miércoles, 27 de agosto de 2014

Grandes Casos Mal Resueltos de la Historia - IX

'Se me coge un dolor así en la espalda cuando llevo un rato agachado, que yo que sé qué voy a hacer'. Esta y otras quejas, salían por la boca del inspector Pelagio Duvalier a cada momento mientras intentaban él y su ayudante el también inspector Ordoño Pépez, recabar pruebas que pudieran ayudarles a encontrar al asesino de la señorita Gwendolyn Ochotorena. Asesino que en teoría había sido muy descuidado y basto a la hora de cometer el crimen, ya que había entrado por la puerta de la casa de la señorita Gwendolyn rompiéndola de una patada, avanzado hasta la habitación de la señorita Gwendolyn rompiendo todo lo que hallaba a su paso, bebiendo del agua que la señorita Gwendolyn tenía en la mesita de noche, secándose el morrete en una servilleta que no se había molestado en tirar, escupiendo en un cuadro que representaba una Rendición de Breda en la que los papeles estaban cambiados y los españoles perdían la ciudad de la mantequilla, manoseado un pedazo de arcilla que la señorita Gwendolyn (muy aficionada a las artes manuales) tenía colocado en un torno para trabajar con él, ensuciando luego todos los vestidos de la señorita Gwendolyn con sus manazas manchadas de barro, pintarrajeado las paredes de la casa con la sangre de la fallecida dibujando unas caritas muy peculiares de una muchacha que no era Gwendolyn y que llevaba el pelo recogido en un moñete, con una berruga en la mejilla izquierda y una sola oreja, vestido la ropa interior de la señorita Gwendolyn sin que hubiera un motivo realmente para ello, toda vez que a la señorita Gwendolyn le abrió la cabeza con un mazo a los pocos segundos de personarse en aquel domicilio y sin mediar palabra alguna con ella ya que la señorita Gwendolyn se encontraba postrada en la cama en la misma postura en que la dejó su madre, la señora Winnipeg, cuando fue a visitarla la tarde anterior.
Y sin embargo, pese a todo ese cúmulo de circunstancias, el inspector Pelagio Duvalier estaba convencido d que allí había algo que no cuadraba, que no podía ser que todas aquellas pruebas tan evidentes fueran realmente pruebas.
Pelagio Duvalier pertenecía a la escuela 'casualidadística' (no confundir con casualística, por favor se lo pido, amigo lector), inaugurada por el maestro de detectives, policías y demás gente que resuelve asuntos, el profesor Demontre, por la cual, las cosas ocurren por casualidad absolutamente siempre. Siempre. Todo. De chiripa, suertudamente, de golpe, por pura chamba. Duvalier, siguiendo estos preceptos, había conseguido resolver algunos casos importantes, o al menos eso se creía, como el del hurto de las joyas del Marqués de Follogne, el hurto de las joyas de la Condesa de Cognac, o el hurto de las joyas de la Virreyna Saray de la India. En todos esos casos, la casualidad le llevó a descubrir papeles, rayas, marcas, señales, que bien pudieran no tener relación con lo sucedido, pero ay, Duvalier tenía un pico de oro y cuando se ponía a hilar asuntos...
Sin embargo, en aquel apartamento Pelagio Duvalier, junto a su ayudante que ahora he olvidado cómo se llamaba, se encontraba perdido. El asesino había sido muy cuidadoso. Duvalier se dirigió a un cajón, abrió el mismo, volcó el contenido y no encontró nada que apareciese entre las bragas o cartas de la difunta. Duvalier caminó por el pasillo y al dar la vuelta a un recodo, no encontró nada a la vuelta de la esquina. Tiró un jarrón de los pocos que habían quedado en pie, y dentro de él no halló nada. Movió a la muerta y debajo de su cuerpo no había nada. Miró la casa desde fuera, tampoco. Preguntó a un transeúnte que no tenía relación con la fallecida, ni de cerca. Dejó pasar un mes, volvió al domicilio de la señorita Gwendolyn junto a su ayudante Ordoño Pépez (ya me ha venido el nombre), y abriendo la puerta de golpe, no descubrió a nadie dentro de la casa. Agotó todas las posibilidades y dejó el caso cerrado sin encontrar al asesino. O asesina, que aquí con el genérico nos escapamos sin decir ni pío.  

1 comentario:

  1. Un relato o novela policíaco, siempre me atrapa más cuando el caso no se resuelve, será que no me caen del todo bien los personajes sabiondos que lo resuelven todo de manera rebuscada.
    Un abrazo.
    HD

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