapó una lágrima. ¿Qué tendrá la figura de Víctor Jara que me afecta tanto? En fin. El Genio del Dub, El satánico Dr. Cadillac... es que las tocaron todas. No nos liemos más. Como dicen en Condenaditos: dejá de complicarte, que ya estás casi muerto. 

jueves, 15 de junio de 2023

Crónica de un concierto de The Who en Barcelona. Los viejos están bien.

Los viejos están bien. Está claro que no ibas a ver el concierto de la isla de Wight, ni si quiera ibas a ver el concierto que nos pusieron en el autocar camino de Zaragoza cuando los vimos en Zaragoza y que era de principios de los 80, ni siquiera iba a ser el concierto que vimos en Zaragoza en el 2006, que ya han pasado 17 años del 2006 y nos creemos que a la gente no le pesan los años y nos pesan a todos, a mí el primero. Fuimos al concierto de ayer una tropa sustanciosa de colomenses, algunos no los habían visto nunca, otros sí. Todos teníamos, yo tenía, algún tipo de prevención. Un concierto con orquesta, en un recinto como el Palau Sant Jordi te hace ir con prevención. No se va a escuchar bien. Y efectivamente, el sonido no fue lo mejor del concierto. Se fue ajustando a medida que iba avanzando la cosa, pero de primeras sonaba todo como un follón donde no se escuchaba la guitarra de Pete Townshend, el bajo brillaba por su ausencia... incluso había momentos en los que parecía que Roger Daltrey cantaba por un sitio y la cosa iba por otro. La Orquesta Simfónica del Vallès, hizo el papel de acompañante en dos tramos del concierto, al principio y al final, dejando a la banda, nutrida banda por eso, sola en el tramo central del mismo. Qué sonó. Si digo que el principio fue un poco follón, en realidad no hago justicia, porque es que el principio que propisieron The Who estaba destinado a que si tenías alguna prevención, alguna racança que se dice en catalán, se te fuera, se evaporara. Porque comenzaron con canciones del Tommy, desde la Overture, al Amazing Journey, al Pinball Wizzard, su poquito de Sparks, para dejarlo con el See me, feel me... que sí, me emocionó. Y siguió toda una retahila de pepinazos que durante dos horas nos hicieron felices y también con una selección de canciones de transición que nos permitió ir a donde tuviéremos que acudir sin remordimientos. Daltrey tiene 79 años y Townshend tiene 78. Únicamente si somos capaces de valorar lo que eso significa sabremos el valor que tiene ver un concierto de estos dos leyendas de la música y quitarnos de encima las prevenciones. Son personas que podrían estar ya en su casa disfrutando de cualquier cosa y todavía son capaces de embarcarse en una gira de estas características y enfrentarse a un público que los idolatra y que, ay, no llenó el Palau Sant Jordi. Buena entrada, sí, pero se constató de nuevo que Barcelona no es una plaza fuerte para the Who, que ya tuvieron que abandonar la ciudad hace 17 años porque no. Ahora, el público que fue, entregado. Un público que como no podía ser de otra manera, era veterano, pero no excesivamente veterano y donde me sorprendió (siendo Barcelona, Barcelona), que casi todo el público era nativo y no había prácticamente presencia de guiris. Camisetas a 40 pavos en los puestos de merchan oficiales y ví a un tipo que llevaba mi camiseta de The Who, la camiseta que compré hace 17 años en Zaragoza y que no dudé nunca en calificar como la camiseta más fea de The Who que jamás vi. Pues esa camiseta la llevaba un señor ayer. Yo no quise ir de camiseta, no tengo de The Who, y fui de polito. Nos sentaron en una ubicación diferente a la que teníamos y ganamos en vista y perspectiva, pero ay, eso de ver conciertos sentado es un rollo. Y no pude resistirme. Porque tocaron Substitute, que fue la única de las antiguas que tocaron (antiguas antiguas), y ahí me levanté. No cayó My Generation, no cayó, I can't explain, no cayó Boris The Spider (lógico), no cayó A quick One, (hubiera sido genial que la orquesta hubiera hecho el cello, cello, cello vocal de la original.... con el cello) y no tocaron I'm a Boy o Pictures of Lily, pero sí que lo hicieron con I can see for miles. Naturalmente cayeron las televisivas, Who hare you, Won't get fooled again, You Better you Bet... y cayeron canciones tremendas que nos fueron condiciendo poco a poco a un final en el que, claro, se vino el Quadrophenia. Y ahí ya, éxtasis con el Love Reign O'er me y con la intro o la outro que no recuerdo que repasó toda la carrera de la banda, mezclada con hechos históricos y recordando al Keith Moon y al John Entwistle y todo fue como tenía que ser y hubo errores como cuando la banda se comió la mítica frase donde Daltrey dice, mira al nuevo jefe, es el mismo jefe que antes de Won't get fooled again, pero se perdona absolutamente todo porque salimos de allí con una sensación de felicidad y de haber visto algo que ya no veremos más y que ha cumplido con las espectativas. Un concierto de The Who, un último homenaje a unas leyendas de la música que nos han regalado temas y conceptos que han trascendido en el tiempo y que ya no se estilan en casi ninguna parte. Han molado mucho y seguirán molando. Los viejos están bien. 

jueves, 29 de septiembre de 2022

The Brian Jonestown Massacre en la Sala Apolo. Lisérgico y discontinuo.


 Con esa foto podría ser cualquier cosa. Pero son The Brian Jonestown Massacre. Y ayer dieron un concierto en Barcelona digno de su nombre. Digno de una manera de entender la música basado en crear un clima, un ritmo, una cadencia, y no perderla. Decir que conocí dos canciones de The Brian Jonestow Massacre en todo el concierto. Una, Anemone, que es como un totem de la banda. Una canción que aparece en el primer disco de la banda, el raro shoegaze Methodrone y que aparece en el siguiente disco de la banda, Their satanic majesties' second request. Que parecen la misma canción pero no lo son, porque en la primera canta una chica y en la segunda canta el Anton Newcombe. Anton Newcombe es un músico especial. No hace falta ver el documental DiG para saberlo, o mejor sí, vean el documental para saberlo. es un músico con la autoestima alta y con un sentido de la perfección muy particular. La música se hace como la hace él. Y la banda, fluctuante, está para acompañarle en su cruzada musical. La otra canción que tocó es Nevertheless, que no es de las que más me gustan porque hay canciones de esta banda que me gustan muchísimo más. Conocía dos canciones, porque los discos que me gustan se paran en el 2003, con el And This is our Music. Creo que el We are the Radio ya es posterior, el ep. Ahí fue cuando los conocí, cuando en Radio 3 pusieron Never been Attached to a woman, beast or a child y dije pero esta barbaridad qué es. 

El concierto de ayer fue lisérgico porque todas las canciones orbitaban en torno a un ritmo, una cadencia, lisérgica, parecida a la de Anemone. El rasgueo de la guitarra, que marcaba el ritmo y las demás guitarras revoloteaban alrededor y la batería caminaba tranquilamente por allí, marcando el paso. Todo sonaba genial. Al final del concierto hubo alguna canción en la que el teclado se marcaba unas ruedas también atmosféricas y lisérgicas que te invitaban a evadirte un poco de todo. Una hora y algo de evasión en una sala Apolo llena de gente, con personas que parecían recién escapadas de la portada del Village Green de los Kinks. Gente con camisetas de los Brian Joneestown bastantes y como siempre, un provocador, o no, con la camiseta de los The Dandy Warhols. 

El pobre Anton no puede hacer un concierto seguido. Canción pausa y canción. No. Canción, pausa larga mientras cambio la guitarra, afino, encuentro el ritmo, el tono, os lo marco a todos, os controlo, y para delante. Eso es un tiempo a veces precioso que pone en peligro todo el clima que se consigue con la música. Pero así es él. Capaz de lo más así y de lo más etéreo. Mola mucho. Y con el Joel Gion como siempre con su pandereta delante sin rechistar aguantando el tipo. Artista. 

Y ya está. A seguir acordándote de vez en cuando de The Brian Jonestown Massacre y a caer en sus redes. Take it from the Man! 

jueves, 30 de junio de 2022

Crónica del Festival Ítaca. Bombo a negras.


