miércoles, 31 de agosto de 2022

Gorbachov y el final




Y la foto podría haber sido la del anuncio de Pizza Hut, momento para la ignominia de quien fue el líder de la segunda superpotencia mundial y que colocó una mancha imborrable a una trayectoria política controvertida que, por supuesto, no voy a dejar de comentar. 

¿Cómo llegas a ser el líder de la Unión Soviética y luego te acusan de ser un traidor? ¿Cómo consigues ascender a lo más alto de la cúpula soviética, donde no era nada fácil ser y estar, si luego te descubres como un reformador de algo que de repente parecía no tener ninguna solución? Muy recomendable leer el obituario que hace Rafael Poch para entender un poco mejor el qué, así que yo no voy a dar muchas respuestas a estas preguntas. Respuestas que no son las mismas que hubiera dado hace 30 años, cuando a todas luces Gorbachov me parecía un pelele, un patán, el típico vendido que atontado por los halagos que le llegaban desde occidente, estaba desmontando un sueño. Como aquellos ex camaradas que en los viejos tiempos del PCE o de Izquierda Unida de repente eran 'renovadores' y comenzaban a salir en medios de comunicación y a tener una presencia constante hasta que, zas, rompían con la formación y acababan en el PSOE. El daño ya estaba hecho. Pues Gorbachov era la sublimación de todo esto. Terminar haciendo un anuncio de Pizza Hut. 

También hay otra imagen. En la serie sobre Chernobyl, aparece el personaje histórico de Gorbachov. Y aparece como una persona con capacidad para decidir, práctico, con autoridad, no como ese pelele que hemos querido ver. Fue una sorpresa. 

El caso es que creces, lees algo más, pones las cosas un poco en su contexto. Que tampoco, porque finalmente nunca sabremos, aunque podemos acercarnos algo más a la realidad. O no. O yo que sé. El caso es que he dicho más arriba algo del sueño. Qué sueño. El sueño de una sociedad más justa, más digna, donde las clases desaparezcan y donde todos vivamos como hermanos. Se supone que eso es el comunismo. Si eso es eso, yo soy comunista. Tiene muchos más matices, pero el trazo grueso sería eso. Para alcanzar eso qué es necesario. ¿Es necesario eliminar a todo el mundo o no hace falta? ¿Es necesario un sistema autoritario o se puede jugar a la democracia? ¿Hasta dónde llega el límite? ¿Justifica la preservación del estado que viene a garantizar esa felicidad cualquier cosa? ¿Quería Gorbachov acabar con eso?

Yuri Andropov fue quien, según recuerdo haber leído en un libro del Veiga, puso a Gorbachov en la línea. Andropov había sido el jefe de la KGB y sabía lo que había. Sabía que lo de mantener un 'Imperio' costaba muchos recursos y se les estaba yendo. Que habría que parar. Gorbachov fue el encargado de hacerlo. Pero no salió bien. ¿Qué hubiera significado que hubiera salido bien? El caso es que sabemos que lo que pasó no fue bien. ¿Qué es ir bien? ¿Rusia se convirtió en un estado democrático? Más bien no. ¿En qué se convirtió Rusia y en qué se convirtieron el resto de países? Gorbachov fue perdiendo legitimidad a los ojos de su gente, de quienes le rodeaban y lo que comenzó como una renovaciónn desde arriba terminó en una liquidación desde arriba. 

Su evolución posterior, como personaje de anuncios, no hace más que arrastrar por la historia una figura que podría haberse retirado con cierta dignidad, haberse dedicado a recorrer el mundo explicando su propuesta fallida, pero no, un anuncio, dos anuncios y tu imagen queda para siempre ensuciada. Una propuesta fallida, mantener el socialismo en un sistema democrático. Los camaradas chinos lo vieron diferente, mantener el sistema de partido único e introducir la economía de mercado. Los camaradas chinos ahí están, con sus hoces y martillos y sus comités centrales y todo eso. 

Gorbachov fue el último presidente de la Unión Soviética. Creo que fue el único ruso. Lo que pasó después ya lo sabemos, si es que nos queremos enterar. 

Gorbachov fue el final. A partir de entonces le damos vueltas a cómo recuperar una idea de sociedad alternativa sin cometer errores del pasado. O bien le damos vueltas a recuperar esa idea pero con la misma capacidad de ser implacable, que pareciera ser la única manera. Qué implacabilidad. Y así seguimos, preguntándonos la manera. Confundiendo personajes, creyendo en fantasmas, alimentando la nostalgia, avanzando hacia atrás, creando monstruos y sin entender qué era Gorbachov o qué era lo que pasaba allí. Al menos yo. 


martes, 30 de agosto de 2022

Distendidamente


No fue una cita convenida. Cuando Fussl llegó a la cafetería, venía escapando de una reunión que se había complicado al extremo. De tal manera que necesitaba salir a la calle y respirar, olvidar por un momento que todo aquello estaba pasando y recapacitar sobre qué pasos dar en aquellos momentos. El corazón le iba a mil por hora. Se sentó y pidió un café junto a un vaso de agua. Estaba sumido en sus cavilaciones cuando entró Demjanchuk. Éste había sido conocido suyo durante los años de la guerra y habían perdido el contacto hasta que recientemente se habían vuelto a encontrar en la redacción de una revista. Demjanchuk trabajaba allí como corrector y Fussl había enviado algunos textos que demoraban en publicarse. Se contaron sus vidas desde los lejanos años ya de la guerra, aunque no había pasado tanto tiempo. No quedaron en verse, así que el encuentro fue casual. Demjanchuk vio a Fussl y fue a sentarse en su mesa. A Fussl en principio no le hizo gracia. Quería estar solo. Finalmente Demjanchuk inició una conversación sobre pintura, sobre las nueves corrientes pictóricas y un artículo que iba a publicar en la revista reconociendo los nuevos valores, las nuevas tendencias, apoyándolas, cuando el parecer de buena parte de sus compañeros era el desprestigio de las mismas. Fussl le apoyó y le dijo que precisamente él estaba trabajando en un texto sobre lo reaccionario que quizás podría interesarle. Demjanchuk le dijo que por supuesto, que le interesaba mucho. El arte siempre le había servido a Fussl como una escapatoria de las preocupaciones de su vida y encontrar un interlocutor que compartiera sus puntos de vista. Demjanchuk había pedido un vaso de aguardiente y un azucarillo. Mientras discutían, se lo bebió y le dijo a Fussl que tenía que irse. Al cabo de unos minutos, aparecieron un par de señores que sacaron a Fussl de la cafetería. Lo montaron en un coche. Lo devolvieron a la reunión. Y Fussl votó en contra. Pero no recuerda de qué. 

lunes, 29 de agosto de 2022

Atracción


 La gente venía de los pueblos de alrededor para ver al Chancho Gospodarek. Cuando el padre del Chancho llegó de Hungría, huyendo de algo, quiso establecerse lo más lejos que pudo de cualquier cosa y vino hasta aquí. Con el dinero que pudo traer, montó una tienda que se convirtió en la única tienda de la comarca. El padre del Chancho se llamaba Zlot y en el pueblo le comenzaron a llamar Juan. El padre del Chancho no vino solo, que venía con su mujer, una pelirroja pecosa que sufría al sol y que se llamaba Edita y en el pueblo la seguimos llamando igual. 

