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miércoles, 19 de marzo de 2025

Karpov


Ahora, pam, me subo a la baranda, me tiro al río y salgo nadando hacia nosedónde y cuando llegue me quito el traje y la corbata y me cago en todo y libre, libre al fin. Y venga a nadar y que ni el frío, ni el cansancio me afecte, porque mi meta es tan grande que no hay esfuerzo suficiente que me pare. A que me tiro. Un día os voy a dar un susto y me voy a tirar. Un día todo este rollo del gélido y de la hostia os va a estallar entre las manos y voy a liar una que os vais a cagar las patas abajo. Mira cómo agarro la barandilla. Es que con estas mismas cojo y de un salto, chimpun, y no me volvéis a ver el pelo pero es que nunca más. Y sobre todo, por quitarme al notas este de encima. Siempre mirando. Que sí, que sí, que eres muy bueno y muy salvaje y muy agresivo y todo lo que tu quieras, pero deja de agobiarme, coño. Con el humo del cigarrito, con la mirada intensa, que sí, que eres super guay y que yo soy un carca y tú eres moderno y lo que tú quieras. Pero un día voy a coger y me voy a dar el piro y entonces a ver con quién te mides, a ver con quién te comparas. Te aburrirás, te cansarás, te pondrás a decir gilipolleces, a creerte un payaso, porque eres un payaso al final, y como payaso que eres si no tienes freno, límite, solo sabes hacer payasadas. Payaso. Es que fíjate qué poco me costaba coger, pegar un salto y ponerme a nadar y que le den por el ñaca a todo. El frío del agua, tú crees que me va a acojonar el frío del agua por el amor de Dios, que solo dices idioteces. Te has acostumbrado a que todos te rían la gracia porque eres y es que en realidad no eres, porque cuando yo me haya ido qué, qué vas a hacer. Vas a jugar con maquinitas y con ordenadores y serás un mono de feria. Y lo peor, cuando tú seas un mono de feria, qué seré yo. Quizás otro mono de feria. Cualquier día va a ser bueno. 

viernes, 29 de noviembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


En ningún momento quiso insultar a toda a una nación, ni siquiera quiso insultar a nuestra comunidad. Vino desde otro sitio, no nos conocía, no sabía casi nada de nosotros más allá de lo que había estudiado y de lo que era el objeto de su trabajo, pero no sabía quiénes éramos realmente. Así que cuando llegó al Ayuntamiento y le prepararon aquella sala donde debía hacernos partícipes de un nuevo sistema de almacenamiento y distribución de las cosechas y comenzó a hacer una introducción histórica sobre el origen de nuestro sistema y el porqué cultivamos lo que cultivamos y de dónde vienen nuestras costumbres gastronómicas que condicionan, 'de manera incontrovertible' nos dijo, la esencia de nuestra forma de ser, con un cierto aire de que sabía algo que nosotros, que éramos nosotros mismos, no conocíamos, ya vimos que la cosa acabaría mal. Pero es que éramos nosotros mismos. Nosotros mismos. 

lunes, 22 de julio de 2024

Capítulo IX - Vorkutá


Este es básicamente un capítulo clásico de citas, encuentros y desencuentros. Le llamé, me dijo que iba a venir y no llegó. Luego resultó que se había confundido. Cuando quisimos volver a quedar estaba incomunicado. Me llamaron de otro sitio y me fui.

viernes, 19 de julio de 2024

Rearme nuclear


Claro que lo podía haber hecho de otra manera, pero Carmencita mía, en esos momentos yo no era persona. Te llaman y te dicen que tal y tú en ese momento no valoras nada ni piensas nada, simplemente te quedas como a un conejo al que le dan las largas y no sabes qué decir. Así que fue después cuando empecé a entender lo que estaba pasando. Llamé a Rosario y ella me puso las pilas. Me dijo qué documentos tenía que presentar y adónde tenía que ir. Ya sabes que me cuesta mucho, pero Rosario es mucha Rosario y al final las cosas han salido adelante. Ahora las cosas son de otra manera, ahora ya sé valerme por mi mismo, pero entonces yo que sé. También te digo, estoy esperando que me llamaras y me preguntaras, porque ahora es muy fácil interesarse y decirme cosas, pero entonces es que no te vi el pelo. Que no me importa, porque no me importa, pero oye, esa chinita me la guardo. Bueno, vamos. 