La música. La música que te gusta, la música que me gusta, los gustos musicales, las circunstancias, las edades, los tiempos, el contexto, los prejuicios y toda esa mierda. Ítaca Festival en L'Estartit. Tenemos entrada para un día, precisamente el de la verbena de Sant Joan, vamos a ver a tres bandas. Ana Tijoux, Zoo y Asian Dub Foundation. Se supone que el reclamo para que vaya convencido es que tocan los Asian Dub Foundation, que son de 'mi época'. El asunto es que yo de los Asian Dub Foundation no tengo constancia de haber escuchado nunca nada pero acepto que pueda ser que me gusten. De Ana Tijoux tengo algo más de conocimiento. Recuerdo su intervención en el tema 'ERes para mí' de la Julieta Venegas o la canción 1970, que me parece bastante bien. El resto de cosas que le escucho no me acaban de conectar. De los Zoo tengo una idea sesgada, prejuiciosa y basada en el estereotipo de música de pachanga que se hace por estas tierras con mensaje reivindicativo y rollo positivo a tope que se ha convertido en una especie de banda sonora de una manera de ver el mundo con el que yo ya no estoy o mejor dicho, no sé si tiene que ver con algo con lo que yo haya estado alguna vez. Empiezan los conciertos. Entramos. No llego a entender el sistema de la pulsera, solo sé que tengo que poner pasta y que esa pasta me la irán quitando a medida que pida pasando un movil por mi pulsera. Los precios son medio medio, no son caros, no son baratos. Son. Comienza el festival. Va llegando gente, pero no toda la gente. Antes de nada han tocado unos que se llaman The Tyets, que no tengo el gusto. Deben haber tocado ante nadie. Porque cuando comienza Ana Tijoux hay poca gente. Ana Tijoux va acompañada por una banda que consiste en un bajo de nosecuantas cuerdas, una batería y un teclado. No lleva más. O no recuerdo haber visto nada más. Ella canta y lo hace con actitud o con desgana, según le va. Tiene un repertorio también de carácter reivindicativo y subidos a la ola de euforia que da la victoria en Chile y Colombia, todo tiene un aire como de fiesta de fin de campaña. Perfecto. Canta sus canciones más conocidas, pero lo  hace de manera orgánica. Es decir, con banda, lo que provoca que quien esperase las canciones calcadas de sus discos o del spoty, pues mal. Pero no me parece que la propuesta sea ningún desastre. Es simplemente otra manera de hacer. Orgánica. Le doy la razón a quien dice que si nos invaden los extraterrestres y caen en Chile, se vuelven a ir porque no habría manera de entenderles. Cuando habla entre canción y canción entiendes algo, colombia, chile, guacho, bacán, bien. Acaba el concierto y se va llenando la pista. Hay bastante gente de Santa Coloma. Gente que conozco, gente que no conozco. Un poco como todo. Comienzan los Zoo, que se supone que son la gran atrracción del día. De la noche. Son valencianos. El cantante tiene un tono monocorde en todas las canciones, el recitado es similar, pero importa poco. Las letras tienen contenido, mensaje y hay un bombo a negras que se lo come todo. El guitarra y el bajista están allí de manera testimonial. Todo se basa en esperar el momento del subidón, saltar y corear. No pidas más. Uno se imagina a Manolo el del Bombo pensando que ha nacido 50 años tarde. Sentimiento de comunidad, pertenencia, buen rollo, bienestar colectivo, incluso llega a hacerse un pogo y todo. Mi avanzada edad me impide participar, no doy un salto, no muevo casi ningún músculo. Entiendo de qué va la cosa, pero no consigo conectar. Intento teorizar el día después sobre la frase 'no tot en la vida és faena, que morir és no viure lluitant', sobre el derecho a no morir lluitant, a no vivir lluitant. Respetar a quien no hace del activismo, simbólico o real, una forma de vida. En fin. El concierto termina con la sensación de lo que venga ahora no va a colmar las expectativas de nadie, pero los Asian Dub Foundation se lo curran para que con su propuesta, que tampoco es ninguna cosa que invente nada, mantengan el nivel. Su propuesta es la de dos personas con portátiles y un cantante de avanzada edad. Pero alternan el dub, el reggae pastosísimo, con una electrónica con -a veces- toques hindis. El final es mucho más movido, directamente drum'n'bass, si es que yo sé lo que es el drum'n'bass. Y cantan su canción estrella que yo descubro esa misma noche. Flyover. Apoteosis, final y nos vamos. En este concierto consigo bailar, bastante. Que no se diga que estoy muerto o que tal. Fin del primer día. 

El segundo día hay dos conciertos que al parecer nos interesan, pero no tenemos entrada. Pero no pasa nada, porque desde fuera se ve más o menos bien. Es así que hay más gente fuera que dentro. Los conciertos son de Oques Grasses y Señora Tomasa. Oques Grasses tienen una propuesta más edulcorada que la de Zoo, mucho más, más orgánica pero tampoco tanto, y con un mensaje positivo a tope que a veces parece más digno de un grupo de acompañamiento para el esplai que para otra cosa. Ya lo he dicho. Tanto rollo de que todo acaba bien, ganaremos, juntos, y tal, es un poco embafante y a la segunda canción ya has visto que aquello congrega a gente tan heterogénea que el posible mensaje se diluye entre tanta buena intención y buen propósito. Más bombo a negras, más momentos de subidón con todo el mundo participando de esa porción de paraíso que nos garantiza saltar con las manos para arriba. Y pasamos a la Señora Tomasa, que es otra banda que en este caso quiere hacer bailar a la gente a base de música latina. Tienen problemas con el bajo. Su propuesta es esa, la de música latina, dos voces, buen rollo, bases también grabadas... no lo he dicho, lo de las bases pregrabadas es un must hoy día. Llevar a alguien ahí arriba que con un portátil y tal, llena el tema. Van cayendo las canciones pero somos muy mayores y nos vamos yendo. De tal manera que no conseguimos llegar a la última canción y su hit más conocido que es el único que conozco, Sigue amando, que escuchamos mientras vamos abandonando el terreno playero para volver a casa. Así somos. 

Tercer día. No vemos ningún concierto y vamos un pequeño grupo de personas a ver a la Rigoberta Bandini, nuevamente desde la playa. Hay mucha gente. Cuando llegamos ya ha empezado el concierto y pillamos una interpretación un poco o bastante diferente de la de Mamá, mamá, mamá. Buah, si ya la han tocado ahora qué. Me parece que no la han tocado, que han hecho un tastet y que luego la tocarán otra vez. Son cuatro en escena. Dos con los teclados y las dos cantantes. Y tres bailarinas. Van cayendo canciones, todas con una estructura más o menos similar o parecida. Nos perdemos la de In Spain we call it Soledad. Pero no las otras. Más momentos de subidón, aquí con la picardía de alargar las canciones para que esos momentos de subidón se repitan. La de la Perra, por ejemplo. Se eterniza. Meten cosas de relleno como un refrito del La la la, de la Massiel. Y terminan con la de Mamá y la de las drogas. La gente se lo pasa bien, el concierto es agradable, pero son muchas dudas sobre el sonido y la veracidad de todo lo que suena las que me asaltan. Pero oye, si está todo pregrabado, qué quieres. 

En fin. La música y lo que hacen los demás con la música y con sus gustos. Música para estar bien, para estar en comunión con algo, con la gente, con el que te tira la cerveza encima, el que pasa por tu lado avasallando como si no existieras, para cambiar el mundo desde la pista de baile. Yo también lo hago. Así que eso es lo que hay. Ya está visto. 

martes, 10 de mayo de 2022

Crónica de un concierto de Ilegales. Tengo un problema.


¿Cómo no te van a gustar los Ilegales? Ilegales son una banda de Gijón, con un integrante básico, fundamental, insustituible, como es Jorge Martínez. Jorge Ilegal. Una banda cuyo primer disco data de 1982, el del señor pegándose un tiro. En ese disco se hallan buena parte de las canciones más conocidas de esta banda que tiene muchas y buenas canciones y una historia de perseverancia en lo suyo que los hace únicos e inimitables, pese a que uno piense que lo que hacen es tan sencillo y tan fácil y tan básico que bien pudiera ser, pero no, no lo es. En ese primer disco de Ilegales se encuentra una canción que, para mal, ha condicionado la percepción que muchos pudieran tener de este grupo y de todo su repertorio. Esa canción, no la tocaron el pasado sábado en Madrid. Esa canción la he visto interpretar en Barcelona hace unos cuantos años. Y la presencia de elementos indeseables levantando el bracito, joder, como que me impactó mucho. Así que ir a un concierto de Ilegales era una cosa que me inquietaba. He visto el documental de Mi vida entre las hormigas, yo no tengo dudas, pero... y el público. Decir que ir a un concierto de Ilegales, o de cualquier otra banda, después de haber vivido el día anterior una experiencia casi mística como lo que se vivió en el WiZink con Siniestro Total, era casi una temeridad. Una imprudencia que te impide disfrutar de un concierto por el exceso del otro. Pero se hizo, y hecho está. El concierto viene precedido de las observaciones que nos hace el Juanra que los ha visto en Barcelona recientemente, canciones del último disco que dice que son buenas y un muy buen concierto. Yo el último disco no lo he escuchado. De hecho, ver en las colaboraciones a gente como Dani Martín por ejemplo, sectario de mí, me hace mirarlo con algo de desconfianza. Pero bueno. Vamos. Así que el concierto consiste en el bueno de Jorge Martínez, que tiene nada menos que 67 años, tocando con su (in) separable Willy Vijande al bajo, personaje en sí mismo, y un batería incombustible que solo tiene que hacer que el ritmo más básico sea contundente. No me sé el nombre ni del batería ni del guitarra de acompañamiento y teclados. Lo siento. Y el público. Nos dedicamos buena parte del previo a identificar posibles fachas infiltrados. Creemos pillar a alguno. Durante el concierto no vemos que haya ademán de nada, no hay canciones a las que se puedan agarrar, todo funciona con una exquisita normalidad. Público otra vez de nuestra edad y más veterano que hoy ha salido a armarla. Gente que ha salido hoy a echarse un ratito bueno y que quiere de vez en cuando emular los pogos del pasado. Pues claro. Solo que nosotros no nos podemos mover. Van cayendo clásicos del repertorio y recuerdo con especial cariño nada menos que El Ángel exterminador, una de las primeras canciones de Ilegales que me llegaron a la patata y de qué manera. Caen canciones de la cinta aquella que tenía de 60 y que contenía auténticas barbaridades y otras canciones... es el Todos están muertos. Qué pedazo de disco. Caen esas canciones del nuevo disco que tienen el mismo tono y el mismo mensaje de siempre. Se nota que en algunas canciones hay un tono diferente. Incluso hay una en la que pide que le lleven a casa. Antes de comenzar el concierto, nos hemos quedado en el bar de delante. A La Riviera solo había ido una vez, a ver a los Queens of the Stone Age y no recuerdo cómo fui, pensaba que estaba más lejos y resulta que podíamos ir caminando. Vamos viendo llegar a la gente y vemos que el público aunque veterano es heterogéneo y hay desde punkismo, a algún rockero de rockear, polos fred perry, incluso alguna melena heavy y una camiseta de los Beastie Boys. A nuestro lado en el concierto, un fan comienza un bamboleo oscilante que, si dura el concierto media hora más, termina con el socio en la otra punta del local, simplemente arrastrado por su propia inercia. O no. Llegados a un punto del concierto, una proyección de la portada del primer disco me sorprende. Jorge Martínez dice que aunque duela el corazón por que ya han pasado 40 años, van a tocar canciones de este primer disco. Y se lo marcan yo creo que prácticamente enterito. Y es una barbaridad. Y antes han caído joyas como El norte está lleno de frío, que es una canción apabullante, seguida como siempre de enamorados de Varsovia. ¿O no fue así? Quizás siguen sonando en mi cabeza las canciones de su mítico directo, del cd que se llevaba mi padre para ponerse a pintar, y escucho las canciones justo en ese orden. Un concierto pues de rock, de muy buen rock, cañero, con la actitud inconfundible e inimitable de Jorge Martínez, que quizás hubiera merecido habernos encontrado en una forma física algo más notable. Pero se disfruta mucho. En un momento, suena Tengo un problema sexual. Y Jorge Martínez se marca el speech de la noche, diciendo que tener problemas está de puta madre, que no hay que esconder los problemas, que tener problemas es sinónimo de estar vivo y que no hay que tener miedo a decir que se tienen problemas. Me parece de las cosas más honestas y valientes en un mundo este en el que todos somos fuertes, tenemos un pollón, siempre tiramos para delante y somos la hostia. Pues no. Acaba el concierto y nos vamos pensando que vamos a tomarnos algo por ahí pero lo único que queremos es llegar al coche, volver a casa, descansar. Tenemos problemas. 