El padre del Chancho Gospodarek murió cuando él tenía 17 años. Entonces el Chancho ya era una mole de más de cien kilos y su única ocupación era la de ayudar a su padre en la tienda. Pero su masa era tan inmensa que terminaba pronto su faena y se quedaba detrás del mostrador. No se movía. Y cuando su padre murió, contrató a un mozo, me contrató a mí y él solo se ocupaba de vigilarme desde el mostrador. La gente venía de los pueblos para verle. 

No se movía nunca. Muchas veces me preguntaba cómo comía o si se iba a dormir o si se aseaba. Todas las mañanas, cuando yo llegaba a la tienda, él ya estaba allí. Y siempre llevaba ropa distinta, por lo que seguro que se iba a su casa cuando cerraba la tienda. Sin embargo, la tienda estaba siempre abierta y él estaba allí. La gente venía de otros pueblos nada más que para verle. 

El Chancho Gospodarek hablaba. De manera insospechada era capaz de hablar de cualquier cosa, conocía lo que pasaba en el mundo, en los pueblos vecinos, y tenía una opinión propia de casi todo. La gente venía de los pueblos para verle y para escucharle opinar. El Chancho Gospodarek no tenía acento como su padre o su madre. Él ya hablaba como nosotros. Nunca le vi coger un libro. Busqué entre los cajones algún transistor desde el que él pudiera escuchar las noticias del mundo y nunca lo encontré. 

Estuve con el Chancho Gospodarek durante 20 años. Cuando me casé no dejé de trabajar con él, pero cuando se murió mi Concepción me puse tan triste que le dije que me quería ir. El Chancho Gospodarek me miró y dijo que me merecía ver mundo y que no había nada mejor que cambiar de aires para aliviar una tristeza. Entonces el Chancho pesaba unos 200 kilos. 

Volví al pueblo unos 10 años después. Fui a la tienda del Chancho Gospodarek. Había gente en la puerta haciendo cola para verle, venían de todas partes. Incluso me contaron que había venido un señor desde Hungría para conocerle. El Chancho Gospodarek había perdido peso, mucho, pero seguía sentado en su silla sin moverse de detrás del mostrador para nada. Una chica joven se encargaba de tener la tienda a punto. Me dijeron que era su hija, que se llamaba Andrita. Era una flaca pelirroja y pecosa. El Chancho Gospodarek era un anciano entonces. Nadie supo decirme sobre la madre de Andrita. 

El Chancho Gospodarek sigue vivo. La gente de los pueblos sigue yendo a verle. Ahora habla poco. Su hija dicen que está sentada con él detrás del mostrador todo el día y que discuten. Y la gente viene de todas partes para verlo. 

jueves, 25 de agosto de 2022

Crónica de un viaje a Vilches. Fiera y Fiestas.


El transcurso de los cinco días, seis, que pasamos en Vilches vino marcado por el principio y por el final. Lo que sucede entre esos momentos clave, situaciones o sensaciones, se enmarcan en la clásica visita a Vilches por parte de esta familia que tiene a Vilches en la cabeza y en el corazón y que como cuando vas caminando por el Mortero que ves así como al fondo la imagen del Castillo entre los ramastros, así es como vivimos nosotros nuestra vilcheñidad en la distancia. De repente, Vilches. Qué bonito es todo y qué así lo dices, amigo, qué expresión de cercanía y de implicación con una tierra, la de mis padres, que es también la mía porque así la siento y así me gusta considerarla. Aunque no es mi tierra, si es que los que somos como yo tenemos tierra, que no tenemos. Y no vivo en Vilches, con todo lo que ello conlleva. 

Momentos clave para entender el balance final de la estancia en Vilches este año. En primer lugar el cansancio, agotamiento, quién sabe si algo más, que arrastraba de mi viaje a Albania. No os he dicho que he ido a Albania este mes de Agosto, pues he ido. Y el día después de la vuelta, coge el coche, o que lo coja mi hermano, y tira para Vilches. Llegar a Vilches con todo eso encima y mi madre ha decidido programar una de esas comidas inesperadas de día 15 de agosto. La puntilla. No. La puntilla es una insospechada noche fresca en la Piscina Municipal. Ya nos lo habían advertido. Ayer hizo frío. Cómo que frío. Frío. Cómo que frío en Vilches. Frío, frío. En Agosto. Sí, pasa mucho. Qué va a pasar. Pues pasa. Y pasó. La primera noche en Vilches, con ese cansancio acumulado, esa siesta no echada porque jugaba el Athletic Club y no podía dejar de mirar el partido, y que algo ya estaba creciendo dentro de mí, hicieron que esa primera noche marcara de manera indeleble el resto de la fiesta. Esa primera noche. Esa primera noche la empleamos en querer ver ya a todo el mundo, fuera o dentro de la piscina. Y ciertamente ya vemos a mucha gente. A casi toda la gente. Incluso vemos a una chica que hace tiempo que conocemos que nos dice que mi hermano y yo, siempre juntos, formamos un pack indivisible, que siempre vamos juntos 'como los zumillos'. Son por estas cosas, por estas pequeñas frases, por las que Vilches me enganchan. Una frase, un comentario, una coletilla, una expresión, vale mil veces más que un monte pelado, una ruina goda, un restaurante tradicional o el riachuelo feliz. Efectivamente, mi hermano y yo en las fiestas de Vilches, no hacemos nada excepcional, pero estamos, no somos ni los más divertidos ni los más alegres, pero ahí estamos. Y siempre estaremos. Si podemos. Nos encontramos con toda la tropa, nuestra tropa, la que se queda ahí cuando nosotros nos vamos. Estar ahí no es fácil. Estar ahí y ser así. Nada sencillo. Pero están. Primera noche en Vilches y tenemos orquesta. Sobre la orquesta decir que noto que le aqueja el síndrome Nathy Peluso, es decir, que prima el esfuerzo físico sobre la capacidad vocal. Así que durante la actuación, absolutamente contemporánea, sin casi guiños al pasado o a los clásicos de fiesta mayor, prima el baile desaforado y desatado, el venga vilches, y todos juntos antes que la mera interpretación vocal. Hechos polvo y con una rosca de churros que nos calzamos en previsión de llegar a casa con un desmayo, con saludo a Berna chico incluido, nos vamos para casa. No son ni las tres. Creo.