miércoles, 17 de julio de 2024

Capítulo III - Montes Apalaches


No sabía como subir hasta allí y tuve que pedirle a un lugareño que me acompañase. Will Humpton se llamaba. No hace falta entrar en detalles para saber que era un producto genuino de aquellas tierras. Conocía algún que otro atajo que me permitió llegar sin problemas a la cabaña donde vivía el viejo Fenton. Cuando llegamos, Fenton estaba intentando de alguna manera encender una especie de caldera que tenía en el exterior de una cabaña que parecía caerse a pedazos pero que sorprendentemente tenía algo de acogedor en su interior. Fenton nos miró, preguntó quiénes éramos, reconoció a Humpton y no me estrechó la mano. Pasamos al salón de la cabaña, que no era especialmente grande ni había porqué llamarlo salón. Hice unas cuantas preguntas y Fenton me contestó de manera esquiva, sin querer proporcionar ningún dato relevante. Pero no me hizo falta. Cuando iniciábamos el camino de regreso, Humpton me dijo que Fenton era buena gente pero que vivir allí aislado te cambiaba el carácter. Supongo, le dije. 

viernes, 21 de junio de 2024

Karpov


Y pasan los años y pasarán mil cosas y pasarán yo que sé, eras, edades, pasarán cometas, se establecerán nuevos órdenes, se medirán las cosas con otros parámetros, tendrás un nuevo corte de pelo, te dejarás bigote y te lo volverás a quitar y te lo volverás a dejar, pensaré lo mismo o dejaré de pensar lo mismo, me harán falta unas cosas o me gustará desprenderme de todo, iré de vacaciones a lugares que no me gustan o me quedaré en casa sin aburrirme, las marcas de moda serán unas y luego serán otras, el estilo agresivo se volverá a llevar o bien los jugadores serios seremos de nuevo los que nos impondremos, me levantaré temprano o me daré media vuelta en la cama, pasaremos una glaciación y luego otra y luego otra más y luego nos quejaremos del calentamiento global, nadie se acordará del cine, ni de la televisión, ni de la radio, ni sabrá nadie lo que era el papel, ni tendremos que hablarnos entre nosotros, volverá la religión a ser una fuente fundamental de conocimiento de las cosas, saldremos a la calle y tendremos que pagar por pasear por ellas, el dinero será abolido, la propiedad será un robo, la tierra será un paraíso, emigraremos a Marte, Rusia será un gigantesco campo de exterminio, Rusia será un gigantesco campo de cultivo, Rusia no existirá, flotaremos sobre el suelo y la gente nos hablará de algo que hacían nuestros ancestros que se llamaba caminar y le miraremos con desconfianza porque ya no tendremos pies y lo habremos olvidado todo, absolutamente todo sobre la vida pasada porque el futuro será tan otra cosa que yo que sé, no me acordaré de nada, no me acordaré de ti, no me acordaré de la defensa española, ni de aquella partida que el gané a Spasski, ni me acordaré de los años buenos, ni de los años malos, ni de los años regulares, ni tendré memoria, ni tendré recuerdos, ni sabré quién soy, ni qué pinto yo aquí, y todavía así me preguntarán por él. Él. Siempre. 

jueves, 20 de junio de 2024

Lenin diagnostica


Quiero compartir con vosotros y vosotros, ahora mismo camaradas, un diagnóstico sobre la situación y quisiera que me escucharais atentamente y que, por favor, no apuntaseis nada. Porque no es la primera vez que os esmeráis tanto en apuntar las cosas que digo para luego registrarlas en libros, opúsculos y panfletos, que ciertamente no entendéis lo que os estoy diciendo. El diagnóstico que hago ahora mismo de lo que nos está sucediendo es que me parece que no estáis pendientes de lo que pasa. Lo que pasa no es lo que pensáis que pasa, es lo que pasa. Y eso que pasa no sabemos lo que es. Yo tampoco. Yo no sé lo que pasa y cuando tenemos que decidir qué hacer nos basamos en movidas que no son lo que pasa, sino en lo que pensamos nosotros. Nosotros hace tiempo que no pensamos demasiado porque pensamos que tenemos que pensar y hoy ya nadie está atento a lo que pensamos. Ni ellos mismos se toman tiempo en saber qué o con quién y es todo mucho más aquí y ahora y mañana puede ser otra cosa y lo que fue ayer igual te lo recrimino a ti pero a mí, oye, qué me estás contando. Todo es un poco así. Por eso me gustaría que me escucharais atentamente y que pensarais un poco en lo que digo y que no estéis tan pendientes en reproducir lo que digo. Pienso que lo que sucede ahora mismo es que el ahora mismo es muy poderoso. Que lo que pasa ya es más importante que cualquier otra cosa y que yo que sé, que queremos fijar el tiempo, detenerlo, explicarlo, analizarlo, para así poder transformar el mañana, lo que ha de suceder, sin pensar que no hemos sido capaces de transformar el propio presente y que no sabemos qué pasa. No apuntes nada, intenta quedarte con la idea. A ver si lo explico de otra manera. Estamos pensando en cómo debería ser todo y nos estamos flipando tanto que no sabemos lo que es. Y lo más importante, no creo que sepamos distinguir la gente que es. Ya no distinguir, reconocer a la gente. Me miráis como si estuviera diciendo algo raro porque todos sabéis cual es nuestra gente, porque lo pone en otros libros y os hemos dado la brasa hasta la saciedad con esto, pero levantar un poco la mirada a vuestro alrededor y decirme de manera franca y sincera, camaradas, quiénes sois. Porque igual lo que yo veo ahora mismo ya no tiene nada que ver con. Ni yo mismo. Y ahí tenemos un problema. 