lunes, 9 de mayo de 2022

Crónica del último concierto de Siniestro Total. La última de todas.


La última de todas, ya. La última de la vida. Luego nos vamos a subir todos a esa torre. Último penúltimo concierto de Siniestro Total de jamás nunca ya. En Madrid. Siniestro Total, vamos a evaluar su trascendencia, es mucho. No sé en qué momento llegó a mi vida, no sé si fue a través de los 40 principales cuando ponían música y escuchabas el Diga que le debo y decías, joder, qué es esto. No sé cuál fue el instante en el que decidí que si tenía mil pelas en el bolsillo, eran para comprarme vinilos de Siniestro. Pero fue. Y también sé en qué momento Siniestro dejó de ser mi grupo para ser... pero vamos al lío. Siniestro Total anuncia hace unos meses que se despiden de los escenarios y que lo hacen en Madrid, un solo día, con la presencia de miembros históricos de la banda sobre el escenario. Principalmente, la novedad es que vuelve Miguel Costas para tocar con ellos durante todo el concierto. Se tiene que ir y se va a ir. Claro que se tiene que acudir a ese concierto. Pocas veces se me ha visto disfrutar tanto, desbarrar tanto, gritar tanto, sacudirme tanto, como en un concierto de Siniestro. Siniestro fue mi primer concierto, en la Vall d'Hebron, en un festival en el que tocaban un día Siniestro, otro Loquillo (del que pasamos) y el último fue Rosendo. Fue en la gira del Made in Japan, 1993 sería. Julián llevaba un pelucón graciosísimo. Creo que me pasé el concierto gritándole calvo y que no sabía tocar, costumbre que no dejé de practicar en ninguno de los cinco conciertos siguientes. Recuerdo especialmente el del cierre del Garatge y no recuerdo el de Badalona y sí recuerdo el otro de Badalona cuando salieron después de Sonic Youth. Siempre me lo he pasado bien, incluso aquella vez en Viladecans o por ahí al que yo acudí mohino y pocho y me levantaron, como pudieron el ánimo. Les había visto dos veces con Costas y con Costas, creo, que Siniestro es más. Así que vamos al concierto, con Eledu y laRosi. Tenemos entrada en grada, pero queremos bajar abajo, a hacer el animal. Llegamos y solo ver el ambientazo de los bares alrededor del WiZink, antiguo palacio de los deportes, da alegría. Qué ambientazo. Qué bien nos lo vamos a pasar. Mucha gente con las camisetas de Ante todo Mucha Calma y nosotros con una camiseta autoeditada con esta frase: Para no llegar, mejor no comenzar. Es más fácil así. Es una frase de Demasiado lejos, una de esas canciones oscuras del Bailaré sobre tu Tumba. Queremos creer que la van a tocar en el concierto porque durante una entrevista Julián... queremos creer. Esta canción, para ser de Siniestro, tiene una letra que va más allá de lo jocoso o lo provocador y ha sido como una biblia para nuestro grupo de gente. Demasiado lejos habla de una actitud vital alejada de eso de asumir retos, superarse, luchar y pelear, todo eso que define al ser humano contemporáneo. Esta canción hablaba de no ir, de quedarse, de dejarlo pasar. Y nos hicimos esta camiseta. Y no la tocaron. Entramos en el recinto y nos hacemos un presunto lío Neymar con la ubicación de las entradas, finalmente asumimos que tenemos que quedarnos en nuestro asiento, pero desde ese asiento, formaremos el espectáculo. Había apuestas sobre cómo comenzarían, yo acerté. La sintonía de Corrupción en Miami, como en el Ante Todo mucha Calma y para comenzar esta de Todo esto es tan hermoso, del Made in Japan. Este disco fue el último con el que conecté. El último con Costas. Y no diré que es un disco que sitúe como el último que. Diría que el último qué fue el En Beneficio de Todos. Y me di cuenta durante el concierto del viernes que, de todas las canciones, las que peor creo que han envejecido son las de ese disco. Siempre he tenido ganas de meter esa frase. El concierto. El concierto es una oportunidad única de presenciar a una banda histórica tocando todos sus palos posibles, excepto el de la Historia del Blues, que claramente parece más un proyecto que con la marca de Siniestro Total, pretendía reconvertir la banda en algo que no terminó de ser por el peso de su propia historia previa. Quizás, si hubieran apostado por un cambio radical, otro nombre... como quedó demostrado el viernes, las canciones de la época Costas (aunque con letras de Hernández o interpretadas por el propio Hernández) eran las que a la gente le tocaban la patata. La gente. Gente de mi edad, un poco más vieja, un poco más joven. Algunos bastante más mayores, como una pareja que teníamos detrás que eran más o menos de la edad de mis padres. Cuarentones, cincuentones, mucho muchacho y menos chicas. En el Avlo, me encontré con un chavalito de unos 14 años que iba leyendo el Folla con él, el libro sobre las versiones de la banda que ha hecho Julián Hernández. Iba con su padre al concierto. Padres y madres con hijos con camisetas. El concierto continúa y diré que disfruto como un conejo en nosedonde. En el repertorio, insisto, hay canciones de todas las épocas, de todas las variables, desde el punk tremendo de Naturaleza y Oye nena yo soy un artista, a las proclamas de España bebe, España se droga, o Que follen a la paz mundial que nos sirven para descansar. Tocan muchas, no las tocan todas. Tocaron muchas que nos flipaban, las dos punkarradas citadas, pero también Mario, Yeah, Yeah, Emilio Cao, Todos los ahorcados, Menea el bullarengue (con fallos en la letra pero a quién le importa...), Sobre ti, Diga que le Debo, tocan todas y les faltan muchas. Hay algunas que me sobran, pero son dos horas y cuarto o más. El sonido a veces es un poco un batiburrillo de cosas, pero a quién le importa. Sale Alberto Torrado y canta Tumbado a la bartola, no puedo ser más feliz. Tocan Nocilla que merendilla y por poco me muero. Por poco me muero muchas veces. Tocan Cuanta Puta y yo que viejo y casi entro en colapso. Qué les faltó. Demasiado lejos, les faltó. En su segunda canción ya apretaron con Rock en Samil, donde ya dejé claro y dejamos claro que nosotros no habíamos ido al concierto a hacer prisioneros. A mi lado, un tipo que me sacaba varios cuerpos, voluminoso, me hizo sufrir en los minutos iniciales por si era de natural bullanguero, pero creo que el que tuvo que sufrir fue él. Al final del concierto le abracé. No sé qué decir. Durante el concierto vemos a Costas tocando, acercándose al bajista, haciendo coreografías con el Soto, a veces tienes la impresión de que hay canciones donde no está tocando, lo mismo me pasa mucho con Hernández. En la de Somos Siniestro Total, Costas se despista y cuando vuelve a tocar, es como que se nota mucho que ha habido mucho rato donde no estaba. Son muchas canciones y por mucho ensayo que haya... qué más da. Era una sensación de final y de cierre ya no de una época, que eso hace mil que ya pasó, sino de una banda que merecía un final así, con todos sus miembros vivos en el escenario, mal que se lleven o bien que se lleven, tocando las canciones que han hecho felices a tantos miles de personas, con las que hemos bailado, nos hemos reído, hemos aprendido... sí, hemos aprendido. Siempre lo he dicho, pero para mí el disco El Regreso es como un manual de vida. De actitud. De caminar por el mundo. De reírse de todo, de utilizar la ironía o la provocación para lanzar un mensaje quizás más profundo de lo que parece, yo que sé. Más punk que el Cuándo se come aqui. Supongo que ellos no pensaron nada de eso cuando compusieron todo ese disco, pero a mí, me parece el disco de punk rock más divertido y con más aristas de la producción estatal. De ahí al power pop ramoniano del Menos mal que nos queda Portugal, el potipoti de cosas de Bailaré sobre tu Tumba y de ahí al bizarrismo de De hoy no pasa o los comienzos del salto al Rythm'n'Blues con Me gusta como andas. Un concierto para despedirnos y para decir que nosotros estuvimos ahí. Que no tocaron La pista búlgaar, que no tocaron Purdey, que no tocaron el Síndrome de Estocolmo (para que veas, Julián, que no es nada personal), no tocaron... tocaron Fuimos un Grupo vigués y la cantó el abuelo Soto, el músico de la banda, siempre en un discreto segundo plano. El concierto iba avanzando, con ese momento de las cuatro canciones que casi nos cuestan la salud y que todavía recuerdo en mis omóplatos. Oye, nena, yo soy un artista. Geniales. Y se van despidiendo y van cayendo Bailaré sobre tu tumba, Miña terra Galega, Quiénes somos de dónde venimos a dónde vamos... sorpresa porque las canta Julián, las dos últimas, pero es que son suyas, aunque todos las recordamos con la voz de Costas. Y se despiden todos sobre el escenario, con Grandío y con el batería Ángel González, con Torrado. Durante el concierto tienen el consabido recuerdo a Coppini cantando Has perdido eso... No pisan la Audiencia Nacional pero hay miles de letras que hoy parecen auténticas animaladas. Y sin embargo, ahí están. Se despiden de todo y lo hacen con el Que les corten los huevos al final y con el símbolo ese que todos hacíamos después de cada concierto, delante de ellos. Después de haberles insultado, de haberles masacrado, de habernos machacado a hostias en el concierto, después de todo, la despedida y el agradecimiento por hacernos pasar dos horacas y pico de musicón, de descarga, de todo. Porque durante esas dos horas y pico pasó de todo. Y por habernos servido de referencia para tantas cosas. Que nos sabíamos hasta los comentarios de las carátulas de los discos, joder.  Los días previos al concierto, al decir que iba a ver la despedida de Siniestro, entre alguna gente caras como de ¿y? Siniestro no es un grupo de la movida, no es un grupo a reivindicar al parecer, pero todavía no ha salido ninguno de ellos que yo sepa a decir sandeces como Evaristo, santo patrón de lo que debe ser o no. En cambio sí que me he encontrado con sorpresas de gente que, desde una perspectiva garajera, reconocen a la banda. Esa fama de 'tuna con guitarras eléctricas' que en muchos casos les ha precedido, no les ha hecho bien, tampoco creo que les hizo bien querer ponerse serios. Ya lo eran sin hacerlo explícito. Ya está todo hecho. Al salir, emoción, satisfacción, consenso en la valoración. Todo ha ido como tenía que ir, tocaron muchas buenas, se dejaron otras, hubo que contentar las diferentes sensibilidades... la última de todas ya, la última de la vida. Salgo del concierto sudando como un pollo, con la voz fuera de mí mismo, casi no puedo caminar. Pero y tanto que merece la pena. Yo ya fui a ver el concierto de despedida de Siniestro Total. Espero no tener que volver a verles nunca más y que no vuelva a ocurrir. En beneficio de todos. 