Al día siguiente nos vamos levantando para ir a la Charanga. Decir que este viaje supone el estreno de mi cuñada Laura. Jamás vino. Laura es una persona determinada y determinante. No deja indiferente ni le dejan indiferente las cosas. Pero esta no va a ser, ni mucho menos, su mejor experiencia vilcheña. Sin superar mi cansancio o yoquesé qué tengo encima, emprendemos el camino para ver la charanga. La charanga que un año sí y otro también supone un momento al que no le das importancia en las fiestas, pero que luego, una vez allí, pues te enrolla. Te moja y te enrolla. El juego de los cubetazos de agua sustituye este año con acierto al manguerazo, que provoca enojos y enfados, y todos tan amigos. Incluso la charanga modera su discurso y adapta el repertorio a las nuevas sensibilidades que ya estaba bien y tiene un broche de oro con un momento de romanticismo popular, petición de mano y joder qué bonito es todo. Vemos a la Isabelita, que ya pensaba que este año no la iba a ver y con el cuerpo escombro nos vamos para casa a echar una siesta reponedora, digo, reparadora, y palante, que esta noche tocan los Secretos. 

Como si quieren tocar Iron Maiden. Nuestras compañeras deciden que mierda para los Secretos, pero Los Molina de la calle Sant Joaquim, los Molina de la Pontanilla, no nos rendimos. Vamos para allá. Nuestra voluntad de hierro no esconde que estamos ya hechos una mierda y subimos casi con la hora pegada. Sobre Los Secretos, decir que no estábamos en la misma longitud de onda, ni nosotros, ni la banda, ni la propia concepción de la banda como banda de fiestas, ni nada. Vamos, que una banda de country-pop, de medios tiempos, no es la mejor idea para una fiesta mayor. Lo hecho hecho está y ya está. No tenemos mucho más que añadir sobre esta noche. Mi intención de abundar en la situación política de Andalucía tras las elecciones (igual de apasionante que Los Secretos), con el compañero Bartolo o de emprender alguna conversa interesante con el compañero de Podemos que ha venido de Madrid, no se dan. Porque es que no estoy. Cuando acaban los Secretos, comienza otra orquesta, de pequeño formato, tan pequeño que no es ni orquesta, sino que es un chavalito con las maquinitas y un elenco de cuatro mozos y mozas que bailan y cantan las canciones de moda. La noche promete emociones fuertes ya que no dan tregua y el repertorio es sin duda emocionante, pero nuestros cuerpos no están, nuestras mentes tampoco, y bajamos a reunirnos con nuestras compañeras que con muy buen criterio, etc. 

Al día siguiente hacemos la obligatoria visita al cementerio. Vamos a ver al papa, vamos a ver a los abuelos, vamos a ver a los sobrinos, primos, primas, etc. A todo el mundo. Y como no, vamos a ver a la bisabuela Pepa, a la abuela Pepa de mi padre, enterrada en tierra, en la parte alta del cementerio. Una observación sin ánimo de criticar, no pienso criticar nada este año, pero sí que me resultaría menos ofensivo no ver al lado de las tumbas de tierra escombros de cosas varias que no han tenido otro lugar para recogerse. Que esas tumbas tengan los días contados como los tienen, no significa que no existan, ni que no vaya nadie a verlas. Todos los años mi padre nos enseñó a ir a ver a la bisabuela Pepa la Montora y todos los años iremos. Como van mis primas. Y creo que estaría bonito, elegante, cuidar ese espacio como se cuida el resto del cementerio. Nos subimos al castillo, nos hacemos las fotos de rigor, nos preguntamos si la fuente tiene agua que siempre tiene agua, y bajamos caminando preguntándonos cómo puede bajar Nuestra Madre por ese caminurri que resbala tantísimo. Nos tomamos unas cervecitas en Las Olas y nos bajamos a casa, que hoy tenemos invitados a comer, baja la Marina a comer jarapos.

Los jarapos, si no os lo he contado antes os lo cuento ahora, es un plato de esos de caza, con liebre o con conejo, un estofado al que se le hecha una pasta de harina y con muchas especias, hierbabuena si hay, etc. Una parta de la masa se fríe. Una delicia, fuertecita para el verano, pero una delicia al fin. Mi madre lo borda y como todos los años le pedimos que nos diga cómo se hace, que nos tiene que facilitar la receta, ella dice que es muy fácil, que se hace así y así, pero no se nos queda y otro año que pasa Hemos comentado el tema de los bares. Este año hemos ido a los Cazadores. Los Cazadores se habían convertido de un tiempo a esta parte en un bar fetiche para nosotros en el pueblo. Un bar al que ir sin la herencia de mi padre, que no iba nunca. Un bar con algo kitsch, con las servilletas con las banderas españolas, que, de repente, ha perdido precisamente ese halo y se ha convertido en un bar normal. Ya no más banderas españolas en las tarjetas, ni en las servilletas y se ha reducido la decoración 'cazadora'. Punto a su favor, o no. Hemos podido ir cómo no a Las Olas, alegrándonos profundamente de que Loren esté al pie del cañón y alegrándonos también de que el Buen Gusto sirva de contrapunto. Y hemos ido al Ágora, donde se está y se tapea cojonudamente. Y ya está. No hemos ido a ningún sitio más. No hemos probado ese lugar tan mágico donde hacen pescadito en las fiestas. Y tampoco creo que vayamos a ir. No hemos ido a Ginés, cerrado, ni a lo del Rafi, cerrado, tampoco al Pichi, cerrado aunque abrieron para lo de la espuma pero qué va. 

Comemos en casa con Marina, y nos vamos preparando para ir a ver el concierto del tributo a Mecano. Nuestros cuerpos no están bien, yo no estoy muy allá, pero es todo cansancio, seguro. Son muchos días, muchas cosas. El tributo a Mecano me hace recordar que, más allá de las tres canciones de rigor, la de Maquillaje, la de en tu fiesta me colé, y la de Venus en un barco, Mecano era el enemigo musical de toda una generación y se demostró. Un repertorio de cortavenadas de tomo y lomo que solo al final se animó con el popurrrí de las antiguas y ya está. La buena voluntad de los músicos y la cantante que clonaba a la Torroja no podía esconder que Mecano, en todas sus formas y maneras, no es ni ha sido más que un intento fallido de crear música comercial para una clase juvenil entonces que quería temas 'del primer mundo' y que no dejaban de ocultar que no eran más que un postizo en un país diferente. Un grupo y una música wannabe que en eso se ha quedado. Después de todo esto, me merecía una hamburguesa, tras haber comentado al fin los resultados andaluces con Bartolo. Nos vamos, que estoy un poco de aquella manera.

Llegar a casa. Dormir. No poder levantarme por la mañana. Fiebre. Covid. La cuñada Covid. Elpako Covid. 

Y un mensaje mañanero. Mira lo que ha pasado esta noche. 