martes, 18 de junio de 2024

Gospodarek


Hace tiempo me contaste sobre alguien, sobre el Chancho Gospodarek. Y recordando, yo también conocí a un Gospodarek. Pero no tiene, en principio, nada que ver con el que tú conociste. O lo mismo sí. Yo conocí a un Gospodarek que se llamaba Jan y que nos hizo la recepción cuando fuimos a un congreso a Budapest. Hablaba un castellano perfecto, sin ningún tipo de acento, bueno, miento, tenía cierto acento argentino o chileno. Lo que digo es que no tenía acento centroeuropeo. Me contó que su familia había emigrado a América y que él nació allí pero que regresó a Europa. Gospodarek nos llevó al hotel y nos recogía cada mañana para llevarnos en coche al lugar donde se hacía el Congreso, que duró cuatro días. El congreso era un auténtico timo y ya el primer día le dijimos a Gospodarek que viniera a recogernos dos horas antes de que acabara cada sesión para poder disfrutar de la ciudad y no ir del hotel al centro de congresos y así. En uno de estos viajes, Gospodarek nos dijo que había estado en Barcelona muchas veces y que le gustaba la ciudad. Le pregunté que porqué había abandonado su país para volver a Budapest. Me dijo que en realidad sus padres no eran húngaros, sino polacos, y que habían emigrado a la Argentina por motivos que nunca fueron claros. No eran judíos, tampoco habían sido comunistas, o, al contrario, tampoco huyeron de algún tipo de represalia por algo oscuro. Simplemente habían decidido emigrar y como mucha gente hablaba de Argentina, se fueron para allí. Tuvieron hijos, tres hijos, y él, Gospodarek, creció en una de esas ciudades de interior que tiene nombre de otra ciudad. Sus dos hermanos, Lara y Simeón, eran argentinos normales, siempre más rubios que el resto, pero no tanto ya que emigración rubia siempre hubo en la Argentina. Sin embargo él, Gospodarek, era bastante moreno y peludo. Su madre le dijo una vez que era la viva imagen de su tío Krezsmir, lo que a él le tranquilizaba ya que pensaba que en realidad pertenecía a otra familia. Gospodarek no quiso estudiar y se puso a trabajar en un taller de coches. No era torpe y fue ascendiendo hasta que una multinacional del sector de los coches se fijó en él para hacer de intermediario y le propuso trabajar para ellos. Gospodarek dijo que sí, sin saber qué tenía que hacer. Finalmente su puesto era el de interlocutor entre la empresa matriz y la filial argentina. La empresa tenía una ejecutiva húngara que iba y venía de Europa a Argentina y Brasil, donde tenían fábricas. Un día coincidieron en alguna parte, hablaron, etc. Ella le propuso que se vinieran a su país, Hungría y él aceptó. Una vez en Hungría, en Budapest, él dejó la empresa y dejó a su esposa húngara que, por cierto, se llamaba Edita. Edita, cuando se separaron, le dijo a Gospodarek que podría quedarse a vivir en Budapest, porque parecía uno de ellos. Y Gospodarek se quedó. Y encontró este trabajo. Y ahora no sé porqué te estaba contando esto. 

