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lunes, 14 de diciembre de 2020

Santa Coloma es colorista


Un domingo de diciembre muy temprano, mi padre, el Molina, me avisaba para que le acompañara mientras participaba en el Concurso de Pintura Rápida del Grup d’Art Els Coloristes. Él disfrutaba cuando la gente se acercaba, le preguntaba y se sorprendían de que ese edificio de la Avinguda Santa Coloma podía ser protagonista de una obra de arte.
Aquellos fríos domingos, Santa Coloma se llenaba de caballetes. Los pintores locales y los que venían de toda Catalunya le daban a Santa Coloma un color especial. Al acabar la mañana, ron cremat para calentar y Christmas de los alumnos.  
Desde su fundación en 1981, este grupo ha trabajado por la divulgación de las bellas artes en la ciudad. Centenares de colomenses han pasado por su escuela de dibujo, aprendiendo lo que cualquier amante del arte y de la cultura en general debe saber. Que no basta con el talento y la gracia, que hacen falta unos conocimientos que se aprenden con trabajo y sobre todo, infinito amor hacia lo que se hace.
Los fundadores Rex, Guiu, Folch, Roig, Bayà, Banús, Barris, Molina, Boronat, Vicente... han ido dando paso a gente joven en una entidad que quiere llegar a su 40 aniversario en 2021. Pero la situación es muy difícil. Como a muchas entidades culturales, la no presencialidad está matando a Els Coloristes. Si no hay niños y niñas dibujando y pintando no habrá entidad. Va en serio.
Hace un año exactamente que mi padre nos dejó. Pero nos dejó un poco ya cuando no pudo seguir yendo al local de la Plaça Manent a pintar y estar con sus alumnos y alumnas. No podemos perder más en este nefasto 2020 para la cultura. Sin Els Coloristes, Santa Coloma volverá al gris. 

Artículo publicado en la sección Entre Todos de El Periódico de Catalunya el 12 de Diciembre de 2020 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Estamos vivos

 

Estamos vivos

El pueblo se despereza, ha llegado la mañana, decía la canción de Lole y Manuel. Un viejecito sube la cuesta de la Calle Nàpols empujando su andador con ruedecitas mientras su anciana compañera lo sigue unos pasos más atrás. Otra señora mayor cruza la calle un poco más adelante, apoyada en un bastón y acompañada por la chica que la cuida, que la sujeta del brazo. En esa misma esquina, tres hombres discuten en la acera de enfrente del bar sobre algo que parece importante y que no sé lo que es. Debe ser muy importante. Debe ser la vida misma.

Un domingo por la mañana en el Parc de Can Zam, lleno de gente que aprovecha uno de nuestros pocos espacios abiertos para pasear, dejar a los niños y niñas a su aire, encontrarse con los conocidos, descansar después de recorrer la ruta del colesterol que nos une con Montcada i Reixach y que a su vez se llena de gente que va y viene y por el camino se entretiene. Alguien está aprendiendo a conducir en la parte yerma de Can Zam, donde se celebran los festivales de rock y que bien pudiera ser aprovechada por el pueblo si estuviera en otras condiciones. En la cola de la churrería de la Jacint Verdaguer la gente comenta que nos va a costar salir de esta. O quizás sea en la cola de la pastelería de la Sant Carles. O quizás en la cola de Correos.

Un niño juega al escondite en la Plaza Sagrada Familia, se llama Yasin y dice que tiene un hermano pequeñito que se llama Sobhi, creo, que significa amanecer. Por hablar le han pillado. En Santa Coloma tenemos una calle que se llama Flor i Cel, que no hace falta describir porque no hay nada más bonito que el nombre de esa calle. El reloj de la Plaça del Rellotge ha vuelto a funcionar después de bastante tiempo, durante el que se convirtió en el reloj que no funcionaba de la Plaça del Rellotge. Que un reloj funcione significa que está vivo. Alguien ha escrito que ciudades como Santa Coloma forman parte del Cinturón del Óxido catalán. Qué error calificarnos así. Con lo vivos que estamos.

Artículo publicado en la contra de El Periódico el 17 de noviembre 2020

martes, 20 de octubre de 2020

La gente del bar

 

La víspera de que se diera la orden de cierre de los bares para contener el repunte de los casos de Coronavirus, pasé por el bar de debajo de casa para tomar algo y preguntar cómo lo llevaban. El Bar Rey, el ‘Casti’ para los amigos, es uno de esos bares colomenses sin más atractivo –y no es poco- que el de ser un espacio para gente común en el que desayunar, comer, tomarte una caña y palpar de primera mano la vida en Santa Coloma. Una ciudad que no se entiende sin sus bares y su importancia como espacio de socialización. No por nada fue en Santa Coloma donde Carlos Azagra, el dibujante de cómics de El Jueves, fundó el Partido de la Gente del Bar. Algún dibujo suyo decora las paredes del Rey.

Bares que han sido y son refugio y consultorio, bares que son espacio para la reflexión y para el contacto con ese mundo que no sale en Netflix. Bares que son un termómetro de lo que nos pasa como sociedad, de lo que respira la calle, que son como antenas de lo que sucede y que no aparece en los medios. Bares de bocata y mediana con el mono de trabajo. Bares de desayuno de los trabajadores públicos y del súper, de las oficinas, la bandeja de cafés para llevar a la peluquería de enfrente. Bares donde los camareros, los ‘Castis’ en este caso, te asesoran en la compra de un coche, dan voces si estás buscando piso, te dan el Wi-Fi cuando no tienes Internet en casa y el bar se convierte en tu oficina, te alertan sobre lo que pasa en el barrio. En definitiva, saben de qué va la cosa.

Durante quince días el Rey estará cerrado y no tendré que saludar con la cabeza al salir o llegar a casa, como si estuviera fichando. Dentro de poco tengo que irme del piso y qué voy a hacer lejos del Rey.

Y es que cierran los bares durante unos días y nos acaban saliendo textos así, que dibujan un bar ideal donde todos conocen tu nombre, con la autenticidad y el orgullo de barrio, música de violines… hasta que los ‘Castis’ te bajan a la tierra y te cuentan el chiste del ‘fuera o fuese’. ¿No se lo saben?

Artículo publicado en El Periódico de Catalunya el 19 de Octubre de 2020