martes, 5 de abril de 2022

The Jon Spencer Blues Explosion lo deja. The Blues is Number One!


La primera vez que vi a The Jon Spencer Blues Explosion no les vi. En realidad les vio mi amigo Soldat y nos contó al día siguiente que había ido a un concierto a Bikini donde el cantante del grupo se volvía loco y había acabado cantando en las barras del bar. El locurón que nos explicó fue tal que pedí que me pasara música de esa banda de la que me hablaba. Y flipé. No sé si me pasó el Orange o qué me pasó. Flipé. Y sigo flipando. The Jon Spencer Blues Explosion o The Blues Explosion ya no son. Me ha gustado mucho cómo lo cuenta Pitchfork, diciendo '... are no more'. Ya no son. Una banda compuesta por un batería, que no llevaba precisamente una batería compleja o voluminosa, un guitarra y un guitarra y cantante. Judah Bauer, Russel Simins y Jon Spencer. Son tres pero hacían un ruido como de quinientos y en realidad no eran ni tres porque Jon Spencer raramente toca la guitarra aunque la lleve colgada todo el rato. Brutal. No llevaban bajo. Qué clase de música era esa. Repetían constantemente que The blues is number one, pero lo que hacían no era blues, o al menos, no era el blues que uno se imagina. Era punk, era rockabilly, era todo a la vez, y mucho blues, pero no era blues. En su canción Talk about the blues, ellos mismos dicen que no están haciendo blues, que lo que hacen es rock and roll, pero... qué narices, eso es el blues. The blues explosion. Una banda con una serie de discos que yo creo que no he escuchado de manera ordenada nunca. Crypt Style o el Orange. El Now i Got Worry o el Extra Width. El Acme y el Acme Plus. Los que vinieron después del parón. Los discos y las canciones. Tienen unas cuantas canciones de las que nunca te cansan. Pero más allá de la música grabada, de lo que vengo a hablar es de la experiencia de The Blues explosion en vivo. En directo, eran una auténtica liberación. No puedo decir a cuantos conciertos he ido, pero si han sido tres o cuatro, han sido experiencias de absoluta liberación. De hacer lo que te diera la gana. De bailar como nunca he bailado. De irme delante del todo y agarrarme al primero que pasara para decirle que el blues era número uno en Philadelphia, número uno en Boston, Número uno en Santa Coloma, como si me fuera la vida en ello y gritar Wail! y golpear el suelo como si lo estuviera matando cantando Blues XXXX Man. Y todas las canciones en un tour de force en el que se me iba la vida. Desde la primera vez en Girona, en Salt, en un festival donde también vimos a los Soledad Brothers, hasta un concierto en el Primavera Sound donde me metí las gafas en el bolsillo y tiré el sombrero al aire y dije, a la mierda todo absolutamente. El concierto donde he visto cómo desaparecía mi amigo Abel. Un concierto inolvidable donde por poco nos matamos todos de la intensidad. Y es que eran eso. Intensidad, creérselo, no parar, no parar, y transmitir y contagiar. Esas personas que iban a sus conciertos y se molestaban porque les empujabas o bailabas. Si no quieres que te empujen, cómo escuchas tú a The Jon Spencer Blues Explosion. No sabes que el blues es número uno en Boston, en New York City... No lo sabían. 

Ahora Jon Spencer anuncia que Judah Bauer, el batería, está pachucho y ya no pueden salir de gira así que... Nos queda seguir a Jon Spencer en sus muchas encarnaciones o disfrutar de Russell Simins en sus colaboraciones. Nos queda haber aprendido que con tres y sin bajo se puede hacer musicón. Nos queda el ejemplo de intensidad siempre. Nos queda haber disfrutado de una banda irrepetible. 

The blues is number one!!

martes, 28 de septiembre de 2021

Crónica de la Festa de la Mercé 2021. Blanco y Pelea.


El cartel de la Mercé no tuvo polémica aunque supongo que estuvieron buscando algún resquicio o alguna arista a ver qué. Finalmente nada. La Mercé ha coincidido esta año con el Santako Blues, el festival de música más molón de Santa Coloma, si no contamos al Sintonizza y seguro que me dejo algún otro festival más que es molón y ya estoy metiendo la pata. Así que vaya por delante que otro año, pensemos en las personas y no programemos el Santako Blues al mismo tiempo que la Mercé, porque a las personas nos gustan las cosas y luego pasa lo que pasa. Este año, pues, ha tocado Mercé y ha tocado ir a la Mercé, después de que el año pasado no hubiera manera humana. Tres días de Mercé, tres días de conciertos gratis. Empecemos por el jueves.

