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lunes, 6 de noviembre de 2023

Intromisión


Elejalde estaba sentado en un peldaño de la entrada de un edificio con una lata de cerveza al lado. Es una imagen que me despierta muchas cosas. Alguien, que no está de fiesta, que no está en un ambiente que llama a ello, está bebiendo una lata de cerveza en plena calle. Elejalde estaba hablando por teléfono. Bebía tragos de cerveza y le comentaba a alguien que no se había presentado en el sitio indicado a la hora convenida y que ahora iba a ser él el que tuviera que ir a verle para que le diera aquello. Elejalde parecía tranquilo pese a que el interlocutor le estaba dando voces que se escuchaban a través del teléfono. Si nos detenemos un poco a escuchar, las voces que se oyen no son de alguien que le esté recriminando algo, sino de una mujer que le está pidiendo por favor que vuelva a casa, que lleva todo el fin de semana sin volver a casa desde que se fue y que está asustada, que por favor vuelva. Elejalde apura la lata de cerveza y la deja donde está. Luego tendrá que venir alguien a recoger la lata de cerveza vacía. Alguien que pertenecerá al servicio de limpieza municipal, por ejemplo. Pero si ese alguien fueras tú, cogerías la lata con los deditos y te daría asco que alguna gota de cerveza cayera en tus dedos. Siempre cae una gota de cerveza entre tus dedos. Tiras la lata a la basura y te limpias la mano con un papel. Pero estás deseando llegar a algún sitio para lavarte las manos con agua. Elejalde tropieza con algo cuando se levanta. Es una piedra, es un zapato, es una línea dibujada en el suelo. Es su propio estado de embriaguez. Esa lata no es la primera lata. Ese móvil no es suyo. Ha llamado desde el teléfono de alguien que se ha encontrado junto a una lata y no le ha dado asco ni de beber de la lata ni de llamar por el teléfono móvil a un número que venía marcado como Casa. Se ha guardado el móvil en el bolsillo. Pero lo ha vuelto a dejar al lado de la lata. Cuando vas a coger la lata con los dedidos, el teléfono ya no está. Elejalde tampoco. 

jueves, 2 de noviembre de 2023

Predilección


Y Elejalde se subió a aquel taxi. Hay momentos, puntuales, en los que pienso que todo lo que pasa, lo que ocurre, esos momentos en los que parece que todo es espantoso, horrible, un sinsentido de muertes y de terror, no es más que el intento infructuoso por sobrevivir de algo que está ya condenado a morir. Cuesta que muera, que cambie, que desaparezca y por delante se lleva tantas cosas, pero al final, cae. Elejalde se subió a ese taxi y le dijo al conductor que le llevase a la calle Tal. Elejalde quería visitar a un familiar de la señora Elexpuru. Este familiar, el señor Alonso, había sido un abogado de prestigio, mucho dinero, y Elejalde pretendía hacerle algunas preguntas porque la muerte de la señora Elexpuru seguía sin resolverse. Elejalde se hizo el sorprendido. No sabía que iba a casa del señor Alonso con esa intención, él creía que, pero no. Él creía que el caso ya estaba resuelto, que todo estaba ya encauzado. Pero no, pero él creía que sí pero no, pero él creía que sí. El taxi llegó a su destino y Elejalde no sabía si bajar del coche o pedirle al taxista que le llevase a otra parte. El señor Alonso era mucho más mayor de lo que Elejalde esperaba. Su entrevista no duró ni diez minutos, porque el abogado apenas podía balbucear alguna palabra. En algún momento, Elejalde se puso nervioso y abandonó el edificio. No sabía porqué seguía enganchado al caso de la señora Elexpuru. La gente hablaba de él a sus espaldas, creían que se había vuelto loco. Elejalde en primera persona, apareció en uno de esos bares para comerse un bocadillo y tomarse una cerveza. El camarero sonrió cuando recibió el pedido. La señora Elexpuru... escuchó Elejalde. Alguien se rio a sus espaldas. Quiso contestar algo. Pero ya me he aburrido, no voy a escribir más de esto hoy. Siempre hago igual. 