Mi abuelo Antonio era del PSOE. Estoy y creo que estamos todos en mi casa muy orgullosos de mi abuelo Antonio. Tenemos con orgullo un diploma del PSOE reconociéndole su tarea como concejal del Ayuntamiento de Vilches que no dudamos nunca en enseñar a todos nuestros visitantes. Mi abuelo era socialista y muy socialista. Yo no. Y cuando critico a los socialistas, en mi ciudad, en Vilches o donde sea, siempre les achaco lo mismo. La pérdida de, al menos, del significado primero de lo que es ser socialista. A veces pienso que estoy equivocado y que eso que es ser socialista se parece más a lo que me gustaría ser a mi que a lo que los propios socialistas sienten como su misma esencia. De la misma manera, es posible que yo esté equivocado, como lo pueden estar mis compañeros y compañeras, en las críticas sobre las actuaciones políticas en esto o aquello. Sobre si una fuente echa agua, sobre si hay escombros en el cementerio, sobre la transparencia en las contrataciones, lo normal en la lucha política. Pero hay rayas que no deberían cruzarse. No pueden cruzarse a riesgo de hacer irrespirable la vida de un pueblo. Si durante la dictadura mucha gente se tuvo que ir del pueblo por no aguantar la vida en un lugar donde ser quien eras te marcaba de por vida, sería realmente triste que hoy día alguien tuviera que verse obligado a hacer lo mismo intimidado por que o estás a favor o estás fuera. Y si estás en contra, que no se note, no ser tan vehemente. 

Vilches no es un pueblo precioso. Cualquiera que haya viajado por Andalucía verá que hay muchos pueblos con más encanto. Pero a mí es el pueblo que más me gusta. Y no me gusta por el pueblo. El continente me da igual. Me gusta por el contenido. Un ratito con Juanito y la Paqui, con los Robin, con el tito Manolo al que hemos vuelto a ver después de un año y no sé si soy yo pero cada año pasan los años y aunque la esencia se mantenga la edad nos va diciendo cosas, con las sevillanas que nos hemos podido ver un ratillo, con María y la Paqui, con mi primo Sebas con quien no pudimos tomarnos esa cerveza que nos debemos, saludar a Nico, con los primos de la tita Tere, con mis primas Juli y Juani que no he podido ver, esos ratitos con la gente que nos dice que somos como los Zumillos, son el pueblo. Vilches son también y especialmente los recuerdos, la infancia, los juegos en la Estación, una vez que jugué un partido en El Muelle contra los de las casas baratas y he magnificado ese partido convirtiéndolo en una especie de copa del mundo de... pues eso. 

El año todavía no ha terminado y aún podemos bajar más veces. Porque Vilches siempre aparece.  

lunes, 22 de agosto de 2022

Crónica de un viaje a Albania. El contenido y el continente.


Toca ya comentar el viaje de diez días, que yo creo que son once días, a Albania. Me gusta escribir y digo con pesar 'toca' referirme al viaje a Albania, que casi trato como una obligación., como si estuviese cumpliendo un contrato con alguien que espera que yo cuente cómo me fue, cómo ha sido, qué opino yo sobre, qué peripecia o lo que sea, tengo que contar de Albania. Como una rutina que, autoimpuesta, hay que cumplir y que supongo que habrá quien esperará como una explicación en primer lugar del porqué de un viaje a Albania. Que nadie busque en este texto un pretexto para viajar a Albania. Ni mucho menos, una excusa para reafirmarse en el no a un país y a una gente tan maravillosa como la que nos encontramos allí. Tampoco están aquí las maravillosas playas, los montes escarpados, las fotos idílicas o los lugares a descubrir. No hay nada que descubrir en Albania porque que ya ha ido prácticamente todo el mundo a Albania y si no ha ido, irá. Y si hay algo por descubrir, desde luego no lo he visto yo. Y, no merece la pena complicarse la pena, porque en Albania casi todo merece la pena. Porque merece la pena, aunque ya no merezca la pena o no merece la pena para lo que piensas que merece la pena ir a Albania. Quién sabe. ¿Por qué Albania? En principio parece una buena idea recibir favorablemente la propuesta de un viaje a Albania, cuando nuestro objetivo era otro. Pero Albania suena bien, parece efectivamente un lugar a descubrir aunque el boca a oreja nos va indicando a medida que se acerca el viaje, entendemos que no es un destino ignoto, Albania no es un país turístico, pero ya es un país que sabe lo que es el turismo y que, en breve, será un país turístico. Digamos que la crónica podría haberse titulado Albania cinco minutos antes de. Repasando mentalmente, no sé si ni siquiera tardarán cinco minutos o ya mismo no es lo que tú...

Qué esperabas que fuera Albania. Albania, de todos los países ex comunistas es el más excomunista, porque fue el más recalcitrante en su momento y porque hoy es muy, pero que muy difícil, encontrar nada que quiera recordar aquel pasado. Si lo que ibas es buscando parafilia, merchandising, cositas para enseñar luego aquí, te sorprenderá saber que el aeropuerto se llama Madre Teresa y que hay una estatua de la Madre Teresa ya en la primera rotonda que te encuentras a la salida del mismo. Buenas tardes, acaba usted de llegar al Aeropuerto. Y lo primero que toca es ir a la capital, Tirana. Qué esperabas que fuera Albania. Antes del viaje te has documentado, has leído, has visto vídeos, etc. En tu cabeza, en la mía, estaba Estambul. Si Albania estuvo cinco siglos bajo dominio otomano, algo, algún aire, debe haber. Yo en Tirana he buscado Estambul. A veces la he encontrado, otras veces he encontrado otras cosas. Son muchas cosas las que tengo que contar de este viaje a Albania y no serán las que te podrías esperar. En la cola de la facturación una pareja nos advierte de que la gente de los Balcanes es espectacular. Han estado en Hungría, Croacia, Bulgaria, Rumanía y que junto a las delicias gastronómicas o los monumentos y demás gracias, la gente es lo más. Y no se equivocarán. Hemos llegado al aeropuerto y hay que ir en autobús a Tirana. Y llegamos a Tirana y este no será el viaje en autobús que tengo que contar. Primer paseíto por las calles de Tirana buscando el primer alojamiento, callejear, buscar, atrás, adelante, primeras impresiones, hay calles anchas, hay tráfico, hay mucho cochazo por aquí, callejeamos y el ambiente cambia. Hay un mega edificio en construcción y hay edificios que parece que se van a caer ahora mismo. Hay cafeterías, hay gente haciendo nada, hay un bareto para jugar a la play, hay música alta. Me encanta. Preguntamos y preguntando se llega a todas partes. Preguntar en Albania es vivir. Pregunta y verás. Tendrás lo que quieras y puede que dos veces más. ¿Tengo que comentar la calidad de los alojamientos? Lo arreglaremos diciendo que bueno, bonito y barato, es posible. Milagros existen, por ahora. 