La Orquesta Àrab de Barcelona en el Teatre Grec. Un combo de músicos afincados en Barcelona que hacen música árabe, pero una música árabe muy apta para el oído de los blanquitos europeos que no queremos vernos excesivamente aturdidos con lo que es la música árabe. Una música árabe que se quiso mezclar con algo de flamenco, con algo de música urbana, con algo de jazz, y que bajo mi humildísima opinión, terminó siendo algo excesivamente blanco. Blanco y blando. No sé cómo explicarlo y me vale y me ha valido también para la sensación de algunos conciertos de Blues. El excesivo refinamiento le quita a las cosas algo de alma. Algo de suciedad. Algo de no sé. Carne. El concierto fue técnicamente perfecto y se dijo lo que se tenía que decir y todo, pero me dejó algo frío. Así que al acabar, una cervecita y bocadillo. Cerveza a dos euros y bocadillo a 8 pavos. 8 pavos europeos. En fin. El entorno era agradabilísimo y los jardincitos del Teatre Grec invitan tanto a estar que no fuimos a ver el segundo concierto de la noche. Unos italianos de nombre alargado que no conocíamos y que a pesar de que desde fuera no sonaban nada mal, no nos llamaron la atención como para interrumpir nada. Nos reservamos para la Barcelona Gipsy Balkan Orchestra. No voy a decir que la sensación que me quedó fue la misma que con el grupo de música árabe, pero un poco así. La verdad es que los músicos eran buenísmos y daban un rollo de la ostia. Y la verdad tampoco sé decir qué espero yo de algo así cuando digo que quizás si fueran más... ¿más qué? No tengo ni idea, la verdad. Uno busca lo auténtico y a lo mejor lo auténtico cuando llega le da miedo. 

Cuando bajamos del Teatre Grec nos pasamos por la Plaça Espanya para pillar el metro. Serían las doce y algo. Había gente. No voy a decir mucho más que no haya dicho alguien que sepa más de juventud que yo, pero solo quisiera apuntar que tengo 46 años y que yo también, pecador, me declaro culpable de haber buscado bebida y comida cuando no debía y que, de haber tenido 17 o 18 años, me hubiera ido de botellón como se ha hecho siempre y que me hubiera vuelto a casa pues como te volvías a casa y que no por eso, pero que a lo mejor. Es decir, que la gente se flipa mucho y que lo que pasa es que hay ganas de utilizar políticamente cualquier cosa. Y lo sé porque me lo ha dicho un colega. 

Segundo día dedicado en exclusiva a preparar desde por la mañana el concierto de Los enemigos en la Vall d'Hebron. Los Enemigos molan. No le molan a mucha gente, no es un grupo de masas, ni cuando estaban en actividad plena. Los Enemigos molan porque tienen un rock que puede molarle a los indis, a los rockeros de Rosendo, a melómanos de diferente pelaje. El Camp Municipal de la Vall d'Hebron no está en la parte de arriba de la ronda, sino en la de abajo. Ahí ya tenemos una confusión. Encontrado el sitio, vamos. Cerveza a dos euros, bocata a cuatro. Bocata de batalla, pero bocata. No puedes entrar cerveza al recinto así que ambientazo en el bar. Primero vemos terminar el concierto de Senior i el Cor Brutal, y oye, pues tampoco tan mal, porque hacen una versión super apañada de Neil Young, del Don't Cry No tears, No ploris més o algo así. Muy buena. Los Enemigos. Vemos a la gente que teníamos que ver, quedamos en vernos dentro, pero no nos vemos. Pues una pena. Vemos el concierto sentaditos. Las primeras palabras de Josele sobre el escenario ya denotan que la cosa no va muy fina. El concierto será un compendio de cancionazas, brutales, otras del nuevo disco, y todo un poco deslavazado. Un poco frío, también. Una pena. Porque no sé porqué unas canciones de Los Enemigos que a mí no me decían mucho, ahora las entiendo. Tocan, y lo anuncian como una novedad, No me caigo bien, me caigo mal, mi canción fetiche, mi himno, la únca cosa que me tatuaría alguna vez. La tocan y lo hacen medio medio, porque a Josele se le olvidan los estribillos. Pero yo me la sé y la canto y la disfruto. Y así será el concierto y así lo recordaré. Me da igual cómo iban. Canta Fino la de No se lo cuentes, que es una canción que me gusta más que todo también. No sé, cantan muchas canciones de las muy buenas. Pero cuando acaba el concierto nos vamos para casa y no sé, tengo una sensación rara. Como de que la cosa no ha ido derecha. 

El día siguiente estaba previsto para un recital de música afrocubana en el Moll de la Fusta. No íbamos solos, nos acompañan dos colomenses, una bailona y el otro no. La cosa promete. Llegamos y vemos que en el moll de la fusta hay dos escenarios, uno para el Bam y otro para lo otro. Y que puedes ver los dos. Vaya. El primer concierto que vemos es de una gente que hace son cubano, pero con pocos cubanos en el escenario. Son muy buenos. Mucho. Vamos a por una cerveza. Tres euros una lata. Una lata que te sirven en vaso y de la que no te ponen el dedo que falta. 3 euros por una lata. Hamburguesas a 8 y frankfurt a 4. En fin. Acaba este primer concierto y nos vamos al Bam a ver qué hay. Escuchamos reguetón. De repente vemos a gente bailando, perreando, gente joven, ojo. Qué pasa aquí. Hay un tipo poniendo música, suena la Gasolina, qué ocurre. De repente, sale una chica a cantar acompañada por dos coristas. Rápido a mirar quién es, qué sucede. Es Bea Pelea. 

Y aquí llego al momento cumbre de la Festa de la Mercé y a la revelación magnífica de un espectáculo que me dejó absolutamente desnortado y consciente de que todo, absolutamente todo, es posible encima de un escenario y de que siempre hay alguien de quien aprender. Bea Pelea es la reina del reguetón romántico o al menos una de ellas. Acompañada de un dj y dos coristas como digo (me tapaba algo la palmera así que no sé si son dos o tres), Bea Pelea aparece en el escenario y comienza a cantar sus canciones de tema más o menos regular. Dónde estás, vámonos juntos, me tienes mala, te voy a devorar, etc. Pero todo ello salpimentado con unos comentarios entre canción y canción que te desarman por completo. La artista malagueña pero afincada en Barcelona, pide al público cantar con ella porque 'esta no se la sabe mucho', o bien que necesita un poco ponerse en situación para la siguiente canción porque es muy triste 'e igual lloro'. Comenta que mucho está durando con los tacones o que va a hacer una entrada para la siguiente canción sobre una base de Beyoncé y que si se cae mientras la hace que no se ría la gente. Ídola. Público entregado y ausencias sobre el escenario para crear expectativa. La verdad es que uno no deja de sorprenderse con esto de la música y sobre el poder del autotune. Y que una canción empieza y tiene que acabar porque le apetece a Bea Pelea, pues se le da al botón y se acaba. Mágica. Genial. Sin duda, una forma de ir acabando la Mercé muy en alto. 

A continuación un durum en la plaza del Tripi en una excursión fuera de los confines (se podía entrar y salir del recinto de los conciertos, no como si estuviéramos en una cárcel turca) y preparados para ver a Samantha Hudson. Personaje mediático y referente en lo suyo, Samantha Hudson le pone voz a mucha gente que está cansada de andarse con ostias y con subterfugios y mucho más allá, cansada de ser personajes que 'mamarracheen' sin más. Aquí se hace lo que se tiene que hacer y se mete discurso. Discurso contra la terfada, contra la ranciada y contra todo lo que te parezca 'como debe ser'. Así que no es apto para remilgosos. Canta y canta canciones con bases de chimpún y destacaría la canción del final, una suerte de himno de España con un verso glorioso como 'déjame coqueta para enterrarme en la cuneta'. O, por ejemplo, hacer una intro con el himno de la URSS y la gente puño en alto, etc. No  hacía falta ir a la fiesta del PCE. Muy bien, la verdad, pero me sigo quedando con el shock que me produjo Bea Pelea. 

Para finalizar, una vuelta por el escenario de la música afrocubana donde otro pedazo de bandón estaba regalando un conciertazo increíble. Conseguí moverme un poquejo, pero poco, pies para un lao y para otro, incapaz de seguir el ritmo de bailongos colomenses y colomensas de nivel (o no), y absolutamente destrozado y cansado de vivir ya, enfilamos el camino de regreso, subiendo Ramblas arriba a eso de las 1 de la madrugada y nos parecía que fueran las 5. 