miércoles, 22 de mayo de 2024

Yo también soy escritor


Yo también soy escritor, le dije. Tengo un blog que intento actualizar cada día y allí escribo un poco de todo. Antes, proseguí, escribía muchas más cosas de ficción pero de un tiempo a esta parte, la verdad es que ficciono poco. Antes, cuando decía que tenía un blog que actualizaba cada día, notaba que la reacción del interlocutor era más viva. Pero ya hace tiempo que lo del blog se ha quedado como algo bastante obsoleto y es evidente que la gente ya no lee blogs. Es más, pareciera que seguir anclado al blog es como no haberse despegado de algo que una vez fue y que ya no será. Así que cuando le dije que yo también era escritor me miró con desconfianza. ¿Escritor yo? Ella llevaba ya tiempo viviendo en mi misma ciudad y por su trabajo de periodista en un medio local había tenido que cubrir presentaciones de libros y eventos literarios y culturales varios a los que siempre asistía la misma gente y yo jamás fui el protagonista de ninguno de estos eventos. Cuando le expliqué lo del blog su interés descendió. Yo estaba allí para otra cosa. Aquello era el típico acto para celebrar el aniversario del nacimiento de una luminaria local, un escritor que tenía una plaza y una calle y un polideportivo y a ella la había visto en otros eventos semejantes. Aquel escritor había publicado varias novelas y crónicas familiares, había vivido en una señorial casa del centro y muchos vecinos se consideraban parientes lejanos o cercanos. El ponente era otro escritor local, un poeta que había batido el record mundial de libros publicados en un año, que recordó todos los méritos de aquel escritor y de su amor por una ciudad que, a tenor por lo que se reflejaba en sus obras y crónicas familiares, detestaba profundamente. El poeta local, enfebrecido, llegó a asegurar, también víctima del autoodio, que el gran problema del homenajeado había sido no salir demasiado de la ciudad en cuestión, lo que le privó de un reconocimiento mayor por parte de las élites culturales de la capital. Se obviaron cuestiones y posicionamientos sociales e ideológicas del personaje y se pasó a un pequeño aperitivo con pastas saladas en el que tuve ocasión de saludar a la alcaldesa y de ser ignorado por el resto de representantes de lo que podríamos llamar la intelligentsia local. Fue ella la que se dirigió a mí para preguntarme por alguna cuestión de agenda e hilamos una pequeña conversación sobre lo que estábamos viendo. Tuve que decírselo. Yo también soy escritor.  

viernes, 26 de abril de 2024

Once upon a time


Había una vez, en un país muy lejano, otro país dentro de ese país en el que se vivía y se conducía por la derecha. Siempre y bajo cualquier circunstancia, se regían sus habitantes bajo una serie de preceptos que venían dados desde ese siempre que nadie sabe datar. Esos preceptos decían que habían sido traídos por un sabio llamado Fulón, desde un lugar que el mismo Fulón se negó siempre a aclarar. Así que en ese país dentro de otro país donde todo se hacía desde la derecha, sus habitantes vivían felices y perfectamente en consonancia con un orden y unas reglas. Pero, ay, siempre hay en todo grupo humano alguien que se descarría y busca respuestas por su cuenta a los problemas del mundo, sin pensar que, quizás, deteniéndose un poco y preguntando por si alguien antes ya se preocupó por lo que a él le conmueve, y así nos ahorraríamos tantos y tantos destrozos que se causan por ese motivo de creer que uno es capaz de. Y no, no lo somos. Esto ocurrió con una persona a la que llamaremos Malón, aunque este no era su verdadero nombre ya que su nombre ha sido borrado y maldito para siempre en el mundo y el universo entero por su maldad aberrante. Malón quiso saber e investigar de dónde vino Fulón y repasó y consultó y dedicó tiempo a saber y saber y así llegó a la impía conclusión de que Fulón no vino de ningún sitio, sino que siempre estuvo en ese país dentro de otro país y que, hecho aún más sorprendente, en realidad Fulón como Fulón, jamás existió. Imaginen la sandez y la tontería y el cuestionamiento por el cuestionamiento y la subversión de creencias y me dan unas ganas de coger al tal Malón y que se entere de una vez y mira que ya me sé el cuento y sé que muy sánamente se lo quitaron de en medio y que Malón en realidad, bueno, que no quieras saber tanto. Siempre por la derecha y ya. 

miércoles, 17 de abril de 2024

Agaporni


Me quisieron explicar cómo era y me dijeron 'es como un agaporni'. La gente debe pensar que yo soy biólogo porque regularmente me ponen ejemplos del mundo animal o vegetal que consideran que tengo que conocer y la verdad es que nada más lejos de la realidad. Como un agaporni qué es. Cuando alguien me habla de agapornis, automáticamente mi cabeza viaja hasta aquellos lejanos tiempos en los que debías mantener vivo a un animalito gracias a una maquinita diminuta que había que accionar de una determinada manera y que ahora no recuerdo pero que debía parecerse a la palabra 'agaporni' para que yo me vaya a eso. A esa maquinita, a ese animalito que puede que fuera un agaporni, pero ya no lo recuerdo y ahora dudo si utilizar el móvil para informarme. A veces, no siempre, prefiero mantener un puntito de ignorancia, un espacio sin completar. A veces, por ejemplo, no recuerdo si ya he dicho antes que no quiero mirar en el móvil si tal o cual cosa es cierta, ni siquiera si ya he utilizado antes este mismo ejemplo o esta misma situación o esta misma imagen de alguien que no quiere mirar en el móvil si una cosa ya la has dicho o si está por decir. Me quedan muy pocas cosas por decir y es posible que en algún momento empiece a repetirme. Hay a quien le gusta escuchar o leer mil veces la misma cosa. Disfrazada más o menos. Hay quien hace de escribir o tocar exactamente lo mismo un sello de fábrica. ¿Quién no está buscando siempre algo que se parezca a algo que le gustó una vez? El caso es que en esta ocasión voy a utilizar el móvil para que no tengáis una imagen distorsionada de mi sabiduría infinita o penséis que por timidez o arrogancia prefiero dármelas de algo que en realidad no soy porque me puede la curiosidad y voy a ver lo que es un agaporni. Y sí. Se parece. 

