Un domingo de diciembre muy temprano, mi padre, el Molina, me avisaba para que le acompañara mientras participaba en el Concurso de Pintura Rápida del Grup d’Art Els Coloristes. Él disfrutaba cuando la gente se acercaba, le preguntaba y se sorprendían de que ese edificio de la Avinguda Santa Coloma podía ser protagonista de una obra de arte.
lunes, 14 de diciembre de 2020
Santa Coloma es colorista
Un domingo de diciembre muy temprano, mi padre, el Molina, me avisaba para que le acompañara mientras participaba en el Concurso de Pintura Rápida del Grup d’Art Els Coloristes. Él disfrutaba cuando la gente se acercaba, le preguntaba y se sorprendían de que ese edificio de la Avinguda Santa Coloma podía ser protagonista de una obra de arte.
miércoles, 18 de noviembre de 2020
Estamos vivos
Estamos vivos
El pueblo se
despereza, ha llegado la mañana, decía la canción de Lole y Manuel. Un viejecito
sube la cuesta de la Calle Nàpols empujando su andador con ruedecitas mientras
su anciana compañera lo sigue unos pasos más atrás. Otra señora mayor cruza la
calle un poco más adelante, apoyada en un bastón y acompañada por la chica que
la cuida, que la sujeta del brazo. En esa misma esquina, tres hombres discuten
en la acera de enfrente del bar sobre algo que parece importante y que no sé lo
que es. Debe ser muy importante. Debe ser la vida misma.
Un domingo por la
mañana en el Parc de Can Zam, lleno de gente que aprovecha uno de nuestros
pocos espacios abiertos para pasear, dejar a los niños y niñas a su aire,
encontrarse con los conocidos, descansar después de recorrer la ruta del
colesterol que nos une con Montcada i Reixach y que a su vez se llena de gente
que va y viene y por el camino se entretiene. Alguien está aprendiendo a
conducir en la parte yerma de Can Zam, donde se celebran los festivales de rock
y que bien pudiera ser aprovechada por el pueblo si estuviera en otras
condiciones. En la cola de la churrería de la Jacint Verdaguer la gente comenta
que nos va a costar salir de esta. O quizás sea en la cola de la pastelería de
la Sant Carles. O quizás en la cola de Correos.
Un niño juega al
escondite en la Plaza Sagrada Familia, se llama Yasin y dice que tiene un
hermano pequeñito que se llama Sobhi, creo, que significa amanecer. Por hablar
le han pillado. En Santa Coloma tenemos una calle que se llama Flor i Cel, que
no hace falta describir porque no hay nada más bonito que el nombre de esa
calle. El reloj de la Plaça del Rellotge ha vuelto a funcionar después de
bastante tiempo, durante el que se convirtió en el reloj que no funcionaba de
la Plaça del Rellotge. Que un reloj funcione significa que está vivo. Alguien
ha escrito que ciudades como Santa Coloma forman parte del Cinturón del Óxido
catalán. Qué error calificarnos así. Con lo vivos que estamos.
Artículo publicado en la contra de El Periódico el 17 de noviembre 2020
martes, 20 de octubre de 2020
La gente del bar
La víspera de que se diera la orden de cierre de los bares para contener el repunte de los casos de Coronavirus, pasé por el bar de debajo de casa para tomar algo y preguntar cómo lo llevaban. El Bar Rey, el ‘Casti’ para los amigos, es uno de esos bares colomenses sin más atractivo –y no es poco- que el de ser un espacio para gente común en el que desayunar, comer, tomarte una caña y palpar de primera mano la vida en Santa Coloma. Una ciudad que no se entiende sin sus bares y su importancia como espacio de socialización. No por nada fue en Santa Coloma donde Carlos Azagra, el dibujante de cómics de El Jueves, fundó el Partido de la Gente del Bar. Algún dibujo suyo decora las paredes del Rey.
Bares que han
sido y son refugio y consultorio, bares que son espacio para la reflexión y
para el contacto con ese mundo que no sale en Netflix. Bares que son un
termómetro de lo que nos pasa como sociedad, de lo que respira la calle, que
son como antenas de lo que sucede y que no aparece en los medios. Bares de
bocata y mediana con el mono de trabajo. Bares de desayuno de los trabajadores
públicos y del súper, de las oficinas, la bandeja de cafés para llevar a la
peluquería de enfrente. Bares donde los camareros, los ‘Castis’ en este caso,
te asesoran en la compra de un coche, dan voces si estás buscando piso, te dan
el Wi-Fi cuando no tienes Internet en casa y el bar se convierte en tu oficina,
te alertan sobre lo que pasa en el barrio. En definitiva, saben de qué va la
cosa.
Durante quince
días el Rey estará cerrado y no tendré que saludar con la cabeza al salir o
llegar a casa, como si estuviera fichando. Dentro de poco tengo que irme del
piso y qué voy a hacer lejos del Rey.
Y es que cierran
los bares durante unos días y nos acaban saliendo textos así, que dibujan un
bar ideal donde todos conocen tu nombre, con la autenticidad y el orgullo de
barrio, música de violines… hasta que los ‘Castis’ te bajan a la tierra y te
cuentan el chiste del ‘fuera o fuese’. ¿No se lo saben?
Artículo publicado en El Periódico de Catalunya el 19 de Octubre de 2020