¿Te acuerdas de ir a las cinco de la mañana por las Ramblas?

lunes, 20 de julio de 2020

Crónica de un concierto de Califato 3/4 o de otra cosa

Todo lo que rodeó a este concierto del pasado domingo es fruto del momento y de la situación. Ir a un concierto con la sensación de que estás haciendo algo incorrecto, algo que no toca, que no te lo tendrías que haber planteado, eso de pasártelo bien mientras se está decidiendo si nos volvemos a encerrar, si es culpa de los irresponsables como tú, si le vas a poder echar la culpa a los irresponsables de la administración si tú estás en un concierto, si puedes hacer vídeos de gente bailando sevillanas cuando no se podría estar más que sentado...
Los Califato 3/4 son como un all star de componentes de proyectos sevillanos reunidos en uno solo. Escuchen por favor a los Sklt Slkt o The Gardener o las cosas que saca Breaking Bass. A pesar de que es el enésimo intento de reformular el bagaje de la música andaluza (flamenco y más) que se nos vende como la pera limonera, tienen rollo. Me explico. Cada cierto tiempo aparece una 'actualización' de la música andaluza. Desde los tiempos de Smash o Triana como poco. Flamenco mezclado con. Y no siempre lo que se vende es bueno o es un avance. Y se queda en 'comercializar' o hacer 'vendible' algo cayendo en todos los tópicos posibles.
Esto de los Califato a mí me gusta. Me gustan algunas canciones mucho. Algunas incluso me gustan muchísimo de ponerlas en esos cds que te haces para el verano. O más allá. Arpexín, L'ambocca, por ejemplo, me gustan pero mucho, La bulería del aire acondicionado comienza de una manera que me atonta ya para todo el día. Muchas canciones y muchas pruebas. La del Mono de atracciones. La de la sevillana de la Puetta de la Canne. Me encanta que recuperen a Carlos Cano en Clabo y Canela. Todas las tocaron. Y con todas se me iban las manos.
Quienes me conocen saben que no soy de palmas ni sevillanas. Porque los hijos de la diáspora jiennense no tenemos esa gracia, tendremos otras, pero esa no. Pero yo que sé. Igual es que llevo mucho tiempo sin bajar al pueblo, igual lo de mi padre hace que me acuerde más, yo que sé. Que me gustan y ya. Y si además son 'modernos' como yo y tienen su puntito de mensaje, redondo todo.
Cuando salieron las entradas a la venta me dispuse a comprarlas. No sé cómo miré, no quedaban. Cinco días antes del concierto me dispuse a mirar otra vez, había entradas. Compré tres. La Alba, el Pako y yo. Justo entonces empezaron a arreciar las noticias de que la cosa se ponía fea en L'Hospitalet y que no pintaba nada bien para Barcelona tampoco. Que sí, que no... el jueves o el viernes se decreta que se recomienda no salir de casa. Y los conciertos qué. Incluso envié un mail al Cruïlla. Preocupado.
Cómo vamos a ir de concierto si se nos dice que salir de casa es fatal. Cómo puede ser. Y si nos dicen que los conciertos, tal y como se plantean no son un problema, qué. Vamos, pero como con aprensión. Como si no tuviéramos que ir. Vamos en coche y dejamos el coche lejos y podríamos haber aparcado en la puerta. Caminata para ir. Calor de mil demonios. Vemos que hay gente como nosotros, aproximadamente con nuestro mismo aspecto. O más jóvenes. Que yo.
Entramos y hay que lavarse las manos y una chica que hace de acomodadora nos indica donde están nuestra mesa y nuestras sillas. Hay una mesa y dos sillas atadas con bridas. Y una suelta para mi hermano. Vemos el concierto los tres sentados. Aunque una de los tres finalmente se levante y baile porque es que ya no se puede aguantar.
El concierto comienza con las que son más electrónicas, las que no tienen cante, las que no requieren a la banda. Me gusta que empiecen con el mensaje del profeta Antonio Manuel y las canciones que siguen. Arpexin cae. Todas caen. Hasta el Camino de Armagh, y ya salen luego todos los componentes y una chica que les acompaña y que no sale en los vídeos, creo que en la de la sevillana sí, pero no en los otros. Y es bien que salga porque le da poso a todo. Canta y baila. Una de las gracias del grupo consiste en que uno de los cantantes, el Chaparro, va interpelando, comentando, etc., durante todo el concierto.
Todo suena de narices, el ambiente es genial, se está de muerte.
Y nada más sentarme, me parece estar sentado en La Sartén, en Vilches. Ya digo que la tengo llorona con el pueblo. Sentado en la explanada de la Sartén, sentado en una mesa, esperando a que venga alguien con la tapa y las cervezas, con la música de las atracciones detrás a todo meter, pero en vez de anocheciendo en la Sartén entramos ya cuando...
La gente baila y la verdad es que tiene uno ganas de bailar, de moverse, de hacer algo, pero al mismo tiempo mira a la gente que baila delante, al que se ha levantado a los dos segundos de comenzar el concierto... mal. Y no tiene que ser así. Hay unas chicas al lado que se han puesto a bailar como si lo hubieran estado esperando desde el 13 de marzo. Flamencas. Ya casi al final me levanto yo también, pero no salgo del perímetro de la mesa, como si me hubieran atado también con la brida.
Me ha encantado el concierto. Lo puedo decir. Me lo he pasado bien. Han tocado las canciones que me gustan y me pregunto que hubiera pasado si hubiéramos podido bailar y hacer el indio.
No sabemos si habrá más conciertos. La gente pregunta si sabemos algo. Si habrá conciertos la semana que viene, ésta. Al día siguiente sale la Colau en un concierto de Delafé,, también del Cruïlla. Mira que no venir a los Califato que le dan mil vueltas al flojo del Delafé.
Cuando volvemos a la gente que nos pregunta le decimos que hemos ido a un concierto con la boca chica, como si hubiéramos ido obligados. Cómo te lo vas a pasar bien.
Pero volvemos cantando Arpexín y L'amboccá a cada rato.
Porque la alegría no se para. Ole.

lunes, 28 de octubre de 2019

Crónica de un concierto de La Polla Records. Porque fueron, somos.

¿Notas que se te cae el pelo? Y tanto. Encender la radio y escuchar este anuncio. En fin. Estamos en un concierto de La Polla Records que no parece un concierto de La Polla Records. Porque, ¿cómo tiene que ser un concierto de La Polla? Y entramos en la controversia. Tocar en el Palau Sant Jordi, llenar durante dos días, no parece digno de La Polla Records. La gente prefiere verlo en otras condiciones, quizás más auténticas, quizás más acordes con su imagen. El grupo punk por excelencia en nuestro país, en nuestro conjunto de países, sin país. La Polla Records tocando en recintos cerrados, pequeños, mal sonorizados, en fiestas alternativas, en festivales de verano con juventud enfervorizada. La juventud no somos nosotros. La Polla Records en un Palau Sant Jordi, viéndolos en gradas, desde lejos, escuchándose mal como se escuchan casi todos los conciertos en el Palau Sant Jordi, no entendiendo lo que dice Evaristo cuando se dirige al público, como antes, que tampoco estabas muy pendiente.
Un concierto de La Polla Records después de casi veinte años seguro sin ver a La Polla Records. No soy fan de Gatillazo, no recuerdo haber escuchado al menos los últimos tres discos de La Polla. Por eso buena parte del repertorio me suena más bien poco.
Pero, como todos, fuimos a ver a La Polla, porque fuimos y gracias a La Polla, somos. Y gracias a la Polla escuchábamos a gente de nuestro tiempo cantar letras de nuestro tiempo y no a los cantantes de la generación de nuestros padres. Letras duras, complejas, directas, sencillas, escatológicas, divertidas, tremendamente tristes, comprometidas o descreídas. Unas letras que ya son un discurso.
Evaristo no dijo apenas nada sobre lo que nos está pasando en Catalunya. No hace falta que diga nada,  porque ya están las canciones para decir lo que tiene que decir. Y a Evaristo no le hace falta quedar bien.
Vamos a ver un concierto de La Polla, nos montamos en el autobús que lleva de Plaça Espanya al Sant Jordi. La tropa. No pasan diez minutos que ya hay uno cantando la de Evaristo, el rey de la baraja. Extremoduro. No me gusta Extremoduro. A Evaristo tampoco.
No me gusta Barricada. Este es mi momento preferido de la crónica, decir que no me gusta Barricada y que nos perdimos adrede el concierto de El Drogas, donde interpretaba, supongo, canciones de Barricada. Nos lo perdimos adrede por beber. Por no pagar los precios de escándalo por un vasito de cerveza. Un concierto de La Polla y la cerveza cara. Litros en el autobús. El conductor del autobús hablando con el transporte, ambiente de fraternidad. Cervezas en la puerta, y qué narices, cervezas también dentro. Cerveza y público enfervorizado.
Comienza el concierto con el Salve y sigue con canciones que sí y canciones que no. Canciones que te ponen los pelos de punta y canciones con las que puedes ir al lavabo. El himno. Ellos dicen mierda, nosotros amén. No me gusta, no me gustó y no me gustará.
1990, teníamos entonces solo quince años. El Edu y yo escuchando la cinta de casette con el último de La Polla. Ellos dicen mierda. Al Edu le gustó. A mí no me gustó. A él sí. Y al Edu le siguió gustando y a mí pues menos. Y me compré incluso el Bajo Presión. Y no me pareció mal. Escuchado ahora no me parece tan así. No sé.
Un concierto a toda pastilla. Cuarenta canciones a toda hostia. Con las canciones que tienes que escuchar y dejándose las canciones que a lo mejor te gustaban a ti solo. Rata 1 y Rata 2 no aparecieron. Ni otras muchas de Los Animales.
Canciones con las que creciste, con las que te formaste y con las que también aprendiste a algo muy importante que quizás parece una tontería: formar criterio propio.
Propio para cuando estás de acuerdo y propio para cuando algo no te gusta. Propio para tener argumentos y propios para defender que hasta aquí.
Concierto de La Polla Records en el Palau Sant Jordi. Me acuerdo de las cintas de sesenta que nos grababa Ramón. Me acuerdo de grabar cintas escuchando Radio Bronka colocando el contestador automático. Me acuerdo de una camiseta que se compró mi hermano y me acabé poniendo yo. Unas camisetas guapísimas que vendían en el concierto de La Polla Records, unas chapas perfectas, como si fueran de los Sex Pistols. Cómo cambia todo.
Todo es una cosa inútil, por nosotros no hay problema.
Quizás no vea nunca más a La Polla Records en directo. Pero ya está. No pasa nada.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Crónica del concierto de Pau Riba en la Mercé. Dioptria siempre.