martes, 16 de abril de 2024

Chucrut


No, amigo, le dije. No es así. Así se hacía antes, ahora las cosas han tomado otros derroteros y tal y como tú lo planteas no lo va a entender nadie. Es algo de lo que yo también me he dado cuenta quizás demasiado tarde. Antes yo hacía las cosas tal y como se me decía, sin plantearme ningún tipo de alternativa o pensar en la posibilidad de ser yo quien imaginase alguna manera diferente y quizás hasta mejor. Pero con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que lo mejor es no pensar en que hay algo por encima de nosotros que tiene claro de que va el tema y tirar por tu cuenta. Así, todo lo que me has explicado sobre el procedimiento y tal, está absolutamente desfasado porque sigues hablando tal y como se espera que hables. Parece que simplemente te has limitado a aprenderte el folleto, o el libro, o lo que sea, y me lo estás explicando y no me interesa. En absoluto. Antes yo era de los tuyos y por eso te entiendo. Comprendo perfectamente que estés ahora mismo un poco perdido y que sientas la necesidad de volver a explicarme algo que ni yo, ni nadie, está dispuesto a encajar. Ya no encaja. Ese es el problema. Tengo una nueva receta. Y esa receta contiene los mismos elementos que tú utilizas, pero mezclados de una manera diferente. Tan diferente que pensarás que no es lo mismo, pero en realidad es lo mismo. Al final, es todo un tema de forma. Pero es igual. No te enfades. Si está igual de malo.  

viernes, 5 de abril de 2024

Primaveral


Recuerdo aquella anécdota que me contó Lady Julianne sobre una tarde de primavera en la que ella estaba en casa, leyendo, cuando de repente sonó el timbre de casa y se dio cuenta de que estaba sola porque Rebecca había ido al parque con el entones señorito Joffrey y tuvo que ir ella misma a abrir la puerta y se encontró con un oficial del Ejército que decía venir a darle una muy mala noticia. Y Lady Julianne tuvo un escalofrío porque pensó que algo había ocurrido con su esposo, o bien con su hermano, ambos andaban peleando, no, un momento, ninguno de los dos estaban alistados en el Ejército y ambos se encontraban en el Club, en aquel momento, saboreando unos puros y ella misma contaba, con aquella voz que tenía tan dulce, que recordó que tampoco tenía un hermano y que no estaba casada y que en realidad no tenía un hijo llamado Joffrey y que la primavera, siempre la primavera, le daba la oportunidad una o dos veces al año de inventarse cosas eduardianas. Como levantarse del butacón y mirar las plantas y regarlas. Sin tener ella butacón. O sorprenderse del resultado de las carreras de caballos. O reirse con alguna anécdota que le contaban las amigas del círculo. O cuando aquella vez saltó aquel charco para no mancharse y cayó en brazos de aquel apuesto oficial del Ejército que, muy serio, le dijo que tenía una mala noticia que darle. La primavera se había acabado. 

miércoles, 13 de marzo de 2024

Krasnoyarsk


Yo ya había estado en Krasnoyarsk antes, hace mucho tiempo, pero no la recordaba así. Entonces, la ciudad era poco acogedora y cuando volví al cabo de unos años, bastantes años, eso no había cambiado. Pero sí que había algo que no parecía estar en su sitio. María me dijo, no nos habremos equivocado y estamos en Krasnodar, que mira que te lo dije. No, no, le dije. En Krasnodar hace bastante más calor que aquí, Krasnoyarsk es frío como el mismo demonio. Y mira el río. Y míralo todo. Está helado. Es algo que no sé cómo definir, pero ha cambiado. Será que cuando viniste por primera vez todavía existía la Unión Soviética y ahora eso ya pasó y ahora todo es diferente. Por poco que haya cambiado, siempre se modifican cosas y ese cambio no parece cosa menor, me dijo María. Yo miraba en torno a nosotros y reconocía edificios, pero había algo. Quizás algún letrero comercial algo más alegre y que la gente en la calle parecía más joven. Un coche pasó por nuestro lado. Era nuevo. Alguien miraba el móvil. Aquellos gorros tan gruesos, dónde estaban. Fuimos a una cafetería. Yo no recordaba cafeterías. Pero las había. María me hablaba de Moscú. Ella había estado trabajando allí durante cinco años. En mi cabeza se mezclaban cosas. El río. El frío. Al salir de la cafetería, María me propuso volver al hotel. Quise ver la tele. En un programa entrevistaban a unos turistas catalanes. No éramos nosotros. Decían que estaban haciendo un viaje por toda Rusia y que Krasnoyarsk les estaba encantando. Les encantaba Krasnoyarsk. Quizás era eso. 