lunes, 30 de octubre de 2023

Pasatiempo


En otro tiempo no habría explicado cosas como esta y quizás habría tendido más a exponer una sucesión de escenas inconexas con un final sorprendente y dejar que todo cobrara sentido en la cabeza del lector, pero he cambiado y las lecturas y también la falta de tiempo me obliga a llevar a cabo experimentos formales menos arriesgados, mucho más apresurados, creo que inferiores. Pero cumplen una misión y esa misión es la misma de siempre. Si quieres encontrar un culpable lo puedes encontrar de la forma más sencilla,  para empezar buscando en ti mismo. Si no estás satisfecho sintiéndote culpable, la cosa se te complica a demanda. La culpabilidad en este caso era evidente. Una persona había entrado en un establecimiento donde se vendían pijamas, una mercería, y había robado una cantidad indeterminada de medias. Elejalde había investigado y descubierto al ladrón. Era un personaje del barrio que había vuelto después de muchos años en presidio y vagando por distintas ciudades. A su regreso al Casco Viejo frecuentó dos o tres bares, se entonó, cogió fuerzas, recordó y fue a atracar la misma mercería que atracara la primera vez que atracó cualquier cosa. Elejalde lo tuvo fácil porque la dueña de la mercería lo reconoció al instante. Elejalde entró en un bar, saludó a los parroquianos que estaban viendo en la tele un partido de pelota y se dirigió al único que no hacía caso. Txiki, cómo vamos de medias. Txiki se rio y dijo que tenía siete. Son más. Elejalde también se rio. Txiki se quedó esperando algo, Elejalde no sabía que hacer. A veces pasan cosas como esta y entonces qué. Entonces qué. 

miércoles, 25 de octubre de 2023

Lamento


El primer libro con las desventuras de Elejalde lo publiqué a principios de este año. El segundo todavía no lo he terminado, pero no tardaré mucho. El primer libro lo titulé 'Lamento', esperando que el título atrajese a personas que hubieran atravesado por algún momento de dolor agudo y pena absoluta o vete tú a saber. El primer libro de Elejalde lo inicié con la muerte por un disparo de la señora Elexpuru. Inmediatamente las sospechas recaían en Elejalde, que era su chico de compañía. Pero la policía finalmente descubría al asesino y todo quedaba en nada. Elejalde vivía su vida y en el tramo final de la novela tenía que descubrir quién había sido el que había hecho algo que creo que he olvidado. Y ha pasado menos de un año. Elejalde se sentó a mi lado un día en el metro y no me reconoció. Yo hice ademán de saludarle, de preguntarle algo a ver qué reacción tenía, pero luego preferí observar sus movimientos. Movimientos que yo mismo me iba inventando sobre la marcha. Elejalde me pidió por favor que me callase, ya que estaba intentando ver un vídeo en el móvil y no podía concentrarse. Yo estaba callado, pero supongo que me imaginé cantando o recitando algún tipo de verso o de frase de Hegel y eso le molestaba. Elejalde se bajó del metro y caminó hacia un lugar donde había estado con la señora Elexpuru y allí esperaba encontrar respuestas a su asesinato. Elejalde, lógicamente, no se ha leído Lamento. Yo sí. 