Salimos a cenar, nuestra acompañante, la quinta persona que vendrá con nosotros en este viaje, será la guía Lonely Planet de 2017 que será nuestro padre y nuestra madre será el Maps Me. Nos indican que hay unos lugares que se llaman zgares donde se comen cosas del lugar. Vamos, lo buscamos, lo encontramos. está justo en el centro, el zgare del Bazar, hay ambiente, es una parrilla, cervezas de a litro, y le vamos pillando el rollo a la cosa. Claro, a la primera noche ya. Expertos. Banderas albanesas por todas partes, turistas, italianos, carnaca, cerveza, estatuas de la Madre Teresa, del rey Zog, (del rey Zog!!!), de patriotas varios, calles que supongo que no eran las que deberíamos haber transitado, ladrillos con los que tropiezas, y rápido para la casa que mañana hay que madrugar para ir a Shkodër.

 Esta ciudad está en el Norte, a mí me suena de haberla conocido como Scutari o algo así, cosas del fútbol. El viaje en autobús es realmente aleccionador. Un viaje en bus desde Tirana a Shkodër en caravana constante desde que sales de la estación de autobuses hasta que llegas. Un viaje en bus de puertas abiertas, donde se aprovecha todo, donde te puedes montar en marcha o bajar en marcha, no problem. El encargado de vigilar al pasaje detecta a dos polizones, con un simple gesto les hace bajar. El encargado de vigilar el pasaje en un autobús albanés. Durante el viaje constato algo que ya me llamó la atención en el primer momento. Lavacoches. Lavazh. Y ruedas de recambio. Gomisteri. No es que haya algunos. Es que hay miles. Es que hay más lavacoches que debe haber en todo el estado español. O en Catalunya. El viaje es un festival, atraviesas mercadillos, atraviesas zonas donde no hay nada, pero hay alguien esperando una batería, hay alguien que se tiene que bajar justo ahí, volvemos a parar, el viaje se hace interminable, pero aquí sí, el viaje es el destino. Llegamos al destino, en la plaza de la democracia, el hotel no está muy lejos. Otra calle otro callejón, en cuanto te sales de la calle principal entras en otro mundo, un mundo en obras, o a punto de caerse, o a punto de crecer, quién sabe. Está ahí y está vivo. Pregunta. Y salimos a dar un paseo por Shköder, comemos en un sitio fetén y nos vamos a Shiroqe, que está a la orilla del lago y nos damos cuenta de que estamos en un lago al que va la gente a cenar, pero al que no va a la gente a disfrutar, porque el lago está sucio. Vamos en taxi, el taxista nos habla con el google translator, le decimos que no hace falta que vuelva a por nosotros. Error. El lago está sucio, mientras nos bebemos unas latas, un tipo empieza a rezar, musulmán, son las ocho de la tarde, una de sus hijas le graba con el móvil un directo de instagram. Me quedo alucinado, jamás lo vi esto. Unos peldaños más allá, otro matrimonio musulmán lo mira todo como con indiferencia. La mayoría de la población albanesa es musulmana, pero no es practicante, el hoombre que reza no es de allí, los que le miran tampoco. Nos volvemos a Shkodër a cenar. Vamos a las calles de moda, que son calles de moda, donde hay gente, ambiente, restaurantes, bares, música moderna a todo gas, en fin, vida. Ya hemos dicho lo de los coches de alta gama, pero no hemos dicho quiénes somos. 

Somos cuatro. La Alba, la Patrícia, el Aitor, y yo. Cada uno, o cada dos, un poco de su padre y de su madre. Después de esa noche (vemos pasar un coche fúnebre en mitad de la fiesta, que ha de dar marcha atrás), tenemos que madrugar otra vez. Hay que ir a Theth, en las montañas. Antes, siempre pasan mil cosas, un señor llamado Fatmir nos ayuda a encontrar un taxi, que no es un taxi, que es su propio coche, para devolvernos a Shkodër desde Shiroqe y nos dice que si vamos al norte tenemos que ir a un lugar llamado Lumi i Shales. Se nos sale de la ruta marcada, demasiado lío, coger un barco, la Tailandia albanesa. Vamos a Theth y ya veremos. Vamos en coche, pero no conducimos nosotros, vamos con un chico que se llama Helvet. En la primera parte del trayecto no hablo con él. Habla Patrícia. Yo me estoy muriendo. De tal manera que al llegar a coronar un puerto de montaña, reedito mis experiencias infantiles en Tíscar y echo hasta las estopillas. ¿47 años y tomando un café mondo y lirondo por la mañana? ¿Estamos locos? Ya con el estómago vacío, puedo departir amablemente con el conductor. Los problemas del país, la gente pasa de todo, la gente no tiene ambición, cómo decirle que somos, soy, de izquierdas sin decírselo. Cómo decirle que el país cambiará, pero no mejorará, y las mejoras que se introducirán serán para favorecer a los que tienen algo que ganar, precisamente a los que se van a dedicar o se dedican ya al turismo. Llegará un día, y ese día no tardará en llegar, en el que alguien dirá, hasta aquí ya de esta mierda en el lago, que se recoja, pero que el precio del pescado que se van a comer estos suba y así irá todo y así está escrito y así se hará. Y ya hay una carreterita que lleva hasta Theth y Theth no es ningún pueblo que es un lugar con casitas que son todo hoteles en un entorno que estás allí y dices, mira, como los Pirineos, y siempre hay alguien a tu lado que dice, esas montañas, quién pudiera subirlas. Nos estamos volviendo locos. Y claro, donde ya hay una carreterita, pues hay gentecita y qué cosa más maravillosa que camines durante horas, a pleno sol, junto a personitas que resulta que son de Barcelona porque de Barcelona, Catalunya, ha venido hasta el gato y la gata, todos juntos, pues es normal que si en Barcelona nos hemos enterado que hay un lugar llamado Blue Eye que en albanés se dice Siri I Kalter, con alguna y griega en algún sitio que ahora ya no voy a corregir, un lugar maravilloso, al que cuesta la vida entera llegar me cago en la puta, pero que llegas y está lleno de gente porque ya hay una carreterita y hay un camino que están excavando y que será otra carreterita y no hay más que discutir, no hay nada que discutir, llegas te bañas en el agua congelada y te cagas en todos los dioses, te comes un bocata de salchichón, te bebes un poco de agua, vuelves a probar lo de bañarte y te cagas en absolutamente todos los dioses, santos, familiares y la virgen porque los pies te duelen más que vivir mísmamente y a buscar el camino de vuelta. Y sí, hay gente, y sí, mola que haya gente. 