martes, 12 de marzo de 2024

Gastarbeiter


A Nazario Santisteban le tocó la moto en la lotería. Eso es lo que decían sus compañeros en la fábrica. Nazario Santisteban protestaba y decía que de eso nada, que se la había ganado con su trabajo. Especificaba muy bien lo de 'con mi trabajo'. Pero los demás le decían que había sido la lotería. Aquel año, los patrones, en sintonía con los sindicatos, decidieron ofrecer un obsequio por la productividad y qué mejor que una de aquellas motos que se fabricaban en la propia fábrica. Cuando se dijo el modelo de motocicleta que iba a proponerse como complemento hubo una cierta decepción entre los trabajadores de la planta, porque todos fantaseaban con algún modelo utilitario que les permitiera desplazarse sin mucho trastorno de sus domicilios a las fábricas, pero aquel modelo, un señor motón, era demasiado y muchos de ellos comenzaron a hacerse un poco el ronsa a la hora de dar el callo. No querían esa moto. Solo Nazario Santisteban había considerado que a él ni moto ni mota y que él iba a seguir trabajando igual, porque ya en otra ocasión le habían enredado con nosequé y al final casi le ponen una sanción porque le dijeron que estaba convocada una huelga y luego resultó que no y un lío todo. Por eso él había seguido trabajando igual y así se encontró aquel día subido al escenario y con todos los trabajadores, los compañeros, aplaudiendo porque se habían librado de aquella moto y Nazario iba a ser conocido por todos como 'el de la moto'. Y qué moto. No sé cuántos cilindros, no sé cuanto de motor, no hacía ruido, era como un camión de grande. qué iba a hacer Nazario con tanta moto. Llegó a casa y le dijo a la mujer que le había tocado la moto del sorteo. La mujer, Rosana, que venía de un pueblo de Galicia como él y que también trabajaba en una fábrica, pero ella de frigoríficos y electrodomésticos varios, dijo que le parecía muy bien, que ya era hora que la empresa se estirara un poco y que fíjate que ellos ya tenían la lavadora y la nevera gracias a la empresa suya y que ahora también moto. Pero que ella no se iba a montar en la moto y que si él la quería aprovechar para ir al trabajo o hacer alguna excursión... pero Nazario no utilizaba la moto. A Nazario le daba vergüenza ir a trabajar con la moto y que los compañeros le dijeran, mira, ya viene Nazario el de la moto. Así pasó el tiempo y Nazario dijo de venderla. Y ahí Rosana dijo, vamos a ver. Y bajó a la calle donde tenían aparcada la moto y la miró y se subió encima de la moto y Nazario le dijo qué haces y ella le dijo, calla, y le preguntó que cómo se encendía y Nazario se lo dijo y la arrancó y la encendió varias veces y le dijo, la moto me la quedo yo. Pero qué dices. Que si tú no la utilizas me la quedo yo. Y Nazario le dijo que si era eso que entonces la utilizaba él. Pero ella le dijo que no. Que ya había tenido tiempo de pensar y de usarla y que no había manera. Y Rosana se quedó la moto. Y la conocían como Motorosana en el edificio. Y un día Nazario quiso coger la moto porque le daba mucha envidia y salió con ella por una carretera y se dio cayó y se mató y la moto siniestro total. Y Motorosana se volvió a comprar otra moto, claro.  

martes, 27 de febrero de 2024

Celacanto


Ni me gusta, ni me disgusta, pero conozco a gente a la que sí que le gusta. No me gusta el mar, en general, prácticamente nada relacionado con, salvo comer algo de pescado. El caso es que a unos amigos les gusta ahora lo de hacer inmersiones y nos convencieron para que les acompañáramos un fin de semana a un pueblo de la costa. Ellos harían sus cosas y yo me dedicaría a lo mío. Lo mío no suele tener que ver con la costa. Me llevé unos libros y quise leer, pero finalmente me dediqué a quedarme sentado en las terrazas de los bares costeros y allí esperar a que mis amigos terminaran de hacer sus cosas. Mi compañera quiso también introducirse en el mundillo y así las cosas, me quedaba solo buena parte de las mañanas, leyendo el diario, bebiendo aguas con gas y comiendo bikinis. Y mirando el móvil. Mirar el móvil me tiene consumido. Leo cosas. Miro cosas. Leo noticias pero lo utilizo también como la enciclopedia cuando era pequeño. Salto de un tema a otro, miro biografías, curiosidades, yo que sé. Una de esas mañanas, no sé cual, un señor se sentó a mi lado en la terraza. Me veía enfrascado mirando fotografías de algún grupo de los 70, cuando me dice 'esos vinieron a tocar aquí hace años'. Ah, muy bien. De hecho ese era un dato que ya conocía. 'Yo toqué con ellos'. Claro, le dije. 'Yo soy un celacanto'. Soy de esa clase de personas que no nos definimos por la curiosidad, precisamente. Ante mí se abría un abanico amplísimo de preguntas, de inquisiciones sobre la vida de alguien que parecía ser bastante interesante, podría parecer excéntrico, podría parecer raro, podría parecer extraño, pero seguro que tenía una vida detrás. Pero aguanté unos veinte segundos sin decir nada, me levanté y me fui. 