lunes, 23 de octubre de 2023

Prosecución


Suele ser y cuando suele ser es porque prácticamente seguro que es. Y no tiene porque ser siempre, pero si suele ser, es porque casi que sí. Yo no soy muy de según que cosas, pero si me fijo un poco, la verdad es que tengo un patrón. Ese es mi problema. Creo que tengo una manera peculiar de hacer las cosas, pero esa manera peculiar se repite tanto que deja de serlo para convertirse en costumbre. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo se lo sabe. Elejalde pensaba salir a cantar. Estaba entre el público mientras se representaba Lucia de Lammermoor y en el momento cumbre sintió que debía saltar al escenario y unirse a la escena. Elejalde había acudido al teatro acompañando a alguien que necesitaba protección, una persona de su confianza le había propuesto un trabajo que consistía en ir al teatro con la señora Elexpuru, una ricachona que, desde que se quedó viuda, había dejado de alternar en sociedad y quería sentirse acompañada y protegida. Elejalde entonces no tenía donde caerse muerto. Aceptó el trabajo. Durante la primera semana salieron a cenar a algún restaurante, de paseo hasta Begoña, poco más. Llegó el día del teatro y allá que fue Elejalde. No intercambiaban muchas palabras entre ellos. Elejalde, de camino al teatro le preguntó por su marido, el difunto Doctor Sagasti. El famoso doctor Sagasti de los anuncios de la tele. Elexpuru miró a Elejalde y se calló. Elejalde tuvo entonces ese momento de éxtasis que es donde yo digo que lo que suele ser es porque prácticamente siempre es o que es directamente. No es el primer momento de éxtasis en todo este tiempo. Todo esto ya lo he escrito alguna otra vez. Elejalde le preguntó entonces a la señora Elexpuru si eran familia. O si tenía fuego. O si le había gustado la obra. O si iba a ardar mucho. O si quería algo para cenar. O si había visto algo en la tele interesante últimamente. La señora Elexpuru no solía hablar con personas que no fueran de su confianza. Y Elejalde no lo era. La señora Elexpuru. Podría estar toda la tarde escribiendo la señora Elexpuru. 

lunes, 16 de octubre de 2023

Idiosincrasia


Elejalde los había visto llegar. Ya había visto antes a gente así. Iban vestidos todos de una manera similar. Parecía que estaban esperando que alguien les preguntara de dónde eran. Que Elejalde o alguien como Elejalde les preguntara de dónde eran. Elejalde no les preguntó nada. Ya sabía de dónde eran. 

miércoles, 11 de octubre de 2023

Intermedio


Aprovechando que ahora mismo Elejalde tiene los dientes esparcidos por el suelo, voy a contar una cosa. El otro día sentí que el sentido último del escritor ha de ser la tiranía absoluta. El dominio y el poder ejercido sobre personajes y tramas es tan grande, la sensación de poder hacer lo que a uno le convenga, tenga sentido o no tenga sentido, conduzca a alguna parte o no, es tan grande, escribir ahora sobre esto, darle la vuelta, girarlo, cambiar el idioma, arrastrar por el fango la norma, es tan grande, soy tan grande, me siento ahora mismo tan poderoso que me quedo en éxtasis y alcanzo aquello que siempre soñé. Y como lo soñé y ahora es real, estoy completo. Y me pregunto qué es lo que le pasa a Elejalde, que ahora se queja y protesta porque tiene los dientes en el suelo y llora y me está jodiendo el momento. Elejalde está en un parque y alguien le ha dado una paliza, le ha jodido toda la cara, está sin dientes. Txipi está a su lado, le pregunta si se encuentra bien. Txipi se lo ha encontrado mientras venía de dar un paseo con el perro. La historia de Txipi es conocida. No os entretendré con la historia de Txipi. ¿Ves? Es a esto a lo que me refería, puedo introducir un personaje y luego pasar de él. Creo un interés en un personaje que aparece para que luego me de igual. Soy así y así es como quiero que todo siga. Escritor con la capacidad de dar la vida y la muerte a un personaje. Cuando Elejalde se levanta, nota que tiene todos los dientes en la boca y que Txipi yace muerto a su lado. Es un disparate detrás de otro. Es la vida. 