Yo pensaba que con un móvil diferente saldrían fotos diferentes. Definitivamente, no sé hacer fotos. Vamos al lío. ¿Cómo de pesado puede ser alguien con una cosa? Yo soy muy pesado con Pau Riba y especialmente con el Dioptria. Lo explicaré otra vez. Dos discos, uno del 69 otro de meses más tarde. Uno acompañado por Om y el otro por diversos músicos, entre ellos Sisa. Ambos dos son uno solo y como tal se considera como uno de los mejores discos de la historia del rock catalán, sino el mejor, y de la historia del rock español en general.
Pues bien, este año es el 50 aniversario del disco. Y aunque ya ha hecho conciertos celebrando este aniversario en el Barnasants por ejemplo, ayer tocaba en Barcelona, en la Mercé. Casi no voy al concierto porque no sabía nada de este concierto. O lo sabía y no me acordé. El caso es que tonteando con el móvil a ver si había algo en la Mercé que mereciera la pena, me encuentro con que Pau Riba toca el Dioptria en el Moll de la Fusta.
Para mí el Dioptria es un disco de música pero de muchas cosas mal. Hay canciones cuyo contenido es quizás algo discutible hoy día, pero el grueso de las canciones, son totales. Y me volví loco desde que oí a lo lejos cómo estaban interpretando Khitou.
Van a hacer el disco de corrido, dije. Metiendo la pata clamorosamente ya que después de Khitou cantó Rosa d'Abril, pero luego no vino Noia de Porcelana. Luego se fue a otra cosa. A Taxista.
Los discos del Dioptria son uno rockero y el otro folk. Tocó casi todas las canciones. No tocó tres del acústico. Tocó canciones de las que no me puedo separar jamás, como l'Home Estàtic, o la Cançó Setena en Colors. O la propia Rosa d'Abril. O animaladas como la Mort de la Besavia que no esperaba yo jamás haberla escuchado y gritado en vivo jamás. Ni cantar 'que jo tambè em faré pare, que jo també faré fills, tu pariràs nois i noies que voldran veure't morir'. Ni mucho menos cantar en directo, berrear en directo, dando palmas como un loco, con 'Helena, desenganya't'. O la barbaridad de Conxita Cases, si, si, no, no.
Se dejó algunas, tres. Una como la de la Cançó de Nadal y una que es un himno completo y total, la de Pugeu a la barca, que naufragarem, que si la hubiera tocado me hubiera ya muerto completo.
Pero no.
¿Cuánto de pesado puedes ser? Ocurre que había gente, que había colegas como el Jordi o el Alex y es el Alex el que me dice que me dejo una, que también se la ha dejado Pau Riba, la de la Cançó d'uns temps d'uns botons. Tremenda canción.
Un concierto en el que uno está como un loco y mira a los lados a ver si están los demás tan locos como uno. Y había algunas veces que sí, y otras veces que no. Pero casi todo el mundo tararea las canciones y casi todo el mundo es como yo o algo más joven incluso.
Y me acuerdo mucho de mi hermano Paco que le hubiera gustado estar, y del Gorka con el que hacíamos versiones la mar de apañadas del Dioptria....
Y la banda son los Mortimers, que no me gustan especialmente cuando le acompañan porque lo llevan todo al extremo del humor y la cucamona y aquí como banda formal creo que les falta algo de músculo. Pero y qué.
Y ya he visto a Pau Riba. Y hasta me emociono cuando sale Kiko Veneno, así como el que dice cualquier cosa y se le anuncia con los acordes de una de sus canciones, la de Joselito creo, y la banda se va y les deja solos para que canten L'Home Estàtic. Un maestro, le llama Kiko a Pau Riba.
Un maestro. De siempre. Hasta para lo peor. Que también.
Y acaba el concierto y se va uno con la sensación de que es otro de esos momentos que va a tener que ser muy bueno todo lo que pase después para que lo empate.
Después veremos una banda que podríamos calificar como 'Manolo el del Bombo interpreta éxitos de Orbital. Pero eso ya es otra historia.

jueves, 14 de febrero de 2019

Crónica de un concierto de Yo la Tengo

Ya hace tiempo que no veía a Yo la Tengo en concierto. Creo que la última y la penúltima vez que han venido no fui, alegando motivos como que el formato era un rollazo o que iban a tal festival al que yo no podía asistir, etc. El concierto de ayer era como una prueba de fuego. ¿Me iban a seguir gustando o me va a pasar como con otras músicas y otros grupos a los que ya les voy tomando distancia? Los últimos discos de Yo la Tengo no los he seguido. El último y el penúltimo especialmente. El Fade, por ejemplo, me entusiasmó. Cuando sacaron el siguiente, de versiones, no me gustó, demasiado calmado. El último... he escuchado retales.
Yo la Tengo es un grupo que me gusta mucho. Motivos. Me gusta el ruido. Me gustan los momentos en los que la distorsión de las guitarras planea por encima de un ritmo repetitivo y machacón. También cuando esa distorsión acompaña a elementos más suaves. También me gustan mucho canciones más suaves, más poperas, más delicadas. Me gusta el grupo que conforman Ira Kaplan, John McNew y Georgia Hubley. La combinación. Ira Kaplan y sus aspavientos y su pelo rizado y sus camisetas de rayas y su guitarra astillada y ese aire de judío guasón mucho más rápido que todos nosotros juntos. John McNew como un totem, tocando el bajo, tocando la guitarra, manteniendo el ritmo, cantando muy pocas veces, pero cuando canta, ay, se te rompe algo, tocando la batería, tocándolo todo, estando ahí todo el rato. Georgia Hubley tocando la batería, marcando el ritmo, cantando algunas de las canciones más bonitas, rubia, poca cosa, tocando el órgano, haciendo voces en mitad del caos.
Bonito. Bonita. El uso de la palabra bonita o bonito es para mí muy reciente. Nunca creo haber dicho bonito antes. Qué bonito es. Qué bonita eres. Qué concierto más bonito. No me gustaba y ahora lo utilizo con profusión. El concierto de ayer fue un concierto bonito. Y disfrutable. Y de írsete. Y de no sentirte especialmente mayor.
Controversia. Mi hermano, al acabar el concierto, dice que le pareció algo falto de energía. Quizás el primer bloque, calmado, suave, acústico, contaminó ya el ánimo de los presentes de tal manera que el segundo set vino ya marcado por esa primera parte. A mí me pareció bien. Íbamos un tanto aterrorizados por el tema que marcaba la sala: primera parte acústica y luego ya Yo la tengo. Glups. Y no hubo caso, al menos para mí.
Íbamos la Rosita, la Cris, la Lídia, el Abel, mi hermano y servidor. Solo mi hermano, el Abel y yo habíamos visto a Yo la tengo en directo. Creo que nuestra primera vez fue en aquel Primavera Sound en el Poble Espanyol en el que llovió tanto. Miento. Nuestra primera vez no fue con ellos, fue con Mario en el Parc de Can Soley, en el Pop Festival. Siempre cuento la misma anécdota. Estábamos viendo el concierto y una de las últimas que tocaron fue Blue Lines Swinger. Decidimos irnos a dar una vuelta. Cuando volvimos al cabo de un buen rato, la canción no había comenzado de verdad todavía. Al menos ese recuerdo mítico tengo yo. Los recuerdos, los mitos.
¿Quién me metió en Yo la Tengo? Supongo que sería el Soldat, en la Uni. Pepa, en el pueblo, me pasó algunos discos. El Painful. El Fakebook. Escuchar en bucle el I can hear the heart beating as one. Y de ahí en adelante. Siempre molan. Siempre tocan alguna canción que te toca la patata.
Big day Coming, es una canción que está en el Painful, con la que inician el disco. Es lenta, calmada, y la letra describe, creo, esa sensación de despertarte por la mañana junto a la persona que quieres y tener todo el día por delante para hacer nada, o algo, o lo que sea o todo, pero da igual, porque lo importante no es hacer. Ayer la tocaron, de una manera distinta. La cantó Georgia Hubley, como si fuera una canción diferente, preciosa igualmente.
Tocaron muchas canciones, muchas que conocía pero que no me sé el título. Canciones cuyos estribillos se te clavan aquí. La primera parte del concierto fue como digo acústica. Y me pareció bien. Podía haber sido un rollazo y no lo fue. Nada de eso.
Al volver nos cambiamos de sitio. Volver de fumar. La gente fuma, sigue haciendo eso. Salen a fumar. Antes del concierto fuimos a un sitio que se llama La Chana a tomar algo. Tenía el sitio fotos de Smash. Y ponían buena música jamaicana. Llegamos como siempre con la hora justa, había entrado todo el mundo en el Apolo. No he dicho que era el Apolo. Nos quedamos atrás, muy al fondo. Pero dio igual, no se les veía del todo, porque somos gente pequeña, pero ahí estaban. Y se escuchaba muy bien. Y tocaron como se debe tocar. Sin calcar. Siendo fieles e infieles a la vez a la canción. En la segunda parte  nos pusimos más cerca, pero el resto de la banda no nos siguió y nos volvimos atrás. La segunda parte fue la del ruido. Hubo menos ruido del prometido, pero hubo ruido.
Al final tocaron Ohm y Blue Lines Swinger. y con Ohm me dio el trance. Me gusta esa canción mucho. Larga, repetitiva y que creo que tiene un mensaje... no sé. No resistas el flow. No te empeñes. Deja que la cosa fluya. A veces se gana, a veces se pierde, pero no pierdas tampoco la pelota con las movidas que no. Con mucho ruido y que dan ganas de tocar. Y Blue Lines Swinger muy buena también, con esa intro que ya hemos citado y que mola.
Se despidieron con un bis en el que interpretaron I'll be your mirror de la Velvet. Qué bonita.
Fue, creo, un muy buen concierto. O al menos, un concierto que me reconcilia con los conciertos. Hace mucho que no iba a conciertos. Un concierto en el que te sabes canciones, desconoces otras, pocas, y sabes que si tocan al menos dos o tres o cuatro canciones que tú sabes cuáles son, te vas a emocionar.
Y nos vamos y volvemos en un taxi. Y habrá que contar algo algún día sobre ese viaje de vuelta en taxi y cómo está el sector.
Y sobre el UUU que se dice en cuanto suena o ha sonado alguna canción que nos gusta.
O sobre eso de pedir silencio en las canciones, o pedir a la gente que se calle, o mandar a la gente callar en un concierto... de rock. Aunque haya momentos en los que apetezca escuchar a la música antes que las cosas que...
Y sobre si ya la música indie es una música para gente mayor. Sobre si somos mayores. Sobre si los jóvenes son más mayores que nosotros. Esas cosas.
En fin. Ya lo dejo.