jueves, 22 de febrero de 2024

Un juego


Saco un cuatro y no es un cinco y salto por el tablero buscando lo que me ha de pasar. Lo que me pasa es que me he equivocado de estación y he salido en otra estación de metro que no es la que me toca. Tengo que volver atrás o bien tengo que proseguir el trayecto por otra línea para volver a coger el camino que me toca. Pero prefiero volver a tirar los dados. Me sale un uno. Es imposible que con dos dados te salga un uno, me preguntas. Pero me sale un uno. Entonces no sé qué hacer. Pero decido avanzar una casilla. Estamos esperando un autobús que nos tiene que llevar a un pueblo que nos han dicho que es el típico pueblo. El pueblo que reúne a todos los tópicos de la zona. Nos lo vamos a pasar genial. Pero me quedan dos tarjetas verdes y mis fichas son pocas para defender el terreno. Tengo que hacer como que no va conmigo. Pero noto que las tropas avanzan y han conquistado ya el territorio. Tengo que salir. Vuelve a salirme un uno, es increíble. Ni tirando el dado contra la cajita de las fichas, el talismán que nunca falla. Me sale un uno. Estamos ahora en la parada del metro y el que viene viene vacío. Del andén salen rebotadas por aire una serie de cartulinas y hay un cañón y hay un caballo y otra que me dice que tengo que ir a la cárcel. No, a la cárcel no voy a ir a la cárcel. No quiero ir. Tiras tú los dados y te sale un doce. Qué potra. Te vas lejos y te vas corriendo. Tienes que tirar otra vez y te sale un doce otra vez. Es imposible que te salgan tres seguidas. No te pueden salir tres seguidos porque te puedes morir. Tengo miedo de que te salga otro doce. Tengo una carta escondida. Tengo un comodín que lo pienso utilizar en caso de que te salga un doce. No entendemos las instrucciones, están en inglés. Interpretamos que si te sale otro doce no te mueres, pero pierdes. Dices que prefieres morirte. Hay una copia de las instrucciones que están en castellano. Pero son de otro juego. 

miércoles, 21 de febrero de 2024

Caminando con Jesús


Estaba caminando con Jesús y me estaba contando algo a lo que no le estaba prestando mucha atención cuando de repente vi a una chica que llevaba las mismas bambas que le regalé a mi hermano por su cumpleaños. No son unas bambas especialmente raras de encontrar, al menos el modelo, pero sí la combinación de colores, que no había visto a nadie y me llamó la atención. Interrumpí entonces a Jesús y le comenté el detalle, que además me dio paso a introducir un nuevo tema de conversación y es el de la gente que quiere parecerse a gente. Al hilo de esas bambas me surgió el tema de esas otras bambas y no lo voy a ocultar, todas las bambas son Adidas, en esta ocasión hablo de las Adidas Samba blancas que se han puesto de moda de tal manera que incluso salen en un anuncio de una tienda de zapatillas como el arquetipo de las bambas que tienes que llevar. Tienes que ser como todo el mundo tiene que ser. Y si no eres como todo el mundo, puedes ser como otra gente que no es como todo el mundo y que en sus peculiaridades, también se parecen. Se parecen los que se ponen gorra y se dejan barba. Los que se dejan la barba muy larga. Los que deciden ponerse la capucha por encima para parecer indigentes pero no lo son. Se parecen los skaters que parecen malvivir con pantalones anchos y bambas carísimas pero siempre ajadas. Se parecen quienes se dejan el pelo crecer hacia delante para maquillar, incluso en la preadolescencia, más que probables calvas. Nos parecemos los que escogemos gafas de montura transparente porque hemos visto que ya no se llevan las gafas cantosas sino las transparentes. Y acabas pareciéndote a todo el mundo. Y te conforta ver cómo no estás alejado de algún tipo de modelo que puede ser una referencia y estás bien. Tus bambas que son aceptables, tus pantalones, tu modelo de suéter que puede ser antiguo pero que se referencia en algo, algo que te parece cómodo, más cómodo a veces que el propio suéter. Una camisa, un abalorio, lo que sea. Algo que no te hace sentirte tan solo. Que te permite mirarte en los espejos y reconocerte como uno y al mismo tiempo, más. Jesús, escuchándome, asentía ante mi reflexión y me preguntó si acaso esos pensamientos míos sobre la estética de los demás, aunque fueran también sobre la mía propia, no estaban relacionados con un previsible agriamiento del carácter producto de la edad. Le contesté rápidamente que no, que yo había sido siempre así. 