Porque la gente no era gente, era gente que uno, pobre colomense, no ha visto antes, albaneses, balcánicos de diferentes lugares, gente de vete a saber dónde, que van a Theth como tú y como yo y se hacen fotos, y ríen, y meten cerveza a enfriarse en los lagos helados y ya está. Y esa noche cenas como un pepe, una cena basada en cosas tan básicas que dices, pues a lo mejor el rollo está en tener claro que no hay que ser tan así y ser más de otra manera, no sé. Y muy orgulloso de ser así. De que no me guste caminar por la montaña, de ir con miedo ante cualquier pedrusco, de que me moleste el sol en la calva, de bañarme en el agua, de cambiarme el bañador ahí mismo porque nunca caigo en la cuenta de... me da igual, orgulloso del bocata de salchichón, de mojarme las bambas, de hablar con gente de Barcelona y de compartir. Una de las cosas de las que más contento vengo es de la gente, lo he dicho ya, porque sin la gente, el continente realmente es que me la bufa. Esa noche al acabar la cena vamos a una hoguera que han hecho los albaneses y nos encontramos en mitad de una fiesta de unas chicas egipcias. No nos atrevemos a poner a la Rosalía. Al día siguiente hacemos otra excursión, esta de nivel medio, en esta no peligra nuestra vida, vamos a ver unas cascadas. El camino está transitado, no insistiré en el tema, el lugar es precioso, me meto en el agua nosecuantas veces. Buscamos un lugar en el río para bañarnos, lo encontramos, encuentro una especie de bañerita ideal donde depositarme durante largo rato. Tengo fotos que seguro que os gustará ver. A ver si quedamos. Tenemos que volver a Shkoder. 

El viaje de vuelta a Shkoder a lomos de un land rover conducido como se conduce cuando cuando qué, no sé. Es albanés y se conoce las normas, sus normas, va en chanclas, escuchando una lista de reproducción de su música donde retumba el PapiChulo. Pero un PapiChulo albanés, y un Baila Amor también albanés. Shkoder, más imanes de la madre Teresa, postales kitch, salimos a cenar en la calle de moda otra vez, más cerveza. Empiezo a estar un poco agotado, soy una persona mayor, mañana hay que madrugar que tenemos un plan completo. Shkoder, Tirana, pillar coche en el aeropuerto y de ahí hasta un pueblo llamado Orikum que está al lado de Vlore. Vamos. 

El viaje en autobús de regreso desde Shkoder a Tirana es mucho más auténtico, con menos turistas en el bus, con más paradas insospechadas y con un encargado del pasaje que le quita el sitio a una cría porque puede ir de pie. Cosas que pasan. Vamos luego al aeropuerto y la chica que lleva el tema de los coches de alquiler es exactamente a Pepa, a nuestra Pepa de Vilches, que me aspen si lo entiendo, es que es un calco de la Pepa de hace yo que sé, 15 años o así, más, igual. Y nos dan un Fiat Tipo y nos dicen que es de gas y de petrol, que mejor con gas, pero que arranquemos con petrol y comienza la peripecia de Eltoni, conduciendo por Albania. Conducir por Albania significa varias cosas, primero, el carril de la derecha no es de fiar, segundo, nada es de fiar, tercero, no se corre, cuarto, ante todo mucha calma. Puede pasar de todo, puede salirte una moto, otro coche, te pueden adelantar, puede ser que te dejen a ti, puede pasar de todo, que una familia haya salido a pasear por la carretrea, que ese que pasees seas tú. Vamos hacia Vlore, que tiene pinta y no es solo la pinta, es que es, de ser una ciudad turística costera como las que has visto mil veces y de ahí pasamos a Orikum. 

Describir Orikum es bastante sencillo. Es como si lo hubieran intentado y no hubiera salido. La playa de Orikum debe existir, pero es privada, debe haber algo bonito allí, pero no lo supe ver, o no lo supieron poner visible. Orikum es como una ciudad de vacaciones mal, fatal, con edificios a medio construir, como en toda Albania, con una calle principal, con una zgare, con unas vistas bonitas pero con la sensación de estar en una especie de Lloret de medio pelo después de haber sufrido un ataque desde el mar, a base de cañonazos. No está mal tampoco, me compro un sombrerete de esos como de los que llevaba el Bezz en los Happy Mondays. Comemos bien, damos un paseo, incluso hablamos de política. Más cerveza. Vamos a la playa de Gjipe, que no está ahí al lado, que hay que subir y bajar un puerto de montaña que me cago en la madre del puerto de montaña, tete, y luego una carreterita y luego un camino y luego una playa y en la playa tres o cuatro bares, y sombrillas y tres chavales españoles hablando de programar eventos. No voy a opinar sobre lo de hacer  un esfuerzo como si fuéramos a invadir Mongolia para acabar en una playa, cualesquiera playa, una playa semejante a. Italianos en la flor de la vida jugando a la pelota. Cerveza. Leer, playa de piedrotes, me pongo las chanclas o no me meto. Voy a acabar cogiendo color, verás. Al día siguiente hay que hacer lo del barco.

Vamos a Vlore, nos montamos en un barco que nos llevará a una islita, de esa islita pasaremos a una playa en una península que fue base militar, la islita también lo fue. Durante la visita a la islita me ahorro la playa de rigor y entablo conversación con un albanés de Macedonia sobre política, religión, etc. Muy interesante. Sale a colación el tratado de Londres, casi nada. Nos despedimos. No hemos hablado del barco, el barco es una golondrina, ponen música bumbum y tal. Te ríes si no te mareas, si no, pues pasas un ratico. Sorprendentemente no me mareo. En el viaje de vuelta la tripulación se pone a bailar canciones albanesas. Es bonito. La chica que baila es Laura Pausini. Otra playa, más sombrillas, más tumbonas. Himnos patrióticos en la furgoneta. Quién puede decir que no. 

Toca marchar de ahí para ir a Sarande. El viaje a Sarande, que yo figuraba un paseo militar se convierte en otra odisea por caminos y carreteras de montaña a las mil de la noche escuchando música griega en emisoras griegas. Y a un chico que llamaba desde nosedonde explicando que está ahí. Y nosotros curveando una carretera que no conocemos camino de Sarande. Cuando llegamos es tarde pero queremos cenar algo y la Albita y yo preguntamos como siempre y vamos a un bareto a las doce de la noche y la jefa del lugar, he olvidado su nombre, me cago en todo, pero creo que era Rita, nos hace una tortilla francesa con frankfurt troceado que nos sabe a gloria. Bendita. Se va a por los huevos al super de delante, la chica del super cumple ese día 15 años. Yo que sé. Te tienes que enamorar de Rita. Al día siguiente es el cumpleaños de Patri y nos vamos a Ksamil, que debe ser más bonito que todo que lo pone en la guía, ya que Sarande vemos que es bastante Benidorm en pequeñito. Pero es solo porque piensas que debería ser de otra manera, en realidad Sarande, mola. Porque sí. Y Ksamil es lo mismo pero en pequeñito, con millones de italianos y albaneses y vamos a la playa del Principote o nosequé y dice que es pública pero es de estas con sombrillas y un dj en un restaurante que bumbumbum y nos quedamos allí ya a morir, porque somos cien mil personas en un espacio como un campo de fútbol sala y da igual. Porque es un espectáculo en si mismo. El contenido y el continente. Somos mil y somos albaneses, italianos, españoles, catalanes de Barcelona, etc. Desde que estuvimos en Orikum hablo en italiano, non sonno italiano, sonno spagnolo. Me identifico como español. Why not? De Ksamil y la exuberancia del género humano en su conjunto nos vamos a las ruinas de Butrinto, más abajo todavía, casi ya en Grecia, unas ruinas impresionantes y unos mosquitos devoradores. Alba se lleva más de 70 picaduras. Se dice pronto. Nos volvemos, salimos a cenar, salimos a tomar algo, vamos a un hard rock, compramos unas láminas en el paseo marítimo. Antes, antes, hemos pasado por la Peña del Partizani de Tirana, que he visto que tienen un edificio casi para ellos solos. He preguntado por camisetas. Pásate mañana a las 10, a ver qué podemos hacer. Me paso. Me enseñan unas camisetas de segunda mano, algunas recién sudadas, las miro, las remiro, les digo que no puede ser, que son más viejas que yo, que algunas tienen el cerco más oscuro que mi... y les doy la mano y aquí no pasa nada. Antes, siempre antes nos hemos despedido de Rita, porque otro día, el día de antes, ese día que no os contamos porque no hicimos absolutamente nada de provecho, ese día nos fuimos a desayunar a las doce y Rita otra vez nos salvó la vida con unos bikinis con una tostadora que tuvo que ir a buscar a su casa. Grandiosa. 