domingo, 1 de julio de 2018

Vida Festival. Preguntas frecuentes.


¿Qué tienen los años ochenta? ¿Por qué si el común de los mortales considera que la música buena buena de verdad se hace en la primera mitad de la década de los setenta y es a finales de los setenta cuando se empiezan a abrir caminos que se irán abortando o bien pasando por el tamiz de lo comercial, jóvenes generaciones vuelven su cabeza a los ochenta como referente musical? ¿Es una cuestión de exclusivismo cultural? ¿Si a todo el mundo le gusta Led Zeppelin a mí me gusta Spandau Ballet? ¿Tienen las camisas hawaianas algo que ver en esto? ¿Son las camisas hawaianas una señal de que hay que abandonar este barco del moderneo cuanto antes? ¿Somos modernos? ¿Son modernos los años ochenta?
La última jornada del Vida Festival nos pilla ya con las defensas bajas y con una idea en la cabeza que me ronda desde hace unas horas. ¿Realmente, somos modernos? ¿Qué es ser moderno? Para comenzar, apretamos el paso porque queremos ir a ver a Albert Pla. Hoy me he puesto bermudas porque tengo los tejanos llenos de tierra. Llegamos prácticamente con el concierto acabándose. Albert Pla en un festival de modernos y de modernos bien. Albert Pla está cantando con su túnica y su guitarrista flamenco de siempre la del Lado más bestia de la vida. Y mola. Porque Albert Pla siempre ha molado. Desde el paper de váter enganxat al cul, hasta la de majestad, hasta la de mata porcs. Todas. Cuando acaba con esa empieza una historia larga de un viaje por Catalunya con un estribillo apto para todos los públicos, para los papás, para las mamás, para los guiris, para los del lacito amarillo y para los sin lacito. Bona nit, molt bonanit, me’n vaig a casa, estic borratxo i soc feliç. Tan simple como eso. El concierto está lleno de gente, petadísimo. Solo nos da tiempo a ver esas dos canciones. Nos vamos y pillamos un atasco. Va a empezar Iron and Wine.
Durante las últimas horas hemos estado haciendo bromas con Esteban y Manuel, la sensación de la jornada anterior. Iron and Wine no son esteban y manuel. Ni mucho menos. Se trata de un conjunto del que destaca el líder, que es un barbudo del que ahora no recuerdo su nombre, pero siempre ha sido muy bien tratado en las revistas especializadas. Hace música americana, muy americana. Folk, en el que entiendo que las letras deben tener una importancia capital. Tan capital que como no pillo casi nada, veo pasar las canciones como las vacas miran al tren. Son las nueve de la noche, música folk calmadita. Gorka dice que hoy encima las está tocando más calmaditas todavía. Dios bendito. No me está gustando, pero no es eso. Es que es un rollo que me es ajeno. Y no me siento… concernido. Casi todas las canciones se parecen. Hay desbandada en nuestras filas. Hay quien se va a cenar. Pero yo me quiero quedar. No me van a echar de allí tan fácil. Me quedo unas cuantas canciones más. Cuando nos vamos ya definitivamente, al parecer tocan la buena. Veo mientras se desarrolla el concierto que, al lado de una valla, una familia ha colocado una esterilla y aposenta allí a sus chiquillos. Siendo muy partidario de llevar a los niños a los conciertos, si puedes montar un chiquiparc en un concierto, es que ahí hay algo que no. No es un buen comentario, ni muy conciliador con la vida familiar, pero ese parecer que estás en el salón de tu casa, le quita cualquier tipo de riesgo a la cosa. Y yo, que soy un caca para todo, algo de riesgo, al menos, quiero sentir. Nada, poco. Cero. Pero bueno. Nada que ver una cosa con la otra.
Nos vamos a cenar, me como dos albóndigas y sigo de vinos y mezclo con cervezas. No hay mucho criterio. Estamos bastante rato sin ir a ninguna parte. Estamos por allí. Estamos cansados. Estamos mayores. No somos modernos del todo. No sabemos dosificar. No nos gusta bailar a todos. No bailamos casi nada. No llevamos camisas hawaianas, ni barbas cuidadas. Solo yo llevo bigote. El resto tenemos una apariencia un tanto mainstream. Pero conocemos (conocen) a grupos. Hay que ir a ver a La Plata, que son unos chicos valencianos. Cuando llegamos están todavía probando sonido. Les hacen probar sonido delante del público. Hay un escenario, que es donde hemos visto muchos conciertos, donde tocan grupos nacionales. Y de esa zona no nos movemos demasiado. Cervezas, conciertos. Hablar, niños, cenizas en el culo, pajas en el culo. Bien.
La Plata tienen cosas que sí y que no. Cosas que sí, el propósito de hacer algo. Cosas que no, que lo que hacen me parece un grupo de tributo. Efectivamente, de cosas de los ochenta. Hacen una versión de Décima Víctima, hacen una versión de Aviador Dro, la de Nuclear Sí por supuesto. Pero hay algo que no. Que me parece poco original. Es como un revival. Y si no soy muy muy muy fan de los originales, esto me resulta también un poco ajeno. No comparto el ‘comparado con…’ porque estoy escuchando eso ahora, ahí. No me van a gustar porque de fondo esté sonando algo peor. Y no me acaban de llamar. Son muy jóvenes. El cantante es una lagartija. La teclista le ayuda a coger una púa cuando se le cae. El batería es un bestia. Y la bajista es carisma a tope. De negro, peinada hacia atrás, como la chica de Matriz, igualita, o como Juliette Binoche, o como la cantante de Elástica. Se planta delante del público y solo la miras a ella. Y se acaba el concierto y empieza el debate.
Y seguimos sin aclararnos. Y el debate arrecia. Y estamos petados. Conocerán que se me había subido el gemelo esa mañana. Muy mermado físicamente en un festival con mucho campo a través. Seguimos sin subir a la zona ‘guapa’, los escenarios grandes hoy no tienen nada que nos interese demasiado. Hacemos tiempo. Escuchamos de fondo a un tal Josh Rouse, que para estar de fondo está bien, pero ya está. Va a empezar otro grupo. Se llaman Medalla. Van todos vestidos con bermudas negra y camiseta o polo negro, menos el batería. Son también bastante jóvenes. Son muy cañeros. Algo no me gusta.
No me gusta el aspavientismo del guitarra, no me gusta el tono quisquilloso de las pocas intervenciones que hacen. Y no me gusta que canten los tres a la vez. Puedo entender la idea, hacer ruido, endurecer el discurso, dar caña. Pero hasta ahí. Lo demás me parece mucho ruido pero que me parece poco original. Como que ya se ha hecho. Un poco la misma idea que con La Plata. Bien, pero no sé si eso llega muy lejos. Y hay un punki que está peleado con su camisa, con un árbol, se sube al árbol, cuelga una silla, entra dentro del pogo, etc. Cosas de otro tiempo. Tocan otros grupos, hay otras bandas. No sé, pero nos entran ganas de irnos y de beber chupitos de Jagermeister. O les entran. Pero me los bebo yo. Pero poco más.
Y nos vamos. Y he vuelto a un festival después de bastante tiempo y más o menos me doy cuenta de que si es el mismo tipo de público nacional que va al Primavera, nos hacemos viejos. Mayores. Modernos mayores. Modernos con hijos. Modernos con carritos. Modernos mamás y papás. Modernos con camisas hawaianas como si… no entiendo nada de lo de las camisas hawaianas. Y volvemos arrastrando los pies o haciendo marca personal hasta llegar al autocar. Y es el fin. Y otro año será otra cosa.