martes, 20 de febrero de 2024

Cuando era


Lo recuerdo ahora. Pero yo fui el más rápido entonces. Tenía un coche indomable que conseguí manejar con mucho esfuerzo y con el paso de las carreras, aquel año conseguí mi único título. No necesitaba tener el título en cuestión y mi vida no cambió sustancialmente en cuanto a lo material cuando quedé campeón, pero algo sí que sucedió. Comencé a recordar. Antes, vivía la vida al segundo, al minuto, sin preocuparme por el mañana ni por el ayer. Pero cuando me pusieron aquella última corona y descorché aquella botella de champagne y nos fuimos de fiesta para celebrar el título, ya empecé a echar de menos algo. No sabía que era y creo que sigo sin querer saberlo. Pero una cierta nostalgia. Aquel subirme al coche y no saber. Aquella sensación de vértigo. Cuando comenzó la temporada siguiente, quise mantener aquella expectativa, pero no sé porqué algo había cambiado. Recordaba, pero no disfrutaba del momento. Pensaba en aquel circuito, en aquella curva, aquella maniobra que me quitó de encima a aquellos dos justo en este mismo punto. Y no alcanzaba nunca los primeros puestos. Solo en una carrera conseguí ganar. Fue un cúmulo de casualidades. Sin saber cómo me vi el primero y conseguí aguantar. En el podio recordaba que el año anterior había ganado también aquella carrera en unas condiciones muy parecidas. Ahora lo recuerdo y parece que no pasó nunca, pero lo tengo siempre en la cabeza. Seguí pilotando dos o tres temporadas más. Me retiré y volví cinco años después. Creí que comenzando de nuevo podría recuperar aquel espíritu. Pero ya era tarde. A media temporada ya todo el mundo y yo mismo sabíamos que no tendría continuidad. No veo ninguna carrera. No reconozco nada de aquello que yo viví en las carreras de ahora. Ni siquiera pienso en ello. Pero hay algo, un ruido, un olor, siempre, que me hace recordar. 

miércoles, 7 de febrero de 2024

Perelemann

Cada mes, Larry Perelemann abandonaba su domicilio en Puerto Rico para volar hacia Nueva York y encontrarse, en un pequeño piso de Brooklyn con una persona con la que mantenía una relación desde hacía muchos años. Esta relación era una relación económica, Perelemann llegaba con una serie de objetos de cierto valor, fruto de sus contactos con personas de diversa procedencia pero de intereses comunes que habitaban en muchos lugares del mundo y que tenían en común cosas que no vienen al caso. El caso, es que cada mes, Perelemann se encontraba con alguien, que durante muchos años fue la misma persona hasta que un día, Perelemann, al abrir la puerta se encontró con otra persona. No era la misma persona. Si durante muchos años Perelemann se encontró con un señor bastante mayor, que decía llamarse Cohnson, aunque era evidente que era un nombre falso, aquel día Perelemann se encontró con alguien bastante más joven que él que le tendió la mano y le dijo llamarse Cohnson también. ¿Eres el hijo de Cohnson? No, soy Cohnson. Perelemann no preguntó nada más. Entregó lo que tuvo que entregar, recibió a cambio lo que era suyo y se fue. Un mes después, subiendo las escaleras que le conducían al piso donde se encontraba su interlocutor, Perelemann se preguntaba si volvería a ver al viejo Cohnson o bien sería el joven Cohnson quien estuviera allí. En este caso era un tipo con una calvicie soberbia, chaparrete, nervioso, que le estrechó la mano y dijo ser Cohnson. Perelemann entendió que Cohnson debía ser el apellido/salvoconducto que le permitía hacer aquellos intercambios con seguridad. No recordaba ya el año en el que comenzó a dedicarse a aquello, siempre calculaba la edad de su hija Estela como el tiempo en el que dejó aquella tienda de electrodomésticos para viajar a Puerto Rico y establecerse allí. Siempre había sido un Cohnson su interlocutor cuando le propusieron aquel negocio. Así, transcurrieron dos meses hasta que en una nueva visita, por primera vez una mujer se le presentó y le tendió la mano diciendo que era Cohnson. Perelemann no hizo preguntas. Un mes después, la misma mujer. Cohnson. Perelemann hizo su trato. Era Pascua cuando Perelemann viajó de nuevo a Nueva York, la nieve lo tenía todo colapsado, le costó avanzar hasta aquel piso, subió las escaleras, y de repente al abrir la puerta, volvió a aparecer el Cohnson, el original señor Cohnson. Perelemann no pudo por menos que preguntar dónde se había metido todo ese tiempo, pensó que estaba muerto. ¿Muerto? ¿Por qué? Respondió. Lo que pasa es que tenía trabajo.