¿Dónde estoy?

Tenemos que volver o tenemos que ir a dónde. A Gjirokaster. Esta es la ciudad natal de Enver Hoxha, el líder de la Revolución albanesa, que gobernó el país de manera firme y recta durante 40 años. Tan firme y tan recta que para encontrar un souvenir de Hoxha hay que ir a Gjirokaster porque no hay en ningún sitio más de Albania. Gjirokaster es muy bonito, vemos el reloj que yo esperaba de otra manera, como más mágica, pero agradezco ver un pueblo o ciudad pequeña albanesa con algo de encanto, ya que lo que ha sido la experiencia costera ha dejado mucho que desear en cuanto a 'encanto'. Esto ya es otra cosa. Y también lo saben todos los turistas, españoles entre ellos, que nos encontramos. Aligerando, comemos y nos vamos a Berat, que es otra ciudad monumental y más bonita todavía, me da un aire a Granada sin Alhambra. Mezquitas, canto de muecín, en Gjirokaster, Hoxha se cargó 12 de las 13 mezquitas que había. Ahora las van volviendo a levantar. Lavacoches, recambios de nueumáticos, coches de alta gama, la madre Teresa, el pasado bizantino, los otomanos y el legado que dejan, tápese las piernas si quiere entrar en mi iglesia ortodoxa pero súbase sin problemas al tejado. Niños jugando a la pelota en un espacio patrimonio de la tal. Le quedan a esto cinco minutos. Un día no podrás venir, recuerda. 

Nos tenemos que volver a Tirana, devolver el coche en el aeropuerto y pasar la última noche allí. La Pepa albanesa nos dice que vaya parguelas, devolver el coche el día de antes... anda quedaos con este cochecillo y mañana me lo traes y tan colegas. Queremos comérnosla entera. Nos vamos a Tirana, cenamos otra vez de zgare, nos bebemos litros de cerveza y aprovecho para hacer las dos cosas que tenía que hacer yo en Albania. 

Me compro una camiseta del Partizani. 

Me afeito a navaja en una barbería. Volviendo de cenar, localizo una barbería, pregunto, me pueden afeitar, claro que sí, pasa, son las diez de la noche un sábado, da igual. Afeitado y feliz. Última Korce y para casa. Adiós Albania. 

Me ha encantado Albania. Me ha encantado la gente. Me ha encantado estar en un lugar donde parecía que todo podía ser, todo podía estar y al mismo tiempo, no estar. Me ha encantado estar en un lugar en el que cualquiera tenía algo que contarte, algo que enseñarte, cualquier piedra, cualquier camarero, cualquier persona a la que le preguntases, con ganas de hablar. Me han encantado las tres hermanas albanesas que en Theth se hicieron mil fotos en la cascada. La encargada del hotel de Theth que hablaba español. Rita. El conductor del land Rover. El albanés con la camiseta de Manaj. Los del Partizani. La Pepa. La señora de la tienda de souvenirs de Gjirokaster que se rio cuando le dije que mira que era difícil encontrar nada de Hoxha... la chica de la tienda de souvenirs que hablaba castellano, el amor de chaval al que su padre le encolomó las culpas por la factura en Orikum, el durm de Orikum. Me ha encantado un país que merece vivir pero no sé si quieren o les van a cambiar el país o yo que sé. Me ha encantado no tener la razón. Me ha encantado que no fuera lo que esperabas. Me ha encantado estar en un lugar desconocido, pero que a los cinco minutos entiendes que no te va a quedar otra que conocer y reconocerte. Eso. 

Me ha encantado reconocerme allí. Mirupafsim. 

El contenido y el continente. 

PD: seguro que me dejo cosas. Completarlas vosotros. 

martes, 2 de agosto de 2022

Crónica del Low Festival. Beniyork, Beniyork...


Benidorm es un espanto. Una de las reflexiones a lanzar es la siguiente: por qué hay tanta gente que apuesta por pasar sus días de vacaciones en un lugar tan espantoso. Supongo que la oferta de alojamiento más piscina más la posibilidad de la playa, aunque sea una ficción, debe ser lo suficientemente convincente y barata como para que la ciudad siga teniendo atractivo o siga siendo un reclamo. Pero es espantosa. Y agresiva. Y abrasiva. Y todo lo que a uno se le ocurre como la asociación entre relajo vacacional y Benidorm se convierte en irracional. Aunque, todo sea dicho, quizás uno de los momentos de relajo más espectaculares lo conseguí en la piscina del aparthotel precisamente reflexionando sobre esto. Las contradicciones, etc. Me dicen que en noviembre es todavía mejor. No quiero ni imaginarme ese espanto en Noviembre. 

Vamos al Festival Low, el cartel ya de saque presenta para mi gusto muchas lagunas. Lagunas en cuanto a que gustarme gustarme me gustan dos o tres grupos o propuestas muy concretas y no todas. De esas propuestas, dos no las veo, no llego a verlas: Paco Moreno y Anni B Sweet. Llego tarde. El resto del festival, su cartel y el festival en sí en su conjunto me lleva a preguntarme qué es ser ahora moderno. Una pregunta que tiene una respuesta que no es fácil, no es sencilla, y que puede ser que sea incluso molesta. Ya no es una cuestión de edad. Pese al reparo inicial no soy ni de lejos de lo más viejo del público. Es otra cosa. ¿Es el Low Festival un festival para modernos? ¿Para amantes de la música independiente? Las propuestas más novedosas o alternativas se sitúan en el escenario Radio 3, donde el sonido es invadido de manera agresiva por el Dj de turno o por el concierto del escenario más poderoso en funcionamiento en ese momento. ¿Es moderno llevar camisas hawaianas hoy? ¿Es moderno ir todos como en las fiestas de pueblo, como las peñas de las fiestas, con las camisas hawaianas todos iguales? ¿Qué significan realmente las camisas hawaianas? ¿Es moderno llevar un uniforme común para los chicos y para las chicas? Si en mis tiempos del Primavera ya me llamaba la atención que hubiera gente, sobre todo las chicas, que se arreglasen para ir a un concierto, este festival me ha dado la vuelta como un calcetín. El aspecto, la pinta, todo, era francamente tan importante como el contenido. Pero no por rompedor, no por transgresor, o por definidor de una manera de sentir, sino porque me ha parecido una regresión. Un paso atrás. 