martes, 10 de octubre de 2023

Planteamiento


Crisis absoluta en casa de Elejalde. Una ligera brisa entra por su ventana. La ventana está bien cerrada. Intenta ver qué pasa. Elejalde no sabe qué ha tocado que la ventana se ha abierto de par en par y no hay manera de cerrarla. Yo ahora debería saber qué va a hacer Elejalde, y me encuentro en una disyuntiva. Un momento en el que, si bien he abierto el melón, no sé cómo seguir. Soy completamente insensible a lo que pueda ocurrir a Elejalde porque no deja de ser un personaje de ficción. Elejalde nota la ventana abierta y algo le empuja a querer tirarse. Son muchas cosas las que han pasado y las que han dejado de pasar durante los últimos tiempos que le empujan a. Pero yo, precisamente hoy, no voy a jugar a eso. Voy a hacer que salga a la calle y que deambule por la ciudad. Elejalde no sabe dónde ir. Su vida ha dado tantas vueltas en los últimos tiempos que no se halla. De repente, ante la iglesia de Begoña, decide entrar. Están en mitad de una misa. Piensa en la ventana abierta y en la posibilidad de que el Espíritu Santo haya entrado por la ventana y que eso pueda ser el inicio de un nuevo periodo en su vida, de recuperación de la Fe, o al menos de adquirirla de nuevo. Elejalde pregunta al autor cuál de las dos es la correcta. Elejalde va a adquirir una nueva fe. Pero no es la que él espera. En la basílica escucha las palabras del párroco que está hablando de cómo todos juntos nos estrechamos la mano y nos saludamos y nos conocemos y nos sonreímos y eso es bueno porque así todos formamos una comunidad y en la comunidad está Dios, porque es en el trato humano, en saber que estamos unos junto a otros, que nos reconocemos y que somos capaces de acoger y que por eso formamos un corpus que es como el corpus... hay momentos en los que ya no sabes de qué escribir. Esos momentos en los que has encontrado un hilo pero algo te ha distraído y te hace revisar lo que estabas escribiendo y entonces todo parece que pierde sentido. Elejalde, en ese momento, cogió su móvil y quiso grabar algo. Hacer una foto. Entre la gente vio la cara de Naiara. Pero no era Naiara. Era lo que él hubiera querido ver. Naiara hace mucho tiempo que se fue. Y Elejalde recuperó la fe en los recuerdos. Salió de la Basílica dispuesto a recordar. Y yo no se lo voy a permitir. 

viernes, 6 de octubre de 2023

Nudo


El protagonista de este cuento nota bastante que el autor hace tiempo que no escribe un cuento. Elejalde deambula por las calles del centro de Bilbao y llega ante el Museo Guggenheim y nota algo extraño. El muñeco de Jeff Koons se ha movido. Elejalde se pregunta si no será una idea del autor para complicarle la vida. Inmediatamente se obliga a dar marcha atrás y perderse de nuevo por los callejones de una ciudad que no tiene tantos callejones. Elejalde ha salido pronto del trabajo y quería verse con alguien al que previamente había citado cerca del Museo. Ese alguien eres tú, González, que llevas tiempo esquivando la posibilidad de verte con Elejalde y que tampoco has aparecido esta vez, porque sabes que Elejalde tiene algo que echarte en cara. Elejalde es una persona impulsiva, arrebatadora, ha entrado en uno de los bares de Casco Viejo y se ha pedido una copita de anís. Pero eso es imposible, piensa Elejalde, que jamás ha probado el anís. El anís no es una bebida que ni siquiera haya contemplado jamás como una posibilidad. En ninguna de las novelas que ha protagonizado se ha tomado un anís. El autor está claramente intentando algo. Se deja el anís. Ahora pide un crianza. Ahí sí. Se ha tocado la boina porque le ha dado como calor. ¿Qué boina? Elejalde se va al lavabo, se encierra y se mira al espejo. Establece un diálogo consigo mismo y llega a la conclusión de que es mejor dejar pasar el tiempo hasta que todo se aclare y el autor tome alguna decisión coherente. Fuera, González ha resuelto el caso. El asesinato no tenía demasiada complicación, ha sido el hijo quien ha matado al padre. González envía un mensaje al móvil de Elejalde para comunicarle que ya no es necesario el encuentro. Todo ha sido esclarecido. ¿Esclarecido? Elejalde tira el móvil al lavabo. Sale corriendo a la calle y se encuentra rematando un córner, pero no llega al remate porque el balón se queda corto. Elejalde cae al suelo y piensa que vendrán tiempos mejores.