¿Dónde me he sentido más cómodo? En el espacio de los dj's, porque sabes a lo que vas y puedes hacer más o menos el ganso sin complicarte. Sabes que sea quien sea el dj o equipo de djs que pinchen van a sonar algunas propuestas más o menos fijas que ahora mismo no te sé decir, pero que sabes que acabarás moviendo el cucu. Un poquito de moderneo, un poquito de petardeo, un poquito de rollo orgullo y un poquito de movida cañí y a correr. Rollo orgullo. 

Conciertos. El viernes no llego a Paco Moreno y hago tiempo para llegar a ver a Triángulo de Amor Bizarro, antes veo a Jimena Amarillo que ante la oportunidad de su vida (supongo) decide cantar dos veces la de I follow inventándose la letra porque le apetece. Punkarrismo o que esto de la música y tal ya no es lo que era. La mezcla de medio rap, medio trap, reivindicación, actitud o no, todo junto, se va repitiendo en diversas actuaciones. Triángulo de Amor Bizarro hacen un concierto contundente y con pinta de ser tocado a mala hostia, cabreados. Tocan en un escenario pequeño, con un sonido invadido, mientras otros grupos o propuestas menos asentadas se llevan la parte del león. Les da igual o no y van a saco. Me gustan mucho y sudo un montón. Me voy a ver  Nathy Peluso. Una propuesta agresiva, poderosa, pero en la que no sé si que cante o no tiene importancia. Me gustan más las canciones que son como más antiguas y me recuerdan mucho a Illya Kuryaki and the Valderramas. Luego León Benaventa, no conecto en ningún momento con una propuesta que quiere parecer tan madura y tan seria y tan intensa que se me escapa. La gente enloquece con esto. No sé si el viernes vi algún concierto más. Sí, un ratito de nada a Joe Crepúsculo. Bombo a negras. 

Sábado llego tarde a la Anni B Sweet. Ya todo consiste en esperar a ver a Fangoria y Ojete Calor que empieza tardísimo. Entre medias veo a un grupo portugués que se llaman Bifannah. Un pop psicodélico que está bastante bien. Ahora no recuerdo el orden de las cosas. Vemos a un grupo que se llama El último vecino y todavía no salgo de mi asombro ante la mezcla entre El último de la fila, the cure y algo que no sé explicar pero que de manera insospechada tiene fans. La gente se sabe las letras. Fangoria traen un espectáculo con mucha pantalla y canciones que nos sabemos todos nos guste o no. Único concierto que veo en las gradas. El sábado es el día en el que la música me importa menos. Vemos a una chica que se llama Muéveloreina que tiene dos o tres canciones al principio muy divertidas pero nos tenemos que ir a ver a Ojete Calor. Antes han tocado la Habitación Roja mientras cenamos. Nunca me gustaron. También escucho de fondo a Amaia. Ojete Calor hacen gracia, tienen canciones divertidas, procaces, con chumba chumba de fondo, escenario principal, guiños a la Rosalía, y finalizan con Eres tú de Mocedades de fondo. No sé si ir a un festival de música indie era esto. Dan muy buen rollo y como son de Albacete me hacen especial gracia. Con las piernas ya hechas polvo, a casa. El vecino de al lado tiene la puerta abierta todo el día y toda la noche. La vida en directo. Benidorm. 

Ser moderno hoy es querer pasártelo bien. Creo que debe ser eso. Antes debía ser otra cosa, ahora ya no es solo esperar a salir de marcha, ahora es ir de festival y todo lo que ello conlleva, ya no preocupa tanto la estética, el moderno de flequillo ha muerto, el gafapasta ya no existe, ahora es otra cosa, purpurina en la cara, barrigas al aire, pinta de estar en el cielo. Ganas de estar en el cielo. 

El domingo llego a tiempo para ver a The Temples que parecen ser un grupo normal, tocando sus instrumentos, haciendo una música más o menos psicodélica o algo así, ya no sabe uno. Antes nos hemos ido a comer por ahí, por la ciudad. Si las afueras mal, por dentro es peor. La playa ni pisarla, nos volvemos caminando, otra vez paz en la piscina. Bien. Como digo, llegamos a tiempo para The Temples, y encadenamos un poquito por allí y otro poquito por allá con Primal Scream, el grupo al que yo quería ir y el primero de mis favoritos que localicé. No sé los años que hace que no veo a Primal Scream, creo que la última vez iban como con cuatro guitarras o así. Aquí solo les queda una, no está el Mani que hay una chica y el batería de siempre. Y el Bobby Gillespie, que está quietecito, bastante. Pero pese a que no doy un duro por ellos, el concierto me gusta y me hace bailar todo el rato. Todo el rato. Con las que sí y con las que no, como Country Girl. Tocan Swastika Eyes pero no la de Kill All Hippies y tocan algunas del Screamadelica también. Bailo mucho y me lo paso bien escuchando música en un festival. Más deambular y acabo con Toundra. Mi amigo Edu me los recomienda mucho. Son una banda que hacen instrumentales que van creciendo en intensidad. Es una propuesta arriesgada, suenan muy bien, pero puede ser que el hecho de que todas las canciones tengan un desarrollo parecido... bah, pejigueras. La gente disfruta y además ya queda poco para acabar el festival, qué quieres. 

Pues que hace mil años que no iba a ningún festival, como decían los Dorian en su última canción, efectivamente los vi también el viernes. De todas las bandas quizás con la que menos conecto, tenía ganas de verles cantar esa frase en vivo. hace mil años que no pisas un festival. Efectivamente, y aunque ellos los pisen desde hace décadas no pueden evitar tampoco que la edad haga estragos y que el efecto eternamente joven de la fiesta y el tralarí tralará y el jijijaja pase factura. Ver a un señor mayor decirnos que somos unos puretas... da risa. Seguir cantándole a ver amanecer... tápese.

Y res. Otro festival y espero que no sea el último y que los próximos sean más de mi onda si es que la hay. Como siempre acompañado por una gente tolerante y respetuosa con las evasiones y con la Albita jurando y perjurando que a Benidorm, nunca más. 

Veremos.